EL ORDEN ECONÓMICO NATURAL

EL ORDEN ECONÓMICO NATURAL

Silvio Gesell

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El ahorrador

La Libremoneda ha desautorizado todas las predicciones. Todo cuanto sus detractores imaginaron de ella, resultó inexacto. Se había dicho que nadie podría ahorrar, y que los intereses se elevarían quien sabe hasta dónde. Ha sucedido todo lo contrario.

Si tengo ahora una suma de dinero ahorrado, hago exactamente lo mismo que antes: la llevo a la Caja de Ahorros y ésta me la acredita en mi libreta. En este sentido no se ha cambiado nada. Se decía, que también el dinero acreditado en la libreta experimentaría la pérdida de cotización. ¡Qué error! La Caja de Ahorros me debe una cantidad determinada de Pesos, y no aquellos billetes que le he entregado. Y la cantidad de Pesos va impresa en los billetes. Si presto a alguien una bolsa de papas por el término de un año, no me devolverá, por cierto, esas mismas papas, que se habrían podrido entretanto, sino una bolsa de papas nuevas. Lo mismo sucede con la Caja de Ahorros. Le presto 100 pesos, y ella se obliga a devolvérmelos.

La Caja de Ahorros está también en condiciones de hacerlo; dado que ella, a su vez, cede el dinero en las mismas condiciones. Los artesanos y agricultores, que por medio de la Caja de Ahorros se proveen de dinero para atender sus necesidades, tampoco lo retienen en su casa. Más bien lo invierten en compras necesarias, y de este modo la pérdida de circulación se reparte entre todas las personas por cuyas manos ha pasado el dinero en el curso del año. Quedó pues todo como estaba antes, en lo referente a la suma que ha de devolverse, sólo que actualmente puedo ahorrar considerablemente más que antes. Este fenómeno lo explicó un socialista, diciendo que con el retroceso del interés, la plusvalía había disminuido, afectando todo el capital (inquilinatos, ferrocarriles, fábricas, etc.). Un empleado de la Cooperativa me dijo, que debido a la Libremoneda los gastos comerciales se redujeron de cerca del 40% al 10% apenas, de modo que con sólo esto ya ahorro un 30% en mis compras. Un político, por su parte, trató de explicar el auge de mi capacidad ahorrativa, alegando que las depresiones económicas han sido eliminadas. Posiblemente tengan razón los tres. Lo cierto es que ahorro actualmente dos mil pesos en lugar de cien, y vivo mejor que antes; de modo que gracias a la Libremoneda muchas personas ya pueden ahorrar.

¿Qué me pasaba antes con mi libreta de ahorros? A cada rumor político paralizábase la venta, faltaba el trabajo, y yo debía ir a la Caja a retirar dinero. Esto me echaba cada vez más atrás, y a menudo transcurrían años hasta llenar los claros dejados en mi libreta, por un estancamiento de negocios. Era realmente un trabajo de Sísifo. Ahora tengo constantemente trabajo, y ya no hay reveces que me obliguen a retirar de la Caja de Ahorros el dinero tan duramente ahorrado.

Con una regularidad asombrosa llevo mensualmente el dinero que me sobra al Banco. Y lo que me pasa a mí, parece suceder a todos; porque hay siempre una aglomeración poco común delante de la caja. El Banco de ahorros ya ha reducido repetidas veces el tipo de interés, y para el mes próximo anuncia una nueva reducción, motivada por el hecho de que los depósitos exceden continuamente a los préstamos. En el corto tiempo transcurrido desde la implantación de la Libremoneda el interés ha bajado ya de 4% al 3%, y se dice que bajará a cero, cuando la Libremoneda sea adoptada por el comercio internacional. Efectivamente, esto me parece ha de venir, si las condiciones actuales no se cambian. Pues mientras los depósitos aumentan de continuo, los préstamos disminuyen. La razón es que los artesanos, los labradores y empresarios por las mismas causas que a mí me facilitan el ahorro, pueden desarrollar ahora sus actividades con los sobrantes propios. Y dado que la demanda de créditos disminuye, aumenta la oferta de dinero, lo que naturalmente hace bajar el interés, y nos indica la relación que hay entre la oferta y la demanda de créditos.

La reducción del interés es, por cierto, lamentable desde el punto de vista de las páginas escritas de mi libreta de ahorros; pero tanto más halagador es bajo el aspecto de las páginas no escritas, y éstas forman la gran mayoría. En realidad ¿qué es el interés? ¿Quién lo paga? Lo que hoy ahorro, es lo que me sobra de mi salario, después de haber contribuido a pagar los intereses que el Estado y la Comuna deben pagar a sus acreedores, los capitalistas, por el usufructo de las casas, maquinarias, provisiones, materias primas, ferrocarriles, canales, instalaciones de gas y agua corriente, etc. Luego, si el interés baja, todo se abarata proporcionalmente y yo podré ahorrar sumas correlativamente mayores. Mi pérdida de intereses, con respecto al dinero ya ahorrado, la recuperaré mil veces en aumento de ahorros. El alquiler de mi casa importa el 25 % de mi salario, y sus 2/3 a partes representan intereses del capital invertido. Ahora bien, si la tasa del interés baja del 4% al 3, 2, 1% o a cero, me ahorro ¼, ½, ¾, etc. del alquiler, o sea del 4 al 16% de mi salario, y esto solo con respecto al alquiler. Empero el capital invertido en viviendas importa apenas la cuarta parte de todos los capitales, cuyo interés he de producir yo con mi trabajo. (1) Por el descenso del interés a cero me ahorraría 4 x 16, o sea el 64% de mi salario. ¿Para qué quiero yo entonces intereses?

