ANÁLISIS TEÓRICO E HISTÓRICO DEL DESARROLLO DEL CAPITALISMO EN AMÉRICA LATINA 
EN EL SIGLO XX

ANÁLISIS TEÓRICO E HISTÓRICO DEL DESARROLLO DEL CAPITALISMO EN AMÉRICA LATINA EN EL SIGLO XX

Lucina Aguilar Orejel (CV)
Universidad Autónoma de Nayarit

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  1. RECONSTRUCCIÓN CONCEPTUAL DE LA VISIÓN DE         RUY MAURO MARINI SOBRE EL DESARROLLO DEL         CAPITALISMO EN AMÉRICA LATINA.

  2. Dialéctica de la dependencia.

El capitalismo latinoamericano, solo cobra sentido si se le contempla en la perspectiva del sistema en su conjunto, a nivel nacional, y principalmente a nivel internacional.

El conocimiento de la forma particular que acabó por adoptar el capitalismo dependiente latinoamericano, es lo que ilumina el estudio de su gestación y permite conocer analíticamente las tendencias que desembocaron en este resultado.

  1. La integración al mercado mundial.

Forjada al calor de la expansión comercial promovida por el capitalismo naciente, América Latina se desarrolla en estrecha consonancia con la dinámica del capital internacional. Los nuevos países se articulan directamente con la metrópoli inglesa y, en función de esta, entran a producir y a exportar bienes primarios a cambio de manufacturas de consumo y de deudas.

Es a partir de entonces que se configura la dependencia, entendida como una relación de subordinación entre naciones formalmente independientes, en cuyo marco las relaciones de producción de las naciones subordinadas son modificadas o recreadas para asegurar la reproducción ampliada de la dependencia.

La función cumplida por América Latina en el desarrollo del capitalismo, fue: crear una oferta mundial de alimentos, y contribuir a la formación de un mercado de materias primas industriales, cuya importancia crece en función del mismo desarrollo industrial. Esto fue lo que permitió profundizar la división del trabajo y especializar a los países industriales como productores mundiales de manufacturas.

Más allá de facilitar el crecimiento cuantitativo de los países industriales, América Latina contribuyó a que el eje de la acumulación en la economía industrial se desplazara de la producción de plusvalía absoluta a la de plusvalía relativa. Sin embargo, el desarrollo de la producción latinoamericana, que permite a la región coadyuvar en este cambio cualitativo en los países centrales, se dió fundamentalmente con base en una mayor explotación del trabajador.

  1. El secreto del intercambio desigual.

La condición por excelencia de la plusvalía relativa, es una mayor capacidad productiva del trabajo, sin embargo una mayor capacidad productiva del trabajo no asegura de por sí un aumento de la plusvalía relativa. Al aumentar la productividad, el trabajador crea más productos en el mismo tiempo, pero no más valor; es justamente este hecho el que lleva a procurar (al capitalista individual) el aumento de productividad, ya que ello le permite rebajar el valor individual de su mercancía, en relación al valor que las condiciones generales de la producción le atribuyen, obteniendo así una plusvalía extraordinaria.

La plusvalía extraordinaria altera el reparto general de la plusvalía entre los capitalistas, pero no modifica el grado de explotación del trabajo en la economía o rama considerada.

Si el procedimiento técnico que permitió el aumento de productividad se generaliza a las demás empresas, se habrá acrecentado la masa de productos, más no su valor. El valor social de la unidad de producto se reducirá en términos proporcionales al aumento de la productividad del trabajo. La consecuencia sería no el incremento de plusvalía, sino más bien su disminución. Esto debido a que lo que determina la cuota de plusvalía no es la productividad del trabajo, sino el grado de explotación.

Para incrementar el grado de explotación se debe disminuir el valor social de los bienes-salario, para lo que recurre, en general, a la productividad  del trabajo.

