Tesis doctorales de Economía


ESTRATEGIA DIDÁCTICA PARA DESARROLLAR LA COMPETENCIA SOCIOLINGÜÍSTICA EN LOS ALUMNOS DE LOS CURSOS PREPARATORIOS DE ESPAÑOL COMO LENGUA EXTRANJERA

Marisol Isabel Martínez Iglesias



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1.1 – Los contextos multiculturales en el marco educativo

En los albores del siglo XXI, la educación superior se enfrenta a demandas sin precedentes, acompañadas de una gran diversificación y una mayor toma de conciencia en cuanto a la importancia que esta educación reviste para el desarrollo sociocultural y económico en la construcción de la sociedad del futuro.

En el proceso de expansión de las universidades como característica de la modernidad, la racionalidad científica ha buscado, a través de prácticas y mecanismos de clasificación, la supresión de la diversidad para reducir los desajustes que se provocan cuando un mundo diverso es sometido a un proyecto unitario propio de las instituciones normalizadoras.

En tal proceso se maneja el concepto de “Multicultura” que surge en los años sesenta del siglo XX en los Estados Unidos para dar respuesta a la diversidad cultural y a la impotencia de los sistemas educativos para responder a las necesidades propias de cada grupo étnico. Banks (1985) define el término como el conjunto de programas y prácticas diseñadas para ayudar a mejorar el rendimiento académico de las poblaciones étnicas e inmigrantes y para enseñar a los estudiantes del grupo mayoritario acerca de las culturas y experiencias de los grupos étnicos minoritarios existentes dentro de sus naciones.

El concepto cobra carácter de proceso en algunas de las publicaciones revisadas al respecto, apareciendo como un proceso democrático que exige el conocimiento de las culturas que participan en la convivencia para poder coexistir en un mismo territorio. Esto amerita una actitud abierta, flexible y de sincera voluntad de respeto a los derechos humanos de cada grupo.

Desde la perspectiva de las relaciones entre multiculturalismo y educación Jiménez (1997), se pueden considerar algunos tipos de ajustes que son posibles cuando dos o más culturas se manifiestan y se mezclan en una misma nación.

El filósofo argentino, Néstor García Canclini, acerca del tema afirma que "la situación de la multiculturalidad crea nuevas exigencias de comprensión de los otros que antes eran menos imperiosas. Habrá que educar para vivir en sociedades multiculturales. Cada minoría cultural, étnica, religiosa, interacciona y exige vivir en la confrontación permanente con lo distinto. Habrá que aprender a tolerarlo, a entenderlo y aceptarlo como horizonte posible". (García, 2002: 67)

Desde esta perspectiva, la educación multicultural está llamada a garantizar la coexistencia de diferentes grupos que representan diferencias culturales muy definidas y, por tanto, los sistemas educativos habrán de revisar sus metas a fin de incluir, como parte de la educación de las nuevas generaciones, la formación de concepciones dirigidas a la convivencia en lo diverso.

Cuando se hace referencia a otras culturas en contextos multiculturales se pueden adoptar distintos tipos de actitudes, aunque suelen señalarse tres que se consideran prototípicos:

1. Etnocentrismo: Consiste en acercarse a otras culturas analizándolas desde la propia cultura, que aparece como medida de todas las demás culturas.

Esta categoría supone la valoración de lo propio como una categoría universal y la exclusión de lo ajeno como subproductos marginales, ya superados por la propia historia. Esta no es ni exclusiva ni prioritariamente un vicio, es más bien un mecanismo a veces sutil y otras inconvenientes de poder, y como tal se utiliza frecuentemente en los conflictos de intereses entre individuos, grupos y culturas.

“El etnocentrismo tampoco es exclusivamente una tendencia propia de la cultura dominante. Como instrumento de poder funciona de forma profusa dentro de cada cultura y de cada grupo humano para legitimar culturalmente, en la mayoría de los casos, la dominación de los más poderosos, y en otros muchos, para refrendar y blindar las propias posiciones.”(Pérez Gómez, 2000:27 ).

Cuando se establece la prioridad incuestionable de las propias representaciones, por ser el reflejo de la superioridad cultural adquirida a través del desarrollo histórico, se dan por zanjados, a priori, los problemas y cuestiones que habría que someter a estudio y a discusión. El etnocentrismo, a su vez, promueve tanto la exclusión injusta e injustificada de lo ajeno, como la cómoda conformidad con lo propio. En una misma tendencia se unen dos de los aspectos más disolventes para el desarrollo del conocimiento, la certeza y la ignorancia. La certeza incuestionable de lo propio y la ignorancia despectiva de lo ajeno.

2. Relativismo cultural: Propone el conocimiento y análisis de otras culturas desde sus propios valores culturales, estableciendo además, la igualdad de todas las culturas. A esta actitud, en apariencia respetuosa y tolerante con las otras culturas, le falta la búsqueda del encuentro entre culturas: “Yo te respeto, te comprendo, pero tú en tu casa y yo en la mía” (Iglesias, 2001: 5)

Los riesgos más importantes de esta actitud son la segregación o separación, (no hay ningún interés en establecer contactos); el romanticismo (visión deformada de la realidad que nos hace exagerar los aspectos positivos de una cultura, pérdida de sentido crítico) y el conservadurismo (dado que es fundamental conservar las culturas).

