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J.M. KEYNES, EL PROFETA OLVIDADO

Mario Guillermo Gómez Olivares

 

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2.7.2. La crítica a la teoría clásica del interés: el precio que ajusta la inversión al ahorro.

La tradición clásica supone que la tasa de interés es el factor que equilibra la demanda de las inversiones con la propensión al ahorro. La inversión representa la demanda de recursos disponible y el ahorro la oferta. Dicho de otro modo, siendo el interés el precio pago por el uso del capital en cualquier mercado, ese tiende a establecerse a un nivel de equilibrio en el cual la demanda global de capital será igual al capital total que se obtiene a esa tasa.

La teoría clásica asevera que: todo acto de ahorro reduce la tasa de interés, de modo a que la producción de capital sea automáticamente estimulada y que cada acto adicional de inversión hace subir necesariamente la tasa de interés, a menos que se verifique un cambio en la propensión a ahorrar. El ajuste de la tasa de interés es, pues, el mecanismo autocorrector que opera como estimulante de la producción del capital, sin necesidad de una intervención por parte de la autoridad monetaria.

De acuerdo con esta doctrina, la tasa de interés es el mecanismo de oferta de ahorro y demanda de inversión, de modo que, con la existencia de precios flexibles, el pleno empleo de todos los factores de producción es siempre alcanzado.

Cuales son, de acuerdo con Keynes, los puntos de acuerdo y desacuerdo con la teoría clásica del interés. La escuela clásica defiende que existe una perfecta igualdad, admitiendo que un movimiento ascendente en la curva de ahorro provocaría un movimiento correspondiente en el crecimiento de la inversión. Así, para la teoría clásica: “(...) the schedules of marginal of capital may be said to govern the term on which loanable funds are demanded for the purposes of new investment; whilst the rates of interest govern the terms on which funds are being currently supplied” .

En la Teoría General, Keynes asiente que no existe mucha discrepancia entre su curva de eficiencia marginal del capital y la curva de demanda de capital de los clásicos. Al examinar la propensión al ahorro reconoce que existe una discrepancia de énfasis con los clásicos, relativamente a la influencia de la tasa de interés sobre esa propensión. Si fuera previamente conocido un montante de ingreso, la tasa corriente de interés deberá situarse en el punto donde la curva de demanda de capital, correspondiente a las diversas tasas, corta la curva de las cantidades ahorradas de ese ingreso, a diferentes tasas de interés, por lo que:“(...) all these points of agreement can be summed up in a proposition which the classical school would accept and I should not dispute” .

Si la posición clásica admitiese que, siendo conocidas las curvas de la demanda del capital y los efectos de los cambios de la tasa de interés sobre la parte del ingreso ahorrado, el nivel de ingreso y la tasa de interés podrían tener una correlación única. Si fuese conocida la tasa de interés, la curva de la demanda de capital y la influencia de la tasa de interés sobre la propensión al ahorro, partiendo del nivel conocido de ingreso, ese nivel y la tasa de interés determinan el montante de ahorro que iguala al montante investido.

Todo depende del punto de referencia supuesto para el nivel del ingreso. El problema está en que la teoría clásica olvida la influencia de los cambios en el nivel de los ingresos. Las variables independientes de la teoría clásica de la tasa de interés son la curva de demanda del capital y la influencia de esa tasa sobre la cantidad ahorrada de un determinado ingreso. Por eso, cuando la curva de demanda de capital se mueve, la nueva tasa de interés es fijada en el punto de intersección de la nueva curva de demanda de capital y de la curva que une la tasa de interés a la curva de ahorro resultante de ese ingreso.

La posición clásica sería sustentable, si considerásemos que la unidad salarial se modifica al punto de provocar un cambio en la preferencia por la liquidez, para restablecer la tasa de interés, la cual neutralizaría el movimiento de la curva de de-manda de capital, de modo a llevar la producción al nivel anterior, lo que sólo sería plausible en relación al equilibrio de largo plazo, nunca siendo válido para el análisis de corto plazo; aunque tampoco existen garantías de validez en el largo plazo. La teoría clásica no consideró las alteraciones que el nivel de ingreso sufre por la influencia de un movimiento de la curva de inversión.