Ahora bien, lo que se apropia el capitalista no es directamente la plusvalía producida, sino la parte de ésta que le corresponde bajo la forma de ganancia. Como la cuota de ganancia no puede ser fijada tan sólo en relación al capital, sino que sobre el total del capital avanzado en el proceso de producción (salarios, instalaciones, maquinaria, materias primas, etc.) el resultado del aumento de la plusvalía tiende a ser una baja de la cuota de ganancia.

Esta contradicción se contrarresta mediante diversos procedimientos, que se orientan en el sentido de incrementar aún más la plusvalía, mediante la baja paralela en el valor del capital constante, a fin de compensar la declinación de la cuota de ganancia.

Una segunda clase de procedimientos, es la oferta mundial de materias primas industriales, la cual aparece como la contrapartida de la oferta mundial de alimentos. La oferta mundial de alimentos y materias primas ha sido acompañada de la declinación de los precios de esos productos, relativamente al precio alcanzado por las manufacturas. Teóricamente, el intercambio de mercancías expresa el cambio de equivalentes, cuyo valor se determina por la cantidad de trabajo socialmente necesario que incorporan las mercancías. Por efecto de una mayor productividad del trabajo, una nación puede presentar precios de producción inferiores a sus concurrentes, sin por ello bajar significativamente los precios de mercado que las condiciones de producción de éstos contribuyen a fijar. Esto se expresa para la nación favorecida como ganancia extraordinaria. Es natural que el fenómeno se presente sobre todo a nivel de la concurrencia entre las naciones industriales, y menos entre las que producen bienes primarios, debido a que es entre las primeras que las leyes capitalistas de intercambio se ejecutan de manera plena.

En las transacciones entre naciones que intercambian distintas clases de mercancías, como manufacturas y materias primas, el mero hecho de que unas produzcan bienes que las demás no producen, o no lo puedan hacer con la misma facilidad, permite que las primeras eludan la ley del valor1 , y, por lo tanto, vendan sus productos a precios superiores a su valor, configurando así un intercambio desigual. Esto significa que las naciones desfavorecidas deben ceder gratuitamente parte del valor que producen.

Frente a los mecanismos de transferencia de valor, fundados sea en la productividad o en el monopolio de producción, se puede identificar (al nivel de las relaciones internacionales de mercado) un mecanismo de compensación. El incremento del valor intercambiado, por parte de la nación desfavorecida, permite neutralizar, total o parcialmente, la transferencia de valor, mediante el aumento del valor realizado.

Lo que importa señalar es que, para incrementar la masa de valor producida, el capitalista debe aumentar la explotación del trabajo, a través del aumento de su intensidad, ya mediante la prolongación de la jornada de trabajo, o combinando los dos procedimientos.

El aumento de la intensidad del trabajo contrarresta las desventajas resultantes de una menor productividad del trabajo, ya que permite la creación de más valor en el mismo tiempo de trabajo.

Las naciones desfavorecidas por el intercambio desigual, no buscan tanto corregir el desequilibrio entre los precios y el valor de sus mercancías exportadas (lo que implica el esfuerzo de aumentar la capacidad productiva del trabajo), sino más bien compensar la pérdida de ingresos generados por el comercio internacional, a través del recurso a una mayor explotación del trabajador.

La apropiación del valor realizado encubre la apropiación de una plusvalía que se genera mediante la explotación del trabajo en el interior de cada nación. Entonces, la transferencia de valor es transferencia de plusvalía, que se presenta como una baja en la cuota de plusvalía y por ende de la cuota de ganancia.

Lo que aparece como un mecanismo de compensación a nivel de mercado, es de hecho un mecanismo que opera a nivel de la producción interna.

  1. La superexplotación del trabajo.

El problema no es contrarrestar la transferencia de valor, sino más bien compensar una pérdida de plusvalía, la nación dependiente incapaz de impedirla al nivel de las relaciones de mercado, la compensa a nivel de la producción interna, mediante el aumento de la intensidad del trabajo, logrado con una mayor explotación del trabajador y no con el incremento de su capacidad productiva.

