ENSAYOS SOBRE LA HISTORIA, LA FILOSOFÍA Y LA SOCIOLOGÍA DE LA EDUCACIÓN

Carmina García de León

CAPITULO II
Enseñar a consentirse y a sentir-con, para construirse un libre, dulce y amoroso hábitat


      La enseñanza y aprendizaje de las formas de relacionarse  funcionan por vía del ejemplo: los adultos humanos reclaman la atención de sus crías  y escenifican ante ellos, las maneras dulces y libertarias de la humanidad, para que las aprendan. Es una pedagogía intima, nos dice Fernando Savater, son humores compartidos, con los que se forman los primeros hábitos del corazón.
       Uno de los principales propósitos de la educación, como afirma la pedagoga N. Noddings, es enseñar a las niñas, niños y jóvenes a consentirse, a cuidar de sí  mismos, de sus semejantes próximos y lejanos, cuidar del planeta y de la naturaleza. Aprendizaje que les proporcionará elementos necesarios para construirse un amoroso hábitat.
      La escritora Isabel Allende, nos dice  que para poder ser feliz, una necesita aprender a construirse su propio recipiente amoroso con las enseñanzas que nos brindan los seres que más queremos. Mis seres  más  queridos, mi papá y mi mamá, en mi infancia y adolescencia, construyeron  un recipiente amoroso, cálido y dulce para mí.
     Mi mamá como son muchas mamás, significaba algo más que una persona, era todo un medio ambiente, un hábitat, era como una amorosa pecera que contenía el liquido vital, el alimento, lo necesario para sobrevivir cómodamente.
      Mi mamá era como el ambiente parecido al que a fines de los años cincuenta y sesenta se vivía en Morelia, un ambiente de aguas serenas, tranquilas y placidas. Aunque mi mamá tenía sus cuestionamientos y hasta sus crisis existenciales, como muchas mamás de esa generación, siempre nos tapaba a mi papá y a mí, con sus aguas dulces y suaves, rebosantes de esmerados cuidados.
      Mi  papá se parecía a la Morelia que visitábamos en los días de vacaciones, siempre sonriente, muy alegre y animado. Mi papá permanentemente introducía al recipiente amoroso un gran entusiasmo y un interminable sabor a fiesta; siempre alumbrando nuestras vidas, como la canción “farolito” de Agustín Lara, con la que me arrullaba. De la conjunción de esas dos aguas, se formo mi hábitat natural, el que yo reconocía como mi casa, en que me sentía como pez en el agua.
            Cuando acababa de cumplir diecinueve años mi mamá murió  en forma súbita, repentina, totalmente inesperada; entonces nuestro amoroso hábitat se partió y como las peceras que se rompen, el agua salió y se evaporó.
      Un año después, cuando cumplí veinte años, mi papá y yo decidimos que cada quien libremente tomaría su propio camino, él escogió el suyo   y yo el mío. Con su siempre amoroso apoyo, emprendí un muy largo camino rumbo a lo desconocido, en donde como “Alicia la del país de las maravillas” al pasar “al otro lado del espejo”, me encontré con un mundo totalmente al revés, “Patas Arriba”, como certeramente lo define el escritor Eduardo Galeano en su libro “la Escuela del Mundo al Revés”.
     “Si Alicia la del cuento nos visitara, no necesitaría atravesar ningún espejo, le bastaría con asomarse a la ventana y escuchar lo que ahí se pregona: “¡Vayan pasando!, ¡Que se alce la linterna mágica! ¡Imagen y sonido! ¡Entren a la escuela del mundo al revés! ¡Para ilustración del público presente y las generaciones venideras!”.¡Aquí en vez de enseñarles amarse los unos a los otros, somos expertos en enseñarles atormentarse los unos a los otros!.
      Aunque con pasmo observaba en el mundo “Patas arriba” como se atormentaban siguiendo las enseñanzas del mundo al revés, yo siempre trataba de aplicar lo que desde niña, mi mamá y mi papá me enseñaron para construir mi amoroso y no tormentoso hábitat. Enseñanza que consistía en que yo misma aprendiera  a consentirme, a estar siempre pendiente de mi bienestar y mi comodidad;  constantemente me formulaban preguntas para que yo estuviera atenta a todas mis necesidades. Me  preguntaban si tenía frío, si tenía calor, si mi ropa estaba cómoda y si no me rozaba, raspaba o apretaba, si tenía hambre, si la comida estaba buena, si me sentía bien, si no estaba enferma, pero sobre todo me preguntaban si estaba contenta. Todo para que yo aprendiera a esta pendiente de todo lo que mi cuerpo y mi alma necesitaran para estar sonrientes y alegres. Pero además, al mismo tiempo mi papá le formulaba preguntas similares a mi mamá, para saber si estaba contenta o necesitaba algo. Mi mamá a su vez también le preguntaba a mi papá preguntas parecidas, pensando siempre en su bienestar y cuidado. Por lo que con el ejemplo, no sólo, puedes aprender a consentirte, sino también a sentir-con, a mirar también por el cuidado y la comodidad de las personas que queremos y están a nuestro alrededor, estar atento a las necesidades de uno mismo como del otro. Aprendes que “amarse los unos s los otros”, significa “cuidarse y consentirse los unos a los otros”.  
