LA EQUIDAD DE GÉNERO EN EL DESORDEN DE LA VIOLENCIA

LA EQUIDAD DE GÉNERO EN EL DESORDEN DE LA VIOLENCIA

Coordinadoras(es): Lourdes Pacheco Ladrón de Guevara (CV), Laura Isabel Cayeros López (CV), Fabiola González Román (CV), Arturo Murillo Beltrán (CV), María del Refugio Navarro Hernández (CV), Elena Susana Pont Suárez (CV), Dalinda Sandoval Acosta (CV)
Universidad Autónoma de Nayarit

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CONSTRUCCIÓN FEMENINA A PARTIR DEL MIEDO

Maryluz Galindo Gómez1
Universidad Autónoma de Nayarit

Resumen
Esta ponencia es la síntesis de los resultados de una investigación – creación que desarrollé entre los años 2009-2010 en torno a la construcción cultural de la mujer. La pregunta inicial es ¿Cómo nos construimos como mujeres?
Para acercarme a una posible respuesta elijo las dos fuentes que a simple vista habrían marcado mi propia construcción, por un lado la cotidianidad de las mujeres que rodean mi vida (trabajo de campo que consistió en entrevistas y observación directa con10 mujeres de diferentes edades) y por otro lado algunas propuestas teóricas y filosóficas en torno a los asuntos de género y de cómo construimos una identidad como sujetos.

El proceso de investigación arrojó un elemento que no estaba preestablecido: EL MIEDO que al tomar cada vez más relevancia, se convirtió en el visor desde el cual observo y analizo los resultados del trabajo de campo. El miedo camina entre la dimensión interna y la dimensión social del individuo, indicándonos desde adentro la forma en que se debe o se puede actuar, de acuerdo a esta investigación el miedo puede jugar el papel de motor de las más fuertes luchas que se libran desde adentro, para habitar de una manera distinta y más conveniente el mundo, o puede permanecer en una lucha interna dolorosa que no representa decisiones de cambio sobre la manera en que transcurre la vida.

PALABRAS CLAVE: Construcción social, tecnología de género, microfísica del poder y miedo.

“Como sujetos nos en-generamos a partir de una compleja red de discursos, prácticas e institucionalidades, históricamente situadas, que le otorgan sentido y valor a la definición de nosotros mismos y de nuestra realidad” (Bonder Gloria, 1998, p 27)

Es importante desarrollar esta premisa para entender el punto desde el cual estoy asumiendo mi construcción propia de ser mujer; Cuando se afirma que como sujetos nos en-generamos no supone una decisión ni consiente ni autónoma, siguiendo a Butler (1993) diría que el género no es algo que uno decide ponerse una mañana como la prenda de vestir que usaré hoy, es algo que comienza su construcción incluso mucho antes de nuestro nacimiento, pensemos cómo con la frase inaugural de “es niño” o “es niña” se vierte sobre nuestro cuerpo una cantidad de cargas históricas, sociales y culturales que marcan un camino por el cual se nos conduce . Sin embargo me adhiero al término de “en-generar” porque no es un asunto estático, es decir, que con ese camino que se nos trazó en el nacimiento o antes de él no se cerró la posibilidad de cambios; con los años vendrán para la niña, la adolescente, o la mujer adulta nuevas vivencias, nuevos análisis y nuevos contextos con los que se construye, deconstruye y reconstruye nuestra acción como seres vinculados a un género que es igualmente cambiante y modificable.

