ADMINISTRACIÓN ESTRATÉGICA Y COMPETITIVIDAD AGRÍCOLA

ADMINISTRACIÓN ESTRATÉGICA Y COMPETITIVIDAD AGRÍCOLA

Octavio Reyes López (CV)
Universidad de Celaya

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1.2. Teoría de las Organizaciones Empresariales.
Algunas de las corrientes de pensamiento más relevantes con respecto a los temas de la organización y dirección de empresas, los cuales se relacionan con ésta investigación son:

1.2.1. La Contribución de las Pequeñas y Medianas Empresas.
Se entiende que la empresa es la unidad de organización social básica de las economías actuales de mercado y sin la cual no habría un desarrollo local o endógeno, que garantice un crecimiento y expansión de las sociedades (Hernández y Rabelo, 2005).
Las unidades económicas de producción, conocidas generalmente como empresas, son las encargadas de combinar los factores productivos mediante los procesos de trabajo, los procedimientos técnicos y las relaciones sociales en el procesamiento de bienes y servicios que satisfagan las necesidades de un sector de la población (Méndez et al., 1993).
De acuerdo con Méndez et al. (1993), existen diferentes clasificaciones para esta unidades económicas, esto en función a su tamaño (grandes, pequeñas y medianas), por la aportación de su capital (privada, pública y mixta), por el origen de su fundación (nacionales o extranjeras), ó bien puede existir una combinación de cualesquiera de las clasificaciones ya citadas. Independientemente de tipo de empresa o unidad de producción económica hablemos, ésta debe tomar en cuenta tanto sus propios objetivos como los de la sociedad; es decir, debe plantear sus actividades según un modelo de racionalidad económica que considere todos los aspectos involucrados para la mejor toma de decisiones.
Ramón Ramírez (2005) comenta que, en general cada país basa su definición de las pequeñas y medianas empresas [PyME´s], en criterios propios, tales como el número de empleados, el volumen de ventas, el monto de los activos o el sector al que pertenece, entre otros. Sin embargo, si se han de desarrollar programas encaminados a impulsar el crecimiento de estas empresas es necesaria una conceptualización práctica para efectos de planificación.
Ayyaqui et al. (2003), citan que en una investigación realizada por el Banco Mundial para elaborar un modelo de cálculo de la contribución de las pequeñas y medianas empresas al crecimiento económico en diversos países, la principal dificultad fue precisamente el acotar el universo de las empresas. La variable más común es el número de empleados y sostienen que 250 puede considerarse un promedio mundial, sin embargo esta descripción no diferencia entre la empresa pequeña y mediana, y es necesario establecer definiciones para países específicos. Por ejemplo, en el caso de Ghana y Malawi, los autores proponen dividirlas, en primera instancia, en organizadas (legalizadas o formales) y no organizadas, para después usar el criterio de menos de 30 empleados.
De acuerdo con la Small Business Administration [SBA], el gobierno de los Estados Unidos, define un tamaño estándar en función del número de empleados y a partir de una subdivisión por sector productivo según las variables explicativas del nivel de su actividad económica como el volumen de ventas, las dimensionan con base en el Sistema de Clasificación Industrial para América del Norte [NAICS]. Por lo anterior se desprende que cada país e incluso cada región dentro de un país, debe establecer su propia definición de pequeñas y medianas empresas en función de los objetivos planteados (Ramírez, R. 2005).
Mungaray et al. (2005), comentan por su parte que, el entorno ha generado espacios para diversos grupos empresariales; desde las grandes trasnacionales que trabajan con la última tecnología hasta las empresas de menor escala que enfrentan el mercado con dificultad. Las pequeñas son más numerosas, aunque no son líderes en indicadores de valor agregado. En 1990 las micro, pequeñas y medianas empresas representaron el 98% del total, dieron cuenta del 49% del empleo y contribuyeron con 43% del PIB manufacturero que represento el 10% del total nacional.
Según la Organización Mundial del Comercio [OMC], México ocupó en 2001 el duodécimo lugar mundial en exportaciones (158,500 millones de dólares), ello se debió de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática [INEGI], a la existencia de 2.8 millones de unidades empresariales según el censo económico de 1999, (en la actualidad deben ser más de tres millones). Ramón Ramírez (2005), afirma que del total de empresas, el 99.7% son Micro, Pequeñas y Medianas Empresas [MiPyME´s], donde 95.7% son micros, 3.1% pequeñas y 0.9% medianas que por definición ocupan de uno a quinientos trabajadores, y en conjunto dan cuenta del 42% del Producto Interno Bruto [PIB] y 64% del empleo nacional. 
A casi 20 años de iniciada la apertura comercial, México enfrenta limitaciones estructurales en varios órdenes, como la polarización territorial y sectorial de dichos beneficios. Por ejemplo, la base exportadora se incrementó sobre todo por la acción de unas 380 empresas exportadoras y 3,500 maquiladoras (Ramírez, R. 2005). En 2001 a las empresas grandes correspondió un 89% del valor de las exportaciones y a las pequeñas y medianas empresas solo 11%, que según datos del Banco Nacional de Comercio Exterior [BANCOMEXT], de 2001 a 2002 el número de pequeñas empresas exportadoras registradas se redujo de 30,987 a 28,410 y las medianas lo hicieron de 2,054 a 1,928 y este sector representa el 90 % de todos los exportadores mexicanos.
Huber (2005), afirma que la importancia de las pequeñas empresas como generadoras de empleo, radica en que sus procesos productivos son intensivos en trabajo y que a partir de éste, se pueden generar innovaciones tanto en los bienes como en la organización, añadiendo mayor valor agregado a la producción. Sin embargo, la desarticulación de estas empresas con el resto del aparato productivo nacional, en especial con las orientadas al comercio internacional, la falta de apoyo crediticio y de asistencia técnica, así como la poca información sobre las características de los mercados han impedido que aquellas se integren a la economía nacional. Una opción para dicha integración ha sido la conformación de redes de subcontratación, y a partir de que se asocian se generan cadenas productivas para ser competitivas en el mercado globalizado.

