INTELIGENCIA EMOCIONAL

INTELIGENCIA EMOCIONAL

Miguel Mauricio Cueva Estrada
Universidad de Guayaquil

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TERCERA UNIDAD: EMOCIONES

Las emociones son los estados anímicos que manifiestan una gran actividad orgánica, que refleja en los comportamientos externos e internos. Son una combinación compleja de aspectos fisiológicos, sociales, y psicológicos dentro de una misma situación polifacética, como respuesta orgánica a la consecución de un objetivo, de una necesidad o de una motivación.

Se denomina emoción, al estado psicológico que se caracteriza por una conmoción orgánica, producto de sentimientos, ideas o recuerdos, y que puede traducirse en gestos, actitudes, risa, llanto, etc. Originalmente fueron desarrolladas, con el fin de preparar a los animales para la acción, en especial en una situación de emergencia. Cada una de ellas se encuentra vinculada a elementos fisiológicos precisos: detención o aceleración de la respiración, tono muscular, postura, aumento de la presión sanguínea y del pulso, enrojecimiento, palidez, cambios en la conductibilidad eléctrica de la piel, secreciones glandulares, contracciones viscerales, gestos, expresiones faciales, etc. Las pautas fisiológicas o musculares habituales comienzan a determinar por sí mismas los estados anímicos.

Etimológicamente, la palabra emoción proviene del latín motere (moverse). Es lo que hace que nos acerquemos o nos alejemos a una determinada persona o circunstancia. Es una predisposición a actuar, y se impulsada con frecuencia por alguna de nuestras impresiones grabadas en el cerebro, o por medio de los pensamientos cognocitivos, lo que provoca un determinado estado fisiológico en el cuerpo humano. Podría decirse que es un proceso complejo de desadaptación y de readaptación que experimenta el ser humano, desarrollado en dos partes:
Cuadro de emociones
La emoción-choque, definida en psicología como trastorno o perturbación de la vida física y fisiológica, una reacción global breve, que afecta a la personalidad y ante la cual son insuficientes los mecanismos de adaptación.

La emoción-sentimiento, que es la que se prolonga, pierde el carácter anárquico inicial y se transforma en un estado anímico o afectivo durable. Además, la emoción puede darse sin ser provocada por una impresión violenta, como ocurre en el campo del arte.

Las emociones constituyen el componente psicológico más antiguo del hombre (anterior al lenguaje y el razonamiento) y que compartimos con los mamíferos superiores.
Son una parte esencial de la naturaleza humana y sin ellas seríamos psicópatas, por lo que somos seres emocionales y no sólo racionales. Desde esta concepción, las emociones cumplen un rol fundamental, constituyendo fuerzas muy poderosas y el motor más importante de la conducta del ser humano. En otras palabras, la mayor parte de la veces, lo que hacemos esta determinado más por nuestras emociones que por la razón.

La mayoría de las personas sentimos que nos falta algo en la vida. Deseamos relacionarnos con los demás, comprender a alguien y que se nos comprenda, pero ¿cómo lograrlo?.Sabemos interiormente que ser personas emocionales, tener pasiones fuertes, llorar, disfrutar, e incluso sufrir, son experiencias ricas y valiosas. Por eso, constantemente, cuando no nos alcanzan las emociones naturales de la vida diaria, buscamos maneras artificiales de experimentar emociones: consumimos drogas, nos lanzamos desde alturas, saltamos en paracaídas desde aviones, nos enamoramos de alguien ‘imposible’, vemos películas de acción, terror o romance, seguimos melodramas y telenovelas, siempre buscando estímulos emocionales. Estas actividades, muchas veces, nos permiten saborear lo que deseamos sin correr los riesgos de una participación real.

Por otro lado, ¿ha notado usted que es capaz de resolver los problemas de todos los demás, pero no el propio? Sucede así porque la emoción dirige nuestro entendimiento y nuestro sentido común, reemplazándolo con las explicaciones razonadas basadas en nuestros impulsos o tendencias emocionales, o incluso por estados anímicos pasajeros. Las emociones definen nuestro ser interno, expresándolo a través de una frase con toque humorístico: ‘nuestra interioridad es lo que menos se ve, pero lo que más se siente’.

La emoción tiene una función liberadora, al constituir una especie de descarga que alivia tensiones y restablece el equilibrio psíquico interno. Está de más recalcar que los seres humanos tenemos poco control sobre nuestras reacciones emocionales. Cualquiera que haya tratado de fingir una emoción, o que haya percibido esto en otros, sabe que es una tarea inútil. La mente tiene poco control sobre las emociones, y las emociones pueden avasallar la conciencia.

También es fundamental destacar que las emociones se convierten en importantes motivadores de conductas futuras, y no sólo influyen en las reacciones inmediatas, sino también en las proyecciones futuras. Pero asimismo pueden ocasionar problemas. Cuando el miedo se torna ansiedad, cuando el deseo conduce a la ambición, cuando la molestia se convierte en enojo, el enojo en odio, la amistad en envidia, el amor en obsesión, el placer en vicio, nuestras emociones nos perjudican a nosotros y a los demás.

La mayoría de los desórdenes mentales suelen ser desórdenes emocionales, y la salud mental es producto de la higiene emocional. Obviamente, entonces, las emociones pueden tener consecuencias útiles o patológicas.

ASPECTOS FISIOLÓGICOS E LAS EMOCIONES

Emoción es un fenómeno consciente de capacidad de respuesta. El humano responde a circunstancias y a entradas específicas con combinaciones de reacciones mentales y fisiológicas. Las reacciones mentales son parte del conocimiento. Las respuestas fisiológicas varían, pero involucran al sistema respiratorio, cardiovascular y otros sistemas corporales. Éstas son frecuentemente inducidas por sustancias químicas y contribuye el sistema límbico, esto es, el hipotálamo y la amígdala. Una buena hipótesis acerca del desencadenamiento de emociones se origina en el modelo del cerebro como instrumento de control.

El hipotálamo y el tálamo juega un papel fundamental en el desarrollo de las emociones, el hipotálamo contiene los centros que gobiernan los dos sistemas autónomos (simpático y parasimpático), por lo que ejerce un papel esencial en el conjunto de la vida afectiva, pulsional y emocional, y en el control de las manifestaciones emocionales por intermedio del sistema nervioso autónomo.

Las emociones van siempre acompañadas de reacciones somáticas. Son muchas las reacciones somáticas que presenta el organismo, pero las más importantes son:

  • -Las alteraciones en la circulación.
  • -Los cambios respiratorios.
  • -Las secreciones glandulares

El Sistema Nervioso es encargado de regular los aspectos fisiológicos de las emociones. El sistema nervioso autónomo acelera y desacelera los órganos a través del simpático y para-simpático; la corteza cerebral puede ejercer una gran influencia inhibitoria de las reacciones fisiológicas; de este modo algunas personas con entrenamiento logran dominar estas reacciones y llegan a mostrar un auto control casi perfecto.

