APROXIMACIÓN AL CAPITALISMO RENTÍSTICO VENEZOLANO

APROXIMACIÓN AL CAPITALISMO RENTÍSTICO VENEZOLANO

Alejandro Landaeta Salvatierra (CV)
PDVSA Servicios Petroleros, S. A.

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VI.2. Indagación sobre la acumulación de capital de 1973 a 1989

Algunos datos del proceso económico comprendido entre 1973 y 1989 pueden darnos una aproximación sobre la acumulación de capital, su estructura y sus vinculaciones. Este período se toma como muestra relevante en virtud de los siguientes criterios: a) comprende el dominio formal del Estado de la actividad petrolera a partir de 1976; b) inicia con el brote rentístico provocado por la subida de los precios del petróleo, ocasionada a su vez por la crisis árabe-israelí; c) ya ha madurado hasta un punto de estancamiento la política industrial sustitutiva promovida a lo largo de la década de los 60; d) abarca dos ciclos de brote-reflujo: el primero, de 1973 a 1979 (crisis árabe-israelí como punto de partida); el segundo, de 1980 a 1989 (crisis iraní como punto de partida); y e) cierra el desempeño aproximadamente “puro” de la economía rentística con la puesta en marcha de las medidas liberales ortodoxas del VIII Plan de la Nación en 1989.

La acumulación de capital comprende los sectores público y privado en tanto dos grandes vertientes estrechamente vinculadas, pero cualitativamente distintas. El Estado, en su rol de capitalista no petrolero es subsidiario y difuso, es decir, no incluye entre sus objetivos discriminar la valorización mercantil como actividad conspicua y separada de las fuentes ordinarias de ingresos fiscales, hasta el punto de que las unidades que producen mercancías pueden recibir subsidios netos prolongados. Sólo el sector petrolero, desde 1976, tiene el carácter de una actividad mercantil capitalista cuya ganancia bruta es de dominio público y responde constitucionalmente al interés nacional; se trata de una entidad capitalista en sus relaciones comerciales con los terceros, y a la vez no capitalista en cuanto a la racionalidad impuesta sobre sus ganancias, pues el objetivo institucional no consiste en la acumulación de poder financiero corporativo para el lucro particular, poder que se reserva el Estado como accionista único. La racionalidad de la reinversión, que puede coincidir en la práctica con la racionalidad corporativa estándar, obedece en principio a las necesidades objetivas de la producción de acuerdo a los planes nacionales, y no a la búsqueda de rentabilidad como fin último, si bien la rentabilidad es crucial para la continuidad del negocio en la industria petrolera. No lo es para otros negocios estatales. Esto no desdice en absoluto que en la práctica real la estatal petrolera quedara subordinada al interés privado de las corporaciones petroleras extranjeras en diferentes formas después de 19761 .

El tratamiento que los dirigentes burgueses le han dado a esta cualidad del Estado en su rol de capitalista no descansa en una actitud altruista o una predilección keynesiana, sino al hecho de que es impracticable una ortodoxia empresarial en un medio institucional en el cual alcanzan a jugar intereses encontrados y direcciones colegiadas, y donde tienden a primar criterios divergentes de la pura rentabilidad silvestre. A esto debe sumarse la discrecionalidad que la condición pública le otorga al funcionariado, aislándolo consciente o inconscientemente de la lógica del valor y otorgándole una cierta libertad o cuasi-autonomía estamentaria, a pesar de que el funcionario burgués está sometido a una contradicción moral entre la austera y a veces “ingrata” vocación de servicio y el ethos dominante del elitismo, el lucro y la ostentación. La burguesía, cuando se ve obligada a tolerar la gestión económica estatal, no emplea al Estado capitalista como eje de valorización, sino como herramienta auxiliar o vehículo de apuntalamiento de la valorización verdadera que ocurre siempre en el ámbito privado. Los mecanismos de aprovechamiento pueden ser múltiples y muy astutos, legales o ilegales. La ortodoxia liberal, no obstante, es enemiga del capitalismo de Estado y propende a la reducción al mínimo de sus actividades, y esto no es mera ideología.

En el caso venezolano, la burguesía no confrontó el rol del Estado capitalista-petrolero mientras sirvió a sus intereses, sino hasta la imposición de las políticas privatizadoras de los años 90 y sin atreverse a su liquidación explícita, tal vez por falta de tiempo ante la llegada al poder del Comandante Chávez. No obstante, cuando se instituye con algún éxito el capitalismo de Estado, éste se apropia de una porción de plusvalía social, la distrae del dominio directo de la burguesía. Es una plusvalía que deviene de una fracción de la fuerza de trabajo no subsumida directamente al interés privado, lo que significa para la burguesía una aberración ontológica, puesto que la plusvalía que termina bajo el usufructo de la sociedad se transfigura en una fuente fiscal como cualquier otra. El Estado no es, y de hecho no puede ser, un capitalista verdadero, con lo cual el rol empresarial sólo es admisible en la medida que no sea rentable, en la medida que ejerza una función productora necesaria para el capital privado pero que circunstancialmente éste no puede asumir o no reúne el músculo exigido. Cuando aparece rentabilidad pública, ésta se ve de inmediato sometida a presiones por trasladarla al interés privado mediante subsunción formal, que comprende prácticas sofisticadas de estafa mercantil, hasta tanto la actividad se someta en definitiva a la subsunción real mediante la privatización.

La acumulación en el ámbito público no reviste en ningún caso la caracterización general de acumulación de capital, indistintamente que las entidades mercantiles públicas participen estructuralmente del proceso de valorización y que la acumulación expresada en capital productivo forme parte de la acumulación expresada así para el conjunto del capital. En otras palabras, la incidencia de la acumulación de capital en el ámbito público, que se expresa sólo como acumulación de capital productivo, representa una arista de la acumulación de activos, tanto financieros como no financieros, devenidos de los ingresos fiscales ordinarios y no ordinarios. Por otra parte, la inversión pública mercantil no necesariamente deriva de la separación de una fracción de las ganancias empresariales, sino de la totalidad de los ingresos fiscales, indistintamente de su origen. La inversión pública comprende una porción no capitalista (la más), y una porción mercantil (la menos). La contabilidad social en uso en Venezuela no discrimina entre el producto bruto devenido de cada una de estas fuentes de inversión. De allí que la noción de acumulación para el ámbito público sea más conveniente asumirla como crecimiento en un sentido extenso, es decir, que abarca tanto la acumulación de capital que pueda darse en su seno, como las obras que el Estado paga mediante los tributos establecidos. Se trata de una acumulación patrimonial difusa. En Venezuela, la acumulación pública acoge, como sabemos, un alto componente de renta internacional. Pero la acumulación de capital también puede tener su propio componente de renta internacional.

Si bien (hasta donde asisten las capacidades puestas a prueba en este trabajo), no es posible una cuantificación del capital agregado, podemos consolarnos con la observación del ámbito privado bajo la conformidad de una aproximación suficiente para estudiar la caracterización del proceso interno de reproducción ampliada. Para cada capital particular el dinero invertido debe retornar acrecentado para cerrar el ciclo de reproducción. Pero en un corte temporal el estatus del capital se expresará según la secuencia de metamorfosis hallada en función de la eficiencia técnica y la demanda solvente. El cierre amplificado del ciclo implica que la demanda debe crecer suficientemente para absorber la plusvalía adicional creada por la intensificación productiva interna, bajo el riesgo de incurrir en sobreproducción y dejar capital congelado como inventario de mercancía. El cierre ideal del ciclo del capital social en su conjunto comprende sus expresiones de equilibrio: como capital productivo renovado y como capital abstracto realizado, listo para reiniciar el siguiente ciclo de inversión-consumo.

