Si  la innovación de un producto tiene éxito en el mercado, la empresa debe intentar  proteger su valor utilizando diversos mecanismos, para evitar que los  competidores puedan apropiarse las ganancias que genera. 
  La literatura  considera cuatro importantes mecanismos de protección: las patentes, el secreto  industrial, los bienes complementarios y las ventajas de mover primero (Levin y  Col. 1987)
La patente 
  La  patente es un título de propiedad otorgado por el Estado, que concede a su  poseedor el derecho a la protección legal para excluir a personas no autorizadas,  durante un período de veinte años, del empleo comercial de una invención  tecnológica que sea novedosa, conlleve actividad inventiva y tenga aplicación  industrial. Cada estado tiene su propio sistema de propiedad industrial, por lo  que la patente tiene validez dentro de los límites nacionales. De esta forma,  es necesario hacer una solicitud en cada país donde se desee la protección, si  bien existen convenios internacionales que agilizan los plazos y eliminan  trámites de solicitud. En el estado donde no se solicitó la protección ese  conocimiento es de dominio público, pudiéndose explotar libremente. En España,  los derechos de propiedad los otorga la Oficina Española de Patentes y Marcas  (OEPM), previo examen de la solicitud correspondiente. (Bercovitz, Alberto 1986) 
  La  solicitud de la patente debe describir la invención lo suficientemente detallada  como para que un experto medio en la materia pueda reproducirla y aplicarla.  Desde esta perspectiva, la patente cumple una función informativa, ya que las  invenciones patentadas son objeto de diversas descripciones y publicaciones por  parte de la OEPM con objeto de lograr una amplia difusión del conocimiento, lo  que en ningún caso conlleva la usurpación de la patente. El sistema de examen  evita una enorme masa de patentes inservibles, conflictivas y probablemente  invalidas, onerosas para el público, así como para los propietarios de buena fe  de patentes válidas. Por otra parte, impide el registro fraudulento y la venta  de patentes semejantes a las registradas por otra persona y reduce el número de  litigios en los tribunales.
  La  invención puede ser de producto (cosas y sustancias) o de procedimiento  (operaciones mecánicas y químicas). En cualquier caso, se trata de una creación  artificial realizada por el hombre. Por muy ingeniosos, originales o beneficiosos  que sean, no pueden ser patentados los descubrimientos, las teorías científicas  y los métodos matemáticos, que se consideran percepciones de la realidad ya  existente.
  Tampoco  son patentables, al negárseles el carácter de invención, los planes, reglas y  métodos para juegos o actividades intelectuales o económico-comerciales, las  formas de presentar informaciones, así como los programas de ordenador1.  Algunas leyes sobre patentes niegan, por razones de ‘utilidad social’, la  patentabilidad de artículos cuya explotación es contraria al orden público o a  las buenas costumbres.
  La  invención se considera nueva cuando no está comprendida en el denominado
  ‘estado de  la técnica’, que incluye todo lo que antes de la fecha de presentación de la  solicitud de patente se ha hecho accesible al público en España o en el  extranjero por una descripción escrita u oral, por una utilización o por cualquier  medio. Una invención tiene actividad inventiva si no resulta del estado de la  técnica de una manera evidente para un experto en la materia o, lo que es lo  mismo, si es el resultado de ‘un logro intelectual extraordinario’. Por otra  parte, la legislación española otorga períodos breves de protección a las  invenciones ‘menores’, como los modelos de utilidad. (Bisbal, Joaquim y Viladas, Carles 1990) 
  También  concede a las ‘invenciones de mejora’ unas patentes de adición complementaria, cuya  vigencia no es mayor que la de la patente de invención que mejora. La  aplicación industrial supone que la invención puede ser fabricada o utilizada  en cualquier industria, entendida ésta en el sentido más amplio.
  Solicitar  una patente tiene un coste y, una vez obtenida, conservarla en vigor requiere  el cumplimiento de dos obligaciones ineludibles. Por una parte, el pago de las  tasas anuales, cuyo incumplimiento provoca la caducidad de la concesión y, por  otra parte, la obligatoriedad de explotar industrial o comercialmente la  invención –bien por sí mismo o por persona autorizada–, de forma suficiente  para satisfacer la demanda del mercado nacional, dentro de un plazo prefijado  de tres años contados a partir de la publicación concesionaria en el Boletín  Oficial de Propiedad Industrial. De no hacerlo así, cualquier tercero  interesado podría obtener una licencia obligatoria sin carácter exclusivo para  explotar la invención patentada. Ahora bien, los acuerdos internacionales  (TRIPS) consideran que la explotación tiene lugar si la importación es  suficiente para atender las necesidades del mercado nacional. La licencia  obligatoria también se aplica cuando existan motivos de necesidad de la  explotación, dependencia entre patentes o existencia de motivos de interés  público para la concesión.
