GÉNERO Y ECOTURISMO: PERSPECTIVAS DE EMPODERAMIENTO DE LAS MUJERES EN LA RESERVA DE LA BIOSFERA DE LOS TUXTLAS

GÉNERO Y ECOTURISMO: PERSPECTIVAS DE EMPODERAMIENTO DE LAS MUJERES EN LA RESERVA DE LA BIOSFERA DE LOS TUXTLAS

Isis Arlene Díaz Carrión (CV)
Universidad Autónoma de Baja California

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 EMPODERAMIENTO.

A lo largo de los últimos años el empoderamiento se ha convertido en el objetivo final de buena cantidad de proyectos dirigidos a las mujeres de diversas partes del mundo; su papel directo o indirecto en el diseño de programas de desarrollo también ha recibido significativa atención, y mucho se ha escrito sobre cómo capturar tan escurridizo panorama.  Antes que el Enfoque de Género (GED) hiciera que el término empoderamiento apareciera en los manuales e informes del desarrollo, otros términos como bienestar, mejoramiento, participación comunitaria y alivio de la pobreza (Batliwala, Op. cit:187) sonaban en los discursos de quienes aplicaban el Enfoque de  Mujeres en el Desarrollo (MED); del mismo modo que el término desarrollo sustentable, el empoderamiento ha demostrado una serie de retos metodológicos abordados por feministas e instrumentalistas que reflejan los vericuetos de pasar de la teoría a la acción (Kabeer, 2001), y al igual que el desarrollo sustentable corre el riesgo de abordarse como la receta mágica de cualquier problema social (Batliwala, Loc. cit.).

De acuerdo con García (s/f:34) el empoderamiento es la más reciente de las vertientes evolutivas del liderazgo de las mujeres hacia mayores niveles de eficacia y eficiencia de representación en la esfera pública. Si bien el empoderamiento como vía para cubrir las necesidades estratégicas de las mujeres lleva menos de tres décadas de antigüedad, ya antes había existido la necesidad de dotar de poderes a otras minorías; es así como este concepto ha estado ligado desde la segunda mitad del S XVII a procesos de exclusión (León, 1998:38) desde donde llegó a ser bandera de movimientos ligados a una política radical norteamericana hacia finales del siglo pasado (Oaxaal y Baden, 1997:1).

          Un rastreo en la historia del empoderamiento ligado al movimiento feminista nos lleva desde la Agenda 21 (1992), Viena (1993), El Cairo (1994), Copenhagen (1995),  y es formalmente ligado a las mujeres a partir de la Plataforma de Acción (1995); el culmen del empoderamiento llega con los Objetivos del Milenio, al establecerse un objetivo específico para promover la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres a lo largo y ancho de todas las estructuras sociales (Grown et al, 2003:1-2).  Pero para que el movimiento feminista hiciera propio este concepto fue necesario que los fundamentos de participación de Gramsci, los de poder de Focault y los de transformación de Freire fueran interpretados a través de una perspectiva de género (León, Op. cit. y López, 2006) que introdujera un planteamiento de construcción de nuevos imaginarios sociales capaces de reflejar relaciones de poder equitativas entre mujeres y hombres (Cook, 1997; en León [1998]).

El alcance de las definiciones del término empoderamiento tiene diversas lecturas: participación (Ariza y Oliveira, 1999; Keller y Mbewe, 1991 en Mendoza, de [2003]; Meena, 1997 en COSUDE [2003]), cambio de situación opresiva e inequitativa (Momsen, 1991; Batliwala, 1993 en COSUDE [Op.cit]; Johnson, 1992 en Mendoza, de [Op.cit]), liberación de la mujer y del hombre para construir una sociedad más humana (León, 1997 y Akhtar, 1992 en Oaxaal y Baden [1997]), o incluso el significado de proceso ascendente (Rowlands, 1997); el propio término encuentra cabida en ideologías, movimientos y tecnologías a nivel mundial y destaca además su sinergia para adaptarse a campos económicos, educativos, sanitarios, legales o medio ambientales (Wieringa, 1994 en Vissandjee et al [2005]); pero aún cuando aparentemente se hablaría de cosas distintas, el empoderamiento consiste en cambiar a través procesos psicológicos y materiales (Batliwala, 1993 en Rowlands [1997]) para participar activamente, liberar desde lo individual y luego en lo colectivo.   Cambiar en presente, pero también cambiar las futuras generaciones, algo que León (1998:43) nos recuerda al mencionar la existencia de una ética generacional que permita que las próximas generaciones de mujeres puedan establecer relaciones de género más gratificantes.

