ÉTICA Y CIENCIA

Isabel Pérez Cruz

Título: Pensamiento Latinoamericano en Ciencia y Tecnología: su contenido político y vínculo con la sociedad

Autores: Laura Avondet,  Sarthou, Nerina, UNCPBA-CEIPIL-Argentina

A partir de los años sesenta aparece en América Latina la preocupación sobre problemas que vinculan la ciencia y la tecnología con la sociedad. El discurso legitimador imperante de los años cincuenta consideraba el desarrollo científico y tecnológico como una condición necesaria y suficiente para generar el desarrollo de los países periféricos.

Desde mediados de los años 50 y 60, organismos internacionales como la UNESCO y la OEA se constituyeron como puentes institucionales claves para la introducción de políticas de ciencia y tecnología en América Latina. Ello significó un traspaso relativamente acrítico de las iniciativas europeas de postguerra que la habían llevado a disminuir la brecha de ciencia y tecnología con EEUU.

En términos históricos implicaba la difusión a escala planetaria de las experiencias de reconstrucción de posguerra de los sistemas científico-tecnológicos de algunos países del viejo continente, mientras que en términos teóricos, la estrategia implementada respondió a la intención de rectificación del modelo lineal de innovación. Ante esta concepción surgió como respuesta lo que se ha denominado pensamiento latinoamericano en Ciencia, Tecnología y Sociedad.

El objetivo de este artículo es identificar algunas de las características que consideramos centrales de esta corriente, a través del análisis de dos de sus exponentes: Oscar Varsavsky y Jorge Sábato. En términos analíticos se estudiará el contexto en el cual emergen estas interpretaciones, haciendo especial hincapié en el contenido político de la reflexión que este pensamiento formula, observando -mediante una síntesis de sus ideas principales- las posturas normativas que del mismo emanan. En cuanto al recorte espacial, se parte de la generalidad de la región, para llegar al estudio de la situación de Argentina en particular.

A partir de esta descripción, se intenta resaltar que en un momento no muy lejano de nuestra historia fue posible generar pensamiento crítico propio con fuerte contenido político-social. En consecuencia;) se busca generar debate sobre el desempeño actual de las ideas y acciones en ciencia y tecnología haciendo centro en su vínculo con  la sociedad, en lo que atañe al ámbito académico como al político.

Particulares del pensamiento latinoamericano en ciencia y tecnología
Dagnino señala que es posible distinguir dos líneas conductoras que, en distinto grado, funcionaron simultáneamente: a) un diagnóstico crítico del modelo vigente, y b) una intención de cambio social para los países latinoamericanos.

El esquema de esta interpretación se basa en la perspectiva de que el atraso en ciencia y tecnología se debe entender en el marco del proceso histórico-estructural del desarrollo, por lo que toda política destinada a superarlo debe inspirarse en las condiciones reales del atraso, no siendo suficiente la aplicación de recetas aprobadas en otros contextos. Así, el atraso es un rasgo constitutivo de la relación asimétrica entre los países.

El desarrollo no se alcanzaba sólo con inversiones basadas en el uso de tecnologías modernas, sino que era necesario también participar en el diseño y adaptación de dichas tecnologías. Más aún, algunos miembros de esta corriente apuntaban al objetivo más ambicioso de crear una capacidad cultural endógena para innovar, dando lugar a un estilo científico y tecnológico propio, y alcanzar la autonomía científica, definida como: “La capacidad de decisión propia de un país para elegir, proyectar, programar, instrumentar y realizar su política científica”. De esta manera, la ciencia se convierte en una expresión relevante de la dependencia cultural.

Por otra parte, existe consenso entre diferentes autores en señalar que esta corriente de pensamiento enfatizaba el carácter relativo de la ciencia y destacaba -pragmáticamente- que una orientación utilitaria debería presidir su desarrollo. En tanto, si bien existe acuerdo en el aspecto descriptivo del análisis, se verifican divergencias en cuanto a los métodos o estrategias para llegar al futuro deseado.
Así, es posible ir desde el "radicalismo" de Varsavsky hasta el "pragmatismo" de Sábato, o en términos de Adler desde la vertiente “estructural” a la “prágmática” (respectivamente).

