VIDA COTIDIANA, CULTURA Y POBLAMIENTO DEL CAMPUS CIUDAD UNIVERSITARIA DE LA UACJ 2010-2013

VIDA COTIDIANA, CULTURA Y POBLAMIENTO DEL CAMPUS CIUDAD UNIVERSITARIA DE LA UACJ 2010-2013

Alberto Díaz Mata (CV)
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez

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2.7. Cuerpo, emoción e Interaccionismo simbólico

Para robustecer la urdimbre conceptual que posibilita la comprensión de la vida cotidiana de los estudiantes universitarios, recurrí a distintas vertientes microsociológicas  que se amalgaman: la teoría del interaccionismo simbólico,  teorías del significado, teorías del cuerpo y las emociones, teorías de psicosocial y una teoría comunicativa. Porque en todas ellas se construyeron conceptos pertinentes a nuestro estudio. La interacción se da a partir de significados que se construyen socialmente con la irrupción corporal y de las emociones que emergen en cada escenario con la presencia o ausencia de otros, porque en esos encuentros e intercambios contextualizados se edifica la producción social del sentido. Postulados estos que se engarzan con los conceptos sociológicos y antropológicos de habitus y de culturaya referidos. El símbolo y lo simbólico como construcciones sociales que suplen la presencia sensorial y contribuyen a la comprensión del sentido de actuación en el entorno resultan relevantes a los procesos de interpretación que se realizan en el estudio ya que el campo simbólico está muy presente en los ritos y prácticas de la institución educativa, pero además porque crea el puente para entender la violencia simbólica co-sustancial a los ambientes con estructuras estructuradas y estructurantes.
Al hacer explícita la necesaria existencia del otro, que posibilita, el  co-estar, la interacción y la comunicación se propicia la comprensión del proceso de construcción social de la persona. La interacción es así un acto social en el que el participante se implica como totalidad, en un marco normativo que se convierte en expectativas de actuación, que al no ser mecánicas dependen de claves de interpretación a las que concurren las experiencias contextualizadas obtenidas en la vida cotidiana, pautas de actuación interiorizadas y los componentes simbólicos del marco de actuación, sin olvidar que el componente central  es la propia acción del sujeto sustentada en algún criterio o racionalidad que le da sentido a su actuación. Un elemento relevante estriba en reconocer que el cuerpo es el mediador de la actuación del sujeto en el mundo, así el sujeto cuerpo actuando en el mundo vuelve al foco de nuestro interés. Lenguaje, cuerpo, cara, manos y movimiento adquieren centralidad. Los primeros durante la interacción-comunicación y construcción social de la persona; y las manos y el movimiento para simbolizar la acción sobre los objetos entendida esta acción como uso, manipulación, creación y recreación (Carabaña y Lamo de Espinosa, 1978:159-203). Objetos que como ya se dijo en los apartados de la reproducción social y el espacio, forman un sistema que a manera de prótesis posibilita (pero también restringe) las acciones e interacciones del sujeto, por lo que los objetos tienen un sentido de uso socialmente construido, instituido de forma intersubjetiva, porque como entiende Bourdieu los objetos son el capital cultural objetivado.
            Bourdieu considera al cuerpo como una construcción social, ya que el agente-individuo es el propio cuerpo, porque es el cuerpo el poseedor de la identidad, del habitus, las estrategias y el ejecutor de la acción. Bourdieu se niega a utilizar la artificial división del agente en cuerpo y mente y aun cuando en las Ciencias sociales se reconoce -en unas con mayor convicción que en otras- que es el cuerpo-agente el que actúa y el que está presente en las interacciones del día a día en los diversos campos del espacio social, es en la teoría de la interacción en las que se destaca la centralidad y la doble función del cuerpo. La primera función como referente de significados socialmente atribuidos y la segunda como productor de significados.
            Al hilo con los conceptos de Bourdieu sobre el cuerpo y la construcción social de significados, Sabido (2009) disecciona los encuentros corpóreos que construyen las interacciones (orden de las interacciones), así como de los procesos de incorporación de significados y sentidos, traducidas en disposiciones que permiten la construcción intersubjetiva de claves de interpretación y pautas de actuación (orden de las disposiciones) que guían las relaciones sintácticas.

