EL MUNDO DE HOY Y LOS ENTORNOS VIRTUALES

EL MUNDO DE HOY Y LOS ENTORNOS VIRTUALES

Miguel Ángel Guerrero Ramos (CV)
Universidad Nacional de Colombia

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El performance erótico como proyecto de vida y las prácticas desritualizadas en torno a la producción de autopornografía en Internet

Resumen:
El presente artículo busca arrojar algo de luz sobre algunas cuestiones que giran en torno a la autopornografía, más exactamente sobre cómo dicha forma de expresar el cuerpo expresa la individualidad de quien la practica o la lleva a cabo. Se observa, de igual modo, si dicha práctica puede llegar a ser parte de un proyecto de vida, y hasta dónde puede llegar dicho ejercicio de performance a ser positivo o negativo para la sociedad en general. Finalmente, tras dejar abierto algunos debates, como los referentes a qué es exactamente prostitución, cibersexo o pornografía, se habla brevemente acerca de la producción autopornográfica en los menores de edad, un fenómeno conocido con el nombre de Sexting y cuya regulación puede llegar a constituir uno de los mayores retos jurídicos de los actuales tiempos.

Palabras clave:
Autopornografía, cibersexo, performance, prácticas desritualizadas, Sexting.

Introducción

Marisol Salonova nos dice en su artículo titulado El cibersexo como ejercicio autopornográfico, que durante la práctica del cibersexo las personas implicadas producen autorretratos sexualizados de sí mismos (2011). Ahora bien, partiendo de aquello, el presente texto busca arrojar algo de luz sobre algunas preguntas que giran en torno a aquella práctica de producción de autorretratos sexualizados y que responden a cuestiones cuyos debates seguirán abiertos, muy seguramente, durante mucho tiempo. Preguntas tales como: ¿dónde comienza el performance erótico y sensual del cibersexo a ser prostitución?, ¿hasta dónde son sus efectos negativos o positivos para la sociedad en general?, ¿es la producción autopornográfica una expresión de individualidad y de un proyecto de vida inscrito en valores sociales?, y ¿qué dimensiones estructurales tras la práctica autopornográfica en internet podrían propiciar efectos negativos para una persona o un determinado grupo de la sociedad?

Acerca de la primera pregunta, hay que decir que no todos los ejercicios autopornográficos que se presentan a través de la red informática, son ejercicios de prostitución, entendida esta como compra y venta del cuerpo con fines sexuales con o sin contacto físico. Respecto a este punto, en el presente texto se plasma la idea de que la autopornografía, además de ser prostitución, o de poder llegar a ser una forma de prostitución, en algunos casos, ya que no siempre la autopornografía persigue una finalidad de compra y venta del cuerpo, es, en segundo lugar, un ejercicio de construcción de espacio y de un proyecto de vida.

Es un ejercicio de construcción de espacio en cuanto que toda práctica en la red entre dos o más personas genera un espacio más allá de las usuales categorías físicas y geográficas de espacio 1. Y es un ejercicio de construcción de un proyecto de vida, en cuanto que para autores como Ángela Bacca y Julián Ramírez, en su artículo Representaciones y prácticas en las relaciones de pareja en Bogotá en el siglo XX, la sexualidad, y la perspectiva misma de la organización familiar, entre otros aspectos de la personalidad, se conciben y funcionan dependiendo, entre otros, de un elemento realmente decisivo en cada persona. Un elemento que juega un papel de suma importancia en la regulación institucional del ejercicio de la vida sexual contemporánea, y que no es otro más que “el proyecto de vida individual” (Bacca y Ramírez: 2005).

En lo que atañe a este punto, cabe añadir que el proyecto individual de vida de una persona, con respecto a su sexualidad, puede girar o no en torno a la idea de “sexualidad responsable” 2, aunque la ausencia o poca práctica de esta idea en el proyecto de vida de una persona no quiera significar que dicha persona esté ejerciendo su sexualidad de forma errónea. Simplemente, lo que significa la ausencia de esta idea en el proyecto de vida de alguien, es que dicha persona no se acopla a un esquema de regulación o de orden que en cierta medida podría llegar a ser funcional para una determinada sociedad. De esta forma, y teniendo en cuenta que los conceptos de Bueno y Malo, son conceptos esencialistas y religiosos, no se debe considerar que una sexualidad irresponsable sea considerada como mala, aunque sí cabría preguntarse en el plano ético y moral, hasta dónde el ejercicio de una sexualidad irresponsable puede llegar o no a afectar el orden y la libertad de otras personas. Respecto a esto, más adelante se hablará brevemente de las consecuencias positivas y negativas del cibersexo, la pornografía y la autopornografía en la sociedad en general.