Siguiendo el análisis de Adler, los "antidependentistas estructurales" (Amílcar Herrera, Oscar Varsavsky, entre otros), eran fuertemente críticos de la forma asumida por la ISI, en particular por haber impulsado la incorporación de tecnologías no apropiadas para el desarrollo económico-social de la Argentina. Según esta corriente, bajo la ISI las clases urbanas y medias y altas demandan la misma clase de bienes que los consumidores de los países desarrollados, de modo que era necesario importar las tecnologías necesarias para fabricarlos. La redefinición de los patrones de consumo era, entonces, parte esencial del proceso de generación de un estilo tecnológico "propio".

En tanto, los "antidependentistas pragmáticos” creían que se podía conseguir la auto-determinación tecnológica sin necesariamente transformar toda la sociedad. Esto se lograría impulsando acciones tales como la desagregación de los paquetes tecnológicos, la apertura de la "caja negra" tecnológica, los ejercicios de forecasting, el planeamiento indicativo, la implementación de sistemas de información y bases de datos tecnológicas, la regulación del capital extranjero, la fijación de códigos de conducta para la transferencia de tecnología y el uso del compre estatal, entre otras medidas.

A continuación se expondrán las ideas centrales de dos de los exponentes más ilustrativos de estas vertientes: dentro de la primera, Oscar Varsavsky y dentro de la segunda, Jorge Sábato.

La interpretación de Oscar Varsavsky

Lo primero que debe señalarse es la originalidad de su pensamiento, que se manifiesta en la claridad de su diagnóstico social y en los principios e instrumentos metodológicos desarrollados. Sus preocupaciones versaron sobre tan vasta amplitud de temas que aquí sólo se expondrán algunos aspectos de su pensamiento y actividad.

Doctor en química, estuvo vinculado al bito institucional de la facultad de Exactas de la Universidad de Buenos Aires desde los años ‘40. Luego de trabajar en Venezuela durante la dictadura de Onganía, a fines de los años ’60 y ya radicado nuevamente en Argentina, se produjo un cambio de su interés al relacionarse más estrechamente con las ciencias sociales. Explicó entonces su cuestionamiento a la actividad científica e intensificó la búsqueda de nuevas vinculaciones entre las ciencias. Ciencia, política y cientificismo (1969)constituye la obra medular de su pensamiento y por ello dedicaremos a ella las siguientes reflexiones.

El propósito de la obra es según el autor proponer una actividad concreta a los científicos, una actividad propia de un tipo particular de ciencia: ciencia autónoma.

Para comenzar su exposición el autor identifica cuatro actitudes de los científicos frente al sistema vigente: “fósil” o reaccionaria pura, “totalitaria”, “reformista” y “rebelde” o revolucionaria. Fósiles versus Totalitarios es según Varsavsky la alternativa maniquea con la que se nos sugestiona. En la práctica esta alternativa no es viable y encubre la verdadera oposición, la que se plantea entre Reformistas y Rebeldes.

Los Reformistas se adjudican la misión, algunas veces cierta, de combatir a los Fósiles y Totalitarios, pero además, consolidan su posición por medio de una “falacia triangular”, que implica reducir a tres las posiciones posibles, dos extremos y un medio –justo y equilibrado- ocupado por ellos. Queda entonces para la cuarta posición, la del científico rebelde, luchar contra esta situación.

En palabras del autor:“La misión del científico rebelde es estudiar con toda seriedad y usando todas las armas de la ciencia, los problemas del cambio de sistema social, en todas sus etapas y en todos sus aspectos, teóricos y prácticos. Esto es, hacer ‘ciencia politizada’.”

La crítica y, en parte autocrítica, de Varsavsky se dirige hacia aquel período de “reforma” de la Universidad argentina, reforma que en realidad implicaba “desperonizar” la universidad. El autor toma como objeto de análisis su lugar de trabajo: la Universidad de Buenos Aires. Desde Octubre de 1955 hasta Junio de 1966 el grupo Reformista integrado por profesores y graduados políticamente heterogéneos asume la dirección de la institución. Explica el autor que si bien este grupo contenía buenos científicos, con deseos de sacar al país de su estancamiento, alto grado de racionalidad, mucho empuje y un antiimperialismo difuso, lo que los definía era su inexperiencia y falta de talento político.

