COMPETITIVIDAD REGIONAL DE LAS EMPRESAS MANUFACTURERAS DE MÉXICO

COMPETITIVIDAD REGIONAL DE LAS EMPRESAS MANUFACTURERAS DE MÉXICO

Genaro Sanchez Barajas (CV)

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I. 3. Teoría del modelo del diamante nacional: competitividad
I.3.1. Origen y alcance del término competitividad.

Como en lo sucesivo se utilizará con frecuencia el término competitividad, es necesario iniciar la exposición señalando que existe la opinión general de que no es fácil precisar su origen y significado porque la existencia de barreras comerciales y de otra índole evidencian la lucha por los mercados y la enorme dificultad que enfrentan los  países para conquistarlos, aun cuando sus mercancías y servicios sean aceptados internacionalmente. Sin embargo es conveniente intentar saber dónde se origina. Se dice que macroeconómicamente y de acuerdo con el Reporte Mundial de Competitividad (Sánchez Silva, 2003:56) la competitividad se origina en tres niveles: a nivel país, a nivel sector y a nivel empresa; de ahí que sea un concepto relativo puesto que no todos los países, sectores o empresas tienen los mismos niveles de competencia en los mercados.
Para el INEGI (1991f) la competitividad emerge de la vinculación y acción recíproca de diferentes factores, por lo que no puede atribuirse ni definirse en función de uno solo de ellos.
Porter (1990a:45) es de la opinión que la ventaja competitiva “se crea y se mantiene mediante un proceso altamente localizado. Las diferencias a escala nacional en estructuras económicas, valores, culturas, instituciones e historias contribuyen profundamente al éxito competitivo”. Esta concepción sustenta su teoría de la ventaja competitiva, misma que sus críticos y sus seguidores han mantenido o modificado en la exposición de sus teorías, con las cuales  supuestamente superan o actualizan la  teoría de Porter.
En este contexto surge la preocupación de Krugman (1988) sobre su posible alcance, ya que los “operadores de la teoría han exagerado el papel de este vocablo como eje rector del crecimiento y desarrollo de la economía de los países, cuyos dirigentes por consiguiente, están “obsesionados” con el gran alcance que le conceden al término, lo cual es peligroso porque su instrumentación podría no responder a las expectativas que se fincan en él como factor determinante del progreso y del desarrollo económico nacional. Para ponerlo en su justa dimensión,  parece adecuado citar a Ousméne Mandang (1991:7): “La competitividad no debe ser una ambición per-se, sino un esfuerzo dirigido hacia el mercado”. Por otra parte Porter (1997b) señala que: “el alcance de la meta económica de producción de un alto nivel de vida de la población, no depende de la competitividad, sino de la productividad”, que es la clave del éxito: la manera como se combinan y explotan los  factores de la producción dentro de las empresas para producir más con lo mismo. El problema reside pues en definir qué se entiende por competitividad, para de ahí derivar las políticas y estrategias apropiadas para cada país y sus empresas.

I.3.2. Definición de competitividad:

Una vez conocido su origen y alcance, ahora procede intentar definir el término. Por su enfoque hacia la generación de empleo, se considera interesante La definición dada por CEPAL/ONUDI (1989), instituciones donde se piensa que la competitividad es la capacidad para sostener e incrementar la participación en los mercados internacionales, con una elevación paralela de la calidad de vida de la sociedad. Esta definición es importante por que tiene un significado más amplio que el que le atribuye Ousméne Mandang (1991:7), quién afirma que la preocupación mayor de un país es saber cuán competitivo es en el comercio internacional.

I.3.2.1.Definición micro económica.

Derivado de lo anterior y considerando que la competitividad de una empresa se incuba en un entorno nacional y sectorialmente exitoso, para propósitos del desarrollo de   los empresas mexicanas, la competitividad debe concebirse como la capacidad que tiene una empresa para penetrar, consolidarse y expandirse en el mercado, sea éste interno o externo. Se entiende por capacidad a las diferentes acciones que se realizan para posicionarse en el mercado, (Sánchez Barajas, 2007).

I.3.2.2. Definición macro económica.