Ya para finalizar esta introducción, hay que decir, respecto a las definiciones de “cibersexo” y “pornografía”, que autoras como Marisol Salonova (2011), nos afirman que por el momento no hay una unanimidad de criterios al momento de definir dichos conceptos, más aún cuando dichas definiciones tienen mucho que ver, al igual que el concepto de belleza, con la perspectiva cultural desde la cual se miren (2011). Aun así en el presente artículo se entenderá al cibersexo, como aquellas manifestaciones de la sexualidad que son mediadas por la tecnología, en especial por el Internet, y a la autopornografía, como la autoproducción de material erótico o sexual en la que una persona hace un retrato sexualizado de sí misma.

El performance erótico: prácticas desritualizadas y seducción cultural

El individuo que decide vivir o expresar de alguna u otra forma su sexualidad a través de Internet, se ve inmerso, casi que indefectible e irremediablemente, en dos fenómenos sociales de honda complejidad que son los siguientes:

Primer fenómeno a considerar: hoy en día vivimos en una época de emancipación de los códigos y normas sociales entre los agentes que se relacionan entre sí, más que nada en materia sexual (Baudry: 1997). Dicha emancipación de códigos y normas, como es de imaginar, hacen que surjan nuevas formas de expresar el erotismo y la sexualidad. Las técnicas de filmación pornográfica, por ejemplo, implican reglas específicas del uso de la imagen del cuerpo lejos de las prácticas sexuales tradicionales. En lo que atañe a esto, Patrick Baudry nos dice que en la mayoría de las películas porno, la eyaculación es siempre externa y visible con el objetivo específico de diferenciarla de la eyaculación propia del acto procreativo tradicional. Dicho autor también nos dice que este sencillo ejemplo no hace más que mostrar, en lo que en materia de sexualidad se refiere, la actual predilección de nuestras sociedades de consumo por la visibilidad (Baudry: 1997). Un punto que, a su vez, ilustra un poco la manera en la que en el ámbito sexual se han ido emancipando y cambiando los códigos y normas sociales tradicionales.
 
Ahora bien, la predilección por la visibilidad sexual en las sociedades contemporáneas no es la única manifestación del resquebrajamiento de los antiguos códigos y normas, lo es también el uso cultural de lo que me permito llamar “las prácticas desritualizadas”, entendidas estas como aquellas prácticas que se realizan sin ninguna orientación temporal, que son fugaces, y que se desligan de los valores y los rituales tradicionales de la modernidad. Con dicho concepto no quiero decir que el cibersexo sea por entero una “práctica desritualizada”. No obstante, si bien es cierto que la práctica y expresión del sexo tiene hoy en día sus propios códigos, lenguajes e imaginarios, también es cierto que dichos códigos giran en torno a la búsqueda del placer inmediato y de las relaciones fugaces (o líquidas en los términos del sociólogo polaco Zygmunt Bauman), y que dicha búsqueda del placer inmediato, además, va en contradicción con antiguas formas culturales en las que giraba la sexualidad tales como el matrimonio y otras expresiones rituales y normativas de la sociedad tradicional.

Segundo fenómeno a considerar: hoy en día no solamente vivimos en una época que bien podríamos llamar de “prácticas desritualizadas”, sino también de “seducción cultural”. He optado por el concepto de seducción cultural, apelando al concepto de seducción que propone Baudrillard, entendida esta como un juego estratégico orientado a posponer el cumplimiento del deseo, y como un ritual y un artificio sostenido por las estrategias de la ilusión (Amar Sánchez: 2000). En lo que se refiere a este punto, no es un hecho desconocido, que en una economía global de tendencia neoliberal, en donde el Estado ha abandonado en gran parte su papel de árbitro en la economía, para que ella se rija por sus propias reglas, la industria se encuentre totalmente libre para aprovechar las estrategias y los artificios de la tecnología para vendernos o promocionarnos distintos tipos de mercancía. No es raro que dichas promociones, hoy en día, ante el desuso de algunos valores familiares y religiosos3 , se centren, más que nada, en lo valores culturales colectivos que más les podrían ayudar a generar una demanda de productos estándar y con un corto tiempo de vida, y me atrevería a decir, que en lo que atañe a esto la industria neoliberal tiene cierta predilección por los valores culturales juveniles, aunque ese es un tema que se escapa a las finalidades del presente texto.

