LA EQUIDAD DE GÉNERO EN EL DESORDEN DE LA VIOLENCIA

LA EQUIDAD DE GÉNERO EN EL DESORDEN DE LA VIOLENCIA

Coordinadoras(es): Lourdes Pacheco Ladrón de Guevara (CV), Laura Isabel Cayeros López (CV), Fabiola González Román (CV), Arturo Murillo Beltrán (CV), María del Refugio Navarro Hernández (CV), Elena Susana Pont Suárez (CV), Dalinda Sandoval Acosta (CV)
Universidad Autónoma de Nayarit

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IMAGINARIOS DEL PODER EN ALGUNOS SUJETOS FEMENINOS EN EL MÉXICO DE LA GUERRA CONTRA EL NARCO

Luz María Rubio Rivas1
Universidad Autónoma de Nayarit

Introducción
Estamos acostumbradas a escuchar que los grandes tratos, ya sea de negocios o de otra índole, se realizan entre hombres. Esto es una realidad que hasta hoy prevalece. También es cierto que muchas mujeres han logrado posicionarse en lugares estratégicos de poder, en cada uno de sus respectivos ámbitos. Sin embargo, la mayoría de ellas se encuentran todavía en lugares de resistencia, ahí donde el poder concede espacios desde los cuales se piensa, reflexiona, critica, se mueven y se gestan las acciones del sujeto femenino que poco a poco se ha empoderado para pronunciar un discurso desde el cual se cuestionan esas acciones o decisiones tomadas por los sujetos instalados en el poder.
Muchas de las mujeres luchan por situarse en mejores posiciones dentro de esas líneas o trayectorias que se dibujan en los constantes jaloneos entre el poder y la resistencia, sin embargo, las dinámicas del poder son tan diversas y tan sutiles que se pierden de vista o se confunden en la mayoría de los casos. Michel Foucault, al discurrir sobre las representaciones invertidas del poder, indica que las personas sólo perciben el poder a través de sus efectos y sobre todo en sus formas más represivas. De tal forma, el sujeto femenino actual, termina imitando las clásicas conductas del machismo en su talente más violento o agresivo e imagina que con dicha postura se obtiene una mejor posición en las grandes escalas de poder.
En el México actual, en el que coexisten más de 50 millones de pobres, donde casi la mitad de la población total del país (46%) despierta no sólo con hambre todos los días sino con la incertidumbre que le provoca observar un territorio abatido por la extrema violencia que se vive diariamente; un país, en donde nadie se pone de acuerdo sobre las cifras que está arrojando la lucha emprendida (por el ya casi ex presidente Felipe Calderón) contra las asociaciones delictivas, es decir, contra los grupos que manejan la producción y distribución ilegal de drogas, contrabando de armas, piratería, explotación sexual, tráfico de personas, extorciones, secuestros, control en las prisiones, entre otros delitos; justamente ahí, las mujeres han sido un sujeto activo, han jugado distintos papeles, desde los más institucionales y visibles, hasta los más contra hegemónicos e imperceptibles. Dentro de esa gama de matices sitúo mi mirada, sobre aquellas mujeres jóvenes que fueron asesinadas, torturadas, violadas, desaparecidas por sus vínculos reales o imaginarios con grupos del crimen organizado.
Desde luego el problema de la violencia tiene tantas aristas como sensibilidades que la miran, la viven, la critican o la sufren, en ese sentido se dificulta la tarea de elegir un punto por dónde empezar, sin embargo sé muy bien qué me mueve y precisamente porque me duele es que intento poner un orden en mi cabeza, clarificar los supuestos de los que parto, distinguir y organizar los elementos del caos para entender un poco la realidad en la que vivo. Voy a intentar discurrir sobre esos imaginarios que se crean acerca del poder a partir de un caso concreto