Con base en los objetivos planteados de buscar el desarrollo regional equilibrado y sustentablela competitividad la  defino como la capacidad que tiene una entidad federativa para atraer inversiones públicas y privadas, para lo cual  crea la infraestructura física, social y productiva que haga rentables y prósperos a los negocios, con el objetivo de que  estos en coordinación con los centros de investigación se motiven a  capacitar sus recursos humanos, a desarrollar  nuevas innovaciones tecnológicas en el ámbito de los procesos de fabricación, de maquinaria, equipos, insumos y materiales de nueva composición  orgánica,  tal que las unidades de producción  puedan usar las materias primas y mano de obra locales de manera preferencial para así generar empleo e ingresos adecuados y permanentes para la sociedad asentada en estas demarcaciones políticas, sin dañar el medio ambiente.

I.3.3. La Teoría del nuevo modelo: Ventaja competitiva.

Para investigar porqué las naciones poseen ventaja competitiva en determinadas industrias y sus implicaciones para las estrategias empresariales y las economías de los países, antes Porter (1990a) se planteó diversas preguntas sobre cómo se gesta la competitividad de las naciones; para encontrar su respuesta, realizó un estudio que duro cuatro años en diez países lideres en comercio. Su punto clave fue la identificación de la competitividad en el sector industrial. Definió la industria de un país como internacionalmente exitosa si poseía ventaja competitiva en relación con los mejores competidores del mundo. Utilizó como indicadores apropiados: la realización en forma sostenida de actividades de exportación y/o la cuantiosa inversión que un país haga en el extranjero, constituida ésta última por técnicas, habilidades y activos creados en el país de origen. Al respecto, Porter (1997b) considera que el comercio internacional permite que una nación eleve su productividad al eliminar la necesidad de producir todos los bienes y servicios dentro de una nación; hay especialización en sectores y segmentos en los que sus empresas son más productivas y se importan productos en los que las empresas son menos competitivas. Con respecto a la inversión extranjera  señala que al establecer subsidiarias extranjeras, cuando se trasladan  las actividades menos productivas a otras naciones, ello facilita entrar a mercados extranjeros. Con los resultados de su estudio concluye que las naciones tienen éxito en ciertas industrias porque su entorno nacional es favorable, dinámico y retador. Específicamente, los determinantes de la competitividad que constituyen su diamante de la ventaja nacional (Porter, 1990a:111) se expresan en la  siguiente:

Figura No. 2. Modelo del Diamante

Al realizar su estudio y obtener los resultados mencionados, Porter criticó la doctrina tradicional basada en el pensamiento de Adam Smith y David Ricardo;  de acuerdo con su punto de vista, en el mejor de los casos es incompleta y en el peor de ellos incorrecta, ya que  argumenta que la prosperidad nacional no se hereda, se crea. Su modelo es dinámico y de mucha actualidad porque no solo incluye condiciones de los factores, como la hacen la mayoría de los modelos tradicionales, también considera otras variables simultáneamente  (las contenidas en el diamante); no obstante, su valiosa aportación a la teoría de la competitividad también ha sido cuestionada por sus críticos quienes consideran que no son convincentes sus análisis sobre las actividades de las empresas trasnacionales y sobre las actividades del Gobierno, además de que  no fue concebida para países atrasados ni para el impulso enfático de sectores distintos a la industria.
Para verificar si les asiste o no la razón a sus críticos, es conveniente describir las características o atributos que debe tener una nación para contar con ventajas competitivas.
Condiciones de los factores.
 Porter inicia su exposición haciendo referencia a  lo que los economistas denominan factores de la producción, los cuales son: mano de obra, tierra cultivable, recursos naturales, capital e infraestructura, mismos que en su opinión son simples insumos utilizados para competir en cualquier sector económico. De manera que la teoría estándar del  comercio internacional  se basa en su disponibilidad. Así, una nación exportará aquellos bienes intensivos en factores de producción abundantes en su territorio. Sin embargo, Porter menciona que una nación no hereda sino crea los factores de producción por medio de inversiones  importantes. Adicionalmente, señala que el inventario de factores que una nación posee en determinado momento es menos importante que la tasa de eficiencia con la que la crea, mejora y los aplica en determinadas industrias.
En este sentido es que considera que los factores de producción más importantes sean los que contengan inversiones fuertes y sostenidas en el tiempo y que tengan un uso especializado. Por ello es que factores básicos tales como la mano de obra o una fuente local de materias primas, no constituyen una ventaja en industrias intensivas en conocimiento. Las empresas pueden adquirirlas fácilmente a través de estrategias globales y preventivas por medio de la tecnología. Contrario a la estrategia convencional, el disponer de mano de obra calificada o educada no representa una ventaja competitiva en la moderna competencia internacional. Para que un factor apoye la ventaja competitiva, debe ser altamente especializado en la necesidad particular de una industria. Es por ello que los países tienen éxito en industrias en que son buenos en la creación de factores. La ventaja competitiva se gesta en instituciones “de clase mundial” que primero crean factores especializados y luego trabajan continuamente para mejorarlos. Ejemplo de ello es el Japón, país en el que se comenta que es una isla-nación que no tiene recursos materiales. Esta deficiencia ha servido para estimular su innovación competitiva. La producción justo a tiempo por ejemplo, economizó y prohibió espacios caros, convirtiendo la desventaja en factores de producción en ventaja competitiva. Porter (1990a: 126).
Condiciones de la demanda interna
En su exposición del tema indica que la globalización de la competencia podría hacer pensar que disminuye la importancia de la demanda interna en la creación de la competitividad en un sector determinado ; sin embargo, desde su punto de vista, en la práctica este no es el caso, ya que  la composición y magnitud  de la demanda interna así como los mecanismos de transmisión de las preferencias de los consumidores a los mercados, usualmente tiene un gran efecto en la forma que las empresas perciben, interpretan y responden a las necesidades de los consumidores. Las naciones obtienen ventajas competitivas en industrias donde la demanda interna les da a sus empresas un panorama más claro sobre las necesidades que surgen en sus clientes, y en donde los compradores  presionan a las firmas para que introduzcan innovaciones más rápido y así logren ventajas competitivas más sofisticadas que sus rivales extranjeros. Porter considera que el tamaño de la demanda externa es con mucho, menos significativo que el carácter de la demanda interna (recuérdese que su teoría es para países avanzados que tienen un fuerte mercado interno). Porter (1990a: 129).
El análisis efectuado en los diez países le reveló que las condiciones de la demanda interna ayudan a construir ventaja competitiva cuando un segmento industrial en particular es más grande o más visible en el mercado nacional que en los mercados extranjeros. Los segmentos de mercado más grandes en un país captan la mayor  atención de sus empresas que, por consiguiente asignan menos cuidado al análisis  de las características de los segmentos de mercado pequeños.

