VIDA COTIDIANA, CULTURA Y POBLAMIENTO DEL CAMPUS CIUDAD UNIVERSITARIA DE LA UACJ 2010-2013

VIDA COTIDIANA, CULTURA Y POBLAMIENTO DEL CAMPUS CIUDAD UNIVERSITARIA DE LA UACJ 2010-2013

Alberto Díaz Mata (CV)
Universidad Autónoma de Ciudad Juárez

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2.5 Arquitectura universitaria

En sus inicios la universidad europea utilizó para sus actividades recintos, religiosos, edificios públicos y aún edificaciones privadas en préstamo o arrendamiento. Los primeros edificios universitarios diseñados y construidos ex profeso fueron los colegios Domus Sapientiae entre los que destaca el colegio de España en Bolonia cuyo concepto sirvió de modelo para muchas edificaciones universitarias en distintos lugares y tiempos. Posteriormente surgieron en las tradiciones arquitectónicas de la Europa insular y continental construcciones ad hoc, emblemáticas y funcionales que evidenciaban la importancia que el alto clero, los estados y príncipes daban a la formación universitaria o reflejaban el poder y categoría del benefactor. En España las universidades de Salamanca, Santiago de Compostela y Valladolid son ejemplos representativos de esa época.
            Durante la amplia etapa en que las universidades fueron instituciones de élite, los edificios se diseñan y construyen distribuyendo espacios en los que deberá realizarse la acción educativa, en ellos se encuentran siempre rasgos y rastros de modelos de la arquitectura religiosa. Los Palazzo de la Sapieza con distribuciones en uno o más cuadriláteros con sus correspondientes patios interiores. Biblioteca, salas solemnes (de grado), aulas para las lecciones, salas para las discusiones, administración, archivo, patios y jardines para el encuentro y la reflexión (Ridder-Symoens, 1994).
            Colegios y las viejas universidades atesoran edificios que son ejemplo sobresaliente de los estilos arquitectónicos en su composición y pórticos. Algunos de estos edificios siguen en funcionamiento, otros se conservan como emblemas de la añeja tradición universitaria.
            Los diseños arquitectónicos con frecuencia responden al principio de que la forma sigue a la función. En muchos edificios de servicios públicos como hospitales, escuelas, y cárceles una de sus funciones sociales era también cuidar o vigilar, con la que la distribución panóptica también es recurrente (Foucault, 1976). La función central en las universidades ha sido la enseñanza regulada, de ahí que los componentes arquitectónicos atiendan preferentemente al diseño de aulas, bibliotecas, espacios para el profesorado, espacios de la autoridad y los espacios  administrativos y de resguardo. Estos componentes aún pueden distinguirse con facilidad en muchos de los actuales edificios universitarios. Pero al igual que sucede con los complejos de edificios públicos el diseño de las infraestructuras universitarias atiende cada vez más al principio  urbanístico y de la arquitectura contemporánea de la forma sigue a la visión, y la visión generalmente privilegia la estética. Este principio que atiende a los parámetros de racionalidad, orden, economía y flexibilidad, establece que las vialidades, circulación, ubicación de las personas y sus actividades esté acorde con una visión ordenadora más dúctil. Esta tendencia plástica tiene en el minimalismo (la simplicidad máxima) una de las más frecuentes soluciones edificativas, ya que se concreta con el empleo de materiales nuevos, acabados llanos, espacios diáfanos y formas geométricas que convierten a las edificaciones en espacio-escultura para ser admiradas interior y exteriormente, pero no necesariamente se trata de espacios habitables (Duque, 2008:109).
