Observatorio de la Economía Latinoamericana

 


Revista académica de economía
con el Número Internacional Normalizado de
Publicaciones Seriadas  ISSN 1696-8352

 

Economía de México

 

LA APERTURA COMERCIAL DE MÉXICO Y EL DECLIVE DE SU COMPETITIVIDAD UN ANÁLISIS COMPARATIVO CON COREA DEL SUR

 

Francisco Carlos Soto Ramírez (CV)
fsotoram@gmail.com
María de los Dolores Santarriaga Pineda

 


Resumen

El objetivo de esta investigación es presentar la diferente evolución de la competitividad de México y Corea del Sur en el nuevo sistema económico mundial.

Esto se logra a través de analizar lo que ha pasado con la apertura de México, el descenso en la productividad, sus bajos niveles de crecimiento económico y realizar una comparación con Corea del Sur en donde se observa un comportamiento inverso de su competitividad al experimentado por México, a pesar de que ambos países han mantenido un comportamiento similar en la tasa de crecimiento de las exportaciones.

Las principales conclusiones del trabajo son:

1. La apertura comercial y la estabilización macroeconómica son elementos necesarios pero no suficientes para ser competitivo.

2. Una estrategia de inserción pasiva en este sistema, basada sólo en la apertura al exterior, con acuerdos de libre comercio, libres flujos de capital e inversiones, es el camino equivocado a seguir como lo demuestra el comparativo de México y Corea del Sur.

Abstract

The research investigates the rate of success of Mexico’s insertion process into the global economic and business system. It aims to develop a better understanding of the main strengths and weaknesses of Mexico competitiveness.

The main conclusions elicited from this article are:

• Mexico presents a decreasing competitiveness, where its companies’ competitiveness is the main weakness. Trade openness and macroeconomic stability are needed elements but not enough to be competitive.

• A strategy based on a passive insertion into the economic system, using only trade agreements, and free fluxes of capital and investments is the wrong path as is shown in the comparative analysis between Mexico and South Korea.

LA APERTURA COMERCIAL DE MÉXICO Y EL DECLIVE DE SU COMPETITIVIDAD UN ANÁLISIS COMPARATIVO CON COREA DEL SUR.

• Palabras Claves: Competitividad, Apertura Comercial

• Campos de la economía: F- International Economics, F1 –Trade, F19- Other

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Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:

Soto Ramírez y Santarriaga Pineda: “La apertura comercial de México y el declive de su competitividad un análisis comparativo con Corea del Sur" en Observatorio de la Economía Latinoamericana, Nº 104, 2008. Texto completo en http://www.eumed.net/cursecon/ecolat/mx/2008/srsp.htm


Introducción

El objetivo de este trabajo es presentar como dos países con comportamiento similar de sus exportaciones como México y Corea del Sur han tenido diferentes resultados en su competitividad. En el caso de México la apertura económica; no ha mejorado su competitividad en el mercado global, al contrario de lo que se esperaba, ha provocado una disminución de la misma. Además se indica que a pesar del crecimiento de las exportaciones del país, el sector exportador mexicano presenta varios síntomas que lo ponen en una posición vulnerable, con un debilitamiento y desarticulación de las cadenas productivas.

En cambio, en Corea del Sur se observa un comportamiento inverso de su competitividad al experimentado por México, debido a políticas diferentes implementadas por este país.

Esto nos permite comprobar la hipótesis de que la apertura comercial, la liberalización económica y la estabilización macroeconómica, son elementos necesarios pero no suficientes para construir una vía de crecimiento competitivo y sustentable. Además, permite determinar que la apertura comercial y la estabilización macroeconómica son elementos necesarios pero no suficientes para ser competitivo.

México y la disminución de su competitividad

En el siglo XXI los países enfrentan una competencia despiadada, lo cual implica que quien hoy no vive en el futuro, mañana vivirá en el pasado. Ya que el empuje de la invención e innovación que se experimenta en la actualidad, no se limita a unas pocas tecnologías claves, sino que produce cambios sustanciales en un gran número de áreas tecnológicas que se condicionan y en algunos casos, se superponen entre sí.

Los tres nuevos impulsores que caracterizan y conducen el reciente sistema mundial del siglo XXI son:

• La era del conocimiento, donde el capital intelectual (CI) se convierte en el factor estratégico del nuevo paradigma de la competitividad: la ventaja competitiva sustentable.