El caso concreto de la gorda
La gorda fue la hija de una madre soltera, secretaria de una oficina pública, alegre, amorosa, luchadora y por supuesto pobre, una de esas típicas mujeres de nuestro país. Pero un día la gorda amaneció más sola que antes, un día cualquiera quedó huérfana y a los 6 años resultó en manos de su abuela, una mujer buena de 65 años que la cuidó lo mejor que pudo, 14 hijos y 50 nietos respaldaban su experiencia.
La gorda no terminó la educación secundaria, eso no es nada raro, ya que en México pocas personas tienen opciones de desarrollo personal o profesional (la mayoría de los jóvenes apenas culmina la educación básica, otro tanto resiste hasta el bachillerato y sólo unos cuantos logran ingresar a las instituciones de educación superior). Hace muy pocos años sonaba en diversos noticieros el caso de los ninis2 , algunas personas – madres y padres de familia, profesores, jóvenes- comentaban preocupados y molestos las cifras mencionadas, pero también comenzaban a adivinar fácilmente las posibles consecuencias, entre ellas el creciente número de personas que crean diversos vínculos con personas o grupos del crimen organizado.
Nayarit no ha sido la excepción dentro de este escenario de pobreza, desempleo, delincuencia y deserción escolar. La violencia creada en los últimos años, creció alarmantemente. A partir de las declaraciones de las autoridades encargadas de la seguridad del Estado, así como de los pronunciamientos de los medios de comunicación y de la población en general, se sabe que este clima de violencia es generado por los diversos grupos criminales que se disputan el control sobre este territorio. Observamos pues, cómo dentro de este contexto se generan historias de vida como las de la gorda u otras con algunas variaciones, pero que en el fondo todas forman parte de la red que se teje con los hilos de la violencia, la corrupción, el desamparo, la pobreza, el olvido, los odios y las ansias de salir de un estado de depresión.
En el caso que hoy cito, la gorda era llamada así por sus amigas y amigos a pesar de los regaños de la abuela, quien señalaba cada vez que podía que la gorda se llamaba Paulina, pero incluso algunas veces hasta su novio y la mismita doña Chela le decían gorda. Popular en el barrio por ser alegre y muy cabrona, la gorda creció hasta convertirse en una mujer adulta. Sin educación escolarizada buscó todo tipo de trabajos, limpiaba casas, vendía dulces y tacos, fue empleada de mostrador, niñera, peluquera, hasta secretaria de alguna oficina x. Le gustaba salir, bailar, fumar y hasta tomar. Muy pronto fue la mejor acompañante a todas las fiestas y cualquier evento al que la invitaran. A su abuela solo le quedaba escuchar con resignación un simple adiós en lugar de la antigua petición del permiso y la bendición; sin embargo sus amigos ya no le parecían tan conocidos, quizá era gente de otro barrio. Un día apareció con un radio, otro día montada en el carro ultimo modelo de una amiga, cada día se quejaba más de la falta dinero y de la poca ropa que tenía. Para muchos era evidente que la gorda andaba en malos pasos, pero a doña Chela no le parecía nada malo que su nieta saliera a divertirse, además tenía la seguridad de que la muchacha no portaba dinero mal habido pues ya le debía dinero a todos los primos y vecinos, al tendero de la esquina y hasta dos o tres cobradores de tiendas de ropa que la acechaban entre semana.
Efectivamente los y las amigas de la gorda eran narcos y esta situación es muy frecuente en un país como México, donde el problema de producción, tráfico, venta y consumo ilegal de drogas forman parte del escenario de la vida cotidiana. Así muchos jóvenes entre los 15 y los 30 años, crean nexos, estrechos o laxos, con algunos miembros de grupos u organizaciones delictivas, y muy pronto se ven envueltos en situaciones de riesgo que desafortunadamente terminan convirtiéndose, en desgracias para sus familiares o en motivo de preocupación y reflexión para aquellos y aquellas que estamos pensado en el fenómeno de la violencia que se vive actualmente en nuestro país. Las preguntas surgen desmesuradamente entre unos y otros. ¿Qué relación tenía mi hija con ese narco?, ¿Por qué terminó así? ¿Cuáles son las razones que llevan a las muchachas a conectarse con esos grupos? ¿Qué tipo de imaginarios respecto al poder se crean en estas jóvenes mujeres? ¿Qué papel juegan en esta lucha de poderes? Sobre estas y otras preguntas transitará mi ponencia.

