EL DESARROLLO LOCAL COMPLEMENTARIO

Mario Blacutt Mendoza

La Unión Europea

Es más bien una alianza supranacional que no llega a ser una Confederación o una Federación, tal como las conocemos, pues cada estado miembro actúa independien-temente de la instancia gubernamental común en áreas como la política exterior, la defensa, la justicia y las finanzas. En realidad, cada miembro es soberano y, como tal, puede retirarse de la Unión cuando así lo desee.

La Nación

Si la conceptualización del “Estado” tiene embrollos teóricos que hasta ahora se discuten, el de “Nación” tiene vallas rígidas cuasi vedadas a cualquier intento de definición. Por lo general, se refiere a una comunidad de personas que comparten la misma lengua, costumbres tradiciones, escalas de valores, lealtades…. en un territorio determinado. Mientras el Estado es una forma de organizar a los diferentes grupos sociales, la Nación es una forma de existencia de cada uno de ellos, sin necesidad aparente de unificación organizacional. Los líderes africanos, por ejemplo, hablan de “La Nación Africana” aunque el término también se utiliza para singularizar a un país de ese continente y hasta a las mismas tribus de ese país. Los árabes también usan el término “Nación” en un sentido que reúne varias acepcio-nes, pero todos éstos han sufrido cambios, de acuerdo con las circunstancias históricas en cada caso. En la época de Las Cruzadas, las naciones se dividían en dos hemisferios principales: la conformada por los cristianos y la estructurada por el conjunto de los musulmanes. Desde entonces, inclusive el cristianismo, como una entidad cosmopolita, ha tenido que ceder ante las presiones nacionales; así vemos a sacerdotes que bendicen, deseándoles el triunfo, a los soldados de un país cristiano que van a luchar contra las fuerzas de otro país también cristiano.

El concepto de “Nación” también emerge de criterios ideológicos; así por ejemplo, los nazis decían que pertenecían a la Nación Aria, primera tribu blanca europea, sobre cuya base  se estructuró la posterior raza indoeuropea. Para nadie es desco-nocida la intención ideológica de los nazis de conformar un grupo de “hombres superiores” y “dominar el mundo”, todo esto, sobre el concepto de la “Nación Aria”. Por otra parte, los judíos, al autoidentificarse como “El pueblo Escogido” también conforman un grupo de personas que es homogéneo, pero con características muy singulares, por cierto. Antes de que las NN.UU decidieran en 1948 la partición del entonces Estado Palestino, los judíos eran una nación desper-digada en el mundo; no tenían un Estado propio; conformaban una Nación sin un Estado. Ahora, con la con-solidación de Israel, la nación judía tiene un Estado, lo que hace que se cumpla el sueño de Giuseppe Manzzini, esto es, la fusión perfecta de una Nación y un Estado. Esta unión parece estar incluida en la mente de los norteamericanos, cuando el Presidente de ese país debe dar un mensaje sobre el “Estado de la Nación” y la relación con los Estados.

De este modo, los judíos han sido una nación desperdigada por el mundo sin haber tenido un Estado nacional hasta 1948, mientras que los yugoeslavos han sido un Estado Nacional que ha dejado de existir para dar paso a la realización de las naciones que la conformaban. En el caso de los judíos, la Nación ha existido sin un Estado; en el caso de Yugoslavia, Checoslovaquia y la URSS, el Estado nacional se ha dividido para dar paso a la vigencia de sus naciones. La noción de Estado Nacional debe recurrir a la coacción para mantener juntas a las naciones que lo estructuran, pues cada una de ellas no ha desarrollado un sentido de pertenencia.

En sentido general, refiriéndonos al status entre Estado y Nación, es posible advertir que el Estado moderno incluye a la Nación, aunque en un mismo Estado puede haber más de una nación, tal como sucede en muchos países, especialmente, en los subdesarrollados. Ante una estructura tan complicada de los grupos sociales, la pregunta sobre las lealtades se hace muy importante, pues el conjunto de respuestas modelará la clase de país al que perteneceremos. Parecería que cada  individuo es leal, en primer, lugar, a su etnia: el aimara es primero aimara; luego será miembro de la comunidad en la que pueden coexistir varias etnias.

La lealtad a la etnia y a la comunidad parece muy fuerte, pero se debilita progresivamente cuando se incluye la existencia del cantón, el municipio, la provincia, el departamento y, finalmente, el país. El sentido de pertenencia de los grupos originarios rebasa las fronteras del país, para extenderse a otras latitudes, lo que sucede, por ejemplo, con los originarios de Bolivia, Perú y Ecuador. Ellos consideran que pertenecen a la nación quechuo-aimara, tal como pertenecían antes de que Colón anunciara la existencia de un mundo al que llamó “nuevo”. En verdad, creo que los pueblos originarios no tienen el sentido de pertenencia a un Estado, tal como sería Bolivia, sino a una prolongación territorial que participa de tres Estados al mismo tiempo. La idea de “Estado” parece ajena a la percepción de los indígenas; todo parecería mostrar que los conceptos que priman en ellos serían los de “Comunidad” y “Nación”. Así, los aimaras, quechuas… serían leales primero a la comunidad, después a la nación, la que estaría desperdigada en ciertas zonas de tres Estados principalmente: Bolivia, Perú y Ecuador. Desde este punto de vista, el concepto de Estado, ya sea como organización política, económica y jurídica integrada no parece diseñar una figura consolidada en sus percepciones. En otras palabras, parecería que el Estado Nación no forma parte del carcaj conceptual de los pueblos originarios; al contrario, todo hace suponer que en ellos prima el de Estado-Región. Pero, mientras las condiciones para el advenimiento del Estado-Región se concreten, el gobierno cree de su deber estructurar un Estado, usando como base la existencia de las naciones originarias. A esta organización política, económica, jurídica, cultural y administrati-va es que, en un decreto dictado recientemente, ha estatuido formalmente como el Estado Plurinacional Boliviano. Con esto, ha dejado de lado el término “República”, el que había distinguido el estatus de nuestro país hasta antes del Decreto. ¿Qué resultados esperamos de este cambio de nombre y de estatus? Para  contestar a esta pregunta, primero es necesario conceptualizar el término “República”

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