2.71 Las interacciones
En el marco del interaccionismo se pretende evidenciar la atribución social de significados al cuerpo (apariencia, gestos, desplazamientos, posiciones, vestimentas, adornos y peinado), y dilucidar lo que los agentes-cuerpo expresan y comunican de manera intencionada, pero también inadvertida. Enfatiza la contribución simbólica del lenguaje y del cuerpo en la acción y la interacción social ya que en ellos se plasma y porta la apariencia significativa y se externaliza la emotividad.
            Para la interacción basta la concurrencia de dos o más agentes-cuerpos en las mismas coordenadas espacio temporales o cibernéticas, es la presencia -co-presencia- lo que posibilita los marcos de sentido de las interacciones. El orden de la interacción  es aquel “que se da exclusivamente en las situaciones sociales, es decir en las que dos o más individuos se hallan en presencia de sus respuestas físicas respectivas” (Goffman, 1991 en Sabido, 2010: 8).
            Las interacciones bien sean fortuitas y breves como intencionales y más prolongadas, se rigen por sentidos, ritos, escenarios y un micro-orden que comparten los agentes.  Los estudios sobre interacciones vecinales y urbanas muestran el impacto del medio, de los equipamientos y del tráfico en la frecuencia y variedad de las interacciones. Los equipamientos, como banquetas, bancas y áreas sombreadas actúan como facilitadores en tanto que el tráfico opera en sentido contrario. En el campus CU claramente la ausencia de equipamiento y la ineludible resolana crean una sinergia escénica adversa capaz disuadir una parte importante de las interacciones en el exterior de los edificios educativos.
            En las interacciones los comportamientos, gestos y otras manifestaciones relativas a la corporeidad confirman o destruyen expectativas de los otros agentes. En las interacciones el contexto, o circunstancia circundante juega el papel de escenario que dota de  significado a los comportamientos. El micro-orden cobra sentido en los contextos. Se co-está-con (posición y significación del otro); pero también se co-está en (que a la vez es lugar y contexto); así  interacciones que son recurrentes y propicias en las aulas de clases puede considerarse una transgresión durante una conferencia. Las interacciones retratan o reflejan los comportamientos socialmente instituidos para cada ámbito y contexto social. Las interacciones suelen ir acompañadas de estados afectivos, de intencionalidad y de expectativas, pero no son tan visibles como las proximidades corporales.    
            En los intercambios, aun en los más fugaces, la dirección, intensidad y duración de la mirada, el roce, gesto, saludo o la evitación, suelen generar afectaciones y una acción reciproca dotada de ritualidad y de cierta carga afectiva.  La interacción es por tanto una acción que involucra al cuerpo todo, incluidos disposiciones, emotividad y procesos cognitivos que interpretan y deciden el orden y expectativas de la interacción. Pero como señalé líneas arriba el escenario juega un papel importante y los entornos poco favorables que convierten a los pobladores de CU en “cazadores de sombras” se ven compensados por la apertura y disponibilidad de las interacciones vía electrónica. En las que se pierde la riqueza de la interacción cara a cara pero que en contraparte cuenta con rangos más amplios de alcance y disponibilidad.
            En el “orden de interacción las pautas de actuación se definen en función del conocimiento práctico de la situación, la congruencia del cuerpo y los estados afectivos esperados en la situación” (Sabido, 2010: 8). Como se observa las pautas de actuación están relacionas con el habitus de Bourdieu y con la cultura experiencial de Pérez Gómez.