1.2.2. Importancia de las Unidades de Producción Rural.
Por su contribución en las actividades primarias del país, la importancia de las unidades de producción rural es relevante en el crecimiento económico y social de México, prueba de ello es que desde los años sesenta, bajo los auspicios de lo que fue el Centro Nacional de Productividad y a través de la participación de Kaldman (1969), se definió el concepto de la Unidad Socioeconómica Rural, como un esquema para estudiar y desarrollar los principios de la administración rural, en ese entonces, se estableció que el agricultor, es al mismo tiempo jefe de familia y director de un negocio o empresa agrícola. Lo que significa que la familia es una unidad social y por otro lado la empresa agrícola es una unidad económica, consecuentemente la yuxtaposición entre familia y empresa será una unidad socioeconómica; en ambos casos se describieron un conjunto de factores que posibilitan el alcance de los resultados buscados, para el caso de los factores del bienestar familiar, el autor cita los siguientes elementos: a) el agua potable, b) la alimentación, c) la vivienda, d) los muebles y enseres, e) el vestido, f) la energía y los combustibles, g) la higiene y atención medica, h) los transportes, i) la comunicación e ideas, j) la educación, k) las diversiones y finalmente l) la seguridad, los cuales son satisfactores que necesita una familia campesina para alcanzar un mejor nivel de vida; en la opinión del autor, los siete primeros corresponden a necesidades vitales, mientras que los otros cinco los define como necesidades complementarias.
Desde entonces se postula que las unidades económicas (empresas agropecuarias) requieren para subsistir y progresar del funcionamiento eficiente de un grupo de factores de operación de la empresa, entre los cuales figuran:  a) el medio ambiente (aspectos bióticos y abióticos), b) la dirección y administración, c) los procesos y productos, d) el financiamiento, e) los medios de producción, f) la fuerza de trabajo, g) los suministros requeridos, h) la actividad productora, i) la comercialización y el autoconsumo, así como j) el registro contable de sus operaciones (Kaldman, 1969). Del correcto funcionamiento de los diez factores de operación depende la eficiencia económica de la empresa, sin embargo se observa en la práctica que mientras unos factores funcionan bien, otros están funcionando mal y estos se convierten finalmente en los factores limitantes. Al respecto, el autor establece una analogía ilustrativa con un barril cuyas paredes son tablas de madera y que debe servir para almacenar agua, sin embargo la tabla más pequeña limita la capacidad de todo el barril para cumplir con el objetivo para el que fue construido.
Adicionalmente, Kaldman (1969) menciona que de acuerdo a su experiencia y conocimientos empíricos, existen otros factores externos a las unidades de producción rural, tales como: a) los factores económicos, b) los factores tecnológicos, c) los factores físicos, d) los factores sociales, e) los factores políticos y f) los factores demográficos, sin embargo no hace mayores comentarios con respecto a estos tópicos.
Una vez acotados los antecedentes de nuestro sujeto de estudio, es necesario establecer que las Unidades de Producción Rural del sector agrícola, se desarrollan produciendo tanto satisfactores manufacturados, así como productos en fresco y subproductos agropecuarios; por ejemplo: en el primer caso, se hace referencia a carnes y lácteos (es la rama #11, del sector manufacturero), frutas y legumbres preparadas (rama #12) y otros productos alimenticios (rama #19), tales como, salsas, jugos, pastas, purés, etc.; Al hablar de productos en fresco, podemos citar frutas y legumbres sin procesar, flores de ornato, gramíneas y vegetales para consumo humano o animal, entre otros. (Banco de México [BdeM], 2002).
Si bien el sector productor de alimentos (manufacturados y no manufacturados) de México casi triplicó sus exportaciones de 1988 a 2003, su característica más sobresaliente es la insatisfacción de la demanda interna. (Salomón, 2005, p.246): “El estado mexicano emprendió un proceso para aprovechar las ventajas comparativas internacionales, lo cual entraño, luego de la intervención casi absoluta, el abandono del sector agroalimentario a las fuerzas del mercado como árbitro de la distribución de recursos”. México basó su competitividad agrícola en abundante mano de obra y recursos naturales; sus socios del TLCAN, Estados Unidos de América [EUA] y Canadá, lo han hecho con capital y tecnología de punta, así también con el apoyo de migrantes mexicanos que por carecer de visa trabajan en la agricultura por remuneraciones muy bajas1 .
En términos absolutos las diferencias entre los países miembros del TLCAN son notables, sobre todo con respecto de EUA, cuya superficie cosechada en 1995 fue de 121.9 millones de hectáreas, frente a 14.2 millones de México. El primero dispuso de 4.6 millones de tractores, mientras que en México apenas hubo 200,000; la fuerza laboral agrícola en aquel país constaba de 3.1 millones de personas, en tanto que en México ascendía 5.7 millones; la producción del maíz en EUA fue de 200 millones de toneladas y la de México de 14.2 millones. A lo anterior se debe añadir que de 1998 al 2000, mientras un productor estadounidense recibía más de 20,000 dólares al año en transferencias totales (fiscales y de consumo), un agricultor mexicano apenas alcanzaba 780 dólares (Economistas Asociados, 2003).
De 1990 al 2000 la población de México creció en más de 20% (de 83 a 100 millones de habitantes), en tanto que el valor agregado de la industria alimentaria en el mismo periodo, fue de 49%; de manera aislada este dato sugiere que los resultados son positivos, y más aún al considerar el volumen de las exportaciones, con ello podríamos pensar que un segmento de empresas de este sector a logrado la competitividad requerida, sin embargo existe un déficit de 3,915 millones de dólares en importaciones de productos manufacturados y más importante aún, son los 20 millones de mexicanos en pobreza alimentaria. Esta situación obliga a redoblar los esfuerzos realizados hasta ahora, los cuales deben ser integrales, pues de acuerdo con la información del periodo 1999-2001 del total de la producción del sector alimentario, 41% correspondió a alimentos manufacturados y el resto a productos agrícolas con 43%, ganadería el 13.8% y pesca 1.7%, (Salomón, 2005).
De acuerdo con los datos del Centro de Estudios Económicos del Sector Privado  [CEESP]. La evolución en la producción de granos, frutas y hortalizas ha sido positiva, aunque el crecimiento de los primeros no ha sido tan rápido como los otros dos casos. Desde la entrada en vigor del TLCAN, la producción de granos se ha elevado 14.8%, la de frutas avanzó 39.4% y la de hortalizas 87.3%, a pesar de que fueron liberados en su totalidad en el 2003. Al interior de cada subsector, el grano de mayor incremento ha sido el sorgo, con 156%, en tanto que el maíz avanzo 17%. El saldo de la Balanza Comercial Agropecuaria con EUA y Canadá ya era negativo antes de la firma del TLCAN (CEESP, 2006). Por tal razón afirman que la importación de granos básicos no es resultado de una mala negociación del capitulo agropecuario del tratado, sino de una insuficiente producción interna, situación que refleja las graves deficiencias que enfrenta el campo mexicano.
La nueva estructura de la demanda alimentaria mundial, es una situación que se perfila de largo plazo y por tanto los altos precios de cereales, oleaginosas y los alimentos de origen animal que se producen con estos. El principal actor que modifico la demanda internacional de los alimentos, fue la apuesta que hicieron los Estados Unidos y Europa para convertirlos en biocombustibles, así también el aumento de la demanda de cárnicos en China y la India, reflejo de la mejoría de ingreso de sus habitantes (Knochenhauer, 2008). En los actuales precios internacionales, también existen elementos especulativos y efectos de las medidas de subvenciones estatales que están adoptando, al menos 48 naciones según reporte del Banco Mundial, para afrontar esta crisis. En México, convendría apoyar a las 720,000 pequeñas unidades agropecuarias que existen en todo el país, que cuentan con la capacidad para aumentar su producción y beneficiarse de los altos precios internacionales, evitando favorecer a los grandes agronegocios. Si tal situación se lograra en México, habría inversiones más rentables y eficientes en el campo, con lo cual se mejoraría el manejo de la tierra y el agua de que disponen esas unidades agropecuarias, lo cual redundaría a favor del ambiente, pero lo mejor de todo es que se abatiría la pobreza que habita en esos predios y parcelas.
El índice general de materias primas básicas (commodities) de alimentos del Fondo Monetario Internacional [FMI], ha alcanzado el valor más alto en los últimos treinta años, derivado de los altos precios de los alimentos, específicamente de los granos básicos (trigo, arroz y maíz). Lo anterior es reflejo del movimiento de las fuerzas del mercado, de acuerdo con el FMI, que por el lado de la demanda, aumento el ingreso per capita y la industrialización de las economías emergentes como China, India, Brasil, Rusia, así como algunos países de Medio Oriente, y por el lado de la oferta, los oferentes han desviado entre un 20 y 50%, en algunos casos, su propuesta para cubrir el mercado de los biocombustibles (Robles, 2008). Estos movimientos han llevado al centro de la oportunidad a las unidades de producción agropecuaria en México.