El éxito del proceso de valorización descansa en el ensanchamiento de la plusvalía y de la tasa de ganancia, con lo cual el simple crecimiento económico no es garantía de reproducción satisfactoria del capital. Si imagináramos una economía cerrada puramente capitalista, en cada corte de ciclo la magnitud del capital se expresaría como la producción bruta, mientras sus componentes factoriales expresarían la estructura del capital exactamente como una estructura distributiva compuesta por el capital fijo, el capital circulante (consumo intermedio), la remuneración a los asalariados y la plusvalía (excedente de explotación). La expansión del producto bruto, es decir, del capital variable más la plusvalía, no será equivalente a una reproducción eficaz del capital mientras la tasa de plusvalía no crezca en la proporción suficiente para ensanchar la tasa de ganancia, lo que conlleva a dos aspectos fundamentales: la acotación de la composición orgánica de capital y el peso de los salarios en relación a la plusvalía, es decir, la tasa de explotación. 2

Al estudiar los agregados del producto causado en el período comprendido entre 1973 y 1975 para el sector privado, ofrecidos por el Banco Central de Venezuela, es posible revelar el comportamiento anómalo que, ciñéndonos a un metabolismo puramente capitalista, se aparta de lo que cabe esperar de un proceso continuado de reproducción ampliada mientras no entre en escena un cambio revolucionario de la productividad o muy drástico de las condiciones objetivas del aparato productivo. Pero lo que se revela es el efecto de la disponibilidad de ingresos extraordinarios que hace que el producto, calculado a precios constantes de 1989, salte entre 1973 y 1974 en un 41 %, para crecer en -6 % entre 1974 y 1975. 3 En una situación ideal de uso total de la capacidad instalada, el producto bruto se expande de acuerdo a la productividad social del trabajo, a las innovaciones técnicas capaces de reemplazar y absorber equipos y fuerza de trabajo, asimilando el crecimiento demográfico y expandiendo aun más la capacidad productiva. Por contraste, en una situación de recuperación de un evento recesivo, o bien en un esfuerzo de superación del uso ineficiente de los recursos, el producto puede crecer o reponerse sólo como consecuencia de colmar capacidad instalada ociosa, descartando la incidencia de la productividad por efecto de la innovación técnica.4 No se antoja probable un escenario de modernización durante un proceso recesivo, en que la inversión se detiene. Así, el primer tipo de crecimiento debe situar al PIB sobre la media histórica; el segundo debe aproximarla a ella. El primero obedece a la renovación constante de la tecnología. El segundo expresa estancamiento tecnológico o, en nuestro caso, desperdicio de tecnología importada.

 

Tratando los datos del sector manufacturero privado, aunque considerablemente modestos en comparación con el ámbito privado en su conjunto, aun revelan un salto significativo. El PIB del sector alcanza un 14 % de crecimiento interanual entre 1973 y 1975 a precios de 1989, sin incluir actividades de refinación de petróleo. Pero si extendemos el período hasta 1980, se registra una tendencia a la baja constante que cierra en -2 %. El impacto rentístico inmediato es bastante más amortiguado, y se puede afirmar que revierte a partir de 1976. El efecto expansivo de la demanda agregada drenó sobre todas las ramas de la economía, provocando sin duda una revitalización de la capacidad productiva por efecto multiplicador de la renta. Al permanecer fijo el tipo de cambio, aun con la inflación moderada del trienio, es de esperar igualmente una cierta magnitud de apropiación mercantil de renta. Las actividades comerciales y financieras crecieron significativamente más que la manufactura o la construcción, ofreciendo las primeras, entre 1973 y 1975, 39,8  y 37,1 % respectivamente; mientras las segundas alcanzaron cada una 30,3 y 34,5 %. Las cifras se presentan en la tabla VI-1, donde aparecen también los valores que resumen el período 73-79. Esta evolución es elocuente por su lado: las actividades que encabezan el mayor crecimiento son la construcción y las instituciones financieras (sectores secundario y terciario). A este plazo algo mayor el efecto del brote rentístico y el subsecuente reflujo estimuló actividades no transables y de la banca, siendo ésta la que lidera el conjunto. Sin embargo, la tendencia recesiva que se acentuó hacia 1980 afectó severamente la construcción, que cerró en -18,5 % ese año, en contraste con el sector financiero, que, aunque afectado, cerró con 1,4 %.

De las huellas marcadas por distintos datos se desprende que el evento de 1974 cancela una estrategia de acumulación fundada en el capital privado asistido por el Estado, inaugura un breve aunque significativo impulso de la producción pública en la industria pesada, y abre un nuevo ciclo de acumulación con fuerte sesgo rentístico. 5 Ese episodio es algo así como el evento “K-T” de la economía contemporánea de Venezuela6 , a partir del cual culmina el primer esfuerzo de industrialización y se estabiliza o acaba por madurar un sistema de acumulación de equilibrio relativo entre la activación del motor endógeno y la dependencia directa de la renta. Se trata de un primer esfuerzo de industrialización que tropieza tanto con el hecho de gozar de ingresos netos que no requieren una matriz productiva, como a un contexto mundial recesivo y de rápida obsolescencia y reemplazo de tecnologías. El capitalismo rentístico, en su manifestación tal vez más depurada, comprendida entre 1973 y 1989, coincide con una progresiva modificación de la estrategia global del capital y de la política imperialista que lo sustenta, que no por pura casualidad se desenvuelve contemporánea entre dos hitos emblemáticos, como fueron el golpe de Estado en Chile y el derrumbe de la Unión Soviética.

La inusitada prosperidad del trienio 73-75 parece reforzar tendencias ya manifiestas a inicios de la década, y brinda un laboratorio histórico para dimensionar la respuesta del capital y el ulterior efecto de rezago que sucede a todo impacto. La inversión se encontraba en declive al recibirse 1974. Entre 1972 y 1973 la formación bruta de capital en el sector petrolero y de refinación, para entonces en manos de empresas privadas extranjeras, retrocedió 14 %, mientras la manufactura lo hizo en 0,7 %. 7 La inversión del sector agrícola, sin embargo, no acompañó la tendencia, creciendo 12 %. El año 1974 no fue refractario al declive, en particular el sector manufacturero. Como lo señala el Informe Económico del BCV para ese año: “La inversión bruta real manufacturera se cifró en Bs. 1890 millones, lo que significa una disminución de 16 % con relación al año precedente. El movimiento contractivo que acusa la industria manufacturera se manifiesta con diferente intensidad tanto en el sector privado como en el sector público, los cuales registraron 8,4 % y 31,2 %, respectivamente. No obstante haberse reducido los gastos de capital de la actividad comentada, se observa un aumento sustancial en la producción bruta del sector, circunstancia que se explica, entre otros factores, por el mayor aprovechamiento del equipo instalado, el incremento de los recursos humanos empleados y el mayor número de horas-hombre trabajadas durante el año.”8 Un efecto inmediato ante la expansión repentina de la demanda agregada fue aprovechar capacidad industrial, antesala de la reversión de la tendencia declinante en el bienio 74-75.

