Observatorio de la Economía Latinoamericana

 


Revista académica de economía
con el Número Internacional Normalizado de
Publicaciones Seriadas  ISSN 1696-8352

 

Economía de México

 

Banco Mundial y Desnacionalización Integral en México

John Saxe-Fernández y Gian Carlo Delgado-Ramos

Este libro, cuyo preámbulo ofrecemos aquí, ha sido publicado a principios de 2003 y es parte de la colección “El Mundo Actual: situación y alternativas” del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (Ceiich) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Preámbulo

Reflexionar sobre los procesos de internacionalización económica exige un continuo esfuerzo tanto en la identificación como en la ponderación del peso de los agentes específicos involucrados, háblese de los Estados capitalistas (centrales –ECC– o periféricos –ECP–), corporaciones multinacionales (CMN), u organismos internacionales, entre otros. Una tarea indispensable para elaborar un “cuadro de situación” que permita delinear el marco de relaciones de ordenación y subordinación presente entre los ECC y los ECP, dando cuenta del grado de penetración de los primeros sobre el proceso de toma de decisiones de los segundos.

Se trata de la permanencia de las asimetrías de corte imperial que existieron en el pasado, que después de Bretton Woods, aunque preservaron las operaciones económicas de explotación de la periferia, se despojaron de las vestiduras políticas formales propias del periodo colonial. Así, a partir del peculiar manejo lingüístico y modus operandi del Grupo del Banco Mundial(1) y de otros actores que trabajan de manera coordinada con éste, como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Global Environmental Facility (GEF), la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), haremos una revisión crítica de su papel en el diseño y aún en la implementación de una política que induce la desnacionalización de los activos estratégicos de México con sus secuelas sociopolíticas y estratégico-militares; una expresión concreta, en el marco de las continuidades y discontinuidades históricas observables en la esfera de la geoeconomía y la geopolítica, y que el politólogo James Petras categoriza como “cogobierno”.

El autor distingue tres tipos de relaciones entre el Fondo Monetario Internacional, FMI/Grupo-Banco Mundial, BM, y los ECP: la subordinación, la convergencia con acuerdos subordinados y las negociaciones y resistencia (Petras 1987:28-30; también Saxe-Fernández 1989:7-8). Esta categorización corrige muchos de los vicios epistemológicos y conceptuales presentes en el discurso eufórico, abstracto y determinista de la “globalización”, ya que incorpora la ecuación de poder como el marco de referencia imprescindible en el estudio de la internacionalización económica, permitiendo, al mismo tiempo, ponderar la cambiante correlación de fuerzas externas e internas. Una perspectiva que contrasta con la de los teóricos de la “globalización”, quienes la caracterizan como si ocurriera en un vacío de poder, como el resultado de impulsos automáticos, no menos que enigmáticos, del mercado.

A contracorriente con esa sabiduría convencional se procederá a identificar los instrumentos de Estado y de clase que la impulsan y la implementan: imperialmente desde el Norte y, como bien señaló el expresidente tico Rodrigo Carazo, como “country managers del BM” en el Sur (Saxe-Fernández 1999:9-68; 2001). En el sentido más amplio se intenta poner al descubierto las relaciones de poder y los parámetros político-institucionales de lo que se ha denominado “globalización”.

En este sentido cabe preguntarse si existe fundamentación empírico documental que sustente nociones tan difundidas de que se ha constituido un sistema mundial autorregulado y que, por lo tanto, la economía escapa a los controles políticos. O si las economías nacionales están subsumidas y son rearticuladas en el sistema por medio de procesos y transacciones de un “mercado global” que se autonomiza y se desapega del medio ambiente social. O bien, si los mercados y la producción sólo son regulados por ellos mismos y, en general, que la economía global se autosistematiza, se autorreglamenta y se autorregula. De ser afirmativas las respuestas, ello implicaría que también se autopreceptualiza y, por lo tanto, el ECC y el ECP, sus mecanismos reguladores o apoyadores de las CMN son crecientemente irrelevantes u obsoletos (Saxe-Fernández et al. 1999:12-13; Petras 2001:33-85; Bellamy 2002:1-16).