Industrias relacionadas y  de apoyo
Para Porter (1990a: 147) el tercer elemento que produce ventaja competitiva en una nación es la presencia en ella de industrias proveedoras del sector industrial,  que son internacionalmente competitivas, ya que permiten adquirir, por ejemplo, los insumos en forma eficiente, en forma expedita, en ocasiones de manera preferencial. Porter ilustra este efecto positivo con el caso italiano  en el sector del calzado, en Suiza con generos bordados y con maquinas de coser, países en los que diversas empresas producen insumos que se emplean mucho y tienen una gran importancia para la innovación o para la internacionalización. Reitera que en Italia  las empresas de joyas y oro son lideres mundiales en este renglón  debido, en parte, a las acciones eficientes de sus proveedores italianos, que les fabrican y por consiguiente, les suministran dos terceras partes de  la producción mundial de la maquinaria para joyas y también son lideres en la maquinaria reciclable de metales preciosos. Porter (1990a: 150).

Advierte que resulta mucho más significativo que la mera proveeduría de componentes y maquinaria, la ventaja que proporcionan estas empresas mediante la innovación y su mejoramiento continuo, de ahí que su intervención complemente estratégicamente la aportación rentable de las empresas, en una posición competitiva en cualesquiera de los mercados con puntos de venta para sus productos o servicios.

