 
                 “Se puede decir que para el año 6000 a.C.,  se contaba con los elementos necesarios o indispensables para conceptuar la  existencia de una actividad contable, ya que el hombre había formado grupos,  inicialmente como cazadores, posteriormente como agricultores y pastores, y se  había dado inicio ya a la escritura y a los números, elementos necesarios para  la actividad contable”1.
   “Con el surgimiento de la agricultura, la  ganadería y el comercio sintieron la necesidad de contabilizar las  transacciones en estas actividades.
  El indicio más remoto  de contabilidad del que se tenga data desde la época de la civilización  mesopotámica, tuvieron existencia miles de años antes de la era cristina y,  debido a su auge económico, tuvo la necesidad de contar con elementos de la  contabilidad. Entre los años 5400 y 3200 a.c., se evidencian movimientos de trueque  en el Templo Rojo de Babilonia.
  Posteriormente,  también surgieron manifestaciones adicionales de contabilidad en Egipto. Hacia  el año 3600 a.c., como resultado de las gestiones económicas del faraón Menach,  se efectuaron anotaciones ordenadas de ingresos y egresos por parte de sus  escribanos.
  Los asirios también  llevaron a cabo registros contables de carácter fiscal, impresos en tablillas  de barro. En Egipto, hacia el año 2550 a.c., los escribanos llevaban  anotaciones de carácter financiero sobre operaciones mercantiles del imperio.
  En Grecia, como  resultado de sus actividades comerciales, nivel de desarrollo de su marina y  notable régimen económico pre capitalista, se supone la existencia de un  estructurado sistema contable, aunque solo se cuenta con los testimonios de  Pagani, quien afirma que en la Grecia del siglo V a.c., se obligaba a los  comerciantes a que llevaran libros de contabilidad. 
  De la Roma antigua  también se han encontrado rudimentos de prácticas contables que datan de los  primeros años de la vida del impero y están registrados en los escritos de sus  pensadores más insignes. A los jefes de familia se les obligaba a anotar  diariamente sus ingresos y gastos y luego pasarlos a un registro de mayor  cuidado, denominado Codex Tabulae. En  éste se llevaban a un lado los ingresos –Aceptum-  y al otro lado los gastos-Expensum-.  La ley Paetelia, publicada en Roma  hacia el año 325 a.C., constituyó la primera norma de aprobación de los  asientos realizados en libros de contabilidad. Esta contabilidad de doble  columna llevó a creer que se trataba de una contabilidad por partida doble,  hasta que Alber Dupont y André Boulanger, estudiosos de esta materia,  demostraron que sólo se trataba de un sistema de partida simple a doble  columna. 
   A partir del año 235 d.c., con la muerte de  Alejandro Severo, la contabilidad adquirió gran importancia en la Roma antigua.  En la época de la república y del impero de la contabilidad, llevado por los  plebeyos, constaba de dos libros: el Adversaria, donde se anotaban las transacciones  de caja, y el Codex, donde se  asentaban las demás operaciones. Con estos libros romanos, casta privilegiada  del imperio, fueron quienes perfeccionaban las técnicas contables, con el fin  de controlar las asignaciones que debían otorgar al ejército para sus  conquistas territoriales y a los patricios para sus aventuras políticas 
  En la edad media. A pesar de la caída del imperio Romano, las prácticas  contables se conservaron y lograron un notable progreso a lo largo de la Edad  Media. La Iglesia católica cada día tuvo más perseguidores, logró el mayor  poder económico y político de la historia, lo cual le obligó a llevar cuentas  muy detalladas de sus actividades económicas, operaciones que se manejaban en  los monasterios.
  Aunque no existen  testimonios del ejercicio contable en la época del feudalismo, el alto grado de  desarrollo del comercio hace suponer la práctica usual de la contabilidad, la  cual era exclusiva del señor feudal.
  En el siglo VIII  Europa fue invadida por los Normandos, quienes también practicaban el comercio.  Estos se establecieron en Sicilia, después de asolar las costas de Inglaterra y  Francia. De esta época se conserva una ordenanza de Carlomagno. El Capitulare  de Villis, mediante la cual se exigía a sus escribanos un inventario anual de  las pertenencias del imperio y el registro en libros de sus transacciones  económicas en términos de ingresos y egresos. Las actividades contables se  facilitaron considerablemente entre los siglos VII y IX, con la aparición de  una moneda común que tuvo aceptación internacional, el “solidus” emitida por Constantinopla.
  En Italia,  durante los siglos VII y VIII,  particularmente en Venecia, la actividad contable se convirtió en una profesión  de mucho prestigio; allí se encontraban grupos de personas dedicadas a su  práctica permanente.
