BIBLIOTECA VIRTUAL de Derecho, Economía y Ciencias Sociales
 

 

MANEJO DEL AMBIENTE Y RIESGOS AMBIENTALES EN LA REGIÓN FRESERA DEL ESTADO DE MÉXICO

José Isabel Juan Pérez (CV)

 

 

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5. Economía, ecología e historia ambiental

El historiador de lo ambiental aspira a conocer qué papel desempeña la naturaleza en la conformación de los métodos productivos y, a su vez, qué impacto tienen tales métodos en la naturaleza. La economía y la ecología aunque derivan de una misma raíz etimológica, han venido a designar dos esferas separadas, y por una buena razón: no todos los modos económicos son ecológicamente sustentables. Algunos perduran por siglos, incluso por milenios, en tanto que otros aparecen apenas por breve tiempo para desvanecerse después, como fracasos en el proceso de adaptación. Y a fin de cuentas, considerando las cosas en el largo plazo del tiempo, ninguno de esos modos ha estado jamás adaptado perfectamente a su medio ambiente, o de lo contrario existiría muy poca historia.

Los historiadores de lo ambiental han hecho algunos de sus mejores aportes en este nivel de análisis cultural, estudiando las percepciones y valores de los pueblos respecto al mundo extra humano. Esto es, han sometido a escrutinio el pensamiento de las personas acerca de la naturaleza.

Lo ubicuo y duradero del poder de las ideas los ha impresionado de tal modo que, en ocasiones, han señalado ubicar la responsabilidad por los abusos contemporáneos contra el medio ambiente en actitudes que se remontan a lo profundo del tiempo: al Libro del Génesis y el antiguo ethos hebraico de afirmación del dominio sobre la tierra; o a la determinación grecorromana de dominar al medio ambiente a través de la razón; o al impulso aun más arcaico de los patriarcas masculinos, que los llevaba a enseñorearse de la naturaleza (el principio "femenino") tanto como de las mujeres.

Para el historiador, el objetivo principal ha de ser el de descubrir cómo es percibida y valorada la naturaleza por el conjunto de una cultura, antes que por individuos excepcionales dentro de ella. Aun la cultura más primitiva en lo material puede tener puntos de vista notablemente sofisticados y complejos. La complejidad, por supuesto, puede ser el resultado tanto de ambigüedades y contradicciones no resueltas como de la profundidad.

Dadas las capacidades proteanas de la naturaleza, el hecho de que el medio ambiente sea capaz de plantearles a las personas simultáneamente peligros efectivos y beneficios, estas contradicciones son inevitables, y constituyen una parte esencial de la reacción humana en todas partes. Aun así, no son pocos los académicos que han caído en la trampa de hablar de "la visión budista de la naturaleza", o "la visión cristiana", o "la visión de los indígenas americanos", como si las personas de estas culturas fueran todas de mentalidad sencilla, sin complicaciones, unánimes y carentes por entero de ambivalencias. Toda cultura, podríamos asumir, posee dentro de sí una gama de percepciones y valores, y ninguna cultura ha deseado jamás vivir en total armonía con sus entornos. Cada sociedad, por medio de su cultura conceptúa, valora y reconoce de diferente manera a la naturaleza. La naturaleza para cada cultura es diferente.

Las ideas no deben ser dejadas flotando en algún dominio empíreo, libres del polvo y el sudor del mundo material: tendrían que ser estudiadas en sus relaciones con los modos de subsistencia. Sin pretender reducir todo pensamiento y valor a alguna base material, como si la imaginación humana fuera una simple racionalización de las necesidades del vientre, el historiador debe entender que la cultura mental no surge por entero de sí misma.

Una manera de plantear esta relación consiste en decir que las ideas son construidas socialmente y, por tanto, reflejan la organización de estas sociedades, sus tecno-ambientes (como lo conceptúa Marvin Harris) y sus jerarquías de poder. Las ideas difieren de una persona a otra en el interior de las sociedades, de acuerdo al género, clase, raza o región de origen de las mismas. Ninguna comunidad es exactamente igual otra, todas las comunidades son diferentes (expresión desde el punto de vista geográfico).

Hombres y mujeres, definidos en casi todas partes en esferas más o menos diferenciadas, han llegado a perspectivas diferentes en su visión de la naturaleza, a veces incluso radicalmente distintas. Lo mismo ha ocurrido con los esclavos y sus amos, los dueños de fábricas y los obreros, los pueblos agrarios y los industriales. Aun cuando vivan juntos, o en estrecha proximidad, perciben y valoran de manera distinta el mundo material. El historiador debe estar atento a estas diferencias, y resistirse a las generalizaciones fáciles acerca de la "mentalidad" de un pueblo o de una época.

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