En el mismo sentido Teresa de Laurentis propone que

"La construcción de género prosigue hoy a través de varias tecnologías de género y de discursos institucionales con poder para controlar el campo de significación social y entonces producir, promover e 'implantar' representaciones de género" (Laurentis Teresa, 1987, p 204)

¿Cuáles son entonces esas tecnologías? Podríamos mencionar la familia, la escuela, los medios de comunicación, la iglesia, entre otras muchas instituciones; pensemos entonces cómo cada uno de estos lugares está determinado por, y genera a su vez una serie de discursos que normalizan nuestro rol y nuestro comportamiento para actuar con respecto a ellos. Pero ¿Cómo todos esos dispositivos logran actuar con tanta eficacia en los cuerpos de los sujetos? Foucault ubicará este éxito en la microfísica del poder, que es donde operan las tecnologías disciplinarias y de producción de sujetos, así como las tecnologías del yo que buscan una producción autónoma de la subjetividad. Estas funcionan en la medida que se interioriza la norma, se induce al individuo a tomar conciencia de su propio proceder, ya no es por medio del castigo que se normaliza a los sujetos, sino por medio de un control interno que no es ni unívoco ni completo por lo tanto es más difícil de atacar que el poder de las sociedades disciplinarias, este poder es fragmentado, ubicuo, polisémico e invade todas las relaciones sociales. La diseminación del poder entre los individuos tiene como resultado la automatización y la invisibilidad en el ejercicio de la autoridad, de tal manera que los individuos sabiéndose sometidos bajo los mecanismos de vigilancia, control, examen y normalización terminan por automatizar y reproducir dentro de sí las coacciones del poder.

Este control interno del que habla Foucault puede verse reflejado en emociones que determinan nuestra manera de actuar, una de las emociones fundamentales que se logró visibilizar en las entrevistas con las mujeres fue la del miedo. Desde el punto de vista sociocultural el miedo es una emoción que puede formar parte del carácter de una persona o de una organización social, las personas aprenden a temer o no a determinadas cosas de acuerdo al contexto y actúan de manera particular o colectiva impulsados por ese temor. También se entiende como un pilar fundamental del proceso socializador y como una importante arma de dominación política y control social, ya que implica y convoca connotaciones éticas y morales.

Así, el miedo funciona como una herramienta de las tecnologías de género, convirtiéndose en una de las maneras que tienen los diferentes discursos para normalizar el cuerpo, está instaurado en los mecanismos sociales de control que generan ciertas formas normativas de ser mujer, cuando nos salimos de ellas vienen los mecanismos de represión (castigo, rechazo, patologización, represión, invisibilizacion etcétera.) y por lo tanto el miedo a salirse del rol establecido.

Como resultado del trabajo con mujeres logré determinar tres formas específicas en las que el miedo actuaba sobre la construcción de la cotidianidad y de su identidad femenina en sí misma. El miedo a la violencia, a la soledad y a no cumplir con un rol determinado para la mujer.

La teta asustada

Durante siglos hemos sido catalogadas como sexo débil, necesitadas del cuidado y la representación masculina para asegurarnos un lugar en el mundo y la tranquilidad, sin embargo hoy en día esta calificación ha sido ampliamente debatida, ya nadie quiere escuchar ni usar esta etiqueta por que podría acusar o ser acusado de misógino, en el ámbito de las palabras hemos ido transformando nuestro lenguaje, trabajo que es sano y productivo, sin embargo a veces pareciera que cuando se da el cambio en el lenguaje supone un efecto mágico sobre la práctica, lo cual no es real. Ya nadie quiere hablar de un sexo débil sin embargo las condiciones que guardaba detrás esta sentencia siguen siendo una realidad en la vida cotidiana de las mujeres; maltratos físicos, psicológicos, miedo a ser vulneradas por tener menos fuerza, hacen parte de la receta en la que se cocinan día a día muchas más historias de las que imaginamos.

Las enseñanzas de la abuela les proponía un lugar posible a las hijas, era el lugar que ella conocía y les dejaba el mejor legado que suponía poder dejarles, les enseñaba a hacer las cosas, las preparaba para un futuro, para que no fueran inútiles y eso les acarreara problemas, entre los regaños y el ejemplo les mostraba cuál era el papel de la mujer y su relación con respecto al hombre, también dejaba ver el lugar que el cuerpo de las mujeres ocupaba en esta relación con el mundo, ese cuerpo era vulnerable, podría ser castigado si no se comportaba correctamente.