SISTEMA NERVIOSO PERIFÉRICO

Definición: El SNP o PNS consiste en el sistema nervioso cráneo espinal que controla los movimientos musculares voluntarios, así como el sistema nervioso autonómico que controla los movimientos musculares involuntarios. El SNP está separado pero también integrado al sistema nervioso central que se encarga del procesamiento cognitivo previo a los movimientos voluntarios.
SISTEMA NERVIOSO AUTÓNOMO

Parte del sistema nervioso periférico que incluye todos los nervios motores involuntarios. El sistema simpático y parasimpático constituye el sistema de control y regulación de expresión emocional. El sistema nervioso simpático es una parte del sistema nervioso autonómico. Su función es entre otras es la de poner al organismo en la actitud de escape o de agresión frente a una alarma. El sistema nervioso parasimpático es una parte del sistema nervioso autonómico. Su función principal en el cuerpo es de establecer una conducta de descanso y recuperación del cansancio. Sirve de enlace entre cada uno de los sistemas y órganos corporales con el cerebro. La retro alimentación a partir del cuerpo se interpreta en dicho cerebro y allí activa respuestas involuntarias.

SISTEMA LIMBICO

Un sistema cerebral que gestiona respuestas fisiológicas a las emociones y está asociado con la conducta. Incluye al tálamo, al hipotálamo y a la amígdala, así como parte de la formación reticular, el tronco cerebral y la corteza cerebral.
EL DIENCÉFALO
Una de las áreas del cerebro que, entre otros atributos, se asocia con la integración sensorial.
El hipotálamo una parte diencéfalo considerado el ganglio maestro del sistema nervioso autonómico. En caso de emociones exageradas, el hipotálamo se encarga de estabilizar las funciones afectadas. Tálamo es el centro de integración del cerebro. Parte del diencéfalo. Su ubicación permite el acceso a la información de todas las áreas sensoriales y sus salidas hacia el cerebro y hacia los centros de control motor.
LA AMIGDALA
Parte no superficial del sistema límbico ubicado adyacente al hipocampo. La amígdala está asociada con la expresión y la regulación emocional. Una ligadura entre la amígdala y los sistemas físicos del cuerpo que son activados por la amígdala en asociación con las emociones pueden constituir una parte importante de la cognición.

Cada vez más científicos se han percatado de este hecho elemental, y se están dedicando a estudiar los mecanismos cerebrales que controlan y regulan los sentimientos humanos. La amígdala es una de las regiones del cerebro que desempeña un papel fundamental e los fenómenos emocionales.

El investigador Simon Killcross y sus colegas de la universidad de Cambridge, experimento con ratones sobre las amígdalas y se dio cuenta que al bloquearlas que dan inoperantes ante una situación de peligro.

La investigadora Andreas Bartels y sus colaboradores, del University College de Londres, emplearon la resonancia magnética para observar si existía una reacción de sentimientos románticos ante otra tan solo con su foto, encontraron que el sentir algo por otra persona aun sin verla físicamente encontraron que la persona recibía estímulos en seis y veinte áreas del cerebro se activaban al pedirse que pensara o recordara al otro, aunque dentro de la materia gris.

La plasticidad del cerebro según Cotman puede llegar a edades inclusive de periodos de vejez, por lo tanto da pautas para que se educable hasta edades adultas la Inteligencia emocional.

EXPERIENCIAS EMOCIONALES BÁSICAS

Las emociones pueden agruparse, en términos generales, de acuerdo con la forma en que afectan nuestra conducta: si nos motivan a aproximarse o evitar algo. Robert Plutchik, quien identificó y clasificó las emociones en el 1980, propuso que se experimentan 8 categorías básicas de emociones que motivan varias clases de conducta adoptiva.

Temor, sorpresa, tristeza, disgusto, ira, esperanza, alegría y aceptación; cada una de estas nos ayudan a adaptarnos a las demandas de nuestro ambiente aunque de diferentes maneras. Las diferentes emociones se pueden combinar para producir un rango de experiencias aún más amplio. Estas emociones varían en intensidad, la ira.

EMOCIONES SIMPLES Y COMPLEJAS

Una emoción simple es despertada cuando un objeto o situación es apreciada bajo un solo aspecto. Es una tendencia simple y no ambigua de la persona hacia o apartándose del objeto. Una emoción compleja es una mezcla de muchas emociones, todas dirigidas hacia el mismo objeto, pero despertadas por varios y a menudo contradictorios aspectos del objeto o la situación.

Una emoción como los celos, por ejemplo, incluye el amor, el miedo de la pérdida, ira contra el ser amado (y el tercero) por turbar la posesión asegurada y muchas otras emociones, todas las cuales dependen de los variados aspectos de la situación, que son recalcados y evaluados. Mientras más compleja sea una situación más formas habrá de apreciarla: de aquí que el complejo emocional será más variado.
El marido celoso puede considerar que ha dado por descontada la fidelidad de su mujer por mucho tiempo y que tal vez le haya dado razones para sentirse abandonada y buscar el afecto en otra parte. Entonces puede llegar a pensar en ella como solía hacerlo durante sus primeros años de compañía y puede hallar que es tan digna de amar ahora como lo era entonces. Con esta comprensión su amor por ella renacerá y puede demostrar nuevamente el afecto y consideración de un amante –hasta que le parezca que ella no le responde de la misma forma.

A esta altura puede comenzar a pensar en la falta de afecto de ella hacia él y la amarga injusticia que esto implica: puede dar rienda suelta a un arranque de vituperación iracunda, sólo para darse cuenta de pronto que su comportamiento solamente la alejará aún más. El miedo repentino que sigue a esta comprensión puede llevarlo a suplicarle con humillación despreciable y lo impelerá a hacer alguna cosa desesperada si fracasa en conmoverla.

Es obvio que todas estas emociones surgen de los celos. En un sentido los celos las contienen todas, pues ninguna de ellas sería posible sin ello. Esto significa que los celos no son ni una sola tendencia sentida hacia la acción, ni tampoco pueden tener un solo patrón expresivo.

Muchas otras emociones contienen elementos igualmente complicados, dependiendo de las varias formas en que la situación es apreciada. Desde que la expresión emocional y los cambios fisiológicos siguen a los cambios en apreciación (como lo hace la emoción), es imposible aislar y describir con exactitud ni la experiencia ni el modelo expresivo para emociones tan complejas. Los celos de un hombre pueden contener más ira que miedo, los de otro pueden incluir miedo de pérdida, amor propio herido pero nada de amor verdadero. En tales emociones complejas debemos saber la manera como es apreciado el asunto y cómo esa apreciación cambia antes de que podamos describir la emoción.

