Vocabulario de economía política

 

  Dr. D. José Piernas Hurtado

Exposición de la nomenclatura y de los principales conceptos de esa ciencia.

 

E

Economía. — Esta palabra derivada del griego, quiere decir etimológicamente régimen ó administración de la casa, y tiene en nuestro idioma diversas acepciones: sirve para indicar el buen orden y parsimonia en los gastos; expresa también la relación armónica de las funciones ó elementos que constituyen alguna cosa, y así se dice: economía animal, humana, social, etc., y si se emplea, sobre todo en el plural, como sinónima ó equivalente de ahorro. Ni aquel origen ni estas acepciones justifican el que se haya adoptado la voz Economía como nombre de la ciencia que estudiamos, porque no da idea del asunto que ésta se propone, y no guarda, por lo tanto, relación alguna con su objeto.

El valor de esa denominación es puramente histórico, y se funda en el hecho de haber llamado Jenofonte Economía ó Económicos á un libro en que se ocupaba principalmente de la gestión de los asuntos domésticos.

La mayor parte de los economistas, reconociendo los graves males que produce á la ciencia, y la confusión que introduce en ella ese titulo arbitrario que, en vez de mostrar, oculta su contenido, han intentado remediarlos, unos buscando nombres nuevos, y tratando otros de corregir y enmendar la impropiedad del antiguo, por medio de calificativos que ampIiasen la significación original del sustantivo Economía; pero estos esfuerzos han resultado inútiles y aún contraproducentes: las denominaciones propuestas, en número de más de veinte, responden todas á la manera particular de concebir la ciencia que tenían sus autores, y así han pretendido que se llame Crematística--ciencia de la riqueza—Cataláctica, —ciencia del cambio,— Ponología — ciencia del trabajo, etc., sin conseguir una fórmula exacta ó que por lo menos fuese aceptada: por su parte, los que preferían una adición han hecho nombres compuestos menos afortunados todavía y han apellidado á la ciencia: Economía pública, nacional, política, etc., aumentando las dificultades y complicando en vez de simplificar la nomenclatura. Ya se ha desistido, sin embargo, de nuevas invenciones y se ha comprendido que es vana tarea la de buscar nombre adecuado para un objeto cuya naturaleza no es aún bien conocida: cuando se logre determinar de un modo concluyente el asunto propio de la ciencia económica, y sea por todos visto del mismo modo, fácil será acordar un título que le convenga, si es que aún entonces, no se cree preferible respetar la tradición; entre tanto, lo mejor es atenerse á ella y aceptar, con las salvedades necesarias y fijando su sentido, el nombre que empló Jenofonte y ha consagrado la historia.

Estas consideraciones serian bastantes para desechar la denominación de Economía política, que es admitida generalmente por los escritores franceses y españoles, si no tuviéramos otras más fundamentales que hacer en contra de ella: designando así á la ciencia, se alimenta el error de aquellos que la atribuyen un carácter esencialmente público ó social, y se comete, además, la impropiedad de calificar al todo por lo que conviene una sola de las partes. Político quiere decir lo que se refiere al Estado y si bien es cierto que la ciencia estudia la vida económica de los Gobiernos, no se ocupa de ella primera y exclusivamente, sino mirándola como una de tantas manifestaciones ó esferas de la actividad en ese orden: por eso, si hay una Economía que es y debe llamarse política -la que comunmente se dice ciencia de la Hacienda pública—habrá que distinguir de igual manera otra que será individual, familiar, etc., por razón de la persona ó sujeto que considera, y será también preciso reconocer que, sobre todas estas manifestaciones ó aspectos especiales, hay algo común que expresa su unidad, está lo económico en sí mismo, en sus leyes generales, que es lo fundamental y más interesante del asunto.

De suerte que Economía es la denominación propia de la ciencia total, y aceptándola como genérica estamos en aptitud de modificarla luego para calificar todas las variedades que ofrece lo económico, ya por virtud de las entidades ó esferas á que puede referirse, en cuyo sentido diremos que la Economía es individual, doméstica, nacional, política, etc,; ya atendiendo á la consecución de fines especiales, que nos darán una Economía agrícola, industrial, mercantil, etcétera.

Mucho más importante que la cuestión del nombre de la ciencia es la de determinar su concepto, porque siendo ésta la primera y fundamental de nuestro estudio, su solución influye necesariamente y de un modo decisivo en todas las investigaciones posteriores.

