PENSAMIENTO SOCIOPOLITICO Y EDUCATIVO DE SIMON RODRIGUEZ

PENSAMIENTO SOCIOPOLITICO Y EDUCATIVO DE SIMON RODRIGUEZ

Ysrael O. Márquez Ramírez (CV)
José G. Viloria Asención
(CV)
Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez

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EL PENSAMIENTO POLÍTICO DE SIMÓN RODRÍGUEZ Y SU VISIÓN DE CIUDADANÍA

Gladys García
Doctora en Ciencias Sociales.
Coordinadora de la Línea Dinámicas Psicosociales y Ambientes de Aprendizaje
Profesora Titular y Facilitadora del Núcleo Regional de Educación Avanzada Caracas
Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez,
glagarcia@cantv.net
Carlos E. Zerpa
Universidad Central de Venezuela,
Departamento de Educación para Ingeniería.
zerpac@ucv.ve
Jorge J. Ramírez L.
Universidad Simón Bolívar,
Departamento de Ciencia y Tecnología del Comportamiento
jjramirez@usb.ve

 

Introducción
Son varias las cualidades que se le atribuyen a Simón Rodríguez: filósofo, políglota e incluso sociólogo, aunque la más conocida y destacada es su pasión por la educación. Pero el llamado “Sócrates de América” también se ocupó del asunto político logrando esbozar una dimensión de ciudadanía con un pensamiento de avanzada para su época y que aún en la actualidad conserva características de vigencia y contemporaneidad.
Sus expresiones sobre las temáticas de política y ciudadanía están en relación directa con su interés por lo educativo, en tanto es en este plano  en donde el pensador expone las bases o el sustento filosófico conceptual que subyace en la formación del ciudadano;  por lo tanto, considera a la escuela el ámbito por excelencia donde se formarían los nuevos ciudadanos republicanos.
En efecto, en lo que respecta a política y ciudadanía, se evidencia en Rodríguez  su interés por lo educativo. Aunque el término ciudadanía se refiera esencialmente a la relación de las personas con la vida política, tal relación está condicionada por dimensiones sociales más generales. Las transformaciones en la educación y su efecto sobre el trabajo, generan vínculos sociales que modifican significativamente las relaciones entre las personas y en esa medida condicionan específicamente los vínculos políticos.  Al pensar, proponer y hacer en cuestiones de políticas públicas, deja Rodríguez ver su característico humanismo y su idea de la inclusión de las masas al acto educativo.
En este trabajo se presenta una aproximación al pensamiento de Simón Rodríguez tanto sobre la esfera política como en su visión de ciudadanía. La metodología que se ha empleado para abordar su amplio discurso toma como referencia un trabajo previo de García-Bacca (1978) quien se valió de las sentencias de Rodríguez para analizar sus propuestas. Tal acercamiento lleva a García Bacca a designarlo como el pensador para la América cuyas elaboraciones imprimen la dirección necesaria hacia donde puede orientarse el discurso de lo político desde la América Latina.
El hombre y su método de pensamiento
Simón Rodríguez, en su tiempo, fue un brillante maestro, filósofo y visionario de la educación y la sociedad del porvenir. Porvenir que se hace presente hoy, en espacio y tiempo, en una época de importantes cambios ideológicos y en donde emerge de nuevo el poder de su palabra y pensamiento.
Según García-Bacca, el carácter de Simón Rodríguez se evidencia en su obra a través de la expresión de sentencias y refranes que en sus propias palabras define como:
“Cuando una verdad llega a obtener el asentimiento de los sabios, es sentencia, porque solo ellos sienten bien su importancia. Si comprende otras verdades, se llama sentencia máxima o Máxima, por abreviar. Si se cita o adelanta en apoyo a una doctrina, es proverbio. Si es muy conocida es adagio; y cuando se hace vulgar es refrán. Sube la verdad de sentencia a proverbio y baja de proverbio a refrán”, ver figura 1.

Figura 1. La verdad sube de sentencia a proverbio y baja de proverbio a refrán.