Estructura y rivalidad industrial: estrategia de competencia
Sin lugar a dudas éste, el cuarto determinante genérico de la competitividad nacional en un sector, lo constituyen la organización  y gestión de las empresas, al igual que  la naturaleza de la rivalidad o acciones que emprenden sus empresas competidoras. En este sentido es interesante enterarnos por   Porter (1990a: 157) sobre la peculiaridad   de las empresas italianas que compiten con éxito internacionalmente: generalmente son empresas  de tamaño pequeño o mediano que son de propiedad privada y de operación eminentemente familiar, que no cotizan en bolsa , en tanto que  en Alemania, en contraste, las firmas tienden a ser operadas con jerarquía en sus prácticas de organización y administración, por cúpulas cuyos gerentes tienen usualmente antecedentes técnicos.
En este contexto, señala que no existe ningún sistema de administración universalmente  apropiado; no obstante, resulta atractivo el utilizado por las empresas japonesas, italianas y alemanas. Porter indica que la competitividad en una industria específica proviene de la convergencia de las prácticas administrativas y de los modelos de organización preferidos en el país, así como de las fuentes de ventaja competitiva que existan en la propia  industria.   Continuando con el caso italiano, pone el ejemplo de que en las industrias que son competitivas mundialmente  como la de alumbrado, la de muebles, del calzado y las maquinas para envasar, las escasas economías de escala se compensan con la colaboración de firmas informalmente afiliadas. Compiten con estrategias que privilegian  la concentración y evitan productos estandarizados y el funcionamiento en  nichos de mercado, “con su propio y particular estilo  o variedad de producto muy adaptado a los gustos de la clientela”, Porter  (1990a: 158), lo cual encaja  tanto con la dinámica de la industria como con el carácter del sistema italiano de administración. Por el contrario, el sistema administrativo descrito de Alemania funciona bien en industrias técnicas o con orientación ingenieril como la óptica, química, de maquinaria compleja en que existe demanda de productos sofisticados, en los que requieren precisión en sus manufactura, de un cuidadoso proceso de desarrollo y en general de una estructura administrativa altamente disciplinada.  De ahí que el éxito alemán sea raro en la industria de bienes de consumo y de servicios en que se requiere otro tipo de competitividad (imagen, frecuente variación de modelos, etc.).
Los países también difieren sustantivamente en los objetivos que las compañías y los individuos buscan alcanzar. Los objetivos de las empresas reflejan las características de los mercados nacionales de capital y las prácticas de compensación para sus gentes. En Alemania y Suiza donde los bancos manejan una parte significativa de los accionistas de la nación, la mayoría de las acciones las  conservan los bancos o las instituciones para su apreciación en el largo plazo y raramente son vendidas. Las empresas prefieren las industrias maduras en que la inversión en  investigación y desarrollo son esenciales para su rentabilidad moderada. Los Estados Unidos están en el otro extremo, con una gran cantidad de capital de riesgo y un fuerte énfasis de los inversionistas en la obtención de beneficios trimestrales y semestrales; en este país se tiene competitividad en industrias relativamente nuevas como las de software y biotecnología, o en aquellas como la electrónica y los servicios.
La presencia de una fuerte rivalidad local es un buen estímulo para la creación y persistencia de ventaja competitiva en las empresas. Lo anterior se corrobora en pequeños países como Suiza en que la rivalidad entre sus empresas farmacéuticas: Hoffmann- La Roche, Ciba-Geigy y Sandoz, refuerza su  posición de liderazgo mundial. Ello también es cierto en los Estados Unidos en las industrias de la computación y de software.
Porter señala (1990a: 173) que  la concentración geográfica   magnifica el poder de la rivalidad interna, la cual ilustra con las compañías italianas de joyas que se localizan alrededor de dos pueblos, Arezzo y Valenza Po. Las empresas de cuchillería se ubican en Solingen, Alemania y en Seki, Japón. Las firmas farmacéuticas en Bazel, Suiza; las motocicletas e instrumentos musicales en Hamanatsu, Japón. Puede decirse que en la medida que se concentre la rivalidad, ésta es más intensa y por consiguiente, mejor para aumentar la competitividad de las empresas.

El papel del gobierno
Este especialista  comenta que sobre la participación del gobierno en la gestación de la competitividad cuenta con muchos seguidores, pero que también existen muchos que recomiendan lo contrario, es decir, los que aconsejan que no  tenga injerencia en la creación de la competitividad, sugieren  que la economía sea operada por la mano invisible que propone Smith. Al respecto. Considera que los dos puntos de vista están equivocados, ya que   privilegiar cualquiera de ellos significa erosionar la capacidad competidora de un país. Es su opinión que la intervención abierta del gobierno en ayuda de la industria, por una parte, daña a las empresas en el largo plazo y crea una demanda por mayor ayuda; por otra parte, quienes recomiendan la menor intervención del gobierno ignoran el rol legitimo que el gobierno juega en la conformación del contexto y en la estructura institucional que rodean a las empresas en la generación de un ambiente que las motiva a ganar ventaja competitiva.