  Entre los siglos VIII  y XII, en Europa Central, por mandato de los señores feudales, los libros de  contabilidad eran llevados por escribanos. Las ciudades de Venecia, Génova y  Florencia fueron durante esa época el epicentro del comercio, la industria y la  banca constituyéndose en las pioneras de la contabilidad por partida doble. De  esta época se han hallado varios testimonios de práctica contable desarrollada.  En 1157 un genovés, Ansaldus Boilandus, repartió beneficios a una sociedad  comercial con base en saldos de cuentas de ingresos y egresos; en 1211 un  comerciante florentino llevaba sus libros de contabilidad en forma tan acertada  y peculiar que dio origen a la llamada Escuela Florentina. En 1263 en España,  el rey Alfonso El Sabio impuso a los funcionarios públicos la obligación de  llevar cuentas anualmente. De este período se conocen los libros de la compañía  de los Peruzzi (1282) y los de la casa de Bonsignare, de Siena (1290), en los  cuales se registraban las operaciones de caja de cuentas corrientes.
  En Francia, los  hermanos Reinero y Baldo Fini, hacia el año 1300, añadieron nuevas cuentas,  como gastos y ventas; pero el más conocido conjunto de libros de la época fue  sin duda el que se llevó en la comuna de Génova, donde se usaron los términos  “debe” y “haber”, además de la cuenta de “pérdidas y ganancias”, en las que se  resumían las operaciones de la comuna.
  El mayor avance de la  contabilidad en la edad media se dio con la aparición de los libros auxiliares,  los cuales permitían a los comerciantes registrar sus cuentas por clientes. En  1400 surgió la idea de la contabilidad por partida doble, cuando se incluyeron  las cuentas patrimoniales en los libros del mercader florentino Francesco  Datini. La mayoría de las grandes empresas de esa época llevaban sus libros con  base en un sistema utilizado en los libros de Medici de Florencia.  La contabilidad por esta época continúa  desarrollándose y adaptándose a las nuevas exigencias económicas, lo que generó  a la postre el establecimiento de escuelas en Génova, Florencia y Venecia,  siendo ésta última la de mayor técnica y pionera de las prácticas contables  actuales.
  Edad moderna. Dos acontecimientos de gran importancia sucedidos en  el siglo XV permitieron un notable avance de la actividad contable: la  generalización de los números arábigos y a la aparición de la imprenta. Este  último desarrollo facilitó la divulgación de los conocimientos impartidos por  los monjes de la época y los mercaderes, hombres pujantes en la economía. El  monje Benedetto Cotrugli, pionero de la partido doble, señaló el uso de tres  libros: Cuaderno (Mayor), Giornale  (Diario) y Memoriale (Borrador).
  Fray Luca Pacioli,  nacido en Borgo San Sepolcro, Toscana, hacia 1445, sin haber sido contador  trabajó como catedrático en las universidades de Roma, Padua, Florencia y Asís,  y redactó con gran maestría un tratado de contabilidad, en el cual sostiene que  para su aplicación se requiere el conocimiento matemático.  En el año 1494 publicó su famosa obra “Summa de Arithmetica, Geometría, Proportioni  et Proportionalita”, de gran contenido matemático, dedicando tan solo una  parte a aspectos contables”2. 
  “En Summa, Pacioli hace una serie de  aportaciones importantes a la contabilidad:
Para el siglo XVI la  actividad contable se encontraba en pleno apogeo, tanto en lo académico como en  lo profesional, constituyéndose en una herramienta de gran importancia para los  sectores económico y social.
  En Alemania, en el  año 1518, Grammateus publicó un libro combinado de algebra y contabilidad;  siete años más tarde, Tagliente escribió en Italia un tratado completo sobre  contabilidad. En 1590 se imprimió el primer estudio formal de contabilidad en  español, cuyo autor fue Bartolomé Salcedo de Solórzano, pionero de esta  disciplina en España. En este mismo país, en 1591 Felipe II ordena llevar la  contabilidad real por partida doble.
  En los siglos XVII y  XVIII, ante el apogeo del mercantilismo en Holanda, Francia e Inglaterra y el  nacimiento de los emporios comerciales e industriales, se establecieron en  estos países, especialmente en Inglaterra, la profesión contable como una  actividad independiente, profesional y libre. Carlos Manuel VI, rey de  Piamonte, reorganiza la profesión contable   y exige que solo el contador autorizado sea la persona calificada para  ejercer esta profesión. Napoleón, en 1805, ordena que quien desee practicar la  profesión contable debe someterse a un severo examen, después de haber  trabajado determinado tiempo con un profesional calificado
  Edad contemporánea. Los cambios más profundos y de mayor repercusión  presentados en la actividad contable en toda su historia, tuvieron lugar a  partir del siglo XVIII. La Revolución Francesa, La Revolución Industrial en  Inglaterra, la filosofía individualista de Hegel y Kant, sentaron la base para  el resurgimiento del comercio en Europa, en especial en Inglaterra, y el  nacimiento del liberalismo, predicado por Adam Smith y David Ricardo, la  contabilidad inició su más espectacular transformación. 