A pesar de que esta generación de mujeres que hoy están atravesando los cincuenta años, aprendía la mayoría de sus modelos de comportamiento de parte de la familia, existían a su alrededor otra serie de dispositivos que reiteraban lo aprendido en casa; en la iglesia de Cristo por ejemplo se predica el sometimiento de la mujer al hombre, Dios parece haber encargado expresamente a las mujeres tener la capacidad de sumisión, de entender que el hombre como cabeza del hogar tenía a su cargo las decisiones y las riendas del mismo, y que la mujer como su compañera idónea tenía que obedecer y orar para que Dios le diera la sabiduría necesaria, para llevar un hogar feliz, al parecer las mujeres o no oraban lo suficiente o no obedecían correctamente porque lo cierto es que la mayoría de casos se hacía necesario el castigo físico. Recordemos que en la tradición cristiana el dolor físico y el cuerpo vulnerado hace parte de la idea de expiación de culpas y de redención de pecados, finalmente el mismo hijo de Dios había sido crucificado por los hombres para el perdón de nuestros pecados, pero además el pecado es propio de la mujer, como nos dice el génesis, le significó la salida del paraíso, la inserción del dolor del parto y la sumisión ante el Esposo.

Los medios de comunicación también hacen su parte en la construcción de la identidad de la mujer a través del miedo, todos los días nos invaden con noticias que demuestran la vulnerabilidad de sus cuerpos y la falta de acciones efectivas en el cuidado de éste, cuando escuchamos relatos de mujeres que son golpeadas, abusadas o violadas y los responsables no tienen un castigo, cuando es evidente que esto corre de lo privado a lo público sin que signifique cambios importantes, el sentimiento de desprotección se mueve por dentro y se justifica.

La totalidad del cuerpo es un territorio vulnerable, sin embargo no dejan de existir lugares específicos que enfatizan esta característica y que parecen dejar huellas mucho más fuertes que los golpes; la sexualidad de la mujer se ha constituido en otro de los grandes territorios donde se demuestra el poder del hombre sobre su cuerpo, años atrás una mujer podía ser devuelta a sus padres por no ser virgen, o un hombre podría tener más derecho por aceptar una mujer que no tuviera esta condición.

Las marcas dejadas por el abuso en el cuerpo de las mujeres no solo tienen un carácter simbólico, sino que puede ser llevado a la práctica en estados de guerra, Regina Galindo (artista, performer) ha centrado gran parte de su trabajo en visibilizar las situaciones que afectan a la mujer. El performance y la acción sobre el cuerpo es uno de los medios privilegiados por esta artista para desarrollar sus propuestas. Regina piensa las problemáticas específicas dentro del contexto Guatemalteco, que sin duda aplica a varios de nuestros países latinoamericanos y en especial el nuestro. En la acción titulada Perra, (2005 Italia) inscribe en su pierna con un cuchillo la palabra perra haciendo alusión a los hechos repetitivos en Guatemala donde se encontraban los cuerpos torturados y marcados con palabras ofensivas y degradantes de la condición femenina.

Louis Bourgeois relaciona su obra con el temor sexual, representado por un cuerpo de mujer que adopta la forma de cuchilla Femme Coteau 1969-1970. “La mujer se convierte en una cuchilla… una niña puede ser aterrorizada por el mundo. Se siente vulnerable porque puede ser y herida por el pene, por lo tanto trata de asumir el arma del agresor.” Louis Bourgeois (Jiménez Arenas Isabel María, 2001,p 195) En estas obras, se perfila una visión del hombre como enemigo, aludiendo a la violación ¿Por qué las mujeres se convierten en cuchillos? No nacieron como tales, se las hizo así a través del miedo. En este trabajo, la mujer es una figura defensiva tanto en lo privado como en lo público el cuerpo de la mujer es un territorio de luchas, si para la mujer el temor está relacionado con la falta de poder controlar quien accede o no a su cuerpo, para los hombres resulta inversamente proporcional, es demostrar el poder sobre el cuerpo de alguien más y en los casos de violencia exacerbada como en los conflictos armados, el cuerpo de la mujer se transforma en trofeo de guerra.
Quizás más que el honor de la víctima, el blanco de la violencia sexual contra las mujeres es lo que se percibe como el honor del enemigo. La agresión sexual a menudo se considera y practica como medio para humillar al adversario. La violencia sexual contra la mujer tiene por objeto enrostrar la victoria a los hombres del otro bando, que no han sabido proteger a sus mujeres. Es un mensaje de castración y mutilación al mismo tiempo. Es una batalla entre hombres que se libra en los cuerpos de las mujeres. (Amnistía Internacional, 2004, p10)

