EL SECTOR COOPERATIVO EN EL MERCOSUR DURANTE LA PRIMERA DÉCADA DEL SIGLO XXI

EL SECTOR COOPERATIVO EN EL MERCOSUR DURANTE LA PRIMERA DÉCADA DEL SIGLO XXI

Sandra Colombo (CV)
Paula Oxoby


2. Las cooperativas: actores fundamentales de la Economía Social

En la actualidad, las cooperativas se constituyen en un actor privilegiado de la Economía Social (ES)1.  En mayor o en menor grado según el contexto, las iniciativas de la Economía Social han experimentado un protagonismo desde el desplome del Estado de Bienestar, y se han incrementado recientemente con la problemática social abierta tras la implementación de las políticas neoliberales en la región y el mundo. Diversos autores coinciden en señalar que en América latina, la crisis del modelo neoliberal ocasionó una eclosión de experiencias socioeconómicas que han diversificado aún más el campo de la Economía Social (Morais, 2008; Lazarini, 2009; Coraggio, 2008; Abramovich 2006; Singer, 2002).
Históricamente, la Economía Social ha constituido una realidad económica heterogénea a raíz del pluralismo político cultural que la caracteriza, y que se manifiesta desde sus mismas fuentes. El “encastre cultural” (Defourny, 2001:47) de la Economía Social la tiñe de particularismos que al tiempo que la enriquece en tanto práctica y campo teórico, ocasiona dificultades en su conceptualización, lo cual habilita la referencia a la “ambigüedad e imprecisión” de la expresión (Lazarini, 2008:1; Monzón, 2003:135; Defourny, 2001:48;  Defourny, 2003:79). Esta vaguedad ocasiona que no exista un acuerdo generalizado sobre los alcances del concepto, y que sea habitual su definición en clave negativa en relación con los otros dos sectores económicos, el estatal y el privado (Monzón, 2003:135). Su dispersión conceptual se manifiesta en la convivencia de expresiones de diversos tipos, tales como: sector voluntariado, filantrópico, no monetario, no lucrativo, de interés social, tercer sector, ONG, economía solidaria y otras que aunque intenten describir realidades similares, no siempre delimitan el mismo campo de actividades (Morais, 2008: 3).
Lo antedicho no invalida, sin embargo, la vasta coincidencia alrededor de la importancia de la creación y fortalecimiento de la Economía Social, su contribución a la democratización, y su aporte a la conformación de una economía más humana (Chaves, 2003:105), portadora de un potencial de inclusión social (Coraggio, 2004b:186-187).
En América Latina la ES ha englobado prácticas fácilmente asimilables a las europeas, aunque a comienzos del nuevo milenio, imbuida en un contexto político, económico y social diferente del europeo, la ES en la región, presenta diferencias tanto en el plano práctico como teórico que se traducen en un impacto, sentido y funcionamiento igualmente disímil.
Parafraseando a Levesque (2001:301), la peculiaridad en la región surge de las consecuencias negativas del sistema de acumulación y producción capitalistas, exacerbadas por la implementación de políticas de corte neoliberal durante tres décadas, que dejaron como saldo exclusión social, crisis ambiental, deterioro en las condiciones de trabajo y en las condiciones de vida, y desocupación estructural.
Pese a que el ámbito latinoamericano comparte la dispersión terminológica presente en el caso europeo –incorporando conceptos como economía social y solidaria, economía de la solidaridad, socioeconomía de la solidaridad, economía popular, economía del trabajo-, existen elementos de acercamiento entre las diferentes posturas.
Una cualidad central de la perspectiva desde los países no desarrollados es el consenso a propósito de que los valores del sistema capitalista vigente -eficiencia, racionalidad económica, competencia- afectan negativamente la posibilidad de la participación democrática y la primacía del ser humano al priorizar la racionalidad instrumental. En consecuencia, la Economía Social se materializa como una crítica transformadora de las estructuras y organización de la economía contemporánea, cuyas prácticas se enmarcan como opciones económicas alternativas, motorizadas por los principios de reciprocidad y solidaridad como elementos articuladores (Lazarini, 2008:7-8).
Al erigirse como una opción alternativa al sistema económico vigente, la ES presenta un alcance social  de mayor amplitud. En efecto, no es considerada una economía para pobres, sino que se instituye como una propuesta para todos los ciudadanos que asegura además la inclusión de los pobres y de los sectores marginados. La Economía Social intenta construir una socioeconomía en la que los agentes económicos no son escindidos de sus identidades sociales, de su historia y de su incrustación en un mundo simbólico e institucional determinado. Por ello, la ES concibe a la economía como un espacio de acción constituido por individuos, familias, comunidades y colectivos de diverso tipo, no ya sólo individuos utilitaristas en busca de ventajas materiales.
El amplio espectro de experiencias que engloba la categoría Economía Social es otro elemento distintivo del ámbito latinoamericano. En efecto, siguiendo a Lazarini (2008:7), la ES en sus diferentes variantes agrupa: “organizaciones sociales de base, nuevos movimientos sociales, empresas recuperadas por sus trabajadores, experiencias asociadas a la problemática del hábitat popular, redes de comercio justo, mercados solidarios, redes de consumo responsable, empresas sociales, emprendimientos económicos populares, cooperativas de trabajo, de vivienda, de servicios públicos y de consumo, finanzas solidarias, redes de ayuda mutua, redes de comercialización / distribución de bienes y servicios, asociaciones barriales, experiencias de presupuesto participativo, experiencias vinculadas a la problemática del medio ambiente, moneda social, entre otras”.