La verdad en estado de refrán pierde cuanto ganó para erigirse en sentencia; porque en boca de todos no puede conservar los pensamientos que le compusieron.  Sucede con la sentencia lo que con la aritmética. Cualquiera saca una cuenta porque sabe la fórmula, pero no fue un cualquiera en que hizo la fórmula, para que saliera la cuenta” (Rodríguez, 1975, p. 364).

Tomando como referencia los propios argumentos de su obra puede extraerse el perfil característico con el que aborda, en las distintas facetas que tomó su vida, los problemas que fueron de su interés. En el caso que nos ocupa, se privilegian los aspectos referidos a lo político y a la ciudadanía, expresados a través de sus escritos e interpretados a partir de su palabra.
 “Los pardos y morenos no tienen quien les instruya; a la escuela de blancos no pueden concurrir... yo no creo que sean menos acreedores de ella (la instrucción) que los niños blancos. Lo primero porque no están privados de la sociedad y lo segundo porque no habiendo en la Iglesia distinción de calidades para la observancia de la religión tampoco debe haberla en enseñarla”.

Su visión sobre la igualdad de oportunidades
Con estas reflexiones sobre la problemática educativa, la libertad y los valores presentes en la ciudadanía, se esboza un marco inicial necesario como expresión de su interés y expectativas políticas. Podrían haberse elegido muchas otras sentencias ya que cada página de los documentos escritos por Simón Rodríguez valen para ejemplificar la calidad de su pensamiento americanista.
En el episodio en el que Simón Bolívar lo nombra Director General de Educación para Bolivia (1° de diciembre de 1825) Simón Rodríguez expresa:
“Dénseme los muchachos pobres o dénseme los que los hacendados declaran libres al nacer o no pueden enseñar, o abandonan por rudos o dénseme los que la Inclusa bota porque ya están grandes o porque no puede mantenerlos o porque son hijos legítimos. (Op cit. T. I p. 313).
          Sus expresiones son una clara muestra de una postura orientada hacia una educación igualitaria y para todas las personas; ellas están  guiadas por valores correlativos con una moral de principios como la justicia y  comprometidas con la formación de futuros ciudadanos, sin excluir a ninguno, ya sea por razones étnicas (morenos y pardos), de nivel social (pobres), por razones del carácter individual (rudos) o por estar fuera del grupo familiar (niños abandonados, como él mismo lo fue).  Identifica además las razones por las cuales importantes grupos quedan excluidos de las aulas y se adelanta, por lo menos en dos siglos, a las teorías descriptivas de naturaleza socio-educativa que dan cuenta de  los aspectos negativos de la exclusión social como práctica inapropiada que limita la expresión democrática de grupos importantes de personas que no logran percibirse a sí mismas como ciudadanos. La formación del ciudadano es, sin duda, una de las propuestas más importantes de los aspectos político-educativos abordados por Simón Rodríguez.
Si el tiempo que pierden en hacer torres de viento, y en echar leyes como coplas de repente, lo emplearan en hacer, con los hijos de los monarquistas, hombres para la República, en el corto tiempo de 10 años tendrían un Pueblo Republicano…esto es… un Pueblo que sabría lo que es COSA PÚBLICA, un Pueblo que ENTENDERIA a su Gobierno. Enseñen y tendrán quien SEPA, Eduquen, y tendrán quien HAGA. Las costumbres que forma una Educación Social, producen una autoridad PÚBLICA no una autoridad PERSONAL. (Op. Cit. T. I.  p. 234).
De allí su interés en lo que bien pudiera llamarse una “ciudadanía radical”, mostrando su inclinación a pensar en las bondades de la instrucción pública, en la responsabilidad social del estado y en el valor que tiene la educación para alcanzar metas sociales sustentables.
Se expresa Simón Rodríguez de forma crítica en contra de un currículum educativo que, para la época, consideraba impregnado de filosofía clásica:
“Dígase: la instrucción pública, en el siglo 19, pide mucha filosofía. El interés general está clamando por una REFORMA y …la América está llamada, por las circunstancias, a emprenderla. Atrevida paradoja parecerá… no importa: los acontecimientos irán probando que es una verdad muy obvia: la América no debe imitar servilmente sino ser ORIGINAL” (Op. Cit., T. I  p. 234)
Y formula sus propias bases para un diseño curricular con énfasis en la educación técnica que servirá para la experiencia de Chuquisaca, proyecto educativo de envergadura que requiere un análisis aparte. También le preocupa e insiste en la importancia de la enseñanza como el medio idóneo para lograr ciudadanos americanos:
 “ENSEÑEN, ENSEÑEN!! Repítanseles mil veces ENSEÑEN!!! y obtendrán mucho más de lo que desean los Filósofos y los Publicistas Europeos. Tendrán la satisfacción de oír las bendiciones de sus hijos, durante sus días y morirán seguros de haber erigido, en el corazón de sus descendientes, un monumento eterno a su memoria. ENSEÑEN”. (Op. Cit. T II, p. 135).
Lo anterior refleja el carácter idealista de Rodríguez, en el sentido de que expone su deseo de privilegiar la praxis pedagógica como el camino correcto para alcanzar libertad y trascendencia de las acciones humanas.
Se observa además que su pensamiento político tiene un notable matiz anti-clerical. En algunas de sus sentencias aparece la crítica a la invocación a Dios en la carta magna de las repúblicas sudamericanas:
“Empezar una CONSTITUCIÓN POLÍTICA en nombre de Dios Todo Poderoso, autor y legislador de las sociedades….HUMANAS….! ¿y creer que con este encabezamiento se convierte un pueblo en otro …DE REPENTE! …”
Pensemos en nombre de Dios……….es el in nomine Patris de la misa: Todo Poderoso y Autor…. es un retazo del Catecismo: Legislador de las Sociedades, no será de las que conocemos, porque Dios no les ha mandado a destrozarse a su nombre Humanas…..está de más, porque solo los hombres hacen pactos.
Una constitución es obra del Libre albedrío: si cada vez que usamos de él, debiéramos implorar la ayuda de Dios, todo el tiempo se nos iría en pedir licencias, y no habría mérito en nuestras obras: reglemos nuestra conducta por el entendimiento que Dios nos ha dado y cada acción será una invocación virtual de sus auxilios.