• La era del cambio rápido, continuo e incierto (RACI), el cual implica que la única constante es el cambio y lo único cierto es la incertidumbre.

• La era de la globalización de los mercados, en los ámbitos de la producción, el comercio, las finanzas o la información, ha implicado la apertura e interdependencia de las economías y los negocios, originando nuevas oportunidades, amenazas, fuentes de turbulencia, así como vulnerabilidad para la competitividad internacional de las empresas.

Entonces, el reto que enfrentan las naciones en este sistema mundial, es insertarse de manera competitiva, sostenible, en la globalización, con articulación productiva y cohesión social internas, buscando generar un modelo de crecimiento competitivo, sustentable, con empleo productivo y equidad distributiva.

Este es el sistema internacional donde debe competir México. De acuerdo a su producto interno bruto (PIB), la combinación de tener una población de ciento dos millones de habitantes, con un PIB per cápita arriba de 7,947 dólares (ambos datos al 2003), México es considerado la décima economía del mundo. Con un comercio de doscientos treinta y dos billones de dólares en el 2003, es el tercer socio comercial de Estados Unidos después de Canadá, muy por encima del cuarto socio comercial que es Japón.

México es uno de los países más abiertos al mercado global, mantiene acuerdos de libre comercio con 32 países en tres continentes y su índice de apertura al exterior es de 70% (importaciones, más exportaciones con respecto al PIB).

Sus cifras de exportación son aún más impresionantes cuando consideramos la historia económica del país en los últimos cincuenta años, donde México transitó tres décadas (cincuentas a los setentas), con una política de substitución de importaciones. Incluyó altas tarifas en importación, impuestas a la mayoría de los productos, buscando proteger una industria en nacimiento, con regulaciones muy estrictas con respecto a la inversión extranjera. El gobierno reconoció, en 1983, la necesidad de estabilizar y cambiar la estructura. En 1985 suprimió de forma voluntaria los permisos de importación para la mayoría de los productos. Un año después ingresó al GATT (Acuerdo General de Tarifas y Comercio), reduciendo las barreras arancelarias y no arancelarias para la mayoría de los productos.

Esta liberalización fue acompañada con la firma de once tratados de libre comercio, que incluyen a 32 países. En estos tratados están incluidos: la Unión Europea, el área de libre comercio de la Unión Europea, varios países latinoamericanos y el más importante, el Tratado de Libre Comercio con Norteamérica (TLCAN).

Sin embargo, a pesar de ser uno de los países más abiertos al comercio, finanzas globales y alto crecimiento en exportaciones, es paradójicamente uno de los países menos globalizados, de acuerdo con el índice elaborado por Foreign Policy. Entre 62 países, México ocupa el lugar 45 en términos de su integración a la globalización. En este análisis de la globalización se incluye una muestra de países que representan el 80% de la población y el 90 % del PIB mundiales. Este índice se construye con base en cuatro factores: integración económica (flujos financieros de bienes, de servicios, entre los países y el resto del mundo), conectividad tecnológica (uso de tecnologías de información y telecomunicaciones), contacto de la población del país con otras personas en el exterior y participación en la política internacional.

La importancia de este índice de globalización radica en que trasciende el enfoque convencional, que asocia a la globalización únicamente con la apertura a los mercados globales de bienes y servicios, así como a los flujos financieros, buscando ser una medida más representativa del éxito de las naciones en su proceso de inserción al nuevo sistema mundial.

El índice mide la integración económica, al seguir los intercambios de bienes y servicios, lo cual refleja la participación creciente del comercio internacional dentro de cada economía, lo que se complementa con el análisis de la permeabilidad de las fronteras nacionales, observada en la convergencia de los precios internos con los internacionales. El índice captura los flujos de la inversión extranjera directa, de entrada y salida, los flujos de capital de cartera, así como los pagos y recibos de ingresos.

Con respecto a la tasa de crecimiento económico y el nivel de apertura de la economía de México, se observa también un bajo desempeño. Como se mencionó anteriormente, la economía de México inició su apertura a principios de la década de los ochentas, sin embargo, el crecimiento económico ha sido bastante mediocre después de 1982. Durante esta década, el crecimiento del PIB per cápita fue negativo. A pesar de los esfuerzos de liberalización del mercado después de 1985, incluyendo el despegue de las exportaciones del país, las tasas de crecimiento en la década de los noventas fueron menos de la mitad a las tasas alcanzadas en la década de los sesentas y setentas (véase cuadro 1).