De mis ingresos de 1.000 pesos ahorraba yo 100 pesos por año. Al cabo de 10 años importaba eso al 4% con intereses capitalizados la suma de 1.236,72 pesos. Desde que el interés desapareciera mis ingresos se han duplicado, y es así que en lugar de 100 pesos llevo ahora 1.100 pesos al Banco, lo que en 10 años importa la suma de 11.000 pesos. (2)

De modo que lejos de perjudicarme, la abolición completa del interés me ha facilitado enormemente el ahorro. Para darse cuenta de ello, supongamos que trabaje durante 20 años, y ahorre para descansar después. Entonces tendría con el interés del 4% y la capitalización de intereses 3.024,48 pesos, desaparecido el interés, 38.000 pesos.

Ahora bien, si de la primera suma retiro el 4%, tendría 120 pesos, por intereses de un año. En caso de extraer más dinero, p. e. 360 pesos por año, agotaría todo mi capital en 10 años, mientras que de los 38.000 pesos podría gastar en el mismo tiempo 3.800 pesos anuales.

Queda demostrado, entonces, que la tan arraigada afirmación de que el oro y el interés faciliten el ahorro, no es exacta. Para la gran mayoría de los hombres el interés hace imposible el ahorro. Bajando el interés a cero, todos podrían ahorrar, mientras que ahora sólo los más capacitados y los que saben imponerse privaciones están en condiciones de practicar esta virtud burguesa.

A la gente rica, o sea a los rentistas les pasa naturalmente lo contrario, cuando el interés baja a cero. Como su patrimonio ya no les produce intereses, y al mismo tiempo no perciben provecho alguno del aumento de los salarios, causados por la abolición del interés (puesto que ellos mismos no trabajan), tendrán que vivir forzosamente de su capital hasta que éste se haya consumido. Entre el que ahorra y el rentista hay, pues, una gran diferencia. El obrero ahorra, mientras que el interés debe salir del trabajo. Luego el rentista y el que ahorra no son aliados, sino adversarios.

Para percibir intereses de mis ahorros de 3.024,48 pesos debo yo pagar primero 34.976 pesos (o sea 38.000 menos 3.024) de intereses a los rentistas. Es natural que los rentistas lamentan el descenso de los intereses; en cambio nosotros, los que ahorramos, acogeremos complacidos tal acontecimiento. Jamás podremos vivir de renta, pero sí de ahorros, y eso con comodidad hasta el fin de nuestros días. No dejaremos capital alguno a nuestros herederos; pero al dejarles instituciones económicas que aseguran el producto íntegro de su trabajo, ¿acaso no hemos velado bien por nuestros descendientes? La sola implantación de la libretierra ya duplica los ingresos del trabajador, y la Libremoneda los duplica nuevamente. Por el hecho de que yo he votado en favor de la adopción de esas instituciones, lego a mis descendientes un tesoro que les reportará tanto como un capital que produce tres veces más intereses que mi antiguo sueldo.

Además, no hay que olvidar, que el ahorro es una virtud, que puede y debe predicarse sin reserva a todos los hombres; y que por consecuencia habrá que posibilitar la práctica de esta virtud a todos, sin que con ello se perjudique a nadie y, sin que produzca trastornos en la economía general.

En la economía actual, ahorrar significa trabajar mucho, producir y llevar al mercado muchas mercaderías, y comprar solamente pocas. Pues la diferencia entre la realización de los propios productos y el importe de los comprados representa el ahorro, el dinero que se lleva al Banco.

Imagínese ahora lo que habría de suceder, si cada uno lanzara al mercado productos por valor de 100 pesos, comprando luego sólo por 90, y ahorrándose de esta manera 10 pesos. ¿Cómo habría que hacer para salvar esta dificultad, dando sin embargo a todo el mundo la posibilidad de ahorrar?

¡He aquí la respuesta! La Libremoneda la da, aplicando la máxima cristiana: Haz por los demás lo que tú deseas que ellos hagan por tí. Vale decir: si quieres vender a ellos tus productos, cómprales a ellos los suyos. Si has vendido por cien pesos; compra por cien, ya sea directamente, ya sea indirectamente, dando préstamos, o entregando el dinero al Banco para que lo facilite a terceros. Si todos proceden así todos podrán vender su producción íntegra y ahorrar encima. De lo contrario, los que ahorran se quitan los unos a los otros la posibilidad de verificar sus propósitos.

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(1) Las demás partes las forman el capital industrial, comercial y agrícola, el capital de las deudas públicas y de los medios de comunicación.

(2) Se presume en este caso, que la Administración monetaria mantendría los precios de las mercaderías a la misma altura que hoy. El retroceso de los intereses que hoy gravan tanto sobre los precios, no se manifestaría entonces en la baja de los precios de los productos, sino en el aumento de los salarios. En cambio, si los precios de las mercancías bajaran juntamente con el interés, los salarios quedarían en el mismo nivel. En tal caso se aumentarían los ahorros, pero la suma así ahorrada no podría compararse directamente con la suma anteriormente ahorrada, porque en aquel entonces los precios de las mercaderías eran más elevados.