LA EDUCACIÓN AMBIENTAL DESDE LA PERSPECTIVA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE NAYARIT

LA EDUCACIÓN AMBIENTAL DESDE LA PERSPECTIVA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE NAYARIT

Hermilio Hernández Ayón (CV)

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INTRODUCCIÓN.

La educación ambiental, como campo de estudio emergente, adquiere cada vez mayor relevancia. Surge como cualquier otra rama de estudio a partir de las necesidades que la propia humanidad percibe. Los fenómenos naturales y antropogénicos que afectan al planeta siempre han existido, solo que la propia naturaleza se ha encargado de controlar y revertir. A medida que la humanidad aumenta y se desarrolla, aparecen nuevas formas, métodos y herramientas que facilitan la realización de tareas. La producción masiva de bienes y servicios a partir de la revolución industrial cambió radicalmente la correlación de fuerzas entre la explotación de recursos y la capacidad de la tierra para absorber los efectos. Observar y percibir los efectos que podría ocasionar tal desequilibrio, permitió que se dieran los primeros pasos en el campo de la educación ambiental; primero a partir de grupos altruistas preocupados por conservar la ecología, luego obligados por los desastres ocasionados por la segunda guerra mundial que termina por enfrentar a la monstruosa bomba atómica y, actualmente, el calentamiento global y el cambio climático, irreversibles en el corto plazo.

Desde mediados del siglo pasado las voces de la comunidad científica se hicieron escuchar en una de las primeras reuniones convocadas por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) en Francia en 1948. Sin embargo, no bastó medio siglo para darnos cuenta que había mucha razón en sus planteamientos, pero no solo eso, sino que todavía en la actualidad pareciera que algunos países se resisten a abandonar el confort de un modelo económico agotado y peligroso.

El problema ambiental no es un asunto menor. En el pasado se limitaba al análisis de efectos por contaminación del agua, del suelo y del aire, sin embargo, la complejidad aumentó en la medida en que se fueron conociendo mejor tanto causas como efectos, pero además, a partir de reconocer que los ciclos naturales podrían no ser capaces de devolverle la vitalidad necesaria al planeta. Los efectos son muy variados y de diversa índole: hambrunas; inundaciones extremas; huracanes, terremotos, erupciones e incendios inéditos e incontrolables; agrietamientos de la corteza terrestre, deslaves y maremotos; descongelamiento, calentamiento global y cambio climático son solo algunos efectos que tienen a científicos y estudiosos ocupados en encontrar explicaciones más adecuadas. En contraste, el origen de las causas se ha relacionado con actividades donde el hombre es el principal protagonista sobre todo a partir de la Segunda Guerra Mundial (SGM) en la que fue utilizada, como último recurso, la bomba atómica y, a partir de este suceso, el inicio de la carrera armamentista con la producción y uso de sustancias nocivas para la vida natural como el agente naranja en Vietnam, el cual causó trastornos mutagénicos y teratogénicos entre la población, a lo que le siguieron las pruebas nucleares por casi todos los países desarrollados y algunos eventos supuestamente accidentales, como la contaminación por cloruro de mercurio en Miniamata, Japón, los derrames petroleros del Exxon Valdez y British Petroleum y los desastres nucleares de Chernóbil y Fukushima, estos entre muchos otros poco conocidos en sus alcances e impactos (Castellón, 2003).

La suma de todos estos eventos, tienen al planeta con cifras no muy alentadoras para la humanidad. Por si esto fuera poco, la población se disparó a partir de la revolución industrial debido a excedentes de producción y la concentración de riqueza en ciertos territorios. Tal aumento fue explosivo a partir de 1950 con tasa de más del 5% y dicha inercia provocó que en menos de una década la población mundial pasara de cinco a seis mil millones, los que a su vez, reclamaron con justicia cubrir sus necesidades básicas.

