METODOLOGÍA PARA LA FORMACIÓN SOCIO - IDENTITARIA DEL LICENCIADO EN HISTORIA.

María del Carmen Véliz Torres

CAPÍTULO I.
Capítulo I. Fundamentos para la formación socio - identitaria del estudiante de la Licenciatura en Historia


En este Capítulo se revelan las principales tendencias en relación con el contenido del saber histórico y el contenido de la enseñanza de la historia. Asimismo, se revela el estado actual del problema en la esfera de la formación, a partir de la determinación de las relaciones entre el contenido de la cultura histórica, el contenido de la enseñanza y la necesidad de un arreglo didáctico que tribute a su interrelación dialéctica. Se concluye con la caracterización y diagnóstico de la situación en la carrera Licenciatura en Historia en la Universidad de Camagüey.


1.1. Marco conceptual general en torno al contenido de los estudios históricos en el devenir.


El estudio de la historia constituye una necesidad para comprender los caminos de cualquier civilización; sus funciones están encaminadas a recuperar los recuerdos que hacen que estos se conviertan en memoria, y los elementos que identifiquen al hombre con su pasado y futuro. Es una búsqueda incesante de la verdad, un por qué permanente. La historia es conocernos a nosotros mismos, elaborar el recuerdo colectivo.
El análisis etimológico de la palabra historia permite corroborar cómo esta deriva en todas las lenguas romances y en inglés del término griego antiguo Lotopín: “historia” en dialecto Jónico, o sea, el que examina la verdad a través de averiguaciones e indagaciones (Moradiellos, 1992).
Según el historiador Fernand Braudel la historia es una dialéctica de la duración, es el estudio de lo social, de todo lo social y por tanto del pasado y también por tanto del presente, ambos inseparables.
Para (Aguirre 1999: 163) la historia trata en efecto de reconstruir todo el hacer humano en el tiempo, rescatando e interpretando toda huella humana posible, toda marca o señal dejada por el hombre en cualquiera de los distintos ámbitos de la sociedad y de la naturaleza, y a lo largo de las diversas épocas del progresivo y multifacético avance social.
Según Julio Le Riverend “... la historia no es solo el documento, no es solo la bibliografía, es la reflexión personal. Es también el presente, la vida tal como la vives […]”.
José Martí, el Maestro, caracterizó la historia “… como historia de la cultura en sus tres funciones esenciales: ciencia que devela leyes; memoria histórica que contribuye a formar sentimientos y valores; y arma de la lucha ideológica por la liberación nacional y la emancipación humana. “En esta definición queda explícitamente reconocida la historia como cultura y trasluce la necesidad de relacionarla con regularidades que obviamente deben encontrar en la sociedad acciones formativas para poder funcionar como arma ideológica.
Para el Comandante en Jefe Fidel Castro la historia demuestra que sí, que se puede, y que el hombre es susceptible de grandes méritos y grandes virtudes, que el hombre tiene una capacidad de sacrificio, que el hombre es capaz de llegar muy lejos.
Profesores e investigadores de la historia que comparten la contemporaneidad con la autora de esta obra como es el caso de José Ignacio Reyes consideran que la historia: “… estudia todas las aristas de la actividad social, reconoce como protagonistas individuos y colectivos en la dialéctica presente, pasado, futuro, lo que posibilita desarrollo social en cada país, región, propiciando la educación multilateral de los ciudadanos.”
Comprender la importancia de la historia como conocimiento de una materia y como materia de un conocimiento (Torres – Cuevas, 2006) es la prioridad del historiador que se forma hoy en las Universidades Cubanas, de ahí la necesidad de recorrer brevemente su historia.