En este sentido, la ES en Latinoamérica consta de una variedad de experiencias mayor que la de su par europea, situación que implica una tarea aún más desafiante a nivel teórico donde se evidencia y comparte la necesidad del desarrollo de un campo capaz de dar cuenta de este complejo proceso. La realidad de la experiencia latinoamericana demanda la búsqueda de elementos comunes de formas y  prácticas muy variadas haciendo un llamamiento a nuevas categorías y a la confluencia de diferentes disciplinas para su efectivo abordaje.
Por último, otro elemento distintivo del ámbito latinoamericano lo conforma el avance por parte de ciertos autores hacia una línea más propositiva – con características de un proyecto político contrahegemónico- que encarnada en el concepto de Otra Economía supera la mera instancia crítica. La denominada Otra Economía -concepto adoptado por varios pensadores como denominador común de las diferentes prácticas de la ES en la región-, tiene un profundo sentido social, porque además de producir bienes y servicios debe generar y posibilitar otras relaciones sociales, otras relaciones con la naturaleza, distintos modos de reproducción y opciones de vida (Coraggio, 2008:1). La ruptura con el sistema económico vigente es manifiesta, porque esta propuesta establece la total “deconstrucción del edificio economicista capitalista” al tiempo que va más allá de la “simple inclusión de los excluidos en el mismo sistema injusto que los excluyó”, planteando en su lugar, un nuevo sistema de relaciones y la convivencia de múltiples principios: reciprocidad, redistribución, planificación, autarquía (Coraggio, 2008:2).
Pese a la existencia de corrientes que se manifiestan anti capitalistas y opuestas al Estado por considerarlo instrumento de minorías e institucionalizador de la pobreza, en general, el enfoque predominantes de la ES en América latina no es anticapitalista y no plantea la antipolítica sino la democracia participativa.
La ES del siglo XXI se erige como una reacción a las consecuencias del globalización capitalista, con presencia tanto en el ámbito de las sociedades más desarrolladas -donde se relaciona con el sector de servicios en expansión, con formas de trabajo de proximidad y con la búsqueda de alternativas a un capitalismo que se visualiza como hipercompetitivo y no sustentable socialmente-, como en sociedades no desarrolladas donde si bien se vincula también con la problemática anterior, tiene una fuerte relación con la existencia de  sectores desplazados, en búsqueda de sobrevivencia y reinserción laboral.
Es en este contexto que la ES y sus emprendimientos cobran protagonismo, en primera instancia como una respuesta espontánea desde la sociedad misma en pos de la satisfacción de necesidades imperiosas, no resueltas  por el mercado o por el Estado, y luego en una segunda instancia, desde el ámbito gubernamental que decide acompañar esta iniciativa social por medio de diversos programas y políticas públicas. Como consecuencia, la ES tiene, por un  lado una fuerte presencia e impacto  en el ámbito de las políticas públicas, -donde se relaciona  tanto con el sector estatal como con el privado- a la vez que exhibe, gran protagonismo en los estudios académicos y en los debates alrededor de sus causas, potencial y posibilidades.
Esta multiplicación de iniciativas de ES que se materializaran a nivel de la  práctica halló su correlato a nivel teórico también, donde se produjo  una explosión de nuevas terminologías asociadas a este renovado fenómeno: Economía Social, Economía Social y Solidaria (Abramovich, 2006; Singer, 2002), Economía del Trabajo (Coraggio, 2007) ahondando las dificultades históricas del sector en cuanto a la delimitación de su significado y alcances.
El momento histórico de la ES en Latinoamérica presenta oportunidades y desafíos. Entre los primeros se contabilizan su renovado protagonismo y el nuevo horizonte abierto por el apoyo gubernamental, que promete en muchos ámbitos convertir a la ES en una política de desarrollo estatal. Entre los desafíos, se pueden ubicar el peligro de su utilización política mediante un apoyo meramente discursivo o, peor aún, la “bastardización” de la ES a través de políticas de carácter asistencialista que, lejos de promover la autonomía propia del sector,  perpetúen el asistencialismo y el clientelismo del que la ES intenta diferenciarse. 
De ahí el énfasis de muchos autores (Hintze, 2006; Coraggio, 2007) en la modificación de las estructuras económicas y políticas, en la necesidad tanto de otra economía como de otra forma de hacer política si la ES ha de superar la etapa de mero paliativo para convertirse en una alternativa real al sistema económico -entendido en forma amplia- dominante.      


1 En sentido amplio suele definirse a la Economía Social, como una parte de la realidad social diferenciada tanto del ámbito de la  economía  estatal como de la economía privada de naturaleza  capitalista . Incluye al conjunto de aquellas organizaciones de productores, consumidores, ahorristas, trabajadores, etc., que operan regidas por los principios de participación democrática en las decisiones, autonomía de la gestión y la primacía del ser humano sobre el capital.