En este bienio se disparan las cifras, incluyendo la inversión. La formación bruta de capital se modifica positivamente para los siguientes rubros: construcciones y mejoras, 41 %; maquinaria y equipo, 66 %; equipo de transporte, 54 %; ganadería, 50 %. 9 El total de este grupo, contabilizado en millones de bolívares, pasa de 20.984 a 31.551, con una variación de 50 %. La variación interanual de la superficie cosechada alcanza 182 mil hectáreas, destacando renglones importantes en calidad de insumos agroindustriales como arroz, maíz, algodón y sorgo. Mientras la adaptación al impacto de la demanda en 1974 todavía “recalentó” la economía con una inflación de 11,6 % frente a 5,7 % en 1973 y 2,8 % en 1972, ya en 1975 moderó a 8 %, muestra de que había capacidad potencial lista para elevar la oferta, actuando como un factor de absorción de demanda. El otro factor, que explica una de las claves del comportamiento de los agregados en los siguientes años, consiste en las importaciones. El incremento de las inversiones fue sin duda estimulado por la posibilidad de adquirir del exterior equipos y maquinarias a bajo costo para reemplazar capacidad instalada aun subutilizada, descontando desde luego los nuevos inversionistas beneficiarios de programas crediticios.10

Con todo, rápidamente cambiaron las condiciones objetivas de estímulo de las inversiones en capital productivo, una vez desatada la tendencia a la sobrevaluación del tipo de cambio y sobrevenida el alza en las importaciones. Así, lo que sucederá a lo largo del período 1973-1989 habrá de revelar en los indicadores las cambiantes preferencias del capital. La tabla VI-2 arroja con bastante claridad el proceso de modificación estructural de la composición del PIB privado. El subperíodo 80-83 da cuenta de una deriva recesiva que es antecedida por los ingresos extraordinarios de inicios de la década, a consecuencia de la crisis iraní. La nueva racha de renta venía, sin embargo, condenada por las condiciones acumuladas en la década anterior, en especial los compromisos de deuda. El desequilibrio de las finanzas públicas conllevó con bastante celeridad a la vorágine de saqueo rentístico que caracterizó el trienio 81-83 y culminó en la devaluación y el control de cambios, hundiendo al PIB. Todos los sectores cierran negativos en el 83, acusando la mayor caída el sector secundario, con más de 20 %. Pero un aspecto interesante lo ofrecen las actividades comerciales, únicas que se mantuvieron a flote con un 8 % positivo frente a caídas de más de 15 % en la construcción y 30 % en la manufactura. Analicemos ahora la llamativa composición de todo el segmento 80-89.

De este subperíodo podemos extraer algunas observaciones especiales, que habremos de reforzar con otros indicadores. No hay que perder de vista que el año 1989 inicia con el gobierno de Carlos Andrés Pérez, ganador de las elecciones de 1988 y vehículo político del programa neoliberal, ya en pleno debut. Ese año concluye en recesión como el broche de la segunda oleada de las décadas de los 70 y 80. Las variaciones redondeadas de la serie 80-90 muestran saldos terminantes: el grupo de actividades comerciales, el cual alcanza 171 %, cobra la delantera con creces, favorecida por una recesión que afectó severamente la construcción, pero de la cual salió indemne junto a la manufactura. Ésta logra posicionarse en 98 %, frente a un magro 19 % de la construcción. Si se observa adicionalmente la composición de las actividades comerciales sobre el grupo en evaluación (manufactura, construcción, comercio y finanzas), se percibe también su preponderancia, al aumentar desde un 30 % en 1980 a 42 % en 1989, mientras la manufactura avanza apenas de un 39 % a 40 %. Es un indicativo de que el capital comercial adquiere robustez frente a las actividades del sector secundario, que cierra en 70 %, aunque por encima de los demás sectores, principalmente gracias a la producción de electricidad, que cierra en 109 %.
Ahora bien, la conducta de las actividades manufactureras del sector privado, una vez pasada la recesión de 1983, hace presumir una reacción favorable a la baja de la disponibilidad de renta y, posiblemente, una cierta reducción de la vocación rentística. Pese a todo, la recuperación manufacturera, en contraste con la construcción, fue a la par con la recuperación de las importaciones, poniendo de manifiesto la alta dependencia de insumos foráneos. El lapso 84-88 es interesante en cuanto que, más que una recuperación, se detecta un estímulo no rentístico de las inversiones y la producción industrial, las cuales, a desdén de este impulso, terminan por caer drásticamente en 1989. Sin embargo, la recuperación del PIB muestra una tendencia creciente de la tasa de explotación del trabajo. La debacle de las importaciones en 1983, indistintamente que de inmediato hayan recobrado un modesto rebote, incidió claramente en la oportunidad de elevar la producción industrial. En la tabla VI-3 se muestran las trayectorias del PIB manufacturero privado, la formación bruta de capital fijo (FBKF) y las importaciones del conjunto de la economía, todas a precios constantes de 1989. En el gráfico Nº VI-1 pueden verse estas trayectorias arregladas como índices para un mejor contraste.

El empuje de la formación bruta de capital fijo a partir de 1974, variable que toca techo en 1978, obedece principalmente a las inversiones públicas en las industrias básicas, pero igualmente responde, como hemos mencionado, a un estímulo de la empresa privada. En el gráfico es fácil comprobar el maridaje de las trayectorias de la formación bruta de capital fijo y de las importaciones, ratificando a su vez la alta dependencia de importaciones de insumos. 11 Las inversiones en capital de trabajo por parte del sector privado se corresponden igualmente con la fase ascendente del período 74-78, arrojando, a precios constantes de 1989, un crecimiento de 54 %, para caer sostenidamente hasta 1983, año en que se recuperan para llegar a un pico en 1986. La curva del PIB de la manufactura privada acusa un ascenso moderado hasta 1978, formando una meseta hasta 1983.

El estancamiento habido entre el 78 y el 83, paralelo a la contracción de la inversión bruta y de las importaciones, expresa la tendencia recesiva que ocasiona el descenso de los ingresos petroleros. Los dos sub-perídos muestran una reacción similar de la producción industrial aunque en distintas magnitudes y proporciones: un impulso inicial claramente inducido por un efecto multiplicador de la renta a través de la ampliación de la demanda agregada; y una desaceleración que acompaña la fase de reflujo del ciclo rentístico, bastante recesiva entre 1985 y 1986. La producción de las industrias básicas adquiere a su vez un impulso notable a partir de 1982 como consecuencia del abaratamiento facilitado por la devaluación de la moneda, pero declina a partir de 1987. Las décadas de los 70-80 representan respectivamente dos grandes etapas de la vida de las industrias básicas antes del advenimiento de las políticas privatizadoras de los 90: las grandes inversiones (70), y el impulso de la producción (80).

