ENSAYOS SOBRE LA HISTORIA, LA FILOSOFÍA Y LA SOCIOLOGÍA DE LA EDUCACIÓN

Carmina García de León

CAPITULO V
Una confusa y desorientadora brújula: se confunde una relación comercial, una negociación con una relación amorosa


            Históricamente no podemos confundir una  amorosa relación, con el matrimonio, nos previene el sociólogo Josef Vicent Márques. Así también Alan Watts en su libro “El juego de la Vida”, nos recuerda que en los orígenes de la tradición hebrea, nos encontramos con que la idea del matrimonio y la experiencia amorosa,  son dos cosas bastante separadas; ya que desde las primitivas culturas agrarias  el factor decisivo en la  unión matrimonial es que  fuera ventajosa para la comunidad y que los nuevos lazos de parentesco robustecieran la posición de la tribu. Se contraía matrimonio no sólo para producir niños sino también para crear una unidad económica. Las preferencias personales eran lo menos importante; lo que se necesitaba era buenos brazos para producir en el campo y cuidar el ganado. Se escogía a una mujer como esposa como se selecciona un animal de crianza, para ser una buena yegua paridora. Los mayores tenían una gran influencia en la elección matrimonial, incluso utilizaban intermediarios, los cuales regateaban como si las mujeres fueran una cosa comprada.
            La historiadora María J. Rodríguez, nos comenta que en otras sociedades agrarias, como la mexica, hay evidencia de que las doncellas fueron intercambiadas como cualquier otro artículo entre los pueblos vecinos, ellas podían ser igualmente prestadas o regaladas. Se sabe que Izcoatl mandó a su sobrino Netzahualcóyotl, señor de Texcoco, “cierta cantidad de doncellas muy hermosas y de linaje real, las que podía tener para su uso y voluntad como cualquier otra cosa comprada”. Esto se hizo con la finalidad de aplacar su ira y resolver un altercado que había entre ellos, comenta Fernando Alva Ixtlixóchitl.
            Tenía el rey Netzahualcóyotl una esposa legítima, pero además podía tener todas las mujeres que quería de todo género de linajes, altos y bajos. No se conservan los nombres ni el número de concubinas que haya tenido, aunque sí, en conjunto las estadísticas de su descendencia: “tenía con su esposa y con sus concubinas sesenta hijos varones y cincuenta y siete hijas, un total de ciento diecinueve”, dice en dos pasajes de su “Historia Chichimeca”, Fernanado Alva I.
            Cuando las esposas y concubinas quedaban viudas, el heredero real podía tomar por mujer a todas las concubinas ya que éstas también formaban parte de la herencia.
            Esta idea de que como cosas, las personas podían heredarse, se remonta a muchos siglos atrás, como nos cuenta Federico Engels en su libro “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”, como sucedió en la época romana, tanto las personas libres como no libres (esclavos), se heredaban por testamento como las cosas. “En tiempos de Gayo, en el siglo II,  a esta organización de personas se les denominaban familia, en su origen la palabra familia, entre los romanos ni siquiera se aplicaba al esposo, esposa e hijos, tan sólo a los esclavos. Famulus quería decir esclavo doméstico y familia era el conjunto de esclavos pertenecientes a un mismo hombre. Posteriormente la palabra familia se utilizó entre los romanos para designar un nuevo organismo social, a cuyo jefe le pertenecían una mujer, los hijos y cierto número de esclavos, con la patria potestad romana y el derecho de vida y muerte sobre todos ellos”. La familia completa tenía un carácter de propiedad, podían transmitirse, heredarse, como cosas, por medio de un testamento, ya que estos ofrecían un buen rendimiento económico. Desde su origen, históricamente la familia, el matrimonio está ligado a relaciones comerciales cosificantes y no a humanas relaciones sentimentales.
            Entre los mexicas la institución matrimonial y el concubinaje consistían en un explícito convenio comercial. En esta sociedad existía gran cantidad de mujeres concubinas debido a que los padres macehualtin (pobres del pueblo) no tenían la posibilidad de establecer alianzas políticas o negociar ventajas económicas con los matrimonios de sus hijas, por lo que entregaban su descendencia femenina al concubinaje, a cambio de algún beneficio material.