Una de las primeras tareas del grupo fue eliminar a los fósiles peronistas que resistían en sus cargos. Evitando ser vinculados a las clásicas “trenzas” que se tejían en la Universidad al momento de los concursos, buscaron utilizar métodos “objetivos” para demostrar la incapacidad de los “fósiles”: número de artículos publicados en revistas de prestigio internacional, jurados extranjeros de renombre, poco peso a la antigüedad en la docencia, entre otros. Si bien lograron triunfar en su propósito, pronto se hizo evidente que los fósiles no habían sido reemplazados por científicos politizados sino más bien por cientificistas.

Si bien no fue varsavsky el primero en utilizar el término “cientificismo”, fue quien hizo de él un concepto controvertido y disparador de futuras interpretaciones. Según el autor:(...) Cientificista es el investigador que se ha adaptado a este mercado científico, que renuncia a  preocuparse por el significado social de su actividad, desvinculándose de los problemas políticos, y se entrega de lleno a su ‘carrera’, aceptando para ella las normas y valores de los grandes centros internacionales,  concretados en un escalafón.  (...) El cientificista en un país subdesarrollado es un frustrado perpetuo. Para ser aceptado en los altos círculos de la ciencia debe dedicarse a temas más o menos de moda, pero como las modas se implantan en el norte siempre comienza con desventaja de tiempo. Si a esto se agrega el menor apoyo logístico (dinero, laboratorios, ayudantes, organización) es fácil ver que se ha metido en una carrera que no puede ganar. Su única esperanza es mantener lazos estrechos con su Alma Mater –el equipo científico con quien hizo su tesis o aprendizaje-, hacer viajes frecuentes, conformarse con trabajos complementarios o de relleno de los que allí se hacen, y en general llegar a una dependencia cultural total.” 

El autor complementa su visión con la interpretación que realiza sobre la autonomía científica, definida, más allá de la pretendida libertad de investigación, como independencia de criterio, actitud crítica, pero de ninguna manera rechazo indiscriminado a todo lo que provenga de otro país. Varsavsky explica que por un lado, la verdad no es la única dimensión que cuenta: hay verdades que son triviales, hay verdades que sólo interesan a ciertos individuos. Hay otra dimensión que no puede ignorarse: la importancia. Y la importancia es algo esencialmente local. Por otro lado, existe otra característica local, nacional de la ciencia que tiene que ver con la gran complejidad propia y de interacción con el medio, que presentan todos los sistemas y fenómenos en escala humana.

En palabras del autor:“Si alguna afirmación científica nos permite hacer la experiencia, es que conviene plantear el estudio de cada problema social y de otros de análoga complejidad en su marco de referencia local, buscando los factores importantes y las leyes adecuadas al caso particular, sin despreciar la experiencia universal, pero sin aceptarla a priori. Hacer eso en Argentina es hacer ciencia argentina. Y sus adelantos contribuirán a construir esa ciencia social universal, hoy tan endeble, más que el seguidismo a las ideas del hemisferio Norte.”

Para ello, Varsavsky propone el método de estudio interdisciplinario de problemas grandes del país. Esta interacción de disciplinas, que exige discusión, crítica y estímulo constante entre los investigadores, y permite que ideas y enfoques típicos de una rama de la ciencia se propaguen de manera natural a las demás, contribuiría al logro de los objetivos.

Por último, el autor cuestiona la supuesta secuencia de la investigación científica: descripción, explicación, predicción, decisión, y presenta empezar por el último eslabón: la decisión. “Decidir implica haber definido los objetivos y por lo tanto da el verdadero planteo del problema. Predecir, no para tener la satisfacción de acertar, sino para poder decidir, o sea elegir entre varias posibilidades la que mejor logrará objetivos. Explicar no por el placer de construir teorías, sino para poder predecir. Describir no para llenar enciclopedias, sino en función de la teoría, usando las categorías necesarias para explicar.”

Para completar su interpretación sobre la necesidad de una nueva manera de hacer ciencia, mencionaremos brevemente las ideas que este autor desarrolla posteriormente.

El principio organizador utilizado por Varsavsky para descubrir y confrontar los funcionamientos actuales y deseados de la sociedad es el de “estilo social de desarrollo”, definido como “conjunto de características que definen el modo de vivir, trabajar y evolucionar de una sociedad”.