Mediante el cine también se ha presentado y representado el tema del miedo a la violación, en la película la teta asustada (Claudia Llosa, 2009) Fausta la protagonista, sufre una enfermedad no reconocida por la medicina, pero claramente aceptada por la cultura popular, la teta asustada es una patología que consiste en transmitir el miedo y el sufrimiento de madres a hijas por medio de la leche materna, dado que estas progenitoras han sufrido violaciones durante el embarazo fruto de un época de terrorismo en el Perú. El miedo a la violación se encarna en fausta de una manera extraña, siguiendo historias que se contaban de mujeres que se protegían introduciendo un tubérculo en sus vaginas para que los atacantes no pudieran acceder a ellas, decide proteger su cuerpo aun cuando el peligro inminente de la guerra ya hubiese terminado y en cambio esto representara un riesgo para su propia salud.

Un cuerpo habitado por el miedo, la carga de representar el sexo débil en un orden social establecido, la aparente falta de herramientas con las que se cuenta para cambiar lo que se tiene interiorizado, sin embargo como indica Giddens (Citado en De Certeau, 1999, p 160) la vida cotidiana a la vez que es constrictiva (al rutinizarse crea límites e impone formas de hacer) es habilitadora, porque en ella quedan espacios de indeterminación relativa en los que se puede improvisar o insertar nuevas formas de actuación, así las mujeres han logrado en muchos casos convertir el miedo en una arma capaz de generar cambios. Los elementos de la vida cotidiana se convierten en herramientas de cambio o en métodos de escape.
“Me sentí atraída del arte porque me aislaba de las difíciles conversaciones en las que mi padre se jactaba de lo bueno y maravilloso que era… Cogí un pedazo de pan blanco, lo mezclé con saliva y moldeé una figura de mi padre. Cuando estaba hecha la figura empecé a amputarle los miembros con un cuchillo. Considero esto como mi primera solución escultórica. Fue apropiada para el momento y me ayudó. Fue una importante experiencia y determinó ciertamente mi dirección futura.” Louis Bourgeois (Bal, et al, 2000)

¡Si se porta mal, la dejamos sola!

El miedo a la soledad tiene que ver con la manera en que concebimos nuestras relaciones con el mundo y con las demás personas, las mujeres que alimentan mi trabajo experimentan el miedo a la soledad de diferentes formas dependiendo de muchos factores como la edad, el nivel de educación, la autonomía económica etcétera. De manera generalizada la concepción de la soledad es negativa, es un momento o una circunstancia poco agradable, que causa ansiedad y que puede llegar a devaluar nuestro auto concepto. A medida que voy encontrando esto en las historias me voy preguntando ¿cómo y porqué la soledad se convirtió en algo a lo que había que tenerle miedo?, ¿dónde están y cómo actúan las tecnologías que influyeron para que desde adentro se creara el fuerte fantasma de temerse a uno mismo?

Esposas, estén sujetas a sus esposos como al señor. Porque el esposo es cabeza de la esposa, como Cristo es cabeza de la iglesia. Cristo es también el salvador de la iglesia, la cual es su cuerpo: y así como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las esposas deben estar en todo sujetas a sus esposos. EFESIOS 5: 22, 24

Este estado de sujeción al hombre que nos propone la doctrina cristiana constituye uno de los principios fundantes del miedo a la soledad, está basado en un sentimiento de orfandad que se va introduciendo en el cuerpo de la mujer desde pequeña, en sentido extendido es una necesidad de estar sujetas a unos padres, una pareja, unos hijos, una familia, otro que represente lo que somos en el conjunto de relaciones.

