APROXIMACIÓN AL CAPITALISMO RENTÍSTICO VENEZOLANO

APROXIMACIÓN AL CAPITALISMO RENTÍSTICO VENEZOLANO

Alejandro Landaeta Salvatierra (CV)
PDVSA Servicios Petroleros, S. A.

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III. La fuente de la renta petrolera internacional (RPI)

En este epígrafe haremos examen sobre un punto bastante estudiado que, sin embargo, para el alcance que se quiere amerita algunas observaciones y cierto ejercicio teórico, como es el origen externo de la renta petrolera. Dicho origen es la “pata externa” del capitalismo rentista, y abarca la relación estructural que guarda con el sistema capitalista global. Para empezar, intentaremos precisar en qué consiste la renta petrolera, sobre todo por el uso popular que le damos y que nos lleva regularmente a una idea que creemos cierta, pero con frecuencia, vaga. Un esfuerzo por definir la renta es el ofrecido por Asdrúbal Baptista, que la asume como renta internacional: “…la condición rentística de una sociedad capitalista… no es más que un ingreso captado con ocasión del intercambio con otras naciones, a cuenta de una propiedad sobre medios de producción no producidos. Dicha renta… ha de distribuirse normalmente en calidad de salarios, beneficios y renta nacionales.”. 1 Comenta más adelante: “Esta renta, se dijo antes, se suma al valor agregado en la economía nacional para constituir así una única masa de ingresos disponibles por la sociedad.” Renta internacional o renta petrolera pueden tomarse en calidad de sinónimos referidos a un ingreso obtenido por la propiedad sobre un recurso no producido, considerándolos usualmente como sinónimos de renta del suelo. La renta del suelo, en el caso de los Estados propietarios, reviste un carácter formal cuando hacemos referencia de la porción cobrada al arrendatario de la mina por el acceso al recurso. En los Estados Unidos la renta del suelo la cobra el terrateniente a las compañías, quienes suscriben contratos privados. Obviamente, será una renta nacional mientras el explotador sea una compañía nativa. En cuanto al Estado, el capital arrendatario es susceptible de ser pechado con los tributos ordinarios que cobra a todos los contribuyentes, que formalmente no debe confundirse con renta de la propiedad.

Bernard Mommer nos ha relatado la evolución que en Venezuela ha tenido la diferenciación de jure entre la renta del suelo y el impuesto sobre la ganancia contable, 2 que en Estados Unidos, en razón de la preeminencia de la propiedad privada de la tierra, estuvo por lo tanto bien discriminada en la práctica. La ambivalencia entre el Estado propietario y el Estado soberano provocó la confusión de los inicios de la explotación petrolera que, como ya hemos referido, trató de resolver Gumersindo Torres desde una perspectiva en parte afín a los intereses de los terratenientes. La legislación de 1943 termina por esclarecer la diferencia al determinar la formalidad de dicha ambivalencia3 , pues el Estado, como propietario, goza del derecho de cobrar renta sobre el recurso mediante la regalía, y como soberano, tiene todo el fuero para cobrar impuestos, entre ellos el impuesto sobre la ganancia bruta.4 En adelante esa diferenciación va a conducir a la fijación de los términos exactos de los ingresos fiscales sobre la explotación de hidrocarburos, superando incluso la última fase de la confusión que fue el célebre fifty-fifty. Venezuela, además de México e Irán, será bastión en la formación de consciencia nacionalista, consciencia que habrá de influir en los países petroleros emergentes del Medio Oriente árabe hasta la fundación de la OPEP en 1960.

