 
	
	Indudablemente, el  principal medio de transporte y carga lo constituían los équidos. Ibn Abdún  confirma este hecho al mencionar en muchas ocasiones las caballerías con estas  finalidades. Puesto que no menciona ninguna vez los carruajes, tiene que ser  cierta la observación de Bramon (1998, p. 175) respecto a que el transporte terrestre  se hacía mediante acémilas y que “la rueda y el carro parecen totalmente  ausentes de la actividad económica islámica medieval”. Por tanto, la cría  caballar, y también la de mulos y asnos, debía constituir una importante  actividad ganadera, máxime si se considera que la caballería era un elemento  fundamental para la guerra. Esta intuición, por lo demás bien lógica, queda  confirmada para el caso de Sevilla por Lévi-Provençal (1957, p. 168) al decir  lo siguiente:
            La región más  propicia para la cría de caballos era la del bajo Guadalquivir, donde, en los  meandros del río, la hierba crece viciosamente. Allí instaló Almanzor una  yeguada y su reserva de caballos de monta.
            La fama de los caballos  sevillanos y la calidad de los pastos de las tierras del bajo Guadalquivir  datan de antiguo. Dozy (1861, Tomo II, pp 190 y ss.) relata los hechos que  acaecieron en Sevilla durante la sublevación, en el año 889, de dos grandes  señores árabes asentados en esta provincia (cora, en la terminología arábiga).  Ambos urdieron un plan para arrebatar varias plazas al emir: Carmona y Coria  del Río. De paso se apoderarían de otros bienes, como “los ganados  pertenecientes a un tío del sultán, que pastaban en una de las dos islas que  forman el Guadalquivir en su desembocadura.” (ib., p. 195). En efecto llevaron  a cabo su plan, y desde Lebrija pasaron a una de las citadas islas donde se  encontraba un pastor al cuidado de doscientas vacas y cien caballos. Tras matar  a ese infeliz guarda se adueñaron de los animales y marcharon sobre Coria, en  cuya fortaleza, tras sorprender y tomar, dejaron a buen recaudo su botín (ib.,  p. 196). Esta anécdota recuerda, por su similitud, a la aventura de Hércules  relativa al robo de los toros de Gerión, que habitaba en las tierras de  Hesperia (las cuales serían ubicadas más tarde en Tartesios, es decir en la  cuenca baja del Guadalquivir).
            Aparte de las numerosas  menciones a las cabalgaduras, Ibn Abdún alude a las reses de matadero, pero  prohíbe sacrificarlas (§120) mientras fueran útiles para la labranza o aptas  para la reproducción. No olvidemos que también prohíbe a los judíos (§157)  matar reses para los musulmanes, y, para hacer efectiva esta recomendación (en  ese mismo epígrafe) dice: “Se ordenará que los judíos tengan tablas de  carnicería especiales para ellos.” En lo concerniente a los animales, nombra  concretamente el ganado vacuno (§70) y el ovino, este último bajo las  acepciones de carnero (§65) y cordero (§119, 120, y 147). La importancia de la  actividad ganadera queda confirmada por la existencia de tratantes de ganado  (§65) y por la de ferias de ganado (§187), en las que debería haber “un síndico  [amīn] a cuyo laudo haya de  recurrirse en caso de diferencias entre las partes.”
            La carne se despachaba en  carnicerías, pero también se expendía extramuros. Y, al parecer, esta carne  solía provenir de robos y por ello Ibn Abdún (§70) propone que el cadí coloque  fuera de las puertas de la ciudad un hombre, cuya misión era:
            que se informe  de la procedencia de las pieles y carnes de ganado vacuno que se venden allí y  suelen ser robadas, y averigüe quiénes son sus dueños. Si se comprueba que es  su dueño el que las ha traído, déjesele; pero si no, persígasele sin remisión  como ladrón.
            Así pretende Ibn  Abdún impedir la venta de carnes de ganado vacuno robadas.
            Por lo que respecta al  despacho de carne en las tablajerías, ibn Abdún estipula (§119) las siguientes  prevenciones que debían tomarse:
            No se venda en  un mismo mostrador carne de diferentes clases, ni la grasa mezclada con la  magra. Las tripas no han de venderse más que sobre tablas secas, porque el agua  las echa a perder y les aumenta de peso. Debe sacarse el bandullo de los  corderos, para que no se venda con la carne y al mismo precio, lo cual sería un  fraude. No se han de desollar las cabezas de cordero, salvo las de los lechales  únicamente. Las asaduras han de ser sacadas, salvo en los corderos; no se dejen  sin sacar, en absoluto, porque es también ocasión de fraude.
            Además de la finalidad  alimenticia, del ganado se obtenían materias primas para la artesanía: cuero  (§160) y, sobre todo, lana a la que Ibn Abdún se refiere en varias ocasiones  (§96, 161, y 174). Con destino a la nutrición se utilizaban también animales  pequeños provenientes de la cría en granja o de la caza, como los conejos, las  aves de corral, las perdices, y, en general, la volatería (§112); pero se debía  tener mucho cuidado con la procedencia de estos alimentos, ya que “no se  comprará de leprosos huevos, pollos, leche ni otro producto, sino que ellos han  de comerciar entre sí.” (§164).
            Otros alimentos de origen  animal citados por Ibn Abdún son: leche (§105 y 164), incluso leche cuajada  (§105); queso (§125); requesón (§118); huevos (§113 y 164); manteca (§198);  carne grasa (§119); salchichas (§124) y albóndigas (§124). Una curiosa prescripción  de Ibn Abdún referente a los huevos 1 es la siguiente(§113): “Los hueveros deberán tener ante sí unos cacharros  llenos de agua, para poder distinguir en ellos los huevos podridos.” 
            Y no podemos olvidarnos  de la pesca, pues al parecer los sevillanos debían ser bastante aficionados al  pescado, que consumían tanto fresco como en salazón (§121). Respecto al pescado  había que tener ciertas precauciones, que determina Ibn Abdún en dos epígrafes. 
            En el primero de ellos  (§121) establece lo siguiente:
            El pescado, tanto el salado como el fresco, no se  lavará con agua, porque lo echa a perder, ni se macerará en agua el pescado  salado, porque también se echa a perder y se corrompe.
            Y en el segundo  de ellos (§123) precisa que “No se venda el pescado corrompido que ha sobrado.”
1 Prescripción con sabor a antiguo y por eso a las personas de una cierta edad, más bien avanzada, no les llama en absoluto la atención, pues la conocieron y practicaron.