LOS COMPONENTES ÉTICO-POLÍTICOS EN LA IDEOLOGÍA DE LA REVOLUCIÓN CUBANA: FORTALEZAS Y DEBILIDADES (SEGUNDA PARTE)

LOS COMPONENTES ÉTICO-POLÍTICOS EN LA IDEOLOGÍA DE LA REVOLUCIÓN CUBANA: FORTALEZAS Y DEBILIDADES (SEGUNDA PARTE)

Raúl Quintana Suárez (CV)
Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona

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1,2,3.- Máximo Gómez

Escasas personalidades simbolizan, en nuestra historia patria, el gesto  sublime de solidaridad latinoamericanista, no obstante la presencia de  tantos  ejemplos hermosos, como el Generalísimo Máximo Gómez. De modesto origen campesino, de carácter más bien austero, recia personalidad y valores morales bien acendrados, favorecieron el desarrollo de su natural inteligencia, e innata capacidad para el liderazgo y el mando militar, dones que suplieron con creces la carencia de  estudios universitarios y títulos académicos.
No obstante que en el bregar continuo del Apóstol en la organización de la guerra necesaria, surgiesen excusables diferencias entre éste y el veterano mambí, respecto a sus concepciones del como hacer la guerra, siempre prevaleció  un mutuo respeto y consideración, que  allanó el camino a la pronta reconciliación ante la generosa prevalencia de su común objetivo de ver a Cuba libre y soberana.
Las amargas experiencias de Gómez, en la primera contienda,  que condujeron al humillante Pacto del Zanjón, seguramente lacerante para el  Generalísimo, dado por el celo civilista de los integrantes de la Cámara de Representantes, instaurada por la Constitución de Guáimaro; los absurdos, pero excusables para la época, regionalismos, y particularmente las vanidades y ambiciones personales de algunos personajes, estaban aún muy recientes.
Martí, que se forja un indiscutible liderazgo entre los Pinos Nuevos, que surgen a la palestra pública sin el glorioso historial militar de los épicos jefes de la gesta del 68, es portador de  sus personales concepciones al respecto,  lo que no mengua, sino acrecienta su acendrado respeto, casi veneración, por los heroicos caudillos, que como el ilustre dominicano, eran leyenda de los relatos escuchados de sus mayores, cuando sufría por la patria esclava, en el presidio y temprano destierro. 
Posterior a uno de sus frecuentes y a veces conflictivos encuentros, en su bregar organizativo, Martí le escribe a Gómez, en carta fechada en New York, en 1884, a quien reconoce como distinguido general y amigo como…“… salí en la mañana del sábado de la casa de Vd. con una impresión tan penosa, que he querido  reposar dos días, para que la resolución que ella, unida a otras anteriores, me inspirase, no fuera resultado de una ofuscación pasajera, o excesivo celo en la defensa de cosas que no quisiera ver yo jamás atacadas -sino obra de meditación madura:- ¡qué pena me da tener que decir estas cosas a un hombre a quien creo sincero y bueno, y en quien existen cualidades notables para llegar a ser verdaderamente grande!- Pero hay algo que está por encima de toda la simpatía personal que Vd. pueda inspirarme, y hasta de toda razón de oportunidad aparente; y es mi determinación de no contribuir en un ápice, por amor ciego a una idea en que me está yendo la vida, a traer a mi tierra a un régimen de despotismo personal, que sería más vergonzoso y funesto que el despotismo político que ahora soporta, y más grave difícil de desarraigar, porque vendría excusado por algunas virtudes, establecido por la idea encarnada en él, y legitimado por el triunfo. ¡Un pueblo no se funda, General, como se manda un campamento; y cuando en los trabajos preparativos de una revolución más delicada y compleja que otra alguna, no se muestra el deseo sincero de conocer y conciliar todas las labores, voluntades y elementos que han de hacer posible la lucha armada, mera forma del espíritu de independencia, sino la intención, bruscamente expresada a cada paso, o mal disimulada, de hacer servir todos ]os recursos de fe y de guerra que levante el espíritu a los propósitos