          Para lograr el acceso a las estructuras políticas, al mercado y a unos ingresos propios las mujeres debemos en primer lugar percibirnos como personas capaces y con derecho a tomar decisiones (Rowlands, 1995), sin esa condición inicial de imaginar nuevas alternativas resultarían avances limitados hacia una participación efectiva en la toma de decisiones (Oaxaal y Baden, Op.cit:3).  La anterior postura es también mantenida por Kabeer (1998:237), quien pone énfasis en hacer notar que un verdadero avance en la situación de empoderamiento de las mujeres no solamente consiste en que su opinión sea escuchada, sino además en la capacidad de efectivamente participar en el diseño de la agenda, pues solamente así es posible asegurarse que los problemas de las mujeres sean primero visibilizados y luego atacados. Una mujer empoderada, sostienen Grown et al (Op. cit:4)  es aquella que no solamente tiene igualdad en capacidades, acceso a los recursos y oportunidades; es sobre todo quien está en condiciones de poder ejercer esos derechos, capacidades, recursos y oportunidades para tomar decisiones y realizar elecciones estratégicas; un paso más allá es el que establece Kabeer cuando hace notar que una mujer empoderada es además quién ejerce su participación activa en espacios donde anteriormente se le excluía (Kabeer, 2001:53). 1

Tabla 2.1. Componentes del Empoderamiento.


Sentido de seguridad y visión de futuro.

Construcción de auto imagen y auto confianza positivas.

Capacidad de ganarse la vida.

Desarrollo de habilidades para pensar críticamente.

Capacidad de actuar eficazmente en la esfera pública.

Construcción de cohesión de grupo.

Mayor poder de decisión en el hogar.

Promoción de toma de decisiones y acción.

Participación en grupos  de solidaridad con recursos de información y apoyo.

 

Movilidad y visibilidad en la comunidad.

 

Fuente: Schuler (1997) en Denman et al

Fuente: Programa de Acción Nacional sobre Educación del Gobierno de la India (1986) cit. pos. Young, en León (1997).

REQUISITOS:

HABILIDADES:

Recursos Financieros, Materiales, Técnicos, Humanos, Tecnológicos.

Construcción de procesos democráticos.

Capacitación y educación.

Diálogo.

Liderazgo.

Participación activa en diseño de Políticas.

 

Técnicas de Resolución de Conflictos.

Fuente: Oaxaal y Baden (1997)

 

En turismo alternativo, el estudio del empoderamiento ha seguido un marcado enfoque hacia la vertiente comunitaria, el esquema desarrollado por Scheynes (2003; en Cole) enmarca cuatro esferas de empoderamiento (económica, psicológica, social y política) muy en la línea de las estrategias de las Agendas 21 del Turismo que apuestan al empoderamiento entendido como participación activa de las comunidades receptoras, pero sin abordar aspectos de género entre sus líneas de acción.  Batliwala (Op. cit:193-194) señala que las metas del empoderamiento de las mujeres son tres: desafiar la ideología patriarcal, transformar las estructuras e instituciones que generan la discriminación de género y la desigualdad social, y capacitar a las mujeres pobres para que accedan y controlen la información y los recursos materiales.  Las estrategias que se han desarrollado persiguiendo el empoderamiento de las mujeres han sido variadas, pues la situación de desigualdad exige trabajar en diferentes frentes actuando sobre el acceso y control de requerimientos básicos de corte tangible e intangible, así como en la adquisición y desarrollo de habilidades para participar en el proceso de negociación (ver tabla 2.1); pero en su estudio sobre programas de empoderamiento a lo largo del sur de Asia, la investigadora los clasificó sobre tres principales líneas de acción, que aún pudiendo presentarse de manera combinada en la práctica tenderán a inclinarse -en mayor o menor grado- hacia alguna de dichas líneas (Batliwala, Ibidem:204-205):

1] Programas de Desarrollo Integrado, donde se parte que la falta de poder de las mujeres es resultado de la pobreza y actúa para remediar las carencias en salud, educación y otros recursos de supervivencia;

2] Programas de Desarrollo Económico, desde donde se considera la falta de poder como consecuencia de la vulnerabilidad económica, y se actúa para mejorar esta deficiencia que una vez superada traerá impactos positivos en los demás; y    

3] Enfoque de Concientización y de Organización, desde donde se busca una mayor comprensión de las relaciones de género y del status de las mujeres. 

