DOG IN THE CAVE

DOG IN THE CAVE

Atilio Doreste (CV)
Universidad de la Laguna

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Dog in Cave es la primera edición de una serie que encaja dentro del proyecto de grabaciones de campo del autor que lleva el título de “Limits and Derives”.  La experiencia acusmática en Canarias puede ser frustrante si las expectativas son el encuentro con situaciones perfectas y limpias. La forma en que se experimentan los espacios comunes se complica en la medida que se administra la propiedad. Desde la perspectiva del sonido, las burbujas difíciles de separar en unas islas donde las parcelas de propiedad se agolpan y dejan constantes señales de aviso y poder sobre los límites.
Los caminos tradicionales fueron las huellas ancestrales de comunicación entre poblaciones. Se trazaron durante siglos por el pastoreo de los primeros pobladores en el más puro sentido de la concepción de Machado “se hace camino al andar”. La gran parte de los mismos fueron invadidos por un ejercicio devorador de  ocupación y construcción, quedando en el olvido por la generación de los diferentes municipios y el asfalto de las calles. Existen algunas trazas, especialmente en los territorios de peor accesibilidad, incluyendo los que se convirtieron en “caminos reales” gracias al mandato de la corona alrededor del siglo XVI, con la intención de garantizar el traslado de la población  y  las mercancías. Aquellas debían tener un ancho mínimo y favorecer los accesos más difíciles con un trazado en zigzag.
Hoy en día los dueños de las fincas ocupan progresivamente senderos, impiden y marcan límites con vallas, además de otras señales de aviso y separación. Es así que no existe una deriva sonora fácil, debido a la constante contaminación acústica y las irregularidades en la continuidad de los pasos atentos. Ruido de tráfico, de aviones, ladridos de potentes dogos guardianes, medianeros que salen al paso, etc. El tradicional empedrado queda como un reducto del pasado, con su típico desgaste y sabor de historias que trascienden el tiempo. El patrimonio no tiene otra manera de ser reclamado por medio de ley o de unos pocos habitantes concienciados. Uno de los senderos, aquel que da el nombre a este álbum, lleva el nombre del Camino del Rey, ya que la leyenda lo señala como acceso a la cueva que fuera una de las últimas residencias del último Mencey (rey) antes de la final invasión por parte del reino de Castilla. Hoy, en la cueva, un perro la vigila como parte de un corral abandonado y lleno de escombros. Aquí, como en el resto de derivas, se mezclan los sonidos HI-FI de la naturaleza, que se llenan de incidentes inesperados.
Existen auténticos reductos de tradición que se mezcla la presencia prácticamente inseparable de actividad humana, muchas veces inconsciente, superpuesta, e invasora. Otras veces el registro es la manifestación espontánea de las memoria del lugar ante el hecho que marca un paisaje y su memoria. Las fuentes donde rezuma el agua son las mismas.  El cambio en aquellos signos que perviven o se encuentran en extinción: hay un conejo muerto invadido de moscas verdes, el guarda de una de las fincas comenta su pasividad ante las roturas de las vallas por parte de los cazadores, el mortal incidente de la esposa del medianero con un toro de su propio rebaño treinta años atrás... Justo el día anterior, un hidro-helicóptero realizaba trabajos de extinción ante un conato de incendio en la propia montaña. Finalmente cada recorrido es un ejercicio de aceptación de realidad dentro del caos y los descansos, en unos paisajes sonoros complejos en el interés de la escucha consciente y la composición.