            A los dieciocho años era la edad en que acostumbraban casar a las jóvenes. Los padres decían:”no escojas entre los hombres el que mejor te parezca, recibe al que te demanda y mira que no hagas como se hace cuando se crían las mazorcas verdes, que se buscan las mejores y más sabrosas; mira que no desees algún hombre por ser mejor dispuesto y si fuere bien dispuesto el que demandare, recíbele, y si fuere mal dispuesto y feo no lo deseches; toma aquel que te demandó, persevera con él hasta que mueran, no lo dejes aunque el te quiera dejar; porque te lo envía Dios”. (Sahagún),
            “No le seas desacatada, más el mandándote algo, óyelo y obedeces, no hagas mal lo que te mandare, porque harás pecado contra los dioses y castigarte ha con razón tu marido” (Mendieta).
            Posteriormente en el México colonial, a fines del siglo XVIII,  los valores de las familias novohispanas en el Nuevo Mundo, se moldearon de acuerdo a las ideas y prácticas mercantilistas revigorizadas del capitalismo, que redefinían la relación entre España y sus colonias. En esa época en la Nueva España hubo una gran participación de los comerciantes, mineros y burócratas con un  apetito creciente hacia el dinero, como señala la historiadora Patricia Seed.
            Se recomendaba el interés y el cálculo como una conducta adecuada y legitimada no sólo en la economía, sino también en la política, en las relaciones entre los gobernantes y por supuesto en las relaciones matrimoniales. Esta gran legitimidad que se dio al apetito de lucro y a la importancia del cálculo, influyo directamente en los objetivos del matrimonio y el papel de los padres en las elecciones matrimoniales, en el sentido de que las consideraciones de estatus económico y político eran lo prioritario para la elección de un cónyuge para sus hijos e hijas. Les enseñaban que los sentimientos no tenían importancia, les describían el amor como “un sentimiento que necesitaba ser controlado, disciplinado y sometido a otras fuerzas”. Los padres lo  consideraban un sentimiento caprichoso, una mala pasión, una ciega y violenta pasión que no debería ser tomada en cuenta.
       Estas ideas fueron puestas en práctica por las familias españolas más ricas en el México colonial, las cuales sirvieron de modelos para los otros grupos sociales.
       Patricia Seed nos dice que todas estas ideas y argumentos se esgrimían con el objeto de justificar una elección matrimonial donde los padres o tutores pudieran acrecentar sus bienes y sus bolsillos, lo que se convirtió en una razón legítima para controlar los sentimientos.
            La impresión general que se puede obtener a partir de la evidencia histórica, es que el matrimonio no tenía nada que ver con las relaciones sentimentales. Los historiadores Lawrence Stone y Jean Lous Flandrin, al describir el matrimonio en Inglaterra y en Francia, afirman que los matrimonios  eran llevados a cabo  por las familias,  por consideraciones materiales y de estatus social. L. Stone señala que “el matrimonio era primordialmente un contrato entre dos familias para intercambiar beneficios concretos, bajo el rubro único de interés. Este tendía ser el motivo predominante en lo alto y también hacia lo bajo de la escala social”.
            Flandrin hace una afirmación virtualmente idéntica sobre Francia: “El matrimonio tenía como función, no sólo entre reyes y príncipes, sino en todos los niveles de la sociedad, aliar a dos familias y permitirles perpetuarse. Como describen ambos historiadores, el interés, la negociación y el cálculo, eran las consideraciones  primordiales aprobadas por las normas sociales como los legítimos motivos para el matrimonio.
            Así también en los círculos de las clases medias bajas europeas, las consideraciones financieras continuaron jugando un papel muy importante en los planes de matrimonio, como lo muestra una de las protagonista de las novelas de Daniel Defoe. Moll Flanders pronto llegó a la triste conclusión de que “aquí los matrimonios son consecuencias de alianzas políticas, solo por interés y hacer negocios”, el amor tenía muy poco o ninguna participación en el asunto, después de una amarga experiencia Moll se dio cuenta que “sólo el dinero hace agradable a una mujer, el dinero es lo que importa”.