Sin embargo, no llega a presentarse como ateo aunque discuta las posturas de la Iglesia Católica de la época, postura estratégica, quizá, ante el sabido poder de la jerarquía eclesiástica, o bien, una inevitable alienación a lo religioso, heredada de su vinculación con lo social de una época en la que el discurso de la fe le da forma a muchas acciones humanas;  se manifiesta de acuerdo en  que habría que hacer “lo que Dios manda”, lo cual,  para Simón Rodríguez, es comportarse como ser racional y sistemático:
En vano invocamos a Dios, si no hacemos lo que Dios manda que es. Pensar antes de obrar y empezar las obras por el principio” (Op. Cit.   p. 384)
          También al opinar sobre el método lancasteriano le preocupa tanto la posibilidad de que el alumno sólo aprenda a memorizar, como que su único texto sea la Biblia. En consecuencia, por el lado de una filosofía que toma a la educación como objeto, expresa Rodríguez:
“La enseñanza mutua es un disparate. Lancaster la inventó para aprender la Biblia de memoria. Los discípulos van a la escuela a aprender. No a enseñar, no a ayudar a enseñar (...) “Mandar recitar de memoria, lo que no se entiende, es hacer Papagayos para que toda la vida, sean charlatanes.”
La sentencia que antecede da pie también para resaltar su enfoque acerca de las responsabilidades de los maestros y de la escuela. En otras ratifica la importancia de contar con maestros idóneos para que los futuros ciudadanos profundicen en la importancia del aprendizaje:
 “Los pardos y morenos no tienen quien les instruya; a la escuela de blancos no pueden concurrir...yo no creo que sean menos acreedores de ella (la instrucción) que los niños blancos. Lo primero porque no están privados de la sociedad y lo segundo porque no habiendo en la Iglesia  distinción de calidades para la observancia de la religión tampoco debe haberla en enseñarla”.
“El título de maestro no debe darse sino al que sabe enseñar, esto es al que enseña a aprender, no (...) al que manda a aprender, ni al que aconseja que se aprenda o indica lo que se ha de aprender. El maestro que sabe dar las primeras instrucciones, sigue enseñando virtualmente todo lo que aprende después, porque enseñó a aprender. Su ministerio es de primera necesidad, porque influye en los demás estudios”.
Entonces, en la obra de Simón Rodríguez se desprende una  serie de prescripciones normativas que dejan ver valores específicos que, idealmente, le dan forma a la conducta de los gobiernos y los ciudadanos; la honestidad y la tolerancia, por ejemplo, se destacan como valores privilegiados en el quehacer de la política y la relación entre la escuela igualitaria, el maestro idóneo y la formación de ciudadanos se vincula tanto con una postura ética como al esclarecer lo político. Con relación a lo primero escribe:
 “En público…se discute el mérito de las Cosas, y privadamente…el …de las Personas. Porque las operaciones del Gobierno Republicano están expuestas a los ojos de todos, es permitido criticarlas…con decencia….; pero no todos están facultados para residenciar al Gobierno ni a nadie dan las leyes licencias para insultar a los Magistrados.
Si el pueblo no respeta el puesto en que coloca el órgano de su autoridad…cada día habrá menos ciudadanos respetables que quieran ocuparlo” (Rodríguez, 1975,  p. 80)
Para Simón Rodríguez existe un recorrido que deben trazar las sociedades, en tanto ellas mismas son las responsables de las elecciones que hagan con respecto al sistema de gobierno que prefieran. De allí que la autoridad no llega por designio divino, como se decía que ocurría en las monarquías, que entonces apenas se empezaban a superar, sino que el medio para alcanzar autoridad es a través de la educación y en esto la obra del autor deja ver la relación que en su pensamiento existe entre educación y política:
El hombre que gobierne pueblos, en el día debe repetirse con frecuencia (....) ¡sólo la educación (...) impone obligaciones a la voluntad¡  Estas obligaciones son las que llamamos hábitos. En el sistema republicano la autoridad se forma en la educación porque educar es crear voluntades (...)  Asuma el gobierno las funciones de padre común en la educación, generalice la instrucción i el arte social progresará, como progresan todas las artes que se cultivan con esmero”. Y agregó: “Hay que formar nuevas costumbres i gobernarse con ellas. Nada importa tanto como tener pueblo, formarlo debe ser la única preocupación de los que se apersonan por la causa social”.
 “Antes se dejaban gobernar porque creían que su única misión, en este mundo, era obedecer; ahora no lo creen, y no se les puede impedir que pretendan, ni (…lo que es peor…) que ayuden a pretender gobernar” (Op. Cit. T. II  p. 106).