cautelosos y personales de los jefes justamente afamados que se presentan a capitanear la guerra, ¿qué garantías puede haber de que las libertades públicas, único objeto digno de lanzar un país a la lucha, sean mejor respetadas mañana? ¿Qué somos, General?, ¿los servidores heroicos y modestos de una idea que nos calienta el corazón, los amigos leales de un pueblo en desventura, o los caudillos valientes y afortunados que con el látigo en la mano y la espuela en el tacón se disponen a llevar la guerra a un pueblo, para enseñorearse después de él? ¿La fama que ganaron Vds. en una empresa, la fama de valor, lealtad y prudencia, van a perderla en otra? […], El dar la vida sólo constituye un derecho cuando se la da desinteresadamente. Ya lo veo a Vd. afligido, porque entiendo que Vd. procede de buena fe en todo lo que emprende, y cree de veras, que lo que hace, como que se siente inspirado de un motivo puro, es el único modo bueno de hacer que hay en sus empresas. Pero con la mayor sinceridad se pueden cometer los más grandes errores; y es preciso que, a despecho de toda consideración de orden secundario, la verdad adusta, que no debe conocer amigos, salga al paso de todo lo que considere un peligro, y ponga en su puesto las cosas graves, antes de que lleven ya un camino tan adelantado que no tengan remedio […]. ¿Se ha acercado a Vd. alguien, General, con un afecto más caluroso que aquel con que lo apreté en mis brazos desde el primer día en que le vi? ¿Ha sentido Vd. en muchos esta abundancia de corazón que me dañaría tanto en mi vida, si necesitase yo de andar ocultando mis propósitos para favorecer ambicioncillas femeniles de hoy o esperanzas de mañana?  (36)
El 5 de marzo de 1898, el Capitán General de Cuba, Ramón Blanco envía una proposición de alianza a Máximo Gómez. Con los Estados Unidos a punto de declarar la guerra a España, éste le propone al respetado mambí el unirse contra el enemigo extranjero. En la misma le expresa como…“…con la sinceridad que siempre ha caracterizado todos mis actos, me dirijo a usted, no dudando por un momento que su clara inteligencia y nobles sentimientos, los que como enemigo honrado reconózcole, harán acoger mi carta favorablemente. No puede ocultarse a usted que el problema cubano ha cambiado radicalmente. Españoles y cubanos nos encontramos ahora frente a un extranjero de distinta raza, de tendencia naturalmente absorbente, y cuyas intenciones no son solamente privar a España de su bandera sobre el suelo cubano, por razón de su sangre española. El bloqueo de los puertos de la Isla no tiene otro objeto. No sólo es dañoso a los españoles, sino que afecta también a los cubanos, completando la obra de exterminio que comenzó con nuestra guerra civil. Ha llegado, por tanto, el momento supremo en que olvidemos nuestras pasadas diferencias y en que, unidos cubanos y españoles para nuestra propia defensa, rechacemos al invasor. España no olvidará la noble ayuda de sus hijos de Cuba, y una vez rechazado de la Isla el enemigo extranjero, ella, como madre cariñosa, abrigará en sus brazos a otro nueva hija de las naciones del Nuevo Mundo, que habla en su lengua, profesa su religión y siente correr en sus venas la noble sangre española. Por todas estas razones, General, propongo a usted hacer una alianza ambos ejércitos en la ciudad de Santa Clara. Los cubanos recibirán las armas del Ejército español y, al grito de ¡viva España! Y  viva Cuba!, rechazaremos al invasor y liberaremos de un yugo extranjero a los descendientes de un mismo pueblo".  (37)
El Generalísimo le responde el 20 de abril rechazando su oferta con una misiva en la que le expresa:
“[…] Usted dice que pertenecemos a la misma raza y me invita a luchar contra un invasor extranjero; pero usted se equivoca otra vez, porque no hay diferencias de sangre ni de razas. Yo sólo creo en una raza: la Humanidad…” (38)