La evolución del desempeño económico de esa época expresa lo que es bien conocido y trillado: la fluctuación según la disponibilidad de los ingresos petroleros netos. Destaca igualmente que, así como la etapa sustitutiva no pudo conjurar la tradición dependiente, con todo y sus avances, tampoco en esos años de extraordinarias oportunidades, con elaborados planes nacionales y un marco desarrollista que podría considerarse medianamente bien estructurado, fue posible superarla. El capitalismo rentístico sigue siendo hoy tan vital como en los mejores momentos de aquellas décadas, fenómeno que exige identificar el lastre interno que reafirma sus cimientos y su resistencia contra todo esfuerzo consciente por dejarlo atrás sin cancelar el disfrute de la renta petrolera internacional. Si del análisis de la “fisiología” del capital se obtienen algunas respuestas susceptibles de evaluar, igualmente hay que procurarlas del examen de la reproducción ampliada.

La contradicción principal descansa en la estabilidad de la acumulación que, como se ha dicho, no deviene del dominio pleno del ciclo de metamorfosis del capital. Esto sucede por el hecho de que la oferta de divisas para importar es fluctuante en función de la disponibilidad de renta, de modo que una fracción del capital hallado en la forma de capital-dinero representa, en cada ciclo, una potencialidad incierta para la reproducción del capital constante en la forma-mercancía (capital circulante). De esta contradicción se desprende la reactividad respecto del volumen potencial de la renta, siendo especialmente importante la expectativa sobre los ingresos petroleros e igualmente sobre la política fiscal y la acción redistributiva pública. Nuestro análisis funcional ha llevado a deducir las deformaciones circulatorias en calidad de efectos inmediatos de defensa de la masa y equilibrio relativo de la tasa de ganancia, premisas para mantener la estabilidad de la acumulación. La tasa de ganancia estará en equilibrio relativo mientras sea igual o mayor a la tasa media externa. El período 73-89 contiene material para ahondar en estos aspectos, mostrando además que la estabilidad de la acumulación no es necesariamente idéntica a la estabilidad estructural de la reproducción ampliada, actuando la salida neta de capital como una válvula de protección útil a sus propietarios para preservar pisos de poder financiero, es decir, niveles históricos de capital-dinero invertido.12

Se observa que los brotes de ingresos producen un doble efecto, más o menos diacrónico: un efecto multiplicador sobre el núcleo endógeno y seguidamente una reafirmación de la vocación rentística a la manera de un “freno” del impulso inicial. Lo destacable desde 1974 es que las importaciones suben en una proporción mayor al efecto multiplicador operado sobre los agregados, potenciando así el poder financiero espurio del capital para adaptarse prácticamente de la nada a las nuevas oportunidades de lucro. Corresponde a la fisiología del sistema esa adaptación que, según se ha visto, ocurre a través de la emisión de liquidez. Mientras el Estado dispone de una renta sobrevenida distribuyéndola por los canales normales del gasto público y la inversión, el sector privado cabalga sobre el plus rentístico con los recursos que brinda el sistema de crédito. De este modo el capital consigue rápidamente incrementar sus ganancias y amplificar la base financiera circulante. Esa base es tan inestable como lo es la renta petrolera, pero ya se ha analizado en qué forma aquél es capaz de sobreponerse a la contingencia. El reflujo amenaza con la descapitalización o, lo que es lo mismo, la contracción en términos reales del capital-dinero requerido para reponer el capital constante en la forma de capital circulante. De allí que el recurso táctico del capital  sea ejercer presión para revaluar la moneda. El peligro de descapitalización nominal es equivalente a lo que para el capital productivo en su forma-mercancía significa la sobreproducción y subsecuente deflación.

El laboratorio 73-89 proporciona así algunas características de interés y eventuales pistas de las condiciones de la acumulación (evaluando las variables a precios constantes): a) la respuesta del producto interno al incremento de la renta ocurre como un impulso inicial que se suaviza, atenúa y decrece; b) es destacable el vínculo contradictorio entre el proceso de acumulación de capital y la eficacia del gasto público en el período de regresión fiscal; c) en el subperíodo 73-78 crece el PIB privado lo mismo que las importaciones, mientras decrece el excedente petrolero; d) en el bienio 79-80 sobreviene un nuevo aflujo de ingresos, no obstante acompañado de una baja del PIB privado y de las importaciones, preludio de la estampida especulativa iniciada en el 80; e) el bienio 81-82 es de recuperación leve del PIB privado y de las importaciones, que terminan por caer en 1983; f) en el subperíodo 84-89, aunque las ganancias petroleras son cortas, es manifiesta la tendencia al aumento del PIB privado y las importaciones hasta 1988, creciendo éstas más que proporcionalmente. Para ver tales conductas se ofrece en el gráfico VI-2 el comportamiento de tres variables observadas con arreglo a sus índices, con año base en 1973: el PIB privado, el excedente de explotación del sector petrolero, y las importaciones. A fin de contextualizar la serie, las líneas verticales que delimitan el período 80-83 enmarcan el evento máximo de la profusa fuga de capitales privados que se extendería al menos hasta 1985. Son claros puntos de inflexión sitos en 1978, 1980 y 1983.

D. F. Maza Zavala ofrece una valiosa periodización del desempeño económico de las décadas 70-80: “El período comprendido entre 1970 y 1986 puede ser dividido en varios subperíodos según el movimiento dominante en cada uno de ellos: i) 1970-73, de recuperación y expansión moderada; ii) 1974-1978, de expansión pronunciada y cambio de dimensiones nominales de la economía; iii) 1979-82, de recesión de la economía real en contraste con la mayor expansión de la economía nominal; vi) 1983-86, de recesión y reajuste. En conjunto el tiempo comprendido entre 1979 y 1986 fue de profunda caída de la actividad económica, de grave deterioro del bienestar social, de descenso de la calidad de vida del venezolano medio, de ampliación de la brecha de riqueza y pobreza, de emergencia de presiones inflacionarias fuertes, de considerables desajustes del sector externo y de notables contradicciones de las políticas públicas, entre otros hechos.” 13

Cabe extender esta caracterización hasta 1998. Pero ya en las décadas 70-80 conviven la gloria y el oprobio del capitalismo rentístico, cuya perniciosa danza sigue inconclusa. Grosso modo, entre 1974 y 1989 el proceso de acumulación de capital presenta lo que se podría tomar por dos ciclos largos diferenciados, con punto fronterizo o de inflexión localizado en el 79. El primer ciclo largo muestra un avance absoluto significativo de las variables claves de desempeño del capital, pero regresivo en términos relativos. El segundo ciclo, que abarca desde 1979 hasta la recesión de 1988-89, comprende tanto un avance absoluto como relativo, haciéndose bien eficaces los mecanismos de reacción frente a las políticas socializantes y populistas del quinquenio 73-78. El primer mecanismo de reacción fue la fuga de divisas del subperíodo 80-85, que pone en escena la ofensiva del capital contra el Estado gestor y contra la clase trabajadora. El segundo mecanismo fue la escalada inflacionaria, que empezó en el 84 pero con una previa manifestación en el bienio 79-80, cuando alcanzó un promedio anual de 20 %. Pongamos la lupa en los números.