La disponibilidad y uso de recursos es otro tema recurrente; el agua, las áreas de cultivo, los recursos forestales y las áreas de amortiguamiento en Centro y Sudamérica se agotan cada vez con mayor velocidad. Los recursos energéticos tradicionales, como los fósiles, provocaron en la última mitad del siglo pasado una verdadera catástrofe mundial, ya que son el origen de un aumento muy importante de los gases de invernadero como el bióxido de carbono, metano, azufres y nitratos. Según el Cuarto Informe de Evaluación del Intergovernmental Panel on Climate Change (Hernández, 2009), el denominado Presupuesto de Carbono Mundial (PCM), que es la escala reconocida para calcular la cantidad de bióxido de carbono en la atmósfera, las emisiones totales de CO2 durante la década de los noventas llegó a ocho Giga toneladas por año (GtC) <1 GtC = mil millones de toneladas de carbono>, de las que el 40% quedaron en la atmósfera y el 60% restante fueron absorbidas por los sumideros naturales de carbón como los océanos y los ecosistemas terrestres. El informe señala que entre el 2000 y 2007 se emitieron a la atmósfera 10 Gt de carbón por año, de los que el 45% quedó en la atmósfera y el resto 55% fue absorbida por los sumideros naturales de carbón, es decir, el planeta redujo la capacidad de absorción de este gas en un 5%. Por último, durante el 2007, la cifra de carbón en la atmósfera alcanzó la cantidad de 383 partes por millón (ppm), equivalente a un 37% más que al inicio de la revolución industrial en 1750 que fue de 280 ppm, y, según el panel de expertos sobre cambio climático, es la más alta concentración de los últimos 650,000 años, y probablemente de los últimos 20 millones de años. La relación del aumento del CO2, como causa del aumento de la temperatura en el planeta, es clara según los expertos dedicados al tema; los gases acumulados impiden la salida de gran parte de la energía generada por la radiación solar provocando un aumento gradual de la temperatura media del planeta (calentamiento global) y, en consecuencia, también cambios climáticos en la diversidad regional, pero además, anticipan un aumento gradual entre cuatro y seis grados de temperatura para los próximos cincuenta años. Estas cifras hacen suponer que, de continuar igual, podría llegar el momento en que la capacidad de la tierra sea superada por las emisiones de gases como el CO2 y pudiera darse una involución catastrófica para la humanidad (Hernández, 2009).

Pero ¿cuáles son las fuentes de bióxido de carbono? Según el IPCC (2007), aproximadamente dos terceras partes de las emisiones de CO2 causadas por el hombre provienen de la quema de combustibles fósiles para producir energía, los que a su vez contribuyen con el 80% de los gases de invernadero. Los mayores productores de CO2 debido al consumo de energía son las actividades citadinas de los países desarrollados como el transporte, la calefacción de edificios, los servicios suministrados, la iluminación, la preparación y consumo de alimentos, entre otros. El mismo informe señala que la proporción de gases de invernadero está compuesta por el 57% de CO2 proveniente de la quema de combustibles fósiles, 17% de CO2 generado por actividades relacionadas con la destrucción de bosques y desintegración de la biomasa, 14% metano, 8% de óxidos nitrosos y el resto por gases raros.

Por si fueran pocas las malas noticias, el Consejo de Evaluación de los Ecosistemas del Milenio anunció en el 2005, que las emisiones seguirán creciendo a una tasa cercana al 2% por año, aumentando un promedio global anual de 0.7° en los próximos cien años, con excepción de los casquetes polares donde aumentará cinco veces más (Amarella, 2005).

México ocupa el treceavo lugar mundial como responsable de poco menos del 2% de las emisiones de CO2 a la atmósfera, cuyas fuentes se relacionan principalmente con las actividades urbanas como el transporte, los hábitos de consumo y el aumento poblacional, entre otros.

El deterioro de la capa de ozono, la desertificación, el agotamiento de recursos, la descongelación de los polos, el aumento del clima global, sumado a la desigualdad social, el reparto desigual de la riqueza, la pobreza extrema, la marginación y falta de oportunidades, son solo algunos de los problemas que evitan disfrutar una vida digna (MMA, 1999).

¿Por dónde iniciar entonces una estrategia de reducción de contaminantes?
El medio ambiente, como temática de estudio, es relativamente reciente y novedoso tanto dentro del debate teórico y conceptual, como desde del ámbito de las agendas e iniciativas gubernamentales en todo el mundo. Los problemas ambientales dejaron de aparecer como independientes unos de otros y formaron una entramada red de relaciones entre ellos, cuyos efectos se manifiestan de forma por demás global.

