EL NACIMIETO DEL LIBERALISMO ECONÓMICO EN ANDALUCÍA

EL NACIMIETO DEL LIBERALISMO ECONÓMICO EN ANDALUCÍA

Eduardo Escartín González (CV)
Francisco Velasco Morente
Luis González Abril

Universidad de Sevilla

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Crecimiento económico e inflación

La importancia del crecimiento económico estriba en que sin él no es posible erradicar el paro. Sin embargo, al crecer no siempre se disminuye el paro, porque con los avances tecnológicos se produce más empleando menos gente. Desde este punto de vista, los inventos técnicos, aunque elevan la productividad, constituyen un serio peligro para el mantenimiento de la población ocupada. En estas condiciones, para absorber el paro no sólo se requiere producir aún mayor cantidad de bienes y servicios u otros nuevos sino que la gente consuma mucho más. La famosa fábrica de alfileres de Adam Smith (1994 [1776]: 8) que producía 48.000 unidades al día con 18 operarios echó al paro a 2.382 personas que antes los elaboraba a razón de 20 alfileres al día por manufacturero. Habría que consumir del orden de 6.400.000 alfileres si con esas fábricas se deseara embeber tal volumen de paro, o, alternativamente, crear nuevas necesidades. No es extraño pues que se haya dicho que las máquinas son lobos que se comen a los hombres.
La economía de un país crece cuando aumenta el PIB, lo que puede suceder de varias formas. Una de ellas ya se ha visto: consiste en aflorar actividades, que pasan del campo de las donaciones y de la producción para el autoconsumo a la esfera de la economía de mercado. También crece cuando se crean nuevos productos para su venta. Dicho en términos de la representación gráfica de la Figura 1, el PIB crece cada vez que se añaden vértices al polígono y, con ellos, las líneas discontinuas que los unen y que representan las relaciones de distribución y de intercambio. Otra forma de crecer económicamente es producir más cantidad de productos: más viviendas, más vestidos, más zapatos, más verduras, más carne. Hay una forma de crecimiento económico que resulta paradójica, puesto que no implica aumento de la cantidad producida, aunque sí del número de vértices, es el aumento de las manos por las que pasa el producto ya elaborado antes de llegar al consumidor final. Resulta así que cada intermediario de la cadena de adjudicación de las mercancías, que a veces llega a ser interminable, recibe unos ingresos de modo que se añade valor al producto (eufemismo para decir que el producto se encarece) y se efectúan redistribuciones de renta. Como el PIB mide el valor de la producción a precios de mercado, al final resulta que con la misma cantidad de producto se obtiene un PIB más alto. Este crecimiento económico es engañoso porque tan solo es nominal, no real. Una variante de esta modalidad de crecimiento no requiere mayor número de intermediarios ni aumento de la producción, sólo requiere elevar los precios. Esto es la inflación que, además de encubrir el crecimiento real, también genera redistribuciones de rentas.
Con frecuencia ocurre que una renta monetaria en aumento en realidad empobrece a sus perceptores, porque con ella se compra sucesivamente menos cantidad de los mismos productos cuyos precios proporcionalmente han subido más que la renta. A este proceso, Thornton (2000 [1802]: 232) lo llamó “ahorro forzoso” y lo calificó de injusto. Así pues, la inflación causa redistribuciones de renta: en general salen beneficiados los que pueden repercutir el alza de precios subiendo con rapidez los suyos habiendo comprado más baratos los consumos intermedios y se perjudican quienes perciben precios e ingresos fijos que, dependiendo de contratos, no se pueden modificar a lo largo de bastantes meses.
Como se ha visto en los ejemplos expuestos, no todas las formas de crecer son apropiadas para la creación de empleo. En nuestra economía sube el PIB, pero gran parte de su alza no es real, es sólo nominal, debido a la especulación, a la inflación, al incremento de la presión fiscal y al aumento y la voracidad de los intermediarios (especialmente financieros). No suben, en cambio, los elementos reales del PIB: la producción en sí, la productividad y las exportaciones.
En España, ante la destrucción de empleo causada por las reconversiones industriales, la deslocalización de empresas y, recientemente, por la recesión, cobra importancia un crecimiento económico real, no nominal. Una forma de aumentar la producción real absorbiendo paro consistiría en fomentar la afloración de actividades que se desarrollan fuera del mercado, extrayendo la mano de obra de lo que antes hemos llamado yacimientos de empleo. Otra forma, que además incrementa la productividad (aunque el paro pudiera aumentar), es la promoción de nuevos productos nacionales y la sustitución de los antiguos aplicando el resultado de programas de investigación, desarrollo e innovación (I+D+I). Esta última forma debería cobrar más importancia que la anterior, pero no acaba de despegar. Tanto el Estado como las empresas, salvo escasas excepciones, como el honroso ejemplo del sector aeronáutico y algunas áreas de la medicina, mantienen a nuestro país a la cola de Europa en inversión en I+D+I. La importancia de estos programas estriba en que se aumenta la productividad, se logra abaratar los productos y, por tanto, se facilita su salida para el consumo y las exportaciones. Es decir, se mejora la competitividad de nuestra economía y se evita la inflación.
Ante la contracción de la demanda nacional por la crisis económica cobra una especial importancia la actividad exportadora, tal como ponen de manifiesto, en el caso de las economías asiáticas, Lee y otros (2009).