ELEMENTOS DE LA HISTORIOGRAFÍA DE  LA UNIVERSIDAD Y LA DEPARTAMENTALIZACIÓN EN LA  SANTIAGO DE CALI EN ESTOS LOS  TIEMPOS DEL PARADIGMA DE LA ECONOMÍA GLOBAL

ELEMENTOS DE LA HISTORIOGRAFÍA DE LA UNIVERSIDAD Y LA DEPARTAMENTALIZACIÓN EN LA SANTIAGO DE CALI EN ESTOS LOS TIEMPOS DEL PARADIGMA DE LA ECONOMÍA GLOBAL

Germán López Noreña (CV)
Guillermo Peñuela Fernandez (CV)

Universidad Santiago de Cali

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6.4 LOS CAMBIOS RELIGIOSOS

Los anteriores procesos mencionados durante el denominado Renacimiento Del Siglo XII, algunos ya vistos de manera general en este capítulo del libro, como por ejemplo, la concentración del poder político, las guerras contra el estigmatizado “infiel”, la emergencia y desarrollo de la burguesía, los ataques al Feudalismo, el incremento del comercio y los nuevos espacios gestados para la industrialización –gracias a los logros tecnológicos en este siglo-, como también los cambios en el arte, etc.; fueron precedidos de nuevas manifestaciones en lo espiritual y específicamente en lo religioso en el marco de la época medieval.
En lo correspondiente a la Teología1 (del griego: θεος theos 'Dios' y λογος logos: 'estudio, razonamiento, ciencia', significando 'el estudio de Dios' y, por consiguiente, el estudio de las cosas o hechos relacionados con Dios), y especialmente a la Teología Católica, entendida como la desarrollada por el Catolicismo –la que es común a las iglesias católicas, y en la que se estudia a Dios, fundamentándose en tres fuentes: las Sagradas Escrituras (Perez y Trebollé, 2007; Philip y Serrano, 2008), la Tradición de los santos o Tradición Apostólica (Cullmann, 1955) y el Magisterio-, la que fue innovada gracias a la recepción de ideas foráneas y en especial gracias a la introducción de la filosofía Aristotélica.
Es así como el pensamiento filosófico de Aristóteles en la religión del Medioevo, es decir, la simbiosis entre la Teología Cristiana y el Aristotelismo no llegaría sino hasta el siglo XIII con Santo tomas de Aquino (Carrol, 2002; Derisi, 1945; Copleston, 2007). Fundador de la escuela Tomista de Teología y Filosofía, siendo su obra más trascendental la Summa Thelogiae o también Summa Teológica (Grabmann Martinho, 1944)documento clave en el estudio de la filosofía Medieval. El pensamiento de Aquino se fundamentó en la superioridad de las verdades de la fe, pero, ello no le obstaculizó presentar a la filosofía como un modo de conocimiento plenamente autónomo capaz de por un lado, concordar armónicamente con la teología, y también, el de abordar de forma independiente los más diversos aspectos de la realidad.
Pues, como se es ya conocido, la teología cristiana hasta antes del llamado Renacimiento del siglo XII se fundamentaba en las ideas Platónicas adaptadas por San Agustín desde el siglo V:

«Homo est substantia rationalis, constans ex anima et corpore». Dos principios o elementos, uno material y otro inmaterial, constituyen el ser del hombre, y en eso coinciden Platón y la Biblia. San Agustín quiere demostrar la inmaterialidad del alma, y lo hace apoyándose en un doble fundamento: el psicológico-intuitivo y el noético-demostratívo. El alma se conoce a sí misma, se reconoce, sin que sea posible la menor equivocación; pero no se reconoce como tierra, agua, aire o fuego, que son los únicos elementos materiales; es inmaterial. Asimismo, percibe un mundo inteligible; pero, según un principio elemental de la Filosofía, sólo se conoce lo semejante por lo semejante; luego el alma es del mismo género que el mundo inteligible. Durante toda su vida vaciló sobre las teorías del origen del alma.
(Lope Cirelluelo en http://www.es.catholic.net/conocetufe/623/3140)