Todo estilo social incluye un estilo de consumo, de trabajo, de hacer ciencia, de hacer política, etc. Así, el autor explica su propuesta para el estilo de desarrollo de los países latinoamericanos en sus distintos aspectos. De esta manera, el “estilo científico” de cada país debe ir de la mano del estilo social que se quiera alcanzar. Más aún el autor llama la atención sobre lo siguiente: “Esta influencia de las necesidades de la sociedad sobre las prioridades de investigación científica se hace sentir también en la forma de plantear los problemas, en los conceptos que se eligen para tratarlos y en las definiciones que se les dan. (…) lo que se investiga en una sociedad es lo que una sociedad considera suficientemente importante. (…) Distintos estilos sociales asignarán distintas prioridades y harán progresar la ciencia en direcciones diferentes”.   

Esta idea, conocida como por el concepto de ciencia nacional  lejos está de significar que hubiera conceptos o teorías científicas diferenciadas según intereses económicos, más bien se refería a la necesidad de orientar y articular las actividades científicas y tecnológicas en torno de un “proyecto nacional”, otro de sus conceptos clave. Según Varsavsky, cuando un estilo se definía mediante características suficientemente claras y concretas, se podían proponer estrategias para construirlo a partir de la situación actual.

La construcción del modelo de sociedad deseada daría como resultado el planteo de un Proyecto Nacional: “proyecto” porque se proponía para llevarse a cabo; “nacional” en el sentido de que se aplicaba a todo el país -o a un grupo de países- aunque no necesariamente debía contar con el apoyo de las mayorías desde el comienzo.
Hasta aquí fue presentada la interpretación de Oscar Varsavsky, principalmente a partir de su visión respecto al rol de la ciencia para el desarrollo del país. A continuación se propuesta elaborada por Jorge Sábato.
 
La interpretación de Jorge Sábato

La visión más pragmática respecto del desarrollo tecnológico y la que tuvo mayor incidencia sobre las políticas en ciencia y tecnología a escala nacional fueron las planteadas por Sábato. Físico y tecnólogo argentino destacado en el campo de la metalurgia y de la enseñanza de la física, fue el creador del Departamento de Metalurgia de la Comisión Nacional de Energía Atómica y uno de los principales asesores de la división de planificación y política del departamento de asuntos científicos de la OEA.

Lejos de plantear una plena autonomía tecnológica regional, la condición de dominio sobre la tecnología era dada por el grado de intervención en la configuración del "mix tecnológico" más adecuado a las condiciones locales. La necesidad de acumulación de saber tecnológico debería ser satisfecha a través de la optimización de los criterios de selección de tecnologías. Para la adquisición de capacidades productivas podía ser tan importante generar la misma en términos locales a través de actividades de I+D, como adquirirla en el exterior, o aún, copiarla sin licencia. La soberanía nacional estaría dada por la integración del desarrollo tecnológico así generado en un proyecto nacional determinado, en primera instancia, en el plano político.

En palabras Sábato:“Descubrimos la primera verdad de perogrullo: es inútil hacer investigación si la política económica va por un lado y nosotros íbamos por otro. Ello influyó mucho en mí, pues comencé a pensar que había que entender las relaciones entre la tecnología y la política económica”.

No se trataba, es necesario aclarar, de seleccionar siempre las tecnologías más 'avanzadas' que se presentaban en el estado del arte internacional, sino aquellas tecnologías que respondieran al mayor grado de adecuación a la estrategia de desarrollo. La construcción de una capacidad científica local debía ser diseñada en función de la capacidad local de producción del “mix”. Es decir, se reclamaba, junto a la industrialización, una “endogeneización” de la tecnología: “la creación de una capacidad local para absorber la tecnología importada y para adaptarla, de acuerdo a la dotación local de factores, generar tecnología localmente y responder a los requerimientos tecnológicos planteados por el proceso de industrialización” (Martinez Vidal y Marí).

En resumen, más allá del desarrollo de una tecnología propia, el concepto central de la vertiente pragmática de la corriente es crear autonomía decisional tecnológica propia. Esto es, capacidad para: manejar la tecnología, detectar y formular la demanda tecnológica, buscar y seleccionar alternativas, procurando diversificar las fuentes proveedoras de tecnología, abrir, desagregar y rearmar el paquete tecnológico, comprar, alquilar y negociar, adaptar e innovar, detectar la capacidad nacional de oferta de tecnología y armado de paquetes tecnológicos y generar, complementando o modificando la tecnología importada, al menos en componentes del paquete.