Las 7 hermanas5 , bien conformadas luego del reparto de los yacimientos iraníes en 1954, fueron topando poco a poco con algunos abrojos después de décadas de usufructo prolijo de ganancias extraordinarias, debiendo adaptarse a los parámetros fijados por la legislación progresiva sobre todos los derechos fiscales. Antes habíamos referido el papel que en esto ejerció la floreciente burguesía nacional. Pero aun más importante es la adaptación de la economía mundial a dichos términos, cuya robustez parte desde la fundación de la OPEP hasta el derrumbe de precios de los 80. La consecuencia más trascendente por su implicación histórica fue la de hacer consciencia del derecho sobre la renta diferencial y de la necesidad de determinar los precios en función del exportador de mayores costos. Al respecto vale la pena volver a Mommer: “En marzo de 1949 [Joseph E. Pogue, un famoso especialista norteamericano en petróleo] dio una conferencia en Caracas, en la que describió detalladamente la amenaza que constituía para el petróleo venezolano la competencia del Medio Oriente. Allí los costos de producción, la renta del suelo y los impuestos eran muchísimo más bajos que en Venezuela. (…) Entre los asistentes a la conferencia de Pogue se encontraba Manuel R. Egaña, nuevamente ministro de Fomento, quien profundamente preocupado reunió a sus asesores, llegándose a la conclusión que era necesario actuar sin demora: para ellos la solución no consistía en que Venezuela redujera sus rentas, sino en que los países del Medio Oriente aumentaran las suyas.” 6 Esta pertinente nota histórica de Mommer sobre una de las tantas actuaciones y aportes de Egaña es de absoluta importancia para comprender el sentido de la defensa de la renta diferencial fiscal.

Claro está que ni las compañías ni los consumidores fueron sujetos de adaptación pasiva, como no lo han sido en ningún momento, algo que bien lo puede atestiguar el pueblo iraní. El juego “adaptativo” ha sido por un lado necesario, y por el otro flexible, fluctuante y taimado. Los precios regulares que ya satisfacían desde el principio el componente de renta absoluta cobrado por los terratenientes norteamericanos, fueron los referentes para la determinación de la renta diferencial en los yacimientos extranjeros, más prolijos. En tal sentido el esquema de explotación tenía que ser por necesidad rigurosamente monopólico.7 Esa condición no debe verse de ningún modo como un hecho puramente económico, sino sobre todo como un hecho geopolítico vinculado a los intereses concretos de las trasnacionales. Para dimensionar bien esto apelaremos a Mieres sobre dos características clave del monopolio, las cuales describe: “a) El control monopolista de la oferta determina la elevación del precio de las mercancías monopolizadas… b) En lugar de la tendencia a la igualación de las tasas de beneficio, el sector monopolista de las empresas obtiene una tasa superior.”8 Si bien, como en breve veremos, la renta diferencial no depende de la cartelización, ésta incide en su magnitud histórica en función de la demanda potencial. De estas características, la primera tiene que ver con el control de la oferta y el valor de la mercancía, aspecto independiente de la formación de renta diferencial; la segunda, específicamente en el sector petrolero, depende de la formación de renta diferencial, la cual brinda al capital una ganancia extraordinaria que defenderá en exclusiva contra cualquier competencia y contra la presión fiscal soberana. La renta no es una ganancia laboriosamente obtenida, es un botín, y cada concesión un feudo.

Los Estados imperiales y sus compañías, hasta hoy, cierran filas para garantizar el control de las zonas productoras frente a los Estados nacionales y otros capitales, buscando convertir a esos Estados en protectorados. Sin embargo, ese control monopólico es también un condicionante dialéctico, pues en un punto de la historia de los derechos fiscales y nacionales pudo visualizarse una opción de suma-positivo mediante la regulación de los precios y la limitación de volúmenes, elevando la renta diferencial y con ella la masa a repartir. Fue esta la perspectiva dibujada por Manuel Egaña, mentor de la Ley de 1943, que más tarde y con mayor madurez habría de fundamentar el sentido de la OPEP. No obstante, la entrada de los productores árabes del Medio Oriente, aliados de la Standard, condujo a una contracción del precio en combinación con mayores volúmenes de producción, suficientes para elevar la renta fiscal. Ello gracias al contexto de la expansión económica de postguerra, de tal forma que la mayor porción cedida a los Estados por renta absoluta e impuestos fue compensada con una mayor masa de plusvalía global, concentrada y distribuida de modo más o menos equilibrada en las corporaciones de los tres grandes dominios de capital (norteamericano, anglo-holandés y británico) que, constituyendo un “pulpo” o madeja de filiales, hizo blindar el control exclusivo sobre yacimientos ya bien repartidos. La entrada de los nuevos actores forzó en una larga etapa el esquema de altos volúmenes con bajos precios, siendo Arabia Saudita el pivot de este esquema, papel que conserva hasta la actualidad.

