EL ORDEN ECONÓMICO NATURAL

EL ORDEN ECONÓMICO NATURAL

Silvio Gesell

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El deudor

Los agrarios (1) deberíamos haber descendido de la familia de los paquidermos, para permanecer impasibles ante las injurias que nos dispensaban en el Parlamento, en la Prensa y la vida diaria, calificándonos de hambreadores, ladrones, pillos.

Es de comprender que los obreros nos atacaran, puesto que les habíamos encarecido el pan. Para ellos éramos nosotros los agresores; no habían hecho nada que justificara nuestra ofensiva contra sus exhaustos bolsillos. En cambio, encuentro sencillamente ridículo que también los demás partidos gritaran al unísono con los obreros, cuando nos han perjudicado tanto con una legislación creada para enriquecerse a sí mismos. Esto demuestra que tales partidos, en general, ignoran todavía lo que es la política. Esta significa poder, y quien está en el poder hace la política, explotándola en su provecho. Antes estaban los partidos liberales en el poder y se aprovechaban de él; después nos tocó el turno a nosotros. ¿A qué entonces las injurias? Si recaen sobre todos aquellos que estuvieron en el poder, y los que lo tendrán en el futuro!

Y decir que fueron decididamente los liberales quienes provocaban la lucha. Nos atacaron imponiendo el patrón oro; nosotros, para defendernos, tratábamos de restablecer el bimetalismo. Al no tener éxito, recurrimos al proteccionismo. ¿Por qué nos quitaron el bimetalismo, cuando en él se basaban nuestros certificados de deudas hipotecarias? ¿Por qué se nos obligó a devolver más de lo que habíamos percibido? ¿Por qué se adulteró el espíritu y la letra de nuestros documentos de deuda, quitándonos la opción entre el oro y la plata? ¿Por qué se nos eliminó ‑ en provecho de nuestros acreedores ‑ la posibilidad de pagar nuestras deudas con el más barato de los dos metales? No me es de ninguna manera indiferente poder pagar mi deuda a mi voluntad, con 1.000 kilos de papas o con 100 kilos de algodón, o tener que pagarla exclusivamente con papas. Sin darnos compensación alguna nos suprimieron las perspectivas de ganancia que esa cláusula del contrato nos había garantizado. Según la opción habría yo podido pagar, ya sea con 160 libras de plata o con 10 libras de oro. Naturalmente que hubiera pagado con el más barato de los dos metales, puesto que a mi también me dieron entonces el préstamo con el más barato de estos dos metales. La importancia de estos beneficios la conocíamos más tarde al comparar el precio de la plata en su relación con el oro. Este encareció en un 50 % en relación a la plata, y en lugar de 100.000 marcos, mis deudas importaban ahora 200.000 ‑ no nominales, sino, lo que es mucho peor, reales. De mis productos tenía que sacrificar anualmente la doble cantidad para el pago de los servicios de mi deuda. En lugar de 50 toneladas de trigo debía entregar ahora al Banco de préstamos 100 toneladas anuales. Si nos hubiéramos quedado con el patrón plata, habría podido emplear las otras 50 toneladas, entregadas por el incremento de los servicios, para amortizar la deuda y me vería hoy libre de ellas.

¿No es acaso un fraude inaudito, ese modo de proceder contra los deudores, que fué aprobado por los liberales?

El hecho de que no se hayan levantado todos los deudores como un solo hombre, y que la protesta se haya limitado a los agrarios y los demás deudores prendarios, se debe a que la mayoría de los demás deudores que tomaron dinero sin garantía, se libraron de sus obligaciones en la bancarrota general que sobrevino a la implantación del patrón oro y ya no les interesaba el movimiento.

Entonces, al exigir nosotros el restablecimiento del patrón plata, invocando la circunstancia de que durante el régimen del patrón oro el precio del trigo había declinado de 265 marcos a 140, alegando además que por nuestras cédulas también habíamos recibido plata y no oro, se burlaban de nosotros diciendo que no entendíamos nada de cuestiones monetarias, ni de las necesidades del comercio. Aseguraban que el patrón oro había dado excelentes resultados, (¡Prueba!: la gran bancarrota y la baja de precios!) que ya no sería posible reformarlo posteriormente, sin peligro de que toda la estructura económica viniera al suelo, causando la más completa anarquía sobre el concepto de la propiedad. Si a pesar de las „bendiciones“ del patrón oro persistía nuestro malestar económico, se debería esto a nuestros métodos atrasados; tendríamos que emplear maquinaria moderna, utilizar abonos artificiales y sembrar semillas de pedigrée para obtener mayor rendimiento a menor costo para poder subsistir, no obstante los bajos precios. Estaríamos en un error, porque el valor del oro permanecía fijo, sólo el valor de las mercancías había bajado, a consecuencia de la reducción de los gastos de producción. En realidad el oro tendría un „valor estable e intrínseco“ proviniendo todas las fluctuaciones de los precios, exclusivamente, de las mercaderías.

Tratamos de seguir los buenos consejos y trabajar a menos costo de producción. El Estado, a su vez, nos ayudaba reduciendo los fletes del ferrocarril y rebajando los pasajes para los jornaleros polacos. Efectivamente, obtuvimos mayores cosechas con el mismo trabajo. Pero ¿de qué nos servían si las mayores cosechas producían menos dinero, bajando los precios de 265 a 140 Marcos? Necesitábamos dinero; puesto que dinero exigían nuestros acreedores ‑ no papas ni remolachas. Invocando el contrato, legalmente falsificado en su favor, exigían oro.

Dinero y más dinero, dinero barato nos habría proporcionado el patrón plata; pero como nos fuera negado, buscamos otros medios para poder obtener más dinero de nuestros productos. Y así recurrimos a los aranceles.

Si no hubiesen abolido el patrón plata, los derechos aduaneros no habrían sido necesarios, y por eso toda la responsabilidad de su vigencia recae sobre aquellos que nos calificaban de acaparadores, mendigos, ladrones; pues ellos nos han despojado mediante el patrón oro.

Todo este odioso y sucio episodio, que tanta mala sangre ha producido y que tanto ha indignado al pueblo, habríase evitado tomando la precaución de definir el concepto legal del Táler o del Marco en el momento de la renovación de las monedas, enumerando los casos, en que el Estado estuviera autorizado a fundir las monedas de plata o de oro.

Dada la enorme importancia de la cuestión era un acto inconsciente, de ligereza por ambas partes, el de utilizar tan ciegamente como base para los negocios primero el Táler y después el Marco, convirtiendo, así, en una cuestión política, en una cuestión de poder la respuesta a la pregunta: ¿Qué es el Marco del sistema monetario alemán?

En cambio ahora me siento seguro. La Administración Monetaria Nacional vela por nosotros y la libremoneda le permite arreglar equitativamente el antagonismo entre los acreedores y los deudores.

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(1) Agrario: el terrateniente endeudado, que quiere deshacerse de las deudas por vía legal.