Independientemente del objetivo que persiga la estrategia, el proceso de empoderamiento es detonado por una capacidad interna de la mujer; el cambio debe ser primero asumido como una conducta propia que si bien puede ser facilitada por agentes externos nunca podrá ser realizada por éstos.  Toma de decisiones, acceso a recursos, capacitación y educación, así como desarrollo de habilidades de liderazgo son los componentes restantes que apuntalan el empoderamiento, una filosofía de vida que actúa en todas nuestras relaciones personales.  La diferencia de alcances entre lo micro y lo macro lleva en algunos casos a plantear divergencia sobre la alteración del alcance del empoderamiento; una parte sostiene que se persigue más el empoderamiento con fines individuales que con fines colectivos, de tal forma que se desarrollan estrategias emprendedoras que no dan lugar a la cooperación.  La postura de primar el nivel individual sobre el colectivo vendría dada como consecuencia de considerar al capitalismo y al mercado como los únicos salvadores de las economías débiles (Young, 1993 en Young [1997]); una postura que contiene cierto riesgo ya que si bien el mercado moderno puede cambiar algunas de las formas tradicionales de desigualdad de género también incorporar otras (Elson y Pearson, 1997 en Levine et al [2003]). 

  A través de las esferas del empoderamiento es posible identificar un cambio en el uso de los espacios público y privado.  Tradicionalmente el espacio privado ha sido definido como el espacio femenino condicionando la posibilidad de desempeñar roles en el ámbito colectivo –y a veces incluso en el familiar-; a través de considerar a las mujeres como seres altruistas por naturaleza también se ha motivado que éstas diseñen roles poco compatibles con una imagen propia que resulte propositiva.  Buscando resolver esa menor valía de la imagen de las mujeres es necesaria la creación de espacios, un espacio a través del cual las mujeres rehagan su imagen, un espacio donde encontrarse y aprender, un espacio donde sea posible acceder a los recursos propios, un espacio para que sus problemas sean expuestos, entre otros; todos esos espacios son los que hay que diseñar en el proceso de empoderamiento de las mujeres.

El poder.

          La idea de un poder basado en situaciones de dominio es una de las primeras conceptualizaciones que busca cambiar el empoderamiento; al tratar de poner en igualdad de condiciones a mujeres y hombres inevitablemente surge la negación a ceder privilegios que han sido obtenidos con la ayuda de normas sociales y percepciones tradicionales de subordinación (Agarwal, Op. cit:2; Osborne, 2005:178). Tradicionalmente el poder ha sido definido a partir de principios androcéntricos y su ejercicio por parte de las mujeres se ha restringido aduciendo la falta de familiarización con la práctica de ejercerlo; esa falta de socialización para, efectivamente, ejercer el poder cuestiona en primera instancia la idea poco atractiva de obligar a alguien a realizar algo; pero más importante es identificar la desigualdad de condiciones en educación, edad, nivel de estudios, oportunidades de empleo como las principales razones del desinterés de las mujeres en el ejercicio del poder (Osborne, Ídem:71-72); reconociendo que las mujeres saben -y gustan de ejercer el poder- cuando éste no se refiere exclusivamente a la idea patriarcal (Afshar, 1997:24).   Detrás de esa negación de la oportunidad de acceder al poder existe una consideración de éste como un tipo de bien finito, así que darle poder a alguien implica quitárselo a alguien más.  Bajo esta perspectiva donde se limita la redistribución del poder, el movimiento feminista ha generado un modelo alternativo no binario que acerca una idea de poder sin dominación, obediencia u opresión; un nuevo juego buscando la maximización de beneficios de las personas involucradas; un poder que además considera no sólo la posición jerárquica sino también la información, las relaciones y las propias cualidades individuales (Rao et al, s/f:6).