El siglo XIX contó con nuevas corrientes y estudios de la historia, entre ellos se destacan los realizados por Hegel, quien sometió a crítica buena parte de las concepciones sobre esta ciencia. Se propuso presentar la historia como un proceso único regido por leyes, y cada época, como un estadio necesario e irrepetible en el desarrollo de la humanidad.
Por su parte, el siglo XX se caracterizó fundamentalmente por la convivencia de tres grandes paradigmas históricos: el positivismo, la Nouvelle historia francesa, más conocida como la Escuela de los Annales, y el marxismo, a estos paradigmas deben sumarse la corriente desarrollada por los marxistas anglosajones (Torres-Cuevas: 1996), asimismo hay que considerar también la Cliometria de los estadounidenses.
El positivismo se basa en la utilización de las fuentes escritas como máximo representante para el estudio de la historia. El documento llega a convertirse en la expresión más auténtica de lo primario, lo que lo identifica como un verdadero fetichismo. Los positivistas consideran que la verdad está determinada por la autenticidad de las fuentes (Zanetti, 2004) y por tanto, es esencial el dato objetivo y explícito (Barros, 1992).
En Cuba, este paradigma es uno de los que más ha influido en la historia nacional. Pedagogos e historiadores de la importancia de Fernando Ortiz, Emilio Roig y Ramiro Guerra se inscriben en el positivismo. Asimismo, cuando de positivismo se habla, es imprescindible apuntar el papel jugado por este paradigma y sus representantes en la búsqueda de la cubanidad, de la identidad nacional, y por tanto, de una Historia de Cuba nacionalista. La contribución, especialmente de Guerra, a la enseñanza de la Historia de Cuba es vital y sus obras, en la actualidad, son de obligada consulta para los nuevos historiadores.
El paradigma marxista es el que más trasciende en el siglo XX. Tiene sus orígenes en el siglo XIX. Son sus representantes Carlos Marx y Federico Engels. La concepción materialista de la historia es su máximo legado. Marx demuestra que para entender el desarrollo humano hay que analizar las sociedades en la interrelación de las estructuras económicas, sociales e ideológicas. Un aspecto fundamental del marxismo está relacionado con la economía como la base sobre la que descansa la superestructura. Explica el porqué de las luchas y la dinámica de cambio, en relación con esto, un “… rasgo esencial del marxismo desde sus inicios lo constituye la elaboración de una propuesta teórica coherente acerca de las formaciones económicas sociales históricas, a partir de una metodología esencialmente globalizadora y racionalizadota de todos los factores que componen la sociedad.”
En el siglo XX, nuevos marxistas han continuado desarrollando este paradigma, se destaca el historiador Pierre Vilar quien ha planteado la necesidad de una historia marxista que tenga la visión global de la sociedad, con la economía como centro fundamental. (Fontana 2005.) Para este historiador el objeto de la ciencia histórica es la dinámica de las sociedades humanas. Por tanto, considera que en la historia hay que vincular la vida cotidiana de los hombres al movimiento de las sociedades en que forman parte.
En Cuba, juegan un papel trascendental en el análisis de la historia desde la década de los años cuarenta del pasado siglo autores como Carlos Rafael Rodríguez y Sergio Aguirre que aplican la teoría marxista al análisis de la sociedad. Posterior al Triunfo de la Revolución, el legado de Carlos Marx y Federico Engels llega a las aulas universitarias.
