La participación de las mujeres en el turismo se encuentra repartida a lo ancho y largo de las empresas directa e indirectamente relacionadas con esta actividad; así es posible encontrarlas como artesanas, guías de turistas, consejeras, delegadas, presidentas de consejos de administración, directoras de hoteles, gerentes de áreas protegidas, secretarias jurídicas, presidentas de juntas de turismo, directoras de compañías aéreas, directoras de museos, empresarias turísticas y hasta ministras o secretarias de turismo (OMT, 2007; Aguilar y Vargas, 2007). Las mujeres también se encuentran como camaristas, prostitutas, meseras, ayudantes de cocina, secretarias, profesoras e investigadoras, instructoras de deportes, recepcionistas, animadoras, bailarinas, y un sinfín de etcéteras para cada uno de los diversos y distintos segmentos del mercado turístico; y aunque ninguna ha presidido aún la OMT podemos tener la esperanza de que cualquier día de estos nos despertemos con la noticia de que una mujer dirige las acciones de uno de los principales organismos internacionales en materia de turismo.
Sin duda existen algunas mujeres que a través de un empleo en el sector turístico han accedido a los espacios masculinos del poder; ubicándose en posiciones que reúnen status e independencia económica en una actividad donde la amabilidad, el servicio, la atención, la calidez y la hospitalidad pueden ser vistas como atributos principalmente atribuibles a las mujeres; y como consecuencia una extensión de su rol doméstico, que si bien las saca del ámbito privado, no rompe con el sistema tradicional de patriarcado y por lo tanto no cuestiona ni los roles ni las relaciones de género (Sparrer, 2003). Pero antes de ahondar sobre las múltiples relaciones donde turismo y género se intersectan, es menester revisar algunos conceptos que nos permitirán irnos posicionando con el enfoque de género en el entorno turístico.