          El poder definido como una capacidad opresora de quien lo detenta ha sido ya abordado por los marxistas y una concepción que el movimiento feminista hizo propia añadiendo el género a la discriminación de las clases sociales.  La propuesta feminista no hace desaparecer la idea de poder opresor ya que hacerla desparecer sería igual a negar su existencia, y por lo tanto se decide trabajar en nuevas concepciones de poder que resultaran útiles al momento de construir las relaciones más equitativas; la idea de un poder que se ejerza de manera compartida y con negociaciones más justas es la premisa que se encuentra detrás del empoderamiento. 2  Se hablan así de diversas categorías de un poder basado en el poderío y la autonomía (Lagarde, 1999:4), son éstas interpretaciones que se encuentran abriendo camino entre las diversas sociedades y, sobre todo aportan lecturas de construcción, movilidad, movilización y valoración personal de las mujeres (Lukes, 1974 en Kabeer [1998] y William et al, 1994, en  Oaxaal y Baden [1997]). 

La concepción del poder desde el empoderamiento no busca la suma de poderes con fines de confrontación agresiva, se busca un poder para hacer y sentirse más capaz de controlar las situaciones, buscando que quienes están sometidos a diversas formas de opresión interioricen un poder para hacer frente a dicho sometimiento (López, 2006:88).   Los tipos de poder que han debido ser reconocidos para después perseguir los fines del empoderamiento han sido tomados de Lukes (1974, en Kabeer [1998] y en Mendoza, de [2003]) y revisados por William et al (1994, en Oaxaal y Baden [1997]), a partir de los anteriores trabajos se reconocen  cuatro dimensiones de poder -mismas que pueden circunscribirse a ámbitos tradicionales y no tradicionales que se presentan en el espacio público y privado-, se niega la existencia de un tipo único de poder pues en este término están implícitos desde el uso de la fuerza para obligar a alguien a hacer algo (poder sobre [power over]) hasta la fuerza interior de confianza para acabar con situaciones inequitativas (poder interno [power within]).  Y el medio quedan aún dos tipos de poder, el de convocatoria (poder con [power with]) para agrupar y perseguir objetivos conjuntamente y la dimensión de poder que es necesaria para tomar decisiones importantes, resolver problemas, desarrollar nuevas alternativas y ser una persona propositiva (poder  para [power to]).  Más allá de la teoría es probable que tanto la idea de un poder finito como la de uno infinito coexistan; pues como nos recuerda Kabeer (2001:24), el poder no solamente se ejerce en condiciones de búsqueda de igualdad y respeto; incluso el poder sobre no se ejerce exclusivamente en situaciones de coerción de los poderosos a los oprimidos, también se ejerce a través del consentimiento y la complicidad de ambas partes.
El concepto de empoderamiento está claramente dirigido contra el poder coercitivo y busca que las mujeres desarrollen sus propias herramientas para plantearse posibilidades de ejercer los otros tres tipos de poder en la generación y ejecución de alternativas; visto así el empoderamiento no es solamente un proceso, es una filosofía de vida que persigue que las personas hagan propias las herramientas necesarias para enfrentar con asertividad la vida cotidiana que al ser proyectado hacia sus relaciones cercanas (con la familia, la comunidad, el mercado o el Estado) promuevan un desarrollo participativo; el empoderamiento de las mujeres se establece así como una especie de kit de supervivencia que permitirá fortalecerse interiormente para estar en una mejor posición de negociar por los recursos tangibles e intangibles. Para lograr ese pleno ejercicio de derechos y acceso de oportunidades que persigue el empoderamiento, es necesaria la confrontación de los usos tradicionales del poder y de las normas a fin de conducir hacia espacios donde no se valore diferente a mujeres y hombres (Chesler, 1994 en Rao et al [s/f]), el conflicto y el compromiso son los caminos que habrán de ser necesariamente recorridos por individuos y organizaciones a fin de lograr la equidad.

Evaluación del Empoderamiento.

De alguna forma hay que medir los avances en el empoderamiento de las mujeres; indicadores cuantitativos y cualitativos han sido –y están siendo- diseñados con el fin de: valorar el cambio en las relaciones entre mujeres y hombres, los resultados de aplicar una determinada política, programa o actividad, los cambios en el status de las mujeres y los hombres en la sociedad (Moser, 2007:6); de inicio hay que señalar que no es una tarea fácil de lograr y que un mismo caso podrá dar lugar a lecturas diferentes, cambios positivos a corto plazo podrían tener un balance negativo a largo plazo, eso sin contar la dinámica del territorio que contiene a los diversos procesos de empoderamiento:

Whilst development organisations can develop frameworks and tools for institutionalising an empowerment approach in projects and programmes. Ways of supporting the wider process of women’s empowerment in society may be less clear to design or evaluate.  Processes of social, economic, political and cultural change do not have clear beginnings, middle and end, or follow clear-cut linear progression and outcome.

