POBREZA, DESARROLLO Y POLÍTICA SOCIAL EN MÉXICO

Hilario Barcelata Chávez

¿POR QUÉ SON POBRES LOS CAMPESINOS?

Manuel Díaz, de la oficina de la FAO para América Latina, con sede en Santiago de Chile, me escribió un interesante correo electrónico con motivo de mi columna de la semana pasada titulada "Derbez y la Ley Agrícola de EU". Manuel, que sin duda muestra estar sumamente enterado de los asuntos agrícolas de México y del resto de América Latina, está en desacuerdo con mi esbozo de teoría sobre la pobreza rural que sinteticé en un párrafo la semana pasada y que había enunciado, con más detalle, en la entrega de mi columna del 14 de junio del año pasado1. Manuel Díaz empieza señalando que "la pobreza rural es un fenómeno complejo que no puede reducirse a la estacionalidad de los ingresos rurales". Tal como está enunciada la frase, la suscribo plenamente. Mi planteamiento, sin embargo, no es que la pobreza rural se explique solamente por la estacionalidad de los ingresos, sino que la cadena de elementos que empiezan por el carácter estacional del proceso de trabajo en la agricultura, daría lugar a la pobreza de los productores familiares, aun si éstos usasen la misma tecnología que los productores capitalistas y obtuviesen los mismos rendimientos. La cadena argumental es como sigue:
1) la producción agrícola consiste básicamente en cuidar y estimular el proceso biológico de crecimiento de las plantas, en contraste con la industrial donde se trabaja con materiales inertes. El ciclo biológico de las plantas obliga a realizar el trabajo agrícola en función de la etapa de crecimiento de la planta. Es decir, impone reglas temporales a las actividades del hombre. En consecuencia, mientras en la industria los procesos pueden ser continuos (24 horas al día, 365 días al año), en la agricultura son estacionales (cosecha en pocas semanas del año, por ejemplo). La estacionalidad agrícola se expresa en requerimientos de fuerza de trabajo desiguales a lo largo del año. Este hecho genera consecuencias poco analizadas. La más importante se relaciona con la pregunta ¿Quién paga el costo de reproducción (manutención) de la fuerza de trabajo -y de sus familias- durante los periodos de escasa o nula actividad agrícola? Esta pregunta puede reformularse así: ¿cuáles son los costos de mano de obra pertinentes en la formación de los precios agrícolas? ¿El costo de los días trabajados únicamente o el costo de reproducción, durante todo el año, del productor y su familia? En la industria (y en los servicios) este dilema no se presenta. La presencia de este dilema en la agricultura explica la enorme variedad de formas de producción presentes en ella. Cada forma de producción es una manera particular de solucionar el dilema.
2) como señaló Brewster2, llamado el filósofo de la agricultura estadounidense: el trabajo es, mayoritariamente, un costo fijo para el operador familiar pero no para el operador de mayor escala (capitalista), que paga el trabajo sólo por el tiempo que lo utiliza en su granja. Brewster explica esta diferencia en función de las costumbres que liberan al productor capitalista, pero no al familiar, de la manutención de la mano de obra en los periodos de escaso o nulo requerimientos de trabajo en la agricultura.
3) si en un mercado concurren sólo productores familiares, los precios de los productos agrícolas reflejarían la costumbre de garantizar la manutención del trabajador y su familia durante todo el año (el costo fijo) y los precios agrícolas serían más altos que en un mercado donde concurren productores capitalistas. Supongamos, para simplificar, que en la producción de maíz se utiliza mano de obra en la tercera parte de los días del año (122). Supongamos, también, que es el único cultivo, tanto de productores familiares como de productores capitalistas y que ambos utilizan la misma tecnología. Sus únicas diferencias son que las unidades capitalistas contratan, por día, trabajo asalariado y los productores familiares llevan a cabo todas las tareas con la fuerza de trabajo familiar. Supongamos que los salarios que se pagan en la agricultura permiten, como dice la norma constitucional, la satisfacción de las necesidades materiales y culturales del trabajador y su familia, y para proveer la educación de los hijos. Es decir, que el salario es igual a línea de pobreza de una familia. El costo de la mano de obra (por hectárea) en el primer caso (donde es un costo fijo) sería tres veces más alto que en la capitalista. Al concurrir en un mismo mercado (pensemos primero en un mercado nacional absolutamente cerrado) productores capitalistas y familiares, el precio lo determina el precio al que están dispuestos a vender los primeros. Como sólo pagan los 122 días trabajados, están dispuestos a vender a 110 (40 de costos de insumos, 60 de mano de obra y 10 de ganancia) la producción de cada hectárea3. Los productores familiares, entonces, se ven obligados a vender como si su costo de mano de obra fuese la tercera parte (110) en lugar de 220 (40 de costos de insumos y 180 de costos de manutención de la mano de obra). Venderían a la mitad de su costo total. Si en el mercado sólo concurriesen productores familiares, la producción se vendería en 220 (sin ganancia, ya que no es necesaria en la producción familiar), el doble que los 110 que se obtienen cuando compiten con los capitalistas. Como la línea de pobreza es de 180, vendiendo a 110 la familia será muy pobre. Vendiendo a 220 la familia obtendría un ingreso neto de 180 (descontando los 40 de insumos) y estaría exactamente sobre la línea de pobreza. No sería pobre.