El análisis del desempeño estructural del sector privado no petrolero, haciendo los arreglos a precios constantes de 1989, deriva de los resultados volcados en la tabla VI-4. La columna 2 presenta el producto bruto, cuyos índices componen una de las líneas del gráfico VI-2. En 1973 se calcula un producto real de MMBs. 633, creciendo sostenidamente hasta 1978, en que alcanza MMBs. 942. Entre el 79 y el 83 fluctúa algo erráticamente sin retomar el nivel del 78, con puntos recesivos importantes en el 80 y el 83, hasta lograr una recuperación en 1984. Desde este año hasta el 87 se registra nuevamente un crecimiento sostenido, interrumpido por el bienio recesivo 88-89. Las columnas a la derecha muestran variables que componen la producción bruta (consumo intermedio -CI) y el producto (consumo de capital fijo -CKF, remuneración a empleados y obreros -RE, y el excedente bruto de explotación -EBE). La variable indicativa del desempeño del capital es el excedente de explotación bruto (excedente de explotación más impuestos indirectos menos subsidios, columna 6), que expresa el resultado primario de la distribución factorial.14 El excedente muestra una tendencia creciente a lo largo de todo el período 73-89, pero con contracciones en algunos años: bienio 75-76, año 79 y bienio 88-89. Hasta 1980 la tendencia es suave, se torna más pronunciada hacia el 83 y se empina hasta el 87. Veamos luego la remuneración a los trabajadores (columna 5). Entre el 73 y el 78 la tendencia es creciente acusando una pendiente pronunciada, casi lineal, llegando a un pico en el 78. A partir de allí el comportamiento será hacia la baja con mínimo en el 83, cambiando hacia una recuperación que toca techo en el 86, y descendiendo nuevamente hasta el 89. La tendencia es negativa en todo el subperíodo 79-89, sin recuperar nunca el nivel máximo de 1978. Hasta este año las tendencias van juntas, separándose definitivamente desde 1979.

La tabla 5 destaca algunas ratios útiles para mesurar el ámbito privado estructural del proceso de acumulación de capital no petrolero. Se construyen los indicadores destacados entre las columnas 2 y 5: participación del excedente bruto de explotación en el PIB privado (columna 2); participación de la remuneración a los trabajadores en el PIB privado (columna 3); tasa de explotación aparente o contable, que expresa la ratio entre el excedente bruto y la remuneración a los trabajadores (columna 3); tasa bruta agregada de retorno, compuesta por la ratio entre el excedente bruto y los factores de la producción (consumo intermedio, consumo de capital fijo y remuneración a los trabajadores, columna 4); y composición orgánica contable del capital (la suma del consumo intermedio y el consumo de capital fijo sobre la remuneración a los trabajadores, columna 5). Los tres últimos indicadores proporcionan una imagen del total agregado conceptuado como estructura de capital, es decir, aplicando un criterio de identidad conceptual entre la estructura agregada del sector privado y la estructura contable del capital según sus componentes: capital constante (fijo y circulante), capital variable (costo de la fuerza de trabajo), y ganancia.

Salvo el año 77, la participación del excedente bruto sobre el PIB fue descendente hasta 1979. La remuneración a los trabajadores sobre el PIB presenta el comportamiento inverso: salvo el año 77, crece hasta el 79. Como la participación del consumo de capital fijo es prácticamente constante, el excedente bruto y la remuneración al trabajo en relación al PIB muestran un comportamiento casi en negativo o de espejo, como ilustra el gráfico VI-3, adoptando la forma de unas tenazas o una copa acostada. La parte más estrecha de la copa se sitúa en 1979, donde ocurre la solución de continuidad o inversión de las tendencias de ambas ratios. Un aspecto notable es el lazo relativo excluyente, siendo sus tasas de cambio de signo contrario a lo largo de toda la serie. La tasa contable de explotación 15 expresa claramente ese vínculo, siendo decreciente hasta el 79 y cambiando de tendencia de ese momento en adelante. La relación favorable al capital es bastante significativa, pues mientras en un momento dado el valor más bajo alcanza 45 %, para los trabajadores la ratio baja a un mínimo de 33 %. La tasa contable de explotación alcanza su mínimo en el 79 y el máximo en el 87. La tasa agregada bruta de retorno tiene gráficamente una forma casi coincidente con la tasa contable de explotación: aumenta en el bienio 73-74; desciende hasta el 76; aumenta levemente en el 77; desciende levemente hasta el 79; luego aumenta sostenida y significativamente hasta el 84; decae en el bienio 85-86, para aumentar en el 87 y decaer en la recesión del bienio 88-89. El único año donde las tendencias son divergentes para ambas tasas es el 85, en que aumenta la tasa contable de explotación pero baja la tasa de retorno, expresando un aumento relativo del capital constante.

En cuanto a la composición orgánica contable del capital (registro de la relación entre el capital constante y el variable), cabe señalar la incidencia de los siguientes factores: a) el abaratamiento relativo de insumos importados durante el auge de ingresos; b) el menor peso relativo temporal de insumos en el sector secundario, especialmente la construcción; c) la participación creciente del capital fijo a partir de 1974; y d) la contracción de la remuneración a los trabajadores después de 1979. En todo escenario de reducción de la participación del capital constante debe sospecharse en principio un ahorro derivado de un abaratamiento de equipos y materiales, o bien un incremento de la productividad, o ambos. La modernización del capital productivo ha de conducir a un ahorro relativo de fuerza de trabajo, siendo atípica una disminución de la composición orgánica explicada por un incremento en la participación de la remuneración a los trabajadores. 16 Pero esto sucede en el período 75-79 a la par de un abaratamiento relativo de capital circulante. Entre el 76 y el 81 la composición orgánica permanece estable, y comienza a aumentar hasta el 87. Este aumento está asociado también atípicamente con un aumento del excedente bruto de explotación, pero es debido a la contracción (relativa y absoluta) del peso de la remuneración a los trabajadores. En definitiva, es el agregado de la fuerza de trabajo la variable determinante en la medición de la composición orgánica de capital en este período, siendo no relevante la incidencia del capital constante.

Pero de esto último se derivan dos hechos de interés: a) la participación del capital constante circulante (materias primas e insumos de mantenimiento) registra una variabilidad dominante a la baja; y b) aunque poco significativa en su incidencia, la participación del capital fijo registra una tendencia dominante al alza, poniendo de relieve un cierto estancamiento de la productividad. Esto se traduce en que el crecimiento del PIB no alcanzó un óptimo técnico, formándose capacidad ociosa. El primer hecho señala la participación creciente de la actividad comercial respecto de las industriales, reduciendo el peso de materiales e insumos. La participación de la actividad comercial sobre el grupo formado por comercio, industrias y finanzas, pasa de 32 % en 1973 a 42 % en 1989. En el mismo período, la manufactura cambia apenas de 40 a 41 %, mientras la construcción lo hace de 19 a 13 %. La economía del sector privado se hizo tendencialmente más comercialista. Respecto al segundo hecho, es fuerte la sospecha de un leve decrecimiento o estancamiento de la productividad,17 pero también invita a reconocer el efecto de la modificación relativa del peso de las actividades económicas en cuanto al consumo del capital fijo, pues la participación disminuye en los períodos recesivos. Entre el 74 y el 79 el peso del consumo de capital fijo sobre el conjunto del sector privado se modificó de 4,4 a 5,1 %. Podría haber un cierto impacto de requerimientos de capital productivo de la construcción, pero sin embargo, en ese lapso las actividades comerciales y financieras, poco intensivas en capital fijo de rápida depreciación, aumentan su peso. Es probable igualmente que las inversiones realizadas a consecuencia del boom petrolero hayan provocado un efecto de retardo de su recuperación, pero esto es especulativo. Lo cierto es que, con algunas altas y bajas, la ratio permanece estable entre el 79 y el 86 con un promedio de 5,05 %.

