FUNDAMENTOS TEÓRICOS PARA UNA GESTIÓN TURÍSTICA DEL PATRIMONIO CULTURAL DESDE LA PERSPECTIVA DE LA AUTENTICIDAD

FUNDAMENTOS TEÓRICOS PARA UNA GESTIÓN TURÍSTICA DEL PATRIMONIO CULTURAL DESDE LA PERSPECTIVA DE LA AUTENTICIDAD

Laritza Guzmán Vilar
Gelmar García Vidal

Volver al índice

1.4 Patrimonio, turismo y autenticidad

El patrimonio es un conjunto de recursos creados y conservados por sus portadores a lo largo de su historia. Por lo tanto uno de los mayores atractivos para los turistas de hoy en día es salir de casa para cambiar de medio y disfrutar de un patrimonio único. Es conveniente señalar, que el patrimonio no debe ser necesariamente usado para desplegar el turismo cultural o de patrimonio. En algunos destinos turísticos este tipo de turismo no es la modalidad más explotada por diversas razones. No obstante, es esencial tenerlo en consideración para lograr una mejor oferta, en sentido general, lo ideal sería ver el patrimonio como un complemento imprescindible para el desarrollo de un producto turístico, pues este será la vía idónea para poseer un sello distintivo.
Aunque el turista viaja por otros motivos siempre estará rodeado por el patrimonio de la comunidad de acogida. Es imposible que el visitante no disfrute de las construcciones, de la idiosincrasia, de la tradición, etc., por mencionar una de las expresiones más sencillas.
Hay visitantes que ven en el turismo la forma de apartarse de las preocupaciones diarias, descansar, o divertirse, por lo tanto, no buscan el patrimonio en primera opción. Estos llegan a él simplemente porque esta en su camino o, más aún por lo que en prestigio social supone referirse o demostrar que se ha ido a un lugar o participado en un acontecimiento que por su valor patrimonial es reconocido (Santana, 2003).
No obstante, sin lugar a dudas el patrimonio de una nación constituye un recurso o atractivo importante para lograr crear ofertas auténticas en un destino, pues estas ofertas turísticas en la medida en que se diferencien de otras, lograran atraer visitantes que quieran involucrarse con acontecimientos especiales de la conciencia cultural colectiva de la comunidad de acogida. Por lo tanto, si la autenticidad esta presente en el patrimonio que se le revela al turista, este podrá disfrutar de una experiencia única, imposibles de encontrar en otro lugar, porque simplemente lo que encontrará es exclusivo, y genuino de ese destino. La autenticidad no es creada para atraer, es utilizada para que realmente el turista vea al destino y sus recursos patrimoniales tales como son y los distinga de los demás, posibilitando a la oferta turística ventajas competitivas.
Es menester señalar ciertos puntos que ayuden a descifrar la autenticidad como característica de los recursos o atractivos turísticos  para generar flujos turísticos 1. Se iniciará recordando que la definición de autenticidad varía según los autores estudiados, es decir, es un término que está en continuo enriquecimiento por su importancia en las diversas esferas de la vida del ser humano. Se puede puntualizar que existe una tendencia a determinar un concepto completamente asociado al turismo. Y entonces cabe preguntarse si existe una autenticidad del patrimonio exclusivamente para el turismo.
La autenticidad ha sido un tema central en los estudios de turismo desde la obra precursora de MacCannell. Su tesis resaltaba que los turistas iban en busca de una autenticidad que estaba faltando en la vida cotidiana de sus hogares, saturados por los medios de difusión, en un mundo industrial orientado hacia el consumismo (Graburn, 2005).