1.2.3. Las Redes Organizacionales de Empresas.

Las micro y pequeñas empresas son importantes por su gran potencial para generar desarrollo, bienestar y empleo, sobre todo en países emergentes. Además, desempeñan un papel importante en los procesos de innovación y cambio tecnológico (Mungaray y Ramírez, 2000). Existe un indicio de que los rendimientos crecientes a escala se pueden alcanzar mediante procesos de producción en masa, tal es el caso de la formación de redes entre empresas para obtener economías de aglomeración, ya sea con prácticas de subcontratación, aprendizaje tecnológico e innovación o por la formación de conglomerados o distritos industriales.
Mungaray y Palacio (2000), opinan que el gran tamaño ya no es requisito para obtener economías de escala o de alcance, ni para aprovechar los efectos de la experiencia y el aprendizaje industrial. En países industrializados como Japón, Francia, España e Italia, el desarrollo de la cooperación interempresarial partió del apoyo brindado a las micro y pequeñas empresas para la innovación y la formación de recursos humanos especializados.
El éxito de la estrategia competitiva en escala mundial de la Toyota Motor Company, empresa líder en la producción de autos en Japón, se debe a que descansa en una fuerte red de proveedores locales, mediante la aglomeración de pequeñas y medianas empresas proveedoras alrededor de la empresa madre, esa organización industrial la repite en cualquier lugar del mundo en que abre una planta (Plascencia, 2005). En el sistema de proveedores japonés, la realización de actividades interempresa se caracteriza por una elevada tasa de subcontratación en paquete (bundle outsourcing), tanto en la manufactura como en el desarrollo del producto. La reorganización productiva desarrollada por Toyota ha implicado un desarrollo de conglomerados (clusters), lo que propicia la especialización local y regional, así como una ventaja competitiva regional gracias a las economías de escala tanto de Toyota como de sus proveedores y con ello se ha adquirido mayor flexibilidad.

En opinión de Plascencia López (2005, p.331):
“En la actualidad a Tijuana se le conoce como la capital mundial del ensamblado de televisores, pero la región no prestó atención a tal fenómeno y como resultado, las gigantes manufactureras sólo utilizan alrededor de 5% componentes locales. Es necesario aprender esta lección y que la zona eleve su capacidad de respuesta a los retos que se presentan y los aproveche para no limitarse a los encadenamientos hacia delante por medio del efecto multiplicador del consumo”.