Las divergencias, sin embargo, entre los maestros y cultivadores de la Economía son en este punto mayores que en otro alguno, pues aún aquellos que forman escuela, por hallarse de acuerdo en principios secundarios, discuten y no se avienen para definir la ciencia. Creemos que es de escasa utilidad, y además impropio de nuestro objeto, un examen minucioso de las muchas fórmulas que han pretendido fijar el concepto de la Economía, y nos limitaremos por eso á repetir aquí lo que en otra parte hemos dicho acerca del mismo asunto (1).

«Lo único en que convienen los conceptos históricos y reinantes, profesados acerca de la Economía, es en la afirmación que implícitamente hacen todos ellos, de que lo económico expresa una relación, y relación humana, porque luego al definirla cada escritor se ha fijado exclusiva ó preferentemente, ya en el sujeto, ya en el objeto, en el modo ó en el fin de esa relación, sin que ninguno de ellos, en nuestra humilde opinión, haya logrado comprender todos los elementos que contiene.

Atendiendo al sujeto, se ha dicho que la Economía es la ciencia de la actividad ó del trabajo; por consideración al objeto se ha definido como ciencia de la utilidad ó la riqueza: en razón, sin duda, del modo ó forma de aquella relación, se dice que son objeto de la Economía el cambio ó la propiedad; y por último, cuando se mira el fin inmediato, se afirma que estudia la manera de satisfacer el interés personal ó la prosperidad de los pueblos, y cuando se atiende al fin mediato, se da como asunto propio de la ciencia la investigación de los medios que sirven para el progreso y cumplimiento del destino humano.

Que la Economía se ocupa de la actividad y del trabajo, es cosa fuera de duda; mas también parece claro que los considera bajo un solo y determinado aspecto, porque hay muchas clases de actividad y trabajo—-el de quien estudia ó reza, por ejemplo—que nunca tenemos por económicos.

La idea de utilidad excede también á la de Economía, porque, siendo aquella la cualidad que tiene el medio de servir para el fin, se da donde quiera que existe un medio, y por consiguiente, lo mismo fuera que dentro del mundo económico; y en cuanto á la riqueza, si entendemos por ella una suma de bienes, estamos en caso igual al anterior, porque hay otros bienes que los económicos, y si la tomamos en el sentido de conjunto de valores, entonces, además de que se señala como objeto de la ciencia un mero resultado, sin examinar para, ni por qué se obtiene, se comete el error de suponer que la acumulación es la que hace entrar á determinadas cosas bajo la acción de la Economía.

De igual manera el cambio es fórmula general de las relaciones humanas en todas las esferas, y aún tomándole en acepción más restringida, el cambio como hecho, no es el primero ni el fundamental del orden económico; antes es producir que cambiar, y si se dice que se trabaja y produce para el cambio, además de no ser esto absolutamente cierto, nosotros añadiremos que se cambia para el consumo, por donde éste vendría á ser lo culminante para la Economía. Por otra parte, el cambio, como principio, coloca desde luego á la ciencia en el terreno social, y prescinde de la consideración general de lo económico y de su esfera individual. Más expresiva la propiedad, no creemos, sin embargo, que pueda satisfacer enteramente, presentada como objeto de la Economía, porque reduce su asunto á las cosas de la Naturaleza, eliminando los actos ó servicios humanos, que indudablemente se hallan también comprendidos en la relación económica.

Atribuir como fin á la Economía el perfeccionamiento ó la realización del destino humano, no es decir nada para precisar su objeto, porque no puede ser otro que ese el que todas las ciencias se proponen. Y finalmente, poniendo á cargo de la Economía la satisfacción del interés, ya personal, ya nacional, se deja la misma vaguedad en el concepto, porque el interés es móvil general de la actividad; todo bien interesa, y así hablamos diariamente de intereses religiosos, políticos, etc.; esto aparte del peligro que conocidamente existe en reconocer el interés propio corno único motivo de las acciones, siquiera sea en cierto círculo, cuando, al mismo tiempo, se deja al arbitrio y capricho del sujeto la fijación de su interés.» (V. Interés personal.)

Partiendo de las anteriores consideraciones y de la idea, común á todos los conceptos de la ciencia, que afirma lo económico como una relación humana, podemos observar, analizándola, que esta relación presenta los siguientes caracteres:

1.º Que es el sujeto nuestra actividad.

2.º Que con su objeto las cosas y los actos de los otros hombres, útiles para nuestro fin.