Las jóvenes y su acercamiento al narco
Lo primero que pienso cuando me pregunto ¿qué propicia el impulso de los jóvenes para acercarse a los grupos delictivos que controlan el tráfico ilegal de drogas? Es la atracción por el poder, de esta forma para abordar este apartado tendríamos que tener en cuenta el concepto de poder, como un elemento teórico fundamental e inherente al fenómeno del narco. ¿Qué se entiende por poder? Foucault señala que “es la multiplicidad de las relaciones de fuerza inmanentes y propias del dominio en que se ejercen y que son constitutivas de su organización” (Foucault, 2007: 112). -Para este caso, el dominio es el fenómeno social del narcotráfico-. Esto se traduce en que debemos entender el poder más allá de un sistema general de dominación ejercida por un elemento o por un grupo sobre otro, ya que esta forma del poder es la más visible puesto que atraviesa todo el cuerpo social entero a través de la forma más violenta y represiva.
En ese sentido, las formas violentas de poder son tan obvias porque son dolorosas, nos flagelan tan agresivamente que el dolor del impacto es excesivo y por la tanto la herida tarda en cicatrizar y desde luego el recuerdo perdura por más tiempo, tengamos en cuenta también que los cambios que se genera a partir de esto son vertiginosos y muchas veces ininteligibles en un primer estadio. Foucault también decía que contra las formas más obvias y represivas del poder se generan más fácil y rápidamente una resistencias que pudieran en algún momento revertir la situación y cambiar las trayectorias y los puntos donde se instala el poder. De esta manera la segunda pregunta que podemos hacer es ¿cómo se vuelve perdurable la situación de poder? ¿Qué elementos, estrategias o dispositivos lo mantienen? Las relaciones de poder encuentran apoyo las unas en las otras, de tal forma que crean cadenas o sistemas que las tornan efectivas y duraderas. En este caso, el poder del narco no se mantiene únicamente a través de los hechos violentos que produce (asesinatos, torturas, tiroteos entre grupos, secuestros, desplazamientos forzados, etc.) sino mediante una serie de relaciones que generan una gran madeja donde se vuelve imposible encontrar las puntas de todos los hilos que ahí se enredan. Relaciones y tratos entre los diversos grupos ilegales –desde los de la delincuencia común hasta los del crimen organizado-, entre individuos o instituciones pertenecientes al Estado – cuerpos de seguridad policial, militar y funcionarios públicos corrompidos- instituciones, grupos e individuos del sector privado –negocios, empresas, bancos, asociaciones civiles, religiosas- finalmente las relaciones que se entablan con la sociedad mimas. En este último punto deberíamos recordar que la efectividad del poder también se da por la serie de estrategias que se cristalizan en la sociedad de diversas maneras, como la creación de los imaginarios sociales que se crean entorno al poder del narco.

 Así como la violencia actúa como un elemento básico en el funcionamiento del poder, también lo son los discursos sobre el orden y la verdad que legitiman el uso de la fuerza pública. Pero otro elemento, que considero básico en la configuración, ejercicio, funcionamiento y perdurabilidad del poder del narco es el imaginario social, que genera una serie de prácticas sociales, discusivas, extra discursivas, mapas culturales de sentido como los llama Stuart Hall, soportes mitológicos según Roland Barthes, estéticas mediáticas que hablan a las pasiones, en fin todo esto que forma parte de lo que la antropología llama cultura en su vertiente más simbólica.

Así, en el fondo común de la cultura -entendida como un proceso de construcción simbólica, determinado por una multiplicidad de factores sociales, económicos y creativos, que existe como un sistema de signos construidos- operan los imaginarios, interpretando no sólo a la razón, sino también a las emociones y sentimientos, con efectos sociales tan amplios como la creación y reconocimiento de representaciones sociales de diversos fenómenos y actores sociales. En los imaginarios se acepta algo como real ya que estos son construidos socialmente, es decir, mediante consenso, que nos ayudan a explicar e intervenir en nuestra realidad.