EMOCIONES PRIMARIAS Y SECUNDARIAS

Intimamos con nuestras emociones en virtud de su intrusión en nuestras mentes conscientes, sea ésta bienvenida o no. Expertos afirman que las emociones no evolucionaron como sentimientos conscientes, sino que son el resultado de especializaciones conductuales y fisiológicas. En pocas palabras, respuestas físicas fiscalizadas por el cerebro que permitieron sobrevivir a organismos antiguos en entornos hostiles y procrear.

A pesar del avance tecnológico del mundo externo en el que se desarrolla el ser human, su mundo interno guarda muchos enigmas y secretos aún por develar. La psicología continúa estudiando si puede ligarse reacciones a emociones específicas. Por ejemplo, si los escalofríos son una reacción exclusiva del miedo.

Los versados en la materia, diferencian dos grupos marcados de emociones, las primarias ligadas a nuestro desarrollo evolutivo y las secundarias.

EMOCIONES PRIMARIAS

El acreditado psicólogo Theodore Ribot expresa: ”nuestra personalidad envuelve en su profundidad el origen de la gran trinidad afectiva constituida por el miedo, la cólera y el deseo: son los tres instintos nacidos directamente de la vida orgánica: instinto defensivo, instinto ofensivo, instinto nutricio.” Desde este punto de partida se mantuvieron el miedo y la cólera, y se agregaron la alegría y la tristeza, cuatro emociones que poseen también los mamíferos superiores, y quedó entonces conformado un cuadro de cuatro emociones primarias, con sus respectivas variedad de manifestaciones:
Cólera: enojo, mal genio, atropello, fastidio, molestia, furia, resentimiento, hostilidad, animadversión, impaciencia, indignación, ira, irritabilidad, violencia y odio patológico.

Alegría: disfrute, felicidad, alivio, capricho, extravagancia, deleite, dicha, diversión, estremecimiento, éxtasis, gratificación, orgullo, placer sensual, satisfacción y manía patológica.

Miedo: ansiedad, desconfianza, fobia, nerviosismo, inquietud, terror, preocupación, aprehensión, remordimiento, sospecha, pavor y pánico patológico.

Tristeza: aflicción, autocompasión, melancolía, desaliento, desesperanza, pena, duelo, soledad, depresión y nostalgia.

El reconocido naturalista Charles Darwin en su obra “La expresión de las emociones en el hombre y en los animales”, planteó que “los principales actos de expresión que manifiestan el hombre y otros animales inferiores son innatos o heredados, con esto da a entender que el individuo no los ha adquirido”.

Para probarlo el mismo Darwin, hace referencia a la similitud de las expresiones en una misma especie y entre diferentes especies. Este investigador quedó profundamente impresionado, con el hecho de que el hombre maneja un lenguaje universal en las expresiones corporales que tienen lugar cuando se producen las emociones, sobre todo las faciales. Dichas expresiones son las mismas en todo el mundo, independiente de su pertenencia a la gama de orígenes étnicos o culturales. Finalmente aporta con un elemento decisivo en el apoyo a su postulado, al darse cuenta que inclusive dichos rasgos parecen en las personas que han nacido ciegas y que, por tanto, carecen de la posibilidad de haber aprendido los movimientos musculares viéndolos en los demás, y que también están presentes en los niños que tampoco han tenido mucho tiempo para aprender a imitarlas.

Expresan los investigadores que las emociones primarias suelen estar acompañadas de claros indicios físicos. Como cuando una persona está deprimid@, su cuerpo se moviliza (o se desmoviliza) para desconectarse. Por el contrario cuando es feliz, su cuerpo se activa para asumir compromisos y acciones positivas. Se activan determinados músculos para apoyar ciertas acciones, y su cerebro envía mensajes especiales a sus glándulas endocrinas (que controlan la producción y la liberación de hormonas) y a su sistema nervioso autónomo (que regula los órganos sobre los cuales usted no ejerce control voluntario, como el corazón y el estómago).

LAS EMOCIONES SECUNDARIAS

Para la mayoría de investigadores del tema, existen ocho emociones básicas, de las cuales cuatro son las primarias, anteriormente mencionadas y cuatro adicionales o secundarias que se mencionan a continuación.

Amor: con su expresiones de aceptación, adoración, afinidad, amabilidad, amor desinteresado, caridad, confianza, devoción, dedicación, gentileza y amor obsesivo.

Sorpresa: expresado mediante el asombro, estupefacción, maravilla y shock.

Vergüenza: enunciado a través del arrepentimiento, humillación, mortificación, pena, remordimiento, culpa y vergüenza.

Aversión: expuesto por medio de la repulsión, asco, desdén, desprecio, menosprecio y aberración.

De igual forma otros pensadores encasillan como emociones básicas a las 8 mencionadas hasta ahora (primarias y secundarias), y postulan que las emociones secundarias serían el resultado de fusiones o mezclas de las más básicas. Tanto las emociones primarias como las secundarias casi nunca se presentan aisladas, mas bien son una combinación de todas las familias de emociones básicas mencionadas. Por ejemplo, los celos pueden ser una combinación de enojo, tristeza y miedo. Finalmente, conviene mencionar otra categoría que podría incluir los sentimientos personales que pueden ser de estimación propia o egocéntricos como el orgullo, la vanidad y el narcisismo, contrarios a la simpatía, el amor o la compasión.

Pero la pregunta esencial es ¿de donde surgen? y ¿porque tenemos emociones? El hecho de ser seres evolucionados nos permite, a los seres humanos contar con una amplia gama de emociones, las que aparentemente tiene múltiples funciones, ya que se pueden observar desde tres planos: el biológico-físico, el mental y el espiritual.

En lo que respecta a la función biológica, debemos visualizar el comportamiento de los reptiles. ¿Ha observado alguna vez, con cierta atención a una iguana? Estos animales poseen un cerebro muy primitivo (llamado, justamente, ‘cerebro reptil’). Sus movimientos son bruscos y desprovistos de cualquier refinamiento y a pesar de encontrárselos en grupos no mantienen ninguna actividad social. Viven al aire libre, sin preocupación por el abrigo y lo más esencial no constituyen familias. Los hijos, al salir de los huevos, ya están listos para arreglárselas por su cuenta. Pero corren el riesgo de ser devorados por sus propios padres. Podría parecer que los animales que se comen a sus propias crías están condenados a una rápida extinción, pero los reptiles depositan un gran número de huevos para compensar sus desagradables modales familiares.

Un poco más evolucionados que los reptiles son las aves y tomando como ejemplo a una gallina, parece un poco más sociable que un lagarto. A pesar de su movimiento bruscos y falta de esfuerzos asociativos, protegen a sus crías ayudando a encontrar alimento hasta que se vuelven autosuficientes, inclusive regurgitan el alimentos a sus pichones.

Pero son los mamíferos con los que aparecen las emociones como una función mental. Al contrario de las docenas de huevos depositados por un reptil, la camada de un mamífero está compuesta tan sólo por unos cuantos individuos, pero cada uno de ellos recibe una gran cantidad de cuidados y atenciones.