  3.º Que la cualidad, por tanto, del objeto en la relación económica, es la utilidad.

4.º Que la utilidad, el medio, sólo son económicos en cuanto dependen de la actividad humana.

5.º   Que el fin de la relación es nuestro bien.

6.º Que el bien, bajo este aspecto, ó sea el fin económico consiste en la adquisición y empleo de los medios materiales, que sirven para satisfacer nuestras necesidades.

Y armonizando ahora todos estos datos diremos que la Economía es ciencia del orden de relaciones que la actividad establece con la Naturaleza y con nuestros semejantes, para conseguir los medios materiales que reclaman las necesidades de la vida humana.

Esta definición reconoce explícitamente el valor económico de los actos ó servicios, y considera dentro también del objeto de la ciencia las necesidades del espíritu, en tanto que los medios materiales se aplican á satisfacerlas. —En la adquisición de un libro, por ejemplo, ú en la retribución dada á un maestro, vemos como los medios económicos sirven para fines del espíritu.

En cuanto la reducción de lo económico á los medios materiales, lejos de ser una novedad en la ciencia, es precisamente la doctrina de sus fundadores. No hablemos del sistema mercantil, ni de la escuela fisiocrática, cuyas concepciones son por todos conocidas; pero Adam Smith atribuye á la Economía, como objeto, el de procurar al pueblo una buena renta ó una subsistencia abundante; Sismondi el bienestar físico del hombre, y el mismo Say y todos los que la definen como ciencia de la riqueza, se refieren sin duda á la suma de los bienes materiales. Si después se ha querido extender la esfera económica á la obra entera de la actividad y ha encontrado partidarios la doctrina de Dunoyer, que habla de productos y riquezas inmateriales, es porque no se precisa bien el carácter económico de los servicios y de las llamadas profesiones ó industrias, que obran sobre el hombre mismo.

Es verdad que todo acto—por interno y subjetivo que sea— tiene un aspecto económico y ejerce alguna influencia en el orden de los bienes materiales; pero esto, que es consecuencia de la solidaridad humana y de la unidad de nuestro fin, no quiere decir que toda aplicación del trabajo haya de dar directa ó inmediatamente productos económicos.

El sacerdote no es, como pretende Dunoyer, un industrial que produce ceremonias religiosas, ni el maestro un fabricante de conocimientos, ni el médico un productor de hombres sanos: la religiosidad, la sabiduría y la salud, no indican una acumulación de productos económicos inmateriales; expresan conceptos muy diferentes del de riqueza; y que no es lo mismo ser sabio ó ser virtuoso que ser rico, nos lo dicen bien claro el lenguaje común y la experiencia. El hombre instruido y de costumbres morales se halla indudablemente en mejores condiciones para el ejercicio de la actividad económica que el ignorante ó vicioso, y en este sentido depende el progreso económico de la moralidad y la cultura; pero deduciendo de aquí que la educación es una riqueza inmaterial, cometemos el mismo error que si consideráramos los que se llaman bienes de fortuna como conocimientos y virtudes en forma material, y al hombre acaudalado como bueno y erudito, porque dispone de medios que puede aplicar al desarrollo y mejoramiento de su espíritu.

Las relaciones que median entre la esfera económica y las demás de la vida, no impiden su distinción, y la actividad que obra en ellas, con ser una y siempre la misma, ofrece aspectos diversos por razón del fin particular á que directamente se aplica. El orden que estudia la Economía se enlaza con el religioso, el moral, el científico y el jurídico, porque aquél da á éstos ciertos medios comunes, que son precisamente los medios materiales, los que ellos por si mismos no pueden adquirir. Sin decir que sea industrial el trabajo del sacerdote, del profesor ó el magistrado, podemos reconocer que tiene carácter económico en tanto que sus servicios se retribuyen en forma material; pero ese cambio de cosas económicas por actos que corresponden á órdenes diferentes, no constituye una operación productiva, sino más bien de consumo ó aplicación de la riqueza á la satisfacción de necesidades determinadas, al cumplimiento de los fines que tienen á su cargo aquellas profesiones.

Esa confusión de esferas ha dado lugar á que la ciencia económica se haya visto, unas veces acusada con fundamento de invasora, y otras veces negada ó invadida; pero reduciendo su acción al orden de los bienes materiales, la Economía se libra de toda vaguedad en su concepto, fija su posición al lado de las otras ciencias, y asegura su dignidad é independencia, porque nadie podrá negarla con justo título un dominio que no cede á ningún otro en extensión é importancia.