Por otro lado los imaginarios como conjunto de significaciones sociales permiten y hacen presente algo que no es, en tanto futuro deseable, en ese sentido los imaginarios que se generan en torno al narco producen en jóvenes el deseo de llegar a esa posición, ya que ésta se revela ante ellos como una posición de poder en el más amplio sentido de la palabra. Así, las prácticas y discursos generados en torno al fenómeno del narco, como las historias contadas voz a voz, las narrativas mediáticas, los bienes y productos producidos por las grandes industrias culturales, el desempleo, la pobreza, la falta de educación escolarizada y no escolarizada, la seducción por la obtención del dinero rápida y fácilmente, el gran problema de salud pública que representa el creciente número de consumidores de drogas, la terrible desigualdad en la distribución de la riqueza económica y el capital cultural, contribuyen a enriquecer los motivos por los cuales un individuo se ve obligado o seducido a entablar relaciones con los grupos que controlan el narcotráfico en nuestro país. Los imaginarios sociales -ya sean como una ficción absoluta, una historia imaginada en alguna de sus partes o un desplazamiento de sentido, en el que los símbolos históricamente disponibles están investidos de significaciones diferentes de sus significaciones comunes, pues como lo señala Laclau, los signos no tienen un sentido establecido inmutablemente, sino que nos encontramos ante signos que puede ser llenados de múltiples significaciones a través de diversas prácticas- contribuyen también al fortalecimiento de la hegemonía del poder del narco.
En este entramado cultural que intentamos bosquejar, y en el que seguramente se nos quedaran por fuera algunos elementos, se vuelve imprescindible reflexionar sobre las culturas mediáticas, puesto que nos encontramos en un momento histórico donde la tecnología y los medios de comunicación e información forman parte fundamental en las dinámicas sociales. Vivimos en una época en la cual el gusto predominante tiene marcas de exceso, pensamiento leve, celebridades mediáticas y actitudes facilistas de felicidad; culturas mediáticas que expresan sobretodo un deseo y una urgencia social. Gergen Kenneth plantea que en este mundo capitalista, globalizado y neoliberal, no solamente ha cambiado nuestra forma de percibir la realidad sino que además ha cambiado, de forma radical la forma de pensarnos a nosotros mismo y sobre todo la forma en que nos mostrarnos a los demás. Giovanni Sartori denomina al sujeto actual homo videns, otros sencillamente hijos de la tele, lo cierto es que muchos académicos e intelectuales están observando cómo esta cultura mediática nos propone vivir la vida como una película, donde cada sujeto es el actor principal y para lograr este modo de vida se debe vivir intensamente emocionado y pensando que el disfrute es el fin de todas las acciones vitales. Bajo estas nuevas lógicas de la vida se mueven la mayoría de los jóvenes hoy, es decir fuertemente influenciados por esta cultura mediática, que precisamente debe su nombre al hecho de fungir como mediadora o productora de consensos sociales y por ende promotora de los imaginarios que se originan en torno a la figura del narco, como sujeto rico, alegre, exitoso, valiente, temido, respetado, excéntrico, complaciente, leal, generoso pero sobre todo redimido de las humillaciones causadas por la sociedad clasista y las desigualdades sociales. La canción El centenario nos sirve para ilustrar lo anterior, la letra dice, “Si eres pobre te humilla la gente, si eres rico te tratan muy bien, un amigo se metió a la mafia, porque pobre ya no quiso ser, más adelante dice: ahora todos lo ven diferente, se acabaron sus desprecios, no más porque trae carro de año, ya lo ven con el signo de peso.

Los imaginarios del poder en el sujeto femenino

Pero volvamos al ejemplo de Paulina, al caso concreto que planteamos. Ella forma parte de una cultura concreta –mexicana y mestiza- es miembro de una sociedad donde las personas aprehenden la división de los conceptos y de los roles de género, es decir, de lo femenino y lo masculino, mediante las prácticas cotidianas que sin duda se encuentran revestidas simbólicamente y por lo tanto estructuran la percepción y organización concreta y simbólica de toda la vida social. En México como en otras tantas sociedades prevalece la lógica occidental, los mestizos heredamos la cosmovisión  androcentrista, y se encuentra de una manera tan arraigada, que el orden social en general se encarna en la relación de poder dominante/dominado normalizado en lo masculino/femenino. De esta manera la dominación masculina se ve reforzada por las estructuras simbólicas, las instituciones sociales como escuela, iglesia, familia mediante la implementación de diversas estrategias de poder como las pautas en la crianza y la trasmisión y aseguramiento de ciertos valores y normas tendientes a la normalización de la dominación masculina. Por otro lado Gramci, señalaba en sus disertaciones sobre la hegemonía, que la dominación es ejercida siempre con cierto consentimiento de la parte dominada, esto nos lleva a pensar en lo sugerido por Adrienne Rich cuando expone que la dominación es también consumada por algunas mujeres, ya que en ellas existe una identificación masculina, que internaliza los valores de la colonización y participan activamente en ello; esto quiere decir, que las mujeres colocan por encima de ellas a los hombres en términos de credibilidad y de estatus y estas prácticas demuestran según Judith Butler que la acción colonizadora no es masculina de modo primordial o irreductible.

En mi experiencia como profesora tanto de nivel medio superior como superior, he encontrado a muchas jóvenes como Paulina, en las cuales su subjetividad se encuentra atravesada por las siguientes situaciones: primero tenemos la lógica de consumo, donde ya no es suficiente ser bonita en los términos de la estética mediática, delgada, blanca, rubia y pelo liso, sino que además este cuerpo debe ser vestido y maquillado con las mejores marcas, y equipado con la más avanzada tecnología de transporte y comunicación. Hoy en día existe en México otra estética que guía la moda de estas jóvenes, a este estilo se le denomina buchón y es fácilmente distinguido y apropiado por hombre y mujeres para quienes la pobreza se vuelve más tangible y desesperante en tanto no se puede obtener el recurso para acceder a este estilo de vida.