  Transcurrido  el tiempo de protección, la patente puede ser explotada libremente.
  No  obstante, muchas patentes en el momento en que expiran apenas tienen valor  alguno, ya que la tecnología que protegen ha sido sustituida por otra mejor. El  fin de la protección legal trae el declive precipitado de la fuente de  ingresos. Por ejemplo, el Zantac, un medicamento contra las úlceras del Glaxo  Wellcome, se convirtió en el fármaco más recetado del mundo, y sus ventas  alcanzaron los 3.800 millones de dólares en 1994. Cuando las patentes  norteamericanas sobre el fármaco expiraron a finales de julio de 1997, los  competidores genéricos se hicieron con más de la mitad de las prescripciones en  un trimestre. De 1996 a 1998, las ventas de Glaxo Wellcome del medicamento  descendieron de 3.010 millones a 1.260 millones de dólares.
  La  patente no da derecho a ejecutar la invención, ya que esta acción está sujeta a  otras reglamentaciones (por ejemplo, sanitarias, industriales o medioambientales).  Así, pues, el derecho otorgado por una patente no es el de la fabricación, la  comercialización y el uso del objeto patentado, sino el de impedir que otros  exploten la invención protegida sin el consentimiento del titular. Es decir,  terceras partes tienen prohibido utilizar la invención aunque la hayan creado  sin referencia alguna a la versión patentada y aun si desconocían la existencia  de la patente hasta que se les notificó que debían dejar de infligirla. En  consecuencia, la patente restringe el uso de los conocimientos mediante monopolio  de corte jurídico, lo que permite al propietario beneficiarse de la invención  recuperando las inversiones realizadas y compensando los riesgos asumidos. El  titular de la patente puede utilizar por sí mismo el invento o autorizar su  explotación a cuantas empresas considere oportuno (licencia), cobrando  royalties por el privilegio, o vender la patente a un tercero. (Cadena Gustavo 1986) 
  La  historia demuestra el poder de la protección de patentes, particularmente para  las invenciones relacionadas con el primer desarrollo de las nuevas industrias  basadas en la tecnología.
  El  proceso de acumulación de patentes forma, en cierta medida, un efecto de bola  de nieve. Por ejemplo, cuando los científicos de DuPont inventaron el nylon no  se limitaron a patentar la composición básica de los súper polímeros y el  proceso para producirlos, sino que investigaron la serie completa de  variaciones moleculares con propiedades potencialmente similares al nylon  cubriendo sus descubrimientos con cientos de patentes para evitar que otras  empresas desarrollen un sustituto efectivo.
  Además,  cuando una empresa llega a dominar un campo mediante la acumulación
  de una  masiva cartera de patentes, no solamente impide a las rivales operar, a no ser  con su aquiescencia, sino que también se convierte en el comprador lógico de  los nuevos conceptos relacionados y patentados por investigadores  independientes.
  Entre  las limitaciones están los altos costes legales de defender las patentes ante  terceros por el uso indebido de las mismas. Por otra parte, una de las mayores  preocupaciones de las empresas es que los competidores pueden legalmente  ‘inventar en torno’ a una patente. Es decir, los competidores pueden  desarrollar invenciones propias que no violan la patente, pero tienen éxito en  apropiarse de algunas de los posibles beneficios de la invención central.
  Las  patentes tienen una efectividad limitada en algunas industrias. No obstante,  son muy efectivas en la industria farmacéutica, y su efectividad es media en  industrias de alta tecnología, como las de ordenadores y semiconductores. (Casado, Alberto 1992), 
El secreto industrial 
  El  secreto industrial es un conocimiento no patentado sobre un producto o proceso  de producción que la empresa no revela a otras. La fórmula de Coca-Cola, por  ejemplo, no está protegida por una patente: es un secreto comercial  celosamente guardado. En este sentido, Hollander observó, por ejemplo, que en  el caso de las plantas de rayón de DuPont muchas de las pequeñas mejoras  técnicas no habían sido patentadas, aunque en su conjunto encerraban una mayor  importancia por su contribución a la productividad que otros cambios de mayor  entidad.