  En Francia, donde las  finanzas públicas eran exclusividad real, pasaron al dominio popular, gracias  al célebre contador Count Mollier. En 1795, Edmond Degrange distinguió dos  clases de cuentas, unas deudoras y acreedoras y otras que representaba al  propietario, lo que dio paso al diario mayor y sustituyó el diario y mayor.
  A partir de 1895, en  Estados Unidos, como consecuencia del bloqueo económico de Inglaterra, se  comenzó a llevar a cabo una serie de inventos e innovaciones tecnológicas en la  industria y en la agricultura. La contabilidad paralela a ese desarrollo se  institucionalizó, constituyéndose en una actividad académica en la Universidad  de Pensilvania en 1881 y reconocido como gremio profesional a través de la American Association of Public Accountants  en 1886. En Europa surgieron agremiaciones similares. En Edimburgo, en 1854; en  Francia, 1891; en Austria, 1895; en Holanda, 1895, y en Alemania, 1896. En  Italia, en 1893 comenzó a regir el Código Mercantil, regulador de la práctica  contable en ese país. 
  En Estados Unidos,  como consecuencia del desarrollo industrial y el crecimiento de las empresas,  empezaron a aparecer las máquinas de contabilidad, lo que facilitó el  procesamiento de la información. 
  A principios del  siglo XX empezaron a surgir en todo el mundo las asociaciones de contadores,  las cuales, además de sus propias normas, establecieron una serie de convenios  y pautas para el ejercicio de las actividades contables; en Suecia, 1899; en  Suiza, 1916, y en Japón, 1917.
  Para estos años, el  gobierno, la banca, las bolsas de valores, comenzaron a exigir los estados  financieros certificados por contadores públicos independientes.  La organización American Institute of Public Accountant se encargó de reunir  agrupaciones profesionales con el fin de estudiar los problemas contables, y en  1934 surgieron las primeras seis reglas de los principios contables de hoy. En  los años 1936, 1941, 1948 y 1957 se publicó, verificó y adicionó, por parte de  la American Accounting Association  (AAA), todo lo relacionado con los principios contables”4. 
  Finales del siglo XIX y principios del siglo XX. “Mayores influencias en este periodo:
Antecedentes históricos en Colombia. “En la América precolombina, donde predominaban tres  culturas relativamente desarrolladas-Aztecas en México, Inca en Perú y Chibcha  en Colombia-, no se conocía la escritura alfabética. A pesar de esto, la  actividad contable era práctica común entre los aborígenes, por ejemplo, los  aztecas llevaban cuentas de los tributos que recaudaban a las tribus sometidas;  los incas llevaban sus cuentas en lazos con nudos que representaban cifras, y  los chibchas, cuyo comercio se realizaba por medio del trueque de mercancías,  registraban sus transacciones con colores pintados sobre sus trajes.
  Con la llegada de los  españoles a territorio americano se inició en este territorio una actividad  económica sin precedentes. Los conquistadores obtuvieron de la corona múltiples  concesiones, lo que dio comienzo a la explotación no solo de los recursos  naturales sino también de los aborígenes. Así, el español logra imponer en estas  tierras, además de su cultura y costumbres mercantilistas, sus prácticas  contables.  Al conocer la consolidación  de la conquista americana, en 1552 Carlos V, mediante cédula real nombra a  Rodrigo de Albornoz como contador real de estas tierras, y le proporciona junto  con su acreditación instrucciones muy precisas sobre el registro de las  operaciones mercantiles.
  Posteriormente, en  1591, el rey Felipe II ordena llevar la contabilidad del reino por partida  doble, resaltándose de esta manera la influencia italiana en la contabilidad  española.
  Los colonos  establecieron en el territorio americano una serie de instituciones de carácter  socioeconómico con el propósito de explotar al aborigen, por ejemplo, la  Encomienda- obligación representada en servicios personales y productos  naturales a cargo del colono, el tributo para el encomendero, las Pensiones  para particulares, el Quinto del rey, el Sueldo para los corregidores y la Mita  se constituyeron en importantes fuentes de ingresos para la corona.
  Durante la Colonia,  la Iglesia sin lugar a dudas fue la institución más poderosa en el Nuevo Reino;  se apropió de grandes extensiones territoriales tanto rurales como urbanas, al  cambiar de método de la fuerza usada por los colonos, por la enseñanza y la  evangelización.