Pese a que la simbiosis entre pensamiento Aristotélico y la Teología Cristiana, como ya se mencionó no se dio sino hasta el siglo XIII, esto no fue impedimento para la emergencia de controversia y el socavamiento de las ideas Platónicas en la Teología Cristiana en los dos siglos que antecedieron al mencionado suceso. En esta perspectiva el retomar el pensamiento Aristotélico leído directamente de los textos griegos o a través de los comentarios de algunos pensadores musulmanes como Avicena y Averroes, generó un tipo de incomodidad con los preceptos Platónicos de la iglesia: siendo uno de los casos más prominentes, por ejemplo, que el mundo es eterno e increado, lo que choca con el dogma de la creación "ex nihilo" ("de la nada") expresado en el Génesis (del griego Γένεσις, "nacimiento, creación, origen").
El Platonismo elemento fundante e inherente a las doctrinas agustinianas fue altamente cuestionado, resultando gananciosas posturas que podrían calificarse de realismo moderado. El principal defensor de ellas fue el ya varias veces referenciado Pedro Abelardo, teólogo que enseñó en la Universidad de París, y que se vio envuelto en un acentuado enfrentamiento (llamada la querella de los universales) con Bernardo de Claraval (Merton, 1956; Díaz Ramos, 1953; Leroux-Dhuys, 1999; Baldeón-Santiago, 2000), defensor del realismo extremo:
Abelardo, como escolástico e iniciado en la Dialéctica y desde la premisa de la necesidad de la búsqueda de “los fundamentos de la fe con similitudes en la razón humana” argumentaba que:

Me dispuse a explicar los fundamentos de nuestra fe mediante similitudes basadas en la razón humana. Mis alumnos me pedían razones humanas y filosóficas y me reclamaban aquello que pudiesen entender y no aquello sobre lo que no pudiesen discernir. Decían que no servía de nada pronunciar muchas palabras, si no se hacia con inteligencia; que no se podía creer nada que previamente no se hubiese entendido; y que es ridículo que alguien predique nada que ni él ni sus alumnos no puedan abarcar con el intelecto.
(Pedro Abelardo, Historia calamitatum)
A lo que Bernardo Claraval –más conocido en el mundo católico como San Bernardo-, convencido que la creencia en Dios está directamente fundada por la divinidad y luego es incuestionable; le refuta ripostando a Abelardo y a los Racionalistas, y a la vez comunicándole en una carta al papa Inocencio II, diciéndole al respecto que:

Puesto que [Abelardo] estaba dispuesto a emplear la razón para explicarlo todo, incluso aquellas cosas que están por encima de la razón, su presunción estaba contra la razón y contra la fe. Porque, ¿hay algo más hostil a la razón que tratar de trascender la razón por medio de la razón? y ¿qué hay más hostil a la fe que negarse a creer lo que no puede alcanzarse con la razón?
(Mundy John H, 1980: Contra quaedam capitula errorum Abaerlardi)

