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  Siendo el doctor Tomás  Romay, uno de los fundadores de la medicina cubana, hombre de vasta cultura,  ideas políticas liberales, que prodigó profundo amor  a su tierra natal y de cosmovisión marcadamente  humanista, no es de extrañar que se sumase al reformismo liberal ilustrado y  emprendiese quijotesca lucha, por ver aplicada en su patria, los adelantos de  la medicina  moderna y execrase contra el  escolasticismo imperante en las aulas universitarias. 
  Resulta imprescindible  conocer los anacrónicos modelos imperantes en los estudios e incluso el propio  ejercicio de la medicina en  España y sus  colonias dado que…”…el  tribunal del protomedicato era el que regía  todos los aspectos sanitarios del reino teniendo hacia los profesionales el  poder para emplazarlos y capacidad para conocer y enjuiciar las causas civiles  y criminales por los excesos cometidos en el uso de sus oficios concediéndole  autoridad máxima para sentenciar sin más posibilidad de apelación que ante el  mismo tribunal”  (42)   
  Al respecto se puede  agregar que…”…en Cuba los primeros datos sobre el establecimiento del  Protomedicato parten del siglo XVIII, relacionados con la designación de  Francisco Teneza quien juró el cargo el 19 de junio de 171 [...] Los pocos médicos que  estudiaban en la Universidad de San Gerónimo tenían que pasar por el tribunal  que dirigía Teneza antes de comenzar a ejercer como tales, el cual analizaba su  origen y filiación católica y comprobaba su conducta personal y conocimientos  prácticos para poder otorgarle el indispensable visto bueno después que jurara  en público y en secreto el Misterio de la Purísima Concepción de María  Santísima y cumplir sus funciones cabalmente [...] El atraso en la  práctica médica durante el siglo XVIII no fue privativo de Cuba, ni siquiera de  Hispanoamérica, pero la ciudad de La Habana tenía fama internacional de ser tan  peligrosa, a causa de la fiebre amarilla (el vómito negro) y otras endemias,  que incluso el Barón de Humboldt temió viajar a Cuba y postergó cuanto pudo su  visita a la llamada ciudad de las flotas, también famosa por su ambiente de  disipación social y moral” (43).  
  Activista  infatigable  de la medicina preventiva,  introdujo en su patria el uso de la vacuna contra la viruela, que en  sistemáticas pandemias diezmaba a la población; acumuló conocimientos notables  en otras ramas del saber como en Química y Botánica; clamó por implementar  en nuestro suelo la modernidad del  conocimiento  e hizo suyo los reclamos en  el campo de la política del  pensamiento  ilustrado europeo. Inaugura la literatura médica científica en la Isla con su Disertación  sobre la fiebre maligna llamada vulgarmente Vómito Negro, enfermedad epidémica  de las Indias Occidentales. Son referenciales  sus  escritos publicados en el Papel Periódico de la Havana, fiel expresión del  carácter avanzado de sus ideas para la época y más  en la colonia antillana, sometida al  arbitraje del más acérrimo oscurantismo.
  Para éste es  incuestionable que la enseñanza de los estudios de medicina en Cuba revela como…“…la filosofía renaciendo de la patria de los Séneca y Columelas arrolla  las demás preocupaciones del orgullo y la ignorancia. Y hace que los nuevos  habitadores de la fecunda Hesperia depongan aquel ceño desdeñoso con que  miraban los profesores de una ciencia la más útil a la humanidad y que estos  abjuren la ridícula superstición con que tenazmente adheridos a un sistema  metafísico creían lo que no palpaban y concebían la naturaleza según las ideas  de un cerebro destemplado. Pero apenas perciben la voz del grande Bacon  intimando que la naturaleza no debía abstraerse sino escudriñarse y analizarse,  abandonan el Peripato y todas sus cuestiones nominales, huyen de Galeno,  detestan a Avicena, abominan a Averroes y arrojan más tiempo y con más  ignominia que el de Tarif las cervices de sus padres. El hombre es ya el grande  objeto de sus meditaciones, el cadáver del hombre el inmenso libro que con  voces inefables, pero demasiado enérgicas, les manifiesta en cada página que  rasga la diestra mano del anatómico el origen, los progresos y efectos de las  enfermedades. La inspección de una sola viscera les enseña mas fisiología y  patología que los difusos volúmenes de Enríquez,  Mareja y Bravo”. (44)