Los mamíferos tienen un sistema más evolucionado para las aptitudes sociales. Llevan la cría en sus vientres, y cuidan de ellas después del nacimiento, los amamantan durante toda la infancia. Muchos animales salvajes cazan en grupos y enseñan a sus crías a cazar. Los mamíferos, para decirlo de alguna manera, desenvolvieron un sistema cerebral de ‘segunda generación’. En esta innovación reside la semilla de la pareja, los vínculos familiares y mucho de lo que consideramos humano.

Ahora bien, en la naturaleza, todos los organismos vivos, cuando están en situación de amenaza de su integridad física, tienen reacciones bruscas en su metabolismo. Delante del peligro todos los animales reaccionan bruscamente en centésimas de segundo: las aves levantan vuelo, los mamíferos se mueven con rapidez orientados hacia la lucha o la huida. Llamamos a esos comportamientos, justamente, ‘mecanismos de huida o lucha’, y son impulsos básicos para la preservación de la vida. Las mayoría de nuestras emociones están, por lo tanto, en nuestro código genético. Tanto en su faz puramente biológica (reacciones de lucha-huida) como en su faz afectiva (amamantamiento, cuidado de la cría, sociabilidad, etc.).

EMOCIONES EPISÓDICAS Y PERDURABLES

Cuando un objeto, una persona, o una situación nos afecta parar bien o para mal, despierta una tendencia emocional transitoria. Esta emoción deja un residuo que puede convertirse en una actitud emocional: la actitud cuando es realizada, puede convertirse en un hábito emocional. De aquí que un episodio emocional puede generar un estado emocional perdurable. Tanto las actitudes emocionales como los hábitos emocionales pueden extenderse sobre toda una clase de objetos (ejemplos: arrogancia, timidez, confianza, vergüenza, y otros). Si los hábitos emocionales son restringidos a un objeto dado, se vuelven acciones altamente estereotipadas (fumar, tomar, etc.). En las actitudes y hábitos emocionales estamos en realidad tratando de los efectos de largo alcance o acumulativos de la emoción más bien que de las emociones mismas.

EMOCIONES, SENTIDOS Y PENSAMIENTOS

Existen pocas dudas de que la cognición produce la emoción. Imagínate algo agradable y sentirás alegría; imagínate cómo sería el olor si vivieras al lado del vertedero municipal y sentirás asco. Del mismo modo, existen pocas dudas de que los procesos sensoriales afectan los sistemas biológicos y producen la emoción. Si entras en una habitación caliente en un día helado o hueles el aroma de pan recién hecho entonces sentirás alegría e interés. Por lo tanto, se puede concluir con seguridad que la emoción puede ser generada tanto por los sentimientos como por los sentidos.

Russel y Woudzia (1986), reconociendo que las emociones pueden ser generadas tanto por el pensamiento como por los sentidos, presentan una tercera solución para intentar resolver el debate cognición contra biología: “Cuando un estímulo produce sensaciones (no pensamientos) entonces la emoción dependerá únicamente de las sensaciones (incluyendo procesos sensoriales, humores y drogas). Cuando no se produce ninguna sensación (cuando el estímulo es un pensamiento) entonces la emoción dependerá únicamente de los procesos cognitivos”. En la gran mayoría de los casos, es decir, aquellos en los que un estímulo provoca actividad tanto sensorial como cognitiva, la solución al debate depende únicamente de la perspectiva que se tome.

MIEDO
El miedo se activa por la percepción de daño o peligro. La naturaleza del daño o peligro percibido puede ser física o psicológica, por lo que las amenazas y peligros a nuestro bienestar tanto físico como psicológico activan el miedo. El dolor ejemplifica el daño físico producido por quemaduras, heridas y enfermedades, mientras que los insultos a nuestra autoestima o ala amenaza de pérdida de una amistad son ejemplos de daño psicológico. Muchas veces, la percepción de que un objeto ambiental es peligroso se adquiere por medio del condicionamiento clásico, en el cual los estímulos que se asocian repetidamente al daño real (dolor, heridas) terminan por generar una respuesta condicionada, que es el miedo.

En la literatura clínica abundan ejemplos de personas que han aprendido que los gatos (ailurofobia), las alturas (acrofobia), la oscuridad (nyctofobia), etc., son señales de peligro y daño posible. La experiencia cotidiana está también llenas de peligros, como es el caso del tráfico, los dentistas y los exámenes. El miedo es una advertencia emocional de que se aproxima un daño físico o psicológico. El miedo confiere a las personas una sensación de tensión nerviosa que les permite protegerse o desarrollar lo que en términos de Magda Arnold sería una “tendencia a la acción evitativa”. La motivación de protección se manifiesta típicamente mediante la huida y retirada frente al objeto(s) o mediante respuestas de afrontamiento que nos permiten encarnarnos con el objeto temido. Si la huida no es posible, o quizá no es deseada, entonces el miedo motiva a la persona a afrontar los peligros.
A nivel ya más positivo, el miedo facilita el aprendizaje de nuevas respuestas que apartan a la persona del peligro. Hay pocos conductores que conduzcan por la autopista en medio de una tormenta de lluvia a los que se les tenga que recordar que presten atención a la calzada mojada (el miedo activa esfuerzos de afrontamiento) y los conductores con experiencia se enfrentan mucho mejor a este tipo de peligros que los conductores novatos (el miedo facilita el aprendizaje de una respuesta de afrontamiento). Por lo tanto, el miedo activa los esfuerzos de afrontamiento y facilita el aprendizaje de las habilidades de afrontamiento.

RABIA
La rabia es la emoción más ‘caliente’ y pasional. La rabia puede ser activada de diversas maneras, pero su antecedente principal es el control, sea físico o psicológico. El control físico sería, por ejemplo, que alguien te retuviera en contra de tu voluntad tras unos barrotes. El control psicológico se manifiesta mediante las reglas, las normas o nuestras propias limitaciones. La rabia también la activa la frustración que produce la interrupción de la conducta dirigida hacia una meta (por ejemplo, el coche no arranca y tu meta es ir en coche del trabajo). Uno sólo tiene que pensar en la última vez que metió dinero en una máquina de refrescos sin que saliera nada para poder apreciar cómo la frustración puede activar la rabia. El ser herido, engañado o traicionado también puede activar la rabia.

A nivel neurológico, la rabia es una emoción de alta densidad que se caracteriza por una tasa persistentemente alta de descarga neuronal. La inhabilidad de resolver un problema difícil a pesar del esfuerzo cognitivo sostenido pronto altera a la persona y se torna en rabia. A veces a las personas ‘se les cruzan los cables’ y empiezan a comportarse de una manera violenta y descontrolada. A las personas se les suelen ‘cruzar los cables’ (gritar, lanzar maldiciones, tirar cosas contra la pared) cuando no encuentran una manera de reducir la tasa de descarga neuronal. Según Tomkins, 1963, “la sensación de rabia continúa hasta que la persona logra encontrar una manera de reducir la alta densidad de su descarga neuronal”.