  En  general, es más fácil mantener secretos sobre procesos que acerca de productos.  Los imitadores aspirantes, a menudo, pueden adquirir el producto (ya sea como  clientes legítimos o induciendo a clientes que lo son a pasarles el producto o  información acerca de él) y luego realizar ingeniería inversa. Esta  vulnerabilidad surge habitualmente después de que el producto esté disponible en  el mercado, lo que le da al innovador la ventaja del tiempo de liderazgo, particularmente  si se mantiene el secreto durante el desarrollo del producto. Ahora bien, los  fabricantes pueden hacer que sus productos sean resistentes a la ingeniería  inversa. Por ejemplo, las empresas tratan de proteger sus productos de la  ingeniería inversa mediante lo que se conoce como ‘empaquetado’, que consiste  en embalar la innovación, de tal manera que sea muy difícil abrir la carcasa  sin destruir su contenido.
  Así,  los fabricantes de semiconductores han previsto proteger sus dispositivos de la  ingeniería inversa del circuito, encerrándolo en resinas de epoxi, de tal  manera que, al quitar el recubrimiento, se destruye el circuito.
  Los  procesos de producción habitualmente pueden desarrollarse detrás de las paredes  de la compañía, fuera de la vista de los posibles competidores, lo que  dificulta su imitación. Sin embargo, determinados procesos empresariales son  inherentemente difíciles de proteger. Algunos de ellos son ‘observables en el  uso’: por ejemplo, la manera en que el personal de servicios se relaciona con  los clientes. Otros se basan en secretos que pueden transmitirse de manera muy  simple, sin importar lo difícil que pueda haber sido descubrirlos en primer  lugar.
  Los  secretos de fabricación se protegen mediante la imposición en el contrato de  trabajo de cláusulas de confidencialidad o de no publicación, en los que suele  constar el período de vigencia y las condiciones bajo las cuales debe  mantenerse el secreto.
  Confiar en  el secreto es siempre un riesgo. La actividad de espionaje es común y los  ingenieros cambian frecuentemente de un empleo a otro trasladando conocimientos  de secretos comerciales con ellos.
  En este  sentido, por medio de medidas tales como el mantenimiento de la seguridad  física del sitio donde permanece el secreto y la limitación de acceso a  premisas sensibles, el evitar la divulgación accidental, la  compartimentalización de las tareas, el insistir en la confidencialidad y los acuerdos  de no divulgación y de no rivalización con los empleados y otras personas  expuestas a la información, una compañía no sólo levanta una barrera directa  para la apropiación de sus secretos, sino que también satisface una condición previa  crucial para la acción legal en contra de cualquiera que pueda saltarse dicha  barrera.
  En el otro  extremo, el riesgo de filtración puede ser mínimo porque el secreto es  demasiado grande, complejo o resistente a la articulación como para ser  transmitido con facilidad. Hay probablemente una correlación positiva entre la  complejidad del trabajo de desarrollo original y la dificultad en adquirir la  experiencia suficiente para imitarlo.
  Como  resultado, esos desarrollos que entrañan los mayores riesgos tienden a ser los  menos rápidamente imitados. 
  El secreto  apunta a evitar que la información valiosa se filtre hacia fuera, pero los  selladores utilizados pueden ser igualmente efectivos para impedir que la  información valiosa se filtre hacia dentro. En este sentido, existe una buena  razón para creer que las redes profesionales informales contribuyen de manera  importante a la productividad de científicos e ingenieros.
  Diversas  razones explican por qué parte del conocimiento tecnológico patentable no se  llega a patentar y permanece en secreto. En primer lugar, la patente puede  desvelar demasiada información, permitiendo a los competidores desarrollar  variantes de la tecnología básica. Por otra parte, la duración de la patente  puede ser insuficiente para compensar el riesgo de pérdida de la ventaja  competitiva que supone la difusión del conocimiento patentado. Si el período de  tiempo que transcurre desde que se crea y patenta el invento hasta que se puede  explotar comercialmente es muy dilatado, la duración real del derecho de  patente se ve reducida sustancialmente.