Dentro de la corriente marxista hay que destacar a los historiadores británicos, en especial Hilton, Hill, Hobsbawn y Thompson con sus estudios de la historia de abajo a arriba, que brinda su aporte sobre los actores sociales que llaman las clases bajas, pero su importancia está en realizar estos análisis bajo la égida del materialismo histórico y dialéctico y aportar nuevas interpretaciones a la historia buscando al hombre como centro de aquella, tendencia esta muy utilizada en Cuba. Otro de los paradigmas que marcan el siglo XX tiene su origen en la Revista Annales de Historia Económica y Social Francesa que comenzó a publicarse en 1929, su influencia en la historia tanto desde el punto de vista investigativo como en la enseñanza de la historia ha sido trascendental, en ella se plantea el estudio total de la sociedad en una relación pasado presente.
Este paradigma de los Annales influyó mucho en los referentes historiográficos de la recién creada Escuela de Historia en Cuba. Autores como Lucien Febvre, Marc Bloch, Fernand Braudel,marcaron pautas en la formación del historiador porque planteaban el estudio de las sociedades desde todos los aspectos; aquí lo regional y local está implícito en sus concepciones. "La Escuela de los Annales como el juicio critico a la historia del acontecer y defensora de la total pluralidad en los sistemas de explicación, fue uno de los contextos de referencia historiográfica más importante para el estudio de las disciplinas históricas en la Universidad de La Habana en la década de 60."
Se utilizaba como texto básico en primer año Introducción a la Historia de Marc Bloch y se reconoce que "… a través de su lectura aprendieron a valorar la historia como una ciencia de los hombres en el tiempo -concebido éste como cambio perfecto- y a conocer que un fenómeno histórico nunca puede ser explicado en su totalidad fuera del estudio de su momento."
El carácter excluyente del marxismo de cualquier otra corriente de análisis histórico adoptado en el período de los años setenta y ochenta del pasado siglo en Cuba no dio posibilidades a problematizar aspectos necesarios en la formación del historiador acerca del desarrollo humano basado en las diferentes escuelas historiográficas. Posteriormente, en la década del noventa estos historiadores se volverían a estudiar y a incorporar aspectos positivos de su teoría en los estudios históricos.
Con el nombre de Cliometria Norteamericana se denominó la nueva escuela que utiliza exhaustivamente el método cuantitativo en la aplicación de los modelos matemáticos y el tratamiento de la estadística para el estudio de la historia. Se reconoce su inicio en 1958 siendo sus representantes Alfred H. Coronel y John R. Meyer.
Hay que enfatizar el reclamo actual de la comunidad científica de historiadores en busca de nuevas derroteros, dejando atrás la tríada política – economía – cultura tan de moda en el siglo XIX y se comienza a pensar en la interdisciplinariedad. Sobre este particular, se propone crear nuevas maneras de reflexión crítica, abrir nuevos caminos y modos de trabajo en el campo de la teoría y de la investigación social. Esto no significa renunciar a la historia total, sino incorporar al análisis el estudio de contexto, la cultura popular, los grupos de poder y los estudios regionales y locales con nuevas ópticas no como cronologías de hechos o narrativas.
En el momento actual, en el proceso de profesionalización de la formación de historiadores iniciado cuatro décadas atrás y conquistadas nuevas técnicas de trabajo documental que superan en suma el viejo empirismo, con la adopción de nuevos modelos teóricos y conceptuales, se perfila la urgencia de repensar el oficio del historiador introduciendo en la agenda su papel como intelectual generador y difusor del saber aprendido, organizador de la sociedad, propulsor de sus transformaciones y agente generador de una nueva cultura. Nótese cómo esta mirada también se vuelve hacia la historia en su correlato esencial con la cultura.