Para Plutchik, 1980, “la rabia es también la emoción potencialmente más peligrosa ya que su propósito funcional es el de destruir las barreras en el ambiente”. A veces la rabia provoca destrucción y daños innecesarios como cuando empujamos un niño, insultamos a un compañero de equipo o le damos patadas a una puerta cerrada. En otras ocasiones, sin embargo, se puede decir que la rabia resulta altamente productiva como cuando energiza los intentos de recuperar el control perdido sobre el ambiente, que al final se recupera. Asimismo, desde una perspectiva evolutiva, la rabia moviliza la energía hacia la auto-defensa, una defensa caracterizada por el vigor, la fuerza y la resistencia. Por esta razón, la rabia puede considerarse una navaja de doble filo.

ASCO
El asco es, relativamente hablando, una emoción compleja. El asco implica una respuesta de huida o de rechazo ante un objeto deteriorado o pasado. Acontecimientos físicos como comida u olores corporales, contaminación y sabores amargos y acontecimientos psicológicos como chistes de mal gusto y los valores morales repugnantes activan impulsos de repudio y la emoción de asco. Imagina tu reacción emocional al ver una herida sangrienta, oler leche pasada o al probar un limón amargo y te será fácil comprender lo que activa el asco.

El significado funcional del asco es el rechazo, la persona asqueada es una persona dispuesta a eliminar y apartar objetos impresentables o poco higiénicos, la persona asqueada también está dispuesta a cambiar sus costumbres y hábitos personales si es que se da el caso de que la fuente de su asco se encuentra entre sus hábitos y aptitudes personales. Por lo tanto, el asco es una emoción que mantiene y promueve la salud. La expulsión de bebidas y comidas deterioradas conserva nuestro bienestar corporal mientras que la exclusión de pensamientos deteriorados y valores conserva nuestro bienestar psicológico.

La anticipación de una sensación de asco además anima a la persona a conservar un entorno sanitario: limpiar los platos, los dientes, ducharse. La anticipación de asco también inhibe el deterioro físico y psicológico, como en el caso en que una persona empieza a hacer ejercicio para librarse de un cuerpo en baja forma y ‘asqueroso’.

ANGUSTIA
La angustia es la emoción más negativa y aversiva. Los dos activadores principales de la angustia son la separación y el fracaso. La separación, la pérdida de un ser querido por causa de muerte, divorcio, circunstancias (por ejemplo, un viaje) o una discusión es angustiante. Las personas también pueden ser separadas de un trabajo, posición o estatus que valoran. El fracaso también activa la angustia como cuando se reprueba un examen, se pierde un concurso o se sufre un rechazo amoroso. Para Izard, 1977, define a la angustia como ”el fracaso provocado por circunstancias fuera del control de la voluntad propia también pueden causar angustia, como sería el caso de la guerra, la enfermedad, los accidentes y la recesión económica”. Finalmente, el dolor activa la angustia, como en el caso del exceso de temperatura o ruido.

A nivel neurológico, la angustia implica una tasa de descarga neuronal sostenida moderadamente alta. La activación neurológica de la angustia se distingue de la de la ansiedad en cuanto a la intensidad de la estimulación neurológica sostenida. En comparación con el funcionamiento habitual, sin embargo, la densidad neurológica de la angustia es relativamente alta.

La angustia motiva a la persona a realizar cualquier conducta necesaria para aliviar las circunstancias que la han provocado. Dicho de otra manera, la angustia motiva a la persona a hacer que el ambiente vuelva al estado en que estaba antes de producirse la angustia. Ante la angustia que le provoca una derrota reciente, el atleta entrena para recuperar su confianza. Ante la angustia de una separación, el amante rechazado se disculpa, manda flores o llama para intentar recuperar la relación rota. Desgraciadamente, muchas veces se da el caso de que no es posible devolver la separación o el fracaso a su estado anterior. Bajo tales circunstancias, la angustia persiste. La angustia persistente conduce a la aflicción. La muerte de un ser querido, por ejemplo, antecede muchas veces a la aflicción. La angustia persistente también conduce a la más aversiva de las experiencias humanas, la depresión.

Si se evalúa la angustia de una manera más positiva, se pueden apreciar sus aspectos positivos. Para Averill, 1968, “la angustia facilita la cohesión de los grupos sociales”. El mismo Averill, 1970, dice que ” el ser separado de los otros causa angustia y que es una sensación tan desagradable, anticiparla motiva a las personas a seguir cohesionadas con sus seres queridos”.

Si las personas no echaran de menos a los demás, entonces no estarían tan motivadas hacia la cohesión social. De manera parecida, si el estudiante o el atleta no anticiparan la posibilidad de la angustia que provoca el fracaso, entonces estarían menos motivados a prepararse y entrenar.

ALEGRÍA
De acuerdo con Tomkins, 1980, “ la alegría se activa neurológicamente mediante un fuerte descenso de descarga neuronal”. El alivio del dolor físico, de los problemas, resolver un problema difícil y ganar un concurso que provoca ansiedad son ejemplos de un patrón descendiente de la activación neurológica de la alegría. Ekman y Friesen, 1975, aseveran “además del alivio derivado del logro de metas, la alegría también la activan los acontecimientos positivos, como por ejemplo una cita, además de las sensaciones placenteras, como el ser acariciado”. Un tercer tipo de activación de la alegría se deriva de aquellos acontecimientos que confirman el concepto de auto-valía de la persona. Si a una persona se le invita a entrar en una organización prestigiosa, se le hacen cumplidos, se le alaba o le gusta a otra persona, entonces se activa la alegría.

El significado funcional de la alegría es doble. Por una parte, la alegría es una sensación positiva derivada de una sensación de satisfacción y triunfo. Al ser una sensación intrínsecamente positiva, la alegría hace que la vida resulte agradable. Lo agradable de la alegría, por lo tanto, contrarresta las experiencias vitales inevitables de frustración, decepción y afecto negativo en general. La alegría facilita también la voluntad de las personas de participar en actividades sociales. Hay pocos estímulos tan potentes y gratificantes como la sonrisa humana. Por lo tanto, la alegría expresada es un pegamento social que establece uniones como las de madre-hijo, amantes, compañeros de trabajo y compañeros de equipo.