El ideal de construcción de relaciones a partir de una pareja heterosexual que procrea, que arma un núcleo base de la sociedad, hace que otros proyectos gocen de menos prestigio sobre todo en el caso de las mujeres, podía llegar a ser preferible aguantar un mal matrimonio que quedarse sola, tiene que ver también con un miedo a asumir de manera autónoma toda la responsabilidad de la vida. La familia entonces como ideal regulatorio se sostiene a sí misma mostrando la soledad como algo negativo, como algo que devuelve a la mujer a su estado más grande de vulnerabilidad, no como el espacio en el que se propicia el encuentro con uno mismo y se potencializan las capacidades del propio ser.

“Poesía feminista” (Fragmento)
Patricia Karina Vergara Sánchez
Cuando te señalan los corrillos
que por qué eres madre sola
contestas que no estás sola
que te tienes contigo.

¡Si se porta mal la dejamos sola! Decían los padres para corregir una conducta inapropiada, de esta forma la soledad se fue convirtiendo en castigo. ¿Qué hace tan solita? Preguntaban con tono compasivo transformando la soledad en una pena. ¡No salga sola a la calle! Asumiendo la soledad como un estado de vulnerabilidad. Frases de este estilo que con seguridad hemos escuchado en muchas ocasiones se fueron interiorizando en nuestros cuerpos, haciendo de la soledad un estado indeseable.

La edad para establecerse y formar un hogar se ha ido ampliando con el paso del tiempo, en la época de mi abuela (primera mitad del siglo XX) las mujeres se casaban antes de cumplir los veinte, sin embargo ella se casó a los 29 años lo cual resultaba muy atípico. Mis tías (segunda mitad del siglo XX) se casaban entre los veinte y los veinticinco, pasada esta época empezaban las preguntas incomodas. Las mujeres más jóvenes pueden pasar los treinta sin establecer una familia dependiendo del contexto, las costumbres, la condición socio-económica y la educación. De manera generalizada condiciones económicas y de educación más bajas disminuyen el tope de edad aceptable para despedirse de la soledad asumiendo el matrimonio como una forma de hacerlo.

Los medios masivos nos invitan a no estar solos, el 100% de las novelas tienen como eje principal una relación de pareja (por cierto heterosexual) por la que se lucha, se sufre, se hacen más de 50 capítulos, todo vale la pena si el final incluye una boda, o un fueron felices para siempre; así mismo lo hacen los cuentos de hadas, las películas o las canciones populares. Las personas que temen a la soledad son un nicho de mercado estudiado y valorado, salas de encuentro en el chat, agencias matrimoniales, grandes esfuerzos para divertirse y ocupar su tiempo, todo encaminado a evitar la aterrorizante soledad que nos lleva a pensarnos a nosotros mismos

Con seguridad todos los seres humanos pueden compartir el miedo a la soledad, no pretendo decir que es una característica exclusiva de las mujeres, sin embargo tiene una connotación especial para nosotras, el evitar pensarse a sí mismo puede resultar mucho más complejo en el caso de un género que ha estado relegado por mucho tiempo a la actividad de la auto-representación, de la capacidad de nombrar y significar el mundo, que ha estado por fuera de las ciencias, artes, humanidades y tecnologías privilegiadas hegemónicamente, la mujer entonces con un compromiso pendiente por tomar cada vez más la riendas de su propia historia o de la manera de contarla, debe luchar contra una percepción negativa y potencializar “la soledad como el imperio de la conciencia”
El miedo de las mujeres, se simboliza con un cuerpo inhibido por agujas, palos y cuchillos, les impide percibirse a sí mismas y eternamente tratan de alcanzar ese momento en el que se convertirán por fin en mujeres. Su ansiedad se produce por la duda sobre si llegarán a conseguirlo. (Jiménez p.204) Bourgeois (Cell arch of histeria 1992-1993)

De la misma manera que con el miedo a la violencia las mujeres reaccionan, tanto al miedo a la soledad, como a esta misma, construyen una cotidianidad a partir de esto, enfrentándolo día a día para conseguir vencerlo, quedándose en situaciones desagradables por no enfrentarlo o buscando caminos alternativos para sobrellevarlo.