El “matrimonio por conveniencia” entre arrendatarios y arrendadores, que no se había caracterizado desde luego por ser armónico, condujo en todo momento a contener el incremento de la proporción entre lo cobrado y lo cedido, de allí las constantes maniobras tendentes a refrenar las crecientes aspiraciones de los Estados emergentes. Entre 1950 y 1955, período durante el cual ocurre el golpe contra Mosaddeq, hallamos una correlación proporcional entre los precios, medidos en dólares constantes de 2009, y el volumen de producción mundial, evidentemente un comportamiento de inercia de la recuperación de la postguerra, cuya exigencia del energético debió ser aun elevada respecto a la capacidad de la oferta. Pero luego sobreviene la avalancha de producción del Medio Oriente árabe, condicionando a la baja los precios hasta 1970. El gráfico III-1 destaca elocuentemente cuatro estadios históricos de correlación entre precios y volúmenes9 hasta 2008. Entre la postguerra e inicios de los años 70 encontramos el estadio expansivo de la producción con bajos precios (la célebre “era del petróleo barato”, vinculada al crecimiento próspero de las economías industrializadas), lapso que comprende también la maduración de las “cláusulas” nacionalistas de los emergentes. Empieza luego el período que despega con la crisis energética de 1973-1974 hasta los últimos estertores de principios de los 80, subrayando la atenuación en el crecimiento de la producción, para dar inicio a una nueva etapa de depresión de precios e impulso de la producción, que habrá de durar hasta 1998. Este es la frontera que divide la siguiente etapa, signada por la recuperación de precios y producción creciente, aunque amortiguada desde 2004.

La crisis de 1974 pone ya de relieve la inelasticidad de la demanda, que podemos extrapolar del comportamiento de la producción de las cifras dadas. Hasta 1979 la producción logra mantenerse creciente a pesar de los precios elevados, sin duda por la falta de respuesta objetiva tanto del aparato industrial como de transportes, situación que se modifica después del ascenso de precios de 1980. Es ya historia conocida la reacción de los grandes consumidores para contrarrestar los efectos del ínterin alcista, aunque no está demás conectar esa reacción con el nuevo contexto ideológico-político neoliberal, conexión que se haría orgánica muy pronto mediante la nueva ola de innovación tecnológica y optimización productiva. La fase recesiva comenzada a mediados de los 60, que se podría considerar como una de las causas raíces del arrojo mismo de los países árabes en 1973, condujo a la adopción de la estrategia que en otra parte he denominado de rectificación, de corrección de la tendencia a la baja de la rentabilidad del capital global. Dicha rectificación recobró casi a la fuerza el cuadro de los 50-60 de altos volúmenes y bajos precios, sin lugar a dudas uno de los factores de apoyo del crecimiento económico de los 90, pero con algunas diferencias.