En comunicación dirigida a la Asamblea de Representantes el 6 de enero de 1899 este valora como…“…no creo que ahora que ha llegado el momento se deba perder un solo minuto de tiempo en emprender en obra, único medio de concluir la labor y despedir el poder extranjero-para mí injustificable y que a la larga constituye un peligro para la independencia absoluta de Cuba.-que ejerce en esta tierra”.  (39)
En el transcurso de la Invasión a Occidente se recogen las siguientes valoraciones de Gómez que revelan la profunda eticidad de su pensamiento político. Frente a la destrucción causada por la tea incendiaria, para limitar los recursos de que disponía el gobierno español para mantener la guerra éste expresa como…“…cuando llegué al fondo, cuando puse mi mano sobre el corazón adolorido del pueblo trabajador y lo sentí herido de tristeza, cuando palpé al lado de toda aquella opulencia, alrededor de toda aquella asombrosa riqueza, tanta miseria material y tanta pobreza moral; cuando todo esto vi en la casa del colono, y me lo encontré embrutecido para ser engañado, con su mujer y sus hijitos cubiertos de andrajos y viviendo en una pobre choza, plantada en la tierra ajena; cuando pregunté por la escuela y se me contestó que no la había habido nunca, y cuando entramos en pueblos como Alquízar, Ceiba de Agua, El Caimito, Hoyo Colorado, Vereda Nueva, Tapaste y cincuenta más y no vi absolutamente nada que acusara ni cultura, ni aseo moral, ni pueblos limpios, ni riquezas limpias, ni vida acomodada; […] entonces yo me sentí indignado y profundamente predispuesto en contra de las clases elevadas del país, y en un instante de coraje, a la vista de tan marcado como triste y doloroso desequilibrio exclamé: ¡Bendita sea la tea!” (40).
El Generalísimo Máximo Gómez  valora como frustrante la ocupación norteamericana del país lo que se expresa en su Diario de Campaña apenas a una semana de iniciarse oficialmente la misma, dado que…“…la actitud del Gobierno Americano con el heroico Pueblo  Cubano en estos momentos históricos,  no revela a mi juicio  más que un gran negocio aparte de los peligros que para el País envuelve la situación que mortifica el espíritu público y hace más difícil la organización en todas sus ramas; que debe dar, desde un principio,  consistencia al establecimiento de la futura República; cuando todo fuera obra suya, de todos los habitantes de la Isla, sin distinción de nacionalidades….Se me antoja creer que no puede haber en Cuba, verdadera paz moral, que es la que necesitan los pueblos para su dicha y ventura mientras dure el gobierno transitorio impuesto por la fuerza de un Poder extranjero y por tanto ilegítimo, e incompatible con los principios que el país entero ha venido sustentando tanto tiempo y en defensa de los cuales  se ha sacrificado la mitad de sus hijos y desaparecido todas sus riquezas. Tan natural y grande es el disgusto y el apenamiento que se siente en toda la Isla, que apenas el pueblo ha podido expansionarse celebrando el triunfo de la cesación del Poder de sus antiguos dominadores. Triste se han ido ellos y tristes hemos quedado nosotros; porque un  poder extranjero los ha sustituido […]. Pero los americanos han amargado con su tutela impuesta por la fuerza, la alegría de los cubanos y no supieron endulzar la pena de los vencidos. La situación pues que se ha creado a este pueblo de miseria material y de apenamiento, por estar cohibidos casi todos sus actos de soberanía, es cada día más aflictivo, y el día que termine tan extraña situación, es posible que no dejen los americanos ni un adarme de simpatía”. (41)
En la conocida como Proclama del Narcisa, en la antigua provincia de Las Villas el 29 de diciembre de 1898 valora como…“…ha llegado el momento de dar pública explicación de mi conducta y de mis propósitos, siempre según mi criterio, en bien del país al que sirvo, terminada la guerra con España, firmada por nuestros aliados-tácitamente-los americanos, creía de mi deber no moverme, sin un objeto político determinado, del lugar en donde disparé el último tiro y envainé mi espada y para no perturbar, quizás, con  mi presencia el reposo y la calma necesarios, para consolidar la paz sin molestar a los cubanos con manifestaciones de júbilo innecesarios. El período de transición va a terminar. El ejército enemigo abandonará el país y entrará a ejercer la soberanía entera de la Isla, ni libre ni independiente todavía, el Gobierno de la Gran Nación”. (42)