INTERÉS
El interés es la emoción que más presente está en el funcionamiento día a día de las personas. En la conciencia hay siempre presente algún nivel de interés suponiendo que la persona se encuentra libre de pulsiones (por ejemplo, hambre) u otra emoción fuerte (por ejemplo, rabia-furia). A nivel neurológico, el interés implica un leve incremento en la tasa de descarga neuronal. Los acontecimientos ambientales (por ejemplo, el cambio, la novedad, el desafío) los pensamientos (por ejemplo, de aprender, lograr cosas) y los actos de descubrimiento inician un incremento de la actividad neuronal y activan el interés. Por ser tan corriente, los incrementos y bajadas de interés suelen implicar el cambio del foco de interés de un acontecimiento, pensamiento u acción a otro. Dicho de otro modo, no es que se pierda el interés sino que está siendo siempre redirigido de un objeto o acontecimiento a otro.

Berlyne, 1960, ”el interés motiva las conductas de exploración, tanto ambientales como epistémicas. Quizá si las personas vivieran en un mundo monótono que no cambiara nunca, no haría falta la emoción de interés. Las personas y los animales, sin embargo, viven en un mundo lleno de novedad y cambio. El cambio provoca la curiosidad y produce interés, lo que a su vez invita a la persona a que explore, investigue y manipule el ambiente. El interés es lo que hace que la persona desee explorar dándole la vuelta a las cosas, mirándola de arriba abajo y de dentro para fuera. El interés subyace también nuestro deseo de ser creativos, de aprender y desarrollar nuestras competencias y habilidades. Resulta difícil aprender un idioma extranjero, por ejemplo, sin el apoyo emocional que supone el interés.

EMOCIONESNEGATIVAS Y POSITIVAS

No podemos calificar a las emociones como ‘negativas’ o ‘positivas’ prescindiendo de todo contexto en el que ellas se producen. En principio, podríamos pensar que la ira, por ejemplo, es una emoción negativa que, idealmente, sería bueno no experimentar jamás. Sin embargo, las emociones son un mecanismo de supervivencia implantado por la inteligencia y manifestado en la evolución de las especies, la cual ha permitido a nuestros antepasados mamíferos sobrevivir hasta hoy, y que también a nosotros nos permite seguir sobreviviendo.

Si careciéramos completamente de ira, por ejemplo, habría situaciones que no podríamos resolver adecuadamente, porque requieren de cierta energía de agresión a la que llamamos ‘ira’. Y esas situaciones pueden ir desde la reacción ante una injusticia hasta la defensa de la propia vida. Lo mismo ocurre con el miedo, que no es otra cosa que la señal de que algo -una circunstancia, una persona- representa un peligro potencial para nosotros. Sin esta señal, no podríamos adaptarnos a los constantes cambios en nuestro medio ambiente (exactamente igual que otros animales), y nuestra supervivencia estaría seriamente amenazada.

Tampoco es cierto que haya emociones que siempre son positivas. Pongamos por caso, por ejemplo, a la alegría. A primera vista sería posible suponer que siempre es bueno estar alegre, pero, ¿y si debemos reservarnos ese sentimiento porque las circunstancias así lo indican?

Supongamos que en la empresa en la que trabajamos se ha hecho una racionalización de personal, y durante días estuvimos ansiosos y temerosos de quedarnos sin trabajo. Estamos con un compañero y nos dan la noticia de que seguimos en la empresa, pero a él le dicen que le enviarán la propuesta de retirarse, y esto no le cae nada bien. ¿Sería correcto y prudente dar rienda suelta a nuestra alegría, porque hemos logrado quedar en la empresa, o sería mejor atender a la preocupación y frustración de nuestro compañero? De esta manera, comprobamos que no hay emociones positivas o negativas per se, porque todas dependen del contexto en el que se manifiestan.

DOSIFICACIÓN DE LAS EMOCIONES

Qué emociones pueden mostrarse y cuáles no, dependerá de los modelos sociales, definidos de manera distinta, no sólo en las diferentes culturas, sino incluso en los pequeños grupos de la sociedad. Cuanto mayor es nuestra competencia social, mejor se adaptan nuestras emociones a los ‘esquemas emocionales’ o reglas de expresión que son aceptables en un contexto social. Estas determinan quién, cuándo y qué emociones pueden manifestarse hacia fuera y de qué manera. Dependiendo de la situación, puede que sea necesario: minimizar la emoción, exagerar la emoción o compensar una emoción .
Las reglas válidas para los hombres son diferentes para las mujeres. Un mismo comportamiento se considerará en un hombre poco masculino y, en cambio, en una mujer se calificará de una gran sensibilidad; en él se considerará dinámico, en ella agresivo; en él pragmático, en ella frío y duro. Y ya que los niños pequeños aprenden que, al recibir un regalo poco acertado, también hay que dar las gracias y que no hay que hacer aspavientos cuando se ha llegado el último en la competición de esquí. Pero no es nada sencillo dosificar las emociones al mostrarlas: un exceso de modestia, admiración o consideración puede producir en el otro un efecto tan irritante como la exteriorización desmedida de las emociones.

LA RELACIÓN ENTRE EMOCIÓN Y MOTIVACIÓN

La primera forma de conceptuar el vínculo entre emoción y motivación es proponer que las emociones son un tipo de motivo especial. De hecho, ésta es la posición adoptada por Silvan Tomkins y Carroll Izard, de acuerdo con ambos, “las emociones encajan en la definición de un motivo en el sentido de que energizan y dirigen la conducta”. El miedo, por ejemplo, energiza la persona para actuar y dirige la acción hacia una meta, principalmente la de escapar del peligro. Por lo tanto, las emociones son como los planes, metas, necesidades fisiológicas y todos los demás motivos: energizan y dirigen la conducta.

Una segunda manera de conceptuar el vínculo entre emoción y motivación es proponer que la emoción es una ‘lectura’ de los estados motivacionales, propuesta por Ross Buck, 1988, “la motivación y la emoción son dos caras de la misma moneda en el sentido de que los motivos funcionan para mantener las condiciones corporales necesarias para sostener la vida y las emociones funcionan como un informe de progresos constante sobre lo bien que esos motivos están siendo sostenidos”. Es decir, las emociones son la manera mediante la cual los estados motivacionales forman el sistema de respuestas apropiados a su estado actual. Son las emociones las que alertan a los sistemas de respuesta corporales para que entren en acción y son los sistemas de respuesta corporal los que finalmente encuentran los medios para gratificar el motivo. Por lo tanto, para Buck, las emociones:

1) constantemente informan del estatus de los estados motivacionales, y

2) movilizan los recursos corporales para gratificar los motivos y facilitar la adaptación.

Quizá sea una buena idea incluir una discusión del motivo de sexo y de cómo una lectura emocional moviliza los recursos de cuerpo para facilitar la gratificación sexual. ¿Te has parado a pensar alguna vez sobre por qué la conducta sexual están tan fuertemente asociada a las emociones? De acuerdo con la perspectiva de Buck sobre la emoción como lectura de los estados emocionales, las emociones positivas como el interés y la alegría facilitan la conducta sexual, sea la cópula, la masturbación, la homosexualidad, el incesto o el mirar pornografía. Las emociones negativas como el asco, la rabia, la culpabilidad y la ansiedad inhiben esa misma conducta sexual (y puede que conduzca a la impotencia o la frigidez). Por lo tanto, es mediante la lectura del interés y la alegría que uno continúa la conducta de gratificación de las necesidades sexuales y es mediante la lectura del asco, la rabia, la culpabilidad y la ansiedad que uno pone fin a esta conducta. Este ejemplo ilustra la interacción entre motivos, emociones y conducta mostrando que los motivos energizan y dirigen la conducta mientras que las emociones facilitan e inhiben la conducta para optimizar las adaptaciones exitosas.