Finalmente, San Bernardo hace condenar a Abelardo como hereje y le obligó a la retractación. Pedro Abelardo, sin duda alguna es un representante de los nuevos tiempos, en el sentido de atreverse a cuestionar, aunque no con mucha fuerza y con relativa tímidez, algunas verdades esenciales de la Teología cristiana.
Es importante resaltar como en el pensamiento de Bernardo de Claraval y se observa a uno de los más, sino el que más destacado defensor del "status quo" medieval frente a la irrefrenable magma de los cambios sociales de su tiempo. Gestor de la fundación de un gran número de monasterios a lo largo de la primera mitad del siglo XII, y además de participar activamente en política (incluyendo la prédica de la Segunda Cruzada). Descendiente de familia aristocrática, y de radical reticencia a toda innovación, incluyendo a la vida urbana y ciudadana.
Sus monasterios, y su valioso aporte al desarrollo de la Orden del Císter (Berlioz, 1994; Chélini 1991; Lhroux-Dhuys, 1999) se transformaron en un referente ineludible para afianzar la unidad cristiana, en una época en que los propios cristianos de los burgos empezaban a cuestionar vivamente a la Iglesia, persiguiéndose por ellos la perfección espiritual.
Situación, que tuvo como antecedente más cercano al denominado Renacimiento del siglo XII, el retomarse a finales del siglo XI lo planteado por la Regula Sancti Benedicti (Regla de San Benito la que data del siglo V de nuestra era, conformada por 73 capítulos, siendo algunos de ellos añadidos por sus seguidores ) y la que se hizo popular a finales del siglo XI, constituyéndose en esa época en una formidable fuente de inspiración para todos aquellos movimientos que perseguían la perfección espiritual; recurriendo para tratar de llegar al logro de ello a la conjugación del Ascetismo y el rigor litúrgico rechazando la ociosidad en contraposición al trabajo manual (Pacaut, 1993).
No obstante el haber sido La Orden Del Cister, una gran impulsadora del desarrollo técnico desde los siglos XI al XIII en la Europa Medieval (como por ejemplo el incremento de la productividad gracias a la implementación de nuevas técnicas de producción y los molinos impulsados por el agua; en la arquitectura; en el arte; y en la producción de manuscritos y bibliotecas), El Císter no logró, detener y dar respuestas efectivas a los cuestionamientos realizados por sus fieles sobre los aspectos ya mencionados en líneas posteriores.
Indagaciones que de una u otra forma, fueron caldo de cultivo para el surgimiento de la aparición de un grupo de herejías. Siendo las más peligrosas para la Iglesia Católica de ese entonces, y proscritos por ella, las de los Valdenses (Molnar, 1980; De Lange, 2000) 1980; y los Cátaros (Ávila Granados, 2005; Bereslavsky, 2007; Lugio et al, 2004) que crecieron especialmente en el sur de Francia, y que fueron reprimidas con la llamada Cruzada Albigense (1209-1244). El papa Celestino III fustigado por el clero, a través del rey Alfonso II de Aragón (Ubieto Arteta, 1981, 1987), dicta el siguiente decreto en contra de los valdenses:

"Ordenamos a todo valdense que, en vista de que están excomulgados de la Santa Iglesia, son enemigos declarados de este reino y tienen que abandonarlo, e igualmente todos los estados de nuestros dominios. En virtud de esta orden, cualquiera que desde hoy se permita recibir en su casa a los susodichos valdenses, asistir a sus perniciosos discursos o proporcionarles alimentos, atraerá por esto la indignación de Dios Todopoderoso y la nuestra; sus bienes serán confiscados sin apelación y será castigado como culpable del delito de lesa majestad; además cualquier noble o plebeyo que encuentre dentro de nuestros estados a uno de estos miserables sepa que si los ultraja, los maltrata o los persigue, no hará con esto nada que no nos sea agradable".
Sin embargo, pese a la anterior represión uno de los elementos conducentes a la fundación de la Inquisición (Caro Baroja, 2006; Menéndez Pelayo; 2001; Pérez Villanueva et al, 1984-2000), establecida en 1184 gracias a la bula Ad Abolendam del papa Lucio III, como instrumento para acabar con la herejía cátara-, los vientos renovadores en la iglesia, se vio complementada por la apertura de ella hacia las nuevas corrientes espirituales para las gentes de los burgos. Siendo el caso especial de y por la obra de San Francisco de Asís llamado il poverello d'Assisi “el pobrecillo de Asís”.
A la par de la obra de Francisco de Asís 2, algunos de los sucesos mas importantes de la época fueron las innovaciones propiciadas por el movimiento religioso de Pedro Valdo3 , quien tradujo los evangelios a la lengua vulgar y en el movimiento valdense la mujer y los laicos tenían derecho a predicar. Lo que siguiendo a Manselli (1981):

