ESTUDIO ECONÓMICO SOBRE EL TRATADO DE IBN ABDÚN

ESTUDIO ECONÓMICO SOBRE EL TRATADO DE IBN ABDÚN

Eduardo Escartín González (CV)
Universidad de Sevilla

2.3.2 La importancia económica del ganado

Algunos autores interpretan esta normativa sobre el consumo de carne, tal como dice Mahoma, bajo el punto de vista de una alimentación saludable. De hecho, el cerdo suele transmitir una enfermedad: la triquinosis. Sin embargo, Marvin Harris (1985, p. 75) considera que la enfermedad transmitida por el cerdo no tiene nada de excepcional, puesto que otros animales, cuya carne está permitida consumir, también transmiten enfermedades. Por ejemplo, el ganado vacuno transmite la tenia; y el ganado vacuno, caprino y ovino transmiten la brucelosis y el ántrax. La triquinosis apenas produce síntomas en la mayoría de los individuos infectados; mientras que el ántrax sí puede producir la muerte. Ahora bien, estas carnes expuestas a un calor que penetre hasta el fondo, es decir, bien cocinadas, se convierten en inocuas, porque los posibles parásitos, bacterias, larvas o esporas, mueren con el calor intenso. Por lo tanto, la teoría de la alimentación saludable se derrumba, puesto que la humanidad desde tiempos inmemoriales utiliza el fuego para cocinar los alimentos; lo cual no excluye que en alguna ocasión –caso aislado se diría hoy en día para no sembrar la alarma social– una carne poco asada provoque la transmisión de la enfermedad, pero no como caso general.
Marvin Harris (ib., pp. 76 a 78) teniendo en cuenta el hábitat semidesértico de donde provienen estas prohibiciones, nos ofrece una explicación de carácter económico, que tiene bastante de convincente. Las vacas, ovejas y cabras, cuyo consumo está permitido en las culturas judías y musulmana, son rumiantes que metabolizan hierbajos, o vegetales que el hombre es incapaz de digerir, y, en consecuencia, la alimentación de estas reses no es competitiva en absoluto con la del hombre (por lo general, aunque estos animales también puedan comer –y de hecho les encanta– los cereales de uso humano). En cambio, el cerdo es omnívoro y come los mismos alimentos que el hombre, y otros más; pero en el Oriente Próximo –Palestina, Arabia y países limítrofes– pocos alimentos más hay fuera de los que el hombre utiliza, y apenas quedan desperdicios para echárselos a los puercos. Así es que los cerdos se convierten en verdaderos competidores de los hombres, en cuanto a los alimentos se refiere. Tomando como medida el poder energético de los alimentos, resulta que la cantidad necesaria de calorías para convertir un cerdo en producto rentable es muy superior a la de las calorías que luego el hombre aprovecha comiéndose ese animal. Por consiguiente, el consumo de esta carne supone un derroche energético tremendo, que no se puede consentir ahí donde los recursos alimenticios son poco variados y además escasos. Por eso, en estas condiciones, es preferible que los humanos consuman directamente los alimentos que también sirven para cebar al ganado porcino. Se exceptúan de esta regla aquellos hábitats que suministran comida que el hombre desprecia y cuyo único aprovechamiento es el de dárselo a los cochinos; por ejemplo, cuando hay bastantes castañas o bellotas amargas, que resultan algo desagradables para el paladar humano, aunque también podrían ser consumidos estos alimentos por los hombres en caso de necesidad o debidamente condimentados. O sea, si los puercos resultan peligrosos para la supervivencia humana, no se les debe criar; y una forma eficaz para conseguirlo es mediante una prohibición bajo la modalidad de una norma religiosa, que es más eficaz y menos cuestionada debido a que su violación se considera pecado.
Ibn Abdún, aunque sólo en parte y con carácter temporal, también aduce una motivación económica a la hora de ampliar la prohibición coránica sobre el consumo de carne. En este sentido, su propuesta del §120 es la siguiente: “No se deberá sacrificar ninguna res buena para la labranza, a menos que tenga algún defecto, ni ninguna hembra buena para la reproducción”. Es decir, los animales que son útiles a la economía humana no deben consumirse hasta que dejen de serlo. Entre estos animales se encuentran también los equinos, cuya utilidad para el hombre es evidente desde hace siglos 1.

1 Amplios detalles sobre las prescripciones religiosas y la salubridad en la alimentación se encuentran en Bramon (1998), recomendable artículo ampliamente documentado. En este escrito se encuentran asimismo referencias a fundamentos económicos propuestos por Mahoma al margen del texto coránico, como la prohibición de comerciar carne de perro y la de vender leche cuando aún está en las ubres o la de dejar de ordeñar antes de vender las hembras para que aparenten ser más lecheras.