Otra forma, es reducir el consumo del obrero más allá de su límite normal, por lo cual el fondo de consumo del obrero, se convierte en un fondo de acumulación de capital.

1) El incremento de la intensidad del trabajo, 2) la prolongación de la jornada de trabajo y 3) la expropiación de parte del trabajo necesario al obrero para reponer su fuerza de trabajo, configuran un modo de producción fundado exclusivamente en la mayor explotación del trabajador, y no en el desarrollo de su capacidad productiva. Esto es congruente con el bajo nivel de desarrollo de las fuerzas productivas en la economía latinoamericana. Donde la actividad productiva se basa, sobre todo, en el uso intensivo y extensivo de la fuerza de trabajo.

En los tres mecanismos, la característica esencial está dada por que se le niega al trabajador las condiciones necesarias para reponer el desgaste de su fuerza de trabajo. Esto significa que el trabajo se remunera por debajo de su valor, y corresponden, pues, a una superexplotación del trabajo.

El solo régimen del trabajo esclavo, salvo condiciones excepcionales del mercado de mano de obra, es incompatible con la superexplotación del trabajo. Debido a que tiene una remuneración fija, que por lo tanto no se puede bajar. No pasa lo mismo con el trabajo asalariado y, en menor medida, con el trabajo servil (ya que la servidumbre presenta el inconveniente de que no le permite al capitalista dirigir directamente la producción).

La superioridad del capitalismo sobre las demás formas de producción mercantil, reside en que lo que transforma en mercancía no es al trabajador (el tiempo total de existencia del trabajador), sino su fuerza de trabajo, es decir el tiempo de existencia utilizada para la producción. Es esta la razón por la cual, al subordinarse una economía esclavista al mercado capitalista mundial, la agudización de la explotación del esclavo se agudiza, ya que interesa a su propietario reducir sus tiempos muertos para la producción, y hace coincidir el tiempo productivo con el tiempo de existencia del trabajador.

La superexplotación del esclavo, que prolonga su jornada de trabajo más allá de los límites fisiológicos admisibles y se salda necesariamente con su agotamiento prematuro, por muerte o incapacidad, sólo puede darse si es posible reponer con facilidad la mano de obra desgastada.

Como las condiciones creadas por la superexplotación del trabajo en la economía capitalista dependiente, tienden a obstaculizar su tránsito desde la producción de plusvalía absoluta a la de plusvalía relativa, en tanto que forma dominante en las relaciones entre el capital y el trabajo; el fundamento de la dependencia se encontrará en la superexplotación del trabajo.

También importa señalar que la superexplotación no corresponde a una supervivencia de modos primitivos de acumulación de capital, sino que es inherente a ésta, y crece correlativamente al desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo.

  1. El ciclo del capital en la economía dependiente.

Desarrollando su economía mercantil, en función del mercado mundial, América Latina es llevada a producir en su seno las relaciones de producción que se encontraban en el origen de la formación de ese mercado, y que determinaban su carácter y su expansión. Pero ese proceso estaba marcado por una profunda contradicción: llamada a coadyuvar a la acumulación del capital con base en la capacidad productiva del trabajo en los países centrales, América Latina debió hacerlo mediante una acumulación fundada en la superexplotación del trabajador. En esta contradicción radica la esencia de la dependencia latinoamericana.

La base real sobre la cual ésta se desarrolla son los lazos que ligan a la economía latinoamericana con la economía capitalista mundial. Nacida para atender las exigencias de la circulación capitalista, la producción latinoamericana no depende para su realización de la capacidad interna de consumo.