Desde este punto de vista, es, en efecto, muy sencillo de resolver para la Economía el interesantísimo asunto de sus relaciones con las demás ciencias, como veremos comparándola con la Moral, el Derecho y la Política, que son las ramas del conocimiento con que, por razón de la proximidad, tiene mayor conexión.

La Moral es ciencia del bien como motivo de la actividad, y siendo éste el único móvil legítimo, todos los actos entrarán en ella, y serán buenos moralmente cuando se dirigen al bien y malos cuando se apartan de él y le contradicen.

El Derecho se refiere á la condicionalidad de la vida, es ciencia del bien de cada uno relacionado con el de los demás, y considera la actividad en tanto que dependen de ella las condiciones del fin humano. El hombre ha de obrar siempre atendiendo al bien de los otros séres, con ánimo de prestarles esas condiciones y todos los actos tendrán por consiguiente, carácter y valor jurídico.—Por eso se dice que la Moral y el Derecho abrazan la vida entera que estudian formas totales de la actividad humana.

La Economía comprendo solamente aquellos actos con que el hombre procura adquirir los medios materiales que necesita. Lo económico no es, por tanto, una cualidad común á todas las manifestaciones de la actividad, sino el contenido particular de algunas de ellas.

El fin moral se cumple en la intención del sujeto, el jurídico por medio de prestaciones, y el fin económico por la adquisición de ciertos medios.

La unidad está en que las tres ciencias se ocupan de la actividad, de una relación suya.

La distinción consiste en que esa relación es diferente: la Moral atiende al bien absoluto en la voluntad; el Derecho al bien, en cuanto depende de condiciones que han de ser puestas por la actividad humana; la Economía al bien, que se consigue con la obtención de medios determinados.

La armonía nace de esta consideración común del bien como término y objeto de la actividad.

Las consecuencias que se derivan de esa manera de concebir la relación del orden económico con el moral y jurídico, no pueden ser más trascendentales. En vista de ello, ya no cabe considerar lo económico como un principio aislado y suelto, regido únicamente por la utilidad y el interés, en oposición, ó disidencia al menos, con esos otros fines de la vida, sino que aparece enlazado armónicamente, subordinado y referido á ellos, sin dejar por eso de tener acción y esfera propios. El acto económico es primeramente moral y jurídico, porque ha de ir encaminado al bien y á la justicia; los preceptos de la Moral y el Derecho no tienen en el orden de los bienes materiales sentido ni eficacia distintos de los que reciben con aplicación á otros fines, y las ideas de lo bueno, lo justo y lo económico no son, en último término, más que aspectos diversos del bien único, que halla el hombre en el cumplimiento de su destino.

La Economía, separándose de la Moral y el Derecho, se ha visto luego en el caso de pedirlas que moderen los extravíos del interés personal; pero no logrará evitar los choques y conflictos con esas ciencias, hasta que no vuelva á vivir dentro de la órbita que ellas tratan á todo lo que es humano.

La Política, ciencia del Estado que examina su naturaleza, su fin, y la organización de los medios necesarios para cumplirle, tiene comunidad de asunto con la Economía: 1.º, porque ésta considera también al Estado como sujeto de vida económica, y dando lugar á una esfera particular y á fenómenos especiales respecto de la adquisición y empleo de los bienes materiales; y 2.º, porque á su vez la Política ha de tomar en cuenta los principios económicos para determinar las relaciones, que el Estado, debe mantener con este orden.

Emisión.Llámase así al acto de poner en circulación un documento de crédito. Esta facultad, que no depende de la ley positiva, sino de la confianza que se obtiene en el mercado, debe ser libre, y respetada. Por eso cuando se otorga á establecimientos ó empresas determinadas el monopolio de emitir algún título de crédito, como el billete de Banco, se comete una injusticia, se desconoce la naturaleza del crédito mismo y se daña gravemente á la circulación de la riqueza.

Empresa.Forma de la producción, que consiste en el establecimiento de la industria por cuenta y riesgo de un individuo ó colectividad, que dispone de los medios necesarios para ello; y en otro caso, los acumula asociando el capital y el trabajo ajeno, á los cuales abona una retribución independiente del resultado que ofrezcan las operaciones productivas.