Otro elemento tan importante como la arquitectura es la relación del campus universitario con el entramado  urbano teniendo como referentes las dos grandes tradiciones de los espacios o campus universitarios. En la  primigenia tradición urbanística-arquitectónica los edificios y espacios universitarios se entrelazan con la ciudad en la que se habita y se aprende; en la otra tradición,  la ciudad universitaria busca (como los antiguos monasterios) alejarse de los distractores mundanos, de los olores, colores, sonidos y tentaciones de la ciudad. Las universidades de ambas tradiciones se constituyen en los nuevos templos en los que se fusionan innovación y tradición, preservando junto a  la centralidad de conocimiento y la formación de las nuevas generaciones lo simbólico, lo ritual y las jerarquías.
            En las etapas medieval y renacentista el prestigio y elegibilidad de las universidades se asociaba con: el área o campo de conocimiento cultivado (Teología, Derecho, Medicina); con el reconocimiento y renombre del profesorado, pero también y de manera muy notable de la protección otorgada a las actividades, bienes y privilegios de la comunidad universitaria (authentica habita); En el plano material el prestigio se concreta en la riqueza de sus colecciones y en la calidad de los espacios y edificaciones. Pero no deben menospreciarse otros factores no académicos o institucionales que solían tenerse en consideración al elegir una universidad como la seguridad de vías y caminos, la disponibilidad de alojamiento para estudiantes de diversas clases y condiciones sociales (domus scholarum, hospitia) y la presencia de prestamistas (Ridder-Symoens, 1994)
            Las universidades actuales sustentan su prestigio en la fama pública, los méritos y grados del profesorado y por los reconocimientos alcanzados por sus estudiantes y egresados, aunque las infraestructura y los edificios universitarios siguen siendo importantes al momento de valorar una institución,  también existen instrumentos y criterios de calidad internacionales y en cada uno de los países (incluido el nuestro) que permiten establecer la posición de la institución en alguno de los modelos clasificatorios conocidos como ranking de universidades: Sin embargo no deja de ser ilustrativo (y paradójico) que en la publicidad y dossier de las universidades (públicas y privadas) muestren preferentemente infraestructuras y equipamientos. Mientras que los estudiantes y profesores reciben el trato de masas informes, transeúntes ocasionales, gráficos de barras y progresiones estadísticas.
            Urbanismo y arquitectura son elementos omnipresentes en la vida universitaria, la historia de las universidades europeas lo evidencia. Edificios, espacios, patios y trayectos universitarios convocan al arte, al diálogo, a la acción y la reflexión. La sola presencia de la universidad propicia el desarrollo urbano, la diversificación de servicios, fortalece el tejido económico, enriquece el ambiente cultural y mejora la calidad de vida del entorno, la universidad es mucho más que un equipamiento urbano. El impacto formativo de la universidad impacta y fluye por distintas vías hacia la sociedad del medio urbano donde se asienta. Para Bofill (1990) la primera lección deviene de la belleza, la luz y la funcionalidad del edificio y el espacio público. 
            Las ciudades educan (Hoyuelos 2009), los edificios, vías, plazas y las interacciones que propician forman y modelan a sus habitantes, sobre esta hipótesis se erige la corriente “espacios didácticos” desarrollada primero en la Ciudad italiana de Reggia Emilia y llevada luego al plano universitario, es una propuesta del urbanismo y la arquitectura que enfatiza que lo que se diseña y construye son los espacios de socialización, de la transmisión cultural, espacios en los que el individuo y la sociedad habitan, aprenden, laboran, se emocionan y descansan. Espacios que reflejan y evocan su historia, cultura, geografía y actividades económicas, pero que también expresan sus aspiraciones y proclamas. Son espacios que educan, que integran un currículum social donde se aprende a vivir la urbanidad y la ciudadanía. En esta corriente se puede inscribir a Mies (en Duque 2008), mientras que en España Campos Calvo-Sotelo es su más claro exponente.
            Las ciudades en su conjunto educan, en ellas se construyen, refirman o diluyen pautas de comportamiento vinculadas a diferentes espacios públicos y privados que la conforman, pero corresponde a los edificios, instalaciones y equipamientos educativos-particularmente universitarios- la vanguardia y ejemplaridad para que trasladen sus virtudes y propuestas al tejido urbano y social que las acoge.