  Ahora  bien, el secreto industrial es una opción sumamente arriesgada, ya que no  proporciona protección si un competidor concibe de manera independiente la  misma información o la descubre por una investigación paralela, es decir, si la  obtiene por actividades legítimas que no requieren la transgresión de ningún  conjunto de barreras establecido por otro ‘propietario’.
Bienes complementarios
  Controlar  los bienes complementarios puede ayudar a recoger las ganancias de la  tecnología. Estos bienes incluyen recursos tales como el acceso a la  distribución, la capacidad de servicio, las relaciones con los clientes
  y los  proveedores y los productos complementarios. El innovador que carece de algunos  de los bienes complementarios críticos puede tener grandes dificultades para  capturar las ganancias de la innovación.
  Cuando  es difícil que las demás empresas adquieran o imiten los bienes  complementarios, es mucho más probable que una empresa innovadora se beneficie  comercialmente de su innovación.
  A mediados  de la década de los setenta, Robert Taylor, consejero delegado de Minnetonka,  tuvo la idea del jabón Softsoap, un jabón líquido que se dispensaría con una  bomba. El problema era que ningún elemento del producto podía patentarse, por  lo que sería difícil retener su valor cuando las grandes empresas del sector  imitaran el producto. Sin embargo, Taylor se dio cuenta de que lo más difícil  de producir el jabón era la pequeña bomba de plástico, para la que únicamente  había dos fabricantes. Por ello, bloqueó la producción anual de las dos  empresas, haciéndoles un pedido de cien millones de bombas –este pedido tenía  un valor de doce millones de dólares, más que el valor patrimonial de  Minnetonka. Al final, las principales empresas del sector acabaron penetrando  en el mercado, pero el bloqueo del suministro de bombas dio a Taylor una  ventaja de entre doce y dieciocho meses. Durante ese período, la empresa  acumuló fidelidad a su marca, fidelidad que sigue aportando valor añadido hasta  el día de hoy.
  Algunas  nuevas tecnologías pueden volver obsoletos los bienes complementarios existentes  necesarios para el éxito. Por ejemplo, cuando las calculadoras eran  electromecánicas, un bien complementario importante era una red de ventas y  servicio grande y bien capacitado, que requería más de 1.500 individuos  dedicados a esta actividad. Sin embargo, cuando se produjo el cambio hacia las  calculadoras electrónicas más fiables, esta red de servicios ya no era  necesaria. De hecho, los distribuidores de equipamiento de oficina se convirtieron  en un sustituto viable de la organización de servicio y de ventas. 
  En  la última década del siglo XX, Intel lanzó cada nueva generación de microprocesador  sobre la ‘plataforma’ de un proceso (de ancho de línea) antiguo.  Alternativamente, cada nueva generación de proceso fue lanzada con una  tecnología de producto ‘antigua’. Por ejemplo, Intel produjo su chip i486 con  el proceso de un micrón desarrollado para el chip i386, proceso cuyos defectos  ya se habían corregido. Tras el éxito de este proceso, Intel creó el proceso de  0,8 de micrón, que se puso a prueba por primera vez en el chip i486, ya  probado. Luego lanzó el chip Pentium en el proceso ya probado de 0,8 micrón  antes de llevarlo al nuevo proceso de 0,6 micrón. Especulando con este sistema  de alternancia de lanzamiento de producto y de proceso, Intel creó una  complementariedad casi perfecta entre producto y proceso, matrimonio que redujo  drásticamente la complejidad de cualquier lanzamiento y la imitación de sus  productos por los competidores.
Ventajas de mover primero
  Las  investigaciones tienden a calificar el ‘tiempo de liderazgo’ que otorga el  mover primero en el mercado como el mecanismo de apropiación más efectivo para  la innovación de productos. La extensión del intervalo está determinada por la  buena suerte, la flexibilidad y las capacidades de la empresa líder, así como  por la mala suerte, la inercia o la incompetencia de las otras. Durante el  tiempo que tardan en imitar la innovación, el primero en llegar puede obtener  beneficios monopolistas en el mercado.
