UN NUEVO MODELO DE DESARROLLO LOCAL

UN NUEVO MODELO DE DESARROLLO LOCAL

Alejandro Hernández Renner (CV)

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3.2. El emprendimiento empresarial y social

¿Cuál es la importancia económica de la actividad emprendedora? Hay tres formas en los que la actividad emprendedora puede tener consecuencias sobre un determinado territorio (Reynolds, Bygrave, Autio, y otros, 2004):
1. la movilización de recursos de todo tipo en pos de la innovación de mercados y con expectativas de crecimiento;
2. la creación de empleo;
3. la relación directa existente entre la creación de empresas y el crecimiento económico.
El emprendimiento empresarial adquiere con frecuencia la forma de pequeña empresa, tipo de organización que ha crecido fuertemente desde los años 1970 en detrimento de las grandes corporaciones. Se ha logrado verificar una correlación positiva y robusta entre el fenómeno de la actividad emprendedora y el crecimiento económico a través de un amplio espectro de unidades de análisis, pasando por el establecimiento, la empresa, la industria, la región y el país (Thurik y Wennekers, 2004).
Dice Porter (1991) que hay dos mecanismos básicos mediante los que se forman nuevas empresas. El primero es el establecimiento de empresas completamente nuevas, que pueden derivarse de empresas ya establecidas. Éste es el que podríamos denominar como caso de creación de empresas por personas emprendedoras o start-ups. Las circunstancias nacionales que propician en este caso la creación de nuevas empresas, según Porter, son muy variadas:
- el mecanismo de las derivaciones: empleados frustrados o ambiciosos con buenas ideas abandonan la empresa para formar la suya propia, frecuentemente cerca; una de estas derivaciones propicia la aparición de otras …;
- la presencia de empleados cualificados y especialmente formados;
- existencia de capital riesgo;
- las condiciones favorables de la demanda;
- la motivación de las personas;
- el prestigio y las prioridades regionales;
- la existencia de instituciones de las que normalmente emergen nuevas empresas, como los laboratorios de investigación de las universidades;
- la naturaleza de los compradores, proveedores y sectores conexos, que son fuentes de información y de personal para las nuevas empresas.
Michael Porter menciona que las nuevas empresas pueden fundarlas los empleados de las empresas establecidas, los proveedores y clientes de estas empresas, o acaso ser el resultado de ideas que surgieron durante la formación académica o la investigación universitaria. Es decir, hay básicamente dos fuentes de empresas nuevas a cargo de emprendedores: empleados con experiencia e ideas (Conocimiento), e investigadores que pretender utilizar nuevas ideas (Conocimiento de nuevo) desarrolladas en laboratorios experimentales.
Por lo que respecta a las cuestiones personales relacionadas con la creación de empresas, existe una discusión doctrinal que viene de antiguo, y en la que no voy a entrar, acerca de la naturaleza del emprendedor (del empresario en general). Es decir, acerca de si los empresarios pertenecen a un tipo espacial, y su conducta es el motivo de un número muy significativo de fenómenos (Schumpeter, 1944). Sin embargo, pienso que resulta útil, para entender las circunstancias de la creación de nuevas empresas, el análisis de las razones personales de los emprendedores para tomar la decisión de iniciar una empresa. Ésta es una cuestión mucho menos controvertida que la de la naturaleza del empresario. Podemos mencionar las siguientes razones, distribuidos por grupos:
Auto-realización:
- ponerme a prueba a mí mismo
- realizar una visión personal
- crecer y aprender como persona
- liderar y motivar a otros.
Éxito económico:
- ganar más dinero
- seguridad económica
- construir un patrimonio importante
- construir un negocio que mis hijos puedan heredar.
Roles:
- continuar una tradición familiar
- seguir el ejemplo de una persona a la que admiro
- ser respetado por mis amigos.
Innovación:
- ser innovador, punta de lanza
- desarrollar una idea de producto.
Reconocimiento:
- conseguir algo, conseguir reconocimiento
- alcanzar una posición más elevada.
Independencia:
- tener más flexibilidad para mi vida personal
- tener libertad para hacer el trabajo a mi manera.
Lo más interesante es que, al parecer, los emprendedores no demuestran un grado de ambición significativamente mayor que los que optan por un trabajo remunerado, por lograr éxito económico, auto-realización o independencia. Esto nos lleva a concluir que es posible que los conocimientos y las habilidades personales tengan una importancia mucho mayor en la decisión individual de iniciar una empresa (Carter et al., 2003).