            En las interacciones el agente comparece como un  ser unificado por su  autoimagen y como  unidad participa de las acciones ya ritualizadas, pero atento a la interacciones fortuitas. En ese marco instituido y fluctuante las acciones recíprocas generan o propician por la co-presencia del otro, estados afectivos dentro de una amplia gama de posibilidades, desde la indiferencia, la vergüenza y  el temor, hasta la sonrisa o el abrazo. Las interacciones se verbalizan, se vuelven gesto o movimiento. Basta con mover los ojos en otra dirección para propiciar una interacción recíproca de contacto o de elusión.  Por ejemplo el balbuceo, la súbita palidez y encogimiento corporal o visual aparecen cuando se desvelan definiciones no deseadas de sí mismo e incompatibles con la autoimagen. Los cuerpos se hinchan o encogen ante el halago o el regaño. El cuerpo con sus señales, expresiones y movimientos propicia, y condiciona las acciones recíprocas y las emociones que acompañan y potencian o entorpecen los intercambios. Goffman se inclina por referirse a la cara como el componente corporal central de la interacción, así las expresiones  “descarado” o “dar la cara”,  muestran como esta parte del sujeto es el componente corporal  más presente en las interacciones y la clave central en la identidad pública (Goffman, 1970: 11-25).
             La construcción de la realidad social es también una construcción social dinámica de la realidad que implica el encuentro y la afectación mutua de por lo menos dos agentes-cuerpos en un espacio. La mutua afectación se realiza por lo que Goffman ha llamado cadenas rituales de interacción que dan soporte estructurante a los comportamientos sociales, desde un mecanizado saludo hasta las formas más elaboradas y protocolizadas de interactuar en un campo social específico. Toda cadena ritual de interacción da inicio con al menos dos agentes, y donde por lo menos uno cuenta con las disposiciones o el conocimiento del orden de actuación y otro que construye e incorpora el orden de actuación. De tal forma que las interacciones son el elemento social mediador para incorporar como disposición el orden de actuación en cada uno de los ámbitos de cultura y del espacio social. La interacción es la clave de la formación de las disposiciones, del aprendizaje, y de la apropiación cultural. La interacción es ámbito y contexto humano, cultural, social en el que se construyen y reconstruyen individuo, incorporando construyen do e intercambiando significados. La potencia de la interacción es parte central de todas las ciencias sociales porque como señala Vigotsky “las relaciones sociales o relaciones entre personas subyacen genéticamente a todas las funciones superiores y a sus relaciones” (Vigotsky, 1978 en Mejía y Sandoval, 2001:44).
            El componente afectivo de las cadenas rituales de interacción prevalece en la construcción y rememoración de sucesos que dan sentido a la biografía personal  a partir de haber estado corporalmente presente: observando, participando y/o compartiendo un consenso afectivo. El estado afectivo rememorado -verídico o no- se asocia a momentos en que los interactuantes parecen compartir un estado emocional y se vincula también con la construcción del imaginario colectivo, que luego pauta algunas actuaciones. Así los estudiantes en su imaginario han construidas antes de ingresar a la universidad  expectativas de actuación e interacciones posibles en su nueva condición de universitarios. Que luego se desvanecen al comparecer y verse envueltos por el in-imaginado escenario de CU.    

            La interacción social hecha ritual implica energía emocional y expectativas recíprocas, bien se trate de interacciones entre dos sujetos, que de interacciones colectivas. Las interacciones como señala Jackson al referirse a aquellas que se suceden en el aula, suelen ser multidimensionales, simultáneas, inmediatas, imprevisibles, públicas e históricas (Jackson 2001, pp. 17-18). Aun cuando no todas las interacciones son públicas y acontecen tanto de manera vertiginosa como con ritmos y cadencias diferentes a las interacciones escolares, la enumeración de Jackson ilustra los planos y dimensiones en que se suceden las interacciones. De tal forma que para dar respuestas a múltiples interacciones de diferente magnitud, significación, profundidad y duración se construyen e incorporan rituales y rutinas (habitus) en el agente de manera casi imperceptible, que le servirán a lo largo de la vida tanto, para los fugaces y cotidianos encuentros que permiten al agente transitar e interactuar en los medios familiar, público y escolar sin grandes sobresaltos; como para aquellos rituales de interacción más complejos, propios de los campos profesional, científico, artístico y político con un orden de actuación en los que se espera mayor contención emocional y que demandan el conocimiento, reconocimiento y acatamiento de reglas no explícitas de actuación, códigos y la posesión del capital de la especie correspondiente.