… Uno de mujer tiene que ser muy verraca!

Una manera de controlar los cuerpos de los hombres y las mujeres ha sido asignándole roles específicos, características y responsabilidades acordes a cada género. Límites entre uno y otro, que para ser borrados precisan de un esfuerzo enorme no solo de luchas públicas, sino de luchas internas precisamente porque ese rol está inscrito en nuestros propios cuerpos; por ejemplo las mujeres han tenido históricamente la labor de criar a los hijos, de hacerse cargo de la alimentación de los suyos, de dar un orden y de decorar el hogar. Después de siglos del mismo esquema y de tantas teorizaciones y acciones que lo revalúan, se podría pensar que no es una imposición actual, que las mujeres que lo hacen están movidas por una decisión autónoma; lo cierto es que en las historias que pude recoger y en mi propia historia existe una brecha trazada entre los roles tradicionales y las posibilidades de estudio, trabajo, vida pública o cualquier otra opción, es en esta brecha donde subsisten el miedo y la culpa , es esto lo que las mujeres luchan por subsanar día a día. El miedo y el dolor que habita en esa brecha tiene que ver con una idea de cumplir satisfactoriamente los roles designados, ser una buena esposa cuidando su relación de pareja, atendiendo a todos, brindando felicidad. Ser una buena madre protegiendo a sus hijos, educándolos de la mejor manera, procurándoles un estado de bienestar, tener un hogar agradable, una casa bien cuidada.

No podríamos desconocer los cambios que se han dado con respecto a la educación, el trabajo y la vida pública de las mujeres, un acceso mucho más generalizado, una apertura despaciosa pero posible ha hecho que las mujeres tengan un espectro mucho más amplio de alternativas de vida, pero ni este cambio ni sus consecuencias han sido fáciles, al acceder a más actividades han tenido que cargar en una gran cantidad de casos con las actividades tradicionales, asumiendo dobles y triples roles.

Esfuerzo, disciplina, tenacidad, verraquera, integridad son solo algunas de las exigencias que se le hacen a la mujer cuando entra a habitar espacios en los que había sido vetada, pero además se espera de ella que conserve la dulzura, la capacidad de servicio, los valores morales que se le adjudican a la esencia femenina. Las mujeres inventan estrategias, modifican la cotidianidad, hacen tratos, tranzan entre su capacidad física y sus sueños, si quieren algo tienen que ganárselo con el sudor de su frente literalmente. Sobrevivir a la culpa y enfrentar el miedo que está inscrito en nuestro cuerpo de mujer es la tarea que se hace todos los días en la mañana cuando se planea cómo ser suficiente para todo y para todos.

Conclusiones

La primera vez que me pregunté a mi misma ¿a qué le tenía miedo? Ya había avanzado una buena parte de la investigación y apenas me encontraba con esta categoría que me asombraba y me conmovía; sin embargo, mi respuesta sino inmediata, muy rápida, indicaba que no le tenía miedo a nada, supuse que ser dueña de mis actos y decisiones me hacían una mujer segura, alejada de los miedos que simultáneamente me iban narrando mis congéneres. Esta pregunta actúa como un martilleo obsesivo, de pronto empiezas a verte atacada por un cuestionamiento que da vueltas y vueltas en tu cabeza. Noté que no sólo me sucedía a mí, sino que muchas de las mujeres a las que se lo planteaba de manera desprevenida, me respondían posteriormente durante cualquier conversación o en cualquier reencuentro, -¿sabes? Estuve pensando en lo que me preguntaste y descubrí que le tengo miedo a (…) – pero no solo habían identificado algo nuevo sino que además se preguntaban por las causas.