Por otra parte, es bien sabido que desde hace unos años el Internet ha venido imponiéndose sobre todos los demás medios tecnológicos y artificiales de comercio. De ahí que Marisol Salonova (2011), nos diga lo siguiente:

El hecho de que en Internet sea posible ocultar la identidad, alterarla o diversificarla, puede tener un gran impacto en las expresiones sexuales. La sensación de libertad crece a la par que el deseo de experimentar, y el cuerpo puede ocultarse y/o exhibirse en la medida que uno quiera o bien, apropiarse de prolongaciones (desde el ratón que mueve el cursor hacia activar la webcam, hasta el juguete sexual que pudiera intervenir).

Hasta aquí, hay que dejar en claro, en primer lugar, que la actual predilección de la sociedad posmoderna, en lo que atañe en materia de sexualidad, al uso y consumo de la visibilidad y de la imagen, no es ningún problema en sí. Por eso, el Internet no vendría siendo más que un medio con sus propias reglas para expresar la sexualidad, teniendo en cuenta que la sexualidad es un aspecto central del ser humano, presente a lo largo de toda su vida, la cual abarca el sexo, las identidades de género, el erotismo, la intimidad, el placer, la reproducción y la orientación sexual (Salonova: 2011).

De allí que el ejercicio de hacer o buscar autopornografía responda no solo a la búsqueda del placer inmediato individual, sino que responda también a códigos rituales puesto que los ritos también generan cambios y transiciones. Puede, incluso, que los valores tradicionales de la sexualidad, en este orden de ideas, no hayan sido drásticamente modificados sino simplemente actualizados. Al respecto, Jeffrey Alexander nos dice que “la actuación ritual no solo simboliza una relación o un cambio social, lo actualiza” (Alexander, p 24: 2005).

Debido a ello es que se puede afirmar que aun en una época de prácticas desritualizadas y de seducción cultural, el cibersexo y la autopornografía “no implican necesariamente cierta promiscuidad, ya que muchas parejas formales hacen uso de estas prácticas cuando se encuentran lejos (Salonova: 2011),y muchas mujeres lo utilizan, además, sin ser coaccionadas más que por el sistema estructural imperante, como un modo lícito de ingresos. Para muchas de estas mujeres, o para algunos hombres de distintas tendencias sexuales que también utilizan el cibersexo como una fuente de ingresos económicos, la producción de retratos sexualizados de sí mismos es también una forma de expresión individual.

De esta forma, todo performance, como lo puede ser el performance erótico en la pornografía, que es aquel en el cual se representan elementos sexuales o de seducción, es una forma propia de la individualidad de expresarse ante los demás. Al respecto, Jeffrey Alexander nos dice lo siguiente:

La performance cultural es un proceso social mediante el cual los actores, individualmente o en conjunto, exhiben para otros el significado de su situación social. Este significado puede o no ser uno con el que ellos se adhieran subjetivamente; es el significado que ellos como actores sociales, consciente o inconscientemente desean hacerle creer a otros (Alexander: p. 19, 2005).

Pero la cuestión que surge ahora, es si aquel performance o aquella práctica de expresión corporal, que nace como fruto de una sociedad de prácticas desritualizadas y de seducción cultural, tiene no solo consecuencias positivas para la expresión individual sino también para la sociedad en general, o si, por el contrario, sus consecuencias son negativas, en especial para los menores de edad.

¿Hasta dónde son los efectos de la pornografía y la autopornografía positivos o negativos para la sociedad en general?