  En 1605 se  establecieron en América tres tribunales (Santafé, Lima y México), se nombraron  contadores especiales en La Habana y Caracas y se dictaron normas de manejo  contable. En 1678, Felipe IV determinó que los contadores reales debían  presentar cada dos años cuentas en términos de “Cargo” y “Data” (debe y haber)  al Real Tribunal de Cuentas. De esta forma se logró el Control y registro de  los impuestos recaudados y administrados por la corona.
  El mayor aporte para  el desarrollo de la contabilidad en América lo proporcionó la comunidad  religiosa de la Compañía de Jesús, la cual introdujo por primera vez en estas  tierras libros de contabilidad, el concepto de inventarios, la noción de  presupuestos y demás elementos desarrollados en la Europa de ese entonces.
  La contabilidad no  era ejercida como profesión liberal, sino por los clérigos como parte de sus  actividades administrativas en las comunidades religiosas.
  Contabilidad en Colombia. En Colombia, después de la independencia, se  continuaron usando por mucho tiempo las técnicas contables traídas de los  españoles, de acuerdo con las ordenanzas del Bilbao. El surgimiento de la  República no trajo consigo modificaciones profundas en las estructuras  socioeconómicas.
  En 1821, mediante la  ley del 6 de octubre, se organiza la Contaduría General, con el fin de  reglamentar el funcionamiento de la Oficina de Contaduría de Hacienda con cinco  contadores bajo nombramiento oficial. Treinta años más tarde se sustituye la  Corte de Cuentas por la Oficina General de Cuentas, en la cual se establece  como jefe un funcionario denominado Contador Mayor Presidente. En el año 1873  se elabora el Código Fiscal.
  De acuerdo con el  código de comercio de 1887 se exige a todos los comerciantes llevar al menos  cuatro libros de contabilidad: Diario, Mayor, Inventarios y Balances, junto con  el libro copiador de cartas; en los años siguientes se establecen las normas y  procedimientos para el manejo de estos libros.
  A comienzos del  presente siglo y como resultado del desarrollo de la actividad comercial,  financiera e industrial del país, se reglamentó la revisoría fiscal y se  decretaron algunas normas tributarias con el fin de incentivar la inversión  privada. 
  Paralelo a este  desarrollo surgió la necesidad de capacitación comercial y contable y se creó  la Escuela de Comercio de la Universidad de Antioquia en 1901 y la Escuela  Nacional de Comercio de Bogotá en 1905.
  Años más tarde, estos  ejemplos fueron seguidos por otras ciudades del país, que a la postre dieron  origen a la organización definitiva de gremios de contadores. En 1923 se  expidió la ley 17 mediante la cual se amplió la Escuela Nacional de Comercio y  sus enseñanzas se orientaron de acuerdo con los modelos europeos. 
  La actividad  industrial continuó su desarrollo para fomentar la creación de sociedades  anónimas, para lo cual el gobierno expidió la ley 58 de 1931, mediante la cual  se creó la figura del Revisor Fiscal. En el artículo 46 de esta  ley se dio reconocimiento a la profesión de  Contador Juramentado.
  Con el paso de los  años se dictaron algunas leyes adicionales encaminadas a la reglamentación de  la profesión contable, por ejemplo la ley 73 de 1935, relacionada con el manejo  contable de las empresas públicas y privadas y el ejercicio de la profesión,  fijó normas reglamentarias para el ejercicio de la profesión en el país.
  En 1951 se creó el  instituto Nacional de Contadores Públicos (INCP), conformado por contadores de  gran trayectoria. Cuatro años más tarde se organizó la Academia Colombiana de  Contadores Públicos Titulados (Adeconti).
  La ley 145 de 1960  reglamentó definitivamente el ejercicio de la profesión y fijó los  requerimientos necesarios para su práctica. En 1961 se expidió el Decreto 1651,  en el que se determinaron normas y procedimientos requeridos para ejercer la  profesión, llevar contabilidades, autorizar estados financieros y elaborar  declaraciones de renta”6.
      1 ROMERO, Javier.  Principios de Contabilidad (2ª. Edición). México: McGraw Hill Interamericana de  Editores, S.A. de C.V. P.33. 
2 FIERRO MARTÍNEZ, Ángel María. Introducción a la Contabilidad (2ª. Edición). Bogotá: Ecoe ediciones, 2005. Pp.6-8
3 ROMERO, Javier, Op.cit. P.34.
4 FIERRO MARTÍNEZ, Ángel María, Op.cit. Pp.9-10.
5 ROMERO, Javier, Op.cit. P.36.
6 FIERRO MARTÍNEZ, Ángel María, Op.cit. Pp.10-12.
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