LOS COMPONENTES ÉTICO-POLÍTICOS EN LA IDEOLOGÍA DE LA REVOLUCIÓN CUBANA: FORTALEZAS Y DEBILIDADES (SEGUNDA PARTE)

LOS COMPONENTES ÉTICO-POLÍTICOS EN LA IDEOLOGÍA DE LA REVOLUCIÓN CUBANA: FORTALEZAS Y DEBILIDADES (SEGUNDA PARTE)

Raúl Quintana Suárez (CV)
Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona

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1,2,2.- Antonio Maceo

Reconocido como brillante estratega militar dadas sus épicas hazañas en nuestras contiendas independentistas, que tuvieron su más brillante epílogo en su antológica Invasión de Oriente a Occidente, catalogada por no pocos especialistas como toda una proeza para su tiempo, Maceo  va igualmente a descollar como  un hombre de pensamiento de alto vuelo, que rigió su conducta personal, por sólidos principios morales.
Nuestro Apóstol lo describe en su prosa elegante como aquel que… “…de la madre más que del padre, viene el hijo, y es gran desdicha deber el cuerpo a gente floja o nula; pero Maceo fue feliz porque vino de león y de Leona […]Y hay que poner asunto a lo que dice, porque Maceo tiene en la mente tanta fuerza como en el brazo. No hallaría el entusiasmo pueril asidero en su sagaz experiencia. Firme es su pensamiento y armonioso como las líneas del cráneo. Su palabra es sedosa, como la de la energía constante, y de una elegancia artística que le viene de su esmerado ajuste con la idea cauta y sobria. No se vende por  cierto su palabra que es notable de veras, y rodea cuidadosa el asunto, mientras no esté en razón, o insinúa, como quien vuelve de largo viaje, todos los escollos o entradas de él. No deja frase rota, ni usa voz impura, ni vacila cuando lo parece, sino que tantea su rema o su hombre. Ni hincha la palabra nunca ni la deja de la rienda…” (27)
El 5 de julio de 1878 Maceo responde a Vicente García, a su solicitud de apoyar la acción divisionista de Lagunas de Varona (28). En su misiva  se nos muestra una vez más su entereza de carácter,  lealtad a las instituciones de la República en Armas, su espíritu unitario y férrea disciplina a las jerarquías militares establecidas en el seno del Ejército Libertador. Al respecto le increpa como…“…usted se equivoca al decir que todo el pueblo de Cuba estuvo de acuerdo con el movimientos de Lagunas de Varona, pues estoy persuadido  que era la minoría la que pedía reformas progresistas, y conste que estuve de acuerdo con algunas de ellas, pero nunca apelaré a la rebelión y el desorden para hacer uso de mis derechos. No es por cierto el mejor camino el que usted ha tomado para unir a los patriotas, porque si existen disenciones entre estos,  no son tales que haya sido necesario apelar a tan reprochables medios como aquellos de que se vale usted para el reclamo de los suyos […]. Al mismo tiempo que indignación me produce su invitación al desorden y desobediencia a mis superiores, rogándole se abstenga en lo sucesivo de proponerme asuntos tan degradantes,  que solo son propios de hombres que no conocen los intereses patrios y personales. Al hacerme esta proposición debió comprender que antes que todo soy militar. Para mí nada implica  la amenaza que a ese a este Distrito, porque siempre apoyaré  al Gobierno legítimo y no estaré donde no pueden estar el orden y la disciplina, porque vivir de esa manera sería llevar la vida de un perfecto bandolerismo. Cumpla usted con el deber que le impone su grado y sus obligaciones hacia la Patria y verá que ni las fuerzas se fraccionan, ni se desorganizan, como usted dice, pudiendo siempre reclamar el derecho y la justicia…”. (29) 
Sobre las circunstancias que determinaron la firma del ominoso Pacto del Zanjón (30), en febrero de 1878, Fidel Castro valora como…“…muchas pueden ser consideradas las causas de que en aquellas circunstancias nuestro pueblo no hubiese podido conquistar la independencia. Tal vez pueda ser más fácil ahora juzgar los hechos; tal vez pueda ser más fácil hacer el papel de críticos. A la distancia, se puede apreciar que, por ejemplo, cuando los cubanos se levantaron en armas, no poseían absolutamente ninguna experiencia militar, ni política. La organización que dieron al ejército y a la República en Armas era compleja. Tal vez no era la que más se adaptaba a aquellas circunstancias. En medio de la guerra desarrollaron una Asamblea Constituyente, algo verdaderamente extraordinario y noble. De aquella Asamblea surgió una forma de república, un gobierno, una cámara de representantes. Y tal vez aquella forma de organización no era la más adecuada para organizar y dirigir la guerra. Pero en aquellos tiempos eran los conocimientos que ellos poseían, las ideas prevalecientes, y cada uno de aquellos hombres imaginaba estar cumpliendo con su deber revolucionario y patriótico de la forma más cabal. El sentimiento nacional no estaba realmente forjado. Y fue precisamente aquella Guerra de los Diez Años la que contribuyó a consolidar definitivamente un espíritu nacional. Entonces existían todavía muchos localismos. Era difícil movilizar fuerzas de una provincia a otra, de una jurisdicción a otra. Los jefes de los distintos cuerpos armados de cada región muchas veces eran algo así como paladines o caudillos de aquellos combatientes. Y los patriotas se enfrentaron con aquellas realidades, con un fuerte regionalismo, un fuerte localismo, que dificultaban la marcha de las operaciones militares. Surgieron también problemas políticos. Surgieron en algunos jefes ambiciones, surgió la confusión en algunos patriotas. Y así ocurrieron hechos dolorosos, como fue la destitución del Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes. Y no fue aquel el único hecho. En 1875 se producen en algunas regiones sediciones