“Una de las contradicciones fundamentales del relativismo cultural consiste en que el respeto a las culturas ajenas, y el reconocimiento del otro, llevan inevitablemente a adquirir culturas que no reconocen ni respetan al otro”. “El relativismo limita su igualitarismo a respetar las diferencias, pero olvida que esas diferencias pueden ser la consecuencia de la desigualdad...” (Sebreli, 1992Citado por Pérez Gómez, 2000: 29)

Ahora bien, para este autor, la crítica al relativismo no puede significar en modo alguno la vuelta a las esencias, el reconocimiento de una forma convencional y natural propia del ser humano, que puede universalizarse e internacionalizarse y, por tanto, exportarse desde la cultura hegemónica más desarrollada. Sin embargo, no puede significar ni la vuelta al etnocentrismo ni la negación del relativismo como conciencia de la contingencia histórica y social de toda formación cultural.

3. Interculturalismo: actitud que, partiendo del respeto a otras culturas, supera las carencias del relativismo cultural. Añade el respeto por las otras culturas.

Para el Marco de Referencia Europeo, es dotar a los alumnos de:

La capacidad de relacionar entre sí la cultura de origen y la cultura de los otros.

La sensibilidad cultural y la capacidad de identificar y utilizar una variedad de estrategias para establecer contacto con personas de otras culturas.

La capacidad de cumplir el papel de intermediario cultural entre la cultura propia y la cultura de los otros y de abordar con eficacia los malentendidos interculturales y las situaciones conflictivas.

La capacidad de superar relaciones estereotipadas.

Teniendo en cuenta el delicado equilibrio que configura la relación de autonomía e interdependencia entre ellos tres, sin necesidad de caer en el extremo de afirmar el relativismo cultural absoluto, la indiferencia ética del “todo vale”, ni la identidad incuestionable de las diferentes culturas, parece necesario reconocer que la escuela no puede trasmitir ni trabajar dentro de un único marco cultural, ni un único modelo de pensar sobre la verdad, el bien y la belleza. Por tanto, los docentes y la propia institución escolar se encuentran ante el reto de construir otro marco intercultural más amplio y flexible que permita la integración de valores, ideas, tradiciones, costumbres y aspiraciones que asuman la diversidad, la pluralidad, la reflexión crítica y la tolerancia tanto como la exigencia de elaborar la propia identidad individual y grupal.

De manera general, se puede afirmar que ninguna sociedad se encuentra alejada o excluida de la diversidad de necesidades, culturas, idiomas, credos, entre otros elementos, que conforman y constituyen el mundo en que vivimos. De tal manera, trabajar para convivir equitativamente en un mundo heterogéneo debe ser una meta de toda sociedad, incluyendo fundamentalmente en esta tarea a los sistemas educativos que respondan a las exigencias de los retos de este siglo.

En este contexto cada vez más diversificado, resulta indispensable garantizar una interacción armónica y una voluntad de convivir, personas y grupos, con identidades culturales al mismo tiempo plural, variado y dinámico. Las políticas que favorecen la inclusión y la participación de todos los ciudadanos garantizan la cohesión social, la vitalidad de la sociedad civil y la paz. Definido de esta manera, el pluralismo cultural constituye la respuesta política al hecho de la diversidad cultural, inseparable de un contexto democrático. El pluralismo cultural es propicio a los intercambios culturales y al desarrollo de las capacidades creadoras que alimentan la vida pública.

La multiculturalidad es un hecho, tal como se ha venido tratando. El mundo mismo es multicultural, por lo que la concepción de la educación con función simplemente asimilacionista no tiene mucho sentido en este nuevo milenio. De ahí que asumir una actitud intercultural respondería a la interacción de culturas en un contexto multicultural para lograr niveles aceptables de convivencia en el respeto y la aceptación de los otros.

Dada la amplia ambigüedad terminológica con respecto al tema, para asumir una posición de entendimiento de los contextos educativos, caracterizados por diversas culturas y lenguas en un mismo espacio de aprendizaje, se analizan las definiciones de diferentes autores, entre ellos las de Gil Jaurena, (2002: 15), derivada, entre otras, de la propuesta por Teresa Aguado, (1996: 54), quien define la educación intercultural como “un enfoque educativo holístico e inclusivo que, partiendo del respeto y la valoración de la diversidad cultural, busca la reforma de la escuela como totalidad para incrementar la equidad educativa, superar el racismo/ discriminación/ exclusión, favorecer la comunicación y competencia interculturales, y apoyar el cambio social según principios de justicia social.”

El multiculturalismo y la interculturalidad deben entenderse de acuerdo con González, (2003: 7) “como procesos proactivos que en el escenario de la globalización y la postmodernidad exacerban tanto el multiculturalismo (como realidad y como valor), como también las dificultades para asumirlo proactivamente.”

Este mismo autor entiende por multiculturalismo proactivo: “...la fuerza histórica positiva capaz de enriquecer el imaginario pluralista-democrático; avanzar hacia una mayor igualdad de oportunidades y al mismo tiempo hacia un mayor espacio para la afirmación de la diferencia”; por lo que una debilidad que otrora era considerada como una amenaza, se ha convertido en una fortaleza.

Desde el punto de vista pedagógico, al contexto multicultural hay que verlo como el espacio educativo donde coinciden varias necesidades a satisfacer, diferentes dialectos e idiomas, valores, tradiciones, diferentes interpretaciones culturales, para compartir todos en la búsqueda por mantener la singularidad de cada uno y de garantizar el entendimiento sustentado por el respeto hacia los demás y sus valores.


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