INDUSTRIAS AUDIOVISUALES Y NUEVAS AUDIENCIAS

INDUSTRIAS AUDIOVISUALES Y NUEVAS AUDIENCIAS

José Patricio Pérez Rufí. Coordinador (CV)
Universidad de Málaga

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TELEVISIÓN Y POLÍTICAS DE COMUNICACIÓN EN ESPAÑA: LA ERA DE LA IMPROVISACIÓN.


José Patricio Pérez Rufí
(Universidad de Málaga)

Resumen.
Aunque los informes acerca del futuro de la televisión preveían una mayor presencia de la televisión conectada, las cadenas generalistas españolas alcanzaron hitos en consumo de televisión después de la crisis. La crisis económica ha sido el principal freno para la expansión de tecnologías, dispositivos, aplicaciones e infraestructuras. Las políticas de comunicación han sido escasamente previsoras y se revelan improvisadas y no preparadas a los nuevos modelos de televisión.

Palabras clave: televisión, políticas de comunicación, estructura del mercado audiovisual, industrias culturales, televisión online.

La crisis y las inesperadas consecuencias que ha tenido ha propiciado un cambio en las tendencias de convergencia de medios y de grupos mediáticos, al punto de que la dura realidad del mercado se ha impuesto por encima de otras opciones. Es posible que dispongamos de los mejores dispositivos para proporcionar una experiencia de visionado de contenidos audiovisuales como nunca lo había experimentado el espectador, o que virtualmente las pantallas de nuestro hogar sean terminales conectados con una amplia variedad de servicios y contenidos, pero habrán fracasado en su intento de convertirse en sistemas de referencia para el usuario si éste no dispone de medios económicos para permitírselos y si los propietarios de los medios no consiguen rentabilizar sus inversiones. La ineficacia de aquellos sistemas se producirá igualmente si los mismos operadores de contenidos no realizan la inversión necesaria para hacer llegar su producto, condicionados igualmente por teleoperadoras sin capacidad de inversión en infraestructuras que permitan disponer de los anchos de banda necesarios para explotar las posibilidades que la tecnología ya permite.

Según Campos Freire (2013), las tendencias europeas de gestión del sector audiovisual, marcadas por la crisis económico y por los cambios tecnológicos de la convergencia digital, giran en torno a la reestructuración de la televisión pública, a la concentración de los operadores de servicios digitales de ondas hertzianas, de cable y satélite y a la nueva orientación de las políticas de apoyo al cine dentro del ámbito genérico de las industrias culturales y creativas.

El primer decenio del siglo XXI, apunta Campos Freire, fue expansionista para la industria audiovisual, la transición y continuidad a la segunda década está siendo de estancamiento y concentración: “Los cambios de tendencia están condicionados por la fragmentación tanto de la oferta como de la demanda, por las nuevas formas de consumo, por la alteración de los sistemas de financiación y por los nuevos modelos de negocio. Frente a esas dinámicas de endurecimiento de la competitividad en los mercados, las corporaciones adoptan sus  correspondientes estrategias defensivas y las políticas públicas se ven arrastradas por ellas sin capacidad de respuesta alternativa”.

Las tendencias, sostiene Campos Freire (2013), apuntan al futuro del IPTV y al desplazamiento de las redes hertzianas terrestres, tradicionalmente garantes de la difusión universal y gratuita, hacia las comunicaciones telefónicas de movilidad (dividendo digital) en detrimento de la propia televisión.

De esta forma, las políticas de comunicación europeas y la introducción del Dividendo Digital evidencian el relieve del consumo de datos digitales por encima del de ondas hertzianas, quedando así la televisión hertziana desplazada con respecto al online inalámbrico. Aunque supone la tendencia más notable a nivel europeo, la adopción de medidas políticas que privilegian el 4G no considera las particularidades culturales del mercado español, en el cual la introducción del consumo de Internet es más pausado y en el que el consumo de televisión a través de ondas hertzianas es mayoritario, como líderes europeos en porcentaje de población que consume TDT. ¿Se está forzando a la población a hacer una transición hacia una verdadera televisión conectada o se adelantan las medidas políticas a una realidad que terminará por imponerse?
La televisión ha cambiado y procura adaptarse a los nuevos usos sociales de los medios, intentando no perder presencia entre la amplia oferta actual de productos culturales. Las amenazas a su hegemonía como medio referente son ya una realidad y no son “las orejas”, sino el propio lobo el que se ha dejado ver: la fragmentación de audiencias ha obligado a reconfigurar las alianzas entre grupos a fin de mantener su rentabilidad, amparados por la ley; el espectador ha hecho suya la televisión y se ha convertido en su propio programador a través del visionado de contenidos en el momento y lugar que desea (la llamada triple A: Anyway, Anywhere, Anytime), ayudado por dispositivos que facilitan sus intenciones; además, ha visto la entrada en escena de importantes y nuevos operadores procedentes del mundo de la informática, como Google (con sus dispositivos Chromecast, Google TV o el portal YouTube) o Apple (a través de su modelo de Web TV, Apple TV), que vieron la posibilidad de introducirse en el mercado audiovisual sirviéndose de su potencial económico y de la fuerza de sus marcas.