Sin embargo, las transacciones de la economía internacional histórica y contemporáneamente ocurren en medio de un “caldo de poder” en el que es central la relación y simbiosis entre el ECC —y sus instrumentos de proyección hegemónica como el FMI, el Grupo del BM-GEF y el BID, por un lado, y la CMN, por el otro (véase Magdoff 1978; Kolko 1972)—. Virtualmente, todas las CMN del mundo, lejos de ser stateless corporations, operan en el ámbito externo desde la base de un Estado-Nación (véase Hirst y Thompson 1996; Doremus et al. 1998).

Como lo expresa Harry Magdoff (1978:183),

it is necessary to recognize that each capitalist firm relates to the world system through, and must eventually rely on, the nation state (es necesario reconocer que toda firma capitalista se relaciona con el sistema mundial por medio del Estado nacional, en el que, eventualmente, habrá de apoyarse). (Hirst y Thompson 1996)

Se trata de un ECC que regula y protege a sus CMN; las subsidia de diversas maneras, ya sea por medio de un alto gasto público, por la vía de intensas relaciones bélico-industriales o por medio del despliegue de instrumentos de proyección diplomático-militar o económico-financieros.

Como bien lo planteó un analista latinoamericano al reseñar la temática que vincula a la globalización con el imperialismo y las clases sociales no es el libre desarrollo del mercado el que determina las políticas, sino que son las políticas (utilizando la formidable arma del Estado-nación), las que definen el sentido y el comportamiento de los mercados. No son fuerzas inevitables e impersonales, sino poderosos grupos de interés, con sus fines humanos y contingentes, los que deciden, proyectan y aplican las estrategias del capital […] la llamada globalización es en realidad un proyecto político claramente diseñado desde el poder, que permite a sus detentadores usar las posiciones preeminentes en los países centrales y en los periféricos, así como en los organismos financieros internacionales, para imponer políticas y apoderarse de la riqueza, incluyendo el uso de los Estados-nación. (Díaz-Polanco 2002:59)

La historia, evolución y comportamiento contemporáneo, particularmente del FMI-BM-BID, avalan esta reflexión. Al respecto cabe recordar que después de la segunda guerra mundial, Estados Unidos (EUA) y sus principales aliados europeos consideraron improcedente mantener el tipo de colonialismo político, que previo a esa conflagración, había caracterizado al sistema económico internacional. Estimaron necesario, sin embargo, sustituir ese sistema por otro que permitiese continuar con el control y explotación imperialista de los recursos naturales y de los mercados de las áreas periféricas del capitalismo, mientras se trató de establecer una nueva arquitectura económica internacional que, simultáneamente y por encima de todo, evitara el trauma depresivo de 1929, parte nodal del complejo causal de esa guerra (Goldsmith 1999). La motivación central de EUA fue colocar al resto del mundo bajo el dominio de principios institucionalizados alrededor de sus intereses empresariales y de seguridad, incluyendo el control de áreas o países geoestratégicamente relevantes. El FMI y el BM fueron diseñados en forma tal que Washington pudiera dominar sus políticas e impulsar programas favorables a su aparato empresarial por la vía de sus mecanismos de votación y los requisitos de membresía. Estos últimos enrocan la actuación y fomentan la sinergia de ambas instituciones al exigir que para ser miembro del Banco es necesario, primero, serlo del Fondo. Los arquitectos del FMI-BM, escriben Joyce y Gabriel Kolko:

designed [them] not merely to implement desinterested principles but to reflect the United States´ control of the majority of the world´s monetary gold and its ability to provide a large part or its future capital. The IBRD [BM] was tailored to give a governmentally assured framework for future private capital investment, much of which would be American (los concibieron no para poner en funcionamiento meros principios desinteresados, sino para reflejar el control de EUA sobre la masa monetaria —oro— y para impulsar su capacidad de proveer gran parte del capital futuro del sistema monetario. El Banco Mundial fue diseñado para proporcionar un marco de referencia gubernamental seguro a fin de promover la inversión privada, mucha de la cual sería estadounidense). (Kolko y Joyce 1972:16)

