BREVE HISTORIA DE LAS IDEAS ECONÓMICAS

Guillermo Luis Luciano

La escuela neoclásica: El neoliberalismo


Ya hemos visto que ésta es una ciencia cuyas leyes son consecuencia de acuerdos sociales y no de sentencias universales, y esto  ha mortificado hasta el suplicio a sus cultores.
Pero si la economía se aleja del debate ideológico  pierde instantáneamente su significado, porque se trata de precisamente de la verificación de las ideas del hombre sobre la forma de producir y distribuir el excedente social. 
 Si pretendemos tomarla exclusivamente por sus aspectos instrumentales, en el sentido que propone la escuela neoclásica, o sea, estableciendo implícitamente con la introducción de la lógica matemática, que el sujeto de estudio (el hombre y sus relaciones referidas a la producción y distribución del excedente social) no esta regido en sus acciones por el libre albedrío, estaremos diseñando un rango del conocimiento asimilable a la ciencia ficción ó a las creencias religiosas.  
El neoclasicismo económico, en ocasiones, se expresa en modelos de un reduccionismo extremo, que carecen de sustento real y reformula la economía como una ciencia dura, cumpliendo de este modo el objetivo, siempre buscado por la ideología dominante de no ser cuestionada, dado el carácter que le otorga esta estrategia, de tratar de parecer como una verdad revelada
La gran trampa que permite esta deformación es la asimilación de la herramienta matemática en el análisis económico.
La tentación es fácil: los fenómenos económicos generalmente se cuantifican, expresándose en cifras, de allí a vincular las cantidades algebraicamente no hay distancia.
En principio esto no sería problema, el problema aparece cuando el analista se olvida que esta hablando de fenómenos sociales, expresándolos matemáticamente y comienza a pensar que esta hablando de ecuaciones y que la realidad debe ajustarse a la lógica de la herramienta analítica.
Tomemos una ecuación de la macroeconomía:
I = C + A,
Donde I = Ingreso, C = Consumo, A = Ahorro.
Su simplicidad es más que seductora, el Ingreso de una comunidad tiene dos destinos, ser consumido o ser diferido en forma de ahorro.
Operándola en términos algebraicos, podemos afirmar  que el ahorro es igual a los ingresos menos lo que consumimos o sea:
A = I - C
Que tendrá de malo utilizar de esta forma la herramienta matemática: ¡absolutamente nada!
Lo malo es pensar que la sociedad ajusta su conducta a esta lógica conceptual.
La sociedad humana no funciona algebraicamente, es imposible expresar en una ecuación las variables sociales, so pena de construir representaciones  patéticas.
¿Como podemos representar las preferencias personales? ¿Los gustos de las personas?
 ¿Cuantas variables independientes representarán la opción consumo de una mujer que esta buscando un ajuar para una fiesta?     
Me atrevo a pensar que infinitas: su estado de animo, su edad, la percepción de su propio físico, sus sentimientos hacia el resto de sus contertulios, sus ingresos, su deseo de agradar a determinada persona, su deseo de incomodar a determinada  persona, su concepto de la moda,  su nivel cultural y podíamos seguir y seguir, sin siquiera empezar a esbozar la ecuación.
Y estamos hablando de una persona y de una decisión, ni siquiera tratemos de  imaginarnos lo que sería representar las opciones de un conjunto social complejo ¿Cuántas variables independientes tendría la ecuación? ¿Cómo les pondríamos valores?
Sir John Hicks, premio Nóbel de Economía y responsable de la escuela de economía de la Universidad de Cambrigde durante casi treinta años, dijo:

 

”.......es tan grande el abuso instrumental matemático y estadístico en nuestra ciencia, que hoy en día cualquier análisis económico carece de prestigio académico si al menos no contiene una decena de mínimos cuadrados e intervalos de confianza”.30