  La  empresa que introduce un nuevo producto en el mercado obtiene las ventajas de  mover primero. Así, puede solicitar una patente para el nuevo producto,  obteniendo un monopolio temporal en el mercado. También se beneficia del efecto  experiencia, ya que durante la fabricación de las primeras unidades se duplica  fácilmente la producción acumulada. La empresa también obtiene ventajas al  negociar con los suministradores de inputs y con los canales de distribución,  amén de escoger el segmento de mercado que más le interese. La lealtad de los  clientes hacia las marcas precursoras es muy fuerte y los gastos de publicidad  son más eficaces en esta primera etapa. Igualmente, los clientes pueden  incurrir en elevados costes de cambio, por lo que quedan atados a la empresa.  Finalmente, la empresa puede anticipar capacidad productiva, lo que constituye  una fuerte amenaza para los seguidores.
  Mansfield  encuentra que la velocidad de imitación está correlacionada positivamente con  la rentabilidad del nuevo proceso o producto e inversamente relacionada con la  magnitud de inversión requerida. Para la innovación en productos esto implica,  entre otras cosas, que la velocidad de imitación depende de la política de  precios del innovador. Por ejemplo, Ford mantuvo durante varios años el  liderazgo en el mercado con su Modelo T, estableciendo una política agresiva en  precios, reduciendo estos a medida que conseguía disminuir el coste de  producción mediante la acumulación de experiencia.
  El  innovador puede localizar la fábrica en el lugar que considere más adecuado – desde  el punto de vista de los recursos o del mercado– y, de esta forma, aprovechar  en exclusiva durante un período de tiempo las ventajas que le otorga el sitio  elegido. Igualmente intenta influir en el consumidor en cuanto a las  características del producto que, a su vez, puede acabar convirtiéndose en el  estándar del sector, con las ventajas que esto representa en relación a la  difusión, piezas de mantenimiento y servicio de reparaciones. Además, negocia  en exclusiva con los canales de distribución, eligiendo los más eficaces,  llegando incluso a imponer sus criterios en lo referente a la colocación de los  productos en los estantes. El primer entrante también selecciona el segmento de  mercado que pretende atender y, por tanto, la estrategia que va a desarrollar.
  El  primero en entrar en el mercado puede negociar en exclusiva, pues no existen  rivales con los proveedores de materiales o de equipos productivos. 
  También  está en mejor posición para presionar a las Administraciones Públicas para que  le concedan un estatuto de exclusividad en el supuesto de que necesiten su  producto para la realización de sus funciones.
  Se  cree que el orden de entrada en el mercado y la cuota de mercado están  relacionados, de tal forma que los innovadores logran una mayor cuota de  mercado que los posteriores entrantes. Por otra parte, cuando los clientes  tienen información imperfecta tienden a permanecer leales a la primera marca.  Es decir, al existir asimetría de información, los clientes buscarán  información adicional únicamente si consideran que ésta les va a proporcionar  más ganancias. Resulta importante en el caso de los productos de bajo precio,  ya que el cliente encuentra que el coste de seguir buscando nuevos productos es  superior a los posibles ahorros que obtiene, conformándose con el producto que,  más o menos, satisface sus expectativas.
  Frecuentemente  la imagen de una empresa se consigue siendo la primera en el mercado con un  nuevo producto, y esta ventaja permite mantener un diferencial de precios  favorable o retener una porción de mercado suficientemente amplia para obtener  beneficios superiores a lo normal durante algún tiempo.
  El  innovador se beneficia de los costes de cambio en los que incurren los clientes  al comprar un producto nuevo. Estos costes son de dos clases: a) costes  iniciales o inversiones que el comprador realiza para adaptarse a las  características del innovador y b) costes relacionados con el aprendizaje del  comprador para comprender el funcionamiento del producto del innovador. 
  El  primero en llegar puede lograr que el producto se convierta en el estándar del  sector, logrando las ventajas que proporciona el efecto red.
  El  primero en mover tiene tiempo para lograr economías de escala antes de que  otras empresas lleguen al mercado posteriormente. Las inversiones anticipadas  en capacidad y equipos productivos refuerzan el compromiso de la empresa con el  nuevo producto, por lo que ésta afianza su imagen en el mercado. Sin embargo, esta  actuación no suele resultar eficaz para retrasar la entrada de nuevos  competidores.
  La  ventaja del pionero es mucho más fuerte en las industrias que tienen precios  altos de compra, ventas bajas de productos nuevos y mercados de alto valor  añadido. Las ventajas del pionero son más débiles en los mercados en los que  existe una fuerte competencia en el precio, en los que los gastos de la fuerza  de ventas directa son elevados y los productos son altamente personalizados o  en los que el servicio es importante.