La mayoría de las pequeñas y medianas empresas de los países en desarrollo permanecen desvinculadas debido, principalmente a que no pueden cumplir los requerimientos corporativos y las normas internacionales laborales y ambientales, así como de producción, precio, calidad y entrega. Las empresas transnacionales como la Toyota están en posición de elegir a sus PyME´s proveedoras, (Plascencia, 2005).
De acuerdo con Pyke y Sengenberger (1990), un caso de ventajas de la aglomeración y de eficiencia de una política industrial regional que promueve el desarrollo, la competencia y la cooperación mediante la formación de redes entre empresas es el de los distritos industriales; que son sistemas definidos geográficamente, caracterizados por un gran número de empresas que se ocupan de diversas fases y formas de elaboración de un producto homogéneo, y cuyo sello característico es la capacidad de adaptación e innovación. El éxito de las microempresas en los distritos industriales se debe a la interrelación descentralizada entre las esferas política, social y económica, así como a su capacidad de aglomerarse de manera sectorial o de insertarse en redes de subcontratación. Con estas características se destaca su capacidad de especialización flexible.
Este tipo de redes de coordinación, se han asociado con relaciones horizontales entre empresas e instituciones y se basan en la confianza, en lugar de las relaciones verticales de poder y dependencia. Además este tipo de organización local contribuye a las ventajas competitivas de los distritos gracias a la especialización, el aprendizaje colectivo, la flexibilidad y el acceso a una red institucional (Casalet, 1997). En este nuevo paradigma aparece la empresa flexible, que permite las relaciones entre empresas de diferentes tamaños, por medio de prácticas de subcontratación organizadas de manera eficiente. Por esta razón, la subcontratación se ha constituido en una opción entre las empresas que se organizan por el mercado y para aquellas que efectúan todas sus etapas de producción dentro de la empresa.
Huber (2005). Define a la red de subcontratación como una categoría organizacional dividida en dos grandes clases: (a) Las redes empresariales en que el proceso se fragmenta y cada unidad se especializa dentro del proceso productivo global, como una empresa colectiva y (b) la gestión en red que es una estrategia de alianzas entre las empresas en los ámbitos financiero, tecnológico y comercial. Así la subcontratación presenta dos figuras principales; La primera es una cooperación o contratación entre las pequeñas y medianas empresas (red entre empresas) considerada como una relación horizontal entre pares, en donde éstas se especializan en una tarea que contribuye a la eficiencia colectiva de un mismo proceso productivo. La segunda, es la subcontratación entre la gran empresa con las pequeñas y medianas empresas (denominada gestión en red) la cual constituye una integración vertical en la que ambas partes obtienen beneficios en términos de alianza, la pequeña empresa una vez que alcanza cierto grado de especialización y flexibilización de su producción, puede resolver problemas de financiamiento y mercadeo, obteniendo asistencia jurídica mediante el proceso de aprendizaje con la gran empresa; ésta a su vez se beneficia de una mayor flexibilidad para responder pronto a los cambios de la demanda o estilos en los productos, abate costos y hace competitivos sus precios, logrando agregar mayor valor al producto.
De acuerdo con Ruiz Durán (1995), la subcontratación se puede definir como una relación contractual entre dos empresas; una de ellas por lo regular es el productor final o ensamblador (empresa organizadora), que solicita a otra le manufacture partes o productos terminados (empresa subcontratada) para integrarlos al producto final. La formación de redes de subcontratación puede ser un estímulo para la creación de nuevas empresas –micro o pequeñas- o para la reubicación de las existentes, lo cual genera economías de aglomeración y propicia el aprendizaje empresarial y la innovación en las microempresas en un ambiente de cooperación.
Una política industrial regional activa, orientada a institucionalizar la operación natural en redes y sustentada en compromisos sociales de participación y responsabilidad, podría permitir que las micro y las pequeñas empresas transiten de la competencia con salarios bajos y prácticas de subcontratación pasiva a las actividades basadas en la calidad y la productividad para abandonar su estatus de segunda clase, (Mungaray, 1997). Por lo anterior es importante el establecimiento de una política industrial de carácter regional que articule a las micro y las pequeñas empresas, fomente la generación de redes entre ellas, incremente su competitividad y facilite la innovación.
La institucionalización de la organización en redes puede representar una importante estrategia de política industrial que fortalezca las estructuras del mercado nacional y el mercado interno en lo general. Para ello es necesario contar con información sobre las posibilidades y las oportunidades de que las pequeñas empresas se articulen en la estructura productiva nacional y participen en el proceso de apertura comercial, identificando a los sectores que tengan una posición favorable en los mercados mundiales (Huber, 2005).
De esta manera, las relaciones ínter empresariales habilitan a las micro y pequeñas empresas para obtener provecho de economías de escala potencial y de aglomeración, al tiempo que conservan ciertas ventajas de su tamaño, incluidas las prácticas informales y un rápido flujo de información. Este modelo articula empresas de igual o diferente tamaño y las posiciona en alguna fase del proceso productivo, (Hernández, y Rabelo 2005).
Desde la perspectiva de Messner (1996), en el mercado internacional ya no hay empresas aisladas que compitan en forma descentralizada; en su lugar se han constituido agrupamientos industriales de empresas organizadas en redes, cuya dinámica de desarrollo depende en lo fundamental de la eficiencia en su localización. Estos agrupamientos requieren instituciones educativas, de innovación y desarrollo, sistemas de información tecnológica y organizaciones privadas sectoriales, entre otras instituciones, pues al participar en las redes de colaboración la empresa contribuye a reforzar la sinergia del medio.
La formación de redes no se limita a los intercambios comerciales (Casalet, 1997), sino que puede extenderse a otros campos: la colaboración con el sistema de capacitación y educación, la administración pública, los acuerdos de subcontratos o coproducción, las alianzas con instituciones financieras locales, etc.
Ramón Ramírez (2005), afirma que en México, el requisito indispensable para mejorar la productividad y la competitividad del sector es la asociatividad de empresas como una forma de organización industrial moderna, basada en una nueva cultura empresarial con visión compartida, aunada a un nuevo escenario bursátil para compartir el riesgo del financiamiento con la sociedad mediante la creación de un mercado extrabursatil mexicano.
Mungaray et al. (2005), concluyen que las microempresas se han convertido en un punto sensible para equilibrar los procesos de inequidad y mejorar los niveles de bienestar de los miembros de dichas unidades de producción. Han demostrado un admirable espíritu de lucha para crear condiciones necesarias para su prosperidad. Las micro y pequeñas empresas desempeñan un papel importante en la economía, por lo que es necesario formular una estrategia de política industrial basada en redes que alienten la cooperación interindustrial, es decir, que genere ventajas complementarias que a la vez promuevan el aprendizaje empresarial.
En un modelo de subcontratación aplicado en el ámbito estatal mediante una política industrial definida en forma sectorial y regionalmente, la participación y el compromiso de las empresas integrantes pueden redundar en procesos de acumulación y aprendizaje empresarial que permitan a las empresas subcontratistas tener avances tecnológicos importantes, así como el encadenamiento hacia atrás y hacia delante con el resto de las actividades de la región. (Hernández y Rabelo, 2005)

1.2.4. Algunos Enfoques sobre Competitividad.
El diccionario Oxford de Economía define la competitividad como “la capacidad para competir en los mercados de bienes y servicios” (Romo y Abdel, 2005, pág.200). Respecto al tema de competitividad, instituciones y expertos por igual han sido muy prolíficos al proporcionar diferentes definiciones; las definiciones contemporáneas describen a la competitividad como la capacidad de crear un entorno que favorezca el crecimiento sostenido de la productividad y que se refleje en los niveles de vida más elevados para la sociedad. “La competitividad o ventaja competitiva se refiere a la capacidad de transformar insumos o servicios para obtener la máxima utilidad” (Romo y Abdel, 2005, pág.201). Este concepto claramente incluye la noción de otros activos tangibles e intangibles en forma de tecnología y habilidades administrativas que, en su conjunto, actúan para incrementar su eficiencia en el uso de los insumos, así como la creación de productos y procesos de producción más complejos.
Aragón y Rubio (2002 y 2005), sostienen que son muchas y muy diversas las propuestas que pueden encontrarse en la bibliografía relativas a que se entiende por éxito competitivo o competitividad empresarial2 . La mayor parte de los conceptos coinciden en definir a la competitividad como la capacidad para generar ventajas competitivas en forma sostenible, estos autores, a su vez expresan su propia definición de competitividad empresarial como “la capacidad para, rivalizando con otras empresas, conseguir alcanzar una posición competitiva favorable, que permita obtener un desempeño superior al de sus competidores”.
La corriente de investigación que encabeza Rumelt (1991; citado por Aragón y Rubio, 2005), sostiene que la aptitud de la empresa para mostrar resultados superiores depende fundamentalmente de su habilidad para adquirir y coordinar recursos, situando al efecto empresa y la teoría de recursos–capacidades, en el centro del análisis sobre competitividad empresarial.
En opinión de Aragón y Rubio (2005), los principales factores del éxito competitivo de las pequeñas y medianas empresas, se sustenta en la adquisición y gestión de recursos tangibles, intangibles y humanos, así como de sus capacidades. Los resultados de su investigación bibliográfica aparece en los cuadros 4 y 5 respectivamente:

Tabla 4. Factores del Éxito Competitivo - Recursos Tangibles e Intangibles
Según Aragón y Rubio, 2005

 

Factor Resaltado

 

Autores

RECURSOS TANGIBLES

 

Adecuada Gestión Financiera

Birley y Westhead, 1990; Huck y McEwen, 1991; Viedma, 1992; Acar, 1993; Yusuf, 1995; Alvarez y Garcìa, 1996; Gadenne, 1998; Warren y Hutchinson, 2000.

RECURSOS INTANGIBLES

Recursos Tecnológicos

Alvarez y Garcìa, 1996; Donrrosoro et al., 2001.