Para precisar su enfoque sobre el papel que debe desempeñar el gobierno en la creación de la competitividad, algunos estudiosos  hacen el símil con un equipo deportivo en el que  la participación del gobierno  equivale al papel del entrenador pero no al que desempeñan los jugadores. En palabras de Porter (1990a: 181): “El gobierno puede moldear las circunstancias de los factores conexos y de apoyo de otras e incontables maneras, tales como el control de los medios publicitarios o el establecimiento de normatividad para los servicios de apoyo”. Considera que su rol es de catalizador y de promotor porque debe impulsar a los empresarios hacia mayores retos en el mercado, a moverse hacia niveles superiores de competitividad, no importa que el proceso sea desagradable y difícil. Hace hincapié en que el gobierno no puede crear industrias competitivas y que eso le corresponde hacerlo a las empresas;  que su función es crear un entorno favorable en que las empresas puedan obtener ventajas competitivas, es decir, desempeña un rol indirecto y parcial, en la creación de la competitividad de una nación. Recomienda que el gobierno centre su  acción en torno a las siguientes políticas:
i).La creación de factores especializados;
ii).No intervenir en los mercados monetarios ni de los factores de la producción;
iii).Reforzar los estándares de la producción, la seguridad y de impacto ecológico en las empresas;
iv).Asegurar la vigorosa rivalidad interior;
v). Promover la inversión sostenida,
vi).Desregular la competencia;
vii). Legislar contra prácticas monopolísticas;
viii).Evitar el comercio manipulado (desmantelar y no conformar barreras al comercio internacional: eliminar las regulaciones a las importaciones y a las exportaciones). Porter (1990a: 763-847).

Factores fortuitos.
Son incidentes que tienen poco que ver con las circunstancias de una nación y que frecuentemente están, en gran parte, fuera de control y de la capacidad de influir tanto de las empresas como frecuentemente del gobierno nacional, en otras palabras, son acontecimientos casuales cuya importancia se debe a que generan discontinuidades que ocasionan   ciertos cambios en la posición competitiva; en ocasiones nulifican la competitividad obtenida por los competidores y crean condiciones para que otras empresas se posesionen en las nuevas y diferentes condiciones de los mercados. Porter (1990a: 178). Destacan como factores fortuitos que han influido en la ventaja competitiva los siguientes:
i). Discontinuidades tecnológicas como la biotecnología y la microelectrónica;
ii). Discontinuidades en los costos de los insumos provocados por la crisis petrolera;
iii). Variaciones  inesperadas de la demanda mundial o regional;
iv). Guerras; y
v). Cambios en los mercados financieros y en el tipo de cambio, entre otros.
Porter comenta que: “mientras que los acontecimientos casuales pueden propiciar cambios en la ventaja competitiva en un  sector, los atributos nacionales desempeñan un importante papel respecto a qué nación los explota. La nación con el “diamante” más favorable será la que más probabilidad tendrá de convertir los acontecimientos casuales en ventaja competitiva. Esta será reflejo de un entorno en línea con las nuevas fuentes de ventaja y de unas empresas que se sienten presionadas para actuar con la mayor agresividad para aprovecharlas”. (1990a: 179).
De esta exposición sobre el papel que desempeñan los atributos de la competitividad, es  conveniente  resaltar las recomendaciones que hace Porter sobre las pautas a seguir para establecer las prioridades del desarrollo (1990a: 840); concretamente, en los campos y sectores en que debe centrarse la atención nacional; hace alusión al hecho de que los países “en vías de desarrollo” cuentan con escasos recursos y no pueden desarrollar su “diamante nacional” en toda su extensión. Al respecto, recomienda la creación de factores, pero no de los factores generales que propone la teoría de la sustitución de importaciones porque su experiencia indica que los países son arrastrados hacia sectores de escaso interés público o en los que es poco probable la obtención de ventaja competitiva para las empresas, independientemente de que este proteccionismo garantiza el abasto al mercado interno. Se interpreta que se sugiere, por ejemplo, el desarrollo de  factores avanzados como los materiales  sintéticos.
Se deduce de la lectura que el autor sugiere la creación de factores especializados mediante la formación de “agrupamientos completos”, es decir, se deben de identificar sectores en que los factores proporcionan actualmente ventaja competitiva y en los que estén presentes los otros  atributos de la ventaja competitiva que enuncia el diamante nacional.  Señala que el siguiente paso consiste en promover sectores “de origen, de destino y  conexos en los que la ventaja   sea menos  sensible a los factores” . Es en estos agrupamientos en los que debe  privilegiarse la inversión en educación, investigación e infraestructura.
Porter recomienda que además de la prioridad anterior, tanto el gobierno como las empresas locales deben seleccionar los segmentos de los sectores en que los factores dan ventaja competitiva, para los que exista una demanda identificada (1990a:841). Al respecto, de estas pautas para impulsar el desarrollo con recursos limitados, se considera que aun cuando las MYPES mexicanas no incursionan significativamente en los mercados extranjeros, de todos modos es útil su propuesta, sólo que adecuándola al desarrollo de la competitividad de las MYPES en el mercado nacional, en el corto plazo.
En resumen, estas son las principales características de la teoría de la competitividad  de las naciones, la cual lamentablemente no comprende originalmente ningún análisis para aumentar la competitividad en países pobres como México, sobre todo a través de sus micro y pequeñas empresas, ya que fue elaborada para grandes empresas de países altamente industrializados y para algunos semi industrializados con alta tendencia a exportar; además, en opinión de Cho y de Moon ( 2000:95), no indica con propiedad la incidencia de las actividades multinacionales ni del gobierno en la gestación de la competitividad de las naciones.