LAS EMOCIONES COMPARTIDAS

Las emociones silenciosamente compartidas que despierta un cuadro, una obra dramática conmovedora o una hermosa pieza de música son capaces de unir estrechamente a las personas. ‘Me dejé llevar por mis sentimientos’, solemos decir cuando obramos bondadosa o valerosamente. Lo decimos casi como una disculpa. Sin embargo, esos sentimientos, modelados por la experiencia de toda una vida, constituyen una guía de conducta digna de confianza y casi automática. No nos será muy útil al jugar a la bolsa o al preparar una declaración de impuestos, pero, como dijo Sigmund Freud, en todos los asuntos verdaderamente fundamentales de la vida es preferible dejar la resolución a los sentimientos. ¿De qué otra manera podríamos decidir con quién nos casarnos, en qué persona confiar, qué hacer cuando nos encontramos de pronto ante una cuestión de vida o muerte?

En una oportunidad se oyó a Rose Bampton, soprano del Teatro Metropolitano de la Opera de Nueva York, comentar las condiciones de dos muchachas que se preparaban para un recital. Señalando a una de ellas, dijo: ‘La gama de su voz no es excepcional, pero su emotividad es tremenda. Le llega más al público’. Mediante el sentimiento aprendemos a conocernos mejor, hacemos surgir nuestra vena creadora, ahondamos y damos mayor riqueza a nuestras relaciones.

Dos personas pueden compartir fortuna, comida y lecho, y sin embargo seguir siendo mutuamente extrañas. En último término, la única manera posible de llegar a significar algo para otro ser humano estriba precisamente en compartir sus sentimientos.

LAS EMOCIONES INCONSCIENTES SEGÚN FREUD

Se dijo que habían ideas conscientes e inconscientes. ¿Existirán también impulsos instintivos, sentimientos y emociones inconscientes, o carecerá de todo sentido aplicar a tales elementos dichos calificativos? A juicio del autor, la antítesis de «consciente» e «inconsciente» carece de aplicación al instinto. Un instinto no puede devenir nunca objeto de la conciencia. Únicamente puede serlo la idea que lo representa. Pero tampoco en lo inconsciente puede hallarse representado más que por una idea. Si el instinto no se enlazara a una idea ni se manifestase como un estado afectivo, nada podríamos saber de él. Así, pues, cuando empleando una expresión inexacta hablamos de impulsos instintivos, inconscientes o reprimidos, no nos referimos sino a impulsos instintivos, cuya representación ideológica es inconsciente.

Pudiera creerse igualmente fácil dar respuesta a la pregunta de si, en efecto, existen emociones, sentimientos y afectos inconscientes. En la propia naturaleza de una emoción está el ser percibida, o ser conocida por la conciencia. Así, pues, los sentimientos, emociones y afectos carecerían de toda posibilidad de inconsciencia. Sin embargo, en la práctica psicoanalítica se acostumbra a hablar de amor, odio y cólera inconsciente, e incluso empleamos la extraña expresión de «conciencia inconsciente de la culpa», o la paradójica de «angustia inconsciente».

Habremos, pues, de preguntarnos si con estas expresiones no cometemos una inexactitud mucho más importante que la de hablar de «instintos inconscientes». Pero la situación es aquí completamente distinta. Puede suceder en primer lugar que un impulso afectivo o emocional sea percibido, pero erróneamente interpretado: la represión de su verdadera representación se ha visto obligada a enlazarse a otra idea y es considerada entonces por la conciencia como una manifestación de esta última idea. Cuando reconstituimos el verdadero enlace calificamos de «inconsciente» el impulso afectivo primitivo, aunque su afecto no fue nunca inconsciente y sólo su idea sucumbió al proceso represivo. El uso de las expresiones «afecto inconsciente» y «emoción inconsciente» se refiere, en general, a los destinos que la represión impone al factor cuantitativo del impulso instintivo.

Las expresiones emocionales son mensajes potentes, no verbales, de comunicación. La función comunicativa de la emoción se puede apreciar más claramente en las observaciones de las interacciones bebé-cuidador. A través de las expresiones emocionales, los bebés comunican de forma no verbal lo que son incapaces de comunicar verbalmente.

En su estudio sobre las emociones infantiles, Izard encontró que, al nacer, el bebé es capaz de expresar dolor, alegría, interés y asco: a los dos meses es capaz de expresar tristeza y dolor y a los seis meses puede expresar miedo. Igual de importante que estos talentos del neonato es el hecho de que cada expresión puede ser reconocida e interpretada de forma fiable por parte de la persona que cuida del bebé. (Izard, Huebner, Risser, McGinnes y Dougherty, 1980).

Huebner e Izard (1988) hicieron una prueba para ver si las expresiones faciales infantiles funcionan como señales comunicativas específicas. Esta prueba consistía en enseñar a las madres de bebés diapositivas de otros bebés expresando rabia, malestar físico e interés. Los investigadores pidieron a las madres que se imaginaran que el bebé de las diapositivas era el suyo y que respondieran a la pregunta: ‘cuando mi bebé tiene esta expresión suelo...’.

Cuando el bebé expresaba interés las madres informaron de que hablaban / jugaban / interactuaban (16.5) y mantenían las distancias / observaban (15.1) pero que no se sentían irritadas / enojadas (3.7) o ejercían disciplina / control (3.1). Cuando los bebés expresaban malestar físico las madres producían enérgicamente las respuestas ‘darse prisa / recoger’ (16.6), ‘dar cariño / abrazar’ (17.0) y ‘sentirse triste / apenado del bebé’ (16.1). En respuesta a las expresiones de rabia, las madres tenían significativamente más probabilidades de adoptar las respuestas de ‘sentirse irritada / enojada’ (10.4) y de ‘disciplina / control’ (10.3). Cuando los bebés expresaban tristeza las madres tenían significativamente más probabilidades de adoptar las respuestas de ‘hablar /jugar / interactuar’ (10.5) y ‘mantener distancias / mirar’ (11.7). Lo que indican estos datos, por lo menos en lo referente en las relaciones madre-bebé, es que las expresiones emocionales comunican nuestras emociones a los demás de forma efectiva.

El estudio madre-bebé de Huebner e Izard (1988) muestra cómo la expresión emocional de una persona puede provocar reacciones conductuales específicas en otra persona.