Es bien sabido que algunas orientaciones sexuales como la homosexualidad o la transexualidad han sido consideradas erróneamente en ciertas épocas como enfermedades, y que han sido entendidas y tratadas incluso como delitos punibles con la muerte. Ahora bien, sin ignorar que la pornografía puede, y de hecho hoy en día tiene tras de sí una gran facilidad para cosificar a las personas y para producir un interés manifiesto en su explotación comercial, con tratos denigrantes y coactivos o no, lo cierto es que la pornografía ha sido en gran parte satanizada. Son muchos los medios que se refieren a la pornografía como algo esencialmente perverso, aunque hay que tener en cuenta que muchos de aquellos medios no hacen más que hablar de los problemas, sin duda, social e individualmente perniciosos, de la pornografía como adicción, no obstante, una cosa es la pornografía como adicción, que es excesivamente perjudicial desde múltiples dimensiones sociales, y otra la pornografía en sí.

Por otra parte, existen medios que también recalcan algunos aspectos positivos de la pornografía. Como ejemplo de esto, sin decir que la pornografía sea totalmente inofensiva, o que las correlaciones que se mencionarán más adelante sean totalmente directas, un blog de Internet habla de un artículo de Michael Casteman4 , afirmando que la pornografía acarrea grandes beneficios sociales:

Desde 1990, la tasa de abortos en Estados Unidos ha bajado un 41%; la sífilis ha disminuido en 74%; y la gonorrea ha descendido en un 57%. También el sexo adolescente va a la baja, pues desde 1991, la cifra de jóvenes que mantiene relaciones sexuales ha decrecido un 7%; en tanto que el uso del condón ha subido un 16%, y la tasa de embarazos no deseados disminuyó 33%. El divorcio es otro aspecto social que ha bajado en un 23%; mientras que desde 1995, las violaciones han descendido un 44%. (…) La única cosa que la pornografía realmente causa es la masturbación. (…) La pornografía en Internet mantiene a los hombres en casa. Como resultado, ellos no están fuera actuando irresponsable o criminalmente en el mundo 5.

Existen también algunos medios de comunicación que al resaltar los aspectos negativos de la pornografía, lo que en realidad quieren hacer es resaltar el hecho de que vivimos en un mundo de constantes abusos sexuales. No obstante, el hecho de que los abusos sexuales sean vistos de esta forma, no hace más que profundizar su dimensión de alarma social, como bien pudo haber sido la alarma sobredimensionada del virus H1N1 o de la gripe aviar en la primera década del siglo XXI. En este sentido, el hecho de que los abusos sexuales causen alarma social, hace que se subestime y/o sobrestime su importancia. (Pérez Conchillo y Carbajo Ávarez: 1999). Al respecto, también es cierto que:

Por otro lado todavía nos seguimos encontrando con profesionales para los que cualquier referencia a lo sexual es sospechosa. Nos hemos encontrado con la triste experiencia de niños que han sido derivados a nuestro servicio por el mero hecho de acostarse desnudos con su padre, o por bañarse juntos. Así pues, es muy importante tener un criterio profesional equilibrado, que trascienda nuestros valores y nuestras costumbres, para poder evaluar adecuadamente todas las posibles hipótesis (Pérez Conchillo y Carbajo Ávarez: 1999).

Si tomamos en cuenta todo lo que hasta aquí se ha dicho, se puede llegar a afirmar que el reducir la incidencia de delitos sexuales es una meta que nunca se podrá llevar a cabo desapareciendo la pornografía del mundo, sino mediante la aplicación de un tratamiento para delincuentes sexuales, por ejemplo. Un tratamiento, el cual, cabe decir, hoy en día no existe, y que debería estar ampliamente promovido, disponible y accesible. Pero, más que nada, hay que tener en cuenta que “la mejor manera de evitar los abusos sexuales es a través de una buena comunicación con los hijos y con una adecuada educación sexual”, que venga directamente de la institución de la familia (Pérez Conchillo y Carbajo Ávarez: 1999).

El fenómeno del Sexting y el performance erótico

El Sexting es un fenómeno de reciente aparición social que engloba “aquellas conductas o prácticas entre adolescentes consistentes en la producción, por cualquier medio, de imágenes digitales en las que aparezcan menores de forma desnuda o semidesnuda, y en su transmisión a otros menores, ya sea a través de telefonía móvil o correo electrónico, o mediante su puesta a disposición de terceros a través de Internet (Agustina: 2010, p. 4), (McLaughlin: 2010).