            2.5.1  “Espacios didácticos” en un campus universitario
Esta propuesta o corriente tiene como premisas que: los edificios moldean estructuran el comportamiento, reflejan las actitudes de las personas e informan activamente del comportamiento humano (Arnheim, 1978 en Campos, 2009: 7). Por ello los edificios y espacios contienen embebido un curriculum capaz de instruir como los mismos cursos (Orr, 2004 en Campos, 2009:.2).
            La calidad de una universidad está ligada además de los componentes académicos a su configuración espacial. La educación es un hecho espacial ya que históricamente la transmisión cualificada del saber siempre ha contado con un marco espacial ad hoc, de ello deriva que Urbanismo y Arquitectura constituyan un corpus indisolublemente unido a la institución y a la acción educativa como ya lo han demostrado múltiples universidades y las prácticas de la ciudad de Reggio Emilia.
            Los espacios didácticos en un campus universitario (Campos-Calvo-Sotelo, 2009) se manifiestan en cuatro niveles o escalas denominadas “esferas” en las que se concretan el diseño y la edificación. Dentro de las escalas el nivel más amplio corresponde a la integración campus-contexto y al más estrecho al aula.
            La primera esfera referente a Integración con el contexto ciudadano y citadino, establece que el campus universitario debe compartir recursos, infraestructura, investigación, servicios y saber con las ciudades que las acogen. La tradición europea,  se caracteriza por la comunión estrecha entre Universidad y Ciudad. Los ejemplos inician en Bolonia, París, Oxford, Salamanca, en donde los rincones, comedores, hostales, parques y plazas de la ciudad se encuentran con los colegios y albergues de estudiantes, en un solapamiento que realimenta recíprocamente los tejidos urbano y universitario como sucedía inicialmente en la UNAM, la Universidad de Chihuahua y la propia Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Pero existe otra forma de vinculación del campus universitario  y la sociedad cada vez más invocada,- incluso en Europa- es la tradición norteamericana que gusta de la insularidad y el alejamiento de las grandes ciudades, pero no de los servicios, ni de un tejido social de soporte. La aseveración  es parcialmente cierta ya que la ubicación  relativamente distante de los campus universitarios coincide con el modelo de desarrollo urbano de Norteamérica caracterizado por un centro citadino (downtown) y múltiples polígonos periféricos. Existen universidades como Harvard y Berkeley que sus periféricos campi colindan con entornos urbanizados, cuya característica común es la abundante oferta de alojamientos, cafés, librerías, restaurantes, lavanderías y pequeñas unidades comerciales que han llegado a envolverlas. Sin embargo el entramado más profundo de las universidades norteamericanas con la sociedad se da en los planos  de la investigación, los servicios y de la reproducción social.
            La segunda esfera es el campus universitario en su dimensión de Campus didáctico que es un hábitat con autonomía y singularidad vivencial, que debe despertar sentidos de pertenencia de identidad y de comunidad. El campus didáctico interactúa en la formación de la persona ofreciendo espacios y ambientes propicios para los diversos procesos, acciones e interacciones; espacios libres, sombras, luces, naturaleza; arquitectura, tecnologías, acervos, equipamientos y servicios diversos de: restauración, descanso y esparcimiento; todo en armonía proporcional y plástica con la aspiración mostrar espacios, relaciones y prácticas ejemplares.
            Algunos campus universitarios en donde se expresan estas bondades del campus didáctico son tan viejos como la Universidad de Virginia diseñada por Jefferson en 1819 hasta el paradigmático Instituto Tecnológico de Illinois diseñado por Mies en 1940. El campus didáctico está dotado de espacios lúdicos, de arte, de encuentro, áreas deportivas, auditorios y estadios en donde caben una gran diversidad de  prácticas y expresiones, tanto las más depuradas como las cotidianas del quehacer humano. En el campus didáctico se da protagonismo a la naturaleza, porque con ello se enuncia el compromiso medioambiental de la universidad; porque los espacios libres, el arboreto, los jardines botánicos, las zonas ajardinadas y las sendas entre la  vegetación nativa también son parte necesaria en el currículum universitario que enriquecen el disfrute, la deambulación y la reflexión de los miembros de la comunidad.   