Estas consideraciones vienen a cuento porque la sublimación del instrumental matemático no es un amaneramiento conceptual ni una afectación de intelectuales renacentistas, es un subterfugio ideológico utilizado para ocultar la verdadera naturaleza del conflicto que subyace en el centro de esta ciencia, dejando el debate fuera de lo normativo e instalándolo en lo instrumental.                 
Existen razones históricas que explican el cómo y el porqué de esta situación.
  Es habitual considerar que el debate inaugurado por los economistas clásicos se agota con Marx.    
Entre otras razones la responsabilidad de esta circunstancia radica en que la teoría del valor que circuló por todo el discurso clásico inexorablemente llegaría a la conclusión que él obtuvo: si lo único que le da valor a las cosas  es el trabajo, entonces los que tienen más derecho que nadie a decidir el destino de las cosas son los trabajadores que en definitiva son los las generan.
         Por supuesto que esta es una súper simplificación analítica con el objeto de tratar de descubrir las claves del discurso histórico.   
 Lejos esta de nuestra intención polemizar sobre si el marxismo es una ciencia, tal como sostienen  los cultores de don Carlos, o desarrollar el Materialismo Dialéctico,  solo diremos que la solidez conceptual de Marx y sus elaboradísimas conclusiones interrumpieron el debate por muchos años.
Años durante los cuales el modo de  producción industrial enmarcado en la economía de mercado, sostenido por el paradigma de la ganancia, tenía en el mundo occidental un desarrollo exponencial y sus resultados medidos en términos de ingresos nacionales para los países que lo adoptaran tempranamente eran tan demoledores que nadie, léase la mayoría de los estudiosos de la ciencia económica, tenían el menor interés en refutar argumentos que pronosticaban el fracaso de un modelo que era tan absoluta y evidentemente exitoso.
Finalmente el dilema lo resuelve el gran economista Alfred Marshall, quien desde su cátedra de Cambrigde sostiene que, en realidad, en el centro de la Ciencia no está el Valor sino que está el Dinero, dado que es la justa medida de todas las acciones económicas y en sus destinos y evoluciones radicaba la preocupación analítica que desvelaba a los cultores de la economía.

 

“.....En efecto, el aporte teórico que los neoclásicos hicieron a fines del siglo XIX, al centrarse en el problema de la determinación del precio y no en el del costo de los factores, permitió desarrollar una teoría del valor que se acepta hoy casi unánimemente. Según esta teoría el valor de una mercancía es equivalente al precio de la misma y se define en los intercambios del mercado según la utilidad marginal que ella posea para quienes la demanden y la maximización de beneficios que produzca para quienes la ofrezcan. La teoría del valor devino entonces una teoría de la asignación de recursos escasos en condiciones de competencia y se alejó de la pretensión de encontrar una medida objetiva para el mismo; por tal motivo se la conoce como teoría subjetiva del valor y se la establece, actualmente, sobre la base general del principio de utilidad 
      Un nuevo cuerpo doctrinario surge, y como forma de reenlazarlo con el anterior el nuevo discurso se anuncia como Economía Neoclásica.....”31

¿Y la Teoría del Valor?
Al sacar el dilema del valor del centro de la discusión, la teoría arranca para un nuevo destino.
Ya no se trata de esa incómoda ciencia que en su génesis y objeto cuestiona el orden económico vigente sino de una disciplina domesticada, estéril como ciencia social y solo justificada para perpetuar un sistemas económico determinado.
Si el Dinero es el tema, obviamente, la herramienta matemática tiene mucho que decir, porque de sus flujos, –quantum-, se está hablando y lo demás poco importa.
Nace el Neoliberalismo.     Los viejos conceptos centrales inaugurados por los Fisiócratas y desarrollados por Smith, son relanzados en forma de catecismo básico y recitados con más convicción que los propios textos religiosos por los cultores de la nueva doctrina:
Primer Mandamiento: La competencia no debe ser alterada por ningún artificio / intervención estatal / acción humana / etc. que la afecten porque el costo a pagar será la ineficiencia global del sistema y la interrupción de su camino a la satisfacción universal.   
Friedrich August Von Hayek, uno de los máximos defensores del neoliberalismo sostiene:

 

:...... “la mínima intervención del Estado y la máxima libertad de los agentes que intervienen en la actividad económica...”

Segundo Mandamiento: Si se modifican artificialmente los volúmenes de dinero circulante se alteran los equilibrios básicos entre oferta y demanda y se producen desarreglos que terminaran con el correcto sendero hacia el desarrollo y el bienestar.