Graburn (2005) invoca a los interesados como él y la UNESCO en cuestiones de conservación de la autenticidad, que nunca se bebe perder de vista a los turistas, que son públicos y fuente de apoyo potenciales, a los cuales hay que proporcionarles las condiciones para ayudarlos a tener experiencias auténticas de las que también pueden disfrutar de modo que sigan mostrando interés, sean respetuosos y apoyen con satisfacción los esfuerzos del país de acogida. Es mejor tener a los turistas como partidarios conocedores de las tradiciones amenazadas (y no amenazadas) que tener masas de turistas ignorantes y potencialmente destructores. La experiencia es una palabra clave al referirse a la autenticidad en el contexto del turismo, pues se aprecia, a través de los conceptos, que existe una tendencia a igualar la presencia de la autenticidad con la experiencia vivida.
Hay otros como Graburn (2005) que cuestiona lo que afirma MacCannell que todo lo que se les presenta a los turistas debe ser “autenticidad escenificada” y que por consiguiente, se debe sospechar de algo con la etiqueta de “genuino”. Para muchos de los autores lo escenificado va en contra de la autenticidad, pero para otros no es completamente negativo, siempre y cuando el turista logre una experiencia auténtica o simplemente esta contenga como base elementos originales de la tradición, o por otro lado, lo ven como una vía de contribuir a la autenticidad del patrimonio, porque ayuda a la renovación de este, impidiendo que desaparezca.
Para muchos autores (Cohen, 1988; Chhabra, et. al, 2003; Chhabra, 2005; Hughes, 1995; MacCannell, 1979; Shaul, 2001; Taylor, 2001; Waitt, 2000; Wang, 1999; Xie y Wall, 2002) la autenticidad depende de la imaginación o interpretación de cada cual, existiendo un peso significativo o por completo de la parte subjetiva del asunto. Tal vez este sea una solución facilista, en cuanto a la definición de un concepto. Aunque está claro que la subjetividad, es sumamente importante, a la hora de conceptualizar el término estudiado.
Es imposible ver la autenticidad alejada del patrimonio (Asplet y Cooper, 2000; DeLyser, 1999; Hitchcock, 2005; Kelner, 2001; Martín, 2003a; Naoi, 2003; Waitt, 2000; Wang, 1999; Guzmán, 2006), porque equivale a mostrar lo que realmente es, y el patrimonio, no es más, que el testimonio, la prueba que contiene los elementos esenciales que permiten demostrarlo. Por lo tanto la autenticidad no se crea, es el resultado de todo un proceso, que a la larga permite establecer diferencias de los demás. No se copia, simplemente se es original, lo que si es necesario que evolucione al igual que el hombre para que no muera. Depende del portador que en esa evolución tan necesaria, esta no cambie su esencia, sino, no habrá nada que hacer. Luego, lo válido no es conservarla como tal, sino hacer todo lo posible, utilizando las vías necesarias, para que en la evolución no se pierda, y poderla conservar como una identificación.
Al parecer aún queda mucho por decir en cuanto, a qué es o no lo auténtico (Guzmán, 2006). De ahí que sería preciso contar con un instrumento que facilite detectar cuando está latente en el patrimonio especialmente desde la perspectiva del turismo. No obstante los recientes estudios demuestran que detrás de la palabra autenticidad se esconde más que algo cierto y positivo, autorizado y legalizado (Guzmán, 2006). Por lo que valorar este término, equivale a un análisis minucioso del fenómeno partiendo del origen y luego centrándose en su inserción en el presente, estudiando a profundidad esta vinculación.
La autenticidad no equivale a antigüedad, equivale a vivir en el presente sin renunciar al pasado o a las raíces. Es de vital importancia, lograr un equilibrio armónico entre lo tradicional con lo moderno, y aquí es donde radica su mayor contradicción. De ahí que los autores coinciden con Chhabra, Healy y Sills (2003) cuando fundamentan que esta puede ser manifestada en la evolución cultural y no simplemente en la preservación estricta.
Se resume que no se cuenta con una autenticidad del patrimonio especialmente para el turismo. Lo que sucede es que la autenticidad del patrimonio es tan valiosa para el mismo como característica de los recursos o atractivos turísticos, que  es imperioso su utilización y determinación como vía para generar flujos turísticos.