Aunque esos instrumentos —a los que posteriormente se agregaría, entre otros, un organismo para manejar el comercio internacional (Acuerdo General de Comercio y Aranceles, GATT, ahora Organización Mundial de Comercio, OMC)— fueron diseñados para sustituir el sistema colonial de preguerra, en ningún momento tal medida fue considerada para inducir un tipo de transformación colonial que le negara a la nueva potencia hegemónica y sus aliados, el acceso a los recursos naturales, fuerza de trabajo y mercados de los ECP y mantener así la transferencia de excedentes a su favor, desde las áreas económicas tributarias, especialmente, en el caso de EUA, de América Latina y el Caribe (González Casanova 1999; Saxe-Fernández y Núñez 2001:87-166).
El fin de la belle epoque conllevó, después de la primera guerra mundial, el persistente resquebrajamiento de los instrumentos coloniales propios al librecambismo inglés, imposibilitando el mantenimiento de la política colonial, por lo que, como se ha indicado, se elaboraron instrumentos sustitutos que permitieran mantener la explotación, seguir con la expansión de los mercados y al mismo tiempo, evitar otra depresión. “La única solución”, expresa Edward Goldsmith, “...fue ampliar nuestros mercados al Tercer Mundo, incorporándolos al sistema industrial, dentro de la órbita de nuestro comercio. Y eso es el meollo de lo que fue la conferencia de Bretton Woods de 1944” (Goldsmith 1999).

En Bretton Woods y en la reunión convocada en marzo de 1946 en Savannah, Georgia, para dar inicio a la reorganización financiera del mundo, Washington calificó como “multilaterales” o “internacionales” a estos organismos, cuando en realidad fueron concebidos fundamentalmente como parte de un esquema mayor de la “Pax Americana”, para ejercer formas específicas de “bilateralismo selectivo”. En esa agenda, EUA también consolidó y proyectó al dólar como la principal moneda internacional (Kolko y Joyce 1972:84). La noción central fue crear una estructura de instituciones “internacionales”, cuyo control estadounidense quedó garantizado por medio del sistema interno de votación que funcionó desde entonces bajo el principio de “un dólar un voto”.

El caso del FMI es ilustrativo. Según el Artículo III sobre “Cuotas y Subscripciones”, Sección 2, Inciso C: “se requiere del 85% de los votos para la aprobación de cualquier iniciativa” (“an eighty-five percent majority of the total voting power shall be required for any change in quotas.” [http://www.imf.org/external/pubs/ft/aa/aa03.htm]. Esquema en el que Washington cuenta, por el capital que “aporta”, con 17.16% del poder de voto (Boron 2001:46). Algo contrastante con la posición de China e India que suman cerca de la tercera parte de la población mundial, pero que apenas cuentan con poco menos del 5% del poder de voto (China: 2.95/India: 1.93). Solamente, países europeos en conjunto, como Reino Unido (4.97%), Alemania (6.02%), Francia (4.97%), Italia (3.27%) y España (1.42%), podrían, en su caso, sobre pasar ligeramente el poder de voto de EUA. Otros países con una participación considerable son Japón (6.16%), Rusia (2.76%) y Arabia Saudita (3.24%). Fuera de los países antes mencionados, Venezuela (1.24%), Suiza (1.61%), Suecia (1.12%), México (1.20%), Brasil (1.41%), Bélgica (2.14%) y Australia (1.51%), el resto de los 183 miembros del FMI ni siquiera alcanza el punto porcentual de poder de voto [http://www.imf.org/external/np/sec/memdir/members.htm].

Consecuentemente, EUA puede bloquear de forma inmediata cualquier programa o acción que atente contra sus intereses, al mismo tiempo que, en caso de atentar contra los intereses europeos, basta tener en la bolsa y apoyar algún país entre el Reino Unido, Francia o Alemania, para sofocar el posible poder de veto europeo solamente viable si esos países se unieran, a tiempo, para sumar el 15% necesario. Además, EUA, al apoyar a esos y otros de sus “aliados”, los somete de paso a un quid pro quo que carga la balanza totalmente a su favor.