Pues no deja de ser interesante observar el perfil de ingresos brutos calculados a los precios constantes del gráfico anterior. En el gráfico III-2 tenemos los resultados de los ingresos brutos, destacando la tendencia creciente aunque moderada entre 1950 y 1973. De nuevo sirve para inferir la correlación con la estabilidad relativa del crecimiento económico mundial de post-guerra, crecimiento que se vio alterado con la recesión de mediados de los 60 y la crisis del dólar de 1971. Los efectos sobre el comportamiento del mercado petrolero no se hicieron sentir sino hasta 1973. Entre ese año y 1986 hallamos el alto relieve de los “petrodólares”, que contribuyen parcialmente a explicar el salto de liquidez internacional que ayudó “por la visconversa” a destrabar la crisis del dólar que el propio embargo petrolero había agravado, liquidez volcada notablemente a la espiral de deuda de los 80 en el Tercer Mundo. 10 En cierta forma, esto hay que interpretarlo como un “reciclaje”, pues los altos ingresos fiscales de algunos Estados rentistas se devuelven a la esfera de la circulación internacional en la forma de capitales muy fluidos, que aceitan la economía provocando las distorsiones que aquejaron especialmente a los más débiles en las décadas de los 80-90. El breve período de 1973-1980 concentra el boom petrolero, que no habrá de repetirse sino a partir de 2000. La cuenca ubicada entre 1980 y 2002 destaca la contracción impuesta por la política aperturista global. Es la época de retorno de la energía barata, de los carros consumidores en Estados Unidos y del despilfarro, que retrotrae aproximadamente al cuadro de los 50, con la diferencia de que esta vez hay una estimable hipertrofia del déficit y de la deuda pública, principalmente con acreedores extranjeros.11 Pero hay también otras diferencias de primer orden entre ambos períodos de precios depresivos: el control de los yacimientos recayó formalmente en empresas estatales, pero paradójicamente se produjo un cambio en la orientación de la política nacionalista y una disminución de la influencia de la OPEP. Cabría esperar que las ganancias de las corporaciones petroleras, ahora operadoras, se incrementaran, mientras la renta de la propiedad enterada al Estado disminuyese. Estas conjeturas, no obstante, los trataremos concretamente al analizar luego los datos nacionales sobre la fuente de la renta.

Hay que observar ahora el propio carácter estructural de la ecuación de valorización del capital petrolero para comprender en términos teóricos el vínculo entre éste y el Estado propietario, y entre ambos y el metabolismo capitalista global, que puede dar algunas luces tanto del condicionamiento exterior del capitalismo rentístico como de las modificaciones coyunturales y estructurales del sistema mundial. Este carácter estructural nos llevará a una definición económica de la renta petrolera. El establecimiento de la renta absoluta no encaró mayores demandas a los capitales petroleros mientras pudieron elevar su cuota de ganancia más que proporcionalmente. Esto termina una vez que el Estado impone la participación porcentual y eleva la tasa de impuesto sobre la ganancia contable declarada de acuerdo al piso de 50-50 plasmado en 1943. 12 No deja de ser llamativo que el grueso de los ingresos fiscales petroleros, los cuales normalmente están formados en 100 % por renta diferencial, no obedezca a la propiedad sobre el hidrocarburo, sino al derecho tributario sobre una porción de la ganancia como puede corresponder a cualquier persona jurídica, con la única particularidad de la aplicación de tasas diferenciadas según determinó el progreso de la legislación. Haremos seguidamente un abordaje de algunos aspectos de orden conceptual, como son la ecuación de valorización del capital petrolero, la renta diferencial y la estructura desagregada para definir la renta petrolera.

1 Baptista, obra referida supra, p. 19.

2 Impuesto sobre la renta. En la terminología legal, así como entre los economistas neoclásicos, se emplea la palabra “renta” para designar indistintamente cualquier ingreso. En las cuentas nacionales también se emplea el término. En este trabajo, renta es estrictamente un ingreso obtenido por la propiedad sobre un activo natural, no producido por el trabajo humano. Por “impuesto sobre la renta” diremos “impuesto sobre la ganancia bruta”, en cuanto a las empresas capitalistas.