            Tercera esfera es el edificio, que es un término para referirse a las diversas instalaciones y a la configuración de los espacios destinados a la enseñanza, la investigación, la tutela académica, las conferencias, el aprendizaje autónomo y los servicios de apoyo. Algunas propuestas pertinentes han sido expresadas por organismos como Designshare-Forum for Innovative Schools, pero también se pueden observar en la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad de Vigo, que cuenta con una calle educadora que enlaza los distintos espacios como un ágora que sustituye al pasillo convencional.
            Las soluciones imaginativas deben llegar a las bibliotecas o Centros de Recursos para el Aprendizaje y la Investigación (CRAI) construyendo áreas y ambientes para las diferentes formas de aprendizaje, estudio, discusión y consulta. Las áreas de gestión y atención deben encontrar soluciones más imaginativas que reconstruyan el sentido de comunidad universitaria. Las áreas de servicios, los espacios de encuentro, descanso, tránsito, los espacios para exposiciones y de usos múltiples, los despachos de la representación estudiantes y aun las áreas de baños, la ubicación de bebederos, deben repensarse todos como el hábitat compartido por una comunidad de aprendizaje con muy diversas necesidades, por ello debe recurrirse a los principios de la arquitectura universal (libre de barreras).
            La cuarta esfera: El aula y los espacios de enseñanza-aprendizaje. En la escala de los espacios didácticos, la unidad o célula es el aula o salón de clases que incluye en esta denominación otros espacios como laboratorios y talleres en donde se realizan encuentros de aprendizajes instrumentalizados. En los encuentros áulicos las interacciones entre los estudiantes responden  con frecuencia a las limitaciones de espacio y equipamiento más que en modelos o estrategias de aprendizaje colaborativo. La lección magistral, las demostraciones en laboratorio y las tutorías tienen como soporte espacios y equipamientos que carecen de la flexibilidad necesaria para acoger formas más fecundas de interacción y aprendizaje.
            El aula debe dejar de ser sólo un salón, un contenedor de un solo acceso, tendrá que desplazarse, abrirse a otras estrategias formativas y de organización. Salir al patio, a los jardines, a la terraza, al museo, a la ciudad, aprender en las obras, en las empresas, en las instituciones, aprendizaje in situ, aprendizaje en movimiento, salir al encuentro del conocimiento. Las acciones formativas deberán hacerse teatro, exposición, foro, porque hasta etimológicamente teatro (contemplar) y teoría (comprender) están emparentados (Duque, 2008:122). Las grandes salas pueden ser tomadas y aprovechadas, los vestíbulos, lobbys, entrepisos y halles deben convertirse en calles didácticas, área de exposiciones,  zona de lectura y descanso; las gradas, explanadas, las áreas ajardinadas y el jardín botánico convertidas en espacios de discusión, reflexión, estudio y diálogo. Los mismos trasportes para estudiantes deben asumir un rol didáctico, informativo y de formación comunitaria.
            Lo nuevo de este enfoque de los espacios didácticos, radica en generar las condiciones espacio materiales para aprovechar las nuevas tecnologías y formas de interacción y en recuperar prácticas y encuentros entre universitarios que se fueron diluyendo y desdibujando con el correr del tiempo y con la proliferación de un modelo edificativo y de gestión económico y funcional que minimizó y desdeñó los espacios informales en donde se construyen y escenifican interacciones menos estructuradas, que son centrales para constituir las comunidades de aprendizaje a las que aspiran las universidades  del siglo XXI (Campos Calvo-Sotelo, 2009).