Más aún, ese “esquema mayor de la Pax Americana”, sintetizado en los organismos nacidos de Bretton Woods, formaliza un estatus que pretende colocarse por encima de cualquier marco normativo legal y penal, nacional y aparentemente internacional, que pueda regular su actuación. Según el Capítulo IX sobre el Estatuto Inmunidad y Privilegios, Sección 3 y 5, se indica, entre otros puntos, que: “las propiedades y bienes [así como] directores ejecutivos, miembros de comités, representantes consejeros, oficiales y demás trabajadores del FMI gozan de inmunidad frente a cualquier proceso legal, a excepción de que el Fondo señale lo contrario.” [http://www.imf.org/external/pubs/ft/aa/aa09.htm].

Fue pues, un “nuevo orden internacional” en el que, como nítidamente lo explicó Morgenthau: “internacional trade and internacional investment can be carried on by businessmen on business principles” (el comercio y la inversión internacional pueden ser conducidos por los empresarios y bajo principios empresariales). Los especialistas del Departamento de Estado de esa época fueron enfáticos en reconocer que la organización internacional del comercio e inversión, bajo la hegemonía de EUA, sólo se lograría con instituciones que operaran bajo los principios “del librecambio y la empresa privada, que son el núcleo conceptual de la política económica exterior de EUA”, una meta, “incompatible con un aumento extenso de la propiedad del Estado, y de la comercialización en manos estatales.”

Tales principios se mantienen sin cambio alguno hasta la fecha, según se lee en la página web del FMI: “su propósito se ha mantenido sin cambio alguno, pero sus operaciones se han desarrollado para alcanzar las necesidades cambiantes de sus miembros” (“since the IMF was established in 1946, its purposes have remained unchanged but its operations —which involve surveillance, financial assistance, and technical assistance— have developed to meet the changing needs of its member countries in an evolving world economy.”) [http://www.imf.org/external/about.htm].

Lo anterior ha llevado a la inducción de procesos de privatización-descentralización, de los activos estratégicos nacionales desde la International Finance Corporation (IFC), incluyendo los “activos naturales” (como biodiversidad y agua), que en esta materia se realiza en vinculación con el GEF-BM:

the World Bank, in its role as a GEF implementing agency, should play the primary role in ensuring the development and management of investment projects The World Bank draws upon the investment experience of its affiliate, the International Finance Corporation (IFC) […] to promote investment opportunities and to mobilize private sector resources (el BM, en su papel de agencia ejecutora del GEF [...] debería jugar un papel fundamental en asegurar el desarrollo y manejo de los proyectos de inversión [...] El BM basándose en la experiencia en inversiones de su filial la International Finance Corporation [...] promueve oportunidades de inversión y moviliza los fondos del sector privado). [Web del GEF: http://www.gefweb.org]

Se trata de colocar a la IFC, parte del Grupo del BM, como agente articulador entre los organismos internacionales “socios”, las CMN y los Estados nacionales “anfitriones”. La IFC se ha posicionado, desde la década de los ochenta como la punta de lanza de los proyectos no sólo de privatización, sino de desnacionalización de los activos estratégicos de la periferia (Delgado-Ramos 2002b:121-122), operando de modo muy complejo, a partir de una organización laberíntica que maquilla los verdaderos beneficiarios de sus programas. Con la finalidad de “financiar proyectos del sector privado en países en desarrollo, ayudar a multinacionales del primer mundo a movilizar capital en los mercados internacionales y proveer asesoría y asistencia técnica a empresas y gobiernos”, el IFC se estructura en diversos “clusters o grupos” de trabajo y éstos a su vez en uno o varios niveles de sub-clusters. Al final de la cadena de clusters y sub-clusters que se interconectan unos con otros, invariablemente están como beneficiarias las principales CMN del ramo que se trate, particularmente aquellas estadounidenses y europeas “seleccionadas”.


John Saxe-Fernández es coordinador del Programa de Investigación El Mundo Actual del Ceiich de la UNAM. Autor de La Compra Venta de México. Plaza y Janes. México, 2002.

Gian Carlo Delgado-Ramos es miembro del Seminario El Mundo Actual del Ceiich e investigador junior del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, 2001-2002. Autor de La Amenaza Biológica: mitos y falsas promesas de la biotecnología. Plaza y Janes. México, 2002.


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