            Para conseguir esposas apropiadas, las familias a menudo acudían a casamenteros para que arreglaran las primeras negociaciones, después los padres hacían los arreglos financieros, incluso antes de que los jóvenes se conocieran. El sistema de dote y la obligación cultural de casar a las hijas, implicaba que fueran una importante pérdida económica en las finanzas familiares, aunque al mismo tiempo lo compensaban consolidando importantes conexiones y alianzas políticas. A través de la dote matrimonial la mujer  hacía una importante contribución económica a  las finanzas de su marido; ya que la dote se invertía en tierras para que se establecieran los casados, o también podían ir directo al bolsillo del padre o del novio.
            Aunque en esa época desapareció la forma de matrimonio por compra, en esencia continuaba practicándose, de modo que no sólo la mujer tiene precio, sino también el hombre, aunque no por sus cualidades personales, si no por la cuantía de sus bienes  o por el status social y político.
            En las relaciones matrimoniales a finales del siglo XVII y principios del XVIIII, a la mujer se le veía como un objeto por el que se puede ascender socialmente, y hasta cierto grado como una propiedad. Roxana, otra de las protagonistas de las novelas de Daniel Defoe, se quejaba de esta circunstancia; “La naturaleza misma del contrato matrimonial era ni más ni menos que ceder la libertad, la propiedad, la autoridad y todo a un hombre, e indudablemente la mujer en lo sucesivo sólo será una simple mujer a la que sólo se le ve como un sirviente superior”.

 

CAPITULO VI
Sueños y utopías para orientarnos hacia amorosas y armoniosas relaciones humanas
            Los socialistas utópicos en Francia e Inglaterra, concibieron sus sueños de un futuro con nexos sentimentales armoniosos entre los hombres y las mujeres, sueños que trataron de llevar a la práctica, creando con imaginación proyectos que explicitaban y detallaban una sociedad alternativa construida sobre bases diferentes. Indican caminos para su realización y participan personalmente en los intentos respectivos. Casi todos los socialistas utópicos no son sólo autores intelectuales sino que son activos promotores y constructores de sus proyectos.
            Charles Fourier, filósofo francés (1772-1837), uno de los principales creadores de la tradición del socialismo utópico, pensaba en la necesidad de un “Nuevo Mundo Amoroso”, con un nuevo tipo de convivencia. El sueña con una nueva humanidad que viva organizada en pequeñas comunidades, los falansterios, en donde se puedan dar las condiciones para satisfacer igualitaria y conjuntamente las necesidades económicas de la colectividad. Los falansterios serían organizaciones  autónomas que se forman como asociaciones voluntarias y que significan la transición hacia una sociedad armónica de comunas, donde se ha superado la división del trabajo entre hombres y mujeres por lo que la responsabilidad de la crianza de los niños, así como las labores domésticas son colectivas. En estas comunidades las relaciones sentimentales son asociaciones libres y voluntarias.
            Sheila Robothom nos dice que en el pensamiento socialista utópico, existía el convencimiento de que una sociedad feliz sería aquella que estuviese organizada de modo que permitiera a los seres humanos desarrollarse plenamente. Fourier pensaba que no se pretendía homogeneizar a los individuos sino que se intentaba concebir formas de organización social que resultasen más aptas para permitir que todos hicieran lo que quisieran sin molestar a los demás.
            Inspirados en los proyectos de Fourier, se dan intentos cooperativistas en las colonias francesas de África, en Brasil y en Texas.
            Robert Owen (1771-1858) al igual que Fourier fue uno de los representantes más importantes del socialismo utópico. Era un industrial inglés, copropietario de una de las más grandes fábricas textiles de Inglaterra. Owen plantea la fundación de un sistema de “pueblos cooperativos” de entre 500 y 2000 personas para que vivieran en absoluta igualdad económica, donde el trabajo, y la educación de los niños fueran colectivas.  A diferencia de Fourier que tuvo que poner anuncios solicitando algún filántropo, Owen invierte gran parte de su fortuna en la fundación de una colonia modelo, la “Nueva Armonía”, en Indiana.