1.4.1 Importancia de la autenticidad del patrimonio para el turismo

Es necesario abordar la importancia que trae consigo la autenticidad del patrimonio como recursos o atractivos en la elaboración de los productos turísticos. Muchos opinan que es un aspecto esencial que se debe tener en cuenta para investigaciones eficaces del contenido cultural de productos turísticos (Juárez, 2005; Cohen, 1988; Chhabra, et. al, 2003; Chhabra, 2005; Hughes, 1995; MacCannell, 1979; Shaul, 2001; Taylor, 2001; Waitt, 2000; Wang, 1999; Xie y Wall, 2002; Guzmán, 2006). Investigadores del tema han demostrado que el término ilustrado es importante e hipervalorado (Martín, 2003a) por ser un principio básico (Fischer, 1999) para lograr la calidad en el turismo cultural o turismo de patrimonio (Romero, 2001) tal es así que muchos especialistas lo incluyen en sus estudios por el motivo de ser considerada una herramienta del mercado contemporáneo capaz de impactar en la motivación y la imagen de la atracción del patrimonio (Apostolakis, 2003).
La autenticidad junta los dos componentes (el turista y la atracción) bajo un modelo unificante. Catalogando a esta como el punto de partida teórico de cualquier empeño para poder llevar a cabo el turismo de patrimonio, además de ser un factor arrastrador (Apostolakis, 2003) de flujos turísticos en una localidad.
La autenticidad del patrimonio como parte del recurso o atractivo turístico juega un papel fundamental a la hora de conformar los diversos productos turísticos. A pesar de ser elemental para el turismo cultural o de patrimonio, no se debe olvidar que puede constituir, en sentido general, un elemento generador de flujos turísticos.
El término eje central de esta investigación ha sido protagónico en encuentros teóricos dirigidos por la UNESCO. Se ha afirmado que “el turismo ha generado una imagen que tiende a identificar nuestros pueblos, sus culturas, su patrimonio natural y construido, resalta la calidad ambiental de la región, su clima tropical, la hospitalidad, la alegría de su gente y lo autóctono de su cultura” 2 . De ahí que sería conveniente valorar algunos efectos de la autenticidad del patrimonio en función  del turismo.
La autenticidad esta presente en estudios que se han realizado en la rama del turismo, pues este fenómeno ha provocado la búsqueda de un nuevo concepto de autenticidad que nace producto a las nuevas exigencias de la “industria sin humo” en estos tiempos modernos.
Existe una inquietud exagerada en el sentido de que la comercialización o la popularidad de un atractivo pueden provocar la pérdida de la autenticidad (Graburn, 2005). Pero Cohen (1988) aclaró hace mucho tiempo que la mercantilización no necesariamente mata la autenticidad. Incluso con el tiempo pueden surgir como auténticas.
Los atractivos turísticos, los souvenirs y los espectáculos son resultados de la diversidad cultural; son los recursos del turismo cultural, étnico e histórico, tanto para los anfitriones como para los huéspedes. En contextos turísticos, estos objetos, actuaciones e interpretaciones de la historia, se reelaboran constantemente y evolucionan no sólo para atraer y complacer a los turistas, sino también para reforzar el sentido de identidad de las personas y el orgullo por su propio legado histórico.
Según (Romero, 2001) la autenticidad permite lograr la calidad de la experiencia del turista de motivación cultural3 . Reafirma que este tipo de turista escada día más experto, y le gusta apreciar que detrás del patrimonio cultural haya una actitud resuelta hacia su conservación y dinamización. Demanda ciudades actuales y reales, con una vida cultural propia, donde al turista se le pueda ofrecer la autenticidad producto de un desarrollo peculiar y no escenarios “demasiado petrificados” y “limpios”, o “demasiado auténticos”, producto de un atraso económico secular. Al visitante le gusta sentir que la ciudad es dinámica culturalmente hablando y no un cascarón vacío. Le gusta que los artesanos y artistas recrean nuevas formas a partir de la tradición, que haya equipamientos culturales que funcionen y una vida cultural intensa y diversa. La autenticidad estriba en sentir que la ciudad esta viva y vibrante de contemporaneidad.
En contraposición a esto Romero (2001) plantea que una supuesta autenticidad se ofrece habitualmente al turismo, criticable en sus dos principales manifestaciones: basada en la pobreza y la desigualdad o basada en el simulacro. Caracteriza cada una, especificando que la basada en la pobreza y la desigualdad es propia de los países subdesarrollados con el fin de ofrecerle al turista un lugar supuestamente “detenido en el tiempo” que conserva inalterado sus construcciones y sus costumbres, para ser disfrutado por el visitante. Y que tras esa supuesta autenticidad suele esconderse atraso e injusticia social que condena a vivir a la mayoría de los ciudadanos en condiciones inaceptables para cualquier habitante de un país desarrollado. Contra esto existe un viajero contemporáneo que es cada vez más sensible a que la autenticidad de la que disfruta, por su condición privilegiada de habitante del mundo desarrollado que paga, sea a costa del atraso y la injusticia social. Contra eso se argumenta que si no fuera por el turismo la vida en estas ciudades sería mucho peor.
Pero ello no quita al turista inteligente cierta sensación de culpabilidad que le impide disfrutar plenamente de su visita, pues cada vez son más los turistas que no disfrutan en ciudades donde la miseria se oculta y se les ofrece un falso espectáculo donde la conservación es producto de la poca capacidad económica de la población para transformar sus condiciones de vida un producto del atraso económico y la injusticia social (Romero, 2001).
En la supuesta autenticidad basada en el simulacro se definen por (Romero, 2001) los principales peligros que amenazan a esta en las ciudades históricas y que por tanto repercuten en la calidad del turismo cultural. Estos peligros son:

  1. Degradación: abandono físico de sectores o barrios de la ciudad por envejecimiento de la población, deterioro de la edificación, infravivienda, deficiente infraestructura urbana, ausencia de servicios y marginalidad. Esto puede llegar a desembocar en la destrucción física de los edificios, del espacio urbano y la degradación social.
  2. Terciarización: proceso por el cual los centros urbanos que fueron residenciales o multifuncionales en otro tiempo, por su centralidad, acaban destinados para uso exclusivo del sector servicios: comercios, restaurantes, edificios públicos y oficinas. El hábitat pierde importancia y fuera del horario comercial estos lugares céntricos de las ciudades quedan desiertos.
  3. Gentrificación (aburguesamiento): la sustitución de la población residente tradicional, de composición social diversa, por otra con un perfil más uniforme y alto poder adquisitivo, pues a partir de la rehabilitación hay un proceso de transformación y sustitución del tejido social dentro del centro histórico.
  4. Canalización: resultado del turismo, al concentrar y especializar sectores de la ciudad en esta actividad. Es una forma de terciarización de gran impacto paisajístico, que favorece nuevas arquitecturas historicistas, falsos decorados, tiendas de recuerdos de baja calidad, restaurantes con publicidad agresiva, masificación turística, etc. Pero sobre todo influye en que eleva los precios de la vivienda en el sector y expulsa actividades comerciales normales y equipamientos básicos para los residentes.

Para Romero (2001) lo expuesto anteriormente junto o por separados juegan en contra de la autenticidad. Incluso reafirma que en la última década han primado visiones productivistas o simplemente especulativas que han afectado muy negativamente a la autenticidad de la ciudad, y propone que para prevenir estos sucesos la autenticidad debe sustentarse sobre dos premisas: un modelo social de ciudad y una vida cultural propia, actual, diversa y vibrante. Cada turista debe descubrir que detrás de los lugares de su interés existe una política local, en la que la cultura y el patrimonio cumplen una misión fundamental como elementos simbólicos, identitarios de la comunidad y no un escenario adaptado al negocio turístico. De ahí que el reto es transformar la calidad de vida de la población local en garantía de autenticidad y que revierta en la calidad de la experiencia del visitante.
Aparte de estos peligros, el grado de autenticidad de una cultura puede conllevar elementos negativos para el nivel socio-económico de los habitantes e incluso pueden existir conflictos abiertos o latentes entre los conservadores (partidarios de la autenticidad de una cultura), y los de su desembargo para el mercado (partidarios de la comercialización libre de los recursos), estos últimos son permanentes, y consideran la cultura como una mercancía que puede ser explotada (Juárez, 2005). Para que desaparezcan estos conflictos evidentes en algunos destinos, es cauteloso consultar con los habitantes de la comunidad que son los creadores, los mediadores y los curadores de los recursos culturales específicos, en la cuestión de si se comercializan o no dichos recursos culturales. De ahí que sea necesario reflexionar sobre el cómo y el cuándo se ofrece, de la mejor manera, los recursos de una región para el turismo internacional.
En fin, la autenticidad del patrimonio al orientarla en función del turismo puede ir aparejada de efectos que pueden ser negativos o positivos. Lo ideal es mostrar una imagen real para que el turista sienta  y distinga que el patrimonio que se le muestra es todo auténtico, esto puede ser apoyado a través de la gestión del patrimonio y la gestión turística.

1 Entiéndase como flujo turístico al movimiento general desde los mercados emisores hacia países o regiones de destinos, en el transcurso de un período de tiempo.

2 Presentado en el I Encuentro forum UNESCO de las universidades de Centro América y El Caribe en Santiago de Cuba, 2000.

3 Para este autor el turista de motivación cultural viene a ver ciudades originales que han conservado su personalidad y de algún modo participar de su contemporaneidad, no a parques temáticos o escenificaciones que ofrezcan la cultura como simulacro.