En este contexto, la historia regional y local -que desde el siglo XIX ha venido cobrando auge, llega en la segunda mitad del siglo XX a convertirse en una tendencia general. Autores como Carlos Ginzburg y Geovanni Levi fundadores de la revista Quaderne Storici italiana dan a conocer su teoría de la micro historia para la descripción y el análisis más realista del comportamiento humano, basado en el análisis de los fenómenos históricos a nivel micro. En estos estudios regionales existen por lo menos dos vertientes generales: una, la que está arraigada a la tradición positivista de estudios cuantitativos sobre los hechos y estructuras territoriales resaltando los estudios demográficos y la otra se relaciona más con un enfoque humanista, una historia de la cultura que conlleva a comprender las sociedades regionales en toda su amplitud.
Historiadores ingleses, franceses e italianos se dan hoy a la tarea de escribir de las familias, de la vida urbana y de las ciudades estados respectivamente como una forma de acercar los acontecimientos a las regiones, para darle un lugar en la llamada historia nacional, que en su mayoría excluyen los hechos de la periferia a pesar de que estos son imprescindibles en la formación de la sociedad y la identidad. Al respecto expresa el historiador mexicano Carlos Martínez Assad; “Creo que lo que tenemos que hacer es ser genuinamente cosmopolitas y conocer todo lo mejor que ha hecho la historiografía actual, para después y sobre todo eso, construir algo nuevo.” Desde épocas pasadas la importancia a los recuerdos de la llamada patria pequeña constituye una necesidad para reafirmar la identidad. En las exigencias políticas y sociales de los sujetos de la contemporaneidad crecen los movimientos sociales derivados de las etnias, géneros, grupos de edades que buscan su identidad en la historia regional y local. En el contexto actual, el debate entre la globalización neoliberal y el mantenimiento de la memoria histórica de los pueblos es una realidad. Los estudios regionales cada día cobran más fuerza, el intercambio entre regionalista defendiendo su espacio y la necesidad de conocer y desarrollar estudios de las comunidades y regiones, se ha convertido más que en un evento en una necesidad para preservar la cultura y la identidad y con ello potenciar la formación socio identitaria tomando en consideración que constituyen, en general, una parte importante de la memoria histórica de los pueblos. En América Latina, fundamentalmente México, Argentina, Brasil, Venezuela y Cuba marcan pautas, aunque es general la búsqueda de las raíces como una vía para demostrar quiénes somos y de dónde venimos.
Un nuevo término ha cobrado fuerza la matria aporte de Luís González que busca de alguna forma designar ese espacio pequeño que generalmente no esta en las llamadas historias nacionales con su visión centro periferia y con olvido de las particularidades que tanto influyen en el amor a la patria. "Es interpretar lo universal en función de los valores propios es lo que determina el carácter ontológico de la región y el lugar."
En Cuba, una nueva generación de regionalistas, desde la década de los ochenta del siglo pasado está enfrascada en un proyecto basado en escribir las historias regionales y locales para preservar la cultura histórica. Historiadores como la santiaguera Olga Portuondo que ha incorporado el término de patrias locales a los nuevos derroteros historiográficos y Hernán Venegas, quien desde el Instituto de Historia de Cuba desarrolla una labor encomiable para lograr el objetivo propuesto han contribuido a organizar y dirigir tan loable tarea.
Las reflexiones arriba consignadas hacen pensar a la autora, quien sigue los criterios martianos acerca de la historia que, el contenido la cultura histórica tiene en su centro la ciencia que devela leyes, la memoria histórica y los valores; y es arma de la lucha ideológica por la liberación nacional”, también se abrazan las posiciones de Carlos Martínez Assad en cuanto a la necesidad de desarrollar estudios de las comunidades y regiones, más que como un evento, como una necesidad para preservar la cultura y la identidad.


