BREVE HISTORIA DE LAS IDEAS ECONÓMICAS

Guillermo Luis Luciano

Saint-Simón (1760-1825)


Claude Henri de Rouvroy, Conde de Saint-Simón (1760-1825) noble Francés que afirmaba descender de Carlomagno, pretendía crear una “ciencia positiva de la moral y la política, y de la humanidad en general”.
Fundó una escuela con sus seguidores y se puede decir en su reconocimiento, que se anticipó en muchos sentidos a pensadores posteriores.        Sus reflexiones inspiraron desde  Auguste Comte y John Stuart Mill, hasta  Marx y Engel.
Sus detractores lo han criticado acusándolo de tener una visión entre romántica y superficial, de haber navegado por infinidad de temas sin profundizarlos,  además de, por su extracción de clase, poseer una mirada aristocrática.
Se podrá decir incluso mucho más que esto, no solo de Saint Simón, como de Owen o Fourier, pero nadie con honestidad intelectual podrá dejar de reconocer su valioso aporte en la línea de afanes intelectuales y científicos por tratar de comprender los fenómenos históricos y diseñar una sociedad mejor.
Rechazaban la propiedad privada y auspiciaban la planificación de la economía.    Además proponían sistemas de asociación basados en la solidaridad, y la cooperación, considerándoselos como los creadores e inspiradores de los modernos sistemas cooperativos.
Hoy día, muchas veces  son considerados en forma peyorativa, pero en realidad, el legado de los Socialistas Utópicos indudablemente fue construir una mirada alternativa al pragmatismo capitalista y seguramente, muchos le deben mucho, a pesar de ni siquiera saber de su existencia.

Robert Owen 1771 – 1858


A diferencia de Saint Simón, Owen no era un aristócrata idealista.   Fue un hombre práctico, ligado desde muy pequeño a la industria textil.
Era común, en los albores del capitalismo, que las industrias textiles ocuparan niños  porque eran más manejables y tenían los dedos pequeños lo que facilitaba el trabajo en la urdimbre de los tejidos.
Owen comenzó a trabajar a los 10 años. Su capacidad personal lo llevo a dirigir tempranamente una industria, llamada New Lanark y a imaginar nuevas formas de relaciones laborales que terminaran con la brutalidad de los vínculos habituales entre obreros y patrones, que él veía en la industria de la época. Se lo considera el fundador del cooperativismo, escribió varios libros y llevó su concepción al extremo de fundar una comunidad donde el pretendió instalar su concepción idealista y fraternal de los vínculos laborales en los EEUU, pero esa experiencia fracasó y significó la pérdida de su fortuna personal. Regreso a Europa y continuó impulsando sus ideales cooperativistas participando en la fundación de centenares de cooperativas de producción y también de consumo, participó en la creación de sindicatos y organizaciones obreras y su legado continúa beneficiando hasta hoy a la sociedad a través de los bondades que el sistema cooperativo ofrece a quienes por el se organizan.
Al ir pasando de autor en autor, quizás pequemos  por tener una mirada indulgente con cada uno de los pensadores considerados pero verdaderamente si aceptamos que hay que juzgarlos en su contexto histórico no es difícil acordar que todos ellos han sido hombres magníficos, preocupados por los problemas de su tiempo y abocados a mejorar la sociedad que les tocaba vivir.