      Culturalmente existen ciertas ideas, creencias desfavorables, en torno a ser consentido, a  consentir, a sentir con; algunas personas consideran que es algo erróneo, sin embargo estas ideas están equivocadas, ya que consentirse a sí mismo forma parte de los ingredientes vitales para la autoconstrucción  de nuestro amoroso hábitat.  E. Fromm señala: “que es una creencia común que amar a los demás es una virtud y amarse a si mismo es egoísmo. Se supone que en la medida en que me amo a mi mismo, no amo a los demás, que el amor a si mismo es lo mismo que egoísmo, pensamiento difundido por la tradición calvinista puritana desde la época de la reforma protestante. Debemos destacar la falacia  que implica la noción de que el amor a los demás y el amor a uno mismo se excluyen recíprocamente. Si es una virtud amar al prójimo como a uno mismo,  debe serlo también que me ame a mí mismo, puesto que también yo soy un ser humano. La idea de amar a tu prójimo como a ti mismo implica  que  el respeto por la propia integridad, el amor y la comprensión del propio si mismo, no pueden separarse del respeto, el amor y la comprensión del otro individuo. El amor a si mismo esta inseparablemente ligado al amor a cualquier otro ser. No existe una división del trabajo de amar, si se ama al prójimo no se puede ser indiferente con uno mismo”.
      El gran humanista renacentista, Erasmo de Rótterdam en su obra “Elogio a la Locura”, cuestionaba a sus lectores: “Pero ahora decidme ¿Puede deleitar a los demás, él que para sí mismo se es molesto e insoportable? ¿Puede divertir a los demás,  él  que esta desesperado por su propio tedio? ¿Es posible acaso que este de acuerdo con otro, quien no lo ésta consigo mismo? ¿Puede por ventura amar a alguien,  aquel que a si mismo se aborrezca? Tan cierto es que cada uno debe quererse así mismo y preocuparse de su estimación antes de buscar la ajena.”
      El amor a una misma, el autocuidado (el autoconsentirse), es una de las claves principales de la autoestima, señala la antropóloga Marcela Lagarde, ya que significa afirmar y dirigir nuestros esfuerzos vitales a una misma, a nuestra vida, a nuestros proyectos, a nuestro cuerpo. Sin embargo, culturalmente se desvalorizan esas importantes claves para la autoestima, ya que los autocuidados y la autoatención a las necesidades propias, se les considera como una actitud egoísta y de mal gusto. Esta expresión de rechazo se manifiesta por ejemplo en algunos de los personajes de la novela de Paloma Villegas, “La Luz Oblicua”, los cuales consideran muy desagradable a una persona que ha sido consentida por sus papás y que al mismo tiempo se consiente a sí misma.
      “Que muñequita de azúcar se busco Julio. Tan grande que es él, dijo Ángela. A ver si no se desencanta la princesa, esa Alicia en el país de las maravillas, siguió Toni.  Así que de inmediato nos comunicamos que Alicia  no nos gustaba y que como grupo, íbamos a hacerle difíciles las cosas. No había simpatía para ella. No era como nosotras y además no quería ser como nosotras. Viéndolo bien, es curioso que en los comentarios de esa noche todos insistiéramos en una supuesta incorporeidad aniñada e inocente de Alicia. Se prestaba atención sin cesar, como si esperara con ansias noticias urgentes de si misma. Si hacia frió era la primera en notarlo, si hacía rato que había pasado la hora de comer, era la primera en manifestar que tenía hambre, si estaba cansada, nada la hacía distraerse de ese hecho. Recibía continuas señales de su cuerpo y de su ánimo y no estaba dispuesta a perderse ninguna de ellas”.
            En este relato se puede observar que Alicia solo estaba reproduciendo las enseñanzas que de sus padres recibió, todo un  a condicionamiento que se convirtió en algo casi automático, que forma parte de sus hábitos  que desde niña aprendió.
