Es revelador  tomar conciencia de que los grandes economistas, (y estamos hablando de los  fundadores de la economía política), en realidad no fueron economistas,  generalmente fueron filósofos, hasta que los neoclásicos travistieron la  disciplina de ciencia exacta.
  Desde entonces el Sistema consagra a quienes desarrollan modelos matemáticos que pretenden explicar las  conductas humanas en lo económico como consecuencia de leyes  económicas irrefutables, incurriendo en las mismas visiones fundamentalistas de quienes afirman que la conducta de los hombres se ajusta a la ley natural establecida por dios.
  En nuestro  país, (país de paradojas si los hay), se da el extremo de que los Contadores  Públicos, que en realidad son depositarios de saberes técnico  administrativos no científicos, controlan los colegios profesionales de ciencias  económicas.
  El desarrollo  de nuestra ciencia superó varias etapas, la primera de ellas desde que los  monos bajaron de los árboles y comenzaron a caminar en dos patas, hasta 1776  año en el que Adam Smith, publicó el tratado mencionado.
  A esta etapa  podríamos llamarla (tomándonos algunas libertades): de la ciencia económica  no formal.
  Si hacemos un  inventario completo de quienes escribieron sobre economía en este  extenso período, empezando por Aristóteles, (no porque sea el primero sino  porque fue el que acuño la palabra: Oekonomía),  podemos hacer una enorme lista: Aristófanes,  Platón, Jesucristo, Oresmes Santo Tomás, Lutero,  y tantos otros, la fila sería  interminable.   
  Obviamente  ninguno de ellos fue economista, eran filósofos, y/o moralistas.
  Detengámonos  una vez más en Adam Smith. Su especialidad era lo que en su época se  denominaban las ciencias morales, que abarcaban un enorme campo:    lo que hoy es la Teología, la Moral e incluso lo que en  ese entonces se llamaba Teología Natural y hoy llamaríamos Astrofísica,  y por supuesto que esto no es un capricho, es simplemente porque si acordamos  que es la ciencia que estudia como se generan y como se distribuyen los bienes  obviamente es una ciencia ético-moral.              
  Estamos  hablando de la maldición bíblica con que Dios expulso a Adán del Paraíso: Ganaras  el pan con el sudor de tu frente.
  Pero desde  entonces hasta hoy, (y han pasado  varios  miles de años), algunos se las han arreglado para ganarse el pan con el  sudor de la frente de los otros, por eso es que ésta es una  ciencia que se resuelve en un marco ético.
  A esta sencilla  razón se debe que quienes primero enfrentaron el interrogante fundacional de  nuestra disciplina fueron filósofos.
  Esto fue así  hasta que se produjo el gran desbalance en la teoría con el nacimiento de la Escuela Neoclásica,  por razones que ya apuntamos someramente y que luego trataremos de desarrollar.
  De eso se  trata: de cómo se reparten los esfuerzos y los resultados de esos esfuerzos en  la humanidad.
  Y es un tema  tan vigente que podemos afirmar con certeza que hoy en día la distribución de  la riqueza es cada vez más regresiva o sea que cada vez menos personas se  quedan con una mayor parte del excedente social.
  No solo es así,  sino que además el hombre ha diseñado y puesto en vigencia un sistema de  organización social que por primera vez en la historia humana excluye a un  porcentaje significativo de sus miembros,     y a pesar de esto logra reproducirse y perpetuarse, y cuando decimos  perpetuarse no lo decimos porque pensemos que éste sea eterno, dado que como  vamos, quizás nos estemos acercando aceleradamente al final de los tiempos para  la especie a la pertenecemos, cosa por otro lado lógica porque en la historia  del universo todas las especies tienen ciclos finitos.
  Hasta ahora  hemos venido funcionando con las visiones y perspectivas desarrolladas en los  albores de la civilización industrial, que se ha administrado como si los  recursos productivos que el hombre utiliza fueran ilimitados y su reproducción  y disponibilidad estuvieran garantizados eternamente.
  Generalmente,  las sociedades han actuado como si las consecuencias extramuros de los  procesos industriales fuesen independientes de quienes los desarrollan e  implementan; los que producen estos detritus que afectan severamente la vida de  los demás los llaman externalidades negativas, y se desentienden de ellos.
  Pero ya sabemos  que no es asi y que el agotamiento acelerado de los recursos augura a  corto plazo un panorama dantesco.
  El petróleo,  por ejemplo, y su inminente agotamiento, que podemos verificar por las guerras  que se están desarrollando por su control, consecuencia de esto no es que se  acabe la nafta para pasear los domingos.
  El problema es  la agricultura, que en la producción de los alimentos necesarios para alimentar  la humanidad hoy utiliza como insumo indispensable fertilizantes elaborados con  petróleo y tecnología que se motoriza en base a combustibles de él derivados, y  sin petróleo la producción mundial de alimentos caerá drásticamente.
  Esto no es  ciencia ficción: esto ocurrirá en los próximos años, y quienes leen estas  páginas muy probablemente sean testigos de los conflictos que vendrán en  consecuencia.
| En eumed.net: | 
|  1647 - Investigaciones socioambientales, educativas y humanísticas para el medio rural Por: Miguel Ángel Sámano Rentería y Ramón Rivera Espinosa. (Coordinadores)  Este  libro  es  producto del  trabajo desarrollado por un grupo interdisciplinario de investigadores integrantes del Instituto de Investigaciones Socioambientales, Educativas y Humanísticas para el Medio Rural (IISEHMER).  Libro gratis | 
| 15 al 28 de febrero  | |
| Desafíos de las empresas del siglo XXI | |
| 15 al 29 de marzo  | |
| La Educación en el siglo XXI | |