La motivación es un tema fascinante y frustrante a la vez
BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales

 

HISTORIA DE LA PSICOLOGÍA Y SUS APLICACIONES

  Ramon Ruiz Limón

 

 

 

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La motivación es un tema fascinante y frustrante a la vez.

Es fascinante porque se halla en el fondo de cuanto hace la persona; por ejemplo, un niño va a la escuela todas las mañanas, un estudiante universitario se afana por llegar a ser médico, un político participa en elecciones, un joven pide una cita a una muchacha, un ladrón asalta un banco y un degenerado se dedica a estrangular gente. Todos estos actos y otros más que podríamos citar están motivados. Dedicamos mucho tiempo a imaginar cuál es el motivo que lleva a cada persona a actuar como lo hace. Constituye un juego fascinante en que unas veces acertamos y otras no.

El problema de la motivación humana es extraordinariamente complejo, ya que bajo su estudio subyacen las más variadas ideas que se puedan establecer en torno al ser humano.

Hablar de motivos para muchos autores supone la existencia de intenciones y, por tanto, de libertad y voluntad en el hombre, mientras que para otro buen número de científicos, la motivación consiste en reacciones “programadas” genéticamente o aprendidas a lo largo de la vida del sujeto.

Para quienes el hombre posee libre albedrío, la motivación puede originarse en mecanismos biológicos, en situaciones aprendidas, en presiones inconscientes, pero, especialmente, en decisiones voluntarias de la propia persona orientadas hacia fines particulares y, por consiguiente, dotadas de intencionalidad.

Por su parte, los que apoyan la visión de que el hombre solamente reacciona ante su entorno, consideran que los motivos carecen de una finalidad dada por la propia persona.

En nuestro caso, para los fines del presente material, optaremos por la primera de las posturas, ya que engloba a la segunda y la complementa con una visión más realista y profunda, sosteniendo los hechos incuestionables de que la conducta de los humanos en múltiples ocasiones es determinada por circunstancias físicas, fisiológicas o psicológicas, sociales, y rescatando la posibilidad del ser humano de dar a su vida cierta dirección elegida libremente.

Chaplin (1978), realizando un sumario de las diferentes posturas psicológicas, menciona las siguientes definiciones de motivo:

a. Estado de tensión interna en el individuo, que despierta, mantiene y dirige la conducta hacia una meta determinada.

b. La razón consciente dada por el individuo para justificar su conducta.

c. Una disposición o actitud que guía la conducta.

d. Un drive, entendiendo por este concepto, los motivos primarios cuya base corporal es conocida.

Por su parte, Davidoff (1989) habla de un estado interno que puede ser el resultado de una necesidad, y se le caracteriza como algo que activa o excita la conducta que por lo común se dirige a la satisfacción del requerimiento instigador.

La motivación presupone relación entre el individuo y su ambiente, ya que cuando decimos que alguien está motivado o requiere de motivación, nos referimos q que esperamos presenciar su acción sobre las cosas, personas o situaciones; además implicamos que algo del entorno o de sí mismo sea capaz de impactarlo, de tal forma, que la persona resultará motivada.

Recordando lo planteado por Nuttin (1982), un motivo es el proceso dinámico y direccional de los actos concretos; siendo la motivación la facultad humana de dar a la conducta una dirección especifica, voluntaria e involuntariamente.

Por otra parte, un motivo también puede ser considerado como el objeto que atrae o impulsa al sujeto.

En otra de sus las caras, la motivación es un proceso intrínseco a la persona, es decir, que sucede dentro del individuo, por la interacción de sensaciones, emociones, sentimientos e ideas, lo que hace suponer que pueden presentarse dos casos motivacionales: a. Primero, cuando se afecta a necesidades básicas (hambre, sed, frió, insomnio, restablecimiento de la homeostasis, etc.), y cuando se actúa sobre comportamientos condicionados, es posible elicitar motivación en otra persona; y b. El segundo relativo a la motivación intencional, en este caso nadie motiva a nadie, sino que solamente puede ayudar a disponer las circunstancias de determinada manera, para que el individuo encuentre o genere en sí mismo los estados anímicos y las razones (ambos pueden ser motivaciones) que lo interesen por la ejecución de cierta conducta. En ambos casos, como adivinarás a partir del párrafo anterior, la motivación se explica por la delación que establece el sujeto con su ambiente.