A inicios de 1899, recién iniciada la primera intervención norteamericana da a conocer un manifiesto bajo el título Al pueblo de Cuba, durante la permanencia al frente de sus tropas en Yaguajay, antigua provincia de Las Villas, que se conocerá posteriormente por los historiadores  como Proclama de Yaguajay. En la misma expone sus criterios, en forma de patrióticos consejos, acerca de lo que aspira sea la conducta de los cubanos y sus futuros gobernantes ya fundada la futura República. Al respecto expone como…“… para andar más pronto el camino de la organización nacional, elegid para directores de vuestros destinos a los hombres de grandes virtudes probadas, sin preguntarles en dónde estaban y qué hacían mientras Cuba se ensangrentaba en la lucha por la Independencia. Debéis ser atinados en la elección de los ministros, administradores de los intereses del país, que no alfombren sus casas ni sean arrastrados por carrozas antes que las espigas maduren con abundancia en los campos de la Patria que habéis regado con vuestra sangre para hacerla libre. No tengáis ministros con mujeres que vistan de seda, mientras las del campesino y sus hijos no sepan leer y escribir. Aprended a hacer uso en la paz de vuestros derechos, que habéis conseguido en la guerra; que no se deben conformar los hombres con menos, porque esto conduce al servilismo, ni pretended más, porque esto os llevaría a la anarquía. La observación estricta de la ley es la única garantía para todos. Yo aconsejo para Cuba, puesto que se alcanzó el sublime ideal, un abrazo fraternal que apriete y una para siempre el augusto principio de la nacionalidad cubana. El triunfo definitivo debe rodear a este pueblo de majestad y grandeza. Se debe conceder el perdón a todo el que lo solicite, para que la obra quede completa. Al aproximarse a las tumbas gloriosas de nuestros compañeros a depositar la siempreviva, junto con una lágrima de guerrero, es preciso en esta hora piadosa llevar el alma pura de rencores. Que no os ofusquen los apasionamientos de la victoria, ni que los que se crean más  meritorios los ensoberbezca y ciegue el orgullo, pues por ese camino casi siempre se han perdido muchos hombres que principiaron siendo grandes y acabaron pequeños. No se debe olvidar nunca que así como la espada es la bienhechora para dirigir y gobernar bien las cosas de la guerra, no es muy buena para esos oficios en la paz, puesto que la palabrea ley es la única que debe decírsele al pueblo, y el diapasón militar es demasiado rudo para interpretar con dulzura el espíritu de esa misma ley. Se tiene que dejar de oír el relato de pasadas hazañas. Todo eso cumple a la majestad de la historia porque si no se mortifica a los que, debiendo, no supieron ejecutarlas y aparecería como un cargo que los irrita, y predispone a los espíritus a la desunión o a la discordia. Con todas estas preocupaciones de obreros abnegados que todo lo han dado a la Patria, y ayudados por tres factores poderosísimos, el trabajo, la educación y las buenas costumbres – la mejor higiene para preservar el alma y el cuerpo de amargos dolores -, Cuba será próspera y venturosa Mientras tanto, si yo no caigo en lo que falta de la lucha, y cuando me vea tranquilo en un rincón de mi Patria, pediré siempre para Cuba las bendiciones del Cielo. (43)
Ya al concluir la guerra, estando Gómez acampado en el Central Narcisa, escribió a María Escobar (colaboradora de la lucha independentista que tenía el nombre de guerra de “Vencedor” y quien, junto con Antonia Romero, “La Torcaza”, realizó importantes labores revolucionarias suministrando información, transportando armas y pertrechos en el proceso bélico) una carta en la que le señaló:
“Mientras más pronto se saque a la vida a este pueblo muerto, tanto más será productivo y consumidor […]. Esto es asegurar la paz, porque cuando el pueblo tiene hambre, ella está amenazada […]. Dividida en dos castas la sociedad, una que tiene el pan y la otra que tiene el hambre, ¿cómo puede andar eso […]”(44)
Tanta era la pasión del Generalísimo por la agricultura, que después de firmar con José Martí, el 25 de marzo de 1895, el Manifiesto de Monte Cristi, de embarcarse junto al Apóstol integrando la llamada “mano de valientes” en la madrugada del 1º de abril, y de arribar a Cabo Haitiano, el día 8, mientras se hacían los preparativos para llegar a Cuba, escribió a sus hijos menores Urbano, Bernardo y Andrés, una hermosa carta de despedida que sirve de muestra de su amor a la tierra. En la misma les expresa como…“…espero también que trabajen mucho y voy a ver todo lo que cuando yo vuelva encuentro hecho en ese patio. Muchas cosas bonitas, mucho sembrado, que al mismo tiempo que sea bello, sea útil. Es preciso que hagan ahorros para que lo más pronto que puedan, poner una pluma de agua, pues sin agua no hacemos nada. Cuando se tenga el agua, de ese patio se puede hacer un conuco y ahí en Monte Cristy una familia honrada y trabajadora con un buen patio y que sepa sacar provecho de él, vive desahogada […]. Muy bien pueden ustedes hacerse grandes agricultores en ese patio y hasta pueden tomar más. Les he dejado libros que les enseñan cómo se cultiva todo y cómo se hacen las cosas de la tierra, […], La distribución del trabajo es lo esencial para que nos dé el resultado que nos proponemos y eso es lo que ustedes deben hacer; […] laboren la tierra que es el trabajo recio y duro, que da fuerza y vigor y buena salud a los hombres.”. (45)
Mediante  intrigas y pérfidas maniobras enfiladas a la digresión de las fuerzas revolucionarias, el 12 de marzo de 1899 se produce la destitución de Máximo Gómez de los cargos ganados por sus méritos en la contienda independentista por la Asamblea del Cerro (46), que asume el poder de la República en Armas, tal como se proclama en la Constitución de La Yaya (47)
El Generalísimo, mediante un manifiesto a la nación, expresó:
“...Extranjero como soy, no he venido a servir a este pueblo, ayudándole a defender su causa de justicia, como un soldado mercenario; y por eso desde que el poder opresor abandonó esta tierra y dejó libre al cubano, volví la espada a la vaina, creyendo desde entonces terminada la misión que voluntariamente me impuse. Nada se me debe y me retiro contento y satisfecho de haber hecho cuanto he podido en beneficio de mis hermanos. Prometo a los cubanos que, donde quiera que plante mi tienda, siempre podrán contar con un amigo”. (48)
El 2 de abril le escribe a su esposa Bernarda del Toro:
 “Los que esperan, están desesperados. Como yo no espero nada, estoy muy tranquilo con mi inesperada situación, descargado de toda responsabilidad y gozando del cariño de este pueblo que ahora más que nunca, me lo ha demostrado, comprometiendo, por modo tan elevado y sentido, mi gratitud eterna […] La actitud del Gobierno Americano con el heroico Pueblo Cubano, en estos momentos históricos, no revela a mi juicio más que un gran negocio […] Nada más racional y justo, que el dueño de una casa, sea el mismo que la va a vivir con su familia, el que la amueble y adorne a su satisfacción y gusto; y no que se vea obligado a seguir, contra su voluntad y gusto, las imposiciones del vecino”. (49)
Ante tal arbitraria medida, el Generalísimo Gómez recibe un masivo respaldo popular, sumiendo a la Asamblea del Cerro en tal descrédito que esta se ve obligada a disolverse a los pocos días, abriendo el camino a la consolidación  de la ocupación norteamericana impuesta al pueblo cubano. El ilustre cubano-dominicano, rechazó los altos cargos que se le ofrecieron, incluso su postulación como candidato a la presidencia de la naciente República. En su proverbial modestia, solo propia de las personalidades excepcionales, acompañada de su invalorable ideario ético-político, residía su mayor grandeza.