Dentro de las contribuciones metodológicas de la época, sin lugar a dudas, el modelo conceptual más difundido fue el esquema presentado Jorge Sábato y Natalio Botana en un artículo publicado en 1968. Este esquema conceptual pone en relieve las interrelaciones entre el gobierno, la estructura productiva, y la infraestructura científico-tecnológica, planteando que los países latinoamericanos deben participar activamente en el progreso científico y tecnológico mundial como medio para superar el subdesarrollo. Sábato y Botana emplean este esquema conceptual para proponer lo que consideran “una estrategia viable para hacer realidad la participación obligatoria y posible”.

En los vértices del “triángulo de Sábato” se: el gobierno, (políticas-regulaciones-financiamiento parcial) la estructura productiva (demanda/financiamiento parcial), y la infraestructura científico-tecnológica compuesta por un “complejo de elementos articulados e interrelacionados entre sí”. Sábato y Botana explicitan cinco de estos elementos: el sistema educativo; las instituciones donde se realizan las investigaciones; el sistema institucional de planificación, de promoción, de coordinación, y de estímulo a la investigación; los mecanismos jurídico administrativos que regulan el funcionamiento de a, b y c, y los recursos económicos y financieros aplicados a su funcionamiento.

Luego, el modelo distingue tres “niveles de relaciones”, las que se establecen dentro de cada vértice (intrarrelaciones); las que se dan entre los tres vértices del triángulo (interrelaciones); y aquellas que se establecen entre el triángulo (o bien, entre cada no de los vértices) y el contorno externo (extrarrelaciones).

Las intrarrelaciones tienen como objetivo el transformar a estos centros de convergencia en centros capaces de generar, incorporar y transforman demandas en un producto final que es la innovación científico tecnológica. De tal modo, las diferentes relaciones que integran cada vértice deben estructurarse con vista a garantizar una determinada capacidad.

Sobre le segundo tipo de relaciones, Sábato y Botana afirman que la estructura científico-tecnológica tiene lugar a través de dos flujos: la asignación de recursos por parte del gobierno al vértice infraestructura, ya que este último “depende vitalmente de la acción deliberada del gobierno”, y el flujo de demanda por conocimientos y tecnología que genera el vértice gobierno para la infraestructura.

La interrelación gobierno-estructura productiva se da mediante la acción recíproca de estos dos vértices, a través de la influencia de políticas gubernamentales y la asignación de recursos en una dirección, y de la provisión de bienes y servicios que demanda el gobierno en la otra.

En conclusión, Sábato consideraba que para los países en “vías de desarrollo” alcanzar ‘autonomía científica’ implica poseer una infraestructura científico-tecnológica propia deliberadamente integrada en uno o varios triángulos de relaciones. A su vez, el proceso de desarrollo debe ser entendido como algo superior al incremento del nivel económico de la sociedad; desarrollo significa: “Transformar una sociedad tradicional en una sociedad moderna (…) Un país en desarrollo es por lo tanto un país en crisis; y permanecerá en crisis mientras este en desarrollo”.

Para finalizar, cabe mencionar dos cuestiones que Vacarrezza señala sobre esta corriente de pensamiento: su constante preocupación por el problema del desarrollo autónomo de la región. En primer lugar, señala este autor, el pensamiento latinoamericano sobre políticas de ciencia y tecnología se construyó como un pensamiento coherente, ya que, en general, destacó el carácter social y estructural de la ciencia y la tecnología y, por ende, de las políticas específicas. En segundo lugar, se constituyó como un pensamiento legítimamente autónomo de la región, refutando la transferencia acrítica y descontextualizada de ideas, marcos conceptuales, creencias, formatos institucionales y usos administrativos de los países centrales a los periféricos. En tercer lugar, dejaron constituida una comunidad de pensamiento que, al margen de los abandonos temporales de las ideas desarrolladas, se relacionan con aquéllos.