            Sus experimentos prácticos se fundamentan en su libro “Nuevo Mundo Moral”; entre sus ideas más importantes destaca al igual que Fourier, la necesidad de que las personas puedan relacionarse sentimentalmente en libertad, sin necesidad de una institución como el matrimonio. Se pronuncia además por la libertad de pensamiento en el sentido de que nadie está obligado a profesar una religión.
      Cuando sus ideas se dan a conocer, R. Owen pierde su acceso a los círculos políticos y económicos más importantes, siendo excluido y rechazado por una parte importante de la sociedad. No obstante los obstáculos que tuvo, el siguió adelante con todos sus proyectos, ya que tenía una confianza extraordinaria en la educación. El veía que la raíz de los problemas sociales es la ignorancia de las personas, pensaba que mediante todo un proceso educativo, llegaríamos a un “Nuevo Mundo Moral”.
            En los años siguientes continuaron fundándose colonias semejantes en otras partes de Norteamérica y también en Inglaterra, aunque en todas se presentan  muchos problemas para llevar a cabo los proyectos. En 1828 R. Owen dirige una petición al gobierno mexicano para poder formar en su territorio, una sociedad “de individuos de cualquier nacionalidad cuyo único objetivo sería mejorar la condición humana”.
            Al inicio del siglo XIX, otros soñadores también querían cambiar las condiciones humanas por medio de un amplio movimiento cultural, el Romanticismo que abarcó desde la política, la literatura, el arte, las costumbres, la vida íntima. Era un movimiento animado por un agudo espíritu en contra de todo lo restrictivo y absurdo de las normatividades, acompañado de un deseo, de un ansia de libertad. Era un deseo de libertad que requería de una ruptura con las convenciones en el pensamiento y en los sentimientos; era el deseo de cambiar la propia vida, además de las instituciones. Por lo que el romanticismo fue al mismo tiempo una protesta viva y creativa frente a la situación política, social y cultural.
            El romanticismo proclamaba la libertad y la celebración de todas las facultades afectivas. Las plumas románticas describen las pasiones políticas, las pasiones amorosas, las pasiones por la naturaleza. Bertrand Rusell nos indica que el romanticismo era una actitud de gran vitalidad ante la vida.
            Varios románticos impulsaron la igualdad de derechos y privilegios para ambos sexos, basándose en que estos proporcionarían a las mujeres sentimientos de aprecio a si mismas, los cuales son esenciales para una vida amorosa. Stendhal (1783-1842) abogaba por la educación de las mujeres, porque sin ella no podían compartir las pasiones intelectuales de sus amados. 
            El poeta Shelly (1792-1822) uno de los principales representantes del romanticismo, pensaba como Fourier y Owen, que las  relaciones sentimentales, tendrían que estar “exentas del despotismo de las instituciones”. Las relaciones, afirmaba Shelly, debían contraerse libremente y libremente disolverse, “ya que el amor marchita bajo presión”. 
            Los sueños del socialismo utópico y el romanticismo se amalgamaron en los sueños del socialismo romántico de Engels (1820-1895) y Marx (1818-1883).
            Engels tradujo a su admirado Shelly; Marx envió a Jenny tres volúmenes de poesías; ambos escribieron amorosas cartas y poesías románticas. Consideraban las relaciones amorosas  fundamentales para la realización y desarrollo de todo ser humano. Afirmaban que en las relaciones humanas  era necesario la reciprocidad, en el sentido de conferir valores iguales, tanto al hombre como a la mujer, así también la reciprocidad, en el mutuo deseo por el bienestar del otro. Señalaban que en las relaciones sentimentales en donde se le consideraba a la persona como una propiedad, indicaba el deseo de tener a un esclavo por compañero, en lugar de otro ser humano.
Posteriormente entre los años 1880 y 1890 se solían mezclar e interrelacionar las ideas de los socialistas con las de personas adscritas a los círculos progresistas; preocupados por nuevos modos de convivencia, soñaban cómo podría ser “una nueva vida”, una nueva forma de relaciones humanas.
            John Gray escribió “Lecture on Human Happiness” (Tratado sobre la felicidad humana),  en que imaginaba una sociedad cooperativista  en la que se garantizaba a las mujeres la igualdad absoluta de derechos dentro de la comunidad, en la que los trabajos domésticos, como cocinar, lavar o calentar los cuartos, se repartirían entre todos los miembros.