La empresa tiene la ventaja de que da grande unidad á la industria, excitando vivamente el interés de los que la dirigen; pero en cambio el concurso del trabajo es en ella pasivo y poco eficaz, porque no le afectan los resultados del negocio.

Las funciones del empresario son do organización y dirección de los elementos productivos, y constituyen no más que una aplicación particular del trabajo; su retribución, por tanto, que depende del éxito de la industria, se rige por los mismos principios de todas las retribuciones eventuales, y no exige una denominación especial, como han pretendido algunos economistas, llamándola provecho, é introduciendo en la nomenclatura de la ciencia un nuevo término que, además de no ser necesario, recibía una significación poco adecuada. (V. Interés y Salario).

Empréstitos.-Es el nombre que particularmente se da á los préstamos recibidos por los Gobiernos.

Las principales clasificaciones que se hacen de los empréstitos son: por la época del reembolso, en temporales y perpetuos; por la cantidad que el Gobierno percibe de aquella que representan los títulos que entrega, en empréstitos á capital real y á capital nominal, y por la manera de contratarlos, según que se emplea la emisión, la suscripción ó la adjudicación.

En los empréstitos temporales el Gobierno se obliga á devolver el capital en un plazo fijo, ó á pagar una renta á los acreedores por espacio de cierto tiempo.— Esta última forma, que era antes la más usada, dió lugar a las llamadas anualidades, rentas vitalicias, rentas viajeras y tontinas. En los perpetuos, el Gobierno se compromete únicamente á satisfacer el interés convenido; pero esto no quiere decir que no haya de devolver nunca el empréstito, sino que se reserva la elección del momento en que le sea posible ó favorable hacerlo.

Se dice empréstito á capital real, aquel en que el Estado recibe integra la suma que se expresa en los títulos, sea cuando éstos se emiten á la par; y á capital nominal, el en que confiesa recibir una cantidad mayor de la que percibe realmente. La invención del capital nominal es un artificio que no tuvo más objeto que ocultar al país el verdadero estado de su crédito, y fingir que á su nombre se recibía el dinero barato, aunque costase muy caro. Para ello, se ha adoptado siempre un tipo muy bajo de interés, menor del 5 por 100 generalmente, en épocas en que era mucho más alto el precio del capital, y como los capitalistas no podían prestar á ese tipo, daban por el solo 50 unidades en vez de 100. Resultado, que el 5 viene á ser interés de 50, que el verdadero precio es 10 por 100, y que habiendo de entregarse 100 en títulos por cada 50 efectivos, la operación sale á 10 por 100 de interés y 50 por 100 de capital, puesto que se reconoce doble del recibido. Conocido ya ese juego, los empréstitos han continuado, sin embargo, haciéndose de manera tan ruinosa para conservar un mismo interés á toda la Deuda. Esta unidad tiene sin duda grandes ventajas; pero no puede justificar el absurdo del capital nominal, porque, con ese sistema, perjudica á las naciones la subida de su crédito, que convierte en efectivas y obliga á satisfacer sumas puramente nominales en su origen.

Los empréstitos se contratan por emisión, llevando al mercado los títulos de la Deuda y colocándolos al precio que éste fija; por suscripción, señalando el Gobierno la cantidad que necesita y los tipos á que recibirá el dinero que los particulares le entreguen; y por adjudicación, que puedo ser directa, y entonces el Gobierno arregla las condiciones del préstamo con una casa de banca ó Compañía, y en subasta, cuando el empréstito se cede al que hace mejores proposiciones.

Estado. En su acepción política, esta palabra significa la institución encargada de realizar el derecho en la sociedad civil.

El Estado se relaciona con el orden económico, primero, de igual suerte que con todos los otros aspectos de la vida, y luego más especialmente, porque tiene necesidades que han de ser satisfechas por medios materiales.