Con lo anterior he mostrado que, aun si eliminamos (por medio de supuestos) los otros factores de pobreza de los productores familiares que se presentan en la realidad de los países atrasados (conservándonos aún en el marco de una economía cerrada: productividad y rentabilidad menores que sus competidores capitalistas; y valoración de la mano de obra por debajo del costo de satisfacción de las necesidades básicas), los productores familiares serían pobres en un mercado donde el nivel de precios está determinado por la lógica de funcionamiento de las empresas capitalistas.
Si bien los supuestos que eliminan los otros factores de la pobreza campesina (o farmer) son falsos en los países del sur, no lo son en la mayor parte de Europa, Japón, Canadá, Nueva Zelanda, Australia y Estados Unidos. No lo eran cuando se puso en marcha la Política Agrícola Común (CAP por sus siglas en inglés) del entonces Mercado Común Europeo (hoy Unión Europea).
Los enormes subsidios a la agricultura del primer mundo, que algunos calculan en 360 mil millones de dólares anuales, logra evitar (la mayor parte de) la pobreza en la que sus productores familiares se verían sumidos sin ellos. Esta pobreza no vendría de su baja productividad, ni de la subvaloración del trabajo en sus sociedades, sino únicamente de la estacionalidad del proceso productivo en la agricultura. Sin subsidios, el campesino europeo o japonés (y aun el farmer estadounidense) tendría que buscar trabajo fuera de su parcela, en las ciudades o en el extranjero, durante muchos meses del año, para completar sus ingresos. Incurrir en la miseria itinerante de nuestros campesinos.
Este es uno de los objetivos que la CAP buscó alcanzar. Según el Buckwell Report (consultable en el portal electrónico de la Unión Europea) hoy los ingresos de los productores agropecuarios están a la par, en la mayoría de los países de la UE, con los ingresos medios de los hogares urbanos de la UE.
Las nuevas presiones en la UE hacia la reducción de los subsidios han movilizado la resistencia campesina. Desde la perspectiva analizada, los subsidios agropecuarios en los países desarrollados no bajarán porque estas sociedades han reconocido el derecho de sus productores familiares a vivir dignamente, como muestra la nueva Ley Agrícola de EU que analicé en este espacio la semana pasada. De esta manera, con una serie de desventajas tecnológicas y financieras gigantescas para enfrentar la competencia, los productores nacionales, además, enfrentan las grandes diferencias en los apoyos y subsidios que reciben de sus respectivos gobiernos y del entorno.
En México la pobreza de los productores familiares es abismal por: 1) sus niveles de productividad muy por debajo de sus competidores: los productores capitalistas del país y los productores estadounidenses y canadienses; 2) porque el trabajo está subvalorado en el país, sobre todo en el medio rural; y 3) porque el costo de la estacionalidad lo pagan, casi exclusivamente los campesinos. Para superar la pobreza de los productores familiares se necesitarían revertir los tres factores de desventaja. La desventaja en productividad puede revertirse mediante una combinación de medidas de protección comercial y el impulso al desarrollo tecnológico. Manuel Díaz señala que en América Latina prácticamente no existe investigación aplicada a nuestras agriculturas, que "sólo compramos y mal usamos la que se hace en otros países". Esto no era así en México en las décadas de los 60 y 70. Mientras en aquellos años teníamos un desarrollo creciente de la investigación agrícola y del extensionismo y un mercado agrícola protegido, hoy las condiciones se han invertido en ambos sentidos.
Tres factores centrales para explicar la subvaloración de la fuerza de trabajo en el país son: las fuerzas de la globalización, que han disminuido la cobertura y el poder de los sindicatos; la política de represión salarial, que usa los salarios como ancla de la inflación; y el lento crecimiento de la economía y de los empleos en la economía moderna. Es posible instrumentar cambios importantes que reviertan las tendencias de los tres factores: una nueva política salarial, una reforma a la Ley Federal del Trabajo para fortalecer el sindicalismo independiente, y una política económica que estimule el crecimiento económico, en vez de la actual, obsesionada con el control de la inflación.
Por último, es necesario subsidiar a los productores agropecuarios o protegerlos de la competencia externa. Para evitar que ocurra lo que dice Manuel Díaz, que muchos de los recursos de los subsidios "engrosan las rentas de los productores más favorecidos", será necesario que los productores familiares reciban la totalidad de los subsidios para compensar el costo de la estacionalidad. Los productores capitalistas, en cambio, sólo requerirían subsidios (que serían comunes a todos los productores) para enfrentar la asimetría de la competencia internacional. Subsidios y protección comercial deben ser complementarios. Mientras menos protección haya, se requieren más subsidios.


1La exposición más amplia de estas ideas, sin llamarles teoría sobre la pobreza rural, puede consultarse en Julio Boltvinik, "Presentación", en: Economía popular. Una vía para el desarrollo sin pobreza en América Latina, PNUD, Proyecto Regional para la Superación de la Pobreza, RLA/86/004, Bogotá, 1991, pp. xliii-lii.

2 John W. Brewster, "The machine process in agriculture and industry", en Karl A. Fox y D. Gale Johnson (eds.), Readings in the Economics of Agriculture, George Allen & Unwin Ltd., Londres, 1970, pp.3-13

3 Cifras en unidades ficticias. No son pesos ni miles de pesos

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