Según Marta Roel (2010, p. 27), la revolución digital ha traído consigo diversas innovaciones que han repercutido positivamente sobre el sector audiovisual en su conjunto, como la optimización del ancho banda y la apertura que permite la explosión de la oferta, el incremento en la calidad de imagen y sonido, o la interactividad, “pasando de este modo a ostentar un papel aún más destacado en el proceso comunicativo”.

La televisión intenta mantenerse como medio de referencia a la hora de ofrecer contenidos e información, buscando las ventajas de Internet como plaza pública en la que el usuario comparte sus ideas y convierte a la oferta televisiva en objeto de sus comunicaciones. Es así como los nuevos medios de conocimiento (instantáneos) de la recepción de una emisión de televisión se encuentran en su eco en redes sociales y en el seguimiento de hastags en Twitter antes que en los resultados de audiencia entre aquellos espectadores con audímetro.

Un cambio determinante en la concepción de la televisión atañe a la idea de la distribución de contenidos. La televisión es global, en el sentido de que Internet ha eliminado el concepto de demarcación ligado al área de alcance de una emisora de televisión. Como en otros medios, las fronteras entre países no existen más allá de las barreras idiomáticas. Los espectadores españoles siguen las series de televisión norteamericanas al ritmo de su emisión en Estados Unidos. Las series de televisión son probablemente el primer formato que ha sabido explotar mejor las posibilidades de Internet, pero no el único. La afición de la audiencia española por los reality-shows y los talent-shows europeos y norteamericanos convierte al espectador internauta también en audiencia de aquellos formatos.

Este hecho viene a ser una consecuencia del cambio en el modelo tecnológico de la televisión, dado que la distribución de la señal no vendrá por parte de una emisora a través de las ondas hertzianas, sino que el espectador accede a los contenidos a través de su conexión a Internet. El ancho de banda se convierte en el elemento determinante para explicar el nuevo paradigma de televisión conectada. Este cambio en el paradigma obliga a definir las políticas públicas en el sector de las comunicaciones, dado que la limitación del espectro electromagnético deja de ser un problema, al tiempo que pierde sentido la nacionalidad de las emisiones, con sus consecuencias en materia de derechos de autor y en las ventas de derechos de emisión en cada mercado nacional.

A pesar de encontrarnos en un momento en el que los contenidos audiovisuales se consumen a través de diferentes soportes o servicios, la televisión sigue teniendo una centralidad comunicativa para grandes sectores de la población en el mundo. Incluso el televisor será una plataforma para televisión, videojuegos, Internet, servicios de valor añadido, etc.

El contexto de recesión económica que vive Europa en general y España de forma particular desde 2008 ha beneficiado al crecimiento del consumo de televisión en abierto en España. A la vista de los datos ofrecidos por Kantar Media, se han alcanzado cotas históricas en consumo medio diario de televisión, al tiempo que –como señala la Encuesta General de Medios- la presencia de la televisión en los hogares españoles no ha perdido posiciones y sigue siendo el medio con mayor implantación. Otra cuestión sería su centralidad como eje del ocio y de la información a nivel doméstico. Crece –señala el informe de Busquets et al. (2012, p. 14)- la “tendencia de pensamiento que cuestiona la centralidad de la televisión en el ocio doméstico”, en base a encuestas según las que en los últimos diez años el ciudadano ha incrementado su dependencia de la conexión a Internet por encima del consumo televisivo.