            Las interacciones tienen dos componentes formales, uno ritual compuesto por secuencias de interacciones recíprocas y, otro (normativo) de cumplimiento o no de expectativas. Como las interacciones no están exentas de lo imprevisible: sorpresa, desconcierto, evitación y disculpa son prueba de expectativas no cumplidas al menos para uno de los interactuantes. Ante la complejidad de la dinámica social aún en los territorios focalizados de la vida cotidiana los agentes buscan con mayor frecuencia participar en interacciones que son percibidas como de seguridad, confianza, apoyo; interacciones cuya regularidad propician familiaridad,  membrecía, solidaridad, lealtades y complicidades de la vida cotidiana, o al menos interacciones rutinarias, impersonales y anónimas, compuestas apenas por un saludo, un contacto visual o movimientos para esquivar; en contraparte (y esto resulta muy evidente en los estudiantes recién llegados al campus de CU) rehúyen y evitan a partir de sus expectativas, interacciones que los exponen, los exhiben (otorgándoles una visibilidad no deseada) o los ponen en riesgo. Se evitan cuando es posible interacciones que los fuerzan a mostrar una cara que no es su cara o que  los desenmascaran exponiendo una cara que no querían mostrar, la indiscreción y el etiquetamiento son buena prueba de ello.
            La co-presencia es en sí misma una interacción, una toma de posiciones y una adscripción territorial. La interacción social está constituida por efectos recíprocos de los agentes-cuerpos-emociones que se encuentran y comparten, transitan, disputan y abandonan un espacio físico y social. En algunos casos la energía emocional co-sustancial a las interacciones, las intenciones y los comportamientos territoriales puede tomar rumbos más, o menos gratos (frustración, ira, miedo, desconcierto) Las interacciones de acompañamiento, solidaridad y colaboración suelen ser voluntaristas porque el medio  universitario no crea las condiciones y ambientes para que estas interacciones formen parte de su construcción social y emocional “La construcción de la realidad social de la vida diaria es un proceso emocional y cuando esa realidad se fractura las emociones que la sostienen se manifiestan con tremenda intensidad” (Collins, 2009 en Sabido, 2009: 9).
             Para Bauman (2009) las interacciones en las ciudades, los espacios públicos y vialidades se caracterizan por el anonimato, la rapidez y el mimetismo del agente-cuerpo lo que evidencia la sensación de inseguridad y de soledad en muchedumbre que va caracterizando lo urbano. Atravesar con prontitud la ciudad o los trayectos suburbanos sin pausas- para trasladarse de un punto seguro y familiar a otro de similares características, por ejemplo el traslado de la Casa a la universidad o el tránsito en solitario de un edificio escolar a otro, son muestras de la emotividad presente en los espacios y de la necesidad de lugares en donde las interacciones y rituales sean más predecibles y seguros. La interacción se entrama con el escenario que no solo es espacio cultural con normas, infraestructuras, equipamientos, sendas, confort, servicios y conectividad; también es geografía: rugosidades, pendientes, clima, soleamiento, temperatura y viento, que como un todo  potencia  o inhibe la deambulación y con ello la frecuencia, intensidad, modos y rituales de interacción. Ello es particularmente visible en CU en donde el sol, el viento y el equipamiento exterior (banquetas y andadores) guían y condicionan los encuentros. Pero también lo son: la distancia la oscuridad y el inhóspito entorno que con las angustias e incertidumbres que suscitan predisponen los recorridos apresurados en busca de los espacios seguros y familiares.   