I.3.4. La extensión del modelo de Porter

I.3.4.1 Teoría de la competitividad sistémica: Altenburg, Esser, Hillebrand y otros. 

La teoría de Porter sirvió de referencia para que se elaboraran  estudios en Latinoamérica sobre la competitividad a través del desarrollo de  la teoría de la competitividad sistémica durante la década pasada. El Instituto Alemán de Desarrollo creó el concepto de competitividad sistémica, la que define como “medidas dirigidas a objetivos y entrelazadas en cuatro niveles sistémicos (meta, macro, meso y micro) que contribuyen a fortalecer la competitividad  de las empresas locales”. Marcelo (2002: 13) describe teórica y gráficamente la interrelación de los cuatro niveles en la  figura No. 3.
En ella se observa que la competitividad surge de la articulación, simbiosis y sinergias  que se gestan  entre los elementos de la economía industrial con los sociológicos, políticos y las innovaciones de las empresas.  Por otra parte, al analizar de manera separada cada uno de los cuatro niveles se verifica que en el caso del macro, éste se refiere a la existencia de un entorno económico y político estable. Que el nivel micro, es aquel en el que las empresa operan con costos bajos, calidad en sus productos y con flexibilidad para enfrentar oportunamente los cambios en la demanda; en lo que atañe al nivel meso, éste corresponde a la formulación y aplicación de políticas concretas para crear un entorno favorable para el desarrollo de las empresas y, finalmente, el nivel meta, en él se expresa la participación de la sociedad aportando valores culturales, consensos en torno a la dirección del cambio y en las habilidades de los agentes sociales para formular políticas y estrategias que, en opinión de Alburquerque (1997: 153), influyen en la determinación de la competitividad de la empresa.
Esser Klaus ( 1999: 243 ) hace una excelente  contribución que puede ser útil para las MYPES mexicanas, al ilustrar cómo pueden reforzarse los esfuerzos para desarrollar ventajas competitivas nacionales, así como la demanda interna y regional  mediante nuevas iniciativas de integración en Latinoamérica, tomando como referencia la experiencia de las ETN japonesas, que desde hace tiempo transfirieron las etapas menos competitivas  del ciclo productivo a países vecinos con bajos niveles salariales, con el propósito de: a). Proveer a los productores nacionales de insumos baratos; b). Dominar los mercados locales; c). Exportar de esos países productos terminados  a otras regiones y , d). suministrar productos intermedios más baratos a sus filiales en otras regiones del  mundo. Indica que al existir ETN’s en México, se pueden fortalecer los procesos de aprendizaje tecnológico –organizativo y la creación de redes de producción para que las PYMES mexicanas industriales accedan a las exportaciones.

En esta  línea de investigación iniciada por los especialistas del Instituto Alemán de Desarrollo y de la CEPAL, sobre cómo aumentar la competitividad en  América Latina y en México en particular, Altenburg, Qualman y Weller ( 2001) realizaron un  estudio en el que señalan que los programas crediticios y de capacitación hasta ahora aplicados no contribuyen significativamente a “ superar la segmentación de las estructuras  de las empresas y de los mercados laborales” , razón por la que son pocas las pequeñas empresas que crecen y que llegan a convertirse en unidades productivas formales que coadyuvan en el mejoramiento de la producción y a crear empleos estables y bien remunerados. Para acrecentar su número sugieren la interrelación de tres áreas cuya simbiosis permite generar el potencial para la creación de empleos, en consonancia con el fortalecimiento de la productividad y eficiencia, a la vez que con la generación de nuevas ventajas competitivas basadas en el conocimiento.
Las áreas son: 1. mayor integración de la PYME (no incluyen microempresas) en sistemas de producción modernos e internacionalmente competitivas; 2. Fomento y mejoramiento de la industria maquiladora y 3. el desarrollo de la industria y los servicios en base a una modernización incluyente de la producción de bienes primarios. En cada una de ellas proporcionan los elementos necesarios para su conformación con indicadores objetivos que se pueden construir directamente o servir de referencia para elaborar otros (con la información estadística disponible) en México.