El momento de quiebre que expresan los indicadores analizados ocurre en el año 79. Hasta ese año el proceso de acumulación de capital privado señala un rezago relativo, favorecido con bastante seguridad por la embriaguez del crecimiento real de las ganancias empresariales, pero que habría de alcanzar techo al estrecharse la plusvalía global. La participación de la remuneración a los trabajadores aumentó, deduciendo de esto el efecto expansivo de las actividades económicas, el mayor requerimiento de fuerza de trabajo y las políticas estatales de estímulo de la demanda agregada. Cuando se producen entradas extraordinarias de ingresos petroleros, crecen las oportunidades de ingresos no salariales entre la población no poseedora de medios de producción, factor que opera a favor de la atenuación de la constante presión deflacionaria de los salarios. Sin embargo, un aspecto clave es el aprovechamiento de los ingresos extraordinarios por parte del Estado que, pese a la conservación del tipo de cambio, logró sin duda defender un elevado poder adquisitivo por un cierto tiempo. Las acciones nacionalistas de la estatización petrolera y minera, aunado a un fervor populista con visos de optimismo y promesas de opulencia, reforzaron sobre el Estado su papel de epicentro distributivo y un imaginario democratizante basado en la preeminencia de la acción pública. Es así que la lectura del subperíodo 74-79 dibuja una especie de juego suma-positivo durante los primeros momentos, que poco a poco habría de irse agotando al bajar la renta y reaccionar el capital espontáneamente desacelerando la economía e iniciando la fuga de capitales. El siguiente ciclo largo es de “corrección” desde el punto de vista del capital: se verá de manera diáfana cómo se restablecen a su favor las tendencias e índices fundamentales, mientras el conjunto de la “economía” comienza a padecer de inestabilidad crónica y la clase trabajadora de un dilatado período de empobrecimiento.

Se sabe que entre el 74 y el 78 fueron en aumento las condiciones de estrangulamiento de las finanzas públicas, entre otros factores, por las grandes inversiones en la industria pesada. La transferencia de renta petrolera por vías secundarias se volvió corriente, entre ellos, subsidios de diversas clases, créditos blandos, intereses, sobreprecios contractuales… La administración pública creció y con ella muchos puestos de trabajo de necesidad dudosa. La viveza criolla se volvió bastante ocurrente, utilizando variopintos subterfugios para sustraer renta y estafar al Estado. Las convenciones colectivas públicas también sumaron al oportunismo rentista. Veamos lo que dice Maza sobre el contexto de la época: “Los ingentes recursos financieros que afluyeron durante el período 1974-81, con fluctuaciones más o menos amplias, se consumaron en gran parte en gastos corrientes públicos y privados; otra parte se incorporó en obras suntuarias, en la formidable expansión del parque automotor improductivo y en proyectos de inversión sobredimensionados que terminaron por frustrarse; parte se fugó al exterior (reciclaje perverso); una parte, lamentablemente la más pequeña, se capitalizó en medios de producción públicos y privados, que ahora sirven de valiosos auxiliares para enfrentar la crisis.” 18

Tanto el Estado como los agentes capitalistas se verán en un embudo ya avanzada la década de los 70, a cuya estrecha salida era menester llegar más rápido y con mayor energía para agrandarla en el momento del escape. La alcanzaron primero los agentes privados, en colusión con los gobernantes de turno. En 1980, año en que nuevamente llueven ingresos extraordinarios pero bajo condiciones amenazantes, muy distintas de las de 1974, sobrevino el instante crítico a partir del cual comenzó la cuenta regresiva. El drenaje de la fuga de capitales puede explicarse, en este escenario, en calidad de un acto reactivo favorecido por la pérdida de rentabilidad interna, la contracción de la demanda interna y la desaceleración de la producción. La caída de las importaciones es un elocuente indicio de la desviación en el uso de las divisas. El estrangulamiento fiscal presagiaba una devaluación inminente. La estrategia coyuntural del capital se tornó muy especulativa al modificarse desfavorablemente los parámetros de acumulación más o menos basados en el capital productivo. Aquí no se percibe una migración para equilibrar la tasa de ganancia (a la baja en el mercado interno), sino más bien una carrera por hacer colocaciones defensivas frente a la posible devaluación, sin descartar desde luego el objetivo de obtener rendimientos de consolación en el exterior. El arrebato especulativo pudo haber alcanzado una dimensión mesurable en órdenes de magnitud, desatando un violento chorro de renta a las arcas de agentes privados. Dicho de otro modo, la privatización extraordinaria de renta podría estimarse en proporción al PIB.

En una investigación sobre la fuga de capitales, Emilio J. Medina Smith 19 aborda el fenómeno a lo largo de un extenso período, revelando, entre otros aspectos, su persistencia. Presenta varias estimaciones propias y de distintas fuentes para dimensionar la magnitud de la migración y sus manifestaciones conspicuas. Refiere Medina: “Las estimaciones obtenidas sugieren claramente que una proporción de ahorros domésticos ha sido invertida tradicionalmente en el exterior. Por lo cual, se corroboró la hipótesis de que este país es un “acreedor neto” vis-à-vis en relación con el resto del mundo, posiblemente el único caso dentro de Latinoamérica, con la posible excepción de Argentina.” Entre las estimaciones reunidas en ese trabajo, presenta especial interés la efectuada por John Cuddington20 , descrita en el gráfico VI-4, junto a los saldos del sector privado tomados directamente de la balanza de pagos.21 La estimación, según el criterio de Cuddington, es considerablemente mayor, alcanzando entre los años 80 y 85 un saldo neto de 23,7 millardos de dólares frente a 10,4 millardos detectables directamente de la cuenta del sector privado. Como quiera que haya sido la verdadera magnitud de la migración, es incontrovertible la desproporción ocurrida en ese período. 22 Recordemos la estimación de la RPI en la balanza de pagos del período 73-89, cuyo saldo bruto de reservas es igual al saldo de la cuenta corriente, de 10,1 millardos de dólares, cancelado sin contrapartida real identificable. En ese mismo lapso la salida neta de capitales del sector privado alcanzó 14,1 millardos de dólares. Si hacemos una inferencia en relación al saldo de la renta expatriado, el componente rentístico apropiado por los privados habría alcanzado alrededor del 74 % del total fugado de acuerdo a nuestra estimación. 23 Los 10,4 millardos de dólares del lapso 80-85 implicarían 2,4 % del PIB acumulado de todo el período 80-85, compuestos casi en su totalidad por renta petrolera. 24