Apenas unos días después de planteada esta pregunta, mi pretensiosa respuesta empezaba a perder claridad, y al mismo tiempo que notaba coincidencias entre los relatos de mis colaboradoras y amigas, iba descubriendo que en mayor o en menor medida había compartido o compartía con ellas varios temores. Solo en ese momento empezaba a ver la verdadera riqueza de este proceso en el que me involucraba como objeto y sujeto; una pregunta como pretexto detonaba las más profundas reflexiones -tanto en ellas como en mí-, y nos permitía como amigas abrir espacios que posiblemente sin esta inquietud y reflexión común no hubieran surgido.

Considero que para la mujer es importante identificar las causas y el trasfondo de su condición de vida individual y colectiva; de las características desde y para las cuales actúa, no para quedarse en un nivel crítico, reactivo o destructivo sino para crear a partir de allí nuevas configuraciones de una “identidad femenina”; sin embargo, con la investigación y el trabajo de campo pude observar que estas nuevas configuraciones no son sólo un proyecto pendiente, o una tarea por hacer, sino que en realidad la mujer desde sus actos cotidianos, está creando nuevos ordenes simbólicos todos los días. El trabajo que en realidad cobra importancia es el de visibilizar esos cambios imperceptibles y potencializarlos en las mismas mujeres.

En las charlas íbamos encontrando que, sin ser conscientes de ello, cada mujer había desarrollado pequeñas fugas al sistema de dominación que apenas estábamos identificando. Esas pequeñas fugas se convertían en la semilla que debe hacerse germinar para que en cada una de nosotras se produzcan cambios reales y tangibles. Así, el proceso me permitió ver una posibilidad práctica, que además de constituirse en mí trabajo de grado, se convertía en un “pensar y hacer” con las mujeres que me rodean.

En resumen, dos elementos importantes convergen en este proceso, primero, el reconocimiento de las ideologías y tecnologías que legitiman acciones de dominación sobre las mujeres, esta tarea es muy compleja, porque como nos dimos cuenta los valores y actitudes que viabilizan esta dominación están internalizados en la mujer desde que es niña, y nosotras mismas participamos de la opresión por medio de un complejo tejido de sanciones morales, religiosas; tabúes sociales y culturales; ocultamientos, condicionamientos, retraimientos y supersticiones; limitaciones de la movilidad física, discriminación de alimentos y otros recursos familiares; además del control sobre su sexualidad. Sin embargo, cuando la mujer asume un papel reflexivo en torno a todo lo que he mencionado, como sucedió efectivamente con algunas de las que participamos en este trabajo, va librando batallas internas que le permiten nuevas posiciones en la relación con su entorno.

El segundo elemento es el reconocimiento y empoderamiento de esas capacidades de cambio que guardamos las mujeres en nuestro actuar cotidiano, el que permite que transformemos los miedos en herramientas para construir nuevas formas y significados de vida, y uno de los motores capaz de alternativas profundas en la cultura y el orden social.

Bibliografía

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• Laurentis Teresa, (1987) La tecnología de género, en Pensar (en) género. Teoría y práctica para las nuevas cartografías del cuerpo.Editoras Benavides Carmén Millan, Estrada Angela María, Ed. Pontificia Universidad Javeriana. 2004
• Bonder Gloria. (1998) Género y Subjetividad: Avatares de una relación no evidente PIEG. Edición de la Universidad de Chile
• De Certeau Michael (1999), La Invención De Lo Cotidiano, 2 Habitar, Cocinar , Edición en español instituto tecnológico y de estudios superiores de occidente, Universidad iberoamericana A.C México.
• Butler Judith, (1993), Cuerpos que importan, sobre los límites materiales y discursivos del “sexo”. Edición en español Paidos, Buenos Aires.2002
Catálogo
Bal, Mieke; Bloomer, Jennifer; Colomina, Beatriz; Cooke, Lynne; Gorovoy, Jerry y Tilkin, Danielle; Helfenstein, Josef; Terrisse, Christiene, (2000) Louise Bourgeois. Memoria y Arquitectura. Museo Nacional de Arte reina Sofía, Madrid.
Películas
Claudia Llosa (Directora/escritora) (2009) Perú

1 Docente Artista Plástica y Visual de la Universidad Autónoma de Nayarit, correo electrónico: maryluzg1@yahoo.es