¿De dónde procede entonces el incremento del consumo diario de televisión y por qué, como decimos, la crisis económica explica dicho consumo? Consideremos que el número de desocupados en España en el mes de marzo de 2013 superaba los cinco millones. Esa masa de de desempleados es susceptible de convertirse en audiencia de televisión en momentos en los que en mejores tiempos se les suponía ocupados y no consumían televisión. Tengamos en cuenta que, a falta de recursos económicos que invertir en formas de ocio de pago, la televisión en abierto supone la alternativa más asequible.

En España, los hitos más recientes en políticas de comunicación audiovisual fueron: 1) el Plan Nacional de Transición a la TDT (2007), que adelantaba la instauración de la TDT y el apagón analógico; 2) la Ley 7/2009, de 3 de julio, de medidas urgentes en materia de telecomunicaciones en la que se avanzaba la liberalización en materia de comunicaciones para autorizar el aumento de participaciones en acciones cruzadas y reducir los límites de canales en propiedad, según apunta Ramón Zallo (2010); 3) la Ley 8/2009 de Financiación de RTVE de 28 de agosto de 2009, que elimina la presencia de publicidad en TVE a partir de 2010; y 4) la Ley General del Audiovisual de 2010. 
La impresión de las políticas de comunicación de los últimos gobiernos es la de improvisación surgida a partir de las dificultades provocadas por el desajuste entre las intenciones con que se planificó la TDT y la realidad con que se han encontrado las empresas. La fragmentación de audiencias, en lugar de percibirse como un signo de la pluralidad del medio, se ha entendido como una amenaza a la hegemonía y a la rentabilidad de los grandes grupos de comunicación.

En cada una de las leyes aprobadas hay una falta de visión general del modelo de televisión al que se aspiraba en España. Las decisiones políticas han parecido primar posiciones ideológicas y premiar amistades mediáticas o reaccionar ante leyes aprobadas por gobiernos previos. Esta provisionalidad legislativa y el estatus transitorio de la propia TDT se harán evidentes en el futuro, cuando el consumo a través de televisión conectada y no mediante ondas hertzianas forme parte de la rutina del espectador. La limitación del espectro electromagnético justificaba la necesidad de una administración del espectro a través de licencias de emisión. Desde el momento en que el espacio deje de ser un problema con la televisión online, la administración del espectro y sus licencias dejarán de tener sentido.

De nuevo, la ausencia de fronteras virtuales (la limitación de IP a determinados contenidos es salvable) quedará fuera de la acción de los gobiernos de cada Estado (a menos de que el FBI, como “policía del mundo”, cierre aquellos servidores que atenten contra sus intereses comerciales, como hizo con Megaupload) y las leyes parecerán parches a malas previsiones. Hasta ahora las últimas leyes aprobadas en España facilitan a los grupos privados de comunicación el tránsito por la crisis económica permitiendo las grandes concentraciones de medios, aunque ponen en duda el sentido de la pluralidad deseable en toda democracia y dejan el uso de las ondas al servicio de criterios puramente de mercado.

Con respecto a la TDT, Zallo (2010) sostiene que la excesiva preocupación por la antenización, las fechas y el parque de receptores o adaptadores se hizo a costa de las potencialidades de interactividad y de la oferta y demanda de servicios avanzados, lo que condenó a la TDT a ser solo un sistema ampliado del modelo anterior. De ello se deriva que de los habituales cuatro canales por operador, tres se subordinan al programa generalista, con un exceso de redifusiones y nueva producción limitada, por lo que hay una jerarquía de programaciones con la intención de sumar audiencias fragmentadas con los canales “menos importantes”. 
Tal y como se ha regulado y desarrollado la TDT no pasa de ser solo una TV ampliada en la que hay más proliferación de canales que de contenidos. Los grandes beneficiados en la distribución realizada por el Gobierno fueron los operadores privados de ámbito estatal, los tres históricos (Antena 3, Telecinco y Cuatro/Sogecable), más tres nuevos (La Sexta, Net y Veo). Todo ello generó un mapa privado de difícil rentabilidad a corto plazo y que, sumado a la crisis y al desplazamiento de la preferencia del público por el consumo a través de Internet –como veremos en los apartados que siguen- llevó a una situación insostenible y provocó la concentración de canales. De aquí resultaron tres grandes grupos dominantes: la televisión pública estatal, Tele 5/Sogecable (Mediaset España), y Antena 3/La Sexta (Atresmedia). La fusión anunciada el 14 de diciembre de 2011 por el grupo Antena 3 y La Sexta es la segunda de dos grandes grupos privados en España, después de la protagonizada en diciembre de 2009 entre Telecinco y Cuatro, y evidencia que fue la Ley de Medidas Urgentes en Materia de Telecomunicaciones que el Gobierno aprobó hace dos años la que abrió la puerta a estas concentraciones empresariales.