          Enseñar y aprender a consentirse y a sentir-con, para poder construirse un dulce, libre y amoroso hábitat,  es un aprendizaje que inicia desde la infancia y continúa a lo largo de toda nuestra vida. Estas enseñanzas, con el paso del tiempo, las seguí recibiendo de mi papá, hasta el último minuto, a sus jovencísimos ochenta años  el siguió siendo mi queridísimo amigo y compañero de juegos del conocimiento, mi dulce y libertario maestro de la vida, y al mismo tiempo el gran maestro de muchas generaciones, como lo describen estos fragmentos tomados de un discurso pronunciado por mi hermano Porfirio García de León Campero Calderón, en homenaje a mi papá en el panteón de Morelia, en octubre de 1991, nueve meses después de su fallecimiento.
            “Estimados parientes y amigos, nos congregamos hoy para recordar al ingeniero Porfirio García de León González, en este homenaje para un hombre sencillo pero grande, a quien alguien llamó enamorado del amor, de la ciencia y de la vida. En efecto de él fluía como manantial el sentimiento amoroso, el optimismo, la alegría y la bondad humana. En este sentido compartía con los cristianos tal sentimiento, pero el que ama al prójimo no puede aceptar la injusticia, por tanto fue siempre un rebelde con causa.
      De este rebelde voy a hablar, a pesar de que se que ustedes están aquí por el cariño y respeto a Porfirio García de León y no por avalar su filosofía y menos aún lo que yo diga.
      Los deseos de mi padre fueron que sus cenizas fueran esparcidas desde la cima del cerro del Punhuato al que ascendió para establecer en 1955 un vértice de triangulación para el plano de Morelia. Ascendió hasta la cima pese a sus limitaciones físicas, con sus muletas con las que volaba y su enorme tacón que lo ligaba a la tierra michoacana. Sin embargo sus familiares pensamos que también hubiera deseado estar aquí junto a su padre, el ingeniero Porfirio García de León Segura, en la tumba donde sus hijos grabaron “Ciencia, bondad y Justicia tu recuerdo simboliza”. Al igual que mi padre, también es recordado por quienes lo conocieron por su sabiduría, honestidad, rectitud y bondad.
      Mi abuelo fue revolucionario maderista y luego constitucionalista. Fue diputado, senador y gobernador interino del estado de Michoacán. Era ingeniero egresado del Colegio Militar, pero de acendrado espíritu civilista y liberal, de acuerdo con la tradición liberal heredada de mi tío bisabuelo Porfirio García de León Trujillo; quien en la época de Juárez y Ocampo, luchó por el proyecto de Reforma liberal que propugnaba por la separación de la Iglesia y el Estado; por la ruptura del monopolio de la educación por el clero; por la libertad de expresión y pensamiento; por la reforma de la enseñanza.
      Mi abuelo siempre entusiasta y comprometido con la enseñanza, fundó en 1915, la primera y efímera escuela de Ingeniería de Michoacán y en 1930 con el apoyo del general Cárdenas, la que es actualmente la facultad de Ingeniería Civil de la Universidad Michoacana.
      Mi abuelo trabajó como ingeniero para su Estado y su ciudad. Fue director y profesor en la escuela de Ingeniería, querido y respetado por sus alumnos. Fue también pionero de la fotogrametría en México, uno de sus libros de estudio preferido, titulado “An Elementarie Treatise on Phototopografic Methods and Instruments”, de J.A. Ferrer, fue adquirido el día y el año en que nació su primer hijo.
      Porfirio García de León González, a quien hoy recordamos nació el 10 de septiembre de 1910, cuando el cometa Halley, majestuoso asombró al mundo. Desde muy pequeño estuvo encamado, no asistió a la escuela primaria, su padre fue su maestro, entonces y siempre. Pese a sus dolencias por su pierna corta,  gracias a su férrea voluntad, el apoyo de sus padres y hermanos y también a su tacón y a sus muletas, que siempre lo acompañaron, pronto pudo valerse por sí solo y se fue al Colegio San Nicolás y fue auténtico nicolaita como pocos durante su vida. Ser nicolaita decía es poner todo el esfuerzo para transformar y mejorar la sociedad en que vivimos.
      Fue maestro por vocación su vida entera, inició como profesor a los 18 años y siguió siéndolo 63 más, hasta los 80 años; al morir era profesor activo en la Escuela Nacional Preparatoria. Antes lo había sido en el Colegio de San Nicolás en la Facultad de Ingeniería; en la Normal de Morelia y de México, en escuelas Secundarias y Preparatorias en el D.F.
      Participó en varios movimientos estudiantiles en la Universidad Nicolaita, uno en contra de las acciones del rector Gustavo Corona, con quien después le unió larga amistad, y el segundo en el que en buena lid y aclamado como líder, llegó a la Rectoría de su entrañablemente  querida Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, a partir del 18 de julio de 1946 al 20 de octubre de 1949. Como rector encabezó un movimiento para que se incrementara el subsidio, ya que el gobierno del Estado tenía en gran penuria a la universidad.