En palabras de Maza: “La economía se hizo exportadora de capitales, incluso en tiempos en que se recurría al endeudamiento externo, por lo que pudiera sustentarse la hipótesis de que ese endeudamiento operó como un mecanismo facilitador de la salida de capitales.” 25 Esta aseveración de Maza lleva a reforzar la hipótesis de que la fuga de capitales tuvo un elevado componente rentístico, 26 tanto que, dada su magnitud, en vez de coadyuvar un colapso económico en el ámbito privado, como parece que debió suceder, 27 logró la rendición casi incondicional del Estado redistributivo y junto a él la clase asalariada. La crisis de 1983 estuvo lejos de ser un traspiés para el capital, antes bien se trató de una batalla cuya cita estaba pautada y que el capital ganó orondo. Fue de momento un punto y aparte del breve Estado bonancible surgido en 1974, abreboca de la crisis definitiva sobrevenida en 1989. El PIB privado se recuperó bien al siguiente año y junto a él las importaciones, tendencia mantenida hasta 1988 (véase gráfico VI-3). De ese modo el período que abarca desde el 79 hasta el 83 es de reacción “depurativa”, mientras  en adelante la navegación se torna relativamente estable hasta la recesión del 88-89.28

Los indicadores sugieren en el segundo ciclo de acumulación un proceso acentuado de formación de plusvalía hasta un nivel de equilibrio que se rompe en el 88. Esto se apoya en la recuperación de las actividades económicas en el contexto de la baja de los ingresos petroleros, combinados con el alza de las importaciones, la presión inflacionaria (carrera entre el tipo de cambio nominal y los precios), la caída en la remuneración a los trabajadores, y el reforzamiento de la vocación comercialista. La participación de la remuneración al trabajo sobre el PIB cae sistemáticamente desde 45 %, en 1979, hasta 35 % en 1989, una pérdida de 10 puntos absorbida por el excedente privado, que cambia de 45 % a 57 % en el mismo segmento de tiempo, o sea 12 puntos arriba. Esto hace que la brecha entre el capital y la fuerza de trabajo pase de prácticamente 0 % a 22 %. Las cifras de 1989 corresponden a un año recesivo; si tomamos el comportamiento hasta 1988, vemos que la brecha llegó hasta 24 %. La tasa de explotación aparente o contable pasó de 100 % en 1979 a 163 % en 1989, mientras la tasa bruta agregada de retorno lo hizo desde 30 % hasta 44 %, un alza de 14 puntos. A partir del año 79 se activa una racha de apropiación de renta29 por deformación circulatoria, haciéndose regular desde 1984, en que prácticamente se naturaliza la espiral devaluación-inflación. El segundo ciclo largo de acumulación cierra en 1989 con un saldo a favor de las ganancias empresariales contra la participación de los trabajadores en la distribución del producto, y contra las capacidades fiscales redistributivas.

El gráfico VI-5 es revelador del comportamiento predominantemente excluyente entre los ingresos fiscales petroleros reales y el excedente bruto privado a lo largo de todo el período de estudio. De 17 años de la serie, en 9 se presentan elasticidades negativas, pero con una intensidad mucho mayor que en los años de tendencias con el mismo signo. Entre el 74 y el 76 hubo una suerte de “luna de miel” conciliatoria entre las tendencias de los ingresos fiscales y el producto privado neto, lo que no significa una contradicción tratándose de un episodio de impacto abrupto que produce de inmediato un efecto rebote. Las tendencias cambian de signo desde el 77 y, salvo la isla de 1981 causada por el aumento de los precios del crudo, se mantiene así hasta 1984. El año de inflexión es 1983, a partir del cual el índice del producto privado neto supera al de los ingresos fiscales, ampliando notablemente la brecha en el curso del segundo ciclo largo de acumulación. En el bienio 85-86 los índices acusan el mismo signo, para hacerse contrarios en 1987 y luego nuevamente en 1989. Ambas tendencias ponen de manifiesto que, pese a la fluctuación a la baja de los ingresos petroleros, la estructura del capital privado se mantiene estable. Estabilidad significa, de momento, conservación de la masa de ganancia. Si asumimos cierta la citada tendencia decreciente de la productividad, no habría razones estructurales endógenas para una tendencia estable e incluso creciente en términos absolutos, salvo por dos motivos: a) por un incremento significativo de la explotación de la fuerza de trabajo (combinada con una situación estanca de la capacidad instalada); y b) por contribución de renta apropiada.

A partir de 1983 se produce un estímulo no rentístico de la producción y de las exportaciones que con bastante seguridad promovió la formación endógena de plusvalía, elevando la tasa de explotación. La continuada devaluación de la moneda tuvo como respuesta la espiral inflacionaria requerida para refrenar el poder interno de compra del sector público y estabilizar el aporte rentístico del capital circulante ficticio, en un contexto de reducción drástica de las importaciones. La masa del excedente bruto privado crece de manera robusta desde 325 mil millones de bolívares en 1973 hasta 566 mil millones en 1989 (74 %), a precios de 1989. El coeficiente de variación es de 27 % frente a 13 % correspondiente a la remuneración a los trabajadores, expresando la mayor participación factorial del capital lograda en la época. Los ingresos fiscales petroleros acusan un coeficiente de 44 %, mostrando alta variabilidad relativa. Los ingresos registran un incremento negativo de 47 % en el período. La estabilidad de la estructura del sector privado hace que nunca se baje del piso absoluto de 1973 ni en cuanto al excedente de explotación ni en cuanto a la remuneración a los trabajadores. Pero de todo esto se desprende una observación general: ni el estímulo rentístico ni el motor endógeno actuaron para independizar al capital privado de la incidencia de los ingresos externos petroleros durante el período muestral. Salvo por lo que respecta a las inversiones en las industrias básicas, el capital en su conjunto logró elevar la masa de ganancia y cobrar tasas crecientes disociadas de un desarrollo productivo proporcionado, estableciendo el mecanismo de acumulación en la intensificación de la explotación laboral y en la apropiación mercantil de renta.

1 “…Petróleos de Venezuela aparece cumpliendo los lineamientos de la política petrolera del Ministerio de Energía y Minas, pero, como se demuestra, el Ministerio en realidad, acata las decisiones del ‘enclave trasnacional’.” (Parra, op. cit. p. 110).

2 Este es un tópico medular de la teoría de Marx y de la polémica presentada en torno al teorema de Okishio (ver teorema de Okishio, 1961).

3 Este crecimiento negativo no debe verse como una “baja”, sino como un pequeño rebote contra el elevado techo alcanzado en 1974.

4 En los grandes núcleos de acumulación los eventos recesivos prolongados, que pueden estar asociados a un techo de paradigma tecnológico o bloqueo tecnológico (Bertrand Gille, 1962), la necesidad de recuperar los niveles de ganancia frente al incremento de la composición orgánica de capital y los salarios reales, es capaz de estimular inversiones modernizadoras que eleven la productividad y permitan el ahorro de fuerza de trabajo. Sin embargo, es discutible que esta respuesta sea exclusivamente endógena, siendo importante el papel jugado por el Estado en cuanto a los costos de modernización, asociados con frecuencia a la investigación y desarrollo de tecnología militar.