            William Moris se manifestaba también por la independencia de la mujer, y su absoluto rechazo a las relaciones donde se consideraba a las personas como una posesión. Pensaba que las relaciones humanas no deberían estar bajo la imposición de ninguna institución, que estas deberían existir en infinitas variedades y con gran flexibilidad pudiéndose disolverse también libremente, así las personas no tendrían que simular el amor o los sentimientos.
            En su libro “The Society of the Future” (La sociedad del Futuro), escribió: “Pido en primer lugar una vida libre y desinhibida para el ser humano, si sentimos que nos degrada en lo más mínimo el sentirnos amantes dichoso, o sentirnos hambrientos somnolientos, estamos siendo malos animales y por lo tanto infelices humanos”.
            Edwuard Carpenter, en su libro “Love’s Coming of Age” (El proceso de mayoría de edad del amor), publicado en 1896, se opone a la fealdad y degradación de las relaciones sentimentales y sueña con relaciones bellas y naturales. En sus escritos se opone también a la explotación económica, combina sus preocupaciones por los procesos íntimos sentimentales y los procesos sociales.
            En las primeras décadas del siglo XX Alejandra Kollontai (1872-1952), sueña con una nueva sociedad, donde exista igualdad económica y solidaridad humana. “En esta nueva sociedad, las relaciones humanas aparecerán en una forma diferente, transformadas  completamente, irreconocibles. En el momento  en que hayan crecido y se hayan afirmado los lazos de simpatía entre todos los miembros de la nueva sociedad,  cuando ya no exista desigualdad económica,  se habrá elevado el potencial afectivo y el amor solidario se habrá convertido en una fuerza motriz. Las relaciones sentimentales estarán basadas en el reconocimiento mutuo y recíproco de la libertad de ambos, tanto del hombre como de la mujer, desapareciendo los sentimientos de propiedad. Además de fomentar una sensibilidad fraterna, junto con un arte que permita la asimilación y comprensión de las transformaciones psíquicas que se reproducen en el alma del amado”.
            Para A. Kollontai, al igual que para Marx y Engels, las relaciones amorosas se manifestaran con  profundos sentimientos de amistad, con una intensa camaradería, con gran dulzura, cariño y ternura entre los amantes, como lo expresa esta bella carta de Karl Marx a Jenny.                                                                      

 

 21 de junio de 1856

Mi cordial amorcito:
            Te escribo de nuevo porque estoy solo y porque me incomoda mantener contigo diálogos siempre en la cabeza, sin que tu nada de ello sepas, u oigas o me puedas contestar. Pésimo como es tu retrato, me ha prestado los mejores servicios, y ahora comprendo, como las mismas “madonas negras” – los desdorados retratos de la madre de dios – pueden encontrar adoradores imperturbables y, asimismo más que los buenos retratos. En todo caso, ninguna de estas negras representaciones de madonas ha sido más besada, más vista y más adorada que tu fotografía; la cual no es negra sino amarga y, por ningún punto de vista refleja tu amable, dulce, besable, “dolce” cara. Pero yo mejoro a los rayos del sol  y encuentro que mis ojos, tan marchitos por la luz de las lámparas y por el tabaco, aun pueden dibujar, no solo en sueños sino también despiertos. Te tengo vivamente en mí, te acojo en brazos y te beso de cabeza a pies, caigo de rodillas ante ti y suspiro: “Madame, yo la amo”. Y la amo, de hecho más que el Moro de Venecia jamás amó. Falsos y corruptos concibe el falso y corrupto mundo de los caracteres. ¿Quién de mis muchos calumniadores y viperinos enemigos me ha echado en cara tener vocación para representar un papel de galán principal en un teatro de segunda clase? Y sin embargo es cierto. Si los infames hubieran poseído gracia habrían pintado de un lado “las relaciones de producción y de tráfico” y al otro lado a mí a tus pies. Look to this picture and look to that (vean esta imagen y vean aquella) – hubieran escrito debajo. Pero son desgraciados tontos y tontos permanecerán, por seculum seculorum (los siglos de los siglos).