En los países industriales, cuya acumulación de capital se basa en la productividad del trabajo, el doble carácter del trabajador –productor y consumidor- se ve contrarrestado por la forma que asume el ciclo del capital. El capital privilegia el consumo productivo del trabajador (consumo de los medios de producción que implica el proceso de trabajo), y se inclina a desestimar su consumo individual (que el trabajador emplea para reponer su fuerza de trabajo), el cual le aparece como consumo improductivo. Esto se da solo en el momento de la producción.
Al abrirse la fase de realización, esta contradicción aparente entre el consumo individual de los trabajadores y la reproducción del capital desaparece, una vez que dicho consumo restablece al capital la forma que le es necesaria para empezar un nuevo ciclo, es decir, la forma dinero. El consumo individual de los trabajadores representa un elemento decisivo en la creación de demanda para las mercancías producidas, siendo una de las condiciones para que el flujo de la producción se resuelva adecuadamente en el flujo de la circulación. A través de la mediación que establece la lucha de obreros y patrones en torno a la fijación del nivel de los salarios, los dos tipos de consumo tienden así a complementarse, en el curso del ciclo del capital, superando la situación inicial de oposición en que se encontraban. Asimismo la plusvalía relativa abarata las mercancías que entran en la composición del consumo individual del trabajador.

En la economía exportadora latinoamericana, como la circulación se separa de la producción y se efectúa básicamente en el ámbito del mercado externo, el consumo individual del trabajador no interfiere en la realización del producto. En consecuencia, la tendencia natural del sistema será la de explotar al máximo la fuerza de trabajo del obrero, sin preocuparse de crear las condiciones para que éste la reponga, siempre y cuando se le pueda reemplazar mediante la incorporación de nuevos brazos al proceso productivo.

La economía exportadora es algo más que el producto de una economía internacional, fundada en la especialización productiva: es una formación social basada en el modo capitalista de producción, que acentúa hasta el límite las contradicciones que le son propias. Al hacerlo, configura las relaciones de explotación en que se basa, y crea un ciclo de capital que tiende a reproducir a escala ampliada la dependencia en que se encuentra.

La separación entre el consumo individual fundado en el salario y el consumo individual engendrado por la plusvalía no acumulada, da origen a una estratificación del mercado interno que es también una diferenciación de esferas de circulación: mientras la esfera “baja”, en la que participan los trabajadores, se basa en la producción interna, la esfera “alta” de circulación, propia a los no trabajadores, se entronca con la producción externa, a través del comercio de importación.

La armonía que se establece a nivel del mercado mundial, entre la exportación de materias primas y alimentos, por parte de América Latina, y la importación de bienes de consumo manufacturados europeos (y no europeos), encubre la dilaceración de la economía latinoamericana, expresada por la escisión del consumo individual total en dos esferas contrapuestas.

Cuando América Latina ingrese en la etapa de la industrialización, deberá hacerlo a partir de las bases creadas por la economía de exportación.

  1. El proceso de industrialización.

Por significativo que hubiera sido el desarrollo industrial en el seno de la economía exportadora (y por consiguiente, en la extensión del mercado interno), en países como Argentina, México, Brasil y otros, no llegó nunca a conformar una verdadera economía industrial, que, definiendo el carácter y el sentido de la acumulación del capital, acarreara un cambio cualitativo en el desarrollo económico de esos países. Por el contrario, la industria siguió siendo allí una actividad subordinada a la producción y exportación de bienes primarios, que constituían el centro vital del proceso de acumulación. Es tan sólo cuando la crisis de la economía capitalista internacional, correspondiente al periodo que media entre la primera y la segunda guerra mundial, obstaculiza la acumulación basada en la producción para el mercado externo, que el eje de la acumulación se desplaza hacia la industria, dando origen a la “moderna” economía industrial que prevaleció (e) en la región.

La reorientación hacia el interior de la demanda generada por la plusvalía no acumulada implicaba ya un mecanismo específico de creación del mercado interno, radicalmente distinto del que opera en la economía clásica, y que tendría graves repercusiones en la forma que asumiría la economía industrial dependiente.