I.3.4.2 Foro Económico Mundial.
Aquí el término competitividad se usa para referirse a la capacidad de crear, mantener e incrementar valor agregado en el largo plazo en un ambiente de competencia.
Se dice que si bien son las empresas las que compiten entre sí en los mercados, se reconoce que su capacidad para hacerlo depende en gran medida de las condiciones del entorno en que se desarrollan. De ahí la importancia de analizar el país, la región y el sitio geográfico sede de las actividades económicas en que participan las empresas. Por ello también se considera que un país/región/sitio puede ser competitivo o no, en la medida en que genera condiciones favorables para el surgimiento y consolidación de empresas competitivas.
De acuerdo con el siguiente diagrama, se indica que conforme aumenta el nivel de desarrollo de un país, su competitividad empresarial se explica cada vez mas por elementos intangibles, que son  más difíciles de modificar en el tiempo que los elementos tangibles

Figura 4

 

En esta institución se aclara que si bien a nivel microeconómico la capacidad de competir de las empresas depende fundamentalmente de la calidad y características de sus productos o servicios, y de la eficiencia con que se realizan; ello, a su vez, depende de las condiciones existentes en su país/región/sitio sede de los siguientes ocho principios:

 

Figura Nº 5

Como puede observarse, en la medida que los agentes activos del país participen en la creación de sinergias es como se gesta la competitividad nacional, sectorial y empresarialmente.

I.3.4.3. Boston Consulting Group / Mckinsey

Estas dos instituciones de reconocido prestigio internacional en el análisis económico aplicado al desarrollo empresarial, han desarrollado modelos (1989) para aumentar la competitividad de las empresas a partir de los trabajos sobre el manejo de portafolios e inversión, también conocidos como cartera de actividades, desarrollados por Henderson (1970). El análisis de cartera caracteriza la posición estratégica de cada actividad a partir del estudio de dos dimensiones independientes: el atractivo del mercado de interés y la fuerza competitiva de la empresa para abastecerlo con los bienes y servicios que oferta. Para medir las dimensiones de atractividad y de competitividad utilizan indicadores micro y macroeconómicos que expresan en lo que se conoce como matriz de competitividad, la cual muestra la contribución de cada sector, su potencial de crecimiento y expectativas de penetración en el mercado, y de acuerdo con su competitividad de sus empresas. La confrontación del atractivo con la fuerza competitiva de las empresas, permite identificar el posicionamiento de sus productos en el mercado; en otras palabras, se identifica la dinamicidad que debe tener la competitividad de las empresas, ya que si se identifica que ésta es baja, se analiza porqué lo es y se determina el tipo de apoyos que deben proporcionar los agentes activos (incluido el gobierno) de un país, para mejorar su competitividad y hacer viable la incursión exitosa de las empresas en el mercado.
De lo anterior se colige que debe hacerse permanente el monitoreo del mercado (que puede hacerlo el gobierno y/o las organizaciones empresariales), cuyos cambios detectados oportunamente constituyen la señal de alerta para revisar, modificar y quizás fortalecer la competitividad de las empresas que satisfacen la demanda del mercado.

I.3.4.4 NAFIN: Competitividad nacional, estatal, sectorial, regional y de los perfiles de proyectos de inversión.

Antecedentes
Con el propósito de masificar el Programa de Estudios de Gran Visión, la Institución elaboró una Guía Metodológica que serviría como referencia para la elaboración expedita de estos estudios en cada entidad federativa. (Nafin, 1992c).
Es conveniente mencionar que aún cuando el objetivo total era la obtención de "perfiles de proyectos de inversión competitivos", la guía recomendaba que el análisis de competitividad se iniciara a nivel macroeconómico (país, entidad, región, sector) con objeto de identificar, derivar y sustentar con rigor técnico las oportunidades de inversión que surgirían a nivel microeconómico y que se expresan finalmente en ideas de inversión, propuestas de negocios y perfiles de proyectos de inversión competitivos.
Con estos antecedentes es que a continuación se presentan de manera resumida los indicadores que se recomendaban para expresar y medir la competitividad en cada uno de los niveles antes mencionados.