- (Oxfam, 1995 en Oaxaal y Baden [1997]).

          La medición del empoderamiento plantea la cuestión de combinar indicadores de múltiples niveles y dimensiones que ha sido paliada –con mayor o menor éxito- recurriendo al uso conjunto de metodologías cuantitativas y cualitativas (Moser, Op. cit:2),3 así como a la realización de cruces al momento de interpretar los resultados de los casos analizados (Kabeer, Op.cit:40).  La medición del empoderamiento que no debiera ser más que un ejercicio técnico se convierte en uno de tipo político al momento de elegir qué variables medir y ponderar a fin de que se refleje el grado de empoderamiento de las mujeres (Moser, Op. cit:9).  Diversas lecturas pueden realizarse al momento de evaluar los resultados obtenidos en programas y proyectos de empoderamiento, un ejemplo de lo anterior son las conclusiones –en ocasiones confrontadas- a las que han llegado investigaciones sobre la estrategia de micro créditos en países como India y Bangladesh (Hashemi et al, 1996; Goetz y Sen-Gupta, 1996; Kabeer, 2000). Que el empoderamiento debe ser evaluado a través de diversas líneas es para Moser (Op. cit:26,11-16) uno de los principios básicos al tratar de valorar los avances, su propuesta está abierta al uso de aproximaciones cuantitativas para un acercamiento y cualitativas para análisis más profundos; si además resulta posible aconseja aplicar un enfoque participativo permitiendo que la población de mujeres a estudio  confronten las variables elegidas y su importancia, en una especie de mezcla de los enfoques emic y etic.

Tabla 2.2. Principales Indicadores Generales de Género y Ámbitos que analizan.

INDICADOR

ÁMBITOS

IDG [GDI]

Vida larga y saludable

 

Educación

 

Nivel de vida digno

IPG [GEM]

Participación política y poder de decisión

 

Participación económica y poder de decisión

 

Control sobre recursos económicos

IEG [GEI]

Educación

 

Participación en la economía

 

Empoderamiento

RIG  [GGI]

Oportunidad y oportunidad económica

 

Empoderamiento político

 

Avance en educación

 

Salud y bienestar

Fuentes: UNDP (2008), Social Watch (2008) y WEF (2008).

Las investigadoras Oaxaal y Baden (Op. cit: 20-22) agrupan los indicadores cuantitativos y cualitativos en dos categorías: 1] los que miden el empoderamiento a un nivel general en la sociedad (útiles para comparar) y, 2] los que miden específicamente los efectos de un proyecto o programa determinado. Dentro de los indicadores que han sido diseñados para medir niveles generales destacan al menos cuatro: el Índice Relativo al Género y el Índice de Potenciación  de  Género (denominados en inglés como GDI y GEM) propuestos por el UNDP; el Índice de Equidad de Género (GEI en inglés) del Social Watch´s y el Ranking de Igualdad de Género (GGI por sus siglas en inglés) utilizado por el Foro Económico Mundial (FEM). 

Kabeer (2001:34) nos recuerda sobre la pertinencia de uso de los indicadores de tipo estadístico;  ya que si bien éstos son útiles al momento de ofrecer un panorama general de los procesos de toma de decisiones muy poco reflejan las negociaciones hacia el interior de los grupos domésticos.  Existen diversas discusiones sobre la foto  que es posible reflejar a través de  estos  indicadores;  por ejemplo las  observaciones que se han realizado sobre  los índices del UNDP versan sobre tres aspectos: evalúan el grado de cobertura de las necesidades básicas siendo que el empoderamiento se logra  al  decidir  sobre las necesidades de tipo estratégico; al ser un promedio de la sociedad  tampoco muestran avances disgregados por clases sociales, castas o grupos étnicos, sino los avances más significativos de las mujeres de clase media; y en algunos casos puede carecerse de información disgregada por género o no se cuenta con series consistentes para fines comparativos (Oaxaal y Baden, Op. cit:21; Moser, Op. cit:37).  

