ESTUDIO ECONÓMICO SOBRE EL TRATADO DE IBN ABDÚN

ESTUDIO ECONÓMICO SOBRE EL TRATADO DE IBN ABDÚN

Eduardo Escartín González (CV)
Universidad de Sevilla

La construcción

Este ramo de la actividad económica, en el que también se incluyen la habilitación y reparación de edificios, como la mezquita mayor, que tendrá “un maestro albañil de plantilla, que se ocupe continuamente de las reparaciones necesarias y cuando claudique la fábrica la restaure” (§33), de puentes (§52), de caminos (§ 71), de calles (§85), del atrio de la mezquita (41), de cloacas (§52 y 85), de pozos negros (§88) y estercoleros (§86), constituye para el autor que estamos estudiando una de las mayores preocupaciones. Ibn Abdún (§71), concede una gran importancia a las viviendas ya que:
son los abrigos en que se refugian las almas, los espíritus y los cuerpos, por lo cual deben ser protegidas y vigiladas, ya que en ellas se depositan los bienes y se custodian las vidas, [...] y, por consiguiente, es preciso examinar todos los materiales que se necesitan en la construcción. Primeramente se ha de mirar el espesor de los muros y la distancia que ha de separar las gruesas y fuertes vigas maestras el edificio, ya que ellas son las que soportan el peso y sostienen la construcción. Por lo que toca al ancho de las paredes maestras, no será menor de dos palmos y medio. Así se lo ordenará el cadí y el almotacén a los maestros de obra y a los albañiles. Ningún muro que deba soportar peso tendrá un ancho inferior a lo dicho.
Luego, en el mismo §71 continúa:
Los ladrillos habrán de ser grandes y adaptados al susodicho ancho del muro. En poder del almotacén, o colgados en la mezquita mayor, deberá haber patrones del grueso de los ladrillos, del tamaño de las tejas, del ancho y grueso de los tirantes y de las vigas, así como del grueso de las tablas de solería. Estos patrones, hechos de madera dura, no susceptible de carcoma, se colgarán de clavos en lo alto del muro de la mezquita mayor y se los conservará con cuidado, para poder acudir a ellos cuando se crea que los materiales citados son mayores o menores de lo fijado, mientras otros iguales obrarán en poder de los maestros de obra, para su trabajo. Esta es una de las cosas más importantes y esenciales que se han de tener en cuenta.
En otros epígrafes se encuentran más prescripciones sobre estos y otros materiales de construcción, como son: barro y adobes (§74), que deben fabricarse con moldes amplios y “con un largo, ancho y grueso determinados y conocidos, tanto del almotacén como de los obreros”; clavos (§81), que “habrán de ser sólidos, de forma regular y de cabeza gorda”; cerraduras, en general (§217), que deberán ser resistentes, y, en particular las de las alacenas (§81), que han de estar “bien hechas” y ser “gruesas y fuertes”; arcilla para ladrillos y tejas (§72), cuyos patrones de fabricación tendrán que estar “en poder del almotacén, o colgados en la mezquita mayor”1 ; arenilla blanca y grava (§188), en cuyas canteras debe prohibirse la edificación, por ser terrenos de utilidad pública; yeso, ceniza, y cal (§84), productos que se venderán por medidas y perfectamente cernidos para eliminar de ellos las piedras y otros desechos; y piedras (§101), que, al igual que las vigas, cuando se transportan a lomo de semovientes debe vigilarse a los caballerizos para que no “abrumen con demasiado peso a las caballerías, y si el almotacén coge a alguno que lo haga, debe castigarlo”.
Los productos de la alfarería eran variadísimos. Había, por ejemplo: ladrillos especiales llamados de «muela y nuca» para el revestimiento de pozos (§73); otros, también especiales, para cubrir solerías (§73); otros refractarios para los hornos (§73); tejas específicas, “de las llamadas «’āsimiyyas», para los aleros de los relojes mecánicos” (§73) 2; recipientes de barro vidriado, para impedir la contaminación de determinados productos, como la leche con el cardenillo originado en las vasijas de cobre (§106); copas, tanto de vidrio como de alfarería (§116); y se puede suponer que muchos más. Lo cierto es que la alfarería ocupaba a gran cantidad de gente, tanta que los alfareros tenían una mezquita y, consecuentemente, un barrio propio (§52). Estos artículos, como ya se ha dicho que preconizaba Ibn Abdún, debían fabricarse “fuera de las puertas de la ciudad, y las alfarerías se instalarán en torno al foso que rodea a ésta, donde hay terrenos más espaciosos, pues en la ciudad escasea el espacio libre.” (§73) 3.
Como es natural, la construcción daba lugar a múltiples profesiones además de los alfareros: maestros de obra (§71 y 72); maestros albañiles (§33); albañiles (§712 y 73); obreros (§74); peones en general, como acarreadores (§77) y esportilleros (§84). Una mención especial merecen los porteadores de parihuelas para ladrillos, tejas y adobes, porque este elemento de transporte sólo se debía utilizar para llevar en exclusiva esos materiales de construcción, según los deseos de Ibn Abdún (manifestados en el §180), y, además las parihuelas debían confeccionarse con largueros cortos y materiales ligeros y resistentes, para que “si están vacías, se las pueda llevar en alto, caso de aglomeración”. Otros oficios relacionados con la construcción contemplados en el Tratado de Ibn Abdún son: maestros carpinteros (§139); carpinteros (§81); aserradores (§75); herreros, para los herrajes de las alacenas (§81)4; estañadores (§81); cerrajeros (§81); yeseros (§84); caleros (§89); albañaleros (§65); poceros (§88) y otros oficios indirectos, correspondientes a las personas que se ocupaban en manufacturar las herramientas y el utillaje para el desempeño de las profesiones más directamente relacionadas con la construcción.