El Sexting es un fenómeno que ha puesto en serios aprietos al sistema judicial de los distintos Estados y de los distintos gobiernos, puesto que, en primer lugar, se trata de un delito sin víctima, y, en segundo lugar, porque los jóvenes alegan su derecho de expresión individual y de conformación de un proyecto de vida, aun cuando dicha práctica es evidentemente una producción de pornografía infantil, y como tal, un delito punible.

Ahora bien, en líneas anteriores hemos visto que la práctica autopornográfica sí es una forma de expresión individual y sí puede llegar a ser parte de un proyecto de vida, ya sea como mera forma de expresarse o como fuente de ingresos. También se ha visto que dependiendo del contexto y de sus alcances, la pornografía puede tener efectos positivos y negativos para la sociedad, sin decir, no obstante, que sea mala o que sea buena. Ahora, si nos remitimos a la principal afirmación de la sociología pragmática elaborada por Luc Boltanski y Laurent Thévenot (1991), la cual afirma que todos los agentes sociales tenemos capacidades innatas de crítica y decisión individual, en principio, podríamos decir que cualquier persona es libre o no para saber qué hacer con su cuerpo, sin embargo, dicha teoría también nos dice que dichas capacidades innatas son formadas y alimentas por el ambiente y, por ende, por el tiempo de experiencia vivencial. En dicho sentido, no cabría ninguna duda de que, al menos en el terreno de lo ideal, una persona mayor de edad tiene muchas más competencias de crítica y decisión libre para saber si hace de la práctica autopornográfica una forma de expresión individual o un proyecto de vida. Eso, sumado al hecho de que la pornografía infantil es un delito punible, incapacita, al menos en el terreno moral y axiológico, epistemológico y judicial, a los menores y a los jóvenes para la práctica autopornográfica.

El Sexting, además, es un fenómeno de gran preocupación para muchas personas que opinan que la pornografía ha reemplazado a las mujeres por los jóvenes y los niños como víctimas principales de los delitos sexuales. Eso, sin entrar en detalle en el hecho de que “en la pornografía actual se da una fuerte tendencia hacia el directo y lo amateur, sin importar tanto la distancia física (Salonova: 2011).

De esta forma nos encontramos con que una cosa es aprovechar el Internet como medio de expresión sexual y otra difundir pornografía. De ahí que es evidente que el menor que produzca imágenes de alto contenido sexual sobre sí mismo (o de otro menor) con el fin de difundirlas, está produciendo pornografía infantil, lo cual, de hecho, está prohibido por las leyes internacionales. En estos casos se debe actuar según el código penal del menor (Agustina: 2010, p. 4), un código que, además, debe estar en permanente construcción y debate, ya que una persona, aun cuando sea menor de edad, no se encuentra enteramente sin capacidades críticas y de discernimiento, por lo que bien puede afrontar sus propios errores en caso de que sea necesario. Por otra parte, el Internet, como medio de producción autopornográfica, debe ser utilizado por personas que tengan la madurez y los esquemas mentales y las experiencias vivenciales necesarios para poder escoger con libertad la práctica de producción de retratos sexualizados de sí mismos. Una práctica que se debe realizar, claro está, de una forma que no vaya en contra de la juricidad existente.

Consideraciones finales:

Puede que la principal conclusión del presente texto, es que la producción de autopornografía, como expresión de la individualidad que es, debe ser practicada únicamente por adultos conscientes, los cuales pueden, incluso, adscribirla dentro de su proyecto de vida ya sea como medio para obtener ingresos o como simple manifestación individual o cultural. Ahora bien, el presente artículo, tal y como se advirtió al comienzo, no buscaba más que arrojar algo de luz acerca de algunas cuestiones como bien lo es la producción de autopornografía como forma de proyecto de vida. En lo que atañe a la cuestión sobre qué dimensiones estructurales tras la práctica autopornográfica en internet podrían o no propiciar efectos negativos para una persona o un grupo determinado de la sociedad, es un tema que rebasa las expectativas del presente texto, sin embargo, en líneas anteriores se tocó brevemente el hecho de que el sistema de economía neoliberal deshumaniza los intercambios comerciales capitalistas, esta variable estructural, sumada al hecho de que a veces las personas se vean privadas de su ciudadanía y, por ende, sin medios legales para conseguir ingresos, muchas veces por encontrarse ilegalmente en otro país, bien podría propiciar, en principio, que dichas personas exploten su cuerpo como mera mercancía sexual, o, pero aun, que sea explotado por otros agentes sociales, mediante el uso de la fuerza o de una autoridad basada en una posición dominante. Esto es lo que se denomina trata de personas, aunque ese es un tema, que como se ha dicho, rebasa las expectativas del presente texto, que no busca más que dejar en claro que la práctica autopornográfica es una expresión de individualidad que debe ser tomada de forma consciente y madura en un mundo deshumanizado y de prácticas fugaces y desritualizadas.