La dificultad esta en considerar el interés como la recompensa a la espera, en vez de ser apreciado como la recompensa de la renuncia al atesoramiento o como premio de riesgo por las inversiones o prestamos hechos. La falla de la teoría clásica reside en que sólo se concentra en la preferencia temporal del consumo, y, se olvida que en una economía monetaria los recursos adquieren siempre la forma de moneda, susceptible de ser utilizada para otros fines. Si existe una segunda preferencia temporal, ella fue olvidada por la teoría clásica.

De ese modo, la tasa de interés no puede ser la recompensa al ahorro, porque, si un hombre acaudala sus ahorros en cash, no gana interés: “The classical theory not merely neglects the influences of changes in the level of income, but involves formal error” ...”... this is a non sense theory” .

El equívoco de la teoría clásica es el de solo considera las preferencias intertemporales de los individuos relativamente al ahorro como siendo determinantes de la tasa de interés. Si fuera conocida la tasa de interés, esta nos permite conocer el nivel del ingreso, lo que coloca un problema de extrema relevancia para la política monetaria, a saber, cual debería ser el nivel de la tasa de interés para que el nivel del ingreso corresponda al nivel de ocupación plena.

Incluso si la teoría clásica fuese correcta, deben ser hechas dos consideraciones. Primero, nada garantiza que dado un aumento de la tasa de interés el ahorro aumente en el mismo sentido, al paso que no existen dudas de que la curva de demanda de inversiones declina con la subida de la tasa de interés. Si las curvas de demanda de capital o de ahorro se desplazan con la subida de la tasa, nada garantiza que las curvas se corten en algún lugar. Segundo, es aceptado tradicionalmente que un aumento de la cantidad de dinero, por lo menos transitoriamente y en el corto período, tiende a reducir la tasa de interés, pero nunca fue dado un argumento muy válido para explicar, por que razón una variación en la cantidad de dinero deba afectar la curva de demanda de inversiones o la propensión al ahorro de un ingreso dado.

El puente trazado por la teoría clásica pretende aún que la curva de demanda de inversiones tenga dos influencias, por un lado sobre el ahorro tout court, y por otro, sobre las cantidades de dinero disponibles y resultantes de una expansión monetaria.

El problema del sistema clásico es que invierte la determinación de las variables independientes, integrando el ahorro y la inversión como las variables independientes y determinantes, en relación a sus hermanas gemelas, la curva de eficiencia marginal del capital, la propensión al consumo y la tasa de interés, que son las variables determinadas. La teoría clásica observa que el ahorro depende del ingreso, pero olvida que esta última depende de la inversión ex-ante, de forma que si esta difiere, el ingreso deberá también variar, en el mismo grado y de modo a hacer con que el ahorro iguale la inversión ex-post.

Dada la hipótesis ceteris paribus, el gasto tenderá a reducir la tasa de interés, en cuanto que la inversión la hará subir. Keynes tentó demostrar que esas variables determinan el empleo y no necesariamente la tasa de interés. Una propensión menor al gasto aumenta la inversión, ceteris paribus, pero solo en el pleno empleo. En una visión totalmente diferente del mecanismo económico, ceteris paribus, el empleo disminuye.

La teoría clásica del interés se basa en un doble equivoco. Primero, no toma en consideración la influencia sobre el ingreso que provoca las variaciones de la inversión, ni que la inversión y el ahorro son iguales ex-post y no ex-ante. Segundo, la tasa de interés no es una recompensa a la espera, es una recompensa a la renuncia por la liquidez, es un premio de riesgo. El ahorro, por si sólo, no explica la remuneración recibida por la cedencia transitoria de una cantidad de dinero, la tasa de interés surge milagrosamente como el premio de riesgo en el futuro de un ciclo virtuoso de inversión-ingreso-ahorro. La crítica a la noción de interés clásica deja tres aspectos en abierto: la determinación de la tasa de interés, la relación de la tasa de interés con la teoría cuantitativa de la moneda y la naturaleza del ahorro o los límites de la función de ahorro. Estas cuestiones obligan al desarrollo de una nueva teoría en que la moneda sea la manifestación de preferencias, en que expresen conductas que se revelan determinantes para el equilibrio del sistema.


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