Como órgano y cumplidor del derecho, el Estado ha de prestar esa condición á la actividad económica, garantizando el libre ejercicio del trabajo y del cambio, la adquisición y el disfrute de la propiedad: él no ha de contribuir directamente á la producción de la riqueza; pero su acción no es tan sólo negativa en el sentido de que haya de limitarse á no crear obstáculos y á separar los que nazcan de ataques á la justicia. El Estado no puede ser indiferente para con ninguno de los fines humanos; tiene que hallarse en comunicación con todos ellos; y para mantener el derecho económico necesita hacer afirmaciones, penetrar de algún modo en esa esfera, sin menoscabo de los esfuerzos individuales, que son los llamados á constituirla con el auxilio de la asociación voluntaria y respetando en todo caso su independencia. No le toca la dirección de la industria, ni la reglamentación del comercio; pero está dentro de su fin cuando limita, por ejemplo, el trabajo de las mujeres y de los niños á lo que es propio de su condición; cuando prohíbe la amortización de la propiedad, castiga el juego, etc.; y esas atribuciones, que es preciso reconocerle, las ejerce á nombre y en cumplimiento de principios económicos. Por otra parte, el Estado, que debe conseguir por medio de las relaciones jurídicas la armonía y el equilibrio entre las demás instituciones sociales, es hoy al mismo tiempo la más adelantada de todas ellas, la que mejor y más extensamente realiza la unidad, la que más se aproxima al concepto de la Sociedad, y estas condiciones históricas determinan también en él funciones como de protección y ayuda, cierta misión de estímulo y complemento para con los otros organismos menos desarrollados y las fuerzas individuales en todo aquello que muestre la necesidad de la acción colectiva que representa.

Sea cualquiera la misión que se atribuya al Estado, ello es que necesitará medios con que cumplirla, y estos medios, en tanto que consisten en bienes materiales, entran en el asunto de la Economía.

El Estado no puede satisfacer por sí mismo las necesidades económicas que siente, porque su actividad, encaminada á otros fines, no es á propósito para el ejercicio de la industria, y carece del móvil del interés personal. Los Gobiernos han de recibir, pues, sus medios de existencia del trabajo de los particulares, y la producción para ellos consiste en tomar de la riqueza privada una cuota, que se denomina impuesto.

La aplicación de los bienes materiales á las necesidades del Estado no se diferencia esencialmente de la que realizan los individuos. Todo consumo de riqueza, sea cualquiera el sujeto que le verifique, es una destrucción de valor, y su legitimidad depende de la satisfacción á que se dirija.

Sin embargo, los economistas partidarios de la doctrina que admite una riqueza inmaterial, suelen considerar al Estado como un industrial de la misma clase, bajo el aspecto económico, que un agricultor ó un fabricante, porque produce seguridad y justicia, y declaran que todos los consumos que él verifica tienen el carácter de productivos. El Estado, dicen, contribuye á la formación de la riqueza con las garantías que presta á la propiedad y al trabajo. Pero igual auxilio da á todos los demás órdenes de la vida, y sin confundir lo que es condición de la actividad económica con la actividad misma, no podemos calificar al Estado de industrial, porque mantiene el derecho, como tampoco afirmamos que sea creador de la moralidad ó de la ciencia, aunque también sirve a sus fines.(V. Gastos públicos, Individualismo, Impuesto y Socialismo).

Exportación.—Comercio que lleva al extranjero los productos de un país.

La exportación, representa lo que cada pueblo da en el cambio internacional y es correlativa de la importación, con que las naciones se reintegran ó reciben productos equivalentes. Las antiguas preocupaciones del sistema mercantil hacen creer todavía, que interesa á cada país que la exportación exceda á las importaciones, cuando, lo que habría de convenirle es precisamente lo contrario, esto es, que tuviese menos valor lo que da, que aquello que recibe, y lo que en realidad sucede, es que en ese, como en todo cambio ha de haber necesariamente una compensación ó equivalencia que no excluye el mutuo beneficio. (V. Balanza de comercio, Libre cambio y Proteccionismo.)

Exposiciones industriales. — Son cursos abiertos para dar á conocer los resultados que obtiene el trabajo y premiar á los productores más hábiles. Las exposiciones son especiales, locales y universales, según que se limitan á los productos de alguna industria determinada, á cierto país ó región, ó comprenden á todas las industrias y los pueblos todos.

Aunque con la facilidad que hoy alcanzan las comunicaciones de todo género, han perdido mucho de su interés esos certámenes industriales, todavía las exposiciones, universales sobre todo, tienen grandísima importancia porque someten á la observación y al estudio un número inmenso de hechos, que sirven de comprobación y de dato para las investigaciones científicas, reflejan la vida económica de la humanidad entera, y son el primer paso dado para unificar y relacionar directamente todos los esfuerzos, que se dedican á los bienes materiales.

(1) Indicaciones sobre el concepto y plan de la ciencia económica, escritas para servir de Apéndice á la segunda edición del Tratado didáctico de Economía política, por D. Mariano Carreras y Gonzáles

 


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