Referencias bibliográficas

  1. L. Boltanski, L. Thévenot (1991) De la justification, Paris: Gallimard.
  2. Agustina, José R., (2010) “¿Menores infractores o víctimas de pornografía infantil? Respuestas legales e hipótesis criminológicas ante el Sexting”, En: Revista Electrónica de Ciencia Penal y Criminología.
  3. Amar Sánchez, Ana María. "Vínculos, usos y tradiciones. La cuestión teórica" en Juegos de Seducción y traición. Literatura y cultura de masas. Rosario, Argentina: Beatriz Viterbo Editora, 2000.
  4. Alexander, Jeffrey, (2005) “pragmatica cultural: un nuevo modelo de performance social”,En: Revista colombiana de sociología, N. 24 pp. 9-67.
  5. Bacca, Ángela y Ramírez, Julían, (2005) “Representaciones y prácticas en las relaciones de pareja en Bogotá en el siglo XX –tránsito entre la tradicón y la modernidad-“. En: Revista Colombiana de sociología, N. 24 -2005. pp. 69-89.
  6. BAUDRY Patrick, (1997) La pornographie et ses images. En http://socio.ens-lyon.fr/agregation/corps/corps_fiche_baudry2.php
  7. Carbajo Ávarez, Eva y Peréz Conchillo maría, (1999). Acercamiento integrador a los abusos sexuales, En: http://www.infoabu.com/articulos_acercamiento1.htm
  8. McLaughlin, Julia Halloran (2010) “Crime and Punishment: Teen Sexting in Context”. ExpressO. Disponible en http://works.bepress.com/julia_mclaughlin/1
  9. Salonova, Marisol (2011) El cibersexo como ejercicio autopornográfico”, En: blog de la revista Cuadrivio, 11 de diciembre de 2011.
  10. Vera-Gamboa, Ligia, (2000) La pornografia y sus efectos: ¿es nociva la pornografia?, En: Rev Biomed 2000; 11:77-79.
  11. Precarias a la deriva (2004) A la deriva por los circuitos de la precariedad femenina. Edición: Traficantes de sueños.
  12. Dépendance à la pornographie. Comprendre les enjeux réels des combats "vertueux". En http://www.sexologiemagazine.com/sociologie/Dependance&Pornographie.html

1 En este sentido la noción de “Espacio practicado” de Michel de Certeau dice que este “ocurre como el efecto producido por las operaciones que lo orientan, lo sitúan, lo temporalizan y lo hacen funcionar”.

2 De acuerdo a Ángela Bacca y Julián Ramírez, en su texto: Representaciones y prácticas en las relaciones de pareja en Bogotá en el siglo XX (2005), la idea de “sexualidad responsable”, es una forma secular de regulación en torno a la sexualidad.

3 Sin duda alguna, algunos valores familiares y religiosos como la Navidad aún siguen teniendo una importancia de dimensiones destacadas para la industria.

4 El artículo del que se habla aparece en: http://alt1040.com/2010/05/la-pornografia-en-internet-acarrea-beneficios-sociales.

5 Ligia Vera-Gamboa, en un artículo titulado: La pornografía y sus efectos: ¿es nociva la pornografía?, sin hacer una defensa de la pornografía, también habla no solo de los aspectos negativos sino de los positivos de esta expresión visual de índole sexual. Ella dice que la pornografía presenta algunas ventajas como permitir a algunas personas enriquecer su vida sexual y desde esta óptica aceptar y respetar que existen aspectos de la sexualidad humana diferentes a los personales. También se han reportado algunas desventajas como el hecho que han reducido a la mujer a un objeto de placer y la reducción de las relaciones sexuales a sólo un acto físico ajeno al contexto de una relación. Asimismo, reduce nuestra corporalidad y sexualidad a la genitalidad y finalmente lleva a la creación de estereotipos (2000).