LOS COMPONENTES ÉTICO-POLÍTICOS EN LA IDEOLOGÍA DE LA REVOLUCIÓN CUBANA. PRIMERA PARTE

LOS COMPONENTES ÉTICO-POLÍTICOS EN LA IDEOLOGÍA DE LA REVOLUCIÓN CUBANA. PRIMERA PARTE

Raúl Quintana Suárez (CV)
Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona

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5,2.- Tomás Romay y Chacón (1764-1849)

 La cosmovisión  escolástica imperante en la colonia, patrocinada por la iglesia e inculcada en los contenidos y métodos educativos, no solo se revela en la enseñanza sino esencialmente en las barreras que ofrece al desarrollo de los conocimientos científicos. No es de extrañar que personalidades relevantes de la época, se enfrenten a tales concepciones  que subordinan el saber a la teología.
Siendo el doctor Tomás Romay, uno de los fundadores de la medicina cubana, hombre de vasta cultura, ideas políticas liberales, que prodigó profundo amor  a su tierra natal y de cosmovisión marcadamente humanista, no es de extrañar que se sumase al reformismo liberal ilustrado y emprendiese quijotesca lucha, por ver aplicada en su patria, los adelantos de la medicina  moderna y execrase contra el escolasticismo imperante en las aulas universitarias.
Resulta imprescindible conocer los anacrónicos modelos imperantes en los estudios e incluso el propio ejercicio de la medicina en  España y sus colonias dado que…”…el  tribunal del protomedicato era el que regía todos los aspectos sanitarios del reino teniendo hacia los profesionales el poder para emplazarlos y capacidad para conocer y enjuiciar las causas civiles y criminales por los excesos cometidos en el uso de sus oficios concediéndole autoridad máxima para sentenciar sin más posibilidad de apelación que ante el mismo tribunal”  (42)  
Al respecto se puede agregar que…”…en Cuba los primeros datos sobre el establecimiento del Protomedicato parten del siglo XVIII, relacionados con la designación de Francisco Teneza quien juró el cargo el 19 de junio de 171 [...] Los pocos médicos que estudiaban en la Universidad de San Gerónimo tenían que pasar por el tribunal que dirigía Teneza antes de comenzar a ejercer como tales, el cual analizaba su origen y filiación católica y comprobaba su conducta personal y conocimientos prácticos para poder otorgarle el indispensable visto bueno después que jurara en público y en secreto el Misterio de la Purísima Concepción de María Santísima y cumplir sus funciones cabalmente [...] El atraso en la práctica médica durante el siglo XVIII no fue privativo de Cuba, ni siquiera de Hispanoamérica, pero la ciudad de La Habana tenía fama internacional de ser tan peligrosa, a causa de la fiebre amarilla (el vómito negro) y otras endemias, que incluso el Barón de Humboldt temió viajar a Cuba y postergó cuanto pudo su visita a la llamada ciudad de las flotas, también famosa por su ambiente de disipación social y moral” (43). 
Activista infatigable  de la medicina preventiva, introdujo en su patria el uso de la vacuna contra la viruela, que en sistemáticas pandemias diezmaba a la población; acumuló conocimientos notables en otras ramas del saber como en Química y Botánica; clamó por implementar  en nuestro suelo la modernidad del conocimiento  e hizo suyo los reclamos en el campo de la política del  pensamiento ilustrado europeo. Inaugura la literatura médica científica en la Isla con su Disertación sobre la fiebre maligna llamada vulgarmente Vómito Negro, enfermedad epidémica de las Indias Occidentales. Son referenciales  sus escritos publicados en el Papel Periódico de la Havana, fiel expresión del carácter avanzado de sus ideas para la época y más  en la colonia antillana, sometida al arbitraje del más acérrimo oscurantismo.
Para éste es incuestionable que la enseñanza de los estudios de medicina en Cuba revela como…“…la filosofía renaciendo de la patria de los Séneca y Columelas arrolla las demás preocupaciones del orgullo y la ignorancia. Y hace que los nuevos habitadores de la fecunda Hesperia depongan aquel ceño desdeñoso con que miraban los profesores de una ciencia la más útil a la humanidad y que estos abjuren la ridícula superstición con que tenazmente adheridos a un sistema metafísico creían lo que no palpaban y concebían la naturaleza según las ideas de un cerebro destemplado. Pero apenas perciben la voz del grande Bacon intimando que la naturaleza no debía abstraerse sino escudriñarse y analizarse, abandonan el Peripato y todas sus cuestiones nominales, huyen de Galeno, detestan a Avicena, abominan a Averroes y arrojan más tiempo y con más ignominia que el de Tarif las cervices de sus padres. El hombre es ya el grande objeto de sus meditaciones, el cadáver del hombre el inmenso libro que con voces inefables, pero demasiado enérgicas, les manifiesta en cada página que rasga la diestra mano del anatómico el origen, los progresos y efectos de las enfermedades. La inspección de una sola viscera les enseña mas fisiología y patología que los difusos volúmenes de Enríquez,  Mareja y Bravo”. (44)