La consecuencia de la apertura a la liberalización (controlada) de la televisión en España ha sido la formación de dos grandes grupos de televisión privada que compiten entre sí, relegada la televisión pública nacional a una posición cada vez más secundaria: la formación del grupo Mediaset España tras la compra por parte de Telecinco de las frecuencias de Sogecuatro (representadas en su canal líder, Cuatro), forzó a Antena 3 a adquirir el paquete de canales de Mediapro (La Sexta).

El entramado televisivo de Atresmedia, en el que cada canal pretendía mantener su personalidad, sumaba ocho canales: cuatro de Antena 3 (Antena 3, Neox, Nova y Nitro) y cuatro de La Sexta (La Sexta 1, Explora, La Sexta 3, Gol TV). En conjunto, el número de canales que suman las dos cadenas era similar al que poseía Mediaset España (Telecinco, Cuatro, Factoría de Ficción, La Siete, Boing, Energy, La nueve y Divinity).

El mapa de los grandes grupos televisivos se completaba con la oferta de la Corporación RTVE (La 1, La 2, Clan, Teledeporte y 24 Horas), la de Vocento (Disney Channel, además de los canales desaparecidos Intereconomía, Paramount, y MTV), y la de Unidad Editorial (Marca TV, 13 TV y Discovery Max). Sin formar grupo, a la oferta televisiva se sumaban 23 canales autonómicos, que en conjunto suman una cuota media de pantalla del 10,2 por ciento.

La sentencia del Tribunal Supremo que obligó a anular las frecuencias que fueron adjudicadas por el Ejecutivo de Zapatero, sin que mediara un concurso público, a los operadores que ya estaban emitiendo. El recorte afectó a los cuatro grupos de ámbito nacional: Atresmedia, Mediaset, Net TV (Vocento) y Veo TV (Unidad Editorial).

El Tribunal Supremo dio de plazo hasta el 6 mayo de 2014 para que los operadores privados de ámbito nacional cierren nueve canales de televisión. Advierte el Supremo en una resolución que superado este plazo sin que se haya procedido al apagado de estos canales, adoptará las medidas que marca la ley. Es decir, impondrá sanciones económicas por no cumplir un requerimiento judicial. Las competencias recaen sobre el Ministerio de Industria. La incertidumbre llegó a tal punto que varias compañías multinacionales decidieron  abandonar la TDT, como MTV o AXN (Sony).

Para el Supremo, Atresmedia, tras absorber La Sexta, disponía de cinco canales (los tres de Antena 3 y los dos de La Sexta), Mediaset (tras la fusión de Gestevisión Telecinco y Cuatro) disponía de seis canales (los tres de Gestevisión Telecinco y  los tres de Sogecable-Cuatro), Veo TV disponía de dos canales y Net TV de otros dos. En consecuencia, al atribuir dos múltiplex digitales a Atresmedia, otros dos a Mediaset, otro a Veo TV y otro a  Net TV, todos ellos con capacidad para cuatro canales cada uno, se atribuían nueve canales adicionales: tres a Atresmedia, dos a Mediaset, dos a Veo TV y otros dos a Net TV.

Según el informe de la Secretaría de Estado de Telecomunicaciones, Atresmedia dispone de dos licencias con cuatro canales cada una, frente a los cinco canales que resultan de títulos anteriores al acuerdo del Consejo; Mediaset Telecinco tendría dos licencias, con cuatro canales cada una, frente a los seis que resultaban de títulos anteriores; finalmente, Veo TV y Net TV tendrían una licencia con cuatro canales cada una, frente a los dos canales anteriores.