Si las exportaciones han crecido, pero el crecimiento económico no ha mantenido el mismo ritmo de crecimiento y además se observa un nivel de globalización bajo del país, esto nos indica que México no se encuentra inserto de manera competitiva en el sistema mundial.

El Factor Total de Productividad de México (FTP) (Ver gráfica 1) ha tenido una disminución drástica en los ochentas, permaneciendo en esos niveles durante los noventas. Este comportamiento de la productividad es contrario a lo que se debería esperar con un alto crecimiento de las exportaciones y la adopción de nueva tecnología, que se supone debió de haber llegado con la liberalización del mercado, lo cual no se dio como lo demuestra el bajo nivel de globalización del país.

Como lo menciona René Villarreal es de esperarse que el crecimiento de las exportaciones y el PIB se traduzcan en un incremento en los salarios. Sin embargo, la gráfica 2 muestra que a pesar del crecimiento en las exportaciones, los salarios se han reducido desde el inicio del TLCAN, en 1994. Esto puede ser explicado parcialmente por el comportamiento de la mano de obra y el FTP, el cual no justifica incrementos en los salarios reales. La proximidad con Estados Unidos parece jugar un papel en este comportamiento, ya que limita los niveles de salario en México, tanto hacia arriba como hacia abajo. Mientras las empresas extranjeras estén en México por una ventaja competitiva relativa de costos bajos de mano de obra, y el contenido local de la producción sea mínimo, si los salarios reales empiezan a incrementarse, entonces emigrarán a localidades con costos más bajos. Sin embargo, si los salarios son muy bajos, la gente tendrá un incentivo mayor para inmigrar a los Estados Unidos. Es por eso que la única forma de elevar los salarios reales es a través de un incremento de la productividad interna. Como se observa en la gráfica 2, esto no ha sucedido para México, pero sí para países como Corea del Sur.

Análisis comparativo de la competitividad de Corea del Sur y México.

El caso de Corea del Sur es muy interesante de analizar ya que bajo los mismos parámetros, mencionados anteriormente para México, también es considerada la décima economía del mundo, experimentando un comportamiento similar a las exportaciones de México, pero con diferentes resultados en sus niveles de crecimiento económico y globalización.

Corea tiene una población de 48 millones de habitantes y un PIB per cápita de 15,574 dólares , por lo que tiene casi la mitad de habitantes que México, pero un PIB per cápita equivalente a lo doble de nuestro país. Como se puede observar, en el cuadro 3, a partir de 1996 los dos países han mantenido un comportamiento similar en la tasa de crecimiento de las exportaciones.

Entre 1995 y 2003 las exportaciones de Corea casi se triplicaron, al pasar de 149 mil millones de dólares en 1995, a 399 mil millones de dólares en el año 2003, con exportaciones basadas, en su mayoría, en manufacturas de productos de alta y mediana tecnología. (Ver cuadro 4)

En cambio, los 10 principales productos que México exporta, a excepción del petróleo, son de la industria automotriz (vehículos de pasajeros, partes, accesorios y motores); aparatos eléctricos (televisores y equipo para distribuir electricidad); electrónicos (procesadores de datos automáticos y equipo de telecomunicaciones). Ver anexo 2.

Sin embargo, cerca de dos tercios de las exportaciones de manufacturas de nuestro país son hechas por filiales de compañías extranjeras. De las 35 empresas, responsables del 30 por ciento de las exportaciones totales del país, ninguna es mexicana y la mayoría es de origen estadounidense. Como se observa en el anexo 3.

A simple vista, el comportamiento de las exportaciones de México y Corea son muy parecidas. En ambos casos podríamos hablar de historias de éxito, pero este crecimiento está sustentado en modelos muy diferentes en cada caso. Mientras en México las exportaciones son hechas por empresas extranjeras, con productos que tienen bajo contenido de insumos y componentes nacionales, en Corea, tanto empresas como componentes son de ese país. No se dedican únicamente a la manufactura de ensamble, sino que han logrado aumentar el valor añadido de sus exportaciones, además de sus industrias líderes. (Ver Cuadro 4)

Otra diferencia es que Corea, a diferencia de México, no ha dependido de la inversión extranjera directa (IED) para obtener dichos resultados en sus exportaciones. Estas dependen de grandes conglomerados nacionales llamados chaebols.