El segundo mecanismo para la formación de nuevas empresas lo denominaremos creación de empresas por parte de organizaciones emprendedoras (entrepreneurial firms), debida a la diversificación interna hacia nuevos sectores por parte de empresas establecidas. La diversificación mediante el desarrollo interno se produce casi siempre mediante diversificación conexa, porque crear un nuevo participante a partir de cero exige casi siempre que la empresa tenga una base de cualificaciones apropiadas. Tanto conocimiento como activos se transfieren desde la empresa existente a la de nueva creación, lo que mejora las perspectivas de lograr una ventaja competitiva (Porter, 1991).  
A estos dos tipos de motivación expuestos que explican la creación de empresas, y que podemos considerar “motivos de oportunidad”, cabe añadir otro de mucha importancia: la necesidad como causa del emprendimiento empresarial. La actividad emprendedora (entrepreneurship) de oportunidad refleja el deseo de beneficiarse de una oportunidad de negocio creando una nueva empresa o alianza centrada en una determinada oportunidad de mercado. En cambio, la actividad emprendedora de necesidad refleja la ausencia de oportunidades laborales, o al menos de oportunidades laborales satisfactorias, lo que lleva al individuo a desarrollar una nuevo negocio por necesidad. Alrededor de dos tercios de las personas emprendedoras buscan aprovechar una oportunidad, y un tercio crea la empresa por necesidad (Reynolds et al., 2004).
Investigaciones recientes mencionan diferencias sustanciales entre los determinantes de la actividad emprendedora por oportunidad y los de la que se genera por necesidad. La primera está claramente influida por la educación superior recibida, y esto no ocurre en el segundo caso. Muchos emprendedores por necesidad en zonas en vías de desarrollo evitan las normativas administrativas, creando y gestionando empresas en el sector informal o economía sumergida, por lo que parece importante medir las cifras de estos dos tipos de actividad emprendedora de forma separada (Van Stel et al., 2007).
La situación personal y el contexto vital de los individuos (educación, ingresos, formación, determinantes del conocimiento “relevante” - aquella parte del conocimiento científico que aprovechamos para tomar decisiones de contenido económico-) tienen más impacto directo en la creación de empresas por parte de organizaciones emprendedoras que en las Start-up, y un gran impacto en proporción  inversa sobre las motivaciones: cuanta más pobreza y menos educación (podríamos decir, menos conocimiento disponible), más emprendimiento por necesidad. El contexto social inmediato (percepción de oportunidades de negocio, contacto con otros emprendedores, habilidad creativa percibida) de las personas (que configura el “conocimiento contextual”, en palabras de Hayek) afecta por igual a Start-up y a empresas emprendedoras. El apoyo social al emprendimiento (que nosotros asociaríamos más bien al conocimiento contextual, pero en un nivel más lejano) tiene un impacto positivo, pero influye menos que el contexto social inmediato (Reynolds et al., 2004). La regulación del mercado de trabajo tiene más influencia positiva que la relativa al establecimiento de nuevas empresas, sobre las tasas de empresas nacientes y jóvenes (Van Stel et al., 2007).
Por lo tanto, el primer aspecto que debemos tratar al analizar la importancia del conocimiento y el papel de las instituciones en la creación de empresas, es el referido a la naturaleza y a las motivaciones del empresario o emprendedor. El segundo aspecto hace referencia a su entorno o contexto. Existe un importante número de teorías que presta atención a ambos aspectos. Las llamada teorías económicas, psicológicas y directivas hacen énfasis en la primera dirección. Las teorías denominadas socioculturales apuntan más hacia el entorno para explicar las causas de la creación de empresas. Existe un buen análisis de todas estas teorías realizado por Díaz Casero (2002). No es lo mismo emprender en una región en la que el empresario no se siente apoyado, que hacerlo en una región en la que este colectivo se sabe estudiado, analizado, y en el que las instituciones disponen de información sobre la evolución del entorno en que se desarrollan sus iniciativas y actividades (Hernández y Díaz, 2004).