 

Innovación

Viedma, 1992; Pug, 1996; Camelo et al., 1999; Donrrosoro et al., 2001; Pil y Holwelg, 2003; Ribeiro, 2003.

 

Capacidades de Marketing

Clifford y Cavanagh, 1985; Huck y McEwen, 1991; Viedma, 1992; Alvarez y Garcìa, 1996; Luk, 1996; Pelham, 1997; Lin, 1998; Camelo et al., 1999; Warren y Hutchinson, 2000; Donrrosoro et al., 2001; Pelma, 2000; Pil y Holwelg, 2003; Verhees y Meulenberg, 2004.

Calidad

Luk, 1996; Pug, 1996; Camelo et al., 1999; Donrrosoro et al., 2001.

Fuente: Aragón y Rubio, 2005. Factores Explicativos del Éxito Competitivo: el caso de las PyMEs del estado de Veracruz. Revista Contaduría y Administración UNAM-FCA, nueva época arbitrada, México, num. 216, mayo-junio 2005, pág. 41.

Tabla. 5. Factores del Éxito Competitivo - Recursos Humanos y de Capacidades
Según Aragón y Rubio, 2005

 

Factor Resaltado

 

Autores

RECURSOS HUMANOS

Políticas y Procesos de Dirección de Recursos Humanos

Clifford y Cavanagh, 1985; Kirby, 1990; Huck y McEwen, 1991; Viedma, 1992; Vinckerstaff, 1992; Pfeffer, 1994; Yusuf, 1995; Wijewardena y Cooray, 1995; Luk, 1996; Puig, 1996; Gadenne, 1998; Lin, 1998; Camelo et al., 1999; Loan-Clarke et al., 1999; Smith et al., 1999; Llopis, 2000; McLarty, 2000; Santos y Gonzàlez, 2000; Vinten, 2000; Warren y Hutchinson, 2000; Donrrosoro et al., 2001; Huang, 2001.

RECURSOS DE
CAPACIDADES

Capacidades
Directivas

Dollinguer, 1984; Norburn y Birley, 1988; Huck y McEwen, 1991; Viedma, 1992; Acar, 1993; Yusuf, 1995; Ahiere y Golhear, 1996; Luk, 1996; Puig, 1996; Camisón et al., 1997; Lin, 1998; European Foundation for Quality Management, 2000; Ottewill et al., 2000; Donrrosoro et al., 2001.

Sistemas de Información

Viedma, 1992; Llopis, 2000; Donrrosoro et al., 2001.

Fuente: Aragón y Rubio, 2005. Factores Explicativos del Éxito Competitivo: el caso de las PyMEs del estado de Veracruz. Revista Contaduría y Administración UNAM-FCA, nueva época arbitrada, México, num. 216, mayo-junio 2005, pág. 42.

Desde el enfoque de Aragón y Rubio (2005), cada empresa es única debido principalmente a los recursos que posee y la forma en que los gestiona, por tanto su capacidad para ser competitiva dependerá de si misma. Esta teoría es consistente con el enfoque sostenido por numerosos trabajos de investigación como los de Roquebert et al., publicados desde 1996, Mauri y Michaels en 1998 y Camisón en 2001 (citados por los mismos autores, Aragón y Rubio, 2005). El que la empresa cuente con gran cantidad de recursos disponibles y que sean numerosas las posibilidades para su gestión administrativa, lleva a plantearse la necesidad de estudiar con más detenimiento a la parte interna de las organizaciones para tratar de determinar cuáles son realmente los factores que explican la ventaja competitiva
Villareal y Ramos (2002), agregan que para definir el concepto de competitividad, se debe hacer un análisis sistémico que incluya seis niveles jerarquizados de la competitividad, ubicados en orden de incidencia, mismos que en una representación gráfica concéntrica (descritos desde dentro hacia fuera) incluye los siguientes niveles: microeconómico (capacidad de la empresa), mesoeconómico (la región donde se ubica), macroeconómico (variables de estabilidad), institucional (políticas de buen gobierno), internacional (competidores extranjeros), así como el sistema político-social (entorno cultural); esto significa que el estudio y análisis de la competitividad implica el considerar todos los niveles involucrados para su respectiva comprensión.
En relación al tema, Michael Porter describe la competitividad como un “diamante” con cuatro factores determinantes de la ventaja competitiva: A) Las condiciones de los factores, incluye los factores de producción (mano de obra calificada, infraestructura, financiamiento) que son necesarios para competir en una industria determinada. B) Las condiciones de la demanda, se refiere a la naturaleza (grado de complejidad) de la demanda en el mercado para los bienes o servicios producidos por una industria determinada. C) Las industrias relacionadas y de apoyo, lo que significa la presencia de proveedores confiables y otras industrias relacionadas que sean competitivas en escala internacional. D) Las estrategias de la empresa, estructura y rivalidad, esto refleja las condiciones generales que rigen como se crean, como se organizan y administran las empresas, así como la naturaleza de la competencia entre las mismas. Porter rechaza de manera explícita la definición puramente macroeconómica de la competitividad y concluye que el único concepto significativo de la competitividad nacional es la productividad, pues es el principal factor determinante del nivel de vida a largo plazo en un país, (Nacional Financiera [NAFIN], 1995).
Romo y Abdel (2005), quienes son miembros del Centro de Estudios en Competitividad del Instituto Tecnológico Autónomo de México [ITAM], afirman (en contraposición con Plascencia, 2005), que falta sustento empírico para decir que las normas ambientales hayan tenido un efecto adverso sobre la competitividad. Al desarrollar tecnologías y procesos más limpios para lograr una ventaja en la ocupación de nichos ambientales, o al identificar mejoras como resultado de cumplir con las regulaciones ambientales, los gerentes de empresas comienzan a darse cuenta de que el medio ambiente y la competitividad no están en franca oposición. Por el contrario, argumentan los autores, con regulaciones debidamente formuladas, pueden ayudarse a crear un círculo virtuoso, en el que el medio ambiente y la competitividad se retroalimenten entre sí.
David (2003), afirma que la competitividad global de la empresas actualmente, es el resultado de formular e implantar estrategias desde una perspectiva ambiental, donde han decidido incluir el desarrollo o adquisición de empresas ecológicas, enajenar o modificar las empresas que perjudican el ambiente natural, el intentar convertirse en un productor de bajo costo por medio de la reducción al mínimo del desperdicio y el ahorro de energía, así como el seguimiento de una estrategia de diferenciación a través de las características de los productos ecológicos; finalmente agrega que, algunas corporaciones multinacionales han incorporado valores ambientales en sus declaraciones de misión y visión, estableciendo objetivos orientados hacia el cuidado del medio ambiente natural, proporcionando programas de capacitación ambiental a los empleados y gerentes de la empresa.
El Foro Económico Mundial (World Economic Forum, [WEF]), que elabora un reporte anual para medir la competitividad de 117 economías del mundo, a través del Growth Competitiveness Index [GCI], reporta un ranking de la posición correspondiente para cada uno de los países evaluados, cuyas calificaciones se obtienen de una combinación de datos duros disponibles públicamente, más los resultados de una Encuesta de Opinión Ejecutiva, que es una evaluación realizada junto con su red de asociados (organizaciones de negocios e instituciones líderes en investigación) en los países abarcados por el informe (González, 2005). En 2005 fueron consultados 11 mil líderes de negocios en una cantidad record de 117 economías de todo el mundo. De acuerdo con el WEF, la encuesta detecta un amplio rango de factores que afectan el entorno de negocios en una economía y son clave para el crecimiento sostenido; especial atención se presta a los elementos del entorno macroeconómico, a la calidad de las instituciones públicas que sustentan el proceso de desarrollo y el nivel de preparación e innovación tecnológica.
Capdevielle (2000) comenta que, para abordar el tema de la competitividad, hace falta referenciar a los sistemas nacionales de innovación, definidos estos como una red de varias instituciones de los sectores público y privado, cuyas actividades e interacciones desarrollan, inician, importan, modifican o difunden las nuevas tecnologías; que de acuerdo con su taxonomía, incluye cuatro tipos de instituciones: a) las que propician incentivos financieros y fomentan el desarrollo productivo de la pequeña y mediana empresa; b) las orientadas hacia el fortalecimiento de las capacidades tecnológicas en sectores específicos; c) las dedicadas a la investigación básica y aplicada, el desarrollo tecnológico y la búsqueda de niveles más elevados de capacitación y educación, y d) las orientadas a la creación de un entorno de confianza y certidumbre cubriendo los aspectos de normalización, certificación, calidad y capacitación. A pesar de que recientemente ha sido cuestionada la utilidad del concepto de Sistema Nacional de Innovación, para su mejor funcionamiento estos sistemas deben ser regionales o sectoriales. En otras palabras, para contribuir significativamente en la competitividad, debe buscarse un enfoque sobre la concentración geográfica o sobre una industria específica que podría resultar más provechoso.
Con respecto a la competitividad en el sector agropecuario y los indicadores utilizados para evaluarla, Martínez y Esquivia (2007) hacen un análisis de la Agrocadena de la yuca en Colombia, para lo cual utilizan los datos de la balanza comercial de su país en los últimos años sobre el cultivo de su interés, considerando el intercambio en dólares americanos y en toneladas del producto, sin embargo agrega en su análisis el indicador de “transabilidad”, el cual es el resultado obtenido de aplicar la siguiente formula:
T = [( X- M ) / ( P + M – X )]
En donde: T = transabilidad; X = exportaciones; M = importaciones; P = producción nacional.