         Milton Friedman Escuela Económica de Chicago dice:“...la inflación es siempre y en todas partes un fenómeno monetario en le sentido de que es y sólo puede ser producida por un aumento más rápido de la cantidad de dinero que de la producción”.

Pero veamos por un momento cuales son las consecuencias de estas postulaciones:
Si el Estado no interviene para regular las acciones sociales, los sujetos económicos, léase personas, empresas etc., deberán competir en el cumplimiento de todos sus objetivos.
Entonces la pregunta es ¿pueden competir en igualdad de condiciones?  
En el mundo ideal de Smith, al menos teóricamente, esto era posible.    En el mundo actual definitivamente no.
La norma de la economía actual no es la competencia sino los grandes agregados económicos, mega empresas que  forman precios autónomamente maximizando siempre las utilidades por cualquier medio e impidiendo de igual modo las regulaciones que limiten su capacidad de obtenerlas, entonces los pequeños consumidores quedan en una dramática desigualdad de posibilidades a la hora de competir.
Tomemos las áreas fundamentales de la vida humana: la salud, la educación, la seguridad, la vivienda, etc.
Si el Estado no interviniese ¿quién esta en condiciones de proveerse sin su auxilio salud, la educación de sus hijos, la seguridad pública etc.?
Las grandes mayorías no pueden resolver aisladamente sus problemas de salud,  educar sus hijos en escuelas privadas, contratar guardias de seguridad personal para circular por la vía pública, etc., etc.  y mucho menos discutir y acordar con los grandes formadores de precios lo que debe pagar por sus consumos.
Si el Estado no interviene ni regula estas acciones, solamente tendrían acceso a los bienes quienes tengan la posibilidad de pagarlos, por lo tanto directamente la Sociedad no sería viable.
Es un hecho que en la sociedad actual la distribución de ingresos es cada vez más concentrada: cada vez sectores sociales más pequeños toman mayores  porciones de los bienes.    
Precisamente estos sectores son los principales interesados en que el Estado no intervenga; que entre otras cosas significa también que no gaste (todos sabemos que si gasta más tiene que cobrar más impuestos a los que tienen) y que no regule, porque las regulaciones son para limitar la impunidad con que se manejan  los grandes agentes económicos.
Ahora pensemos cómo sería la sociedad si el Estado no se hace cargo de la educación pública, de la salud, de la seguridad.       Verdaderamente no se puede siquiera pensar esta posibilidad; solo la pueden reclamar aquellos pocos que tienen tanta capacidad económica para solventarlos.
O sea que cuando se proclama que el Estado no debe intervenir, se están promoviendo los intereses de los grandes sujetos económicos y perjudicando a los pequeños.
Queda claro, entonces, que este postulado no es neutral ideológicamente; por el contrario sus defensores en realidad defienden un status quo que afecta más que negativamente a la mayoría de los ciudadanos en beneficio de una minoría cada vez más pequeña.
La segunda postulación es igualmente engañosa: si la inflación es la madre de todos los males económicos y la inflación se produce porque el volumen de dinero disponible crece más que la producción, entonces la acción básica a realizar es: limitar la emisión de moneda, si el Estado, que es quien tiene la capacidad de hacerlo no emite moneda, esta se transforma en un bien escaso y él pierde a su vez la capacidad de financiar gastos.             
          Esto en buen romance significa que al hacerse el dinero escaso los que lo poseen cobran más caro por él (intereses) y los que no lo tienen deben penar esta circunstancia y ni siquiera acudir al Estado para resolverla porque aquel tampoco puede emitir, o sea que es un diseño social en el que los Bancos y los grandes agentes económicos son cada vez más poderosos y los chicos cada vez más pobres.   
Cualquier similitud con lo que pasó en la Argentina en la década del 90, no es casualidad.
Tal como ocurre con los conversos a cualquier doctrina, los adherentes a la nueva religión económica son más integristas que el Papa, y el fundamentalismo se hace cargo del control de la nueva ortodoxia.
En este esquema nadie que aspire a ser considerado economista, podrá correrse un milímetro de los mandamientos básicos, so pena de ser expulsado de la ortodoxia y por lo tanto, condenado al ostracismo intelectual y al escarnio público.
Los Cardenales de la nueva religión, construyen sus centros teológicos y John Rockfeller, -Barón de la riqueza, hipermillonario emblemático si los hay-, puso los fondos necesarios para la creación de la Universidad de Chicago que paso a ser su Vaticano, para desarrollar y difundir los nuevos valores instalados, y además consiguió técnicos capaces de desentrañar los misterios de las conductas de los nuevos elementos económicos desarrollados, para aumentar la capacidad de gestionar sus propias empresas e incrementar sus ganancias.
¡Basta de pavadas entonces!  Porqué perder el tiempo en diletancias morales si todos sabemos que lo único que interesa es conocer las claves de funcionamiento de este nuevo sistema de organización social humana con el exclusivo objeto de utilizarlo para acumular riquezas.     
Von Misses, Von Hayek, Milton Friedman, son designados Obispos de la nueva religión y se lanzan a conseguir adeptos que florecen por todo el universo de la ciencia, atraídos por el reconocimiento académico y económico que premia a los iniciados.
Y finalmente Irving Fisher32 crea la famosa ecuación de cambio que se transforma en la piedra angular de los desarrollos posteriores de la escuela Monetarista.
Friedman y la Escuela de Chicago propusieron que, para evitar inflación; debería buscarse un equilibrio entre la producción y la cantidad de dinero.
Se preguntaron si correspondería al Estado  con sus intervenciones en la economía, procurarlo y concluyeron que no; que el Estado era incapaz de intervenir con eficacia, y por el contrario cuando lo hacía, la economía se alejaba más del equilibrio por las distorsiones que se producían.
En la Argentina el momento apologético de esta doctrina fue durante la dictadura militar instaurada en 1976.        En aquel entonces sus mentores agotaban los espacios de los medios de comunicación con el mensaje:


Achicar el Estado es  agrandar la Nación

A los profetas locales de  esta ideología se los conoce como Chicago boys, porque a las generaciones de economistas formados en las décadas del 60 y 70 se les exigía un postgrado en esta Universidad  (Chicago) como prueba de iniciación para su ingreso en el stablishment.
Incluso, como paradigma de este abuso se dió el caso de un economista argentino integrando el directorio de esa Universidad (Chicago), por las donaciones en dinero: diez millones de dólares, que hizo para su sostenimiento, dinero que oportunamente tomó de créditos que nunca pagó, obtenidos por influencias políticas del Banco de la Nación Argentina.    
Como ya hemos señalado, la coherencia integral del discurso neoclásico incluyó la utilización de un enmarañado lenguaje técnico, preñado de palabras en inglés, la mayoría de las veces para señalar cosas obvias de una manera sofisticada, por supuesto acordamos que un lenguaje técnico estricto es una necesidad inherente a cualquier disciplina científica, la precisión de los análisis lo exige, pero un lenguaje artificiosamente encriptado, a efectos de cerrar las puertas del conocimiento al profano, técnicamente pasa a tener el mismo valor que un argot carcelario.
Ahora tenemos claro el objetivo: si la Ciencia es Social y sus normativas son acuerdos o imposiciones humanas. Todos tenemos necesariamente acceso al debate, pero si es una Ciencia casi exacta, que nada tiene que ver con la organización social humana y sí tiene que ver con complicados desarrollos técnico – científicos, su discusión queda reservada solamente a sus iniciados y cultores.
Éste siempre ha sido el deseo de los grupos sociales que se encaraman en el control de la sociedad: que nadie los cuestione y que todos acepten la situación como inevitable e inmodificable.
Por esto aspiramos a que todos los ciudadanos, especialmente quienes alcanzan un grado académico, conozcan el debate ético-filosófico en el que se ha desarrollado la Teoría Económica y además estén capacitados para conocer la realidad en la que van a desarrollar su profesión y tengan acceso a instrumentos de análisis científico que les permitan conocer y modificar, para mejor, el mundo que los rodea.
No nos cansaremos de sostener que los grandes avances de la humanidad se han producido por la determinación de los hombres sabios y  la grandeza de sus espíritus.   
Es, por tanto, responsabilidad de los que tienen la posibilidad de alcanzar niveles superiores de enseñanza, adquirir conocimientos, más allá de la esfera específica de sus intereses estrictos, para participar en la noble tarea de construir un mundo mejor.    

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