Karl marx 1818 - 1883

No intentare en esta apretada síntesis hacer un análisis de sus postulados que han sido exhaustivamente analizados por filósofos, economistas, admiradores, detractores, sociólogos y teólogos; entre otros críticos.
Solamente trataré de comprender desde donde él construyó su andamiaje teórico, al que sus seguidores consideran una ciencia y sus detractores un mensaje satánico
Propuso, junto su amigo personal y socio intelectual, Friedrich Engels – 1820 /1895 - un nuevo método para el análisis de los procesos históricos al que denominaron Materialismo Dialéctico.
Su idea se basaba en considerar que la sociedad humana se determinaba según se organiza para producir los bienes y que sobre esta relación fundamental se construyen todas las otras relaciones sociales, conformando la superestructura completa de instituciones que la caracterizan, en cada tiempo histórico.
La estructura social entonces se conforma de modo de garantizar la reproducción y perpetuación del modo de producción que la origina; la educación, los medios de difusión de ideas, el sistema jurídico,  las fuerzas militares y policiales y hasta la religión se ajustan al objetivo.
El sistema educativo y los medios de difusión refuerzan mutuamente el conjunto de ideas que respaldan el orden vigente, actuando como agente propagandístico de la ideología dominante.
El legislativo transformando en normas las medidas que contribuyen a dar permanencia al orden establecido y disciplinando al conjunto social a ajustarse a la normativa imperante agiornando sus postulados a sus necesidades, el sistema de seguridad se diseña para defender los intereses y las leyes que custodian el orden vigente, etc.
Pero Marx no se detiene allí, sino que avanza sobre la historia y dice que el modo de producción industrial, o la economía de mercado, o el capitalismo, como el sintetiza, está basado en la expoliación que sufren los trabajadores a manos de sus  patrones.
Continúa con la tradición Clásica que sostiene que lo que da valor a las cosas es el trabajo humano, que permite lograrlas, y da un paso más adelante deconstruyendo la lógica que ha venido organizando este modo de producción.
Carlos Marx transformó la vieja sentencia acerca de que es lo que otorga valor a las cosas, en un teorema de irrefutable solidez:
Si lo que da valor a las cosas es  el trabajo humano empleado en lograrlas, quienes tienen fundamental derecho a ellas son los trabajadores.  
Y si es el esfuerzo de los trabajadores lo que hace posible el progreso de la maquinaria industrial, ¿Porqué no son ellos quienes tienen su control?
Y para colmo Marx no era un inocente e inocuo filósofo, opaco teólogo o un político anodino, fué nada menos que un genial pensador que se había permitido renunciar a una vida gratificada en el orden burgués, para sumergirse en las penurias económicas de quien se siente elegido para descubrir una nueva filosofía de la historia y armado con ella transformar el mundo: El Materialismo Dialéctico, vendría a poner patas para arriba todas las concepciones sociales precedentes.
Dijo Marx, entonces, que los trabajadores generan el 100% del valor de las cosas que producen, pero como retribución no reciben una recompensa equivalente, sino que los capitalistas, pagan como salario un porcentaje menor, reteniendo para si una parte del valor generado, al que él llamó plusvalía. Por lo tanto, el modo de producción industrial está basado en una exacción: el robo de una clase social a otra, y por esto es inevitable una lucha entre ellas, en la que él pronostica triunfarán los trabajadores inaugurando una nueva era con un nuevo modo de producción: el Socialismo, donde se suprime la propiedad privada y los trabajadores toman el control de las decisiones sociales. 
Revulsivo discurso destinado a la controversia durante más de un siglo.
Por supuesto que Marx pasa  ser el enemigo público número uno de los defensores del orden vigente, y a ser perseguido sistemáticamente por todos los países por donde transita llevando su mensaje ideológico y propiciando su revolución proletaria.
Finalmente, recala en Londres, como tantos otros librepensadores, donde completa su monumental obra El Capital, en la que desarrolla detalladamente sus teorías con la colaboración de su amigo y mecenas Federico Engels.
La estructura del pensamiento marxista alcanza una complejidad y solidez conceptual  inédita hasta entonces en las Ciencias Sociales.
Sus detractores entonces pasan a denostarlo y perseguirlo, no refutando teóricamente sus postulados, sino combatiéndolo básicamente por el carácter subversor de sus ideas.
Es entonces que la Ciencia Económica se completa, en tanto y en cuanto teorema, llegando a las últimas conclusiones posibles.
El problema quizás es que el mundo de entonces no estaba dispuesto a aceptar un discurso que apuntaba a destruir el orden vigente y terminar con la propiedad privada, ni tampoco las mayorías de trabajadores estaban interesados en adoptar masivamente las propuestas políticas que se desprendían de los postulados filosóficos de Marx.
De algún modo, como ya hemos afirmado, es tan explosiva la expansión de los medios productivos y tan deslumbrantes los avances tecnológicos que se lograban día a día, que quizás  los proletarios, siguiendo la estricta nominación del autor, estaban más interesadas en tomar mayores porciones de la torta producida que cambiar la forma de obtenerlas.
Además, las luchas sociales inauguradas por los seguidores de Marx obligaron a los empleadores a otorgar mejoras en las condiciones laborales, salarios etc. que en definitiva contribuyeron también a impedir el cumplimiento de la profecía.
Incluso el primer lugar donde se instala la revolución proletaria, Rusia, no es una sociedad industrial sino una sociedad feudal, donde los postergados y  explotados campesinos terminan en forma revolucionaria y violenta con las viejas estructuras medievales, todavía vigentes en la Europa  Oriental. 
El  debate económico, como consecuencia, queda estancado en la medida que la visión de Marx, que anticipa el colapso de este modo de producción, no despierta simpatías ni adherentes entre quienes se asocian y acompañan el avance sostenido de la nueva economía industrial, que se instala rápidamente en Europa.
El orden económico establecido por la revolución industrial, requiere para su consolidación, una nueva generación de cultores de la ciencia, reclutados entre aquellos que se sienten convocados, no desde la crítica ética, sino desde la oportunidad de gestionar y administrar los nuevos fenómenos que presenta le economía de mercado.

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