Tabla 2.3. Comparativo de las variables que componen  los Indicadores de Hashemi et al y Goetz y Sen-Gupta.


Hashemi et al

Goetz y Sen-Gupta

Movilidad.

Niveles de control de los créditos obtenidos:

Seguridad económica.

Total: las mujeres controlaban la totalidad del proceso productivo.

Capacidad para realizar compras pequeñas.

Significativo: no se controlaba la venta del producto.

Capacidad para realizar compras mayores.

Parcial: se perdía control sobre el proceso productivo pero proveían su mano de obra.

Involucramiento en decisiones importantes.

Muy Limitado: sin participación en el proceso y pequeña contribución en mano de obra.

Libertad de dominación familiar.

Sin Involucramiento: no contribuían con mano de obra al tratarse de ocupaciones masculinas, y sin participación

Conciencia política y social.

en la administración o traspaso total del crédito a la pareja.

Participación en protestas públicas y campañas políticas.

 

Fuente: Hashemi et al (1996) y Goetz y Sen-Gupta (1996)

 

Por su parte los indicadores de Social Watch´s y el FEM han mejorado su metodología para resolver algunas de las deficiencias de los índices del UNDP; no obstante, sigue sin contemplarse indicadores de los trabajos informal, no remunerado y reproductivo; menos aún contemplan el uso del tiempo (Moser, Ídem:39). Como consecuencia de las deficiencias en la metodología de los indicadores de este tipo no resulta aconsejable emitir juicios de valor a partir únicamente de éstos,  pero sí pueden servir como elemento de monitoreo que combinados con investigación cualitativa nos acerque lo más posible al nivel de empoderamiento de las mujeres.

Sobre la otra categoría de indicadores; es decir, los que se diseñan para medir algún proyecto o programa en concreto hay que señalar que tampoco han estado libres de polémica. Un ejemplo de estos indicadores son los desarrollados por Hashemi et al y Goetz y Sen-Gupta en su afán de capturar el nivel de empoderamiento de mujeres que había recibido micro créditos; ambas investigaciones han sido revisadas a profundidad en los trabajos de Kabeer (2000 y 2001) y en esta investigación ambos trabajos son utilizados únicamente como ejemplos de índices que se han desarrollado de manera personalizada para evaluar un proyecto determinado.  Dos diferencias resultan en la construcción de ambos indicadores: ambas investigaciones aceptan la existencia de inequidad de género hacia el interior del grupo doméstico, pero valoran de manera diferente la cooperación y el conflicto; por otro lado, en la construcción de ambos indicadores se definió de forma diferente la base del empoderamiento; como consecuencia de lo anterior la visión empresarial y la concientización política y social fueron valoradas también de distintas formas.  La investigación de Goetz y Sen-Gupta construye su indicador de empoderamiento a partir del proceso de control del crédito, siendo capaz de capturar el conflicto pero minimizando la cooperación; por su parte, la investigación de Hashemi et al analiza el acceso a los recursos que han experimentado las mujeres como consecuencia del crédito; y ambas investigaciones priman el empoderamiento individual contra el colectivo (Kabeer, 2001).

Otras investigaciones de tipo cualitativo -que no consideran el diseño de índices- resultan sumamente útiles al momento de interpretar el contexto sociocultural donde se enquistan la interacción social y las relaciones de género (Pradhan, 2003; en Moser [2007]); la utilización de la técnica de entrevistas a profundidad para identificar los cambios en el nivel de empoderamiento de las mujeres como consecuencia de la aplicación de una acción determinada también ha sido utilizada por algunas investigadoras como Rowlands (1997), Hidalgo (2002), Mendoza, de (2003) y Zapata, et al (2003); quienes se dedican a valorar experiencias en Honduras y México, donde se pone hincapié en el papel de las asociaciones –económicas, políticas y sociales- como detonadoras del proceso de empoderamiento individual, en las relaciones cercanas y colectivo.  En su investigación con mujeres rurales de Honduras, Rowlands diseña un modelo enfocado en los resultados obtenidos -y que será abordado en el siguiente apartado-  que es a su vez adaptado por Hidalgo y Zapata et al, al investigar el papel de las cajas de ahorro y de crédito en diversas regiones de México y también recurrido por Mendoza, de; al analizar a tres organizaciones en Honduras.