En segundo lugar tenemos la fascinación de la lógica mediática, que invita a vivir una vida basada especialmente en el entretenimiento y las alegrías superficiales y efímeras, una vida de película o en el peor de los casos de telenovela, pero ya no de estas novelas melodramáticas mexicanas, donde la pobre Verónica Castro lloraba por un amor imposible, ahora tenemos a las muñecas de la mafia, sin tetas no hay paraíso, el capo, el cartel de los sapos, entre otros. Los mismo sucede con la música, las mujeres aparecen en los narcocorridos como la compañía perfecta, la que hace más placentera la vida de fiesta y exceso del narco, es decir, como un objeto sexual o de adorno que se puede obtener fácilmente por un poco de dinero y de lujos. Desde Camelia la texana, de los tigres del norte, hasta la reina del sur, el sujeto femenino aparece en un papel más o menos subordinado pero siempre bajo esta dinámica de organización masculina en la que la mujer puede acceder al poder en tanto actúe lo más parecido posible a esta lógica masculina. Así, a través de estos mecanismos, la vida del narco comienza a adquirir ciertos sentidos y las jóvenes mexicanas aprenden diversos estereotipos y roles sociales que poco a poco van permeando en su pensamiento y en su conducta. Por poner un ejemplo mencionaré los estereotipos de la belleza y los roles de dominación de género.
En tercer lugar podríamos mencionar los procesos de identidad, que son inmanentes a todo sujeto social. En este caso las chicas construyen su identidad bajo un sistema de símbolos y valores de la cultura del narco. Sentirse parte de un grupo que las acepte, las reconozca, respalde y las adule lleva a las adolescentes a formar parte de esos grupos de mujeres que acompaña al narco.

Para Paulina y para muchas jóvenes mexicanas, se vuelve imperioso ser amiga o novia del narco, ya que esta figura les brindará la oportunidad de sentirse protegidas y poderosas aunque esto las coloque en situaciones de alto riesgo. Una noche después de distinguir una balacera desde mi cama escuché por casi treinta minutos los aterradores gritos de una mujer que pedía una ambulancia para salvar la vida de su novio mientras yo pensaba en la suerte que tenía de no haber perdido la suya. Otro día escuché a una adolescente de la prepa presumir a su amiga la fiesta a la que había asistido la tarde anterior donde la música, el buen trago y los automóviles de lujo imperaban mientras la amiga le pedía con cara de envidia que la invitara. Definitivamente las adolescentes mexicanas se colocan en la orilla del abismo sin darse cuenta del peligro.

Conclusiones
Para la época de mayor violencia en nuestro estado la gorda se veía afligida, la solidaridad y cariño para sus amigos la mantenía preocupada y triste mientras contaba cada uno de los muertos conocidos. Se estaba quedando sin amigos y las amigas empezaban a mudarse de barrio o de ciudad. Ella nunca intento marcharse, seguía con las mimas actividades mientras la abuela y los parientes intentaban convencerla que cambiara de amistades.
Un día la secuestraron, el vecino que intentó impedirlo fue asesinado a pleno medio día en la esquina de la calle donde la levantaron. Doña Chela esperó una llamada que le dijera qué hacer para rescatarla, fueron días de desvelo y búsqueda constante. Finalmente la gorda fue encontrada cuatro días después en una brecha de terracería con cuatro balazos en el abdomen. Aunque no había rastros de tortura los vecinos comenzaron a especular frente a la muerte de Paulina. Abuela, tías, primos y los pocos amigos de la infancia no pudieron llorarle dignamente, el manto de una duda los cubría a todos por igual, ¿Quién era la gorda?: ¿traficante?, ¿vendedora?, ¿halcón?, ¿cómplice?, ¿madame?, ¿prostituta?, amiga, prima, madre, hija, hermana.
En México existen muchos jóvenes que a la pregunta de qué quieres ser cuando seas grande responden: narco y muchas paulinas que responden: novia de narco. En México es tiempo de preguntarnos, pero preguntarnos en serio, qué está pasando con los jóvenes, qué estamos haciendo para contribuir con este caos, qué estamos dejando de hacer para que crezca tanto. La cercanía con los jóvenes que me brinda el ser maestra y sobre todo porque me duele, me duele Paulina, yo me lo pregunto constantemente.

Bibliografía
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1 Docente de la licenciatura en Comunicación y Medios de la Universidad Autónoma de Nayarit

2 Jóvenes que en México ni estudian, ni trabajan.