Corea es el ejemplo de un país en desarrollo cuyo desempeño exportador no está basado en empresas trasnacionales, sino en sus propias compañías (ver anexo 4). Éstas son apoyadas con fuertes incentivos por parte de su gobierno, convirtiéndolas eventualmente en fuertes empresas trasnacionales, como es el caso de Samsung.

Uno de los mayores beneficios de esta estrategia es que las compañías exportadoras están involucradas con el resto de la economía. Han logrado un proceso de industrialización a través de encadenamientos productivos, con un alto contenido de partes e insumos nacionales, sin dejar de aumentar constantemente el valor agregado de los productos que exportan.

La experiencia coreana con sus chaebols es un claro ejemplo de que el gobierno de un país puede trabajar con las empresas, ayudándolas a pasar de la pura imitación y manufactura de ensamble, a la innovación.

Por estas razones, Corea presenta una historia diferente de éxito a México, ya que el desempeño de los indicadores de productividad, globalización y competitividad, son completamente diferentes al de nuestro país. El Factor Total de Productividad (ver gráfica 3), ha mantenido una tendencia constante de crecimiento completamente inversa al comportamiento del FTP mexicano. Su índice de globalización es de 32, superior al de México por 13 lugares. Su índice de competitividad, de acuerdo al MDI (Internacional Institute for Management Development), es de 45 mientras México ocupa el lugar número 56.

La apertura de la economía de México y la disminución de su competitividad.

Con esta comparación podemos ver que la apertura al exterior no significa por sí misma una integración exitosa al sistema económico mundial; menos enfrentar con eficacia y eficiencia el nuevo juego de la hipercompetencia global.

México se vuelve cada vez más vulnerable en el mercado global, especialmente con el ingreso de China a la OMC. Este país está operando en economías de escala globales y no sólo para satisfacer la región de Norteamérica. Por lo tanto, México se encuentra en la disyuntiva de ser un productor de bajo costo, pero no tanto como China, al mismo tiempo ser un productor de productos con un alto valor agregado, con el problema de que no ha sido capaz de generar empresas que desarrollen tecnología.

México se encuentra ahora en una encrucijada: no puede competir sobre una base de activos del conocimiento (como los países de la OCDE) y al mismo tiempo su ventaja comparativa se está erosionando por competidores de bajo costo. Tanto el gobierno como los líderes empresariales están muy preocupados por los países asiáticos que están atrayendo a las empresas que ahora se encuentran establecidas en México. Esto se vio claramente cuando México trató de bloquear la entrada de China a la OMC. Sin embargo, el gobierno y los líderes empresariales entienden el problema de la falta de competitividad como un resultado en diferencias de costo de mano de obra, ignorando la relación estrecha que existe entre el desempeño de un país y sus capacidades tecnológicas, donde se incluye la adopción, adaptación y creación de tecnología. Un ejemplo de esta visión errónea es la medición de la competitividad del país, por parte del Banco de México, en base a los costos unitarios de mano de obra. Si se continúa ignorando esta relación crítica, se tendrá como resultado una pérdida mayor de productividad.

Reforzando la urgencia de mejorar la productividad, es el hecho de que México está perdiendo cada vez más su ventaja competitiva, soportada y explicada por el nivel microeconómico. Como se puede ver en la gráfica 4, la posición competitiva de México, a nivel Micro (competitividad de las empresas), es muy baja para ser una economía tan altamente integrada con Estados Unidos y Canadá. Más alarmante es que países como Corea y China hayan ya rebasado a México en este nivel.

Algunas reflexiones finales.

Exportaciones con poco valor agregado, un FTP en decrecimiento un medio ambiente que no favorece la competitividad y una competitividad a nivel de las empresas cada vez menor, muestra que la fuga de compañías, que parece estar sustituyendo a la fuga de capital de los ochentas, no es un fenómeno pasajero. Más bien, es la punta del iceberg indicando una urgencia cada vez mayor para incrementar la competitividad en todos sus niveles, a través de un fortalecimiento de las instituciones mexicanas que garanticen el principio de simetría para crear un ambiente que favorezca el crecimiento de la productividad, la generación, difusión y aplicación del conocimiento.

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