La ausencia momentánea es buena, pues en el presente las cosas se ven demasiado iguales, como para distinguirlas. De cerca las torres mismas parecen enanas, mientras que observado de cerca, lo pequeño y cotidiano crece. Así ocurre con las pasiones. Pequeñas costumbres, que a través de la cercanía - con la que lo arremeten a uno en el pecho – toman forma apasionada, desaparecen tan pronto como su objeto inmediato es arrebatado a los ojos. Las grandes pasiones, cuyo objeto adquiere a través de la cercanía la forma de pequeñas costumbres crecen y recobran su medida natural mediante la acción mágica de la lejanía. Así ocurre con mi amor. Tu solo necesitas retornar a mí a través del simple sueño, y yo se de inmediato, que el tiempo sólo le ha servido – para lo que el sol y la lluvia sirven a las plantas – para el crecimiento. Mi amor por ti, tan pronto como estás lejos  aparece como lo que es, como un gigante, en el que se resume toda la energía de mi espíritu y todo carácter de mi corazón. Me siento de nuevo hombre, porque siento una gran pasión y la diversidad, en la que nos embrolla el estudio de la moderna formación y el escepticismo, con el que necesariamente censuramos todas las impresiones subjetivas y objetivas, están hechos completamente para hacernos a todos pequeños y débiles, quejumbrosos e indecisos. Pero el amor, no hacia los hombres fuerbachianos, no hacia los intercambios materiales (metabolismo) de Moleschott, no hacia el proletariado, sino el amor hacia el amorcito, es decir a ti rehacen de nuevo al hombre hacia el hombre.
Te habrás de reír, mi dulce corazón y preguntarás ¿Cómo arribé de pronto a toda esta retórica? Pero si pudiera estrechar contra mi corazón tu dulce blanco corazón entonces callaría sin decir palabra. Pero si no puedo besar con los labios, tengo que besar con la lengua y hacer palabras. De hecho, podría, incluso, hacer versos y volver a rimar a modo de libros teutónicos de desolación los “Libri Tristium” de Ovidio. El sólo fue desterrado por el Cesar Augusto. Pero estoy desterrado de ti, y esto no lo conoció Ovidio.
De hecho hay muchachas en  el mundo, y algunas de entre ellas son bellas. Pero ¿Dónde encuentro de nuevo una cara, donde cada rasgo, incluso cada arruga despierte los recuerdos más grandes y dulces de mi vida? Leo en tu dulce rostro hasta mis interminables dolores, mis irremplazables pérdidas; y cuando beso tu dulce cara me beso a mi mismo por sobre el dolor. “En sus brazos sepultado, por sus besos despertado”,  es decir, en tus brazos y por tus besos; y regalo a los brahamanes y a Pitágoras su doctrina de reencarnación y al cristianismo su doctrina de resurrección.
Para terminar some facts (algunos hechos). Hoy he mandado a Isaac Ironside el first paper of the series (primer pliego de la serie) y adjuntas (esto es al texto del despacho) notas hechas de mi puño y letra y en mi propio inglés. Naturalmente no fue de todo mi agrado que Frederic (Friedrich Engels) dejara pasar el trasto tranquilamente con su crítica carita fruncida, antes de que fuera enviado. Mais pour le première fois, he was quite astonished and exclaimed that this important work ought to be published in another form and, above all thinks, to be published in German (Pero al fin quedo completamente asombrado y exclamo que este trabajo tan importante debe ser publicado en otra forma y, sobre todas las cosas, debe ser publicado en alemán). Voy a mandarles el primer número a ti y a los viejos castillos históricos de Alemania.
Apropos. Vi en la “Ausburguesa” nuestra circular de marzo de 1850 de la Secretaria Central a la Liga, presentada en el proceso de los comunistas en Colonia, que “supuestamente” fue publicada  de la misma fuente en Londres. Se trata de un falsum, un miserable refundido de nuestras cosas concebido por el señor Stieber, quien en últimas fechas no fue digno de pertenecer a Prusia y ahora busca en Hannover constituirse como gran hombre. Engels y yo le dispensaremos una declaración recíproca en la “Revista General Ausburguesa”.
Adiós mi dulce corazón. Te beso muchas miles de veces y a los niños.
                                                   Tu Karl Marx

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