Desde hace varias décadas, a la motivación se le ha visto comúnmente como una fuerza psíquica que es capaz de mover al individuo en cierta dirección. Se le llega a percibir como un poder ciego que surge en el interior de la persona y se experimenta como una energía especial que puede hacer que quien la vive sea capaz casi de cualquier hazaña: querer es poder, dice un dicho popular. La motivación así concebida es tensión que se acumula en el interior de la persona y que al rebasar cierto umbral provoca conductas especificas que facilitan su descarga. Algunos psicólogos afirman, por ejemplo, que para que una persona se decida a iniciar un tratamiento psicológico necesita experimentar elevados niveles de ansiedad ante su problemática (léase tensión acumulada), como motivación necesaria para que se involucre en una terapia, realice en su vida los ajustes convenientes y continúe en tratamiento hasta el final. Este enfoque lo podríamos llamar de estímulo y descarga de energía (Nuttin, 1982).

Otros psicólogos, siguiendo a la escuela de Kart Lewin y así como las de estímulo-respuesta, visualizan la motivación como el resultado de procesos asociativos y de conexiones aprendidas. Los reforzadores condicionados son un ejemplo que explica los fundamentos de esta perspectiva.

Bien se sabe que, un reforzador condicionado se crea cuando se asocia un reforzador primario o “natural” con un estímulo neutro, y al cabo de varios ensayos, el estímulo neutro adquiere el poder reforzarte del primario. En la perspectiva de las investigaciones fundamentadas en hallazgos de tipo fisiológico, la motivación es vista como la resultante de factores genéticos o metabólicos, que actúan de alguna manera como “programas” preestablecidos en la mente humana. El acento es puesto en las necesidades e impulsos (en inglés drives), como es el caso de la sexualidad, el hambre, la sed, la necesidad de oxigeno, la temperatura que causa impacto en el organismo, etcétera.

Otros esfuerzos por explicar la motivación hablan de la homeostasis. Este fenómeno consiste en el refuerzo del sistema corporal por tratar de mantener el equilibrio entre los diferentes procesos metabólicos que se suceden en su interior; cuando el organismo logra el equilibrio se dice que ha conseguido la homeostasis. Sin embargo, el organismo, como ser vivo, constantemente pierde su estado homeostático, pues es muy difícil la consecución del mencionado equilibrio, entrando en acción ciertos mecanismos naturales con que cuenta el propio organismo y que le sirven para restablecer la homeostasis perdida. Desde este punto de vista, la búsqueda de ella es el origen de las motivaciones humanas. El premio Nobel de medicina, Alexis Carrel (1955), fue uno de los científicos que sustentaron fuertemente esta postura.

Nuttin (1982), retomando la explicaciones anteriores y sin absolutizar ninguna de ellas, postula que la motivación es un proceso propositito, es decir, que tiene como finalidad facilitar la relación del individuo con su ambiente.

Aprovechando los elementos de la teoría de sistemas y las aportaciones de investigaciones cognoscitivas, considera que la motivación tiene una entrada al sistema, un proceso, una salida y una retroalimentación (ver esquema de la figura 2).

La entrada está constituida por estándares establecidos por el individuo en relación con su ambiente, mismos que al ser comparados contra el entorno son capaces de provocar comportamientos que afectan dicho entorno y recibir retroalimentación del mismo.

Por esta misma razón, la motivación implica un gran esfuerzo como objeto de estudio. Ya que los motivos no se ven; sólo vemos lo que hace una persona (por ejemplo, cuando corre, brinca, grita, llora, ríe, etc.), y a veces entendemos la forma en que esto está vinculado con una meta. Pero el motivo que la mueve es oculto. Lo más que podemos hacer, al menos en la vida cotidiana, es adivinar qué motivo está en el fondo de lo que hace. Con cuánta frecuencia decimos: “!Cómo quisiera saber por qué Juan Hace eso!” Y a menudo creemos saber por qué Juan hace algo y resulta que estábamos equivocados.

Los psicólogos han adelantado algo en el camino de descubrir motivos y medirlos. Sin embargo, todavía están muy lejos de este objetivo interesante y difícil.

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