            El segundo nivel de análisis de las interacciones tiene como bases la fenomenología desde Heidegger (2009) y de Merleau Ponty (1945, 2010) aportaciones sociológicas de Bourdieu (2006), la etnografía de Marcel Mauss (2000) y la microsociología de Goffman (1970). El análisis implica comprender que las atribuciones sociales que hacemos al cuerpo son incorporadas pausadamente, lo que permite al cuerpo comprender y actuar en consecuencia, no sólo considerando su posición en el campo, sino que como parte y participante del mundo. Ya hemos expuesto que las disposiciones, gustos, inclinaciones y preferencias son modeladas socialmente al admitir los argumentos que sobre el habitus  hace Bourdieu, pero igualmente el sentir (la sensibilidad) la percepción, la afectividad y la estructura motivacional son construidos socialmente en dos planos uno sociohistórico y otro subjetivo. De tal forma que los afectos, percepciones e inclinaciones que se asumen como naturales, se han imbuido y decantados a través del tiempo constituyendo la base objetiva de nuestras actuaciones en el mundo cotidiano y de la comunicación bien como representaciones o memoria colectiva (Huici, 2007:19 y 31). Lo que se ha interiorizado como disposiciones son marcos de sentido o pautas interpretativas que se constituyen en una especie de manual de respuestas prácticas a las muy diversas situaciones cotidianas y que no requieren el concurso del cálculo y la intencionalidad, pero que tampoco son actos reflejos, sino una acción práctica.
            La educación, la formación de hábitos, las costumbres familiares y los rituales aprendidos en las instituciones y grupos en los que el sujeto ha participado se constituyen en un marco de sentido incorporado en el que conviven cierto nivel de automatismo y márgenes de actuación.  También está presente el sentido de asimilación que opera bajo el principio interpretativo “a donde fueres, hacer lo que vieres”. A partir de la interpretación el agente-cuerpo responde y ejecuta tareas incorporando a su repertorio de actuaciones aquellas que aparecen como naturalizadas. Algunas actuaciones divergentes tienen su origen más en la falta de referentes que en manifestaciones de disidencia, en CU ello es evidente, la laxitud propicia que algunos comportamientos sean imitativos o exploratorios, buscado descubrir los límites de actuación institucionalmente tolerados.  Es el cuerpo el que comprende, interpreta y ejecuta la acción, pero no cualquier acción sino aquella que está en el marco de sentido y en la disposición. La actividad humana está llena de automatismos desde la sublime ejecución musical, hasta la disculpa al tropezar con otra persona, pero no suplen ni desplazan la acción e interacción intencionada. La realidad social es percibida e interpretada mediante filtros que son cribas interpretativas edificadas de manera histórica, y transmitidas socialmente. Toda actividad posee un curso de acción y un aspecto ritual que puede resultar más o menos familiar en virtud de encontrarse dentro o fuera de las fronteras del marco de sentido que el sujeto posee como disposiciones (habitus) y que constituyen la razón práctica de su actuación en una circunstancia concreta. Algunas acciones anónimas en elevadores, baños y estacionamientos y lugares poco transitados también dan muestra del desafío a los rituales establecidos.
            La disposición en las interacciones opera como selector de actuaciones en el contexto social específico, las diferencias de poder (posiciones) determinan además de posturas, tonos, e intensidad en las interacciones, los territorios de actuación de los co-presentes. En los trámites burocráticos de: inscripción, solicitud beca o petición de constancias, ahí las interacciones están marcadas por un agente con el poder, un territorio y un orden de actuación instituido y por un agente solicitante que debe acatar el orden instituido y el espacio, territorio, línea o número o proceso se le asigne. Cada agente desde su posición y su disposición percibe la situación y las actuaciones esperadas de él y de los otros participantes en función del conocimiento práctico de la situación, lo que implica congruencia corporal y afectiva entre las que debemos señalar la frustración y la espera a la Goffman (1990) llama relaciones sintácticas. En el ámbito de instituciones como las universidades públicas los capitales culturales (habitus), el conocimiento práctico de la situación y las condiciones de vida concretas de cada estudiante (posición) se constituyen en el orden de disposiciones que operara como selector de las actuaciones que cada uno de ellos tendrá en el contexto social universitario.
            A partir de este complejo entramado de teorías y significados se podrá apreciar que el contexto, los espacios y ambientes –siempre en cambio-en CU pasan por alto la diversidad de capitales culturales  de sus pobladores y adolecen de una construcción escénica estructurante que potencie las  actuaciones propias de la condición y ocupación de estudiante universitario.