La introducción de nuevas tecnologías, productos y servicios, basados en ideas originales o en la imitación de desarrollos en curso, requiere la acción del individuo y la formación de nuevos negocios. La acción del emprendedor se basa en dos premisas fundamentales: el reconocimiento de la oportunidad de negocio y la formación de intenciones para responder activamente a las oportunidades descubiertas. El descubrimiento e implementación de nuevas oportunidades depende del conocimiento de los individuos sobre las condiciones y acontecimientos externos y redes sociales, las cuales están íntimamente ligadas a sus propios movimientos geográficos (Zander, 2004). En este sentido, parece importante recordar el papel primordial que pueden jugar las redes. Las redes facilitan la identificación de oportunidades de negocio, mejoran el acceso a los recursos y prestan apoyo a la gestión de la empresa (OECD, 2003).
Sobre estas premisas, parece evidente que una base fundamental de la creación de empresas, en un entorno normal desde el punto de vista legal y financiero, la constituye la creación, transmisión y acumulación de conocimiento científico y práctico en personas y en organizaciones. Para algunos autores, las teorías neoclásicas tienen una visión equivocada acerca del papel del conocimiento en la economía, y se han equivocado, por ejemplo, en predecir que los emprendedores se retraerían de iniciar nuevas empresas en sectores altamente innovadores donde la I+D juega un papel importante. Lo que se consideraba una barrera de entrada en economía neoclásica, es realmente un elemento de supervivencia desde el punto de vista de las teorías económica evolucionarias. (Audretsch et al., 2004). Veremos algo más acerca de estas perspectivas en el capítulo siguiente.
Todo esto es absolutamente coherente con la afirmación antes citada de que la capacidad de acumular conocimiento y relaciones que permiten un aprendizaje intensivo, por parte de los emprendedores, es el elemento determinante de su posición socio-económica, que de otra forma podríamos denominar posición competitiva. Las personas y organizaciones motivadas y con capacidades o cualificaciones sustantivas en una materia perciben sin duda claramente que se encuentran en mejor situación que las demás (sus competidores) para iniciar un proyecto empresarial con posibilidades de éxito. Parece que, si bien ciertos elementos mencionados por Porter, referidos a parte de lo que en el proyecto GEM denominan “apoyo social” o “apoyo cultural al emprendimiento” (el capital riesgo, las condiciones favorables de la demanda, el prestigio y las prioridades regionales, o la naturaleza de los compradores, proveedores y sectores conexos) son muy relevantes, no resultan tan esenciales para la creación de empresas como lo son la adquisición y aplicación del conocimiento contextual y relevante, acompañados por la auto-confianza y la ventaja competitiva real que generan estos procesos. Aún así, el factor comunitario o ambiental, desde una perspectiva sociológica, parece constituir una pieza esencial de los procesos de la actividad emprendedora y del desarrollo económico en general. 
La era del conocimiento, además, donde las tecnologías de computación y de telecomunicaciones han favorecido la deslocalización global en busca del ahorro de costes, y el conocimiento es la mayor fuente de ventaja competitiva, produce un tipo de  sociedad en el que un modelo de “economía emprendedora” encaja mejor que el de “economía gestionada” que dominó hasta principios de los años 1990. El segundo está basado en la estabilidad, la especialización, la homogeneidad, la economía de escala, la certeza, la predictibilidad y sus relaciones con el crecimiento; el primero en la flexibilidad, la turbulencia, la diversidad, la novedad, la innovación, las vinculaciones y los clusters, y las relaciones de todo esto con el crecimiento. La economía gestionada está basada en la continuidad, la economía emprendedora en el cambio; la primera en el trabajo y el capital, la segunda en el conocimiento y la innovación. Thurik (2009) enumera así hasta 14 características que distinguen una de la otra, para concluir ciudadosamente que, mientras que las economías más desarrolladas deberían concentrase en virar desde una economía gestionada hacia una emprendedora, las economías emergentes, mucho más desarrolladas en el aspecto emprendedor, deberían también desarrollar y alimentar la economía gestionada.     
Finalmente, merece una mención especial el papel que los llamados “emprendedores sociales” pueden tener en el desarrollo, en su sentido más completo. La acepción se refiere a un tipo particular de persona que impulsa el cambio social, aportando ideas y comprometiéndose en proyectos con capacidad de destrucción creativa en el sentido de Schumpeter. Drucker dice que los emprendedores sociales cambian la capacidad operativa de la sociedad (Bornstein, 2004). No parece caber mucha duda acerca del importante papel dinamizador y ejemplarizante que determinadas personas, sin duda excepcionales, pueden tener sobre una comunidad local. En España, destacan las investigaciones recientes realizadas en esta materia por Isidro de Pablo (De Pablo, 2007).