Otros investigadores también proponen que las expresiones emocionales regulan la manera en que los demás responden a la persona que expresa. Camras,1977 por ejemplo, encontró que en una situación de conflicto por un muñeco deseado, los niños que expresan una cara de rabia o malestar tienen muchas más probabilidades de seguir en posesión del muñeco deseado que los niños que no expresan estas emociones.

La expresión emocional comunica al mundo social una información indicadora de lo que puede llegar a ser la conducta futura. Por ejemplo, si se le arrebata el juguete, el niño que muestra una cara que expresa rabia comunica un probable ataque inminente mientras que el niño que muestra una cara de malestar comunica un probable baño de lágrimas inminente. La señal de que es probable que uno ataque o llore en el futuro inmediato muchas veces hace que la persona que expresa recupere el juguete o evite que le arrebaten el juguete de entrada. En ocasiones, sin embargo, la expresión emocional puede ser contraproducente a la hora de regular la manera en la que los demás reaccionan ante nosotros.

Coiné (1976) propone que “las personas deprimidas expresan su estado emocional a los demás para conseguir apoyo y consuelo”. Desgraciadamente este tipo de comunicación emocional depresiva muchas veces provoca afecto negativo en los demás en lugar del apoyo y consuelo que se anhelan.

Winer, Bonner, Blaney y Murria, 1981,”una expresión emocional de malestar comunica un humor triste, baja autoestima, desesperanza y fatiga a los demás”. Por ser algo intrínsecamente desagradable y algo a evitar, las personas que expresan estados de humor tristes tienden a ser evitadas por los demás lo que aumenta cuanto más frecuentes son los encuentros con estas personas. Por lo tanto, mientras las expresiones de malestar a veces provocan conductas nutricias en los demás, la comunicación de la depresión parece ser contraproducente, especialmente cuando se repite en el tiempo,

Las expresiones emocionales a menudo son motivadas socialmente y no emocionalmente. Esta idea suena extraña porque en general se da por sentado que las personas sonríen cuando sienten alegría y fruncen el ceño cuando se sienten tristes. Sin embargo, las personas muchas veces sonríen cuando no sienten alegría. A veces las personas sonríen sólo para facilitar la interacción social.

Los etólogos que estudian la expresión de la sonrisa en primates encuentran que los chimpancés usan la expresión de la sonrisa para evitar la conducta posiblemente hostil de animales dominantes (Hoo, 1962), y para mantener y aumentar las interacciones de carácter amistoso (Hoo, 1972). Así como los primates sonríen (es decir, enseñan los dientes) para apaciguar a dominantes, los niños pequeños tienen más probabilidades de acercarse a un extraño que sonríe que a uno que no sonríe (Connolly y Smith, 1972). Esto se aplica igualmente a adultos que cometen errores o que sienten vergüenza social.

Es probable que sonrían en lo que vendría a ser un esfuerzo por arreglar el fallo (Kraut y Jonshton, 1979). Además, la sonrisa es una muestra de bienvenida universal (Eibir-Eibesfeldt, 1972; Hoof, 1972) que parece decir, de forma no verbal, ‘soy amistoso’ y ‘me gustaría que fuéramos amigos, por lo menos durante un tiempo’. En cada una de estas circunstancias la sonrisa del individuo está motivada socialmente más que emocionalmente.

La idea de que una sonrisa puede ser motivada socialmente conduce a la pregunta de si el acto de sonreír evolucionó como una expresión emocional de alegría o como una expresión social de amistad (Kraut y Johnson, 1979). Para poner a prueba la hipótesis de que la sonrisa puede ser una expresión de amistad, Kraut y Johnson observaron en qué momentos sonreían las personas mientras jugaban a los bolos, al presenciar un partido de hockey y al andar por la calle. Los investigadores querían saber si las personas sonreían con más frecuencia cuando estaban interactuando socialmente o cuando tenían una reacción de alegría ante un acontecimiento positivo (por ejemplo: una puntuación buena jugando a bolos, un gol del equipo favorito, un día soleado). Por lo general se encontró que los jugadores de bolos, los espectadores y los caminantes tenían muchas más probabilidades de sonreír cuando estaban interactuando socialmente que cuando sentían alegría.

Ante los logros en lugar de los amigos (foco social, no) las sonrisas eran poco frecuentes (3%), tanto si la puntuación del juego era buena (4%) como si era mala (3%); ante los amigos, sin embargo, las sonrisas eran mucho más frecuentes (31%), independientemente de si la puntuación era buena (42%) o mala (28%). Esto constituye una reafirmación de la idea de que las personas sonríen para facilitar la interacción social, independientemente de su estado emocional. Presumiblemente, la función de la sonrisa motivada socialmente es la de facilitar la interacción social.

EFECTOS DE LA AUSENCIA DE SENSIBILIDAD EMOCIONAL

Todos estamos ávidos de estímulos emocionales, a veces hasta tal punto, que somos capaces de hacer cualquier cosa para obtenerlos.

James Gilligan narra un ejemplo particularmente horroroso de este deseo de experiencias emocionales en su libro ‘VIOLENCIA’. Gilligan trabajó durante muchos años con presos culpables de crímenes salvajes, y descubrió que estos hombres viven invariablemente en un estado de extremo adormecimiento emocional. Relatan que prácticamente no sienten, ni emocional ni físicamente, hasta tal punto que a veces se consideran muertos vivientes.

Estos hombres dicen cometer sus actos violentos con la esperanza de que esos excesos quiebren el adormecimiento y los hagan sentir algo. Este tipo de persona, después de cometer un crimen, puede llegar a sentir brevemente un despertar de su anestesia. Sin embargo, invariablemente las emociones ceden y el adormecimiento regresa.

El adormecimiento de estos hombres no surge de la nada. Las investigaciones de Gilligan demuestran que ellos fueron a su vez víctimas de violencia y que fueron abatidos por repetidos traumas emocionales. Este es un excelente ejemplo de cómo los traumas llevan al adormecimiento y a una profunda patología emocional.

Si no se la trata, esta patología puede ir pasando de generación en generación. Obviamente, es necesario romper el ciclo de la violencia y el adormecimiento emocional. Una manera de hacerlo es adquirir una conciencia emocional y desarrollar la empatía, es decir, la capacidad para sentir lo que los otros sienten. Al decidir sensibilizarnos respecto de las emociones de los demás, estamos haciendo una elección moral entre dos actitudes emocionales extremas.

Hay un tercer aspecto de las emociones, y es su carácter espiritual. No podría concebirse la bondad humana, la abnegación, el sacrificio o el amor al prójimo si estuviéramos desprovistos de emociones. Tampoco podría pensarse en la creación artística o la sensibilidad para las expresiones del arte si careciéramos de emocionalidad.

"Sabemos demasiado y sentimos muy poco. Al menos, sentimos muy poco de esas emociones creativas de las que surge una buena vida".
Bertrand Rusell