1 Además sobre estos materiales de construcción prescribe Ibn Abdún que los ladrillos habrán de ser grandes y adaptados al ancho del muro de las casas, y estos dos productos “deberán ser fabricados fuera de las puertas de la ciudad”, así como las alfarerías que “se instalarán en torno al foso que rodea a ésta”, porque hay terrenos más espaciosos mientras que “en la ciudad escasea el espacio libre” (§73).

2 ¡Ya había relojes mecánicos en las fachadas de los edificios en aquella época! Tal es la versión que nos transmite Lévi-Provençal en su traducción, quien además en este punto aclara, en nota a pie de página, lo siguiente:
  Debe tratarse de relojes con doce campanas exteriores, protegida cada una por un alero de tejas, del tipo de uno cuyos vestigios aún subsisten en la fachada de una dependencia de la Madraza Abu ‘Inaniyya de Fez (cf., sobre esta madraza, A. Bel, Inscriptions arabes de Fès, 1919,pp 275 ss.).
No obstante, parece que la época de Ibn Abdún es históricamente temprana para la existencia de relojes mecánicos. Es posible que científicos de la civilización árabe estuvieran trabajando en la construcción de relojes mecánicos de pesas (inspirados en las clepsidras) sobre finales del siglo X o en el siglo XI, pero no hay constancia documentada de su realidad práctica hasta la descripción de este tipo de relojes que se hace por primera vez en Los libros de Saber de Astronomía de Alfonso X el Sabio (Claret, 2000, p. 8). Seibt (1984, p. 25) y Paravicini (1984, p. 179) coinciden en datar durante el siglo XIV el momento en que empezó a difundirse por Europa la instalación de relojes mecánicos monumentales en las torres. Lavado (1991, p. 444), en su comunicado sobre la ciudad mudéjar medieval, atribuye la instalación de relojes en las torres de las iglesias y catedrales a influencia centroeuropea; incluso indica que la colocación de relojes en las mezquitas tunecinas se debió a la aportación de los moriscos aragoneses. Por consiguiente, es poco probable que cuando Ibn Abdún escribe hubiera en Sevilla la demanda suficiente de instalar relojes mecánicos en las fachadas como para necesitarse un abastecimiento continuo de los ladrillos especiales para los aleros de “los relojes mecánicos”. Si se necesitaba un suministro regular de estos ladrillos especiales para los aleros tendría que ser para atender instalaciones más cotidianas, que garantizasen una demanda considerable, como podría ser el caso de los relojes de sol, más propios de aquella época (y que perduró su construcción durante bastantes siglos después). La insinuación de Lévi-Provençal respecto a los carillones es todavía más improbable, porque éstos son mucho más tardíos (Calvete, 1991; y Llop i Álvaro, Francesc, 2003).

3 Esta prescripción de Ibn Abdún contradice la creencia de los sevillanos respecto a que el barrio de Triana era el barrio de los alfareros, salvo que en época posterior se ubicara en dicho barrio a los alfareros.

4 Otros herreros considerados por Ibn Abdún son los herradores que hacían y ponían las herraduras de las caballerías (§82).