5 Ignacio Purroy propugnó la tesis de un cambio entre el modelo sustitutivo representado por la burguesía tradicional y un nuevo modelo de inversiones y de acumulación basado en la industria pesada orientada al mercado mundial, representada por una burguesía emergente que habría tomado posesión del Estado. Esta tesis es claramente insostenible a la luz de los resultados, indistintamente que personeros de grupos económicos y agentes políticos, como Gumersindo Rodríguez, hayan atisbado las oportunidades del negocio de exportación de materias primas en virtud de las innegables ventajas comparativas a la mano, en especial la disponibilidad de energía eléctrica a bajo costo. El desarrollo de las industrias básicas responde a una visión desarrollista madurada desde los años 50 que no tenía que estar necesariamente reñida con la política sustitutiva. Sin embargo, las grandes inversiones en la industria pesada, orientadas deliberada o forzosamente a las exportaciones, condujeron a un modelo de absorción de costos por parte del Estado y de subsidio velado de minerales, acero y aluminio a precios de saqueo. Este modelo de subsidio velado fue un medio de transferencia de renta petrolera y simultáneamente de explotación del trabajo en las industrias de Guayana. (Ver: Purroy, obra citada.)

6 El cambio geológico como símil del cambio de época económica. Evento K-T: cambio del cretácico (K) al terciario (T) debido a un episodio geológico abrupto.

7 Informe Económico 1973 del Banco Central de Venezuela.

8 Informe Económico 1974 del Banco Central de Venezuela, p. 131.

9 Informe Económico 1975 del Banco Central de Venezuela.

10 V. gr. el Fondo de Crédito Industrial (Foncrei), Foncafé, Foncacao, Fondo de Crédito Agropecuario, entre otros.

11 La correlación logarítmica arroja una R2 = 0,8471.

12 Sobre la estrategia de protección contra la descapitalización y su efecto sobre la acumulación interna comentan Reinier Schliesser y José Ignacio Silva: “…según Fischer (1993), las continuas depreciaciones esperadas hacen más atractivo mantener activos extranjeros, lo cual termina afectando a la inversión privada y con ello al crecimiento de la economía. (op. cit., p. 93) Esto no debe llevarnos a concluir que la protección sea la única razón de la fuga de capitales.

13 Maza Zavala, Domingo F., La economía venezolana en la década de los 80, ponencia presentada en la XI Asamblea Nacional de la Federación Nacional de Colegios de Economistas, Puerto La Cruz, 1987. Dirección electrónica: http://ance.msinfo.info/bases/biblo/texto.

14 Hay que aclarar que en la contabilización del sector privado entran agentes no capitalistas, productores sin fines de lucro o entidades cuyo fin no es valorizar dinero. No obstante, por premisa apriorística, siendo evidente que los establecimientos privados en su mayoría son de naturaleza mercantil, se asume no significativo el posible efecto de estos agentes sobre la magnitud del excedente de explotación.

15 Esta es una tasa aparente, pero sin dejar de ser un buen indicio estadístico de la tasa de explotación del trabajo subyacente. El excedente de explotación, de acuerdo a la formulación teórica aquí trazada, puede contener un componente rentístico que no debe computarse para el cálculo de la verdadera tasa de explotación. Por otra parte, en la remuneración a empleados y obreros se contabilizan erogaciones a personal ejecutivo que distorsiona la magnitud del valor contable de la fuerza de trabajo ajena a responsabilidades de dirección.

16 Este fenómeno no es exclusivo de una economía como la venezolana. Se pueden mostrar indicios en la economía norteamericana de los años 50-60.

17 Un estudio realizado por los investigadores José Manuel Puente, Pavel Gómez y Leonardo Vera, del IESA, arroja un decrecimiento y estancamiento de la productividad durante los 70 y 80: “Entre 1970 y 1983, la PTF [productividad total de los factores] de Venezuela experimentó un período de caída continua. A partir de 1984 muestra un estancamiento casi permanente.” (Puente, Gómez, Vera. La productividad perdida, Debates IESA, Volumen XV, número 1, 2010, pp. 66-69). Los resultados que presentan estos autores señalan que la productividad fue decreciente a lo largo de un período de estudio comprendido entre 1979 y 2002.

18 D. F. Maza Zavala, op. cit. pp. 53-54.

19 Emilio J. Medina Smith, La fuga de capitales en Venezuela, 1950-1999, Banco Central de Venezuela, Caracas, 2005.

20 “Una visión completamente diferente y una definición indudablemente más diáfana se deben a Cuddington (1987b), quien considera el fenómeno como ‘exportaciones de capital especulativas‘ a corto plazo’ por el sector privado no bancario, aunque en algunos casos los bancos comerciales pueden igualmente involucrarse’ (trad. propia). Sobre esta base, la razón principal de elegir solamente capital a corto plazo está en el supuesto de que este tipo de salidas de capitales privados, designada a menudo “dinero caliente” (hot money), responde rápidamente a los cambios en las tasas de retorno o a variaciones en los riesgos por motivos diversos: crisis políticas o financieras, la probabilidad de impuestos más altos sobre activos domésticos, una devaluación inminente, tasas de inflación más elevadas o incremento en los controles de cambio. La claridad de esta definición ha conducido a su amplia aceptación en el ámbito mundial y, en esa misma dirección, al desarrollo del ‘método del dinero caliente’.“(Medina, op. cit., p. 20)

21 Series estadísticas del Banco Central de Venezuela.

22 Un dato relevante que trae a colación Emilio Medina es el relativo al reconocimiento de la deuda externa privada: “En lo referido a la deuda venezolana, Hemlock (1984) revela que ‘al principio, los bancos incluso rechazaron negociar la deuda del gobierno hasta que Caracas aprobara los subsidios por 2.500 millones de la deuda privada’ (trad. propia). Posteriormente, él indica que ‘el Banco Wells-Fargo con asiento en San Francisco, por ejemplo, amenazó varias veces con declarar los préstamos del sector público en insolvencia si los pagos de las deudas privadas no eran puestos al día.” (trad. propia).” (Op. cit. p. 41) La renegociación de la deuda estuvo sujeta a la exigencia de subsidios a los privados mientras éstos fugaban divisas.

23 De todos modos, el único respaldo posible del saldo en cuenta corriente lo proporcionan ingresos petroleros.

24 El estimado de Coddington permite calcular una proporción sobre el PIB acumulado de 5,4 %.

25 D. F. Maza Zavala, op. cit. p. 50-51. “La superestructura financiera de la economía se hipertrofia y la actividad especulativa tiende a predominar sobre la especulativa.” (Maza, op. cit. p. 51).

26 Al facilitar la fuga, gracias al esfuerzo de “tapar” la brecha fiscal con deuda, prácticamente el gobierno de turno brindó de soslayo “crédito” en divisas baratas al sector privado a cuenta de ingresos petroleros futuros.

27 El impacto de la expatriación de capitales se calcula en no menos de 10 % del excedente bruto de explotación del sector privado para el período 80-85.

28 Curiosamente, huelga decir, por alguna razón no todos los agentes de la burguesía nacional adoptaron consenso para apoyar el conjunto pleno de reformas de 1989, aplicadas más gracias a la presión de las burguesías imperialistas y el capital petrolero internacional que por afán de los bien acomodados empresarios criollos.

29 Las utilidades cambiarias coyunturales constituyen una forma predilecta de enriquecimiento rápido en la práctica mercantil y financiera desde 1983.