En su pensamiento se puede distinguir entre asuntos políticos generales y específicos. Incluye así sentencias referidas a la distribución de poder y privilegios, por un lado y las referidas más a cuestiones personales derivadas de la educación, por el otro:
El Poder de los Congresos está en razón del Saber de los pueblos. Por muy bien que desempeñen sus funciones los Representantes de una Nación, de poco o nada sirve lo que hacen, si la Nación no los entiende… (Op. Cit. T I p. 261) 
Otro de  los temas que aparece en varias de sus sentencias es la relación que observa entre la libertad de expresión y la libertad individual del ciudadano y la forma cómo se han de manejar las controversias. Dice:
ADVERTENCIA: El estado actual de la América pide serias reflexiones… Aprovechen los Americanos la Libertad de Imprenta que se han dado, para consultarse sobre el importante negocio de su libertad. Si alguien impugna debe ser con la laudable intención de impedir que los lectores incautos se engañen. Diríjanse pues las impugnaciones a los mismos que hayan comprado la obra: de lo contrario, la buena intención se expondría a no tener efecto. El Editor recibirá todas las objeciones que quieran dirigirle las hará imprimir, y las pondrá en manos de los distribuidores de la obra. Op. Cit. T I p. 261
Con relación a la significación de formar a los nuevos ciudadanos, García-Bacca destaca esta comparación: “En la monarquía las costumbres reposan sobre la autoridad. En la república la autoridad reposa sobre las costumbres… Sólo por la fuerza física consigue un Rey que sus vasallos le obedezcan. La fuerza de la autoridad republicana es puramente moral”. (García-Bacca p. 79).
Es interesante observar como en un momento considerado de gran confusión conceptual, por ser el inicio de la vida republicana, en los planteamientos de Simón Rodríguez aparece con gran claridad cómo se ha de cambiar  de una postura sumisa de vasallos a la toma de conciencia de nuevos ciudadanos, constructores de la cosa pública. También le preocupa que se vuelva a entronizar el proceso que lleva a una postura alienada entre gobernante y gobernados:
 “Las Violencias del Gobierno hacen un Pueblo astuto.
Primer grado de Política Popular.
La Astucia del Pueblo hace un Gobierno Suspicaz.
Primer grado de Política Gubernativa.
La Suspicacia del Gobierno hace un Pueblo desconfiado.
Segundo grado de Política Popular.
La Desconfianza del Pueblo hace un Gobierno Hipócrita.
Segundo grado de Política Gubernativa.
La Hipocresía del Gobierno hace un Pueblo falso.
Tercer grado de Política Popular.
La Falsedad del Pueblo hace un Gobierno arbitrario.
Tercer grado de Política Gubernativa.
La arbitrariedad del Gobierno hace un Pueblo atrevido.
Y se acaba la POLITICA porque se pierde el RESPETO.
Discordancia absoluta entre las partes.
El miedo hace al gobierno TIRANICO.
El ODIO hace al Pueblo CRUEL.” (Op Cit. T. II, p, 174)