      Otra faceta fundamental de Porfirio García de León González fue su participación en la Reforma Agraria, apenas terminó su carrera de ingeniero topógrafo en 1935, ocupó el cargo de  Secretario de la Comisión Agraria Mixta. Con gran pasión y entusiasmo entregó las tierras a quienes las trabajaban, incluso repartió las de su propia familia. Era la gran época cardenista, colaboro con los gobernadores Magaña (heredero de Zapata), Sánchez Tapia e Ireta y desde luego con el presidente Cárdenas. Se trabajo día y noche, las resoluciones presidenciales de dotación de tierra a los campesinos eran inmediatamente tramitadas. Mi padre salía al campo a trabajar, a entregar ejidos, resolver litigios. Algunos pocos, terratenientes osaron por interpósitas personas ejercer el soborno, terrible atrevimiento. Varios campesinos quisieron agradecer con gallinitas. Mi padre nunca acepto nada.
      Desde 1955 se había trasladado a la ciudad de México, sin embargo sus lazos con su tierra natal y su Alma Mater, la Universidad Michoacana nunca se rompieron, siempre estuvo en los  aconteceres michoacanos y nicolaitas, procuraba asistir a las fiestas del 8 de mayo o del 27 de febrero, aniversario de la fundación de su escuela de Ingeniería. Se le veía en varios de los informes de gobierno en el mes de septiembre, así como en los principales acontecimientos familiares.
      En 1965, el doctor Ignacio Chávez, rector de la UNAM, uno de sus maestros intelectuales, lo lleva como Director fundador de la Preparatoria Insurgentes. En ella ensaya con éxito nuevamente su política democrática como lo hizo anteriormente en la rectoría de la Universidad Michoacana.
      Como rector, como director y maestro, siempre confió en los jóvenes, los escuchó y aceptó sus ideas, lo mismo hizo con profesores y trabajadores, sus compañeros todos, como él  los llamaba, pero jamás fue manejado por nadie. Ayudo a cuantos pudo y solo empleo la fuerza de la razón, siempre tuvo por costumbre convencer, razonar, actuar por convicción, de acuerdo con sus ideales socialistas, demócratas y pacifistas.
      Partidario de la paz mundial, afirmaba “que uno de los propósitos fundamentales de las universidades es enseñar a su alumnado que la guerra es un fenómeno evitable y consecuencia solo de intereses económicos en pugna. Se requiere educar al estudiante como un ciudadano universal, integrante no de un grupo nacional, racial o religioso, sino como una célula del organismo social, que constituye la humanidad entera. Con este aprendizaje, se habrá adelantado un gran paso, para ayudar a evitar las absurdas e interminables guerras, en que los hombres engañados, se destruyen los unos a los otros”.
Estaba convencido de la necesidad de transformar este ineficaz sistema económico capitalista, injusto y cruel, en el que una minoría prepotente, autoritaria y rapaz, se apropia de la riqueza del planeta y la inmensa mayoría vive sumida en la pobreza. “Necesitamos construir una gran comunidad social, en la que el ser humano pueda vivir sin temor, pacíficamente, sin ser explotado, ni explotar a nadie, sin hambre y con amor a la vida plena”.
      Mi padre siempre creyó en el amor y lo enalteció en voz alta por convicción. Siempre amoroso con mi madre, se les veía frecuentemente tomados de la mano. Solo una vez en mi vida lo vi llorar, en la inesperada y prematura muerte de mi madre, en 1972. Todos quienes le conocieron lo recuerdan con cariño y agradecimiento, he tenido la satisfacción de escucharlo cientos de veces: “El me ayudo, o me apoyo, fue mi Rector, mi primer director, un gran maestro, lo quisimos mucho”.
      Hoy he querido recordar a mi padre ante ustedes, lo he hecho sin pretensiones de objetividad o imparcialidad, al contrario cargado de un gran sentimiento e inmenso amor filial. El fue un hombre bondadoso, rebosante de amor, que desbordaba a su alrededor, hizo el bien a todos los pudo, tuvo grandes ideales, lucho y creyó en ellos, fue honrado y pulcro, actuó como pensaba, era incorregible optimista, su espíritu lo mantuvo siempre juvenil, con su rectitud y congruencia filosófica se gano el respeto de muchos. Fue un rebelde y por ello muchas veces marginado. Pero sobre todo fue grande como maestro y como ser humano, muy humano. Le gustaba pregonar su pensamiento, polemizar y enseñar. Fue gran orador y por ello en su memoria pido para él un aplauso.
      Muchas gracias queridos amigos y parientes, esta vez en nombre de mi familia nuestro agradecimiento por su presencia en este acto de cariño y fraternidad, en homenaje y memoria de Porfirio García de León González, este gran maestro de puertas abiertas, sonriente, amable y dulce siempre”.

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