3 “Con la reforma petrolera de 1943 la propiedad sobre los yacimientos se había determinado definitivamente como nacional estatal, con lo cual la renta internacional tiene que recaer en el Estado, creándose así condiciones óptimas para el desarrollo del capitalismo.” (Mommer, op. cit. p. 99)

4 “La diferenciación entre renta del suelo e impuestos implicaba, además, una diferenciación entre los pagos convenidos contractualmente y otros no contractuales, que se originan en la voluntad soberana del legislador. Como ya hemos destacado, el interés del capital arrendatario era poner en tela de juicio la soberanía impositiva del país.” (Mommer, op. cit. p. 32)

5 De las 7 hermanas se lee en Wikipedia: “Las Siete Hermanas de la Industria petrolera es una frase creada por Enrico Mattei, padre de la industria petrolera moderna italiana y presidente de ENI, para referirse a un grupo de siete compañías que dominaban el negocio petrolero a principio de la década de 1960. Mattei empleó el término de manera irónica, para acusar a dichas empresas de cartelizarse, protegiéndose mutuamente en lugar de fomentar la libre competencia industrial, perjudicando de esta manera a otras empresas emergentes en el negocio.” Se trataba, a saber, de las siguientes: Standard Oil of New Jersey (Esso); Royal Dutch Shell; Anglo-Iranian Oil Company (BP); Standard Oil of New York (Mobil); Standard Oil of California (Chevron); Gulf Oil Corporation; y Texaco.

6 Mommer, op. cit. p. 112).

7 De allí que las estrategias del capital petrolero internacional se hayan caracterizado por una gran similitud con las de la mafia, incluyendo el territorialismo.

8 Mieres, Francisco. Op. cit. p. 30.

9 BP Statistical Reviewof World Energy: Historical Crude Oil prices, 1850 to Present, (http://chartsbin.com). Worldwatch Institute from U.S. Department of Defense; U.S. Department of Energy data; Statistical Review of World Energy. La información está distribuida así: 1950-1964 compiled by Worldwatch Institute from U.S. Department of Defense and U.S. Department of Energy data; 1965-2008 data from BP, Statistical Review of World Energy June 2009 (London: 2009). Note: Oil production includes crude oil, shale oil, oil sands and natural gas liquids (www.earthpolicy.org).

10 “…el creciente flujo de recursos financieros destinados hacia los países subdesarrollados tendría como telón de fondo un incremento sin precedentes de la liquidez internacional, que no encontraba una rentabilidad adecuada en los centros, por la recesión de finales de los sesenta e inicios de los setenta. Esta disponibilidad de recursos creció aceleradamente con el `reciclaje´ de los petrodólares a partir de 1974; situación que agudizó el problema, pero que no lo produjo.” (Alberto Acosta, “La deuda externa de América Latina: origen, evolución y alternativas de solución”, www.oid-ido.org).

11 Al respecto comenta Jeffry A. Frieden: “En 1988 Estados Unidos se convirtió en un deudor neto hacia el resto del mundo por primera vez desde la Primera Guerra Mundial. La economía estadounidense dependía del gasto deficitario, que a su vez dependía del dinero extranjero.” (Frieden, Jefrry A. Capitalismo global, el trasfondo económico de la historia del siglo XX, Editorial Crítica, Barcelona, 2007, p. 501.) El senador por Tennessee Bob Corker señala en su blog sobre la deuda norteamericana unas cifras dramáticas: “Fifty years ago [in 1960], only five percent of our debt was held overseas. Today [2010], that figure is 47 percent. China alone owns about 10 percent (9.7 percent or $868 billion).” (B. Corker. Datos referidos de las siguientes instituciones: Office of Management and Budget, Department of the Treasury and Federal Reserve Board) (http://www.corker.senate.gov). Los acreedores extranjeros pasaron pues de 5 % en 1960 a 47 % en 2010.

12 “Hasta aquí nos hemos encontrado con tres formas fundamentales de renta del suelo en la producción petrolera: participación porcentual en las ganancias, regalía y renta fija por barril o por tonelada.” (Mommer, op. cit. p. 126)