Y no sólo se aprenden las actitudes que asumen gobernados y gobernantes, también postula la ocurrencia de un proceso que involucra a ambas partes para llegarse a ser ciudadanos y actuar según principios democráticos:
 “En creer que Gobierna porque manda prueba ya que piensa poco. En sostener que sólo por la ciega obediencia subsiste el Gobierno prueba que ya no piensa”. (Op Cit. T II, p. 181)

“El pueblo no tiene Luces. Represéntenlo los que las tengan sin decir que el Pueblo los ha elegido porque, en realidad, de verdad, no es así. Este solo proceder probará que hay ya Gran Luz para empezar a buscar la verdad”. (Op Cit. T II, p. 183).

Aunque reconoce que, por sus limitaciones en cuanto a instrucción, el pueblo se podría encontrar en una situación desventajosa, esto no ha de ser permanente y será justamente la escuela, el maestro y el currículum libertario que propugna lo que le permita convertirse en ciudadano de primera.
 “Los Pueblos están en minoridad; es menester hacerles bien sin consultarlos; pero no se les puede declarar, sin injusticia, eternamente inhábiles para la Representación. Son menores, no dementes, como los Reyes los consideran” (Op Cit T II 1975,  p. 351).

 “Hacer leyes para los Pueblos no es tan difícil como se cree. Hacer un Pueblo legislador es obra muy laboriosa y ésta es la que ha emprendido la América española” (Op Cti. T II,  p. 393)

El Sócrates de América mantiene sus valores aún a riesgo de que lo llamen loco o que en su tiempo no se comprenda su mensaje:
  “Yo llevo por sistema el nunca desmentir mi carácter; cualesquiera que sean las circunstancias en que me halle; he de obrar según mis principios; evitaré el comprometerme y sobre todo el sacrificarme inútilmente; pero hacer yo o decir algo contra mis sentimientos por complacer… no lo haré nunca. Tal vez por salvar mi persona me contradiría… no quiero exponerme a tal deshonra”  . (Op. Cit. T II, p. 513).
 
“Hace ya 24 años que estoy hablando y escribiendo pública y privadamente sobre el sistema republicano y por todo fruto de mis buenos oficios he conseguido que me traten de LOCO” (Op. Cit. T I, p 225).


