BREVE HISTORIA DE LAS IDEAS ECONÓMICAS

Guillermo Luis Luciano

La Economía es una ciencia social
¿Economía social?

Que la economía sea una ciencia social no significa que exista le economía social.
A partir de las cotidianas verificaciones sobre el colapso de la actual organización social, como consecuencia de la  difusión de la ideología del integrismo de mercado, que ha consolidado el paradigma de la ganancia como organizador de las relaciones entre los hombres, han surgido diversas iniciativas que se enmarcan en lo que se ha dado en llamar economía social.
Decir economía social es una tautología, porque es obvio que sin sociedad no hay economía.                  
Esto en principio no sería preocupante si solo fuese una cuestión  semántica, pero oculta un subterfugio que debemos advertir.
Si aceptamos que existe la economía social, implícitamente concedemos que existe otra economía, la economía formal, o simplemente la economía, cuyo desarrollo genera ciertas deformaciones que deben ser corregidas por la economía social.
Si incorporamos la economía social al universo teórico de la Economía como una de sus partes, en realidad no estamos colaborando en la construcción de una sociedad mejor, sino consolidando la presente, contribuyendo a perpetuar el actual orden social.
La humanidad se subordina impotente al evangelio del dios mercado que otorga marco conceptual al orden imperante, si se quiere el peor de la historia humana, dado que por primera vez, más de la mitad de los hombres, que no encuentran interesados en comprar su fuerza de trabajo,  son excluidos del plan social y librados a su suerte.
Finalmente esta circunstancia genera un orden peor que en los tiempos de la esclavitud, dado que por entonces,  aunque sea para seguir explotándolos, los amos asumían ciertas responsabilidades como alimentar y alojar a sus esclavos.   
Y actualmente no asumen ninguna, salvo la de asignar ciertos fondos, para que algunas personas se dediquen a amortiguar  las consecuencias más escandalosas y mediáticas del orden que los beneficia.                                                            
Todo apañado convenientemente por el sistema político, ávido de administrar recompensas que fidelicen los votantes al poder de turno.
El progreso es muy bueno para la humanidad, si alcanza a todos, y perverso si ocurre, como en la actualidad, a cada vez menos hombres
 Desde que, Adam Smith, creyó encontrar el nuevo paradigma social que reemplazaría al de la autoridad al visualizar que la competencia era capaz, al menos en teoría, de conciliar el egoísmo individual (según él, propio de la naturaleza humana) con el interés general de la sociedad, esta propuesta ideológica ha actuado como caballo de troya para introducir el verdadero leitmotiv que se instaló y rige la organización social humana: La Ganancia.
El mundo dejó de ser obviamente explicado y, la nueva realidad social que asomaba pasó a presentarse para todos los individuos como un universo desconocido y angustiante.
Los campesinos y siervos, fueron expulsados de los fundos donde vivieron por generaciones y lanzados a vivir de la caridad y la indigencia en los nuevos y enormes conglomerados urbanos que se formaron.
En Inglaterra, rápidamente los terratenientes advirtieron que en vez de tener campesinos holgazanes por la falta de estímulos a producir, (total todo lo que lograsen más allá de sus necesidades de subsistencia era tomado por el señor feudal), era mucho más rentable tener ovejas, que naturalmente generaban la cada vez más demandada y valiosa fibra textil por excelencia: La lana.
Esta novedad surgía de la enorme capacidad productiva que incorporaban los telares mecánicos recientemente inventados.
Mientras que un tejedor en un telar manual, por ejemplo demandaba la lana de 5 ovejas por semana como insumo productivo, uno en un telar mecánico, auxiliado por la fuerza del vapor multiplicaba significativamente esta demanda, y entonces por razones obvias la lana valía más al ser mas demandada y a los terratenientes convenía tener ovejas en vez de agricultores aparceros en sus fundos.
Demás esta decir entonces que los campesinos eran expulsados por millares, de sus tierras ancestrales y condenados a vivir en la mayor de las indigencias y degradación moral en conglomerados urbanos sin estructura para recibirlos, sin agua ni cloacas, lugares pestilentes, inmundos que albergaban por millares a los desplazados.
Este mundo incomprensible y angustiante que llenaba de incertidumbre y temor a los ciudadanos de fines del siglo XIX es el que viene a explicar Smith.
Cuando todos pensaban que había llegado el Apocalipsis, y que el fin de la historia era inminente e inevitable, llegó este hombrecito pintoresco y con su lógica irreductible construyó su fascinante teorema que seducía a todos por igual, como veremos más adelante.         
Posteriormente el mundo propiciado por Smith de competencia absoluta no se verifica y aparecieron los primeros críticos a su planteo
Desde entonces, nuestra pobre ciencia ha sido vapuleada, con diversos nombres, definiciones y sentencias que la han hecho bailar al ritmo de los intereses que han emergido en distintos períodos.
El objeto de la Ciencia Económica es sencillo, y aquí va nuevamente para que nadie lo olvide, estudiar:

 
quien produce y
 como se distribuye el Excedente Social

Hasta el advenimiento de la producción industrial, la humanidad lo resolvió a través de formas autoritarias de organización social, y la ciencia económica como tal no era necesaria.   
Ésta recién aparece cuando se hace imperioso encontrar la clave del nuevo paradigma que se ha instalado, y que tanto desconcierta y atemoriza a los europeos de la transición de fines del siglo XVIII y principios del XIX. . 
Anteriormente habían existido muchos tratados con contenidos de economía, como la Ciropedia de Jenofonte, o los escritos de Platón o la Oekonomía y la Crematística de Aristóteles e incluso los temas morales ligados a las prácticas económicas que tan minuciosamente analizaron Oresme y Santo Tomás de Aquino.
Solamente Jesús de Nazareth se había permitido cuestionarlo, al proponer la reformulación de los vínculos humanos a través del reconocimiento de la misma dignidad a todos los hombres y  el Amor como base de sus relaciones.
La potencia del mensaje de Jesucristo fue suficiente para rediseñar el concepto de esclavitud y transformarlo en servidumbre, pero sin lograr (¿estaría en sus planes?) en su época reemplazar el paradigma de La Autoridad como eje de la organización social.
Posteriormente el mercado y luego, su implacable asociación con el modo de producción industrial, instalan la ganancia, cuyo reinado es temporalmente cuestionado por Carlos Marx, que afirma que quienes se deben hacer cargo de la administración y distribución del excedente social son los que lo producen, o sea los trabajadores.
Su propuesta y vaticinio del fin de la civilización explicada por la Economía Política  es demolida, quizás,  por la incapacidad de su doctrina y acólitos, de contemplar lo que algunos piensan es constitutivo de la naturaleza humana: el libre albedrío.
La potencia lógica de sus postulados, aniquila a quienes pretenden discutir sus conclusiones acerca de la Teoría del Valor, por él llevada hasta sus últimas consecuencias.
La Ciencia Económica languidece, hasta que sobre la base de los postulados de Jeremías Bentham; Edgeworth, Walras, Jevons, Cournot y Pareto elucubran la ingeniosa y oportuna Teoría Subjetiva del Valor.
Luego  Alfred Marshall, establece que en realidad en el centro de la Ciencia está El Dinero ( y no el hombre) y arranca el desenfreno Neoclásico, que transforma nuestra disciplina en una pretendida ciencia cuasi-exacta, planteo absolutamente conveniente a quienes quieren sacarse de encima los tan molestos problemas éticos que propone la moderna organización social.
El orden social ha encontrado un atajo teórico que le permite seguir sintiéndose justificado desde la perspectiva ética: la economía política que deja de serlo y pasa a ser sencillamente economía, liberándola de su nombre compuesto que en sí mismo implica ideología y cuestionamiento, pasando a tener desde entonces una impropia pátina de ciencia exacta.
Era tan potente la derivada ideológica del modo de producción inaugurado, que logró instalar en el imaginario social que era el único posible:   resultado excelso y final de la evolución de la civilización humana.    
Terminaba la era de la economía política: al fin habían llegado los tiempos de la única y final: economía
A partir de entonces y hasta el presente, los economistas que no se subordinan a esta revisión teórica, colocándose en una perspectiva crítica, son expulsados de la ortodoxia.  
Algunas veces, indulgentemente, al campo de la Economía Social, siendo convocados para actuar como bomberos de los incendios provocados por la economía de mercado.

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