militares, como fue la de Lagunas de Varona, en los momentos precisos en que Máximo Gómez invadía la provincia de Las Villas y necesitaba refuerzos para continuar la marcha de las operaciones militares. Y los esfuerzos que el mando cubano realizaba para reunir aquellas fuerzas que debían apoyar a Máximo Gómez, fueron uno de los factores que contribuyeron a la gestación de la sedición de Lagunas de Varona en 1875. Y más adelante, cuando los españoles, haciendo un último y supremo esfuerzo, enviaron poderosos contingentes de tropas aguerridas a nuestro país para avanzar desde Occidente hasta Oriente y contrarrestar la invasión de los patriotas, surgieron hechos dolorosos, como fue la virtual expulsión de Máximo Gómez del territorio de las Villas, como resultado del acentuado localismo de algunos jefes de aquella región; además, nuevas sediciones militares, como la de Santa Rita, en los mismos instantes en que las tropas de Martínez Campos se aproximaban en su ofensiva a la provincia de Camagüey. Aquella sedición dio lugar a la indisciplina y la insubordinación de unidades enteras, y a la deserción de numerosos combatientes, precisamente cuando el enemigo, con más fuerza que nunca, avanzaba sobre Camagüey. Aquellas circunstancias fueron creando una situación militar verdaderamente crítica…”. Para agregar que…”…ahora, lo doloroso, lo que sorprendió y dolió profundamente a Maceo y sus fuerzas, fue la noticia de que, en los instantes en que ellos terminaban el combate del Camino de San Ulpiano, se acababa de firmar en Camagüey el Pacto del Zanjón. Y Maceo, indignado, amargado, se preguntaba qué dirían sus hombres, qué dirían sus compañeros, qué dirían los heridos, cómo se podía justificar ante sus muertos, los que había tenido en aquellos combates, si en esos precisos instantes se estaba firmando la paz sin la independencia. Y aquella paz sin independencia realmente se había hecho sin consultar a todas las fuerzas, puesto que las fuerzas de Maceo, una de las más importantes de la Revolución, no habían sido consultadas. Fueron esos factores los que determinaron una conducta, una actitud y un gesto que señalan una de las más extraordinarias proezas patrióticas de nuestras guerras de independencia, de nuestros combatientes revolucionarios, que fue la Protesta de Baraguá” (31)
La denominada Protesta de Baraguá (32) tiene en la historia de Cuba una especial significación por expresar la lealtad a los principios revolucionarios, aún en las más adversas condiciones.  Su aporte a nuestra ideología se fundamenta en la intransigencia revolucionaria ante cualquier violación, por mínima que sea, a los valores en que esta tradicionalmente se sustenta. Al ser Antonio Maceo, su protagonista principal, enfrentado al  derrotismo de no escasos jefes militares y representativos de la República en Armas, su ejemplo nos trasciende y alienta, en las luchas del presente insertas en las más complejas coyunturas.
Su ideario latinoamericanista y solidario se denota en su plena confianza  en el apoyo de las repúblicas hermanas a la causa mambisa. En la carta que  éste envía el 30 de octubre de 1895 al general Joaquín Crespo, presidente de Venezuela  afirma como…“…la Revolución (cubana) se halla en camino de asegurar su triunfo decisivo. Para ello nos hace falta solamente armamento necesario […]. Ninguna nación (latino) americana querrá por sí sola la responsabilidad que le traería intervenir en los asuntos que favorezcan directamente a la República de Cuba, pero creo que ninguna, tampoco, se denegaría a aceptar esa misma responsabilidad si fuese colectiva y solidaria entre todas. Así, pues, si nuestros hermanos del Centro y del Sur del Nuevo Mundo tuviesen a bien favorecer a Cuba, podrán garantizar, en nombre nuestro, el pago de un empréstito de un millón de dólares, los dineros diversos  serían invertidos en comprar elementos de guerra para los cubanos; y ordenar que esos elementos fuesen contratados y embarcados bajo los auspicios del Cuerpo Consular Hispanoamericano, residente en Nueva York.”  (33)
A su vez  observa con desconfianza  las  apenas ocultas intenciones del gobierno norteamericano, signado de afanes anexionistas. Maceo alerta a sus amigos del peligro de tales propuestas. A Federico Pérez Carbó, de misión en Nueva York, escribe desde el campamento de El Roble (Pinar del Río), el 14 de julio de 1896 como…“…de España jamás esperé nada, siempre nos ha despreciado y sería indigno que se pensase en otra cosa. La libertad se conquista al filo del machete, no se pide; mendigar derechos es propio de cobardes incapaces de ejercitarlos. Tampoco espero nada de los (norte) americanos. Todo debemos fiarlo a nuestros propios esfuerzos, mejor es subir o caer sin ayuda, que contraer deudas con vecino tan poderoso”.(34)
En otra misiva, enviada al patriota Alberto Díaz, apenas unas horas después, puntualiza que…“…no me parece cosa de tanta importancia el reconocimiento de nuestra beligerancia ni tan provechosa al porvenir de Cuba la intervención (norte) americana como suponen la generalidad de nuestros compatriotas. Creo más bien que en el esfuerzo de los cubanos que trabajamos por la  independencia, se encierra el secreto de nuestro definitivo triunfo, que solo traerá aparejada la felicidad del país si se alcanza sin aquella intervención”. Idea que reitera en misiva al patriota José Dolores Poyo, donde le recalca como…“…si hasta hoy las armas cubanas han ido de triunfo en triunfo, ¿a qué intervenciones e injerencias extrañas que no necesitamos ni convendrían? Cuba está conquistando su independencia con el brazo y el corazón de sus hijos; libre será en breve plazo sin que haya menester otra ayuda”. (35)