En resumen, las sentencias de Simón Rodríguez expresadas, buscando conformar la ciudadanía y la república de nuestra América, mantienen su vigencia ahora que nos adentramos en el siglo XXI, no el de las luces, sino el de la crítica, la confrontación, y que mira hacia atrás para aprender de este gigante que, adelantándose a su época, nos planteó cómo iniciar una república a partir de sus ciudadanos:
“Debemos emplear medios tan nuevos como es nueva la idea de ver por el bien de todos. La misión de un gobierno liberal es cuidar de todos, sin excepción, para que cuiden de sí mismos después, y cuiden de su gobierno. Hay que formar nuevas costumbres i gobernarse por ellas. Nada importa tanto como tener pueblo, formarlo debe ser la única ocupación de los que se apersonen por la causa social. Bueno es que un ciudadano sea un literato, un sabio, pero antes debe ser un ciudadano, (...) los hombres deben prepararse para el goce de la ciudadanía, con 4 especies de conocimientos: (... ) instrucción en la 1ra. i la 2da.  Edad: Instrucción social  para  hacer una nación prudente; instrucción corporal, para hacerla fuerte; instrucción técnica para hacerla experta; instrucción científica para hacerla pensadora”.

Conclusiones sobre su pensamiento político
Al entender la ciudadanía como la relación de los individuos con la vida política, los cuales participan en alguna forma de deliberación pública, y más específicamente manifestando su interés efectivo en los asuntos políticos, se puede comprender la relevancia del pensamiento del maestro Simón Rodríguez en el ámbito de la política y la ciudadanía, referida ésta última como el aprendizaje que se adquiere en la escuela. Rodríguez ofrece, a quien esté dispuesto a escucharlo, un pensamiento envuelto en principios de libertad, igualdad y justicia vivenciado entre los ciudadanos y entre éstos y los gobiernos.
De la exposición anterior pueden deducirse tres aspectos de fundamental importancia en torno al contenido político de la obra de Simón Rodríguez:

  1. Indudablemente, el carácter de su obra escrita expresa su propio carácter humano; esto es, la obra de Simón Rodríguez tiende a mostrar al pensador en una actividad intelectual constante, sin tregua, que puso al servicio de la propuesta de grandes ideales educativos. Esta forma de pensar generó prescripciones que, a su criterio,  debían asumir las sociedades americanas para distanciarse de su pasado alienado a una condición de injusticia y desigualdad.
  2. Su pensamiento político se sustenta fundamentalmente sobre una moral de principios, en la que se evidencia un cuestionamiento a  las reglas y expectativas del sistema imperante, asumiendo y definiendo sus valores en función del reconocimiento de que equidad y  libertad se deben mantener en cualquier sociedad, con independencia de la opinión de la mayoría de las personas, entrando en conflicto con los puntos de vista legales de su época.
  3. La relación de los individuos con la vida política, los cuales participan de alguna forma de deliberación pública, constituye la idea central de la forma como según Simón Rodríguez se pueden anudar los vínculos sociales, poniendo en el centro del debate la vinculación entre lo educativo, como forma de inclusión y la liberación de la alienación y la inequidad social.  Se deriva de allí la relevancia del pensamiento del maestro en este ámbito de la idea de ciudadanía.

El abordaje ha permitido corroborar que Simón Rodríguez no sólo fue un brillante maestro, filósofo y visionario de la educación, sino también un genio de la sociedad del porvenir. Un tiempo nuevo adviene en los inicios del siglo XXI  en el cual, sin lugar a dudas, cobran vigencia renovada  los ideales y las utopías que en la época del maestro quedaron  sólo como propuestas futuras. El futuro llegó y Simón Rodríguez se hace presente de nuevo con  un discurso pedagógico que nos trae de vuelta su voz de cambio y sus ideas de inclusión social.
Referencias

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Fontán, N. (2005) El mejor hombre del mundo. Recuperado en  www.cajadocente.com.ar/simon_rodriguez. (Octubre, 2005)
García-Bacca, J. D. (1978). Don Simón Rodríguez, pensador para América. Caracas: Ediciones de la presidencia de la República.
Grases, Pedro(1954/1958). Rodríguez Simón: Escritos. Compilación y estudio bibliográfico Caracas. Imprenta Nacional. III tomos
Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez. (1975) Simón Rodríguez, Obras Completas, T 1 y T II.
Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez. Simón Rodríguez (2000). Vida y Obra. Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez. [En línea] Recuperado de www.unesr.edu.ve/asimon.htm  en Octubre, 2005.