En suma, en la versión más radical del pensamiento latinoamericano en política de ciencia y tecnología, la superación del atraso era posible a través del cambio revolucionario de las sociedades. En una versión menos contestataria, se exigía la adopción por parte del Estado de políticas que impulsaran las interrelaciones dinámicas entre los distintos actores pertinentes de la sociedad. En ello se centraba el esquema de Sábato.

Como puede observarse, el pensamiento latinoamericano sobre ciencia, tecnología y sociedad  comparte con las demás interpretaciones de la región que reivindican su especificidad como tal, una cuestión central: la interpretación va ligada a la acción. En palabras de Zapata:“(…) el aporte propiamente latinoamericano al estudio de nuestros problemas (…) nunca ha estado separado del intento de llevar a la práctica las soluciones propuestas (…) el pensamiento y la acción constituyen una unidad indisoluble.”  

Sábato desde la CNEA y Varsavsky desde la Universidad intentaron llevar a la práctica y promover sus posturas. Varsavsky creó grupos interdisciplinarios en distintos puntos de América Latina e intentó estimular la creatividad del científico y su espíritu nacional, fomentando los estudios de la materia que creía interesaba a cada país, eliminando los trabajos individualistas con el único fin de satisfacer las necesidades y los intereses de un grupo reducido. Sábato como tecnólogo, creó y orientó centros de investigación pioneros en la región, como es el laboratorio de metalúrgica nuclear de la CNEA, mientras que en su rol como intelectual se destacan sus contribuciones tendientes a demostrar que las políticas tecnológicas de un país se generan en instancias múltiples, las diferencias entre investigación científica y tecnológica y sus esfuerzos por afirmar la autonomía científica de la región

Otra de las peculiaridades del pensamiento latinoamericano que también observamos en este campo en particular, es que las proposiciones se plasman en un continuo que va desde una interpretación “revolucionaria” a una “reformista”, situación que suele ser típica dentro del pensamiento latinoamericano en su conjunto. Desde las interpretaciones de Mariátegui y Haya de la Torre hasta la visión “reformista” de los enfoques de la dependencia simbolizada por Cardoso y Falleto hasta la visión “revolucionaria” representada por Ruy Mauro Marini y Dos santos, el pensamiento latinoamericano ha oscilado entre un extremo y otro.

Consideramos indispensable conocer mejor los aportes mencionados y esperamos que esta presentación sirva para motivar a otros a elaborar su propia visión de nuestros problemas.

Bibliografía

Adler, E., 1987, “The power of ideology. The quest for technologial autonomy in Argentina and Brazil”, University of California Press, Berkeley.
Dagnino, R., Thomas H. y Davyt A., 1996, “El pensamiento en ciencia, tecnología y sociedad en Latinoamérica una interpretación política de su trayectoria”, REDES, Vol. III, Nº 7, pp. 13-51, Septiembre de 1996.
López, Andrés, 2005,”Desarrollo económico y sistema nacional de innovación: la experiencia argentina desde 1860 hasta 2001” (mimeo).
Martinez Vidal y Marí, 2002, “La Escuela Latinoamericana de Pensamiento en Ciencia, Tecnología y Desarrollo”, Revista Iberomericana de de Ciencia, Tecnología, Sociedad e innovación. Número 4.
Sábato, J., 1971, “Ciencia, Tecnología, Desarrollo y Dependencia”. San Martín de Tucumán. Serie: Mensaje.
Sábato, J., 1994, “El origen de algunas de mis ideas”. Nueva Visión, Buenos Aires. Conferencia dictada en el Instituto ISEA, Caracas, 1976. Transcripción y notas de Daniel Cravacuore.
Sagasti, F., 1983, “La Política Científica y Tecnológica en América Latina: un estudio del enfoque de sistemas”. Editorial Colegio de México.
Vaccarezza, Leonardo Silvio, 1998, “Ciencia, Tecnología y Sociedad: el estado de la cuestión en América Latina”, Revista Iberoamericana de Educación, Número 18 - Ciencia, Tecnología y Sociedad ante la Educación.
Varsavsky, O., 1975, Ciencia, política y cientificismo, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, séptima edición, pp. 12. 
Varsavsky, O., 1982, “Obras escogidas”, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires.
Zapata, Francisco, 2001, “Ideología y Política en América Latina”, El Colegio de México, Centro de Estudios Sociológicos, México D. F.

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