  • Los predicadores itinerantes –como se les llamaba a los seguidores de Valdo-, difundían una religiosidad más viva y más intensa. lo que se puede resumir en el tratar de emular en su tipo de vida las exigencias y restricciones lo más fiel posible a los consejos de Jesús en los evangelios.
Lo que propició, como resultado de la actitud critica de Pedro Valdo, ante la opulencia de la alta jerarquía de la iglesia católica, un flujo altamente cuantioso y significativo de seguidores "Así sembraron la palabra eterna que brotó, creció y dio rico fruto."; evento en el que el cristiano tomaba conciencia de su propia fe y enaltecía su dignidad como seguidor de las enseñanzas de Cristo

1 Término usado por primera vez por Platón (2003) en La República en referencia a la comprensión de la naturaleza divina por medio de la razón, en clara oposición a la comprensión literaria dada por los poetas coetáneos. Más tarde, Aristóteles hizo uso de este vocablo en muchas ocasiones con dos significados:

Inicialmente para denominar el pensamiento mitológico que antecedió al pensamiento emergente rotulado Filosofía, en un sentido peyorativo, y especialmente usado para llamar teólogos a los pensadores antiguos que no fueron filósofos, siendo el caso, entre otros de Hesíodo y Ferécides de Siros (Hesíodo; 2007, 1987, 1986).

Y el otro en la que la erige como la rama fundamental y más importante de la Filosofía, denominada inicialmente como filosofía primera o estudio de los primeros principios, la que m.as adelante fue llamada Metafísica por sus seguidores y que para distinguirla del estudio del ser creado por Dios, da nacimiento a la filosofía teológica conocida también como Teodicea o teología filosófica.

San Agustín abordó el concepto teología natural (theologia naturalis) de la magna obra «Antiquitates rerum divinatum», de Marco Terencio Varrón, como la única teología verdadera de entre las presentadas por Varrón: la mítica, la política y la natural. Sobre ésta, privilegió la teología sobrenatural (theologia supernaturalis), fundamentada en los datos de la revelación y por tanto considerada superior. La teología sobrenatural, situada fuera del alcance del campo de acción de la Filosofía, no estaba por debajo, sino por el contrario era hegemónica para con ésta, y la consideraba su sierva, y la que según él ayudaría en la comprensión de Dios (Lazcano; 2007; Przywara, 1984; Oroz Reta et al, 1998-2010).

2 De la nutrida bibliografía existente sobre la vida y obra de San Francisco de Asís véase a: Ellsberg, Robert (2000). All Saints. The Crossroad Publishing Company: New York. ISBN 0-8245-1599-4; Englebert, Omer (1979). St. Francis of Assisi, A Biography. Servant Books: Michigan. ISBN 0-89283-071-9; Florecillas de San Francisco de Asís. Editorial Porrúa: México D.F. 1977; Lehmann, Leonardo (1998). Francisco, Maestro de oración. Ed. Franciscana Arantzazu: Guipúzcoa. ISBN 84-7240-161-8; Chesterton, G. K. (1923). San Francisco de Asís. Editorial Bibliotheca Homo Legens; Eloi Leclerc (1987). Exilio y ternura. Marova. 987-1204-23-X; Eloi Leclerc (1987). Sabiduría de un pobre. Marova. 84-269-0142-5; Ignacio Larrañaga (1993). El hermano de Asís. Lumen. ISBN 9974-43-001-1; Spoto, Donald (2004). Francisco de Asís, el santo que quiso ser hombre. Editorial Vergara: Barcelona. ISBN 84-666-1390-0.

3 De la obra y vida de Pedro Valdo, se le sugiere al lector el estudio de las siguientes obras: Anonymous Chronicle (1218) "La conversión de Pedro Valdo"; en Lecturas en la historia europea: 381-383, Boston: Ginn, 1905; Manselli, Raoul (1981) Vida de San Francisco de Asís. Aránzazu: Ed. Franciscana, 1982; Nelson, Wilton M. ed. (1989) Diccionario histórico de la Iglesia, Una ventana a los primeros veinte siglos de la iglesia. Nashville: Editorial Caribe; Varetto, Juan Crisóstomo (1938) "Desde los Apóstoles hasta los Valdenses"; La Marcha del Cristianismo I: 116-130. Junta de Publicaciones de la Convención Evangélica Bautista.