De esta forma, los autores calculan las fluctuaciones del comercio internacional para observar algún comportamiento estacional en el consumo aparente; en este análisis incluyen la tasa de protección, los costos de transacción (empacado) y las perdidas por mermas. Otros indicadores empleados para obtener los márgenes de comercialización son: el margen bruto de comercialización (MBC), el cálculo de la participación directa del productor (PDP), y el margen neto de comercialización (MNC), cuyas formulas aparecen a continuación:

  • Margen Bruto de Comercialización (MBC):

MBC =  [(precio consumidor – precio productor) / precio consumidor] x 100
Este indicador, representa la porción que paga el consumidor para cubrir los gastos y las utilidades de la intermediación.

  • Participación Directa del Productor (PDP):

PDP = 100 – MBC
Con este indicador se obtiene el monto que realmente recibe el agricultor por cada peso que paga el consumidor.

  • Margen Neto de Comercialización (MNC):

MNC = (margen bruto – costos de mercado) / precio al consumidor
El indicador muestra que por cada peso que paga el consumidor, que proporción corresponde a las utilidades que se distribuyen en la cadena de intermediación

Por otra parte, la utilización de un indicador global del éxito, para medir el grado de competitividad de las pequeñas y medianas empresas, que incluye aspectos cualitativos y cuantitativos para su análisis, así como fuentes subjetivas para conocer la posición competitiva de las empresas frente a la competencia, se puede obtener a partir de un modelo de regresión multivariante (Acar, 1993; Wijewardena y Cooray, 1995; y Gadenne, 1998; citados por Aragón y Rubio, 2005), de estos últimos autores surge una propuesta para el caso de las PyMEs del estado de Veracruz y matemáticamente la ecuación propuesta es la siguiente:

Competitividad Empresa j = b0+{0.82ICTj+0.141ICSj+0.018ICCj+0.081ICAj+0.067ICEj}+0.099CFj+0.198PTj+
0.073Ij+0.365CMj-0.014CPSj+0.102RHj-0.033FGj+0.051TICj+Ei

En donde:
R2        = 0.395(3 )
b0        =  constante de la recta de regresión (no se proporciona el dato).
Ei        = residuo de la recta de regresión (no se proporciona el dato).
ICTj    = indicador de control – tamaño, para la empresa j.             Significativo: p < 0.01
ICSj    = indicador de control – sector,  para la empresa j.              Significativo: p < 0.01
ICCj    = indicador del tipo de control – familiar, para la empresa j.
ICAj    = indicador de control – antigüedad, para la empresa j.       Significativo: p < 0.01
ICEj    = indicador de control – estrategia, para la empresa j.
CFj      = capacidad financiera de la empresa j.                                Significativo: p < 0.01
PTj      = posición tecnológica de la empresa j.                                 Significativo: p < 0.01
Ij          = innovación en la empresa j.
CMj    = capacidades de marketing en la empresa j.                        Significativo: p < 0.01
CPSj   = calidad del producto o servicio en la empresa j.
RHj     = gestión de los recursos humanos en la empresa j. Significativo: p < 0.01
FGj     = Formación del gerente en la empresa j.
TICj    = Tecnologías de la información y comunicación en la empresa j.

Los parámetros de los coeficientes de variación parcial para cada una de las variables independientes representan la estimación del cambio en la variación de la variable dependiente que puede atribuirse a un incremento en una unidad de la variable independiente.
Por último, Aragón y Rubio (2005) comentan que la inclusión de variables externas como el nivel de incertidumbre del entorno general, el atractivo del entorno específico, la pertenencia a un grupo estratégico o a un distrito industrial, sin duda que mejoraría el R2 del modelo, aunque en su trabajo no constituyó el objeto de estudio. Como se puede apreciar, este es un tema que entraña gran complejidad, tanto por la falta de un consenso en la literatura existente acerca de la unidad de análisis o del marco teórico por adoptar, como por la dificultad que representa la elección de una definición clara y operativa de la competitividad.
            Por otra parte, Montegut, Gallizo y Saladrigues (2007)4 , trabajaron en una investigación sobre la competitividad en cooperativas de producción, a través de un análisis multivariante, utilizando para ello una muestra de 108 almazarras cooperativas de Cataluña España, cuya finalidad fue determinar los factores explicativos del éxito competitivo de estas organizaciones.
            El modelo propuesto para el contraste de sus hipótesis, se apoyo en una regresión multivariante, al igual que los trabajos publicados por Acar (1993), Wijewardena y Cooray, Gadenne (1998), Hansen y Wernerfelt (1989), Ramaswamy (2001) y Hitt et al. (2001), todos ellos citados por Montegut et al. (2007).

