INVESTIGACIÓN  EDUCATIVA: FUNDAMENTOS PARA LA INVESTIGACIÓN FORMATIVA

INVESTIGACIÓN EDUCATIVA: FUNDAMENTOS PARA LA INVESTIGACIÓN FORMATIVA

Ermel Tapia Sosa
UTE-LVT

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Las historias de vida como técnica etnográfica educativa

La historia oral como proceso descriptivo y narrativo es antiguo como lo es la historia misma, encontramos que en sociedades ágrafas la transmisión oral era la forma de perpetuar los acontecimientos, conocimientos y saberes.   Las   historias   de   vida   ensalzan   el   proceso   de   comunicación   y   desarrollo   del lenguaje   para   reproducir   una   esfera   importante   de   la   cultura   coetánea   del   informante   y   su   aspecto simbólico   e   interpretativo,   donde   se   reproduce   la   visión   y   versión   de   los   fenómenos   por   los   propios actores sociales.
Resulta que la   historia   oral   como   la   historia   de   vida   son   «espacios   de   contacto   e   influencia interdisciplinaria (Aceves Lozano, 1994):
  «(...)   que   permiten,   a   través   de   la   oralidad,   aportar   interpretaciones   cualitativas   de procesos y fenómenos históricos-sociales». De manera que la historia de vida no se presenta   como   una   técnica   exclusiva   de   disciplinas   como   la   historia   o   antropología,   es   muy   válida asimismo para otras áreas de las ciencias sociales, y los escenarios áulicos.
Al concepto de «historia de vida», como  técnica etnográfica, es necesario realizar algunas precisiones: por «historia» entendemos la historia en minúsculas, de «personajes sin importancia»: no se refiere a las hazañas de héroes y grandes conquistadores, hombres de ciencia, políticos o banqueros famosos;   mas   al   contrario,   es  el  reflejo  de   una  vida  sencilla,   sin  fama  ni  gloria.   En  cuanto  al   término «vida», también se diferencia de las biografías que narran los escritores o las memorias que describen personas de relevancia política, histórica o social; más bien es el relato contado en primera persona por un protagonista cualquiera, de «un hombre de la calle»; aunque ha de ser una persona que se exprese con cierta fluidez y venga acompañado de una buena dosis de memoria.
Las historias de vida deben tener rigor en el método y llevarlas a efecto necesita de bastantes contactos, entrevistas y búsqueda de documentos. A continuación exponemos algunas recomendaciones teóricas y metodológicas a la hora de efectuarlas. El método historial, como cualquier otro, requiere realizar una documentación previa del objeto de estudio, un acercamiento exploratorio, con el fin de evitar pérdidas de tiempo, información inválida, etc.
También es obligado que el investigador inicie su trabajo con una «fase de preparación teórica», donde diseñe   el   proceso   que   luego   se   pretende   seguir.   En   esta   fase   el   investigador   delimita   los   objetivos principales. Si ésta no se realiza perfectamente la información extraída puede no ser de utilidad a los objetivos de la investigación.
A continuación se procederá a la selección de informantes y realización de las   entrevistas,   que   estarán   en   función   y   bajo   los   criterios   teóricos   que   concuerden   con   los   objetivos previstos.  
Tampoco   se   han   de   pasar   por   alto   narraciones   autobiográficas   ya   elaboradas,   documentos personales   en   general   que   nos   pueda   llevar   a   buenos   informantes,   aunque   en   muchos   casos,   ya   lo sabemos, es el azar el que te lleva a ellos.
Según (Berg, 1990):
El investigador social debe saber guardar una «distancia cínica». Si ésta es necesaria en otras técnicas, en  la  narración autobiográfica  hay que ser aún  más escrupuloso: mostrar una  postura neutra   ante   lo   relatado,   ya   que   cualquiera   otra   posición   (empatía   o   antipatía)   puede   degenerar   la información   en   un   relato   imaginario,   donde   se   mezcle   con   facilidad   la   información   ficticia   o,   por   el contrario, una transmisión entrecortada, tediosa, sin interés, por parte del informante, ocultando datos y aspectos   que   a   posteriori   pueden   ser   valiosos.  
No   significa   esto   que   el   clima   de   comunicación   sea negativo;   muy   al   contrario,   entre   el   informante   y   el   investigador   ha   de   existir   un   ambiente   cordial   y distendido y de confianza, pero no de complicidad manifiesta.
Un buen investigador que trabaje con esta técnica ha de tener presente varios aspectos: uno, que, al ser una   autobiografía,   debe   existir   una   identidad   entre   el   narrador   y   lo   narrado:   dos,   ha   de   crearse   un ambiente distendido que sea proclive a la comunicación; tres, procurará, reconduciéndola, si es preciso, que la narración no sea exclusiva de la vida del informante, sino que también la introduzca en su contexto espacio-temporal: que describa lugares, otros personajes, hechos históricos, etc., tal como los percibió en su momento.
Según (Fasake Modupeolu, 1990):
 «La forma de registro recomendada es la grabación en cintas de casete, aunque lo ideal sería mediante cámara   de   vídeo,   más   completa   (sonido,   gestos,   expresiones,   etc.);   la   expresión   corporal    y la comunicación no verbal puede ser tan comunicativa  como la propia palabra».
Pero ninguna anula la presencia de la libreta de campo, donde le investigador anota sugerencias, expresiones, gestos, golpes de vista, preguntas ampliativas, etc. Una vez registrada la información se procederá a su transcripción. En su posterior transcripción se atenderá a la literalidad de lo recogido, manteniendo el argot, expresiones y léxico jergal del informante.
La mayor dificultad de esta técnica se encuentra en la fase de análisis e interpretación de los contenidos. Para alcanzar una mayor operatividad es preciso llevar a cabo dos tipos de análisis, uno «vertical», de cada relato, y otro «horizontal», sobre el conjunto de todos los relatos. De ambos se obtiene un núcleo central de toda la historia, utilizando el fenómeno llamado «saturación de información por repetitividad».
Pero también es de interés realizar análisis de contenido. Éste nos permite trabajar con la información intrínseca   y   extrínseca.   La   intención   es   acceder   no   sólo   a   lo   manifiesto,   sino   también   a   lo   latente   o larvado, que el  sujeto no dice expresamente, pero lo tiene presente. Es  muy  útil  a  la hora de captar contextos más generales, tanto del informante como de su mundo. Mediante la descripción, el sujeto se construye, y ésta se hace en el ámbito de unas estrategias discursivas que ponen en marcha un juego de interacciones, no con una intención exclusiva y unívoca, sino también utilizando mensajes en general, la comunicación   simbólica,   etc.,   donde   se   dejan   entrever   más   cosas   (ideología,   valores)   que   las   que   el mismo informante pretende expresar conscientemente. Por otro lado, este análisis no está exento de una socio-semiótica del discurso, que tiene como finalidad el determinar las manifestaciones del sujeto dentro de un discurso social biográfico y que nos lleva a un grado de visibilidad del individuo y su entorno.