  Le Riverend. Julio: La Historia del pensamiento antiimperialista cubano. .p.212

  Miranda Francisco, Olivia: Filosofía Ciencia y Sociedad en Fidel Castro ,Editorial Academia ,La Habana 2005.p.17

Reyes, J.I. Didáctica de la Historia. Curso de Post grado .Universidad de Camaguey,18 de octubre 2005 (notas )

El primer acercamiento con carácter científico a la sistematización del saber histórico se encuentra en la Antigüedad griega y se asocia con el mito de la Musa Clío. Paulatinamente, el fundamento mitológico cede paso al compromiso con la verdad a través del llamado “Padre de la Historia’’, Herodoto de Harlicarnaso (cerca 480 – 425 a.C.) con su obra Historia de las Guerras Médicas quien sienta pautas en el conocimiento científico, aunque es el ateniense Tucídides (cerca 460 – 400 a.C.) quien confirma los nuevos senderos con su obra Historia de las Guerras del Peloponeso.
El período greco – romano introduce un aspecto fundamental para esta investigación al colocar al hombre como centro, como ser racional que es capaz de razonar y desarrollar sus propias acciones sin la llamada intervención divina, se van distanciando el mito y la literatura. Es la historia del hombre en sus propósitos, éxitos y fracasos; los planes humanos constituyen en esta etapa lo esencial, desde una perspectiva más local que nacional.
En la época medieval, el historiador considera la historia como un proceso dotado de una necesidad objetiva propia que incluye hasta el más inteligente y poderoso agente humano. No obstante, estos historiadores consideraban que solo les competía averiguar el pasado, sin el análisis del presente y menos aún consideraciones futuras. En el Renacimiento se desarrolló una tendencia encaminada a la autenticidad de las fuentes, y a la veracidad del discurso histórico desde los humanistas italianos hasta los benedictinos de San Marcos, en sus obras se refleja la crítica a todo documento que no pruebe su originalidad.
La Ilustración, fundamentalmente la francesa, aporta una crítica al providencialismo y a la búsqueda de una sustentación científica de la historia. Voltaire demuestra una preocupación por ofrecer una imagen verídica científica cuyo centro es el hombre, donde los valores afloran como una necesidad y la razón se coloca en el centro de toda reflexión acerca de la naturaleza y la sociedad. Para él la historia no queda circunscrita solo a los próceres políticos.
La Revolución Francesa marcará un hito en el devenir histórico de la humanidad, no se puede obviar un antes y un después de este hecho que cambió los paradigmas humanos.

El positivismo tiene su origen en el siglo XIX en Augusto Comte (1778 – 1857). La historia se convierte en su mayor conquista debido a su uso de las fuentes, en este sentido, el libro Introducción a los estudios históricos constituye su base metodológica inicial. La historia político – militar estructurada cronológicamente que absolutiza el papel de la personalidad en la historia fue su encargo fundamental.

Tomado de Oscar Zanetti .Historiografía de Cuba siglo XX Editorial Academia ,2005

Eduardo Torres-Cuevas: En busca del la cubanidad. Editorial de Ciencias Sociales ,La Habana,2006.p.319

Textos como el Manifiesto Comunista, Contribución a la Critica de la Economía Política, marcan pautas en el estudio de las sociedades. No obstante lo anterior, con la introducción de textos provenientes del campo socialista, se excluye cualquier análisis o bibliografía diferente, lo que conlleva a un marxismo cerrado. La década de los noventa cambia las concepciones y con la imprescindible concepción materialista de la historia, la formación del historiador gana en cuanto a problematizar con otras corrientes.

Son sus fundadores Marc Bloch y Lucien Febvre. La Escuela de Annales tiene su período de esplendor en la década de los 70 y 80, tanto nacional como internacionalmente, y no es para nada casual que dichos años sean, simultáneamente, la época de esplendor de la historia de las mentalidades, porque no sólo genera directamente procesos de renovación historiográfica, lo cual es característico de los primeros, segundos y  los terceros Annales, sino porque la influencia internacional de la nouvelle historié deviene más rica y bidireccional que la simple promoción de imitadores en otros países.

CF Marc Bloch: Apología por la historia, Editorial de Ciencias Sociales. La Habana.1971.

Amaro, L : Influencia de los Annales en la enseñanza de la historia en Cuba en la década del 60.Revista Debate Americano no3 Enero-Junio /1997.p.111

Ibíd., p.113

Cf. Eduardo Torres Cuevas En busca de la Cubanidad.2006

El subrayado es de la autora.

Mesa Redonda: Microhistoria mexicana .Microhistoria  italiana e Historia regional .Revista Relaciones .Invierno .Año /Vol. XXVI, no 101 p.219

González, Luís (1925-2003) Historiador mexicano, fundador del Colegio de Michoacán, su libro Pueblo en Vilo de 1971, narra la historia de un lugar concreto San José de Gracia, es la historia total del pueblo los fenómenos sociales, políticos, económicos, la vida cotidiana, es el análisis de la totalidad histórica llevada a un microorganismo. Esta investigación abrió una nueva etapa en los estudios históricos regionales latinoamericanos.

González, Joaquín Historiografía y espacio en los estudios regionales .Principales tendencias en la segunda mitad del siglo XX, en, IV Taller Internacional de problemas teóricos y prácticos de la historia regional y local, la Habana ,2000.p

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