En donde:
R2 ajustado = 0.716
Yj        = Resultado del indicador de éxito
b0        = Constante de la recta de regresión
b1 hasta b16 = Parámetros de los coeficientes de las variables independientes.
Ei        = Error aleatorio o residuo de la recta de regresión.
ZOkj    = Zona de Ubicación. (Valor de Beta = 0.174 ***)
CFlj     = Capacidad Financiera de la Cooperativa. (Valor de Beta = 0.019)
PTmj    = Posición Tecnológica. (Valor de Beta = 0.219 ***)
CLj     = Calidad del Producto. (Valor de Beta = 0.142 ***)
DMj    = Dimensión de la Empresa. (Valor de Beta = 0.703 ***)
PSnj     = Gastos de Personal y Personalización de las Ventas. (Valor de Beta = 0.054)
COj     = Pertenencia a una entidad de segundo grado. (Valor de Beta = 0.018)

Por lo que reportan que el conjunto de las variables incluidas en la regresión, pueden explicar el 72% de la variabilidad del resultado.

1.2.5. Procesos Organizacionales desde una Perspectiva Regional.

El tema del desarrollo regional puede ser abordado desde distintos puntos de vista y con orientaciones diferenciadas dependiendo del interés de estudio y alcances de la investigación. El desarrollo regional en México, a través del tiempo y el espacio, ha conformado relaciones y definido intereses comunes que les confieren la categoría de región socioeconómica Delgadillo, Torres y Gasca, 2001). La territorialidad de los procesos económicos, políticos, culturales, sociales, globales, etc, que tienen lugar dentro de estas unidades geográficas y su relación con el desarrollo, representa el marco específico para analizar al país en su desarrollo actual y futuro.
Ruiz-Duran (2004). El desarrollo regional es sin duda, uno de los temas de mayor relevancia debido al agotamiento en la capacidad de respuesta del Estado para resolver los problemas locales y regionales del país. En la actualidad hay dos perspectivas de política económica sobre el tema: una fuerte orientación promocional de la autoridad estatal, así como de las comisiones locales de desarrollo económico para atraer inversiones extranjeras, y un enorme interés del gobierno federal y de la sociedad por el potencial de los pequeños negocios ante la crisis de empleo. Es indispensable conciliar estas dos visiones y entender que las políticas de los gobiernos federal, estatal y municipal pueden generar sinergias para aprovechar dichas inversiones.
La importancia de una política industrial con enfoque regional es que permite aprovechar las ventajas locales e impulsar la creación de condiciones que favorezcan el desarrollo y la competitividad de las empresas ubicadas en sectores dinámicos, y que por falta de apoyo institucional no se han podido articular a la actual estrategia industrial, (Hernández y Rabelo, 2005). De ahí la necesidad de una política industrial que favorezca la competencia y la formación de redes que articulen a las microempresas, en especial las de sectores con mayor dinamismo.
Mungaray (1997), hace hincapié en la necesidad de formular una política de organización industrial para la pequeña y mediana empresa que institucionalice las redes a partir de una perspectiva regional y tome como punto de apoyo la subcontratación de las pequeñas y medianas con las grandes empresas. Con ello se lograría compartir experiencias transferir tecnología y aprovechar el dinamismo de los mercados para abrir oportunidades de ingreso a otras empresas, lo cual genera importantes efectos multiplicadores, como con los países desarrollados de Europa y Estados Unidos.
La globalización de la economía influye en las políticas regionales, por ello Bertelli et al. (1997) afirman que las políticas basadas en lo regional ofrecen la ventaja de construir la competitividad de grupos de empresas cuyos miembros están a menudo interrelacionados, ya que ocupan a la misma fuerza laboral, utilizan la misma infraestructura física, compran y venden entre sí y recurren a los mismos intermediarios financieros.
Como señalan Mungaray y Ramírez (2000), los incrementos en el valor de la producción y el número de los pequeños negocios, se correlacionan de manera estrecha con mayores niveles de empleo, lo que permite una mayor distribución del ingreso y mejor distribución social, dichos empleos acrecientan y vigorizan la demanda interna y aumentan las oportunidades de negocio y empleo.
México se enfrenta a importantes desequilibrios derivados de problemas estructurales y una composición productiva en la que predominan las pequeñas empresas, la proliferación de éstas puede ayudar a sustituir las importaciones por insumos nacionales y así, incrementar el multiplicador del gasto y fortalecer el crecimiento (Ruiz, 2000).
Huber (2005), comenta que el actual modelo de apertura comercial, falló desde el principio al abrir los mercados internos a la competencia exterior sin haber instrumentado en paralelo a la política macroeconómica de contención inflacionaria, las medidas compensatorias a favor de los sectores más desprotegidos, los efectos hoy se observan en la desarticulación de la estructura productiva nacional, desequilibrios en las cuentas externas y la concentración de los beneficios económicos en empresas de gran tamaño con capacidad de producir altos volúmenes con costos unitarios decrecientes. En cambio, las micro y pequeñas empresas, que operan con tecnología tradicional y baja productividad, quedaron marginadas de dichos beneficios y de su incorporación a las cadenas productivas. Por tal motivo, Huber afirma que es preciso articular y apoyar a las pequeñas y medianas empresas en áreas geográficas definidas y con posibilidades de formar parte de una red productiva con base en la subcontratación o la aglomeración para generar una alternativa de organización horizontal y desarrollo regional, frente a los modelos tradicionales de organización industrial de integración vertical que inhiben el crecimiento con equidad.
Por otro lado, Ramón Ramírez (2005), opina que el problema de acceso al crédito de las pequeñas y medianas empresas por parte del sistema financiero público o privado, parte de la poca confianza en el uso de los recursos. Esto se sabe porque las pequeñas y medianas empresas carecen de apoyo técnico y orientación profesional para la organización de la inversión derivada del crédito o cuentan con muy poco de ambos. En este escenario, la incorporación masiva de estas empresas en el mercado bursátil, debe tener como condiciones suficientes y necesarias la asociatividad y la cooperación en el marco de un nuevo paradigma de financiamiento.
Esta asociatividad debe entenderse como un mecanismo de cooperación por medio del cual, se establecen relaciones o articulaciones entre individuos o grupos de ellos para la consecución de un objetivo común. Tiene su base en el compromiso, la confianza, la comunicación permanente y la diversificación del riesgo (Ramírez, Ramón. 2005). En México se han realizado esfuerzos interesantes al respecto, pero han fracasado debido a los objetivos de largo alcance que se plantearon, como lo fueron en su momento las uniones de crédito. La diferencia fundamental entre el nuevo paradigma de la asociatividad y las antiguas formas de asociación consiste en el trabajo previo y exhaustivo para establecer conciencia y cultura entre los participantes