Un aspecto que hay que mencionar sobre la controversia en la medición del empoderamiento viene dado como consecuencia de las posturas que mantienen la teoría feminista y la parte instrumentalista que diseña las políticas de desarrollo; esta postura con lecturas encontradas mantiene desde la teoría una postura flexible sobre la posibilidad de medir el empoderamiento y la necesidad de hacerlo por parte de instrumentalistas:

In a situation of limited resources, where policy makers have to adjudicate between competing claims (Razavi, 1997), advocacy for feminist goals in intrinsic terms takes policy makers out of their familiar conceptual territory of welfare, poverty and efficiency into the nebulous territory of power and social injustice.

- (Kabeer, 2001:17).

          Esa aparente confrontación entre teoría y práctica no es novedosa; sin embargo, se hace necesario el aterrizar ambas posturas, y una forma que puede funcionar es el considerar las diferencias entre empoderamiento y situación empoderadora que han sido propuestas por McWhirter (1991; en Rowlands [1995]) para quien el empoderamiento debe reunir cuatro condiciones: 1] Concientización de las dinámicas de poder, 2] Desarrollo de capacidades y habilidades para ejercer un control razonable de las circunstancias individuales, 3] Ejercicio del anterior control sin oprimir a terceros, y 4] Apoyo en procesos de empoderamiento de otras personas de la comunidad.  Cuando una persona avance en alguna de las cuatro condiciones se estaría hablando de una situación empoderadora; resulta entonces factible el establecer al empoderamiento desde una perspectiva a largo plazo pero contando con la situación empoderadora como base para medir los avances a corto plazo.  El empoderamiento entendido así estaría compuesto por una serie de situaciones empoderadoras que reflejarían los avances en los ámbitos individuales, de las relaciones cercanas y colectivo, el empoderamiento se alcanzaría cuando las mujeres resulten capaces de aplicar su situación empoderadora individual y colectiva para generar relaciones más justas dentro de su grupo doméstico: la familia es la última frontera de cambio en las relaciones de género…Una sabe que [el empoderamiento] ha ocurrido cuando cruza el umbral del hogar (anónimo, en Kannabiran, 1993; citado en Batliwala [1997]).  Mucho es aún el camino que hay que recorrer para poder reflejar la esencia del empoderamiento, es ésta una tarea de no fácil resolución y sí de cuestionamiento constante que permita desarrollar herramientas que manteniendo la teoría funcionen en la práctica.

1 La autora es particularmente incisiva en este aspecto, pues cuando el empoderamiento es definido a través de la habilidad para elegir, comenta además que existen situaciones donde algunas mujeres han contado con cierta libertad para realizar elecciones en sus vidas; para Kabeer, en estos casos se estaría hablando de mujeres poderosas, más no empoderadas: because they were never disempowered in the first place (Kabeer, 2001:18). Esta aseveración nos lleva a mirar con más detenimiento el proceso de empoderamiento a partir de las etapas y esferas de actuación de las mujeres pues una mujer puede ser poderosa en una esfera y no obstante encontrarse desempoderada en otra, situación que podría ser aplicable también dependiendo de la etapa del ciclo de vida de la mujer.  Más adelante se analizará esta situación y se ligará con las diferencias entre empoderamiento y situación empoderadora.

2 Momsen (1991:102) recuerda que el empoderamiento es una filosofía que busca terminar no solamente con la opresión patriarcal, sino también con aquella colonial o neo colonial; pues no hay que pasar por alto que no solamente el género, sino la raza, el status y la condición económica o religiosa pueden interactuar al momento de poner trabas al acceso de oportunidades en condiciones más equitativas.

3 Por ejemplo, la Canadian Internacional Development Agency (CIDA) cuenta con una serie de indicadores cuantitativos –donde se considera el porcentaje de asientos ocupados por mujeres en la legislatura, el promedio de gasto en educación y salud de las mujeres, el porcentaje de mujeres que han sido candidatas a puestos de elección popular, entre otros-  y cualitativos –como la habilidad para decidir sobre compras mayores al interior del hogar, los efectos del endurecimiento legal para agresores o efecto de la capacitación en las mujeres- que combinados les permiten evaluar el logro de empoderamiento de las mujeres en los ámbitos legal, político, económico y social de los proyectos que financian (Oaxaal y Baden, 1997:30-31).