El ambiente, como concepto, pasó de “medio físico” o natural donde se consideraban solo los elementos abióticos al de medio geográfico, donde aparecen las condiciones y el desarrollo de la humanidad. Luego, el concepto se transformó en ecosistema, entorno, hábitat o simplemente medio. Más tarde fue definido como el conjunto de componentes naturales y sociales y su interacción en un espacio y tiempo determinado. También se le ha considerado como un sistema complejo y dinámico de interrelaciones ecológicas, socioeconómicas y culturales que evolucionaron históricamente en los ámbitos naturales y sociales (Cruzata, 2006).

Con el paso del tiempo, los conceptos se diversificaron y fueron tomando contenido en la medida de su exposición a juicios críticos de la comunidad científica, los sectores productivos y la sociedad civil. Apenas hace unos años se planteaba la educación ambiental (EA) como estrategia de control de los desajustes ambientales. Más tarde se usaron los conceptos de desarrollo sustentable, sostenible o, más recientemente, el de Educación para el Desarrollo Sostenible (EDS), el cual se refiere a la explotación de recursos para cubrir necesidades pero restituyendo el daño causado a la naturaleza, o como lo señaló en su momento la Comisión Brundtland: aquel que satisface las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras (Guillern, 1996).

Simultáneamente otros conceptos se han sumado al campo del debate; como el de transversalidad desde el ámbito agrícola (Ferrazzino, 2009), para referirse a problemas que, por sus características, son incluidos o tratados en documentos provenientes de diversas instancias organizacionales como misión, funciones, perfil profesional y objetivos de programas, entre otros; además, recoge las demandas y problemáticas productivas, tecnológicas, sociales, económicas, laborales, comunitarias, relacionadas con temas, procedimientos o actitudes de orden ambiental. La transversalidad se manifiesta, principalmente, al infundir tópicos específicos de medio ambiente como agua, aire, suelo, energía, biodiversidad, salud y medio ambiente para cada acción de extensión.

Mientras tanto Martínez (2008), admite que los problemas ambientales ya no aparecen como independientes unos de otros sino que constituyen elementos que se relacionan entre sí, configurando una realidad diferente a la simple acumulación de todos ellos. Por ello se sostiene que hoy en día se puede hablar de algo más que de simples problemas ambientales dado que la humanidad se enfrenta a una auténtica crisis ambiental, cuya gravedad e impacto no es geo-específica, sino global.

Hoy y siempre la atmósfera es de todos; no existe un aire latinoamericano, europeo o asiático; es un aire para todos, y si este se vuelve más o menos caliente, contiene menos oxigeno o más bióxido de carbono, a todos tocará respirarlo por igual. Neoliberalismo o no, hoy (no mañana) existe un problema que enfrentar, y exige de toda nuestra capacidad humana y científica para afrontarlo y garantizar su éxito, ya que no podemos darnos el lujo de fallar a nuestros ancestros ni a las generaciones futuras.

Este es el marco donde se ubica la presente investigación, la cual tiene tres componentes principales: la primera parte describe retrospectivamente los diferentes eventos, sobre todo mundiales, donde se trató la temática ambiental desde el punto de vista de la educación. Simultáneamente se señalan algunos sucesos mundiales que fueron razón suficiente para realizar dichos eventos. El análisis termina por identificar aquellos esfuerzos que ha realizado México en torno a la educación ambiental. En otra parte de esta obra se trata de demostrar el impacto que han tenidos los eventos mundiales y nacionales sobre el conocimiento de estudiantes que aspiran ingresar a la Universidad Autónoma de Nayarit (UAN), para ello se analizó estadísticamente un indicador de resultado que los estudiantes han evaluado durante cinco años. Por último, se realiza una propuesta de Educación Ambiental para la UAN, ya que al momento la institución carece de ella, además que se considera pertinente respecto al tiempo y al ambiente político que se vive actualmente para incorporar una temática por demás importante, dentro de los planes de desarrollo institucional, no solo para fortalecer los perfiles profesionales, sino como una propuesta educativa para toda la vida.