El conjunto de cadenas temáticas de la TDT llegó a sumar en 2012 un 28,5% de la cuota de pantalla, número superior a los años anteriores y que afianza la idea del incremento de la fragmentación de las audiencias. La pérdida de seguimiento de los canales principales llevó a los grupos de comunicación a contabilizar su audiencia en el número total de canales del grupo, índice que utilizan para negociar la venta de publicidad en varios canales simultáneos. Es así como, con respecto a 2012, Mediaset España se proclama líder desde el momento en que suma los espectadores de sus respectivos canales, pese a que Telecinco alcanzó un share medio anual del 13,9%. Le sigue el grupo Antena 3/La Sexta (25,8%), aunque Antena 3 conforma sólo el 12,5% del total; y el grupo de RTVE, con un 18,9% (dentro del cual La 1 alcanza al 12,2%). La fragmentación de audiencias es un hecho.

El cierre de canales de TDT en mayo de 2014 no cambió excesivamente el reparto de audiencias por grupos mediáticos. En marzo de 2014, los grupos se repartían así las audiencias: Atresmedia (30,2%), Mediaset España (30,1%), CRTVE (16,2%), Unidad Editorial (3,1%) y Grupo Vocento (2,9%). En abril, el reparto era similar: Atresmedia (29,4%), Mediaset España (29,2%), CRTVE (17,5%), Unidad Editorial (3,1%) y Grupo Vocento (2,9%). En mayo, en el que se interrumpen las emisiones de los canales temáticos, los grupos mantienen una dinámica similar, aunque Mediaset avanza posiciones (consideramos que perdió dos canales de poca audiencia, en lugar de los tres de Atresmedia): Mediaset España (30,8%), Atresmedia (27,3%), CRTVE (17,1%), Unidad Editorial (3,3%) y Grupo Vocento (3,6%). En junio de 2014, ya con la nueva situación establecida, Mediaset mantenía el primer lugar, ayudado por la posesión de derechos de emisión del Mundial de Futbol, que rompe la dinámica de audiencias habitual. La audiencia es la siguiente: Mediaset España (33%), Atresmedia (25,9%), CRTVE (16,2%), Unidad Editorial (3,7%) y Grupo Vocento (4,1%). Podemos concluir, aun a falta de hacer un seguimiento con la nueva oferta de canales consolidada, que los porcentajes de reparto de audiencias entre grupos mediáticos apenas ha acusado el cierre de los canales temáticos y que, en todo caso, Atresmedia ha podido resultar el grupo más perjudicado.

La improvisación en las políticas y en las estrategias de posicionamiento de los diferentes grupos mediáticos llevó a la puesta en marcha de canales “menores” en TDT buscando targets específicos sin una garantía de solidez ni permanencia. El “tráfico de licencias” ha llevado a que determinados canales muten sus programaciones e identidad en función del cambio de administradores de aquellos o de su posible franquiciado. Frente a la estabilidad de las marcas de los canales mayores, consolidados en el imaginario colectivo y apuesta principal de los grupos, esta masa de canales menores parece seguir una estrategia de prueba-error y experimentar mientras encuentra resultados satisfactorios. La amplitud de la oferta no lleva al espectador al consumo de todos los canales, sino sólo de aquellos con los que se siente más identificado o más gratificado.

En cuanto a la oferta global de televisión que tienen los españoles, podemos decir que, a pesar de que hay una oferta insostenible, con más de 1.300 canales (la mayoría locales), no hay problemas de demanda y el consumo de minutos por día como media sigue creciendo. Sí existe una fuga juvenil –ven series y películas por Internet- y decrece el número de espectadores pero aumenta el consumo de aquellos que sí son televidentes.

Los ingresos publicitarios no han respondido a la sobreoferta y han reducido su inversión en modelos publicitarios convencionales para dirigirse hacia los no convencionales. Para este hundimiento la solución no es aumentar la difusión o el precio de los canales porque las economías domésticas también atraviesan una situación difícil. La excepción en claves de rentabilidad en 2010 fue la televisión, debido a la exclusión de RTVE del mercado publicitario, lo que ha hecho que los ingresos de las cadenas privadas por publicidad suban, aunque parte de ese ascenso también se ha debido al aumento de las tarifas.

El llamado Dividendo Digital establece a partir del 1 de enero de 2015 la reserva de las frecuencias entre 794 y 862 MHz, los canales 61 a 69, para otros servicios de comunicaciones. Esto supone trasladar la mayoría de las emisiones de TDT actuales, reajustando toda la red de emisores y obligando a los usuarios a modificar nuevamente la configuración de sus antenas.