En la economía capitalista clásica, el desarrollo de la acumulación basada en la productividad del trabajo tiene como resultado el aumento de la plusvalía, y, en consecuencia, la demanda creada por la parte de ésta que no se acumula. Es decir, crece el consumo individual de las clases no productoras. Esto no solo impulsa el crecimiento de la producción de bienes de consumo manufacturados en general, sino también el de la producción de artículos suntuarios. La circulación tiende pues a escindirse en dos esferas, pero con una diferencia sustancial de la situación que acontece en América Latina: la expansión de la esfera superior es una consecuencia de la transformación de las condiciones de producción, y se hace posible en la medida en que, aumentando la productividad del trabajo, la parte del consumo individual total que corresponde al obrero disminuye en términos reales.

La industrialización latinoamericana no crea, como en las economías clásicas, su propia demanda, sino que nace para atender a una demanda ya formada en el mercado externo, y se estructurará en función de los requerimientos de mercado procedentes de los países avanzados.

El modo de circulación que caracteriza a la economía exportadora, hace que la economía industrial dependiente reproduzca la acumulación de capital basada en la superexplotación del trabajador. En consecuencia, reproduce también el modo de circulación que corresponde a ese tipo de acumulación, aunque de manera modificada: ya no es la disociación entre la producción y la circulación de mercancías en función del mercado mundial lo que opera, sino la separación entre la esfera alta y baja de la circulación en el interior mismo de la economía, separación que al no ser contrarrestada por los factores que actúan en la economía capitalista clásica, adquiere un carácter mucho más radical.

Dedicada a la producción de bienes que no entran, o entran muy escasamente, en la composición del consumo popular, la producción industrial latinoamericana es independiente de las condiciones de salario propias a los trabajadores; esto en dos sentidos. 1) Al no ser un elemento esencial del consumo individual del obrero, el valor de las manufacturas no determina el valor de la fuerza de trabajo; por lo que no será la desvalorización de las manufacturas lo que influirá en la cuota de plusvalía. Esto dispensa al industrial de preocuparse de aumentar la productividad del trabajo para depreciar la fuerza de trabajo, y lo lleva inversamente a buscar el aumento de la plusvalía a través de una mayor explotación – intensiva y extensiva- del trabajo, así como la rebaja de salarios más allá de su límite normal. 2) Porque el hecho de que la oferta de mercancías crezca a costa de la reducción del poder de compra de los obreros, no le crea al capitalista problemas en la esfera de la circulación, una vez que las manufacturas no son elementos esenciales en el consumo individual del obrero.

En un determinado momento, cuando la oferta industrial coincide a grandes rasgos con la demanda existente, constituida por la esfera alta de la circulación, surge la necesidad de generalizar el consumo de manufacturas, lo que corresponde al momento en que en la economía clásica los bienes suntuarios debieron convertirse en bienes de consumo popular. Ello da lugar a dos tipos de adaptaciones en la economía dependiente: la ampliación del consumo de las capas medias, que se genera a partir de la plusvalía no acumulada, y el esfuerzo para aumentar la productividad del trabajo, condición sine qua non para abaratar las mercancías.

El segundo movimiento tiende a provocar un ligero cambio cualitativo en la base de la acumulación del capital, permitiendo al consumo individual del obrero modificar su composición e incluir bienes manufacturados. Si se profundizara esta tendencia se llegaría al desplazamiento del eje de acumulación de la explotación del trabajador, al aumento de la capacidad productiva del trabajo. No obstante es parcialmente neutralizado por la ampliación del consumo de los sectores medios.

La transición de un modo de acumulación a otro (basado en el mercado externo a otro basado en el interno) se hace difícil, y se realiza con extrema lentitud, dicha lentitud es suficiente para desencadenar un mecanismo que a la larga actuará en el sentido de obstaculizar la transición, desviando hacia un nuevo cauce la búsqueda de soluciones a los problemas de realización encarados por la economía industrial. Ese mecanismo es el recurso a la tecnología extranjera, destinado a elevar la capacidad productiva del trabajo.