Perfil competitivo de la nación y/o entidad.
Se recomendaba que la competitividad se midiera con una serie de criterios o factores determinantes, que pudieran expresar ventajas:
a). Comparativas, cuantitativas y cualitativas.
b). Competitivas, cuantitativas y cualitativas.
De manera enunciativa pero no limitativa puede decirse que las ventajas comparativas se podían obtener a partir del análisis comparativo con otras entidades federativas (países), respecto a la disponibilidad de:
i) Recursos naturales
ii) Mano de obra, educación, salud
iii) Organización o mecanismos actuales empresariales
iv) Infraestructura básica, productivas y social
v) Composición del PIB de la entidad con predominio de algún sector económico, así como su "internacionalización".
vi) Dinamismo del PIB y de los factores de la producción.
vii) Política económica del gobierno.
viii) Ciencia y tecnología; administración, finanzas sanas, etc.
Las ventajas competitivas correspondían a las variables que integraban el entorno macroeconómico favorable establecido, principalmente por: 1) el gobierno federal, estatal y municipal; 2) así como por alguna alianza tecnológica, comercial o financiera de organizaciones empresariales nacionales con extranjeros; y 3) de la relación que pueda tener un gobierno con cierta (s), organización (es) empresarial (es), destacaban:
i) Incentivos fiscales para tecnología, inversión prioritaria, comercial y de organización.
ii) Incentivos crediticios para tecnología, inversión prioritaria, comercial y de organización.
iii) Políticas y mecanismos de globalización tecnológica, financiera, comercial, etc.
iv) Zonas prioritarias y estratégicas para determinada actividad económica y social.
v) Programas de desarrollo empresarial.
vi) Programas de calificaciones de la mano de obra.
vii) Demanda identificada internacionalmente para ciertas actividades económicas de  interés para ciertos países, que brindan facilidades para su introducción en condiciones preferenciales.
viii) Tipo de cambio.

Competitividad sectorial: indicadores que se recomendaban:
a). Para ventajas comparativas, cuantitativas y cualitativas:
i) Tasa de crecimiento de los sectores identificados con presencia significativa en el PIB.
ii) Su cuota o participación en el mercado: local, regional, nacional y/o internacional.
iii) Productividad del sector en los niveles anteriores para identificar su valor agregado en el corto plazo.
iv) Producción bruta total.
v) Mano de obra disponible.
vi) Inversión en activos fijos.
vii) Organización empresarial.
viii) Programas de promoción.
ix) Importaciones y exportaciones, con su dinamismo
b). Para ventajas competitivas
i) Tasas de interés preferencial.
ii) Estímulos para el desarrollo tecnológico.
iii) Política de actividades prioritarias y estratégicas para el crecimiento y la exportación.
iv) Alianzas estratégicas de empresarios nacionales y extranjeros en determinados sectores como la industria automotriz y las maquiladoras, autopartes, etc.

Competitividad regional: indicadores que se recomendaban:
a). Para ventajas comparativas.
i) Cuota o participación de cierta región en la producción y distribución de ciertas actividades correspondientes a los sectores económicos y sociales con presencia en la economía del Estado.
ii) Dinamismo correspondiente al punto anterior.
iii) Disponibilidad y dinamismo de mano de obra, capital, materias primas, organización e infraestructura en dichas regiones.
iv) Distribución espacial estratégica de los factores de la producción en las regiones significativas.
b). Para ventajas competitivas.
i) Políticas, mecanismos e instrumentos fiscales, crediticio s, tecnológicos y de asistencia técnica para el desarrollo de regiones, Delegaciones del Distrito Federal,etc.
ii) Identificación de inversionistas extranjeros de regiones de interés para sus mercados.

Competitividad del perfil de proyecto de inversión.
Con objeto de evaluar las posibilidades de éxito de un producto y/o servicio en una economía abierta, se proponía utilizar un conjunto de criterios de orden cualitativo y cuantitativo: estáticos, dinámicos, de productividad y eficiencia, etc., que permitieran aproximar en mayor forma el concepto de competitividad al nivel específico deseado.
Ello significa que con base en el conocimiento de la economía de la entidad y de su potencial de crecimiento estratégico, expresado sectorial y regional mente, ahora se debería de aplicar la metodología que el proceso de investigación recomendara para determinar objetivamente su competitividad. Para ello se sugería medir el dinamismo del mercado, la participación del producto y/o servicio en el mismo, posicionamiento en términos de calidad, precio, tecnología, diseño, marca, disponibilidad de materia prima y de mano de obra, calificada y no calificada; rentabilidad y productividad, etc.