La revisión de la situación de la industria televisiva en España nos lleva a la idea de que el desarrollo de los medios queda subordinado a la coyuntura económica que viven los propios medios y los ciudadanos. Incluso la evolución tecnológica, aun ofreciendo un producto o un servicio ventajoso para el ciudadano, queda diezmada si éste no dispone de los recursos para acceder a ellos, y ese es el caso del retraso que la industria televisiva lleva en España, al tiempo que explica un renacer de la televisión convencional en cuanto a consumo.

El condicionante económico hace calibrar las predicciones acerca del futuro de la televisión, especialmente en España. El espectador (o usuario) no está dispuesto a financiar la revolución en el acceso a los contenidos y servicios que la televisión conectada puede permitirle, ni accede con facilidad a la presión creada por la industria para la renovación de sus dispositivos o modos de acceso a la banda ancha. Consciente de la obsolescencia (programada o no) de los medios tecnológicos después de conocer diferentes tipos y formatos de pantallas de televisión, reproductores de vídeo o dispositivos móviles, en un momento de recesión económica parece desconfiar de la oferta tecnológica y de comunicación en general, consciente ya de que a los medios, tecnologías, dispositivos, interfaces o sistemas operativos actuales les seguirán otros más avanzados el próximo año.

Aunque las cadenas de televisión generalistas están presentes también en la televisión conectada, no son la principal locomotora de las mismas ni parecen interesadas en promocionar sus contenidos de acceso online a través de una Smart TV. Conscientes de que la oferta online multiplica el número de rivales y fragmenta aún más las audiencias, apuesta por afianzar aquella oferta que le beneficia de modo más inmediato a través del alcance a amplias audiencias y, con ello, mejores condiciones de contratación de publicidad. Podría preguntarnos, y es una cuestión que dejamos para una posterior investigación, si las cadenas de televisión broadcast se resisten al cambio fortaleciendo sus puntos fuertes, o si bien han decidido liderar la transición a un modelo plenamente digital, con todas las ventajas que la TDT no llevó a los hogares españoles.

Las teleoperadoras y los gobiernos tampoco se encuentran en un buen momento para invertir en nuevas infraestructuras que permitieran un ancho de banda apto para la transmisión de contenidos de vídeo online en calidad HD de visionado inmediato. Esta situación es radicalmente diferente en Estados Unidos y Japón, donde las infraestructuras son mejores y, al menos potencialmente, el espectador podría tener acceso a unos servicios avanzados en televisión -aunque, como ya señalamos, no parecen tan interesados en la televisión conectada como pudiera parecer.

Hemos apuntado cómo la televisión en España se encuentra en un momento delicado: por una parte, los niveles de audiencia están alcanzando hitos históricos en cuanto a consumo, pero la inversión publicitaria en televisión se ha reducido de una forma contundente en los últimos años, siendo como es la principal vía de financiación de las televisiones privadas en abierto. La crisis del consumo también afecta a las empresas y una de sus primeras consecuencias es la reducción de la inversión en publicidad. Además, la publicidad en televisión no tiene el mismo alcance que antes, aunque siga siendo el medio más masivo, desde el momento en que el share medio de cada cadena se ha reducido notablemente. Esto ha llevado a los dos grupos de televisión privada a la oferta de la venta de publicidad en bloque para el conjunto de sus canales, con diferentes condiciones y particularidades.

Conviene recordar, con todo, que las audiencias de la televisión generalista no volverán a ser lo que fueron, con lo cual hay que asumir las consecuencias de la fragmentación de la audiencia y buscar nuevos criterios que midan la eficacia de la publicidad en televisión, para recuperar la confianza de las empresas en la inversión publicitaria en el medio, u ofrecerle alternativas que permitan la financiación de los grupos de comunicación.

Podríamos entender el momento actual como el de transición entre diferentes modelos de televisión. La crisis ha parecido potenciar el consumo de un modelo de televisión que se estimaba en creciente desuso, pero también hemos de advertir que esta situación no será permanente y que habrá que imaginar que, de superarse en algún momento la recesión, el modelo futuro de televisión pasa por la televisión conectada. Consideramos que la "tregua" actual debería permitir a la televisión broadcast avanzar hacia modelos de negocio de futuro para asegurar su mantenimiento como marcas de referencia en la industria televisiva. Como proveedor de contenidos, no debe tampoco descuidar la calidad de su producto, con independencia de su vía de distribución, dado que el interés de su oferta será el criterio que tomará como referencia el espectador a la hora de consumir unos contenidos u otros.

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