  1. El nuevo anillo de la espiral.

A medida que avanza la industrialización latinoamericana, se altera la composición de sus importaciones, mediante la reducción del renglón relativo a bienes de consumo y su reemplazo por materias primas, productos semielaborados y maquinaria destinados a la industria. Sin embargo, la crisis permanente del sector externo de los países de la región, no permitió que las necesidades crecientes de elementos materiales del capital constante se pudieran satisfacer exclusivamente a través del intercambio comercial. Es por ello que adquiere singular importancia la importación de capital extranjero, bajo la forma de financiamiento e inversiones directas en la industria. Sobre este marco se transfieren a los países dependientes etapas inferiores de la producción industrial, reservándose a los centros imperialistas las etapas más avanzadas y el monopolio de la tecnología correspondiente.

Al concentrarse de manera significativa en las ramas productoras de bienes suntuarios, el desarrollo tecnológico acaba por plantear graves problemas de realización. El recurso utilizado para solucionarlos ha sido el de hacer intervenir al Estado (a través de la ampliación del aparato burocrático, de las subvenciones a los productores y del financiamiento al consumo suntuario), así como a la inflación, con el propósito de transferir poder de compra de la esfera baja a la esfera alta de circulación; ello implicó rebajar aún más los salarios reales, con el fin de contar con excedentes suficientes para efectuar el traspaso de ingreso. Pero a medida que se comprime la capacidad de consumo de los trabajadores, se cierra cualquier posibilidad de estímulo a la inversión tecnológica en el sector de producción destinado a atender al consumo popular. Por lo que no es sorpresa que, mientras las industrias de bienes suntuarios crecen a tasas elevadas, las industrias orientadas hacia el consumo masivo (“industrias tradicionales”) tiendan al estancamiento e incluso a la regresión.

Así pues, la producción basada en la superexplotación del trabajo divorcia al aparato productivo de las necesidades de consumo de las masas. La absorción del progreso técnico en condiciones de superexplotación del trabajo, acarrea la inevitable restricción del mercado interno, a lo cual se contrapone la necesidad de realizar masas siempre crecientes de valor. Esta contradicción no podría resolverse mediante la ampliación de la esfera alta de consumo en el interior de la economía, más allá de los límites establecidos por la superexplotación misma.

No pudiendo extender a los trabajadores la creación de demanda para los bienes suntuarios, y orientándose antes hacia la compresión salarial, que los excluye de facto de ese tipo de consumo, la economía industrial dependiente no sólo debió contar con un inmenso ejército de reserva, sino que se obligó a restringir a los capitalistas y a las capas medias altas, la realización de las mercancías de lujo. Ello planteó, desde mediados de los ‘60s, la necesidad de expandirse hacia el exterior, es decir, de desdoblar nuevamente – aunque ahora a partir de la base industrial- el ciclo del capital, para centrar parcialmente la circulación sobre el mercado mundial.

Desde los proyectos de integración económica regional, y subregional, hasta el diseñó de políticas agresivas de competencia internacional, se asiste en toda América Latina a la resurrección de la vieja economía exportadora.

1 LEY DEL VALOR.
Ley del intercambio equivalente de mercancías de modo que la producción y el cambio de las mismas se efectúan a tenor del trabajo socialmente necesario invertido en ellas. En la economía mercantil basada en la propiedad privada, la ley del valor regula espontáneamente la distribución de los medios de producción y de trabajo entre las distintas ramas de la economía nacional.
Las fluctuaciones espontáneas de los precios en torno al valor obligan a los productores de mercancías a aumentar o reducir la producción de tales o cuales mercancías, a orientarse hacia las ramas en que los precios de las mercancías bajo el influjo de la demanda creciente son superiores al valor, y a abandonar las ramas en que los precios de las mercancías, a consecuencia del descenso de la demanda, son inferiores al mismo.
Quien produce mercancías cuyo valor individual supere al valor social, al venderlas no cubre los gastos y se arruina. Quien aplica nuevas técnicas y en la producción de la mercancía invierte menos trabajo en comparación con los gastos socialmente necesarios, se enriquece. Ello incita a los otros productores de mercancías a elevar el rendimiento del trabajo mediante nuevos procedimientos técnicos, organizando mejor la producción y reduciendo los costos.