Mungaray et al. (2005), opinan que en la actualidad las empresas se orientan hacia una reestructuración para enfrentar el reto de la eficiencia y la innovación. Se observa que las grandes empresas segmentan su proceso productivo para no absorber todos los costos y ganar eficiencia en la producción, con el objetivo de responder a las necesidades del mercado. Por otro lado, las unidades económicas de menor tamaño buscan encadenar su proceso productivo con las más grandes, ambas con el objetivo de disminuir la incertidumbre, mantenerse en el mercado y maximizar los beneficios.
La globalización de los procesos productivos genera una estructura especializada en muy pocas actividades y tiende a modificar su composición por el cambio en la importancia relativa de las mismas, sin diversificar la producción (Capdevielle, 2005). Lo anterior no significa que estos bienes carezcan de cambios tecnológicos significativos pero están acotados a las actividades productivas básicas. Tampoco es posible identificar en las actividades globales una diversificación de la producción en un sentido horizontal (incorporando nuevas clases de actividades y diferentes tipos de productos), ni vertical (eslabonando en el país fases de un mismo proceso de producción).
Por otra parte, la especialización productiva de una región puede definirse como la abundancia de productores de una rama de la producción en una zona geográficamente determinada, frecuentemente a causa de la disponibilidad de recursos naturales, como sería el caso de las regiones madereras, mineras o vinícolas, pero también a causa de la presencia de procesos generacionales de enseñanza aprendizaje de cierto oficio o actividad, como el caso de las regiones productoras de ropa y calzado, entre muchas otras (García, 2002).
De acuerdo con García (2002), las experiencias de algunas regiones altamente especializadas demuestran que el modelo podría tener más ventajas que desventajas en términos de competitividad empresarial, su argumentación la resume en los siguientes puntos: Primero, porque existe una gran cantidad de unidades productivas especializadas, ubicadas en la misma ciudad o región,  con lo cual da lugar a lo que se conoce como un “clúster industrial”. Segundo, es posible apreciar diversas configuraciones empresariales, lo cual posibilita la convivencia de empresas de diversos tamaños, las cuales conforman redes de relaciones basadas tanto en la subcontratación como en esquemas de colaboración interorganizacional. Tercero, en regiones altamente especializadas, puede aparecer la condición del modelo definido como especialización flexible, constituyendo lo que en términos teóricos él denomina “distrito industrial”.
Un distrito industrial es mucho más que un clúster, afirma el autor. “El distrito industrial es una entidad socio-territorial que se caracteriza, tanto por la presencia activa de una comunidad de personas como un conjunto de empresas en una zona natural e históricamente determinada”, que en opinión de Becattini (citado por García, 2002), la comunidad y las empresas tienden a fundirse, a diferencia de otros ambientes, tales como las ciudades industriales.
García (2002), continua listando sus argumentos y agrega: Cuarto punto, en términos económicos, se puede suponer que en un distrito industrial se tiene la existencia de una compleja red de cooperación y competencia entre empresas de tamaño pequeño y mediano, que puede dar lugar a un comportamiento económico que permite que los productores, si están unidos y recurren a determinadas estrategias y acciones colectivas, pueden enfrentar con éxito la competencia global y superar las barreras producto de las empresas de gran escala. Dicho de otra forma, cuando faltan la cohesión social y la confianza, el distrito industrial no se manifiesta.
Quinto y último punto de su argumentación (García, 2002). El autor presupone que las explicaciones meramente económicas no han sido capaces de dar respuesta las principales interrogantes del modelo productivo de la especialización flexible, también conocido como “Modelo Italiano”, fundamentalmente por la presencia innegable de configuraciones heterogéneas en lo social, que se contraponen a las explicaciones económicas del actor racional o de la maximización utilitaria de las actividades empresariales. Por ejemplo, la especialización flexible supone: a) la existencia de una gran cantidad de empresas de corte familiar; b) la operación de las empresas a partir de relaciones basadas en la confianza recíproca entre los empresarios, que se sostienen a través del tiempo y que teóricamente posibilitan la dualidad cooperación-competencia; c) la existencia de una densa red de transmisión de conocimientos sobre la actividad económica; d) la cohesión social de los empresarios en el plano de lo informal, desde el momento en que participan en actividades conjuntas que dan lugar a nuevas relaciones sociales entre ellos.
De las anteriores consideraciones, puede deducirse que las redes de relaciones sociales de los sujetos empresarios son condicionantes para la posible existencia de redes de empresas, típicas del distrito industrial (García, 2002). Así pues, se manifiesta la necesidad de explicar el porque algunas regiones productivamente especializadas tienen éxito desde el punto de vista económico, al evolucionar de un simple clúster a la categoría de un distrito industrial, y también porque otras se quedan en la simple aglomeración de empresas.
Hernández y Rabelo (2005). Las experiencias nacionales de crecimiento se basan en experiencias regionales en que los gobiernos locales se arriesgan e invierten en ciencia y tecnología. Tal es el caso de países como Estados Unidos, España, Francia e Italia, donde se instrumento una política activa en que participaron todos los actores económicos, se generaron las condiciones favorables a la competitividad y mediante la creación de redes, se impulsó a las micro y pequeñas empresas.

1 De acuerdo con el Consejo Nacional de Población [CONAPO], (2001). En el 2000 había 8.5 millones de mexicanos en EUA, de los cuales 3.5 millones carecían de documentos. La población de México en el nuevo siglo. Información recuperada el 12 de septiembre del 2005.  www.conapo.gob.mx

2 Este concepto es definido por: Peters y Waterman (1982), Schmalensee (1985), Kester y Luerhrman (1989), Michael Porter (1990), Rumelt (1991), McGahan y Porter (1997), McGahan (1999), Pelma (2000), Chang y Singh (2000), Paig y Littrel (2002), así como otros autores, citados todos por Aragón y Rubio (2005)

3 De acuerdo con Aragón y Rubio (2005; 55), “el resultado alcanzado de 0.395 en el Coeficiente de Determinación R2 confirma que el “modelo es significativo”, y su poder explicativo es similar al obtenido por Wijewardena y Cooray (1995) y mayor que el obtenido en la investigación realizada por Acar (1993)”

4 Montegut et al. (2007), presentaron su trabajo de investigación en el segundo Congreso Catalán de Contabilidad y Dirección en el Instituto de Estudios Superiores de España [IESE] en Barcelona, España.